Capítulo Veintiuno
Capítulo dedicado Annyquilada... después de mucha espera y hype, ha llegado tu capítulo favorito. (El mío también, pa qué mentir). El crédito de la penúltima escena y el refuerzo de la amistad es tuyo. Gracias por estar igual de mal de la chota que yo. Tkm. 🐻❤️
Felicidades atrasadas paulasetelegram y feliz cumpleaños a @domigarcesv <3
N/A: Hay dos canciones porque este capítulo tienes dos mood demasiado opuestos para poder leerlo con una sola canción jiji.
(Canción 1: When The Sun Goes Down de Artic Monkeys)
(Canción 2: Alone With You de Ashlee)
<< 21 >>
Parpadeo un par de veces, mirando a Helen, sin entender absolutamente nada de lo que ha dicho.
—¿Esther? ¿Cariño? —pregunta con la misma suavidad que le he visto emplear cuando le habla a Nara—. ¿Quieres que me vaya para hablar con la psicóloga?
Desvío la mirada de ella para centrarla en la treintañera que hay al otro lado del escritorio, observándome con suma paciencia.
Muchísima.
La suficiente para haber estado aquí durante más de media hora mientras que yo solo respondía con monosílabos.
—¿Te sentirías más cómoda si hablásemos a solas? —cuestiona ella, enarcando una ceja sutilmente.
Si no fuese por las veces que le había visto ese gesto a cierta persona, el gesto me pasaría desapercibido.
Niego con la cabeza y trago saliva, cerrando los ojos, respirando hondo.
—Prefiero que se quede —murmuro con voz ronca—. Si puede ser.
Ella asiente y se reclina sobre el asiento, en silencio. Miro de reojo a Helen que no despega los ojos de mí. Al ver el brillo preocupado y maternal de su mirada siento como el nudo en mi garganta se afianza y las ganas de llorar amenazan por tomar el control.
Aunque por un motivo completamente distinto al inicio de esta conversación.
De alguna forma, es como si mi madre estuviera aquí.
Sé que tengo todo su apoyo sobre mí, sé que si rompiese a llorar me consolaría y retiraría las lágrimas de mis mejillas, sé que susurraría palabras tranquilizadoras y me abrazaría con la misma fuerza con la que le había visto hacer cuando Kairi se frustraba con algún ejercicio de matemáticas y lo alentaba a seguir.
Alargo una mano en su dirección. Helen capta enseguida la indirecta y en lugar de cogerme la mano, arrastra la silla hasta que estamos las dos muy juntas, apoyando una mano sobre mi espalda, antes de empezar a acariciarla con lentitud.
—Habla cuando estés preparada —susurra, sin dejar de mirarme con ese cariño maternal que es imposible fingir.
Me obligo a sonreírle a modo de agradecimiento y vuelvo a inhalar profundamente antes de soltar todo el aire de golpe.
Después de que Ryu se marchó de mi habitación ese día, supe que tenía que hacer algo.
Que no podía seguir escondiéndome de los problemas y, como había dicho Brittany el lunes, aunque las cosas fuesen difíciles, debía hacerlo.
Por eso mismo, cumpliendo la promesa que me hizo en el baño hace una semana, estaba al otro lado de la puerta junto a Saoirse a que terminase —o más bien empezase— a contarle a la psicóloga del instituto lo que había pasado esa noche para que se pudieran tomar las medidas necesarias, ya que los dos éramos menores.
El director, sin ni siquiera decir nada, me había asegurado que cualquiera que me hubiera molestado, con las pruebas pertinentes, sería expulsado al menos durante un mes y que bajaría la maldita página web de las narices, porque había hecho más bien que mal.
Lo de «maldita» y «las narices» no lo había dicho, obviamente, pero habría sonado mucho mejor así.
—¿Tengo que...? —Me callo al no estar muy segura de cómo formular la pregunta y qué palabra utilizar exactamente—. ¿Tengo que ser muy explícita?
La psicóloga, doctora Ramírez creo que dijo que se llama, se inclina hacia delante en la mesa, dejando la libreta que tenía en la mano sobre ella junto al bolígrafo y estira los brazos hasta el otro lado, donde me encuentro yo, con las palmas hacia arriba.
Sin necesidad de que lo diga en voz alta, apoyo mis manos sobre las suyas y ella me da un apretón, ofreciéndome una pequeña sonrisa de boca cerrada.
—No tienes por qué decirlo en voz alta si no quieres, puedes escribirlo en un folio —explica con voz melodiosa. Es imposible no prestarle atención cuando habla. Es como si intentase mantener la respiración, llegaría un punto en el que inevitablemente tendría que respirar. Con ella ocurre igual, hay una necesidad inexplicable en querer prestarle atención. Asiento con la cabeza—. Puedes tomarte todo el tiempo que quieras. Tanto el director como la jefa de estudios están informados. Gracias a la dichosa página web hay fuentes y tus amigos han dicho que están dispuestos a aportar lo que sepan. Sobre todo, la chica esta...
Se queda un momento en silencio, frunciendo el ceño.
—¿Beatriz?
—Brittany —la corrijo—. Ella... —Paro en seco cuando me doy cuenta de que se me rompe la voz al pensar en ello, pero me repito a mí misma que solo yo tengo la clave para poder ponerle fin a todo esto—. Ella fue quien desbloqueó el pestillo. No sé qué habría pasado si no hubiera llegado a tiempo... yo... él...
Siento como Helen deja de acariciarme la espalda, aunque mantiene la mano sobre ella. Le doy un apretón a la psicóloga en un acto reflejo y ella me responde con otro, alentándome de alguna forma a intentar seguir contando todo lo que pasó.
Así que necesito al menos media hora más para poder empezar a recapitular cada cosa que pasó.
Como me pasé con la bebida por la ruptura con mi novia, el recorrido de las escaleras y lo mareada y desorientada que me sentía, la primera reacción de Jason al entrar al baño y la respuesta al descubrirme dentro de él. Con él. El miedo arraigado en cada célula de mi cuerpo al escuchar el clic del pestillo, el comentario lascivo y el empujón que terminó conmigo atrapada entre él y la pared.
Y la aparición de Britanny en el momento exacto, evitando lo que podría haber sido algo mucho peor de lo que ya era.
¿Sinceramente?
No quería ni pensarlo.
Pero a veces, más veces de las que admitiría en voz alta, me pregunto qué hubiera ocurrido si Bri no hubiera intervenido...
¿Habría sido Jason capaz de eso?
—¿Vas querer presentar una denuncia? —cuestiona la psicóloga cuando estamos varios minutos en silencio.
Mi primera respuesta es mirar a Helen de reojo, en busca de la opción correcta.
Al ver que ella hace un gesto afirmativo con la cabeza, es el último impulso que necesito para continuar con esto y darle un final.
—Me gustaría denunciarlo —murmuro, temblándome la voz.
—¿Estás preparada para hablar con el director?
Vuelvo a mirar de nuevo a Helen, como si ella fuese mi fuente de valentía y fortaleza en estos momentos. Me da un pequeño apretón en el hombro y me sonríe con dulzura. Asiento con la cabeza ante la pregunta de la psicóloga.
Ella se levanta de su asiento, acercándose a la puerta antes de salir por ella. Al cabo de varios minutos aparece de nuevo con el director O'Reilly detrás de ella junto a su hija y Bri.
Saoirse no se lo piensa dos veces y se agacha a mi lado después de haberme dado un abrazo ladeado lo más rápido que ha podido ante la mirada reprobatoria de su padre.
—¿Todo bien, señorita Guerrero? —cuestiona con voz monótona y cara seria, a su lado también está la jefa de estudios que nos observa a todos minuciosamente.
—Todo bien —digo, manteniendo la formalidad entre los dos.
Se me hace raro.
Hace menos de una semana que estaba en su casa, llamándolo Patrick, metiéndome con él por ser del Trinity cuando la UCD últimamente no dejaba de ganar cada uno de los partidos en los que jugaba, posicionándose en uno de los tres mejores equipos de este año, al menos en la categoría universitaria.
Me cuesta mantener las formalidades cuando por las tardes cuando he ido a casa de Saoirse, nos lo hemos encontrado en más de una ocasión tirado en el sofá con dos gatos sobre su pecho y barriga usándolo de cama.
No sé en qué momento he vuelto a desconectar de la conversación, pero lo he hecho.
—¿Esther? —pregunta Helen. Hago un ruidito de asentimiento—. ¿Nos vamos?
Asiento con la cabeza y dejo que Helen me guíe hacia la salida del despacho.
La psicóloga nos advierte que seguramente tendré que venir otra vez para recoger mi declaración cuando vuelva a hablar con ella más detalladamente de lo que ocurrió. Bri camina a mi lado junto a Saoirse, ambas observándome de reojo.
Solo desvían su atención cuando les vibra a las dos el teléfono y les aparece una notificación en la pantalla.
Ni siquiera soy consciente de que ya estamos fuera del instituto hasta que escucho el característico clic del coche cuando lo abren.
Aunque estoy demasiado centrada en lo que sea que les ha llegado.
Solo necesito leer el titular de la estúpida web para saber que lo que sea que haya pasado, no me va a gustar en absoluto.
«El capitán de la UCD demuestra una vez más que la fuerza bruta no solo la aplica en el campo»
Saoirse parece percatarse de que mi atención está sobre su teléfono, porque lo bloquea automáticamente, impidiéndome leer nada más.
Nuestras miradas se cruzan y sé que ve el brillo de la determinación en mis ojos cuando niega con la cabeza, como si de esa manera pudiera quitarme la idea que empieza a formarse en mi mente.
—Mándame su dirección, voy a coger el autobús —le pido en un susurro, mirando de reojo a Helen que me espera en el coche.
No le dejo decir nada más.
Me giro sobre mí misma, acercándome a Helen, que tiene la mitad del cuerpo fuera del coche observándome con curiosidad.
—¿No vienes a casa? —pregunta con suavidad, entreviendo mis intenciones mucho antes de que sea capaz de verbalizarlas.
—Voy a quedarme para ayudar a Pheebs con la tienda —miento descaradamente. Ni siquiera la propia Pheebs está en la tienda porque Jackson suele cerrarla un día distinto cada semana y me había escrito que esta semana era hoy—. Llevo muchos días faltando y no quiero dejarla sola.
Helen parece dudar durante un segundo, pero termina por asentir con la cabeza, ofreciéndome una pequeña sonrisa.
—Escríbeme si necesitas cualquier cosa. Avísame y te recojo cuando termines el turno.
—Lo haré —le prometo, sabiendo que la tienda será el último lugar en el que estaré.
Observo en silencio como arranca el motor y pone en marcha el coche antes de desaparecer por la entrada del instituto. Bri hace un momento que se marchó con su padre y al girarme de vuelta para ir hacia la parada de autobús, me encuentro a Saoirse mirándome con una ceja enarcada.
—Por primera vez en mi vida siento pena por Ryu —bromea, tecleando algo en su teléfono.
Siento que me vibra el mío y al desbloquearlo me encuentro con la ubicación del apartamento en Main Street.
—Gracias —digo, guardando el teléfono.
Me acerco a ella para despedirme y subir al primer autobús que pare en la parada que vaya a dicha dirección. Sin embargo, cuando le doy un beso en la mejilla y hago el amago de marcharme, Saoirse entrelaza nuestros brazos y me guiña un ojo, divertida.
—No te voy a dejar ir sola al centro.
—¿Y por qué no?
—Porque el otro día casi te bajas dos paradas antes de la de casa y eso que llevas tres meses bajándote en el mismo sitio. Es por tu bien.
—¿Por mi bien? —repito?
—Y por el mío. Necesito tener la conciencia tranquila y saber que cuando toques al timbre, es el apartamento correcto y no vas a desatar tu furia contra la persona que no es.
—Qué considerado de tu parte —ironizo, reprimiendo la carcajada que quiere exteriorizarse.
—Mucho. Muchísimo.
Así que terminamos las dos sentadas en el banco metálico, esperando al primer bus con dirección a Dublín centro para demostrarle a cierto capitán que, en efecto, la fuerza bruta se puede usar también fuera del campo.
* * *
Mentiría si dijese que no es satisfactorio ver la sorpresa de Ryu cuando al abrir se encuentra conmigo de frente.
—¿Esther? —pregunta, como si no fuese capaz de creer que estoy aquí.
No digo nada.
Tengo que contenerme para no empezar a gritarle en medio del rellano.
Pero, a diferencia de él, soy una persona mucho más racional y sus pobres vecinos no tienen culpa de tener a alguien tan idiota como él en su edificio.
Paso por delante suya, sin decir nada.
Ryu capta la indirecta porque se queda callado, cerrando la puerta detrás de él.
Entonces me giro en redondo, observándolo con toda la furia que soy capaz de expresar en una mirada.
Él, en respuesta, se cruza de brazos y enarca una ceja, con ese deje divertido tan irritablemente suyo.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes cuál...? —Se silencia y niega con la cabeza, soltando una carcajada incrédula—. Te lo ha dicho Saoirse, ¿no?
—¿Le has pegado? —cuestiono, sin disimular el enfado en mi tono de voz.
Cierro las manos en puños y tomo una respiración profunda, intentando retener como puedo las ganas que tengo de borrarle la sonrisilla divertida que parece querer dibujarse en su rostro.
—¿Qué has dicho?
Estoy a punto de bromear con su sordera, pero me detengo.
Ahora mismo no es el momento para bromas.
Doy dos pasos adelante, clavándome las uñas en la carne blanda de mis manos y vuelvo a respirar hondo.
—Digo... —Suelto un suspiro tembloroso y acorto un poco más la distancia entre los dos—. ¿Le has pegado, Ryu?
Sin necesidad de que lo diga en voz alta, por la forma en que abre y cierra la boca varias veces sé que la respuesta es afirmativa y que está buscando alguna buena excusa para darme.
¿Spoiler?
No hay ninguna.
—¿Por qué quieres saber eso? —termina preguntando.
—Responde a mi pregunta —escupo, molesta.
—Responde tú a la mía —responde, encogiéndose de hombros. Ante mi silencio, enarca ambas cejas y traga saliva Se separa de la puerta, dando varios pasos hacia a mí—. ¿Qué más da? Lo hecho, hecho está.
Entonces, sorprendiéndome y sorprendiéndolo, suelto una carcajada, incrédula.
—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? —pregunto, elevando la voz un poco más de la cuenta.
Me paso una mano frustrada por la cara, apartándome de malas maneras varios mechones sueltos de la coleta. Vuelvo a cerrarlas en puños, porque estoy segura de que, si soltaba otra tontería de esas, acabaría haciendo algo que no debía.
—Soy muy consciente de lo que acabo de decir, Esther. Si quieres puedo repetirlo.
Ya está.
Acaba de rebasar mi límite.
Hago desaparecer la distancia que todavía quedaba entre los dos y le propino el primer puñetazo en el pecho.
Él, claramente, ni se inmuta.
Y no sé por qué, pero eso me frustra aún más.
Empiezo a golpearlo de manera repetitiva antes de gruñir y soltar un grito de enfado.
—¡Quién te crees que eres! —le exijo, furiosa—. ¡Soy lo bastante mayorcita para solucionar mis problemas y cuidarme sola! ¡No necesito a un cavernícola para que vaya golpeando a nadie por mí! ¡No te necesito!
En lugar de molestarle que le grite a la cara o que siga golpeándole el pecho, me observa con diversión.
Eso solo consigue avivar aún más la llama del enfado.
Es insufrible.
Vuelvo a gruñir frustrada, a punto de darle un nuevo puñetazo cuando me rodea las muñecas con las manos, deteniéndome.
Antes de que sea capaz de entender qué está ocurriendo, tengo las manos detrás de la espalda y estoy pegada contra la pared.
Él, al igual que yo, tiene la respiración acelerada. Hago el amago de golpearlo con la rodilla, pero también me detiene apoyando su pierna sobre la mía.
—¿Puedes estarte quieta? —cuestiona, alterado.
—¿Puedes dejar de pegar a la gente?
—No pego a la gente —me corrige.
Se me escapa una nueva carcajada, incrédula ante la situación.
—¿Y cómo llamas a lo que has hecho?
—Defenderte —responde con extraña calma.
Abro mucho los ojos al escucharlo.
—¿D-Defenderme?
—Que tú no me dijeras lo que pasó en el baño no significa que no me fuese a enterar, Esther —murmura, aflojando el agarre en mis muñecas—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¡Porque sabía que harías algo así! —grito, fuera de mí, frustrada.
Frustrada conmigo.
Frustrada con Ryu.
Frustrada con la situación.
Frustrada con su cercanía.
Frustrada con Jason.
Frustrada con la forma en que me cosquillean los labios al sentir su aliento cálido chocando contra mi boca.
Frustrada por no haber hecho la denuncia antes.
Frustrada porque Ryu haya decidido tomarse la justicia por su mano.
—Repito: lo hecho, hecho está.
—Eso no funciona así, Ryu —digo sin gritar por primera vez desde que empezó esta conversación. Niego con la cabeza y trago saliva, intentando desenredar el nudo que tengo atorado en la garganta—. Sabes perfectamente que eso no funciona así.
—No te preocupes por mí.
Pongo los ojos en blanco sin poder evitarlo.
—Gracias, ahora me quedo mucho más tranquila.
—No hay de qué —bromea
—Eres insufrible.
—Y tú una niña.
—¿A quién llamas niña, Río Guadalquivir?
Ryu parpadea un par de veces sorprendido ante mi forma de referirme a él y noto como el agarre sobre mis manos se afloja un poco, aunque no las suelta del todo.
—¿Río Gualalala? —repite, diciendo algo totalmente distinto al río que recorre la ciudad sevillana.
—Guadalquivir.
—¿Gualalili?
—Guadalquivir —repito de nuevo, pronunciándolo con más lentitud.
—Guala... —empieza otra vez, aunque ante la risa floja que se me escapa, gruñe frustrado y lo deja pasar—. Me pones de los nervios.
En ningún momento aparta su mirada de la mía.
Y, aunque debería de estar acostumbrada a ello porque lo hace siempre, no lo estoy.
A mí sí que me pone de los nervios cada vez que me observa como si fuese algún tipo de puzle que nunca termina de encajar.
Un acertijo que por mucho que repita en su cabeza, no es capaz de resolver.
Trago saliva cuando siento que con uno de sus dedos me acaricia la cara interna de la muñeca con una suavidad que no espero de él.
Mucho menos en esta situación.
Ante mi silencio, enarca una ceja que consigue espabilarme.
«Esther, concentración».
—Me importa una mierda si te pongo de los nervios o no, pesado —digo con voz ronca.
Espero que la ronquez pase desapercibida para él, pero al entrever la sonrisa ladina que intenta ocultar sé perfectamente que se ha fijado.
—¿Ya vas a empezar con los motes? —cuestiona, divertido.
Entrecierro los ojos, molesta, provocando únicamente que la sonrisa que con tanto ahínco intentaba ocultar termine por hacer su aparición.
—Te odio —bufo, irritada.
Afianza de nuevo el agarre sobre mis manos y vuelvo a sentir la espalda pegada a la pared. Sin embargo, la distancia entre los dos sigue siendo la misma.
—Ajá.
—No te aguanto.
Acorta la lejanía entre los dos, sonriendo abiertamente ante mi irritación.
—Ajá —responde en un susurro.
Soy demasiado consciente de lo grave que suena su voz al decirlo y como ese estúpido monosílabo es capaz de provocarme un escalofrío. Vuelvo a tragar saliva, nerviosa, sintiendo la garganta igual de áspera que un papel de lija.
—Si no me estuvieses acorralando, hace un buen rato que te hubiera dejado estéril —le advierto, molesta, no sé si con él, conmigo misma o con la situación.
Ryu frunce los labios hasta dibujar una línea recta y enarca ambas cejas, acortando los escasos centímetros que nos separaban. Vuelve a acariciarme las muñecas con una delicadeza que hace un contraste extraño con la seriedad de su rostro.
Aún así, no me permito amedrentarme y me yergo sobre mí misma, provocando que su pecho acabe pegado al mío. Aunque intenta disimularlo, capto a la perfección como desvía la mirada un momento de la mía y la centra en mis labios.
Mentalmente sonrío satisfecha al ver que por lo menos, él no parece tan inmune a mí como pensaba.
Eleva de nuevo la mirada hasta chocar con la mía. A pesar de que sus ojos son de un marrón muy oscuro, rozando el negro, siempre he podido diferenciar la pupila del iris, pero esta vez, la negrura parece haber engullido el resto.
—¿Piensas callarte en algún momento o tengo que obligarte?
Y, a pesar de que intenta mantenerse serio, sé por el tono de su voz que está demasiado entretenido con nuestra conversación.
—¿Has terminado? —lo irrito.
—No. Ni por asomo.
Vuelve a bajar la mirada a mis labios.
Esta vez, lo imito.
Deja de rodearme las muñecas y apoya las manos sobre mi cadera, con la misma delicadeza con la que me había acariciado antes, como si estuviera midiendo cada uno de sus movimientos a mi alrededor.
Se relame el labio inferior. De manera inconsciente, sin pensarlo, copio el gesto. Me da un pequeño apretón en las caderas en respuesta y no necesito que diga nada para saber que toda su atención está sobre mi boca.
Aparto un momento los ojos de sus labios y los elevo hasta encontrarme con que él también me está mirando. Trago saliva de nuevo al sentir la garganta reseca, aunque resulte inservible.
Ryu da otro paso, obligándome a retroceder otro hasta acabar pegada de nuevo a la pared.
Ni siquiera me atrevo a suspirar.
Tampoco a respirar demasiado fuerte.
Un nuevo escalofrío me recorre de pies a cabeza cuando él empieza a dibujar círculos por encima de la ropa.
No sé por qué, pero le rodeo la muñeca al sentir como se me pone la piel de gallina en dicha zona.
Entonces, lo escucho tragar saliva. Aprieto con un poco más de fuerza mi agarre cuando su aliento choca directamente contra mi boca.
Entreabro los labios en un jadeo silencioso al darme cuenta de lo realmente cerca que estamos el uno del otro.
Muy cerca.
Lo suficiente para que su pecho se roce sutilmente con el mío al respirar, lo suficiente para que tenga que abrir las piernas para darle paso a la suya, lo suficiente para que cierta parte de su anatomía acabe chocando con una zona muy sensible de la mía.
Lo suficiente...
Ni siquiera me da tiempo a reaccionar.
Antes de que entienda que está pasando ahueca mi rostro, me acerca todo lo que puede a él afianzando el agarre sobre mi cadera y planta su boca sobre la mía.
Solo es una simple caricia y todo mi cuerpo parece anhelar más del contacto.
Yo anhelo más.
Sin embargo, cuando hago el amago de besarlo de vuelta, él se separa.
Ni siquiera tengo tiempo de corresponderle el beso.
Solo ha sido un estúpido beso, si es que se puede considerar beso, y me falta el aire.
Ryu no se mueve.
Yo tampoco.
Nos limitamos a mirarnos mutuamente, siendo cada vez más consciente de su cercanía, del calor que desprende a través de la ropa, de los acelerados latidos de su corazón y de su respiración agitada.
Sin saber muy bien cuál es el impulso final que me empuja hacerlo, le rodeo la nuca y lo obligo a agachar ligeramente la cabeza para besarlo.
Esta vez de verdad.
No una mísera caricia, no una delicada o suave, sino una que sea capaz de igualar tanto la tensión como la frustración que siento cuando estoy cerca de él.
Siento que me recorre los costados con las manos de arriba abajo, estremeciéndome entre sus brazos sin poder remediarlo. Enredo los dedos en su pelo, acercándolo todo lo posible a mí, separándome ligeramente de la pared al arquear la espalda.
Él me rodea la cintura con los brazos, haciendo desaparecer la escasa distancia que teníamos. Entreabro los labios al jadear, pero el jadeo termina muriendo sobre su boca, ahogando después el primer gemido que se me escapa. Ryu suelta un sonido gutural que reverbera en cada rincón de mí misma.
Sin previo aviso, desciende a través de caricias hasta llegar a mi culo, agarrándolo con fuerza, arrancándome un nuevo gemido. Sonríe con su boca pegada a la mía ante el sonido.
Me obliga a acercar más mi cadera a la pierna que tiene colocada en medio de las mías, provocando que mi entrepierna se roce con su muslo. Hago el amago de morderme el labio inferior ante la punzada de placer que me recorre cuando me rozo contra él, pero termino mordiendo el suyo.
—P-Perdón —susurro con voz entrecortada ante la oleada de sensaciones.
—No lo pidas.
Entonces es él quien muerde mi labio inferior a la misma vez que me alienta a balancear la cadera, para que ocurra de nuevo lo mismo. Cada vez más constante, más rápido, más placentero.
La tensión se va acumulando poco a poco, de manera tortuosa. Aprieto con fuerza los dedos en su pelo, cortando abruptamente el beso ante la falta de aire. No dejo de moverme. Él afianza el agarre sobre mi culo, ayudándome a marcar el ritmo sin despegar los ojos de mí.
Tiene los labios hinchados y rojos, y un leve rubor decora sus mejillas y el puente de la nariz. Apoya la frente sobre la mía y suspira, haciendo que el aire cálido que suelta consiga que me hormigueen los labios.
«¿Qué estamos haciendo?», me gustaría preguntarle cuando nuestras miradas se cruzan.
Sin embargo, cuando baja las manos hasta la parte trasera de mis muslos y hace el amago de levantarme, no me deja meditarlo más.
Me apoyo sobre sus hombros y abro las piernas del todo, rodeándole las caderas con ellas. Entonces me doy cuenta de que no era la única que con un solo beso había conseguido encendenderse demasiado rápido. El bulto de su pantalón es suficiente respuesta. Vuelve a acorralarme contra la pared, provocando que mi entrepierna entre en contacto directo con él.
Esta vez, la punzada de placer no me deja pensar.
Solo quiero sentir.
O dejar de sentir, no lo sé.
Vuelve a besarme con la misma ferocidad que antes, con la diferencia de que esta vez, el roce nos afecta a ambos y es más intenso. Choca su cadera contra la mía en estocadas constantes, a la misma vez que yo balanceo la mía, arriba y abajo, en busca de la calma que apague el fuego que parece crecer dentro de mí.
Desciendo a través de caricias por sus hombros y brazos antes de ascender por su pecho y rodearle la nuca.
Él, por otro lado, me rodea la cintura con el brazo mientras que con su mano libre empieza a acariciarme el costado.
El ritmo del beso es asfixiante. Es como si el oxígeno se encontrase en la boca del otro, cuando en realidad no es así. Como si su cercanía no quemase.
Realmente no sé lo que quiero.
Solo que necesito más.
Más de esto.
Más de él.
Ya no es suficiente.
Aprieto las piernas alrededor de su cadera, obligándolo a estar pegado a mí, notando a la perfección el gran bulto de su pantalón. Siento como deja de acariciarme el costado y cuela una mano por debajo del jersey, ascendiendo por mi abdomen hasta llegar a mis pechos. Se me pone la piel de gallina ante el halo de calor que deja a través de ella. Ahueca uno de mis pechos con cuidado.
Al menos al principio. Dibuja círculos encima de mi sujetador, en la zona mi pezón, provocando que este se eleve ante la repentina atención que está obteniendo. Sin embargo, no es suficiente.
A estas alturas nada lo es.
Apoyo mi mano encima de la suya y me acaricio el pezón con mucha menos delicadeza con la que él lo estaba haciendo. Arqueo la espalda en respuesta antes de soltar un nuevo gemido. Aparto la mano y vuelvo a rodearle la nuca.
—¿Te gusta así? —pregunta, imitando el mismo movimiento que había hecho antes—. ¿O así?
No sé ni cómo, desabrocha el sujetador y ahueca mi pecho sin ninguna barrera de por medio. Jadeo sobre sus labios. Él me da un pequeño beso y vuelve a dibujar círculos sobre mi pezón antes de desviar su atención al otro pecho.
Cuelo las manos por el cuello de su camiseta y le acaricio la espalda cuando noto sus labios húmedos bajo mi oreja, y como va descendiendo alternando entre besos, mordiscos y chupetones hasta llegar a la base de mi clavícula.
—¿Qué más te gusta, Esther? —susurra contra mi cuello.
Se me eriza la piel al sentir su aliento cálido. Muevo las caderas con más fuerza, rozándome sin pudor contra él. Gruñe en respuesta. Suelto una risa divertida en respuesta.
—¿Qué te gusta a ti? —cuestiono, intentando imitar el tono seductor de Ryu.
—Tu culo.
Y para recalcarlo, baja las manos hasta rodear mi trasero y me da un pequeño apretón, que solo consigue que pegue un respingo sorprendida.
—Tu boca —susurra, provocando que sus labios se rocen al hablar con los míos.
Me muerdo el labio inferior y él muy idiota sonríe ante el gesto.
—Cómo te estremeces entre mis brazos cuando hago esto.
Afianza las manos sobre mi cadera y roza la suya contra mi entrepierna con determinación, siendo perfectamente consciente de lo que me provoca con un simple roce. Vuelvo a jadear y cierro los ojos ante el nudo de tensión que solo parece crecer.
—Ryu...
Pero ni siquiera sé qué quiero decir.
—¿Qué?
—Necesito que acabe.
Él parece incluso más confuso que antes.
Le rodeo la muñeca y dirijo su mano hasta plantarla en mi entrepierna, en el punto exacto donde el fuego solo incrementa y nunca disminuye.
Ryu desvía la falda y cuela la mano por debajo de ella. Va ascendiendo por mi pierna con tortuosa lentitud.
Primero me acaricia la rodilla, luego el muslo, la cara interna de este y por último llega al epicentro del incendio. Sin ningún tipo de vergüenza elevo la cadera en su dirección para que capte mis intenciones. Me recorre con los dedos por encima de la ropa y es suficiente para que un escalofrío me sacuda de pies a cabeza. Araño su espalda cuando vuelve a hacer el mismo movimiento, pero esta vez con la palma de su mano.
—¿Así? —pregunta, moviendo la mano arriba y abajo.
Hago un ruido de asentimiento, moviendo las caderas al mismo ritmo.
—No es suficiente —digo, al cabo de unos segundos.
Ryu hace un lado mi ropa interior y vuelve a hacer lo mismo: me recorre primero con los dedos mi entrada, antes de rozar su palma contra mi intimidad. Esta vez suelto un gemido.
No necesito mirarlo para saber que está sonriendo con suficiencia.
Su entrepierna pasa a una segundo plano y toda mi atención está enfocada en las sensaciones que es capaz de despertar con el roce de su mano contra mi clítoris.
Aunque todo se vuelve mucho más intenso cuando introduce un dedo.
Los movimientos de mi cuerpo son casi involuntarios. Me llevo por el instinto de saciar el fuego en mi interior.
De terminar de encenderlo, para apagarlo después.
Le ahueco el rostro de nuevo, obligándole a apartar la mirada del punto en el que su mano se une conmigo y lo beso.
A pesar de que no es la primera vez que nos besamos, ni la segunda, ni la tercera, Ryu me saborea como si nunca antes hubiera probado mis labios.
Se toma su tiempo para lamer, chupar y succionar mi labio inferior antes de entreabrir los suyos.
Entonces todo se vuelve más intenso.
Introduce un segundo dedo que es capaz de arrebatarme un gemido y bombea con el mismo ritmo constante y a la misma vez tortuoso mientras que yo me estremezco en sus brazos. Soy demasiado consciente del bulto de su pantalón y como este se roza contra mi muslo cuando elevo la cadera ante el impulso de necesitar más de sus caricias.
Con una mano rodeándole la nuca, descendiendo por su cuerpo con la otra hasta llegar a su entrepierna.
—No hace falta que...—empieza a decir, pero suelta un jadeo entrecortado ante el primer roce.
—No hace falta, pero quiero.
Al principio, solo hago eso, dejando que sea él quien marque el ritmo de la caricia con los movimientos de su cadera mientras que con los dedos hace maravillas, complicandome la tarea de concentrarme y darle placer también. Aunque no parece importarle.
Sin embargo, sé que la tensión crece dentro de Ryu cuando solo con el simple rozamiento de mi mano contra él, el bulto aumenta de tamaño. Así que decido arriesgarme.
—¿Quieres...?
—Sí —suelta en un jadeo.
Le desabrocho el pantalón e introduzco mi mano dentro, sintiéndolo por completo. Trago saliva al darme cuenta de que es mucho más grande de lo que creía, aunque no me dejo amedrentar. Lo acaricio con más vehemencia, sintiendo que, esta vez, es él quien se estremece ante mi contacto.
Sonrío, al ver cómo reacciona ante mis caricias. De alguna forma me siento poderosa al saber que solo con eso puedo provocarle tanto.
A partir de ahí, nos convertimos en una danza de roces, choques, gemidos y jadeos, junto a besos robados capaces de quitar el aliento.
No sé cuánto tiempo ha pasado.
Ni si es de día o de noche, ni siquiera sé si hay alguien más en el apartamento o solo estamos nosotros.
Me da igual.
No me importa.
Solo importa...
El clic que hace la cerradura al ceder, provoca que ambos desviemos nuestra atención de darnos placer mutuamente a la puerta. Miro con pánico a Ryu, que tiene clavada la mirada en el pasillo de la entrada.
—Mierda —masculla entre dientes.
Saco la mano de su pantalón y dejo de rodearle la cadera, separándome todo lo rápido que puedo de él antes de que la puerta se abra y aparezca Javi en el salón. Me coloco bien la falda a la vez que me peino el pelo con los dedos y me abrocho el sujetador.
Al menos en eso, puedo disimular.
Aunque me basta una mirada de reojo a Ryu y ver lo hinchado que tiene los labios para saber que, a no ser que Javi tenga miopía, sabría perfectamente la razón por la que los dos tenemos la boca como si hubiésemos estado comiendo algo picante.
Tengo que centrar toda mi atención en no acariciarme los míos al sentir un cosquilleo extraño en ellos ante el recuerdo.
Javi vacila la mirada entre los dos, enarcando una ceja.
—¿Qué estáis haciendo? —pregunta adquiriendo ese tono de voz de policía en medio de una investigación.
—No es lo que parece —suelto de sopetón lo primero que se me viene a la cabeza.
Eso solo consigue aumentar la curiosidad en Javi y vuelve a vacilar los ojos de Ryu a mí varias veces.
—¿Qué es lo que parece?
Esta vez enarca ambas cejas y se cruza de brazos.
—Nada. —Carraspea al hablar con voz ronca—. No ha pasado nada.
Me tenso de pies a cabeza cuando Javi nos recorre de pies a cabeza y al observar algo que le divierte en demasía, ni se molesta en ocultar la sonrisa que le surca el rostro. Frunzo el ceño y sigo la dirección de su mirada hasta encontrarme con el bulto bastante notable que tiene Ryu en el pantalón.
Aparto los ojos rápidamente de él, sonrojándome y trago saliva.
—Bueno... —empieza Javi sin disimular lo entretenido que le parece la situación—. Yo voy a ir a por un vaso de agua.
Tanto Ryu como yo le seguimos el rastro con la mirada hasta que entra en la cocina.
No sé quién de los dos da el paso primero, pero acabamos muy cerca el uno del otro. Pego un respingo, sorprendida al sentir sus manos frías sobre mis acaloradas mejillas, que se calientan aún más cuando él me recorre el rostro de nuevo y se queda un par de segundos de más mirándome la boca.
—No sabes disimular —susurro con voz ronca.
—Al menos yo no estoy roja como un tomate —me recrimina.
—Al menos yo no estoy empalmada.
Ryu suelta una risa grave y se muerde el labio inferior antes de acercarse a mí oreja, poniéndome todo el vello de la nuca de punta. Vuelvo a tragar saliva, aunque sepa que a estas alturas sea inservible.
—Estoy seguro de que no soy el único que tiene una reacción más que evidente en cierta parte de su cuerpo.
—Estás muy seguro, ¿no? —le pregunto, enarcando una ceja.
—¿Quieres que te lo vuelva a demostrar?
Suelto un suspiro cuando lo que estábamos haciendo hace unos minutos empieza a reproducirse en mi cabeza. Apoyo las manos sobre su pecho y cierro los ojos.
—Habrá tiempo para que lo haga —murmura, dándome un pequeño beso bajo la oreja—. Pero, desgraciadamente, ahora no es el momento.
—No, no es el momento —susurro, sonriendo todavía con la cabeza apoyada en su pecho.
Ryu me obliga a salir de mi escondite, alzándome un poco la cara mientras que él agacha la cabeza antes de besarme. Asciendo por sus hombros hasta rodearle la nuca, pidiéndole de manera silenciosa que baje un poquito más, profundizando el beso.
Noto que sonríe con la boca pegada a la mía y obedece. Estoy a punto de morderle el labio inferior cuando un carraspeo nos interrumpe a los dos.
—¿Preferís que os deje intimidad? —cuestiona Javi, jocoso.
En respuesta nos apartamos del otro de golpe, aunque seamos demasiado conscientes de que a estas alturas no valga la pena.
—Tengo la sensación de que me he perdido muchas cosas.
Estoy a punto de decir algo, cuando Ryu me interrumpe.
—Nope. Nada. Era un beso entre dos amigos.
—¿Desde cuándo besas a tus amigos así? —pregunta de vuelta, escéptico.
Ryu se acerca hasta Javi y bajo la atenta mirada del español le acuna el rostro y le planta un beso sin venir a cuento. Al separarse de él, sonríe con picardía y le guiña un ojo.
—Desde ahora mismo.
Observo divertida como parpadea varias veces y balbucea algo en español que ni siquiera yo soy capaz de comprender
—¿Qué ha sido eso?
Ryu sonríe angelicalmente y se encoge de hombros.
—Nada. Un besito para fortalecer la amistad.
Al ver que Javi aparta la mirada de Ryu y la clava en mí con un brillo extraño en ella, sé que me va a hacer pasar vergüenza con lo que sea que vaya a decir.
—¿Tú también vas a darme un besito, Esther? —cuestiona con inocencia.
Inconscientemente, miro de reojo a Ryu que me observa con una ceja enarcada, en espera a mi siguiente movimiento.
Todavía sintiendo las mejillas calientes, camino hacia Javi.
Cuando acabo delante de él, ensancha la sonrisa, supongo que esperando a que me arrepienta, pero no va a ocurrir.
Al igual que hizo Ryu, ahueco su rostro y bajo la atenta mirada de ambos, ladeo la cabeza y lo beso. Javi apoya ambas manos sobre mi cintura y me acerca a él, pero sin profundizar el beso.
Sé que lo está haciendo por sacar de quicio a Ryu y no soy capaz de reprimir la sonrisa todavía con mi boca pegada a la suya.
Ante la tos a nuestras espaldas, nos separamos.
—Amistad reforzada, ¿ves? —digo, sonriendo con la boca cerrada, evitando mirar hacia mi derecha, siendo demasiado consciente de la mirada de Ryu.
Javi me guiña un ojo, divertido y centra su atención en su mejor amigo.
—Deberías cambiarte el pantalón —le aconseja antes de caminar hacia su habitación, dejándonos a Ryu y a mí solos de nuevo.
—Dame dos segundos y te llevo a casa —me pide.
Asiento con la cabeza en silencio y observo por el rabillo del ojo como desaparece a través del pasillo. En menos de cinco minutos aparece con un vaquero nuevo y una chaqueta sobre el brazo que no tarda en ofrecerme en silencio y que por control remoto acepto.
Sin decir absolutamente me rodea por los hombros, avanzando hacia la puerta.
—Podríamos discutir más a menudo —murmura contra la curva de mi cuello.
Me tenso en respuesta, notando como me recorre un escalofrío por toda la columna, despertando ciertas sensaciones que ahora mismo no puedo detenerme a comprender.
—Claro —respondo de vuelta en un susurro, irritada—. La próxima vez te meto un portazo en toda la cara, a ver si eso es más efectivo.
—Me gusta más la idea de acorralarte contra la pared.
Pillándome desprevenida, posa los labios sobre mi piel en un beso largo, teniendo que cerrar los ojos.
—O puedes acorralarme tú —susurra con voz ronca.
Al abrir los ojos, me lo encuentro a escasos centímetros de mí. Ni siquiera me molesto en detenerme cuando se me va la mirada a sus labios, que curva hacia arriba en una de sus típicas sonrisas ladinas.
Ryu abre la puerta, dejándome pasar a mí primero cuando escuchamos a Javi gritando desde su habitación nuestros nombres. Frunzo el ceño, quedándome en medio de la entrada.
—¡La próxima vez que os dé un calentón intentad llegar a la habitación, amigos! —nos advierte.
Suelto una risita incrédula, apartándome de la puerta. Ryu la cierra detrás de él, pero no se mueve de su sitio. Lo miro confundida al ver que, en lugar de caminar hacia el ascensor, hace desaparecer la distancia entre los dos.
Entonces apoya la espalda contra la pared y me rodea con un brazo la cintura pegándome a su cuerpo antes de acunar mi rostro y besarme. Enredo los dedos en su pelo y me pongo de puntillas, rodeándole la nuca, obligándolo a que tenga que bajar la cabeza.
Sonrío con mi boca pegada a la suya antes de profundizar el beso.
N/A: Bueeeeeeeeno... ¿qué? 👀👀👀
Decidme que la espera no ha valido la pena.
¡Atreveos!
*las amenaza con un bolígrafo*
Y sí, el momento Javi, Ryu y Esther es un guiño a FRIENDS y es que tengo esa escena viviendo en mi cabeza todo el día y solo de pensarla me descojono sola.
Es icónica.
Y ahora Jesther, Ravi y Rysther también lo son jeje. 🌚
¿Qué más?
➡️ Sección de fangirleo:
➡️ Sección de gritos:
➡️ Sección de teorías:
Y para las de telegram que votaron que sería en próximo capítulos... habéis perdido. Ahora la pregunta es... ¿qué tendréis de castigo? 😏
Y bueno, no sé qué más decir.
Por la noche vendré a curiosear los comentarios y vuestras reacciones. Es un capítulo que marca un antes y un después en la novela porque oficialmente estamos en el lado "lovers" a partir de ahora.
A ver que os parecen estos dos como parejita jiji.
Nos vemos el próximo viernes, inmaduras. 🧡
Pd: He estado a punto de divider este capítulo porque era muuuuuy largo, y normalmente cuando pasan de ciertas palabras los divido en dos, pero era una ocasión especial y no había forma de que os dejase con las ganas.
Al menos esta vez.
Publicado por maría (no me sé mi usuario) :) AAAAAAAA POR FIN YUJUUU
Ahora sí, adiós, que voy a llegar tarde AAAAAAAAAAAAAAAA.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro