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Capítulo Veintidós (II)

Capítulo dedicado sara6735 el pobre Ryu va dejar de sacar su lado romanticón como siga así... en realidad no, cuánto más irritada Esther, más enamorado el río jeje 🤨

(Canción: Dancing In The Dark de Rihanna)

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Menos mal que, al cabo de varios minutos, ante la falta de aire y el dolor de estómago, el ataque de risa cesa y podemos ver el desfile como personas normales.

Al igual que antes, me pongo de puntillas y estiro el cuello todo lo que puedo para poder ver al menos algo del desfile. Lo primero que capto con la mirada son varios bailarines ondeando banderas naranjas, blancas y verdes, los colores de la bandera nacional. En los costados van varias personas vestidas enteras de verde con tréboles enormes de cuatro hojas en las manos. Detrás de ellos va una carroza con un gran duende irlandés junto a un calderón gigante a rebosar de lingotes de oro.

Es bastante impresionante.

Con cuidado de no golpear a nadie, saco la cámara de la mochila y alargo los brazos con la cámara en las manos, cliqueando sin mirar un par de veces antes de bajarla y mirar que había podido capturar.

Algunas fotos, claramente, salen borrosas debido al escaso equilibrio que tengo de puntillas. Aún así, en las borrosas hay fotos que me gustan. También hay varias enfocadas y que se aprecian la verdadera locura que hay en el pasacalles y la gente a su alrededor.

Cuando este grupo pasa, le sigue una carroza de color blanco con varias personas disfrazadas de hadas. Tienen incluso las orejas. Se mueven de un lado al otro, logrando que las alas se abran y cierren en respuesta al movimiento.

También saco varias fotos de ellos, aunque me distraigo con Nara, que los observa impresionada. Le brilla la mirada emocionada cuando uno de ellos nos saluda.

Bueno, a nosotros y al centenar de personas que hay a nuestro alrededor.

Tras ellos, siguen apareciendo carroza tras carroza, con bailes, canciones y decoraciones que no creo que pueda ser capaz de acostumbrarme jamás y eso que había pasado más de diez navidades yendo a las carrozas de los Reyes Magos sin perderme ni uno solo.

Ni siquiera las de este año.

No sé por qué, pero esperaba que aquí también lanzasen caramelos a los niños mientras pasaban. Supongo que los irlandeses son más refinados que nosotros. Solo de imaginarme a Ryu o a Saoirse haciendo el truco del paraguas boca arriba para conseguir más caramelos que el resto me es imposible no sonreír.

Siento un empujón en el brazo y bajo la cámara antes de desviar la mirada del desfile.

—¿Qué?

Ryu sonríe al escucharme y enarca una ceja.

—¿Qué de qué?

Frunzo el ceño.

—Eso debería estar preguntándote yo a ti. ¿Por qué me has dado un golpe?

—Porque me ha surgido una duda.

—¿No podía esperar?

—Era de suma importancia y urgencia —se justifica con tono serio.

Estoy segura de que, si no tuviera las manos sobre la espalda de Nara para que no se caiga para atrás, apoyaría una mano sobre el pecho con dramatismo.

—Entonces es una tontería —refuto, intentando mantener el tono irritado intacto, aunque tenga ganas de sonreír.

—Lo tomo, pero que sepas que me ofende.

—Pobrecito —digo con voz aguda como si se tratase de un niño pequeño.

—Espero que cargue en tu conciencia.

—A partir de hoy no podré dormir.

Me duele la cara del esfuerzo que me está suponiendo no sonreír ahora mismo.

Durante un par de segundos, ninguno de los dos dice nada. Solo nos limitamos a observar al otro, absortos del resto. Da igual que estemos rodeados de gente, que están aporreando unas tambores a un par de metros de nosotros como si su vida dependiera de ello, que él tenga a una niña de cinco años imitando el ritmo sobre su cabeza y a mi mejor amiga a nuestro lado cantando la canción a todo pulmón.

Da igual.

Porque cuando nuestras miradas se cruzan todo y todos quedan en un segundo plano.

Cada maldita vez.

No falla nunca.

—Tú también eres mi persona favorita, Esther.

Parpadeo un par de veces, sorprendida.

—¿Qué?

Él ignora mi pregunta y sigue hablando.

—No creo que pueda sobrevivir a dejar de serlo.

Lo miro con los ojos muy abiertos sin saber qué decir.

Sin saber qué hacer.

Mentira.

Sí sé que quiero hacer.

Quiero besarlo.

Con ganas.

Muchas.

«¿Cómo es capaz de soltar cosas así y estar tranquilo después?», me gustaría preguntarle.

—No puedes soltarme cosas así —le recrimino, sintiendo como me hormiguean los labios.

—¿Por qué no?

Me acerco a él, poniéndome de puntillas porque, a diferencia de otras veces, donde agacha la cabeza para alcanzarme a medio camino, con Nara encima es algo que por ahora no puede hacer.

—Porque ahora quien tiene ganas de besarte soy yo —murmuro.

Él gira la cabeza hacia mí con tanta rapidez, que temo que se haya desnucado o haya tirado a Nara en el proceso. Desvío un momento la mirada de Ryu para asegurarme de que Nara sigue a salvo y, efectivamente, sigue dándole golpecitos en la cabeza mientras observa el desfile embelesada.

—¿Tienes muchas ganas de comer con mis padres? —pregunta, captando mi atención.

—Sí, Ryu. Tengo ganas de comer con tus padres. No nos vamos a ir ahora porque tenga ganas de besarte.

—Pero, ¿por qué no? —cuestiona, indignado.

Ahora mismo es idéntico a Nara cuando Helen le dice que antes de cenar no puede comerse ninguna galleta.

—Porque a diferencia de ti, yo sí sé controlarme.

Ryu se relame los labios antes de sonreír ladinamente, enarcando una ceja.

—A diferencia de ti... —empieza con una pausa dramática—. Sé mentir mejor.

—Sé mentir, gracias por tu preocupación.

—No sabes —responde con tranquilidad.

—Sí que sé.

—No.

—Sí.

—Qué no.

—Qué sí, cansina.

—Qué no, pesado.

—Cansina.

—Pesado.

—Cansina.

—Pesado.

—Inmadura.

Cierro la boca de golpe y entrecierro los ojos. Estoy tentada a empujarle, pero me controlo al recordarme a mí misma que tiene a Nara sobre los hombros.

—Gilipollas —siseo, irritada.

Él, sin sorprenderme en absoluto, en lugar de molestarse por el insulto, amplía la sonrisa y clava la mirada de nuevo en el desfile.

El resto de la media hora que dura el pasacalles, estoy junto a Saoirse que me anima a saltar y bailar cuando alguna canción que suena es interpretada. También aprovecho para sacar más fotos, tanto de las carrozas, como de los bailarines o intérpretes, al igual que del resto de la gente que hay pegada a las vallas.

No hay palabras suficientes para describir todo lo que pasa en unas horas.

Aunque mentiría si dijese que no agradezco profundamente cuando termina.

Estar tanto tiempo de puntillas y estirando el cuello no creo que sea bueno.

Una de las ventajas al haber estado en una zona más o menos alejada es que somos de los primeros en salir de allí, evitándonos el atasco de personas que se formará en cuestión de segundos. Cuando estamos lo suficientemente alejados, Ryu baja a Nara de los hombros y esta se coloca en medio de los dos, estirando las manos para que andemos a su vera.

—Me dueles, Nara. Me dueles —le dice Saoirse, retirándose una lágrima falsa.

—Puedes cogerme un pie si quieres —responde, estirando una pierna en dirección a la pelirroja.

—No es lo mismo.

—Eh...—Se queda durante unos segundos pensativa, en busca de alguna solución—. Le puedes dar la mano a Esther.

Yo miro con pánico a mi mejor amiga y empiezo a negar con la cabeza. Ir cogida con la mano por la calle con una niña pequeña es una cosa, ir cogida de la mano con una niña pequeña que a la vez tiene a su hermano mayor en el otro lado es otra, pero ir de la mano con mi mejor amiga, como si fuésemos una especie de excursión del colegio es otra muy distinta.

—Ni se te ocurra —le advierto.

—¿Vas a dejarme andar solita? —pregunta, haciendo un mohín con los labios.

—Dale la mano a Ryu —respondo, señalando al susodicho con la cabeza.

A Saoirse le basta con una mirada para saber que la contestación va a ser negativa.

—Creo que prefiere tirarse del puente antes.

Ante la mirada confusa de Nara, soltamos los tres una carcajada.

Menos mal que el pub al que vamos a ir a comer no está demasiado lejos de donde nos encontrábamos y en menos de diez minutos caminando llegamos al local. La calle está a rebosar de personas con grandes sombreros como los que lleva Saoirse. Apenas se puede ver a las personas, solo los sombreros y las grandes jarras de cerveza.

Al tener que zigzaguear entre ellos para poder entrar al bar, Ryu termina cogiendo a Nara en brazos antes de seguir avanzando y, en contra de todo pronóstico, acabo entrelazando mi mano con la de Saoirse para no perdernos.

Menos mal que en la entrada de este, vemos a Steve, el padre de los gemelos, Kenji y Helen en una mesita afuera, supongo que esperando por nosotros. La última es quien nos localiza en medio de la multitud.

—¡Aquí! —grita haciendo aspavientos con las manos—. ¡Estamos aquí!

Ni siquiera nos da tiempo a saludarlos cuando Nara se remueve en los brazos de Ryu y se engancha a su padre, acurrucándose en el pecho de Kenji antes de ocultar la cara en el hueco de su cuello. Helen nos da un abrazo a los tres y Steve nos saluda con un gesto de la cabeza.

—El resto está dentro esperando por vosotros —nos informa, señalando la puerta del pub con su jarra de cerveza antes de darle un largo trago.

No necesitamos que nos lo diga dos veces para entrar.

En menos de un segundo ya me sobra el abrigo y un segundo más tarde estoy vestida solo con la camiseta verde que con tanto hincapié ha dicho Ryu que me queda bien. Inevitablemente bajo la mirada de ella, intentando comprender qué es exactamente lo que me queda bien.

El silbido familiar de Kieran se hace oír por encima de la música y el vitoreo de un grupo de amigos muy cerca de nosotros. Todavía con la mano enlazada a Saoirse avanzamos a través de sillas de madera envejecida, taburetes muy usados y una mesa de billar hasta que vemos a los padres de Saoirse, a Scarlett, la madre de los gemelos y a los que supongo, serán o los padres de Javi o los de Pheebs.

Aunque por la piel morena y el pelo castaño y rizado, mis apuestas están más en el primero.

—¿Qué tal el desfile? —pregunta Pheebs en cuanto nos ve llegar.

—¿Habéis ido al desfile? —cuestiona la madre de Saoirse, Charlie.

Los tres asentimos con la cabeza. Por el rabillo del ojo veo que Ryu se acerca a Javi antes de marcharse hacia la barra a pedir algo. Al desviar la mirada de ellos, me encuentro a todos con su atención sobre mí. Carraspeo, nerviosa.

—Era la primera vez que Esther veía algo así —responde Saoirse, salvándome del aprieto.

—En España tenemos algo de eso, no así claro, pero similar —la corrijo—. Aunque nosotros lo hacemos en navidad con los Reyes Magos.

—¿Reyes Magos? —repite Kieran, frunciendo el ceño.

—Eh, sí.

—¿Ese es su nombre? —cuestiona, horrorizado.

—Más o menos sí —digo, dudosa—. En realidad, se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar, pero se hacen llamar los Reyes Magos. Es como Papá Noél, pero son tres.

—¿También vienen en trineo? —cuestiona Pheebs, apoyando la cabeza sobre el hombro de Saoirse.

—Algo así. Eh... vienen en camellos.

—¿Camellos? —habla Kai por primera vez en la conversación—. ¿El animal?

Asiento con la cabeza, mordiéndome el labio inferior ante las caras confundidas que me rodean.

Aunque, gracias al universo, mi salvación no tarda en llegar con dos jarras de cerveza en cada mano, acompañado de Ryu con otras dos más.

—¿Qué me estoy perdiendo aquí? —exige Javi, antes de beber de su Guinness.

—¿Le decís a los niños que tres señores montando en camello les traen sus regalos de navidad? —responde en respuesta Kai.

Realmente parece intrigado y... ¿preocupado?

Javi mira en mi dirección con la pregunta implícita en su mirada.

—Estamos hablando de los Reyes Magos —aclaro, poniendo los ojos en blanco.

—Ay, Esther... —Niega con la cabeza y se sienta a mi lado, empujando a Pheebs y Saoirse un poco más al filo del sillón—. Tengo que enseñarte los maravillosos trucos de cómo evitar que un irlandés te cuestione todas tus tradiciones y creencias.

—¡Oye! —se queja Saoirse desde el otro lado y hace el amago de levantarse y darle un copón a Javi, pero no llega. Él, en respuesta, se carcajea a su costa—. Eso no es verdad.

—¿Quieres hablar otra vez del señor Pérez? —cuestiona en respuesta.

—Es que no tiene sentido —añade Pheebs.

—¿El qué no tiene sentido? —pregunto, mirando a mi mejor amiga.

—Que tengáis a una rata recogiendo los dientes de los niños —responde como si fuese la cosa más obvia del mundo.

Menos mal que todavía no le había dado ni un solo sorbo a la cerveza, porque habría terminado escupiéndola al escucharla. Javi no corre la misma suerte y empieza a toser a mi lado. Tengo que darle un par de palmaditas en la espalda, divertida.

El pobre se pone rojo y todo.

—¿Es mejor un mosquito? —cuestiona con voz ronca, todavía afectado por la tos.

—¡No es un mosquito! —le corrige Saoirse enfurruñada—. ¡Es un hada!

—En mi pueblo se le dice «mosquito» —rebate Javi, sonriendo angelicalmente.

—Si es el mismo pueblo en el que tenéis a una rata bajo la almohada de los niños está claro que no estáis muy bien de la cabeza.

—Estamos perfectamente de la chota.

—¿Chota? —cuestiona Pheebs, interrumpiendo la discusión momentáneamente.

—Significa «cabeza» —le explico en un susurro, temiendo que la furia de alguno de ellos dos recaiga sobre mí.

—No es una rata, inculta. —Vuelve a las andadas Javi—. Y tiene mucho más sentido. Al menos el mío existe de verdad.

—Claro. ¿Cuántos ratones con pantalones y una moneda has visto en tu vida?

—¿Cuántas hadas has visto tú? —pregunta en respuesta.

—Sabes que tengo razón —añade Saoirse con suficiencia, enarcando ambas cejas.

—Acabas de perder todos los puntos con Claudia —le advierte Javi—. A ver quién te da la razón en nuestra próxima discusión.

—Estoy segura de que tu hermana estaría de acuerdo conmigo.

Javi entrecierra los ojos, irritado y se deja caer contra el sillón, bebiendo en silencio su cerveza. Saoirse, por otro lado, refunfuña algo por lo bajo y acaba haciendo exactamente lo mismo que Javi, se sienta de malas formas en la esquina del sillón, haciendo un puchero antes de beberse la cerveza.

Si no fuese por el brillo curioso en la mirada de Kai, dejaría el tema.

—¿Qué más quieres saber? —le pregunto, pillándolo desprevenido.

—¿No me vas a gritar si te pregunto algo tonto? —cuestiona, haciendo un gesto de cabeza en dirección a Javi.

Niego con la cabeza, divertida.

—Soy más civilizada que él.

—Discrepo —dice Ryu, con la jarra de cerveza muy cerca de sus labios, disimulando la sonrisa que le surca la cara.

—¿Perdona?

—¿No me has oído bien? —pregunta con falsa inocencia.

—Te he oído perfectamente —respondo, irritada.

Eso solo consigue que amplíe aún más su sonrisa.

—¿Necesitas que lo repita?

—Necesito que te calles.

Siy mis civilizidi qui il —me imita por lo bajo.

Discripi —repito lo que había dicho antes.

—Muy maduro de tu parte —suelta, divertido.

—Muy engreído de la tuya.

Ante el silencio que nos rodea, me doy cuenta de que, a diferencia de lo que creo que siempre que estoy a su alrededor, no estamos completamente solos. Fingiendo lo mejor que puedo, enfoco mi atención en Kai, que vacila la mirada entre los dos.

—Entonces, ¿los camellos? —pregunto, enarcando una ceja.

Esa pregunta desata una sucesión de comentarios, dudas y curiosidades que se le van ocurriendo al más callado del grupo.

Creo que he escuchado más veces a Kai hablar en estas dos horas que en los tres meses que llevaba en Irlanda. Sorprendentemente, es mucho más parecido a Kieran de lo que pensaba. Con la diferencia de que él, al ser más tímido y reservado, se calla muchas bromas y comentarios que son bastante graciosos.

Después de habernos comido el típico Sunday Roast, con su pollo en salsa, el puré de patatas, las patatas al vapor, las verduras caramelizadas y el stuffing, que es una especie de masa hecha a base pan y salchichas con muchas especias que está sorprendentemente bueno, hemos felicitado al padre de Saoirse porque hoy es su día, se llama Patrick, y el pub ha terminado regalándole una ronda de cervezas a él y a sus acompañantes.

Sinceramente, creo que el dueño no era consciente de la cantidad de personas que somos y de la posibilidad de arruinarse por querer hacer un gesto bonito con alguien.

Aunque una de mis partes favoritas sin duda, ha sido poder hablar en español en medio de un bar de irlandeses con los padres de Javi.

Jaime, su padre, no ha tardado en relatar todas las anécdotas habidas y por haber sobre sus años en la universidad y lo divertido y estresante que fuese estudiar el último año de instituto en España, comparándolo a nuestras experiencias aquí.

—¿Y ya sabes qué vas a estudiar? —me pregunta Carmen, su madre.

Asiento con la cabeza, sonriendo con la boca cerrada.

—Desde bastante pequeña en realidad, aunque no supiera cómo se llamaba.

Carme me sonríe de esa forma tan maternal que me hace sentir protegida y a la vez siento una punzada en el pecho al recordarme a la mía.

«¿Quién iba a pensar que la echaría tanto de menos?»

—¿Cómo se llama la carrera? —añade Jaime.

Tiene los mismos ojos grandes, expresivos y castaños de Javi. Solo por la mirada ya se sabe que son padre e hijo, aunque en el resto de la cara sea mucho más parecido a su madre.

—Ciencias del mar.

—¿Sabes dónde?

Niego con la cabeza y le doy un trago a la Guinness al notar la garganta reseca.

—Todavía no estoy muy segura de dónde, pero tampoco tengo muchas opciones —bromeo—. Hay en total cinco facultades en España.

—Hay una en Valencia, ¿no? —pregunta Carmen, observándome con curiosidad.

—En Alicante, sí.

—También te podrías quedar aquí —interviene Javi, dándome un pequeño codazo en el brazo—. En la NUI hay un grado, me parece.

Sí, lo hay.

Fue algo que miré antes de atreverme a decirle a mis padres que quería estudiar fuera en Irlanda.

Luego, claro, me arrepentí y entonces fueron ellos quienes me tuvieron que insistir a que lo hiciera, a que saliera de mi burbuja de confort y conociera el mundo.

O al menos, una nueva parte de él.

No creo que sea capaz de agradecerles lo suficiente por todo lo que ha significado esta parte del mundo.

Todo lo que significa.

Y todo lo que significará.

Un carraspeo a mis espaldas interrumpe el hilo de mis pensamientos.

Al mirar por encima del hombro me encuentro a Ryu apoyado contra la pared, con la chaqueta sobre el brazo y unas llaves del coche en la mano. Frunzo el ceño ante el detalle, ya que nosotros vinimos en el tranvía y él dejó su coche en casa.

—Siento interrumpir... —dice con arrepentimiento fingido—. Pero Esther y yo tenemos que marcharnos ya.

—¿Tan temprano? —cuestiona Jaime, alzando muchas las cejas antes de mirar el reloj que hay colgado en la pared de la puerta. Entrecierra los ojos, en un intento de poder divisar qué hora exactamente marcan las manillas—. Si es muy temprano.

—Estoy seguro de que habrá tiempo para que le cuente más anécdotas, señor Fernández—dice con seriedad, aunque le brilla la mirada con diversión.

—Mira, mira —refunfuña Jaime, haciendo aspavientos con la mano—. Deja de llamarme así, que parezco un señor mayor.

—Ah, ¿qué no lo eres? —añade Javi, reprimiendo la sonrisa.

—Cría cuervos y te sacarán los ojos —masculla en respuesta.

Suelto una pequeña risa al escucharlo.

Me despido tanto de Carmen como de Javi y Jaime con un abrazo. También me acerco a nuestra mesa donde todavía están los gemelos, Saoirse y Pheebs, despidiéndome de ellos con la mano antes de salir por la puerta con Ryu pisándome los talones. Afuera siguen Kenji y Helen, ahora con Patrick, los padres de los gemelos y el dueño del bar charlando.

Al alejarnos lo suficiente de ellos, me atrevo a hacerle la pregunta que llevaba tiempo rondándome por la cabeza.

—¿A quién le has pedido las llaves?

—A nadie —responde tranquilamente.

Me paro en seco, observándolo confundida. Ryu, al darse cuenta que no le sigo, se gira sobre sí mismo y acorta la distancia entre los dos.

—Las he robado —susurra con malicia.

—No te aguanto, ¿te lo había dicho?

—Varias veces. —Se queda un par de segundos en silencio, girando la llave del coche en su dedo sin dejar de mirarme—. Pero, ¿sabes qué?

Solo recibe el silencio a modo de respuesta.

Enarca una ceja, sin añadir nada más, conociéndome lo suficiente bien para saber que acabaría preguntándole si no recibía una respuesta ya.

Me cruzo de brazos y entrecierro los ojos, molesta al ver que curva los labios hacia arriba.

—¿Qué?

—Que sigues mintiendo fatal.

N/A: Hola, hola... un día tarde jeje. 🌚

Pero bueno, la excusa siempre será que estaba leyendo, pasan que cosas. Aunque vengo con buenas noticias y es que estamos a nada de los 600K y ya sabéis qué significa, ahora la verdadera pregunta es: ¿qué extra creéis que tocará? 🧐

➡️ Entonces, ¿qué sois? ¿Team Ratoncito Pérez o Hadas de los dientes?

➡️ Y... ¿Papá Noél o Los Reyes Magos?

Estoy muy feliz porque la semana pasada empecé mi proyecto ICO y tengo el hype por las nubes, aunque sé que debo ser responsable y no enseñar nada de nada, porque siendo brújula todo puede cambiar.

Eso sí, mientras tanto mi hype por la fantasía con Yin, así que os veo a las "sin motes" por ahí jeje. 😌✨

➡️ ¿Qué tal vuestra semana?

Yo sigo frustrada con química, aunque estaré esta semana practicando y estudiando. Más los 291863198732649 exámenes que tengo, qué suplicio.

En fin... nos vemos la próxima semana, engreídas. 🧡

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