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Capítulo Veinticuatro





Capítulo dedicado valen_lozada Nara y Javi no son los protagonistas, porque entonces no habría personaje secundario o interés amoroso que pudiera hacerles frente. Son las verdaderas estrellas del libro, pero todavía no estamos preparados para esta conversación... o sí jeje 🖤

Felicidades atrasadas a be.betweenbooks <3

(Canción: Fingers Crossed de Lauren Spencer-Smith)

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Como había prometido Ryu, el domingo le enseñamos a mamá el puerto Dun Laoghrie. Nos preguntó qué tal nos iban las clases ambos, cómo habíamos llevado la convivencia y qué tal se encontraban Kenji y Helen a lo que Ryu respondió que la habían invitado a comer antes de que se marchara.

Así que terminamos todos comiendo en casa, Nara hablando por los codos y haciéndole una infinidad de preguntas a las que mamá respondía una y Nara tenía diez más a la espera. Menos mal que Kairi se mantuvo en su línea silenciosa de siempre cuando está alrededor de alguien nuevo y se limitó a hacer ruiditos de asentimiento cuando le preguntaba algo o respondía con monosílabos.

Había pasado una semana de eso y seguía echándola de menos.

Bueno, en realidad, la había echado de menos desde que la vi desaparecer por la puerta del aeropuerto.

En estos momentos, ya no me parece tan exagerado cuando nos estrechaba con fuerza en la puerta del colegio o nos llenaba la cara de besos antes de que entrásemos a clases. Me habría encantado que hubiera hecho eso el domingo cuando se fue.

Ante la lata de refresco que aparece delante de mí, clavo la mirada en Kieran, que me observa curioso.

—¿Otro viaje astral? —pregunta, divertido, deslizándose por la mesa hasta acabar a mi lado—. Tienes que darme de eso que fumas, yo también quiero.

—No fumo nada, idiota. —Le doy un golpe en el hombro—. Además, eso no sabe tan bien como parece.

Está a punto de darle un trago a su lata de cerveza, pero recula en el momento en que me escucha, observándome incluso con más curiosidad que antes.

—¿Y tú cómo sabes eso?

Vale.

Mierda.

No quería soltarlo así.

Genial.

—Lo he supuesto —mascullo, dándole un trago a la lata.

—Tú supones mucho —murmura, ladeando la cabeza a un lado.

Abre la boca para añadir algo más a las teorías que ya estarán formándose en su cabeza, cuando la parejita junto a Javi aparecen delante de nosotros con varias bolsas de patatas. Saoirse y Pheebs se apropian del sillón a nuestro lado, dejando un pequeño hueco para que se pueda sentar Javi junto a ellas.

—Ni de coña —refunfuña—. No pienso hacer de sujetavelas.

—Pero si estar con Esther y Kieran es incluso peor —objeta Saoirse, indignada.

—¡Oye! —se queja Kieran, haciendo aspavientos con la mano.

Suelto una pequeña risa y me acerco aún más a él.

—Tiene parte de razón —murmuro.

—Eso ella no lo tiene que saber.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza, divertida.

—Si incluso se murmuran cosas y todo —añade Pheebs, molesta.

—Nos gusta vivir nuestra vida de pareja en privado, gracias —digo, con toda la seriedad que soy capaz de fingir.

—Y nosotras también.

Lo único que recibe en respuesta es la risotada de Pheebs, que se sonroja al tener la atención de todos sobre ella.

—Saoirse... —la llama en medio de la carcajada.

—¿Qué? —pregunta en respuesta. El resto intentamos no romper a reír mientras que Pheebs sigue carcajeándose abiertamente—. Que te bese en público no significa que no viva mi vida de pareja en privado.

—Y decirle motes cariñosos —añade Javi.

—Y tenerla abrazada a ti todo el tiempo —puntualiza Kieran.

—Y estar todo el rato hablando con la dichosa voz aguda —agrega Kai cuando llega, sentándose a su lado—. No lo hagas conmigo tan cerca, por favor.

Antes de que Saoirse pueda quejarse o refunfuñar algo, soltamos todos a la vez una carcajada bastante escandalosa. Al principio solo es una, al menos.

Sin embargo, la risa no cesa cuando mire donde mire hay alguien sonrojado, llorando de la risa o intentando contenerla, haciendo que se le inflen las mejillas.

Llega un punto, incluso, que me duele tanto la barriga, que la risa me sale torturada y con falta de aire.

—No puedo más —digo con voz estrangulada, retirándome una lagrimilla.

—Sois horribles —refuta Saoirse, cruzándose de brazos.

—La verdad nunca sienta bien —reflexiona Javi, sacándola aún más de quicio.

Saoirse le ofrece una mala mirada y gira la cabeza, alzando una mano en su dirección como diciendo: «Háblale a la mano».

—Para resolver un problema, primero hay que aceptarlo —comenta Kieran, con el deje divertido latente en su voz.

—Pues está en fase negación todavía —murmura Kai, enarcando una ceja.

—Yo no la criticaba estando tan cerca de ella, que lo mismo te tira del sillón —vuelve a hablar Javi.

—A quién voy a lanzar va a ser a ti —lo amenaza mi mejor amiga, entrecerrando los ojos molesta.

Javi forma una línea recta con los labios y se mantiene en silencio

—La verdad nunca sienta bien.

Saoirse se sonroja por culpa del enfado hasta el punto en que no se puede diferenciar donde comienza su pelo y donde termina su frente. Menos mal que, al menos por primera vez, la aparición de Ryu consigue distraernos a todos. Aunque es Peter quien nos alerta de su presencia.

—¿Nos estamos perdiendo algo? —pregunta a modo de saludo, arrastrando una silla de la mesa de al lado.

—¡Pero si es el nuevo subcapitán! —anuncia Javi, divertido.

—¿Ya es oficial? —cuestiona en respuesta, vacilando la mirada entre Ryu y Javi.

—Pensaba hacer el anuncio yo, pero el idiota ese me ha arruinado la sorpresa —refunfuña Ryu, señalando a su mejor amigo, a lo que él le sonríe angelicalmente.

—¿Perdón?

Niega con la cabeza, sentándose a mi lado, obligando a Kieran a arrastrarse un poco más hacia la izquierda, que entrecierra los ojos, ofendido.

—No entiendo nada —se queja Saoirse.

—Yo tampoco.

Ryu carraspea dramáticamente a la vez que Javi y Peter tamborilean sobre la mesa.

—Tenéis ante vosotros al nuevo capitán y subcapitán de la UCD —anuncia, señalando a Javi y a Peter respectivamente.

El tamborileo vuelve en la mesa, esta vez por Kieran mientras que Saoirse y Pheebs vitorean orgullosas, zarandeando a Javi con diversión mientras que él no deja de refunfuñar algo por lo bajo. Yo, por otro lado, felicito a Peter por su nuevo puesto y le doy una pequeña palmadita en la espalda al español antes de dejarme caer sobre el sillón, más cerca de Ryu de lo que estaba en un principio.

Nadie parece percatarse de dicho detalle, salvo él.

En respuesta, enarca una ceja y aparta la mirada de su mejor amigo para clavarla en mí. Por el gesto, sé que está reprimiendo la sonrisa lo mejor que puede.

—¡Te invito a una partida de billar para celebrarlo! —vocifera Kai, entusiasmado.

Tengo que retener la carcajada que amenaza con escaparse de mi boca al escucharlo.

No sé en qué momento se le ocurre celebrar el pase del puesto de capitán de dicha forma, pero me sabe mal reírme al ver lo ilusionado que está. Peter no tarda en seguirle, con Pheebs, Saoirse y Kieran muy de cerca. Espero a que Javi se marche, pero en su lugar le da un sorbo, malhumorado, a su refresco con la mirada perdida en las pistas de bolos.

—¿Estás bien? —le pregunto a Ryu, en voz baja.

Él frunce el ceño, ladeando la cabeza a un lado a la vez que se acerca más a mí.

—¿Cómo voy a estar? —dice en respuesta.

Trago saliva, insegura en si decirlo o no.

Solo me basta una mirada para saber que, a estas alturas del camino, la inseguridad con él es mi última preocupación.

—Lo siento —murmuro sin despegar los ojos de él.

Eso parece confundirlo aún más y me cuestiona en silencio a lo que me refiero. Le hago un gesto con la cabeza en dirección a Javi y el entendimiento parece surcarle el rostro.

Entonces, niega con la cabeza, mostrándome una pequeña sonrisa y me retira un mechón, que seguramente se habrá escapado de la trenza, colocándomelo detrás de la oreja.

—No hay nada que sentir.

Me muerdo el labio inferior, frunciendo el ceño ante la seguridad de su voz.

—Te gustaba ser capitán —añado, confundida por su actitud—. Querías terminar la temporada siéndolo.

Se queda durante varios segundos en silencio, simplemente observándome y colocando una y otra vez el mismo mechón detrás de mi oreja.

—Hay cosas más importantes —susurra.

—¿Qué es más importante que eso?

Sin venir a cuento, sonríe y niega con la cabeza, como si la respuesta fuese demasiado obvia para no darme cuenta.

—Por ejemplo... —empieza con aire pensativo—. Saber que el gilipollas de turno que te puso una mano encima no solo tiene una denuncia y una expulsión, sino que ha terminado con la nariz rota y tendrá un recordatorio diario de las consecuencias que conlleva hacer lo que hizo.

Balbuceo un par de veces, intentando decir algo coherente, pero no sale nada y acabo cerrando la boca.

—Además, con el castigo del entrenador iba a tener mucho menos tiempo si tengo que ayudar en los entrenamientos de los cadetes.

—Pero eso lo haces los fines de semana, ¿no?

Asiente con la cabeza.

—¿Entonces?

Esta vez, me coge un mechón del otro lado, aunque en lugar de colocármelo detrás de la oreja lo enreda alrededor de su dedo, jugueteando con él, distraído.

—Quiero hacer más cosas en mi vida que no solo sea el rugby. Quiero estar con mis amigos y familia. —Acorta la poca distancia entre los dos, dejando el mechón en paz para pasar a acunarme el rostro con parsimonia, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para nosotros, como si no siguiéramos con esta trola en secreto y nuestro amigos no estuvieran a un par metros de nosotros y pudieran vernos—. Quiero estar más tiempo contigo.

Me cuesta horrores no sonreír y estoy segura de que acabo haciendo una mueca un tanto extraña al arrugar la nariz y entrecerrar los ojos. Aunque el sonrojo que estoy segura que se ha apropiado de mi cara lo hace todo mucho menos creíble.

—Yo también quiero pasar tiempo contigo.

Ryu apoya su frente sobre la mía, sin despegar su mirada de la mía.

El momento, sin embargo, es interrumpido por la risotada que se me escapa ante el culpable que se encuentra al otro lado de la mesa, haciendo ruidos de arcadas y fingiendo que está vomitando sobre el sillón.

—No me hace gracia ser el único que sepa de... —Nos señala a los dos con molestia—, esto.

—No habernos interrumpido ese día —replica Ryu, divertido.

—Te puedo prometer que, si lo hubiera sabido, habría dado media vuelta.

El pobre parece tan torturado que llega a ser incluso cómico.

—¿No quieres jugar al billar con los demás? —pregunto, captando su atención.

—Estoy bien aquí.

—Entonces, ¿para qué te quejas?

—Porque quiero y porque puedo —refunfuña, dándole un sonoro trago a su lata.

Tengo que reprimir la sonrisa al escucharlo.

—Ahora mismo te pareces a Nara —añade Ryu, divertido, sin disimular la sonrisa.

—Pues vale.

—Pues genial.

—Pues estupendo.

—Pues vale.

—Me has copiado —le señala Javi.

—¿Y qué?

Javi entrecierra los ojos, molesto y bufando algo por lo bajo vuelve a dirigir los ojos en las pistas de bolos. Ryu vuelve a clavar la vista sobre mí, ampliando la sonrisa al ver mi sufrimiento intentando contener la mía.

—¿Quieres jugar?

—Soy malísima —le advierto.

—No puedes ser tan horrible.

Enarco una ceja, al escucharlo.

—Créeme, horrible es quedarse corto.

—¿Quieres que coja el adaptador para niños? —cuestiona, a punto de romper a reír.

Quiris qui ciji il idiptidir piri niñis —lo imito, irritada—. Muy gracioso.

Lo único que recibo en respuesta es que me rodee la cintura, apretujándome contra él, carcajeándose a mi costa mientras avanzamos abrazados hasta donde se encuentran los bolos apilados.

—¿Piensas soltarme en algún momento?

No dice nada al principio. Me da un pequeño beso en la curva del cuello, sonriendo con los labios pegados sobre mi piel. Un escalofrío de anticipación me recorre de pies a cabeza y tengo que tragar saliva ante la bola de tensión que empieza a formarse en mi interior.

—Así solo vas a conseguir que se den cuenta de esto.

—¿Qué es esto? —pregunta con falsa inocencia.

Lo miro por encima del hombro, entrecerrando los ojos al ver su sonrisilla pícara.

No obstante, mi comentario sumamente ingenioso muere al localizar a cierta pelinegra acercándose a la mesa donde nuestro gruñón personal se encuentra bebiendo de su triste lata. Me separo de Ryu con demasiada facilidad ante su sorpresa y me acerco a Bri, abrazándola por la espalda. Ella suelta un pequeño grito, asustada.

—Al final has venido.

A Bri se le escapa una pequeña risa, asintiendo con la cabeza.

—Hacía años que no venía a este local —comenta, observando su alrededor y al girar sobre sí misma, me devuelve el abrazo—. Casi me matas del susto.

—Dramática.

—También —me concede, divertida.

Ryu no tarda en alcanzarnos, saludándola con un abrazo efusivo a lo que Bri se queja con diversión, alegando que no puede respirar y que la está despeinando.

—Pero si solo te estoy arreglando el flequillo —se defiende, haciendo todo lo contrario.

—¡Ryu! —exclama, irritada.

Yo no puedo dejar de reírme al observarlos. Me dejo caer en el sillón, arrastrándome hasta acabar junto a Javi, que también los está mirando divertido.

—Son insoportables cuando se ponen así.

—Estás muy gruñón hoy, eh.

Él aparta la mirada de ellos y me mira mal.

—Según Ryu, estoy gruñón siempre.

—Puede ser —lo irrito.

Está a punto de responderme algo de vuelta, pero se calla cuando siento un brazo alrededor de mis hombros, acercándome al pecho de alguien que conozco demasiado bien. Miro hacia arriba, encontrándome a Ryu mirando hacia abajo, haciendo una mueca extraña, imitando a Javi.

—Al final vais a terminar consiguiendo que me vaya con ellos a jugar al billar.

—¿Están jugando al billar? —pregunta Bri, sentándose junto a Javi.

Asiento con la cabeza.

—Quieren celebrar que Peter y Javi se hayan convertido en los capitanes del equipo.

Al igual que me ocurrió a mí, Bri lo primero que hace es mirar a Ryu que se encoge de hombros, respondiendo de manera silenciosa a la pregunta muda de ella.

—Yo antes tengo que ir al baño. ¿Esther?

—¿Mmm? —Bri me hace un gesto con la cabeza y, aunque no entienda muy bien cuáles son sus intenciones, le sigo la corriente—. Sí, el baño.

Ryu se arrastra fuera del sillón para que yo pueda salir. Antes de que pueda agradecerle el gesto, Bri tira de mí en dirección contraria, caminando con paso rápido hacia el baño. La pobre debe de haberse aguantado durante mucho tiempo el pis si tiene tantas prisas.

No obstante, dicha suposición es eliminada de inmediato cuando al cerrar al entrar al baño, en lugar de encerrarse en alguno de los pequeños cubículos que hay, se mantiene frente a mí, cruzándose de brazos.

—¿Piensas decir algo?

Frunzo el ceño, haciendo una mueca de confusión sin entender absolutamente nada.

—¿Algo de qué?

Bri entrecierra los ojos y me señala con un dedo de forma acusatoria mientras hace ruiditos extraños. Ahora mismo siento que he viajado en el tiempo y tengo a mi madre delante de mí, regañándome por algo que yo he olvidado o he fingido hacerlo para evitar dicha regañina.

—Que le gustas —afirma, dándome un golpecito en la frente—. Y a ti te gusta él.

Asiento con la cabeza, como si le siguiera la corriente, aunque siga igual de perdida que antes. Ella hace otro ruidito de esos y vuelve a golpearme el pecho.

—Si es que lo sabía.

No estoy muy segura de si habla más para sí misma que para mí.

—¿Qué?

—A Ryu... le gustas mucho —suelta de sopetón, poniendo los ojos en blanco—. Y a ti te gusta mucho también, ya no os molestáis ni en disimularlo.

«Mierda».

Estoy a punto de rebatírselo, pero ni siquiera soy capaz de emitir una sola palabra cuando vuelve a hablar.

—Ni se te ocurra intentar negármelo. —Esta vez, al menos, no me golpea el pecho—. Sé de lo que hablo. Habría que estar muy ciego para no darse cuenta.

—No hay nada.

—Mentirosa —me recrimina, volviendo a entrecerrar los ojos.

Esta vez, al negar con la cabeza —desgraciadamente— no estoy mintiendo.

—Es verdad... no hay nada determinado.

—¿Determinado? —repite Bri, confundida—. ¿Cómo que determinado?

—Que ni nosotros mismos sabemos lo que somos, ni lo que vamos a ser. Solo... estamos dejándonos llevar, sin presiones ni expectativas.

—Ah.

Y con ese monosílabo da por terminada nuestra conversación.

—¿Cómo que «Ah»?

—Ese «estamos dejándonos llevar, sin presiones ni expectativas» en mi idioma es «nos gustamos mucho, pero somos unos cagados».

Sonrío con la boca cerrada al escuchar lo indignada que parece ante la situación.

—Puede ser.

—Esto me lo esperaba de Ryu, pero no de ti. ¡Por qué os tenéis que complicar tanto!

—¡Pero si así es más fácil!

—¿Cómo va a ser más fácil? —pregunta con el mismo tono alto de antes.

—¡Pues no lo sé!

Nos quedamos durante un par de segundos en silencio, observando a la otra cuando Bri niega con la cabeza, acercándose a mí, apoyando ambas manos sobre mis hombros.

—¿Lo saben?

—Hasta ahora solo Javi... y tú.

Ella frunce los labios en una línea recta, con aire pensativo. Parece que esté a punto de decir algo, cuando la puerta del baño se abre a mis espaldas. Ante la mueca irritada de Brittany ni siquiera necesito girarme para saber de quién se trata.

—Justo estábamos hablando de ti, Romeo —comenta, apartándose de mí y saliendo por la puerta.

—Ya entiendo por qué me pitaban tanto los oídos entonces —responde Ryu, moviendo ambas cejas arriba y abajo.

—No tienes remedio. —Bri niega con la cabeza, vacilando la mirada entre los dos—. Ninguno lo tenéis.

—Por eso congeniamos tan bien.

—Yo no lo diría tan rápido —añado, divertida al ver que Ryu abre mucho los ojos.

Bri sale del pasillo, dejándonos a Ryu y a mí a solas. Pienso hacer lo mismo que ella y marcharme de allí, sin embargo, los planes de cierta personita delante de mí parecen tener otra trayectoria porque deja que la puerta del baño se cierre a nuestras espaldas y me arrastra por él, hasta encerrarnos a ambos en el cubículo más alejado de la entrada.

Entonces, sin decir absolutamente nada, me besa.

Enredo los brazos alrededor de su cuello mientras que el ancla ambas manos sobre mi cadera, acercándome a él todo lo que puede. Me muerde el labio inferior, tirando con muy poca delicadeza de él, sin dejar de sonreír a la vez que yo suspiro en respuesta.

Yo, por otro lado, desciendo con una mano por sus hombros y pecho en una caricia lenta, notando como se tensa bajo mi tacto. Esta vez quien suspira es él.

Nos separa un par de centímetros, los dos con nuestras respiraciones agitadas. Apoyo la frente contra su pecho, arrugando en un puño su camiseta ante el calor que va asciendo por mi cuerpo, notando su aliento cálido chocando contra mi mejilla. Deja un beso largo en mi cuello, rozando a consciencia su nariz contra la piel sensible de debajo de mi oreja.

—Hola —susurra con diversión.

Suelto una risa ahogada por la cercanía entre ambos.

—Hola.

Ryu está a punto de decir algo más, cuando la puerta del baño se abre y escuchamos dos voces femeninas inundando el lugar. Automáticamente desvío la mirada al pestillo, asegurándome de que está echado.

—¿Esther? —me llama mi mejor amiga.

Miro a Ryu con pánico. Este me arrastra hasta el váter, sentándose él encima de la tapa y yo acabando sobre su regazo. A diferencia de mí, él parece estar entretenido con la situación.

—¿Sí?

—No tendrás un tampón, ¿no?

Niego con la cabeza. Ryu me pellizca el costado, llamándome la atención y me doy cuenta de la tontería que he hecho porque Saoirse no puede verme.

—Aquí no —respondo, intentando disimular la ronquera en mi voz—. A lo mejor en el bolso tengo alguno. Lo he dejado con Javi.

Saoirse me da las gracias y tan rápido ha entrado, se marcha de aquí.

En cuanto oímos la puerta del baño cerrándose y que el silencio inunda de nuevo cada rincón, paso una pierna al lado contrario en el que estaba, girando sobre mí misma encima de él hasta acabar cara a cara. Al igual que hizo el otro día en su coche, me rodea con ambos brazos, consiguiendo que no haya ni un solo centímetro entre los dos.

Sin embargo, ante la sonrisa ladina que decora su rostro, entrecierro los ojos, sin fiarme un pelo de lo que está maquinando en esa cabecilla suya.

—¿Qué?

—¿Cuándo piensas decírselo? —cuestiona con tono juguetón, aunque soy capaz de entrever el filo ansioso en su voz.

—¿Piensas hacerlo tú? —pregunto en respuesta.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Porque es tu mejor amiga.

—También es la tuya —contraataca él.

Timbin is li tiyi.

—Imitándome no va a cambiar ese hecho.

Imitindimi ni vi i cimibir isi hichi.

—Me encanta cuando eres así de madura —comenta, siendo perfectamente consciente de que lo único que va a conseguir es irritarme más.

Así que eso mismo pasa.

Mi incinti... —empiezo, pero no soy capaz de terminar.

Ahueca mi cara y estampa de nuevo su boca contra la mía.

—Inmadura —murmura, rozando nuestros labios al hablar.

—Idiota.

—Engreído —me corrige.

—Eso también —suelto, divertida.

Esta vez, acuno con ambas manos su rostro y le beso la punta la nariz, haciendo que la arrugue en un acto reflejo. Al hacerlo, se queda mirándome en silencio.

—¿Qué?

—Es la primera vez que haces eso.

Trago saliva, nerviosa.

—¿No te gusta?

En lugar de responderme con palabras, hace exactamente lo mismo que hice yo con él y me besa la punta de la nariz, consiguiendo que yo tenga la misma reacción que tuvo antes.

—No se me ha olvidado nuestra conversación de antes —me advierte, enarcando una ceja.

Entrecierro los ojos, molesta.

—¿Y qué quieres que le diga exactamente?

Carraspea un par de veces y se recoloca sobre la tapa del váter, poniéndose serio.

O, al menos, intentándolo.

—Que por mucho que hayas luchado para no caer ante mis encantos, ha sido inevitable que ocurriera. No es imposible nadar a contracorriente, pero llega un punto en que hay que sucumbir —dice con tono serio.

—Lo tienes todo muy estudiado, ¿no?

Me muestra un atisbo de sonrisa antes de darme un pico corto, pillándome por sorpresa.

—¿Qué te gustaría decirle entonces?

—No lo sé.

Eso es lo único que sé.

No tengo ni puñetera idea de cómo hacer esto.

Cuando Thais y yo empezamos a salir la situación era otra.

Ella era mi mejor amiga, así que era un poco ilógico contarle a mi mejor amiga que estaba saliendo con alguien si eran la misma persona. Con el resto de nuestro grupo de amigos fue evolucionando con naturalidad, que pasemos tiempo a solas era lo normal así que a nadie le sorprendió, solo que ahora también nos besábamos y todo eso.

—¿El qué no sabes? —cuestiona Ryu, interrumpiendo mis pensamientos.

—Qué está pasando entre nosotros.

Mi respuesta parece pillarle desprevenido, porque se queda en silencio de golpe.

A mí también.

A lo mejor, después de todo, Brittany tiene razón y realmente «sin presiones ni expectativas» es una simple excusa que nos hemos puesto por miedo a arriesgarnos.

Arriesgarnos a que no salga bien.

Arriesgarnos a que salga mal.

Arriesgarnos a que, en contra de todo pronóstico, funcione.

Cuando Ryu hace el amago de decir algo, siento que me vibra el teléfono en el bolsillo. Al sacarlo, estoy a punto de colgar la llamada, pero al fijarme en que se trata de Evelyn sé que debe ser importante.

Si no lo fuese, me habría mandado un mensaje directamente.

Le señalo el móvil y él me hace un gesto con la cabeza, restándole importancia.

—Podemos hablar de esto después —me tranquiliza.

Le doy las gracias y salgo del cubículo, alejándome del baño, descolgando la llamada en el proceso.

—¿Eve? —pregunto a modo de saludo.

—¿Cómo está mi prima favorita?

—No tienes más —refunfuño, divertida.

—Por eso mismo.

—Eres horrible, ¿te lo había dicho?

—Yo también te quiero.

—Yaaaaaa.

La línea al otro lado se silencia a la vez que salgo del pasillo dirigiéndome hacia la puerta de salida.

—¿Todo bien? —pregunto, al no escuchar nada de su parte—. ¿Ha pasado algo?

—No, todo bien —responde rápidamente—. Bueno... ha pasado algo, pero no es grave. Creo.

—¿Crees? —repito, frunciendo el ceño.

—Mira nuestro chat.

La pongo en altavoz y hago tal y como me indica. En nuestro chat por un momento no hay nada nuevo, salvo los mensajes que nos enviamos hace dos días. Sin embargo, en un segundo aparecen varias imágenes cargando.

Esperamos las dos en silencio a que estas se muestren y entonces pincho en la primera.

Freno de golpe, sin dejar de parpadear.

Apago y enciendo el teléfono cada vez que entro en nuestro chat y veo la foto, como si de esa manera pudiera conseguir que desapareciera de mi vista y que lo que estoy viendo no fuese real. Que no estuviera pasando.

—¿Esther? ¿Sigues ahí?

Hago un ruidito de asentamiento, sin estar del todo segura de que podré ser capaz de decir algo sin romper a llorar y salgo del local, recibiendo gustosamente el primer soplo de aire gélido que consigue ponerme a temblar de pies a cabeza, pero de esta manera puedo enfocar mi atención en otra cosa que no sea la picazón de mis ojos.

—¿Esther? —repita, preocupada.

—Estoy bien —tartamudeo—. Bueno, no estoy bien. ¿Cómo...? ¿Ella...? ¿Yo...?

Al ver que soy incapaz de terminar una sola pregunta, me callo y cierro los ojos apoyando la cabeza contra la fachada fría, disfrutando por un momento del silencio a mi alrededor, contrastando notoriamente con el ruido de mi cabeza.

—No estaba segura de si decírtelo o no —divaga al no recibir ninguna respuesta de vuelta—. Pero hablando con Malva llegamos a la conclusión de que era mejor que te enterases por una de nosotras a que entraras a sus redes y vieras esa foto de golpe.

Vuelvo a hacer un ruidito de asentamiento, sintiendo el llanto atorado en la garganta.

Un mes.

Cuatro semanas.

Treinta días.

Aunque sé que no debería, desbloqueo el teléfono y amplío la imagen.

Eso es lo que estaba celebrando hoy con su novia.

Un mes de relación.

Un día después de haberlo dejado.

Ni siquiera necesito mirar el calendario para asegurarme de que las fechas cuadren.

Un día.

Veinticuatro horas.

Eso había significado nuestra relación.

Trago saliva con dificultad, sintiendo el nudo en mi garganta afianzándose con fuerza. Me paso una mano por el pelo, retirándome los mechones de malas formas a la vez que cierro los ojos, soltando un suspiro.

—¿Es la primera vez que sube una foto con ella? —pregunto, aunque sepa perfectamente la respuesta.

Aunque sepa que no me va a hacer bien saberla.

—La primera vez fue un par de días después de que me llamaras.

Asiento con la cabeza a la nada, asimilándolo.

Nunca pensé que el hecho de romperle el corazón a otra persona pudiera ser peor, pero ahora mismo acabo de descubrir que si hay algo peor.

La traición.

El saber que realmente para la otra persona no signifiqué nada.

Que soy tan fácil de reemplazar, que en menos de un día pudo estar con otra persona.

Que soy tan fácil de olvidar.

El corazón se me hace añicos en ese momento.

Así.

Sin más.

Sin embargo, no estoy muy segura si me duele más por el hecho de que fue mi mejor amiga a porque fuese mi pareja.

Era a ella a quien acudía cuando me hacían ilusiones, para luego pisoteármelas. Era ella en quien me refugiaba cuando me sentía incomprendida, con quien compartí mis miedos, mis metas, mis sueños...

Con quien, pasase lo que pasase, estuviésemos en la relación en que estuviésemos, quería tenerla a mi lado.

De la forma que fuera.

Daba igual.

—¿Podemos hablar mañana? —digo, al cabo de varios minutos en silencio entre ambas.

—Sí, claro —murmura, sin disimular la preocupación en su voz—. No te merecía.

A lo mejor sí.

A lo mejor no.

A lo mejor en su versión de la historia quien hizo las cosas mal fui yo. Quien no se la merecía, quien no supo valorarla, quien la traicionó y quien, por supuesto, le hizo daño.

A lo mejor ambas somos malas en la historia de la otra.

A lo mejor ninguna es mala, en realidad.

Ni siquiera me sobresalto al escuchar la puerta acristalada cerrándose de golpe, ni el sonido de pasos acercándose a donde me encuentro ni tampoco al ser consciente, inconscientemente, de su presencia.

Es como si hubiera entrado en algún tipo de estado de neutralidad extraña.

Como si estuviera y a la vez no.

Al menos es la sensación que tengo.

Aunque está claro que no es la realidad.

—Oye, ¿quieres...? —empieza a preguntar, alargando el cigarro en mi dirección, pero se calla de golpe cuando lo miro—. ¿Qué ha pasado?

Ryu frunce el ceño, acercándose a mí a la vez que se coloca el cigarro detrás de la oreja, agachando la cabeza mientras que yo me mantengo cabizbaja. Él, por tanto, se encorva un poco más y me alza el mentón para que no aparte la mirada.

—¿Qué ha pasado, Esther? —cuestiona en un susurro suave, acariciándome la mejilla con el pulgar.

No es hasta ese instante, cuando me doy cuenta de que estoy llorando.

Hago el amago de decir algo, pero todas las palabras mueren en la punta de mi lengua y me limito a negar con la cabeza. De malas maneras, al igual que antes, me retiro las lágrimas con la manga del jersey, sorbiendo por la nariz, sintiéndome ridícula por estar llorando.

Sin embargo, Ryu no me deja alejarme y desliza la mano por mi cuello hasta rodearme la nuca, abrazándome a él. Durante los primeros segundos, me mantengo lánguida pegada a su cuerpo mientras que me susurra palabras tranquilizadoras, dibujando círculos sobre mi piel. Cierro los ojos con fuerza, apoyando ambas manos sobre su pecho y vuelvo a negar con la cabeza al sentir el llanto amenazando con exteriorizarse.

Al cabo de lo que podrían ser horas, minutos o tan solo unos segundos, Ryu me obliga a salir del escondite de su pecho, observándome en silencio con el brillo de la preocupación en su mirada.

Sé que no me va a presionar a que se lo cuente, aunque también sé que la duda le está carcomiendo por dentro.

—Me engañaba —susurro en voz tan baja, que dudo por un momento que haya sido capaz de escucharme.

No obstante, al ver la línea recta que dibuja con sus labios, sé que lo ha hecho.

Aún así, me muerdo el labio inferior y vuelvo a tragar saliva.

—No sé durante cuánto tiempo, pero me engañó —repito, como si una vez no fuese suficiente.

Una segunda, a estas alturas, creo que tampoco.

—Lleva... —empiezo, pero al oír que se me rompe la voz, suspiro. Respiro hondo antes de continuar—. Lleva un mes con otra chica y yo... no sé. No sé cómo sentirme. Es... ¿cómo ha podido? ¿Por qué? Yo... ¿por qué? —vuelvo a preguntar, frustrada—. Me sentí como una puta mierda cuando lo dejamos. Me sentí culpable, Ryu. ¡Culpable! Porque estaba confundida y quise ser honesta... ¡y mientras tanto ella se estaba follando a otra!

Ni siquiera soy capaz de terminar la última frase porque rompo a llorar.

Ryu vuelve acortar la distancia entre los dos, abrazándome incluso con más fuerza que antes. Siento que me besa la coronilla y me ahueca la cara con ambas manos, obligándome a sostenerle la mirada.

—No pienses en eso, Esther —suplica.

—¿Y en qué quieres que piense ahora?

Se queda en silencio.

Yo tampoco sé qué decir.

Lo último que esperaba era terminar la noche así.

Hago el amago de separarme de él, pero no me deja y aunque no lo sabrá jamás, agradezco que insista en estar cerca de mí porque por mucho que empuje, realmente lo que quiero hacer es tirar.

—Piensa en que ya no vas a tener a alguien así en tu vida —murmura, determinante—. Piensa en eso.

Esta vez quien elimina la poca distancia entre los dos soy yo.

Entonces, siento sus labios sobre mi frente.

Y sin duda alguna es el «te cuido» más bonito que me han dicho sin necesidad de palabras.

Así que el resto de la noche, me aferré a él.

N/A: Tengo el corazón blandito con este final. 🥺✨

Es que los besos en la frente >>>>>

PERO LOS BESOS EN LA FRENTE DE RYSTHER >>>>>>>>>>>>>>>

Y esto era algo que muchas sospechaban, bastantes además. Habéis estado espabiladas con las pequeñas migajas que dejaba en ciertos capítulos. Y es que, desgraciadamente, estas cosas pasan muy a menudo, donde la persona que echa todo en cara y cuestiona cada pequeña decisión que tomas lo hace a raíz del miedo de que puedas estar haciendo lo mismo que te ha hecho a ti.

¿El problema? Que la mayoría no tienen un Ryu ahí para ellos.

Pero bueno, a cosas más felices...

➡️ Sección de fangirleo:

➡️ Sección de teorías:

➡️ Sección de SABS:

(Porque estas dos ya son oficiales también)

Y con todo esto, mañana me pasaré el día estudiando que tengo un examen muy importante el lunes, y el resto de la semana desgraciadamente y por eso voy a aprovechar las pocas horitas que me quedan así que me marcho a corregir el capítulo de Yin de mañana y continuar con el extra de Ryu/capítulo 28. 🌚

Nos vemos la próxima semana jeje. 🖤

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