Capítulo Veinticinco (II)
Capítulo a juliettaross estoy deseando ver tus reacciones después de que lo leas. Es un placer tenerte en esta familia inmadura y engreída jiji ❤️✨
Mini-maratón 1/2
(Canción: You Don't Know de Katelyn Taver)
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Después de la ducha, hemos decidido aprovechar el resto del día para hacer algo más que no sea ver películas y comer palomitas, aunque yo no me hubiera quejado. Pero estaba segura de que, si le volvía a obligar a hacer una maratón de las dos películas de Mamma Mia, se habría atragantado a cosa hecha con el bol de palomitas.
Desvío la vista de la carreta cuando Ryu baja el volumen de la radio. Tiene la vista al frente, pero de vez en cuando me mira de soslayo.
Más de las que debería cuando está conduciendo y a lo que yo le tengo que girar el rostro para que no se desconcentre.
Esta vez no falla, y le giro la cara mientras él refunfuña, molesto y me aparta la mano de malas formas a la vez que yo suelto una risa divertida.
—Tenías que hacer un trabajo sobre lo que vas a estudiar el próximo año para la señora Stinson, ¿no?
—¿Cómo...? —empiezo a preguntar, sorprendida. Pero yo misma encuentro la respuesta a ello—. Lo hiciste el año pasado.
Él sonríe y asiente con la cabeza, aprovechando un semáforo en rojo para mirarme.
—Tengo el sitio perfecto para el tuyo —afirma, orgulloso, desviando la mirada cuando la luz se vuelve verde.
—¿Y si no quiero ir? —pregunto en respuesta, girándome en su dirección.
—Vas a querer ir.
—¿Y si he quedado con Saoirse?
Ryu aparta la mirada de la carretera para clavarla en mí con incredulidad.
—No lo has hecho.
Frunzo los labios hasta formar una línea recta.
Durante varios minutos, ninguno de los dos dice nada.
—¿Y si...?
—¿Y si dices que sí? —me interrumpe.
Tengo que reprimir el impulso de sonreír ante el tono irritado en su voz.
—Vale.
—¿Vale?
—¿Ahora quién es el sordo? —cuestiono, consciente de que se va a molestar.
Niega con la cabeza, curvando imperceptiblemente las comisuras de sus labios hacia arriba como si no fuera capaz de controlarlo.
—Es que no esperaba que aceptaras tan fácilmente —confiesa, divertido—. Estaba dispuesto a ponerme de rodillas y suplicarte.
Esta vez ya no contengo la sonrisa.
—¿Puedo decir que no para que lo hagas?
No dice nada hasta que frena en un semáforo en rojo, en el que aprovecha para mirarme de malas formas.
—No, no puedes.
—¿Por favor? —suplico, haciendo un mohín con los labios.
Ryu entrecierra los ojos en respuesta.
—¿Por fa? —repito.
Y si había forma de mirarme peor, él lo hace.
—Eres insufrible —masculla, negando con la cabeza antes de centrar su atención de nuevo en la carretera.
—¿Eso es lo que te dices a ti mismo para no enamorarte de mí o qué?
—Más bien lo que te tienes que repetir tú mentalmente para no babear por mí.
—Ya te gustaría —rebato, con suficiencia.
Él hace el amago de decir algo, pero termina cerrando la boca sumergiéndonos en un silencio cómodo, que si no fuese por la incógnita del sitio a dónde nos estamos dirigiendo no interrumpiría.
—Respecto al lugar este —empiezo, recuperando el tema de antes—. No sabes lo que voy a hacer —lo reto.
Aunque teniendo en cuenta que es capaz de nombrar incluso cosas que ni yo me acuerdo que le he dicho, no dudo que se acuerde de la charla que tuvimos hace meses en su habitación.
—Quieres estudiar biología marina, Esther.
—Podría haber cambiado de opinión.
No dice absolutamente nada y enarca una ceja.
Bufo una palabrota en español por lo bajo y lo miro de soslayo.
—Vale, no he cambiado de opinión —refunfuño—. Pero este sitio no puede estar muy lejos, porque supuestamente iba a estar estudiando hoy y como no remonte las notas de estos últimos exámenes mi madre va a terminar mandándome de vuelta a España o algo.
—¿O algo? —repite, divertido.
—¿Qué? —Ryu niega con la cabeza, reprimiendo la sonrisa—. Soy bastante obediente, aunque aquí no lo parezca. No suelo enfadar a mis padres, eso lo hace más Enzo.
—Que ganas de conocer a tu hermano.
—Mejor no —murmuro, más para mí misma que para que él lo escuche, pero por la risa corta que se le escapa, sé que me ha escuchado.
—¿Por qué?
Giro la cabeza en su dirección, entrecerrando los ojos a la vez que me cruzo de brazos.
—Porque los dos tenéis la bonita manía de irritarme. No podría soportarlo por partida doble al mismo tiempo.
—Solo acabas de aumentar las ganas de conocerlo.
Pongo los ojos en blanco y desvío la vista a la carretera de nuevo.
—Qué sorpresa —murmuro, irritada.
Al cabo de varios segundos en silencio, la canción de la radio obtiene mayor volumen, supongo que, porque Ryu se le ha subido y me limito a disfrutar el ritmo de la canción, el compás de la batería y la voz melodiosa de la cantante acompañada además por una guitarra.
No sé cuánto tiempo pasa, hasta que parece que hemos llegado a nuestro destino porque Ryu aparca el coche y apaga el motor.
—¿Dónde estamos? —pregunto, viendo que se desabrocha el cinturón.
Él enarca la otra ceja, manteniendo su voto de silencio intacto y sale del vehículo.
No tardo en imitarlo, desabrochándomelo con prisas. Ni siquiera miro dos veces al abrir la puerta, saliendo escopeteada por ella, con el miedo injustificable e infantil de que me vaya a dejar abandonar en medio de la nada, en un sitio que no conozco. A consecuencia de ello, casi lo golpeo con la puerta.
Menos mal que, a diferencia de mí, tiene mejores reflejos.
—Me estoy replanteando irme solo —me advierte.
—Mi istiy riplintindi irmi sili.
—Así no vas a conseguir que cambie de parecer.
—Mejor.
—Mentirosa —murmura, acercándose a mí.
Tengo que alzar la cabeza para poder seguir mirándolo a los ojos mientras que él la agacha un poco.
—¿El sitio? —pregunto, enarcando una ceja.
Ryu, parpadea un par de veces, volviendo de sus pensamientos y asiente con la cabeza.
—El acuario... sí.
Cierra la boca de golpe al darse cuenta de que ha descubierto su propia sorpresa.
La idea de ver animales marinos encerrados en peceras gigantes donde se pasan horas y horas dando vueltas una y otra vez sin parar, cuando estando en mar abierto podrían disfrutar de la libertad de no tener barreras, el fluir de las corrientes y el ir y venir de las olas no es algo que me entusiasme en demasía y Ryu parece ver eso solo con mirarme un momento.
—No es un acuario cualquiera, es de cuidados intensivos —explica a la vez que tira de mí para que camine a su lado—. Cuando el animal está bien, lo liberan a su hábitat natural. Los únicos que se quedan son aquellos que no tienen posibilidades de sobrevivir en la naturaleza.
—Ah.
—¿Ah? —repite, confuso.
—No esperaba que te acordaras tampoco.
Fue algo que le comenté el día de los ciervos cuando dijeron de ir al zoo todos juntos y yo me negué, porque aunque no todos los zoos son los mismos, y hay muchos que gracias a ellos hay especias que no se han extinguido de la faz de la tierra. Otros, sin embargo, no dejan de ser empresas que deben sacar el máximo rendimiento e inevitablemente, a veces, más de las que debería, el animal se ve obligado a hacer cosas que, en su hábitat natural, no haría sometiéndolo a una presión y a un sufrimiento innecesario.
—Te presto atención, aunque tú no lo creas —susurra, guiñándome un ojo.
—No decía lo contrario.
—¿Entonces?
—Es... —Me quedó un momento en silencio, intentando encontrar las palabras—. Es... no sé. Puedes prestarme atención en el momento en que te lo digo, pero se te puede olvidar a lo largo de los meses y eso no significa que cuando te lo dije no estuvieras atento. —Ante el silencio que recibo en respuesta, escondo la cara entre las manos. Solo me permito separar un poco el índice para poder mirarlo de reojo—. Me he explicado fatal, ¿verdad?
Ryu niega con la cabeza, quitándome ambas manos de la cara, entrelazando una con la suya.
—Dudo que pueda olvidarme de algo que tú me digas.
—Seguro que hay algo que no recuerdes —digo, sin creérmelo.
—Ponme a prueba —me reta, mientras seguimos caminando hacia el acuario.
—¿Cómo se llamaba mi perro y por qué?
—Se llamaba Thor, aunque tú en un principio querías llamarlo Koda, como el personaje de Hermano Oso. Pero como tú hermano es el mayor, le tocaba elegir nombre y le puso como al superhéroe de Marvel con la excusa de que el nombre de la próxima mascota lo eligirías tú. Aunque no tuvisteis otra mascota después de él, así que nunca pudiste elegir el nombre.
Le doy un pequeño apretón a través de nuestras manos enlazadas y apoyo la cabeza sobre su brazo.
—Sinceramente, a mí me gusta más Koda que Thor —añade.
—Yo intenté llamarlo Koda a escondidas, pero siempre me ignoraba.
—Bueno, a nuestro perro lo llamaremos Koda.
Sonrío a la nada al escucharlo.
—Y luego el nombre del segundo perro lo eliges tú si quieres.
—Vale... ¿Kenai?
—¿Kenai? —repito, ante el nombre del otro oso en la película.
—Claro, para que sean Kenai y Koda, ¿no?
Debo quedarme más tiempo del que pienso mirándolo fijamente, porque frunce el ceño y ladea la cabeza a un lado.
—¿Qué?
Niego con la cabeza, sin contener la sonrisa.
—Nada. Me gusta: Kenai y Koda.
Esta vez es él quien me da un apretón a través de nuestras manos.
—A mí también.
Al llegar a la entrada, Ryu le enseña al de la taquilla el teléfono en el que escanea el QR de la pantalla antes de dejarnos pasar, no sin habernos puesto unas pulseras de papel muy similares a las que utilizan en los parques de bolas de los niños pequeños. Nos adentramos en un pasillo sumido casi por completo en la oscuridad, salvo por los pequeños focos que hay anclados a lo largo del suelo, iluminando nuestros pasos.
Mentiría si dijese que no estoy emocionada por ver cada rincón del lugar.
Rodeo el brazo de Ryu con más entusiasmo de la cuenta, provocando que él desvíe la vista momentáneamente a mí y me obliga a aflojar mi agarre. Entonces una luz azul comienza a filtrarse, bañando las paredes blancas que nos rodean, tiñéndolas de distintas tonalidades azuladas.
Dudo que haya alguien capaz de observar peces nadando sobre sus cabezas sin sorprenderse. Se me escapa un jadeo entrecortado al ser capaz de observar las mantarrayas desde abajo, pudiendo detallar el movimiento que hacen con la boca al abrir y cerrarla para respirar. También me fijo en los peces que nadan bajo el abdomen de un tiburón blanco que ni se inmuta de sus diminutas presencias mientras mueve la cola de un lado al otro, surcando el lugar de un extremo al otro.
—Te dije que te gustaría —murmura Ryu, cuando lo único que soy capaz de articular son suspiros mientras no aparto la mirada en ningún momento del cristal.
Es él quien me alienta a seguir avanzando.
Si esto solo es el inicio no quiero imaginarme qué más puede albergar en este lugar.
Recorremos cada rincón, de norte a sur y de este a oeste, sin poder evitar soltar datos curiosos y, a veces, fuera de lugar. A pesar de ello, Ryu escucha atentamente cada comentario que hago cuando ubico una especie nueva u observo una interacción que antes no había visto.
Mire donde mire, siempre hay algo nuevo ocurriendo.
El cristal alberga todas las paredes hasta el techo, rodeándolo de forma que durante todo el camino nos veamos sumergidos en un túnel oceánico lleno de vida.
Al final del pasillo, nos desviamos hacia la zona de Cuidados Intensivos, que está más apartado del resto.
Hay un cristal en medio, para poder ver la clínica donde se encargan de curar y rescatar a los animales encontrados en la orilla. Ahora mismo, solo hay una pequeña tortuga, llegada recientemente por el aspecto que tiene y hay un veterinario encargándose de liberar los hilillos de plástico, propio de las redes de pesca, de su cuello con unas tijeras.
El suspiro que suelto esta vez no tiene nada que ver con los anteriores, sintiendo como mi corazón se salta un latido, con la esperanza de que salga todo bien y la pobre tortuga pueda salir adelante.
El veterinario escanea con precisión la piel del animal, moviendo su cuello con delicadeza de un lado al otro, dejando que los espectadores de casualidad podamos observar las marcas profundas que han dejado el collarín de plástico sobre sus escamas, oscureciendo esa zona por culpa de la sangre reseca.
Entonces, llama a un compañero y se llevan al reptil a otra zona de la clínica vacía de movimientos.
—Se va a poner bien —murmura Ryu contra mi pelo, antes de besarme la sien—. ¿Quieres ver las medusas?
Trago saliva, notando el llanto atorado en la garganta y me limito a asentir con la cabeza.
—Es por ahí —dice, señalando con la cabeza la dirección contraria a los Cuidados Intensivos.
La oscuridad vuelve a rodearnos momentáneamente antes de ser iluminados por luces moradas y azules. Tengo que parpadear un par de veces, para acostumbrarme a la nueva iluminación, aunque sea tan tenue que apenas se percibe la diferencia. Miro de reojo a Ryu, que sigue a mi lado, observándome de vuelta. Aparto los ojos de él, notando como el calor va ascendiendo por mi cuerpo hasta centrarse en mis mejillas. Espero, por el bien de mi integridad, que las luces azules disimulen el sonrojo.
Esperaba ver alguna luz azul por el lugar que le diera esa iluminación, pero nada más lejos de la realidad. Me basta con localizarlas, flotando alrededor del acuario, estirando y contrayendo sus tentáculos, al igual que abren y cierran su umbrela mientras nadan alrededor de otros peces que también son luminiscentes.
Es un auténtico espectáculo.
Arrastro a Ryu por todo el espacio hasta acabar contra el cristal, sintiendo que he vuelto a cuando tenía seis años y correteaba por el zoo en busca de los peces antes de pegar la cara al cristal para no perder ni un solo detalle de ellos, dejando la marca por culpa del vaho de la respiración.
—Son preciosas, ¿a qué sí? —pregunto, sin despegar la mirada de ellas, señalando una pequeña que está muy cerca del cristal. Apoyo la mano sobre él, observándola a través de mis dedos y como estrecha un pequeño tentáculo en mi dirección, como si supiera que estoy al otro lado.
—Sí...— murmura con aire pensativo—. Sí que lo son.
Al apartar la mirada de ella, lo último que espero es encontrarme con sus ojos clavados sobre mí con ese brillo extraño e intenso presente en su mirada.
Las luces moradas logran acentuar las pequeñas motas de gris y marrón, casi imperceptibles a cualquier hora del día, en su iris.
No soy capaz de apartar los ojos de él.
Es como si una fuerza extraña e incomprensible se apropiara de cada una de mis acciones y no me permitiera retirar la mirada.
Tampoco quiero.
Él acorta la distancia entre los dos, agachando la cabeza para seguir manteniéndome la mirada, importándole una mierda que esté frente a una de las medusas más extrañas habidas en el océano Atlántico.
Solo tiene ojos para mí.
Siento un nudo tenso en mi estómago, afianzándose cuanto más tiempo le sostengo la mirada.
El ambiente a nuestro alrededor se vuelve más pesado y soy demasiado consciente de mi respiración, del calor que emana a través de la sudadera, de su aliento cálido, de la colonia dulzona que siempre asemejo a él cada vez que la huelo... demasiado consciente de todo.
—¿Sabes cómo podríamos hacer esto más interesante? —sugiere, mordiéndose el labio inferior.
Entrecierro los ojos, desconfiada con el plan que ha maquinado con esa cabeza pervertida suya.
Al final, termino negando con la cabeza cuando no añade nada más.
—Música.
—¿Música? —repito, sorprendida.
Él asiente a la vez que saca su teléfono del bolsillo, dejándolo entre los dos.
—Harías los honores... —digo, ladeando la cabeza a un lado.
Ryu alarga el teléfono en mi dirección y yo lo acepto en silencio.
—Las señoritas primero —se explica.
—¿Cualquier canción? —pregunto, dudando momentáneamente.
Abre la boca para responder, supongo que sí, pero termina cerrándola, quedándose un par de segundos en silencio, pensando.
—Una con la que te sientas identificada ahora mismo —termina diciendo.
Vuelvo a asentir, aunque esta vez es más para mí misma y busco el nombre de la canción en el buscador de la aplicación. Antes de darle al play, levanto los ojos de la pantalla encontrándome con Ryu poniéndose una auricular en la oreja, ofreciéndome el que ha quedado libre. Lo acepto en silencio e inicio la canción.
El ritmo marcado por el piano es lo primero que invade mi oído junto al murmullo de la cantante al inicio de la canción. La voz de la cantante suena por encima del resto y poco a poco una batería también va adquiriendo importancia. Trago saliva, sin atreverme a mirar en dirección a Ryu cuando el cúmulo de emociones que he ido experimentando a lo largo de estos días queda reflejado en la letra de la canción.
Es extraño.
Muchas veces una canción no dice exactamente lo que sentimos, a veces ni siquiera está hablando del mismo tema, pero aún así consigue calar dentro de ti.
Consigues hacerla tuya y que adquiera otro significado.
Can't stop these feet from sinking
And it's starting to show on me
You're staring while I'm blinking
Aunque yo no lo mire, no evita que él tenga los ojos clavados en mi perfil. Siendo perfectamente consciente de que zona de mi cara está observando. Suelto uno de los mechones que me coloqué antes, en un intento de que haga efecto cortina para no sentirme tan expuesta, pero resulta inservible.
Don't look at me like that
Just like you understand
Don't try to pull me back
Entonces siento que me retira el mechón con parsimonia, como si tuviera todo el tiempo del mundo y vuelve a colocármelo detrás de la oreja antes de rodearme la nuca, dibujando círculos sobre mi piel, erizándomela.
Solo en ese momento me permito devolverle la mirada.
—Es un poco triste —comenta, sin dejar de dibujar círculos en mi piel.
Vuelvo a tragar saliva y me quito el auricular, devolviéndoselo.
—Dijiste una canción con la que me sintiera identificada ahora mismo —me justifico, ligeramente avergonzada. Él parece darse cuenta porque se acerca más hasta que acabamos cara a cara—. Me siento así.
El silencio vuelve a rodearnos, dentro lo que cabe, cuando hay más gente a nuestro alrededor, familias aprovechando el día y niños correteando de un lado al otro del acuario observando cada uno de los peces que se acercan al cristal.
—¿La querías? —pregunta en un susurro suave. Ante mi silencio, añade—: ¿La quieres?
Abro mucho los ojos, pillándome con la guardia baja. Ryu desliza la mano por mi cuello y comienza a acariciarme la mejilla con el pulgar, sin apartar ni un segundo su mirada de la mía.
—Sé... —Trago saliva y cierro los ojos un momento. Ladeo la cara hacia su mano, absorbiendo por completo su caricia antes de abrirlos de nuevo—. Sé que debería decir que no, pero la quiero.
Aunque intenta disimularlo, sé que no se lo esperaba. Se mantiene impasible y sigue acariciándome la mejilla como si nada, pero me basta con observar la intensidad de su mirada para saber que mi respuesta ha dejado más incógnitas de las que ha podido resolver.
—Pero no así —rectifico—. No como te... —Me detengo a tiempo, sorprendida ante lo que estaba dispuesta a soltar. Carraspeo antes de continuar—. No de esa forma. Si ahora mismo me llamase para decirme que volviésemos, la mandaría la mierda. —Eso consigue arrancarle una pequeña risa, aliviando un poco la tensión sobre mis hombros—. Pero si ahora me llamara para pedirme ayuda, se la daría sin pensarlo.
Ryu parece incluso más curioso que antes.
—¿Estabas enamorada de ella? —cuestiona—. A ver, no tienes que responder. No sé ni por qué te estoy preguntando esto, es solo que yo... bueno... es...
Aparta la mano de mi mejilla, pasándosela por el pelo con nerviosismo. Me pongo de puntillas, tirando de ella hasta entrelazarla con la mía, ofreciéndole una pequeña sonrisa en un intento de tranquilizarlo.
—Siempre pensé que sí —murmuro con un hilillo de voz.
Hasta ese momento no soy consciente de que de verdad lo creo.
Que hubo un momento en el que confundimos el amor que sentíamos como amigas por el de pareja y no supimos separar cuando terminaba uno y comenzaba el otro.
—¿En pasado?
Asiento con la cabeza y Ryu frunce el ceño, aunque no dice nada más.
—Cuando estás enamorado de alguien no sientes alivio al dejar a esa persona —explico, mordiéndome el labio inferior, dudando en si sincerarme del todo o no. Solo me basta mirarlo para saber la respuesta—. El día que dejé a Thais me sentí aliviada.
—¿Y ahora? —pregunta de sopetón.
—¿Ahora qué? —repito.
—¿Ahora cómo te sientes?
Ese brillo extraño vuelve a apropiarse de su mirada.
Ni siquiera me molesto en reprimir la sonrisa cuando me fijo en que empieza a achicar los ojos cuando dibuja otra en respuesta en su cara.
La misma sensación de calidez que es capaz de asentar un hormigueo extraño por mi cuerpo vuelve invadirme.
Inevitablemente, no puedo evitar asociarlo con el vértigo que siento cuando me tumbaba en la toalla en medio de una fogata a observar las estrellas, o la adrenalina desatada a punto de caer hacia abajo en plena montaña rusa, o a la felicidad momentánea de las escapadas a la playa, el sabor de la tarta de Red Velvet y la emoción de capturar a las gaviotas volando sobre las olas rompiendo contra las rocas salientes de la orilla.
También la calma al observar la lluvia chocando contra la ventana antes de la aparición de un relámpago sobre el cielo nocturno. Igual de oscuro que sus ojos.
—Calma —respondo al cabo de varios segundos en silencio.
Sinceramente, la risa que se le escapa es como un jarrón de agua fría cayendo sobre mi cabeza de golpe. Hago el amago de apartarme de él, soltando nuestras manos, pero Ryu no me deja distanciarme mucho más que un par de pasos antes de rodearme con ambos brazos.
—Oye, no te enfades —murmura, con la diversión intacta en su voz.
Me remuevo molesta entre sus brazos, consiguiendo únicamente que afiance el agarre a mi alrededor.
—Paso de ti —refunfuño, irrita y avergonzada por partes iguales.
—No me estaba riendo de ti.
—No —digo, alargando la «o»—. Te estabas riendo conmigo, ¿no?
Manteniendo solo un brazo alrededor mi cintura, me ahueca con la mano libre la cara, elevándomela, para que siga manteniéndole la mirada. Frunzo los labios en una línea recta, molesta. Cuando sonríe, solo me entra más ganas de meterle una patada en la espinilla.
—No me lo esperaba, solo eso —se justifica, sonrojándose levemente por la zona del puente de su nariz.
—Yo tampoco esperaba que rompieses a reír al escucharme —refunfuño, apartando la mirada de él.
—Esther —me llama con suavidad. Lo ignoro—. Oye, Esther, venga. Mírame un momento.
A regañadientes, le obedezco y vuelvo a mirarlo, de la peor forma posible.
—Nadie en mi vida me había dicho algo así.
Ladeo la cabeza, sin comprender absolutamente nada.
—¿Qué?
—Es la primera vez que alguien dice que al estar conmigo le transmito calma —susurra, avergonzado.
Esta vez quien aparta la mirada es él.
Ahueco con ambas manos su rostro, haciendo lo mismo que hizo conmigo antes, obligándole a sostenerme la mirada. Recorro con la punta del pulgar la zona sonrojada de sus mejillas y el puente de su nariz antes de sonreír.
—Siempre hay una primera vez para todo, ¿no?
Se queda varios segundos simplemente mirándome en silencio.
—Sí. Sí que la hay.
Me da un beso en al frente antes de dejar de rodearme, solo para entrelazar nuestras manos y caminar hacia otra zona del lugar.
—¿Y tú? —pregunto, curiosa.
Ryu desvía la mirada al frente, clavándola en mí con confusión.
—¿Yo qué?
—¿Cómo te sientes ahora?
Sonríe, divertido, señalando el cartel de salida.
—En el viaje de vuelta me toca elegir canción a mí.
N/A: Hola, hola... vengo medianamente temprano creo, pero es lo que tiene subir dos capítulos hoy. Que como me entretenga mucho con este y acabe como la semana pasada actualizando en la madrugada, entonces el capítulo veintiseis lo voy a subir a la hora de desayunar. 🌚
Que no sería un mal plan, siendo sinceros.
Ahora vámonos al meollo...
HOY ES EL CUMPLEAÑOS DE NUESTRO ENGREÍDO JEJE
Sí, el pobre nació en April's Fools porque, por si no había quedado claro, es el rey de los payasetes. Pero es nuestro payaso. 🤡
Y ahora bien *carraspea*
➡️ ¿Qué pensáis que se le iba a escapar a Esther en esa confesión?
➡️ ¿Estaba o no estaba Ryu mirando a las medusas?
➡️ ¿Qué canción creéis que le pondrá en el viaje de vuelta?
Y bueno, no os vayais muy lejos que este maratón solo ha empezado y os queda otro capítulo más. Llenadmelo de comentarios también u os perseguiré en sueños.
Advertidas quedáis. ☺️🔪
Nos vemos más abajo, inmaduras.
Pd: Casi se me olvida decirlo, pero luego me he acordado de que os gustan las anécdotas y he vuelto. Yo tuve un perro llamado Thor y sí, también lo quise llamar Koda, y sí, me ignoro al hacerlo a escondidas.
Lo mejor es que era una chihuahua y cuando lo llamaba por la calle la gente se esperaba un pitbull o un pastor alemán y aparecía una ratilla muy peluda correteando hacia mí.
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