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Capítulo Veinticinco




Capítulo dedicado nohelivalera24 gracias por tus audios chillando cada vez que hago absolutamente cualquier cosa. Nunca pensé que nadie podría reaccionar así alguna vez con algún libro mío, mucho menos solo... por ser yo. Ya era hora que tuvieras tu capítulo dedicado. Espero que asumas este gran honor con orgullo, inmadura 💜

(Canción: You Don't Know de Katelyn Taver)

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No me sorprende el silencio absoluto en el que está sumergido el salón cuando abro la puerta de mi pasillo y me encuentro con la ausencia de Kairi tumbado en el sillón jugueteando con su móvil o Nara bailoteando y hablando sin parar mientras intenta seguir los pasos de los dibujos animados absorta en su propio mundo.

Helen me avisó ayer por la noche, cuando volví de la bolera, que hoy tenían planeado ir a ver a la Nana y que no los esperase hasta bien entrada la tarde-noche.

Por eso mismo, lo último que espero es el olor fuerte a huevos revueltos que me recibe y el murmullo de alguien en la cocina.

Pero como bien dijo una vez, con él siempre hay que esperar lo inesperado.

—¿Has dormido aquí? —pregunto, apoyándome contra la nevera.

Ryu ni siquiera se inmuta a mi pregunta, como si de alguna forma ya hubiera sabido que estaba aquí. Yo en su lugar habría pegado un respingo, sorprendida, pero él no lo hace, con su tranquilidad innata, desvía la atención de los huevos y me ofrece una de sus sonrisas ladinas.

Se queda mirándome durante un largo rato, entreviendo las verdaderas intenciones de mi pregunta porque ambos sabemos que no voy a decirlo en voz alta.

Todavía no me atrevo a admitírmelo a mí misma algunas veces.

Lo último que espero que haga es que apague el fogón, restregándose las manos contra un trapo que hay en la encimera antes de acortar la distancia entre los dos.

Él, imitándome, también se apoya contra la nevera y me aparta un mechón de la frente, dejando la mano rodeándome la cara con una familiaridad a la que podría acostumbrarme.

Entonces, agacha la cabeza y me besa.

—He venido esta mañana después de que mi madre me dijese que si quería podía recogerme para ir a casa de Nana —murmura, sin despegar los ojos de mí, rozando sus labios con los míos al hablar, consiguiendo que ese hormigueo extraño me recorra de pies a cabeza—. No me quedé a dormir ayer no porque no quisiera, sino porque supuse que después de lo que pasó ayer, te gustaría tener tu espacio.

Cierro los ojos con fuerza, apoyando la frente contra su pecho antes de suspirar.

No me molesto en ocultar la pequeña sonrisa que me surca el rostro al sentir que se tensa cuando le doy un pequeño beso en la curva de su cuello.

—Gracias —susurro contra su piel.

Ryu tira con delicadeza de mí para volver a estar cara a cara y me sorprende la seriedad de su rostro, dejando atrás el tono juguetón y las sonrisas ladinas que tanto le caracterizan.

—No las des. —Niega con la cabeza—. No por eso.

Algo dentro de mi pecho tamborilea con fuerza ante la intensidad de su mirada.

No creo que sea capaz de cansarme de que alguien me observe de esa manera.

De que él me mire de esa forma.

Acuno con ambas manos su rostro, poniéndome de puntillas y lo beso. Él me corresponde automáticamente, como si estuviera hecho para esto, para que lo bese. Le rodeo el cuello con los brazos a la vez que él me abraza la cintura pegándome a su cuerpo. Cuando el primer jadeo se escapa de mis labios, se abre paso con su lengua por mi boca.

Siento sus caricias en cada rincón de mi cuerpo, erizándome la piel.

Tampoco podré cansarme de esto.

Con una mano desciendo por sus hombros, notando como se tensa y relaja bajo la yema de mis dedos mientras que enredo la otra en su pelo, obligándole a profundizar el beso. Un sonido grave reverbera en su garganta, a medio camino entre un jadeo y un gemido.

Cuando la falta de respiración comienza a ser asfixiante, nos obligo a separarnos. Arrugo la nariz, divertida al ver que tiene el pelo apuntándole en todas las direcciones posibles y me encargo de peinar cada mechón en silencio, siendo consciente de que no se le escapa ni un solo movimiento de los que hago.

Gruñe, divertido al entrever mis intenciones de peinarlo a la «antigua» cuando separo su pelo en dos antes de aplastárselo. Él me aparta las manos de malas formas, sacudiendo la cabeza antes de pasarse los dedos, volviéndolo a su estado natural.

—Eres un ser cruel —dice, entrecerrando los ojos cuando se me escapa la risa—. Un ser oscuro y sin corazón.

La risa se vuelve más escandalosa ante el tono fingido de seriedad.

—¿Qué estás cocinando? —pregunto, divertida, desviando su atención.

—Mis increíbles huevos revueltos —responde con dramatismo, haciendo gestos con las manos en dirección a la sartén.

Me acerco a los fogones, oliendo el aroma a especias y a mantequilla que desprende, a parte del característico olor de los huevos recién hechos.

—Huele bien —murmuro, cerrando los ojos.

—Lo dices como si te sorprendiera.

Abro un solo ojo en respuesta antes de volver a cerrarlo.

Ryu me rodea la cintura por detrás, pillándome desprevenida. Al hacer el amago de liberarme de su agarre, él lo afianza, estrujándome contra su pecho.

—Que sepas que soy un excelente cocinero —refunfuña, molesto—. Muchas gracias.

Suelto un bufido, incrédula sabiendo que se va a molestar más.

—Tu palabra no es muy fiable.

—Siempre puedes probarlos y darme la razón.

Miro por encima de mi hombro, encontrándomelo con el ceño fruncido, pero con el brillo divertido en su mirada.

—Lo dudo —lo irrito.

Esas dos palabras sirven de aliciente para demostrarme todo lo contrario. Me arrastra por toda la cocina hasta llegar al comedor, donde me obliga a sentarme y me prohíbe rechistar sobre ello.

Claramente, no le hago ni puñetero caso y lo imito en voz baja, aunque él me escucha a la perfección.

Se da la vuelta, enfrascado de nuevo en los fogones y durante varios minutos el silencio nos envuelve a ambos.

Ni me molesto en llenarlo.

Con él no hace falta.

Resulta incluso cómodo.

Así que me limito a observarlo. Se mueve de un lado al otro de la cocina. Al estirarse para coger un plato de los armarios de arriba, la camiseta de le sube un par de centímetros, dejando a la vista su espalda desnuda. Me fijo en que tiene un lunar en la zona del lumbar.

Como si tuviera una especie de sexto sentido, mira por encima de su hombro, enarcando una ceja.

—Deja de mirarme el culo, Esther —me advierte, señalándome con la espátula.

—No te estaba mirando el culo.

Al menos no ahora.

—A ver, que lo entiendo, si tú fueses la que estuviera aquí dándome la espalda, también te miraría el culo —confiesa de sopetón.

Abro mucho los ojos sonrojándome por completo.

—No es como si no lo supieras —añade al observarme.

—No es lo mismo saberlo a que lo digas —refunfuño.

—Tendré que decírtelo más a menudo entonces.

Cruzo los brazos sobre la mesa antes de enterrar la cara en ellos, gruñendo contra la madera.

—¿Cómo has llegado a esa conclusión exactamente? —pregunto con voz ahogada.

—Porque estás preciosa cuando te sonrojas.

—¡Te odio!

Por un momento, lo único que recibo en respuesta es el silencio, aunque al segundo siguiente escucho que deja un plato a mi lado y me pellizca el costado. Al levantar la cabeza, Ryu está delante de mí, sonriendo de manera angelical.

—Sabes que nunca te he creído cuando decías eso, ¿no?

—¿Nunca? —cuestiono, sorprendida.

Achina los ojos al ampliar la sonrisa.

—Solo cuando me lanzaste tu acondicionador de coco a la cabeza —me irrita.

—Entonces no es nunca.

Casi nunca —rectifica a regañadientes.

Sonrío triunfal ante su derrota y desvío mi atención al plato de huevos que ha puesto en la mesa. El olor me llega a oleadas y mi estómago ruge con fuerza ante ello. Ryu suelta una pequeña risa al escucharlo y yo no me molesto en negar el hecho de que estoy hambrienta. Aunque eso no quiere decir que vayan a estar buenísimos.

Con dramatismo, cojo el tenedor y pincho un trozo antes de llevármelo a la boca.

Vale.

Están muy buenos.

Mucho más de lo que me esperaba, sinceramente.

Incluso sabiendo que cocina siempre que puede.

De reojo observo que él está atento a cada uno de mis movimientos, así que intento disimular todo lo que puedo la tentación de comerme el plato entero de un solo atracón y me tomo mi tiempo, a pesar de querer hacer todo lo contrario. Al ver que se limita a mirarme, enarco una ceja y le señalo su plato con la cabeza.

Así que el silencio termina de invadir la estancia, corrompido únicamente por el roce de los tenedores contra los platos y el ruido al masticar.

—¿Y bien? —cuestiona, después de que me haya terminado mi plato.

Me limpio las comisuras de los labios con la servilleta, tomándome mi tiempo, sabiendo que está deseoso de una respuesta.

—No pienso darte la razón.

Niega con la cabeza, volviendo a sonreír. Si no fuese por el hecho de que debo fingir estar seria, habría sonreído casi al segundo.

Porque es contagiosa.

Es imposible verlo sonreír genuinamente como pocas veces y no querer sonreír casi al instante.

Se muerde el labio inferior mirándome de soslayo y vuelve a negar con la cabeza, ampliando la sonrisa.

—¿Qué? —pregunto, entrecerrando los ojos, irritada.

—Nada, nada. —No se molesta en disimular la diversión en su voz. Mira por encima de su hombro y me hace un gesto con la cabeza, señalando la sartén que sigue sobre los fogones apagados—. Ha sobrado, por si quieres coger pan de la tostadora y repetir.

Lo imito por la bajo a lo que él rompe a reír, obviamente.

—No te aguanto.

—Yo tampoco — dice, guiñándome un ojo.

—Lo digo en serio —enfatizo.

—Sí, yo también.

Entonces me guiña el otro.

Hago una bola mi servilleta y se la lanzo a la cara.

—Muy madura, sí señor.

—Ya dejaste claro el primer día que era una inmadura, así no se te olvida —refunfuño, recuperando mi servilleta, preparada para volvérsela a lanzar.

—No quieres empezar una guerra conmigo, Esther.

—¿Qué no? Mira.

Y vuelvo a lanzarla.

«Diecisiete años tengo», me recrimino mentalmente.

—¿Te acuerdas qué pasó el día de la nieve? —cuestiona, dejando su plato a un lado.

Apoya un brazo sobre la mesa, girándose ligeramente en mi dirección antes de descansar su barbilla sobre la mano.

—El día que te gané, ¿te refieres?

—Yo no lo recuerdo así.

—¿Y cómo lo recuerdas entonces?

Al ver que él se pone de pie, yo me levanto de golpe en respuesta como si tuviera un resorte bajo el culo.

Primer error.

Antes de saber qué está pasando, el mundo está patas arriba y tengo el trasero de un señor muy engreído a escasos centímetros de mi cara. Suelto un gritito frustrado y me remuevo sobre su hombro.

—¿Ahora te acuerdas?

Le doy un golpe en la espalda y gruño, pataleando.

Segundo error.

—¿Quieres repetir todo lo de ese día? —pregunta cuando dejo de moverme.

—Bájame.

Ryu chasquea la lengua y no necesito mirarlo para saber que está sonriendo, el muy gilipollas.

—Tengo una vista estupenda de tu culo ahora mismo, sería una pena desperdiciarla tan pronto.

—¡Bájame!

—Recuérdame la próxima vez que compre unos tapones para los oídos. A este paso vas a dejarme sordo.

—¡Ryu!

Él me ignora, claramente.

—Sabes qué no hace falta que grites, ¿no?

—¿Me bajas?

Hace un ruidito que no logro comprender y empieza a recorrer la casa conmigo sobre el hombro con una agilidad envidiosa. Al menos, esto tengo que concederle. Sin embargo, aunque dejo de golpearlo durante varios minutos mientras él esquiva mobiliario conmigo a cuestas, cuando cruzamos por el marco del salón y veo que nos dirigimos hacia las escaleras, el enfado resurge, ahora acompañado por el pánico.

—¡Qué haces!

—Subir las escaleras —dice como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Ya lo he visto, muchas gracias.

—¿Entonces para qué preguntas?

—¿Te he dicho ya que no te aguanto? —pregunto en respuesta.

—Además de sorda, con pérdidas de memorias. —Suelta un suspiro aletargado y sube el primer escalón—. No sé si puedo soportar tanto.

—Nadie te ha pedido que lo hagas.

No oigo el sonido, pero ante la vibración de su pecho, sé que ha soltado una risa.

—Estoy empezando a pensar que soy masoquista.

Vuelvo a gruñir, molesta, pero no me atrevo a golpearlo. Ahora mismo el miedo de que nos caigamos es superior al orgullo. Aunque eso no evita que me vaya a arrepentir más tarde.

Porque lo voy a hacer.

Escucho que abre una puerta. Al levantar la mirada del suelo, me encuentro de frente con las puertas de Nara y Kairi, frunzo el ceño cuando giro un poco la cabeza y me encuentro con la puerta de su habitación a mi izquierda. Descarto la idea de que me esté llevando a su cuarto. Aparto la mirada de ellos e intento entrever que hay detrás de la puerta, pero ni siquiera me da tiempo cuando pasa.

De golpe y porrazo me baja de sus hombros y antes de que pueda abrir la boca para quejarme, el agua choca contra mi cabeza. Ante el grito sorprendido, él rompe a reír a carcajada abierta.

—Te voy a matar —siseo, temblando.

Eso solo consigue que se ría con más fuerza.

—Si es con una de tus miradas asesinas estaré encantado.

En un rápido movimiento me quito la sudadera empapada y se la lanzó directamente a la cara, acallando por un efímero segundo su estúpida carcajada de las narices.

—¿Vas a hacerme un striptease? —pregunta, su voz con un deje ronco que, incluso estando enfadada, enciende algo en mi interior.

«Esther, concéntrate», me repito a mí misma.

Me desato un zapato y también se lo lanzo. Él se aparta del camino de la trayectoria y termina estampándose contra la pared.

—Me había hecho ilusiones pensando que sería la camiseta.

—Eres un pervertido —tartamudeo.

—¿Tienes frío?

Entrecierro los ojos, molesta y me abrazo a mí misma con más fuerza.

—Estoy temblando porque sí, Ryu.

—¿Quieres que te caliente? —vacila, moviendo las cejas arriba y abajo.

—Quiero que te vayas a la mierda.

—¿Antes o después de...?

—Ahora —sentencio, señalando la puerta del baño.

Silba, divertido y como lleva haciendo desde que lo conozco, ignora mi amable petición y se quita la camiseta, los pantalones y los zapatos, quedándose solo con los calcetines y los calzoncillos.

—Ojos al frente, soldado —me advierte.

Desvío abruptamente la vista de sus calzoncillos de Star Wars.

—¿Qué?

—No puedes mirarme así y pretender que no piense en pervertidades.

—Esa palabra no existe —refunfuño.

—Debería, la estaría usando todo el día.

—¿Por qué no me sorprende? —pregunto, retóricamente a la vez que pongo los ojos en blanco.

Al ver que se quita ambos calcetines de un solo movimiento y hace el amago de bajarse los calzoncillos, centro mi atención en la pared de baldosas que hay frente a mí notando el calor ascendiendo por todo mi cuerpo hasta llegar a mis mejillas.

Entonces, Ryu opaca dichas baldosas y yo tengo que apretar los labios con fuerza para no sonreír al ver la sonrisilla de su rostro.

—¿Te importa? —pregunta, señalando la manguera de la ducha.

Frunzo el ceño y me aparto de su camino, todavía abrazándome a mí misma.

Inmerso en su tarea de poner en marcha la ducha y no morir congelado en el intento, aprovecho para deleitarme de cada detalle de su cuerpo que no puedo observar con tanto detalle cuando él está pendiente de mí. El lunar en su lumbar capta mi atención al igual que el tatuaje de dragón, que parece tener vida propia, ondulándose con cada leve movimiento que hace.

—Sigues sin saber disimular —murmura, todavía dándome la espalda.

—No quiero disimular —contesto demasiado rápido.

Observo como el agua cae sobre él, apelmazando su pelo. Varias gotas pequeñas se deslizan por su piel, en recorridos irregulares a los que sigo con la mirada, tragando saliva. El vaho, poco a poco, empieza a invadir el pequeño cuarto de baño y el temblor parece ir abandonando mi cuerpo. Entonces, Ryu se gira.

Ni siquiera me da tiempo a reaccionar, cuando el agua caliente cae sobre nosotros.

Varios mechones de pelo me opacan la vista momentáneamente, aunque Ryu se encarga de retirarme cada uno de ellos del rostro con mucha más delicadeza de la que emplearía yo. Parpadeo un par de veces, encontrándome con su mirada oscura y profunda clavada en mí con ese brillo extraño que consigue ponerme nerviosa a un nivel que no creo que sea capaz de comprender jamás.

—Hola —murmuro, sin contener la sonrisa por mucho más tiempo.

Por un momento me siento una idiota por ello.

Pero él no me deja sentirlo mucho tiempo más.

—Hola —susurra de vuelta y me besa la punta de la nariz.

Arrugo la nariz sin poder controlarlo y Ryu ensancha la sonrisa.

—Bonito sujetador —añade, haciendo un recorrido con la mirada.

—Ojos al frente, soldado —repito lo que dijo antes.

—Según alguien, soy un pervertido así que está en mi naturaleza.

—Gilipollas.

—También. —Cuela las manos por debajo de la camiseta mojada, enrollándola hasta mi cintura, sin dejar de mirarme en silencio de reojo cada cierto tiempo—. Aunque «engreído» sería un mejor adjetivo para definirme.

—Qué original —lo irrito.

Nuestra conversación se corta por un momento, cuando me saca la camiseta por la cabeza. Aprovecho para desabrocharme el sujetador a la vez que él me desabotona el pantalón.

—Levanta un pie —me pide. Obedezco, apoyándome sobre su hombro—. Y ahora el otro.

Trago saliva, nerviosa.

Oigo la tela mojada chocando contra el suelo de la bañera.

—Estaba empezando a preocuparme —comenta, con aire distraído, sin despegar los ojos de mí.

—¿Por qué?

—Porque no quisieras ducharte. —Hace una pausa dramática y acorta la escasa distancia entre los dos, sonriendo ladinamente. Solo así sé que lo siguiente que va a decir conseguirá que quiera estrangularlo con la manguera de la ducha—. Olías muy mal y no sabía cómo dejártelo caer de manera sutil.

—¿Tu definición de sutileza es meterme en la bañera a la fuerza?

—He tenido que improvisar —se excusa, haciendo un mohín con los labios.

Entrecierro los ojos, molesta, alzando un poco más la cabeza cuando él me rodea la cintura con ambos brazos, pegándome a su cuerpo.

—¿Te he dicho ya que no te aguanto?

—A diferencia de ti, yo no tengo pérdidas de memoria.

—No te aguanto —enfatizo en cada palabra.

—El sentimiento es mutuo.

Y entonces apoya una mano sobre mi mejilla y me besa, silenciando mi réplica.

N/A: Lo primero que he hecho al coger el ordenador ha sido corregir, después de que María y Marta me echasen la bronca porque no dejaba de decir que iba a corregir, pero no me movía del sofá. Aunque aquí estoy jeje.

Menudo capítulo eh *guiño guiño*

No es LA escena de la ducha, pero ha sido una ducha muuuy interesante. 🌚

La canción puede que os saque un poco del mood, al menos en esta parte del capítulo porque me quedó muy largo y he tenido que dividirlo en dos, así que tendrá mucho más sentido en el otro lado de la moneda.

Ahora, importancia a lo importante:

➡️ Pensamientos sobre Ryu:

➡️ Pensamientos sobre Esther:

➡️ Momento para dejar vuestras "pervertidades":

(Como bien diría Ryu)

➡️ Sección de gritos:

➡️ Sección de teorías (a corto plazo):

Y, la más importante de todas: ¿Cómo estáis? ❤️

Yo llevo toda esta semana de exámenes, como avisé el viernes anterior, y me han salido en su mayoría bien salvo por una prueba hoy de química que me podría haber salido mejor y estoy un pelín (muy) estresada con ella. La vida estudiantil. Encima lleva toda la semana lloviendo muchísimo, así que me pasaré mis ratos de desconexión tecleando al máximo, cosa que no pude hacer el finde anterior.

Nos vemos el próximo finde, engreídas. 🖤

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