Capítulo Treinta y Tres
Capítulo dedicado a byneees, ¿en qué momento te has leído mi tiempo de casi diez meses en un día? ¿Te parece bonito? Porque a mí me parece precioso. No sabes la ilusión que me hizo encontrarme con tu comentario en el capítulo anterior y supe que necesitaba dedicarte el siguiente 🥹✨
Feliz cumpleaños a lapolla_deharvet <3
(Canción: Electric Love de BORNS)
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Ante el pitido incesante del microondas, le doy un pequeño codazo a Ryu para captar su atención. A regañadientes, despega los ojos de la película y me mira de malas formas, enarcando una ceja.
—Ya se han hecho las palomitas —me justifico, dejando que el sonido del microondas sea respuesta más que suficiente.
—¿No puedes ir tú? —cuestiona, alzando la otra ceja.
Estiro la manta todo lo que puedo en mi dirección hasta que lo único visible de mi cuerpo sea la cara y hago un pequeño puchero lastimero. Él, en consecuencia, entrecierra los ojos, ligeramente divertido y se acurruca más cerca de mí.
—Es que hace frío —digo, acomodándome bajo la tela.
—¿Y a mí el frío no me afecta?
—Tú estás en manga corta —señalo, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a las mangas cortas.
—Es abril —alega, mirándome como si la que tuviera el problema fuera yo y no él.
Sí, estamos en abril.
Pero es como si estuviéramos en el febrero malagueño y me estoy muriendo del frío al menos cinco días de los siete que tiene la semana. Tenía la esperanza que los pocos rayos de sol que se habían dejado ver los últimos días fueran a hacerse permanentes a partir de ahora, pero no podía haber estado más equivocada.
Como bien me advirtió Saoirse hace muchísimos meses, en Irlanda siempre llueve.
No importa la estación en la que nos encontremos.
—Por favor —le pido, parpadeando varias veces.
Suelta un gruñido, a medio camino de la molestia y la diversión a la vez que se levanta del sofá, no sin destaparme en el proceso, el muy idiota.
—¡Qué maduro! —grito sin dirigirle la mirada, abrigándome rápidamente con la manta de nuevo hasta la coronilla.
—Ha sido sin querer —se defiende, aunque está lejos de sonar arrepentido.
—Hi sidi sin quirir —lo imito por lo bajo.
Lo escucho reírse a mis espaldas a la vez que se acerca hasta acabar sentado de nuevo en el sofá. Deja el bol rebosante de palomitas sobre la mesa de café e inicia la película por el punto en el que nos quedamos.
Un triste minuto es lo único que soy capaz de aguantar separada de él antes de acortar la distancia entre los dos, de la manera más disimulada posible, hasta poder apoyar la cabeza sobre su hombro, dejando que su calor me rodee a la vez que pasa un brazo alrededor de mi cintura.
—Es por el calor —refunfuño—. Si estuviéramos en Málaga no te tocaría ni con un palo.
Elevo levemente la cabeza para mirarlo de reojo y me encuentro con que está sonriendo, observándome de vuelta.
—Puedo decir que te he creído... —reflexiona, agachando la cabeza a la vez que habla—. Pero estaría mintiendo y te prometí que no lo haría.
Entrecierro los ojos, molesta cuando ensancha la sonrisa.
—Pues yo estoy siendo totalmente sincera.
Él hace un ruidito de asentimiento, vacilando los ojos entre mi boca y mis ojos.
—Claro —murmura, rozando sutilmente su nariz con la mía.
—Es verdad —refuto, frunciendo el ceño.
Desenlaza el brazo alrededor de mi cuerpo, para ahuecar mi cara, peinándome un mechón en el proceso antes de acariciarme la mejilla con una delicadeza que, a pesar del casi el mes que llevamos juntos, todavía me pilla con la guardia baja.
Me alienta a acercarme, al tirar de mí con el brazo que con el que ha vuelto a rodear mi cintura, obligándome a subir las piernas sobre su regazo. Apoyo ambas manos sobre sus hombros, colocándome ahorcajadas sobre él, con una rodilla en cada lado de su cuerpo con cuidado de no aplastar su brazo escayolado. Manteniendo la manta pegada a mí en todo momento.
Intenta ocultar como puede la sonrisa, pero le sale una mueca un tanto extraña.
—¿No te la vas a quitar?
—Que tengo frío —le recuerdo.
Ancla ambas manos sobre mi cadera, empujándome más cerca de él hasta casi acabar pecho contra pecho.
—Eso tiene rápida solución —susurra en un tono de voz tan bajo que, si no estuviéramos tan cerca, estoy segura de que no hubiera sido capaz de oírlo.
Termina de eliminar los pocos centímetros que nos separaban, besándome.
Asciendo a través de caricias hasta rodearle la nuca y entierro los dedos en su pelo, tirando suavemente, profundizando el beso. No obstante, el roce de su barba incipiente contra mis mejillas y mi barbilla me toma por sorpresa y rompo a reír por la sorpresa.
Corto el beso, mirándole, que parece confuso ante mi reacción.
Me señalo mi propia zona del bigote a modo de explicación.
—¿Qué? —cuestiona con el ceño fruncido.
—¿Piensas dejarte barba? —pregunto de vuelta.
Alza el brazo escayolado a modo de explicación.
—A no ser que me la afeites tú, vas a tener que besar a un barbudo.
Sonrío, divertida ante la perspectiva.
—No. —Corta el hilo de mis pensamientos.
Suelto una risa entrecortada ante la seriedad de su tono.
—¿Cómo que no? ¿No te fías de mí?
Me mira con cierto pánico y debo reunir toda mi fuerza de voluntad para no soltar una carcajada bastante escandalosa, por lo que termino hinchando las mejillas.
—¿Es una pregunta trampa?
Acorto la poca lejanía que habíamos impuesto y le doy un pico rápido, sonriendo angelicalmente. Él hace un puchero al no profundizarlo.
—No pienso besar a un barbudo —le advierto.
Durante un par de segundos, no dice nada y cuela la mano por debajo de mi camiseta, ascendiendo y descendiendo por mi costado, dándome pequeños apretones cada cierto tiempo o dibujando la línea de mi columna vertebral con los dedos.
—No hay que besarse para ciertas cosas —reflexiona, alzando una ceja con aire sugerente.
—¿Vas a estar una semana entera sin besarme? —lo reto, consciente de la negativa.
—¿Una semana?
—Es lo que te queda con la escayola, ¿no?
Echa la cabeza hacia atrás con cierto dramatismo, bufando, irritado. Ni siquiera me molesto en disimular la risa al observarlo. Saca su mano de debajo de mi camiseta y se frota la cara con cierta frustración, cerrando los ojos.
Aunque intento no reírme de más, sus suspiros y bufidos no me facilitan la tarea.
—Vale —murmura con cierto pesar.
Si no fuera por lo cerca que estamos el uno del otro, no lo habría escuchado.
—Perdona, ¿qué? —cuestiono, a sabiendas de que se va a molestar más.
En efecto, suelta un nuevo bufido y aparta la mano de su cara para mirarme de malas formas. Le ofrezco una sonrisa de boca cerrada en respuesta que solo consigue acentuar aún más su malhumor.
—Ya me estoy arrepintiendo de esto —se lamenta.
—Prometo no depilarte las cejas.
Abre mucho los ojos, antes de entrecerrarlos ante la nueva carcajada que se me escapa.
—¿Quién iba a pensar que eras un cobarde, Kimura?
—No soy un cobarde —refunfuña, apartándome de su regazo para levantarse.
—Ajá —atajo, divertida, siguiéndolo escaleras arriba.
Sin la presencia de ninguno de sus hermanos pequeños ni Boots, la parte de arriba se me hace extrañamente silenciosa.
Al llegar frente a su habitación, me deja pasar a mí primero, cerrándola detrás de él. Las sábanas están hechas una completa bola porque cierta persona tiene alergia al orden en cualquier aspecto de su vida, salvo por la estantería de vinilos que está intacta y nadie, absolutamente nadie, que quiera seguir respirando, puede tocarla sin su consentimiento ni tampoco alterarle el orden.
Una vez lo hice sin querer y fue la única vez que lo he visto verdaderamente molesto desde que estoy aquí.
En silencio, camina hacia el cuarto de baño, sacándose la camiseta de malas formas. Aunque se queda en un triste amago cuando ve que no es capaz de mover el brazo escayolado. Se gira en redondo, acabando cara a cara. Me muerdo el labio inferior, ocultando la sonrisa ante el gesto frustrado.
—¿Quieres ayuda? —pregunto, a pesar de saber perfectamente la respuesta.
Asiente con la cabeza, terminando de acortar la distancia entre los dos para poder desvestirlo. La hago una bola, lanzándola hacia la esquina donde se encuentra el cesto de la ropa sucia, pero no encesto.
Ryu se sienta sobre el váter, estirándose hacia delante para alcanzar la cuchilla y la crema de afeitar que se encuentra debajo del lavabo. Entonces estira ambas cosas en mi dirección. Cuando las cojo, rodea mi muslo izquierdo con la mano, alentándome a que me acerque, dando un traspié, sorprendida por el movimiento.
Dejo la cuchilla sobre el lavabo a mis espaldas. Aprieto el bote de crema, del que sale una generosa cantidad de espuma blanca. Por un momento, me distraigo ante los círculos que dibuja sobre la cara interna de mi pierna, pero me recompongo rápidamente.
—Todavía estás a tiempo de negarte —le advierto, con la mano a escasos centímetros de su cara.
Niega con la cabeza, ofreciéndome un atisbo de sonrisa.
Extiendo el producto de manera homogénea por toda la zona de su mandíbula, barbilla y alrededor de los labios. Cuando termino, dejo un pequeño montoncito sobre la punta de su nariz. Entonces, intercambio el bote de crema por la cuchilla.
—¿Última oportunidad?
Ryu suelta una pequeña risa, dándome un apretón en la rodilla.
—¿Ahora quién es la cobarde?
Vacilo la mirada entre él y la cuchilla.
—Yo tengo motivos para estarlo.
—¿Y yo no? —cuestiona, indignado.
—¿Cómo que tú? —pregunto en respuesta, ofendida—. ¿No te fías de mí?
Enarco una ceja, cruzándome de brazos.
—A ver... —empieza con un carraspeo—, ¿me fío de ti para sacar fotos? Sí. ¿Me fío de ti para poner un vinilo en el tocadiscos? —Sonríe con la boca cerrada y no necesito que lo diga, él también lo sabe y aun así lo hace—. No mucho.
—¿Y para afeitarte?
—Tengo mis dudas, estoy mentalizándome todavía —responde con cierto tono dramático.
—El pelo crece —alego.
—¿Eso es lo que te dices a ti misma antes de cortártelo?
Aparto la mirada al sentir el calor escalando por mi cuerpo hasta llegarme a las mejillas, sonrojándome.
La situación no mejora cuando esta vez, es él quien rompe a reír.
—¿Eres consciente de que puedo depilarte las cejas? —lo amenazo, señalándole con la cuchilla.
—No lo harías —objeta, encogiéndose de hombros.
—A lo mejor sí.
Se limita a negar con la cabeza.
—Si tardas más vas a tener que volver a echarme crema —añade al ver que no hago nada.
Con el pulso acelerado, como si en lugar de estar afeitando a Ryu me encontrara en medio de una operación quirúrgica a pecho abierto, deslizo la cuchilla por la zona inferior de sus mejillas, recorriéndola hasta llegar a la línea de su mandíbula. Al principio, estoy más tensa de lo que admitiría en voz alta y voy con tanta cautela, que me sorprende a mí misma el cuidado que estoy poniendo en esta tontería.
Sin embargo, Ryu no me permite darle muchas vueltas al asunto cuando al separarme un momento para limpiar la cuchilla, tira de mí, de manera que quedo ahorcajadas encima de él.
—¿Dónde está tu valentía, Guerrero? —cuestiona, burlón.
Entrecierro los ojos, irritada consiguiendo únicamente que cierta sonrisa petulante se dibuje sobre su rostro. Alzo la cuchilla a modo de advertencia, logrando el efecto contrario al que pretendía.
—Al final tendré que afeitarme yo, después de todo.
—¿Has terminado? —cuestiono, enarcando una ceja.
Ryu niega con la cabeza, acercándose peligrosamente a mí, con la barbilla todavía manchada por la crema de afeitar. Yo intento imponer la máxima distancia que puedo estando sentada sobre su regazo, estirando el cuello hacia atrás. En respuesta, me rodea la nuca, obligándome a acortar los centímetros entre ambos.
Entonces, estampa su boca contra la mía, manchándome en el proceso.
Afianzo las manos sobre sus hombros cuando se echa hacia delante, provocando que tenga que curvar la espalda para no caerme hacia atrás. Deslizo una mano por la parte superior de su espalda, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la punta de mis dedos. Sonrío en medio del beso ante la reacción.
—¿Qué te divierte tanto? —pregunta entre beso y beso, a medio camino entre la diversión y la irritación.
Me separo, observándolo fijamente como si estuviera sopesando la respuesta.
—Tu cara —digo, encogiéndome de hombros.
—¿Mi cara? —repite, curvando los labios en una sonrisa hacia abajo.
—No sabía que iba a hacer el papel de Papá Noél en pleno abril —comento con retintín, reteniendo lo mejor que puedo la carcajada.
—Yo no... —Hace una pausa, recorriendo en silencio mi rostro—. Pero a lo mejor tú sí.
Frunzo el ceño, acercando una mano a mi cara, pero no noto nada alrededor de mis mejillas. A diferencia de él, que las tiene manchadas.
—Un poco más abajo, preciosa —murmura, con la segunda intención clara en su voz.
—Pervertido —mascullo, siguiendo sus instrucciones hasta sentir la crema contra la palma de mi mano.
—Deberías renovar la lista de adjetivos —me recomienda, guiñando un ojo.
—Según tú, solo debería usar uno.
Niega con la cabeza, sonriendo abiertamente antes de volver a besarme.
Abro un ojo, ubicando el bote de crema detrás de él y de la manera más sútil posible, me estiro hacia delante hasta rozar el metal con la punta de mis dedos. El movimiento no pasa desapercibido para Ryu. Sin embargo, este lo interpreta de la única manera que su cabecita mal pensada le permite, deslizando un brazo alrededor de mi cintura, acabando pegados pecho contra pecho.
Sin saber, claramente, que eso solo logra facilitarme aún más la tarea.
De repente, corto el beso a la vez que cojo la lata en un pestañeo y pulso el expulsor apuntando hacia su rostro, llenándolo de crema desde la barbilla hasta las cejas en medio de una carcajada escandalosa. Él suelta un gruñido molesto, sin despegarnos un solo milímetro. Se retira de malas formas parte el espumarajo de la cara con el brazo escayolado.
Ante el brillo del reto brillando en sus ojos, temo momentáneamente por mi vida.
Aunque al instante siguiente vuelvo a reírme a carcajada abierta ante su cara de confusión.
O, al menos, eso era lo que hacía hasta que él me la devuelve.
En un parpadeo el bote desaparece de mi mano y siento un líquido espeso cayendo sobre mi cabeza, descendiendo por mi frente, mejillas y barbilla hasta desembocar en el canalé de mis pechos. Abro mucho los ojos, sorprendida y ahogo un insulto ante la conmoción.
—Ahora vamos a juego —añade a la vez que lanza la lata al lavabo.
Suelto un gruñido furioso, retirándome de malas formas toda la espuma que puedo. Me lamento en voz alta al pensar que tendré que volver a lavarme el pelo cuando lo hice esta mañana por tener un novio lo suficientemente idiota para devolverme la broma.
—Te voy a matar —siseo, buscando algún bote con algo con lo que poder contraatacar.
—Tendrás que alcanzarme antes, ¿no, preciosa? —argumenta, levantándose de golpe del váter.
—Ni se te ocurra salir por esa puerta, Kimura —le advierto.
Él vacila la mirada entre la puerta y yo un par de veces antes de abrirla y salir escopeteado por ella. Agarro el bote de crema antes de salir disparada detrás de él, vociferando que pienso devolvérsela.
—¡No me seas infantil! —se defiende, bajando las escaleras de dos en dos.
—¡Tú eres el que está corriendo por la casa!
—¡Y tú la que me está persiguiendo con la crema de afeitar!
Suelto un nuevo gruñido, incapaz de seguirle el ritmo sin matarme en el proceso.
—¡He decidido que estarías más guapo calvo!
Lo único que recibo en contestación es una nueva carcajada.
Al llegar al final de la escalera, lo persigo por todo el salón.
Ryu aprovecha cada estúpido mueble para imponer distancia entre nosotros y que me resulte más difícil alcanzarlo hasta que terminamos cada uno en una punta distinta de la isla. Enarco una ceja, desafiante cuando al dar un paso hacia la derecha, él avanza uno hacia la izquierda.
—¿Evitándome, Kimura?
Se relame el labio inferior y sonríe de lado, señalando la lata que tengo la mano.
—Solo siendo precavido.
—Cobarde, querrás decir —lo irrito, dando un nuevo paso hacia delante.
Niega con la cabeza, frotándose una mano por toda la cara. Se quita parte de la espuma de las mejillas antes de restregársela contra el pecho.
—Era en el pelo —añado, al ver que se ha manchado parte del abdomen también.
—¿Tienes algún fetiche raro con los calvos o algo? —pregunta, consciente de que me voy a molestar.
—¿Tinis ilgin fitichi riri cin lis cilvis i ilgi? —lo imito, entrecerrando los ojos—. El único con fetiches raros eres tú.
—¿Consideras raro tu culo?
Parpadeo de un par de veces, sorprendida.
No obstante, antes de que sea capaz de responder, escuchamos la puerta de la entrada abriéndose y los pasos de Nara y Kairi invadiendo el pasillo junto a las voces de Kenji, Helen y alguien más que no logro ubicar.
Al llegar frente a nosotros, Kairi levanta la mirada de golpe del teléfono ante el chillido agudo de Nara al vernos. Bailan los ojos entre los dos varias veces, a medio camino entre el horror y la sorpresa, reacción muy similar a la de Helen y Kenji cuando también entran al salón acompañados de una señora mayor.
Ella no deja ver su reacción en absoluto, manteniendo el rostro sereno al observarnos.
Me analiza más detalladamente, recorriéndome de pies a cabeza con sus ojos azules, idénticos a los de Nara, con la diferencia de que no son tan expresivos como me gustaría. El resto de la cara, por otro lado, resulta una copia idéntica de Kenji y Ryu, los ojos rasgados, la nariz delgada, los labios finos y los pómulos ligeramente marcados. Aunque lo correcto sería decir que ellos dos son una copia de ella.
Una parte de mí desea que esté equivocada y que no sea quien pienso que es.
Pero siempre se me olvida que los deseos casi nunca se cumplen.
Y esta no iba a ser la excepción.
—¿Nana? —pregunta Ryu a mis espaldas.
Aparto la mirada de ella, centrándome en mi novio y en sus pintas.
La crema de afeitar se desliza por todo su mentón, goteando parte del pecho y el abdomen, además de tener el pelo revuelto. Encima dudo que yo no pueda estar muy diferente de él. Cada día tengo más claro que si las reencarnaciones existieran, yo lo haría en un avestruz, porque así al menos cuando pasara vergüenza, podría enterrar la cabeza en algún lado. Ahora, sin embargo, colorada hasta la raíz tengo que dar la cara.
Antes de que ninguno de los adultos pueda hacer un comentario al respecto, Kairi se separa de su abuela y vacila los ojos entre Ryu y yo varias veces de nuevo.
—¿Por qué nadie ha dicho que había una fiesta de la espuma? —pregunta, genuinamente indignado.
Escucho la risa de Ryu muy cerca de mí y por el rabillo del ojo me doy cuenta que ha terminado de rodear la isla, estando a escasos centímetros de mí. De una manera muy poco disimulada y civilizada, me da un pellizco en el costado.
Ni siquiera me lo pienso una segunda vez cuando se la devuelvo con un codazo, cortándole la risa.
—¿Nos hemos perdido algo? —interviene Kenji, no sabría decir si molesto o divertido ante la situación.
Ryu se limita a negar con la cabeza, intentando reprimir de una manera nefasta la sonrisa.
Entonces se aleja de mi lado, pasándose una mano debajo del mentón, quitándose parte de la crema que tenía en el proceso y se la lanza a Kairi que sale corriendo detrás de su madre, soltando una risa infantil que pocas veces le he escuchado.
Y eso que llevaba casi cinco meses aquí.
—Yo creo que debería... —balbuceo, señalando la puerta de mi pasillo. Helen asiente con la cabeza, ofreciéndome una pequeña sonrisa—. Intentaré no tardar mucho para ayudarte con la mesa.
—Tarda el tiempo que necesites —me aconseja, restándole importancia con un gesto de la mano—. De la mesa se puede encargar Ryu.
Tan solo con decir su nombre, logra captar su atención al instante, que deja de perseguir a su hermano pequeño y nos observa con cierto fastidio.
—¿Por qué la tengo que hacer yo? —se queja, frunciendo el ceño.
—No pretenderás que lo haga tu hermana, ¿verdad, jovencito? —cuestiona la Nana con voz pausada y calmada, estirando la cabeza hacia arriba, alentándolo a desafiarla.
El fastidio en mi novio está claro por la forma en que dibuja una línea recta con sus labios, pero está claro que tiene un poco más de aprecio a su vida de lo que pensaba, porque niega con la cabeza a la pregunta de su abuela y se acerca al fregadero para lavarse las manos y comenzar a preparar la mesa.
Me lo tomo como mi señal para desaparecer de allí y encerrarme en mi habitación —aunque no sea todo el tiempo que me gustaría—, para armarme de valor y volver a salir ahí, sabiendo que tanto Helen como Kenji, al igual que su abuela, me han visto como me estoy viendo yo ahora mismo frente al espejo.
Una pequeña montaña de crema de afeitar descansa sobre mi cabeza, pareciendo que me acaba de cagar una gaviota. La camiseta gris está encharcada y manchada por todos lados, además de tener algún que otro rastro de barba. Sin contar con el sonrojo en mis mejillas, que destaca aún más al ser contrastado por la espuma que tengo pegada al cuello.
Un completo desastre, en resumen.
Menos mal que mi madre no estaba cerca para presenciarlo, porque me habría amenazado con desheredarme.
Raro en mí, tardo menos de diez minutos en ducharme y cambiarme.
Aprovecho que todavía escucho a Ryu moviendo platos y arrastrando sillas para trenzarme parte del pelo y dejarme el resto suelto. Me retiro los pequeños mechones que siempre se escapan hacia atrás y decido maquillarme un poco las pestañas para disimular la cara de sueño que tengo. Me reviso de pies a cabeza una vez más.
He optado, al contrario de lo que suelo llevar siempre por casa, por unos vaqueros claros y un jersey ancho de pico que, aun siendo cómodo, se ve mejor que unos leggins envejecidos y una sudadera cuatro tallas más grandes.
Cierro los ojos cuando me encuentro frente a la puerta y cuento hasta tres antes de abrirla.
Nara, al igual que siempre, se levanta de golpe del sofá y corre en mi dirección, como si llevara años sin verme y no ha pasado más de media hora.
—¿Qué tal en el parque? —pregunto en voz baja, a modo de cómplice.
La niña sonríe satisfecha y me alienta a agacharme.
—Le he dado de comer a unos patos en el lago —confiesa, soltando una risita nerviosa.
—¿No podías darles de comer?
Mi pregunta parece pillarla con la guardia baja, porque se queda pensativa un instante.
—No lo sé. Papá dijo que sí —reflexiona, frunciendo el ceño de la misma forma que lo hace su hermano mayor.
—¿Entonces? —cuestiono, consciente de que hay un motivo detrás de tanto secretismo.
—Kairi no sabía que había patos.
Niego con la cabeza, sin remediar la sonrisa.
—¿Y mamá lo sabía?
Nara amplía la sonrisa y se acerca más a mí.
—Ella tampoco —me susurra al oído.
Cuando se aleja, posa el índice sobre sus labios para que le guarde el secreto e imito el gesto en respuesta.
—Con tanto secretismo se va a enfriar la comida —nos advierte Helen, divertida, asomándose de la cocina con una bandeja humeante en las manos.
Dejo que Nara me arrastre hasta el comedor, donde ya se encuentra la señora Kimura sentada, presidiendo la mesa, con Kairi a su izquierda y Ryu a su derecha. Helen se sienta en la otra punta, dejándome a mí frente a Kenji, con Nara a mi lado.
En silencio, la bandeja de carne pasa de mano en mano hasta llegar a mí, que no la toco y me encargo de servir a Kairi a mi lado. Soy consciente de la mirada de la abuela sobre mí al no haberme puesto nada. Menos mal que Helen se adelanta por mí.
—Esther tampoco carne, al igual que tú —le informa.
Frunzo el ceño al escucharla y cuando levanto la mirada de la bandeja, hay cierto brillo en su mirada azulada que, por primera vez desde que he estado en presencia de ella, me transmite cierta calma.
Por lo que, sabiendo que no come carne, directamente le ofrezco la bandeja a Ryu, encargándose personalmente de compensar la falta de comensales cárnicos.
—彼女はあなたが話していた交換の女の子ですよね? —le pregunta su abuela a Ryu, a lo que él asiente en respuesta, sonriendo.
Aunque lo que realmente me pone nerviosa es cuando me lanza una mirada de reojo que cree ha sido disimulada. A lo mejor en otra ocasión no me hubiera dado cuenta de ella, pero ahora mismo estoy demasiado pendiente de ellos dos para no percatarme.
—と私のガールフレンド、祖母 —responde él, con un deje divertido que incluso en otro idioma soy capaz de detectar.
Lo último que espero es que a Kenji se le atragante el pollo.
Empieza a toser repetidas veces y le da un largo trago al vaso de agua antes de clavar la vista en el plato, no sin lanzarle una mirada a Ryu que no soy capaz de interpretar. Desvío los ojos a Helen en busca de ayuda, pero parece estar igual de pérdida que yo en todo esto.
La abuela vuelve a vacilar la mirada entre su nieto y yo, analizándonos a ambos con esa imponencia silenciosa que es capaz de acallar una multitud con solo una ojeada.
—彼は親切ですが、野生の魂を持っています。—Se queda un momento callada, con toda la atención de Ryu sobre ella, que se inclina sin darse cuenta hacia delante. Entonces la señora apoya una mano sobre la suya, dándole un pequeño apretón—. あなたのような。
Me fijo en como mi novio le devuelve el apretón, sin despegar los ojos de ella.
—彼女も美しいです。内外に。
—はい、彼女は美しいです —murmura, volviéndome a mirar de reojo.
La abuela coloca una mano sobre su mejilla, estrujándola de la misma forma que suela hacer la mía cada vez que aparecemos por su casa hasta el punto en que, si no están rojas, no las deja. Le lanzo una mirada a modo de pregunta y él niega con la cabeza de manera imperceptible. Es lo único que necesito para saber que no es nada de lo que deba preocuparme.
—Y Esther... —me llama la Nana, pillándome con la guardia baja—, Ryu me dijo que querías estudiar biología marina. ¿Ya sabes dónde?
Esta vez quien le echa una mirada de reojo al otro soy yo, notando como reacciona de la misma manera que he hecho yo, tensándome en mi sitio.
A estas alturas, se ha convertido en la pregunta trampa que odio que me hagan, pero que soporto incluso menos cuando está Ryu o Saoirse cerca, porque es un recordatorio constante de que me voy.
Al darme cuenta del silencio expectante que se ha formado alrededor de mi contestación, carraspeo.
—Un sitio con costa. Eso seguro —bromeo.
El resto de la cena la transcurrimos con la misma normalidad de siempre.
Kenji y Helen nos preguntan tanto a Ryu como a mí cómo nos están yendo las clases, sobre todo a Ryu que ahora está con los proyectos finales previos a los exámenes. Kairi se mantiene en su línea tímida y silenciosa, con la diferencia de que no tiene ni el móvil ni en la cosa en la mano mientras que Nara se encarga de intervenir en cada conversación, divagando de la manera más infantil y tierna que alguien puede esperar de una niña de cinco años.
La Nana cada cierto tiempo hace hincapié en mi persona, pero dejando la pregunta de adónde me iré a estudiar, me tranquiliza poder hablar con ella. Tiene un tono de voz dulce y melodioso que resulta un calmante para mis alterados nervios.
Al terminar, a diferencia de la mayoría de noches donde acabo recogiendo la mesa junto a Kenji, Ryu también ofrece su gran ayuda. Aunque no parezca muy contento por ello.
—Ha sido un placer ver que Ryu no se ha quedado corto hablando de ti —alega, ofreciéndome una pequeña sonrisa.
No puedo evitar sonrojarme y hago un gesto con la cabeza a modo de agradecimiento.
—El placer ha sido mío, señora Kimura.
—Mië —me corrige—. Llámame Mië, querida.
Intento no saltar de alegría en mi sitio al ver que quiere que la tuitee, pero no parezco disimular demasiado bien mi emoción ante ese dato tan insignificante cuando escucho la risa corta que se le escapa a cierta persona a mi lado.
—Ha sido un placer, Mië —corrijo, sonriendo.
—Espero que la próxima comida te animes a venir a mi casa. Preparé Kenchinjiru para ti —añade, antes de centrar su atención sobre Kairi y Nara.
Al girarme, me encuentro a Ryu mirándome de vuelta, con una ceja enarcada.
—¿Le has hablado de mí? —pregunto en un susurro, sin ocultar la sorpresa de ello—. ¿Cuándo?
—Desde el mismísimo día en que te conocí.
Niego con la cabeza, sin terminar de creérmelo.
—Lo dudo.
—Fue ella quien me alentó a cambiar mi actitud contigo —confiesa, observando de reojo a sus hermanos—. Eso y tu bonita facilidad para irritarte.
—Que digas «bonita» no convierte la puyita en cumplido —le recrimino, sin mirarlo.
A pesar de ello, sé que está sonriendo.
Y como si se tratara de un acto reflejo que no puedo detener, sonrío de vuelta.
N/A: Llegar tarde is my passion y en lugar de actualizar a las 21:00 cuando he terminado de corregir, me voy a echar una siesta en el bus :) Pidolosiento.
He vuelto de la siesta, aunque vosotras no lo sepáis jeje
Vamos a ir por parte, porque han pasado muchas cosas, ¿no? 🤙
Esa parte en japonés... más adelante puede que la podamos leer sin necesidad de traductor, pero mientras tanto podéis intentar descifrar lo que es por internet. SIN SPOILEAR AL RESTO. A lo mejor alguna quiere quedarse con la intriga 🌚
¿Rysther en la etapa lover? RYSTHER EN LA ETAPA LOVER ✨🥹❤️🩹😭🤧🧡🫣
➡️¿Qué pensáis de la Nana?
➡️¿Miedo por futuros capítulos?
➡️¿Teorías del final (que se va acercando)?
Hablar también de una cosa que ni en mil años pensé que estaría celebrando, pero aquí estamos *carraspea* VAMOS. A. LLEGAR. AL. MILLÓN
vamosallegarlamillon AAAAAAAAA 😱✨🤧
Vale, con esto ya establecido, iba a subir un extra, pero al final me he decantado por una cosita *risa malvada* 😈 , que iba a anunciar tras el final de UIA... pero voy a adelantarlo.
Y yata... con esto y un bizcocho, nos vemos el próximo viernes a las ocho (seguramente no), inmaduras 🧡
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