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Capítulo Treinta y Cinco




(Canción: History de One Direction)

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Al final la visita a la granja se nos alargó más de la cuenta y hemos llegado a la casa apenas hace unos minutos.

Las fotos no le hacen ningún tipo de justicia tengo que añadir.

Saoirse y yo nos enamoramos de ella solo con la portada, en la que podías ver una casa de una planta, con tejas rojas, fachada naranja y una puerta blanca, siendo de todo menos ordinaria y sutil.

Por dentro no distaba de ser muy diferente tampoco.

Lo que sí nos sorprendió fue el contraste de la modernidad del interior en comparación al exterior.

La cocina es abierta y tiene una gran isla en el centro, donde hay seis taburetes distribuidos a su alrededor. En el salón se encuentra un largo chelón y varios pufs repartidos cerca, todo sobre una amplía alfombra de estampado geométrico muy colorido, contrastando con los colores neutros del resto de la decoración.

Hay en total cuatro habitaciones, dos con camas individuales y dos con camas de matrimonio. Por lo que las elecciones estaban más que claras.

Al menos si fuéramos un grupo de amigos normales, el cual no es el caso.

—Vais a terminar haciendo que me eche novia solo para tener vuestros privilegios —refunfuña Kieran a mi lado, arrastrando la maleta por la gravilla que hay a la entrada.

—Pero... si es lo mismo —reflexiono, frunciendo el ceño.

—No lo es.

—¿Prefieres dormir en una cama individual solo o en una de matrimonio compartiéndola?

Frena de golpe, mirándome como si hubiera perdido el norte.

—Ambas opciones son horribles.

—Son las únicas que hay —contraataco.

Kieran pone los ojos en blanco a la vez que niega con la cabeza.

—No estás pensando bien tu estrategia —me recrimina.

Está bastante claro quien es el que ha perdido el norte de los dos.

—¿Mi estrategia? —repito, divertida.

—Claro. Tienes que escoger la cama de matrimonio y luego echar a la otra persona a patadas —murmura su plan maestro—. Así tendrás toda la cama para ti.

—No lo estás diciendo en serio.

Al ver que asiente con la cabeza, suelto una carcajada.

—Espero por el bien de la persona que decida salir contigo, que sepa dar patadas fuertes.

—Nada será comparable a la defensa del gemelo pequeño —alega, orgulloso.

Al abrir la puerta, no obstante, pierdo toda su atención. Deja que la maleta caiga con un sonido hueco al suelo antes de salir disparado hacia cada una de las habitaciones, supongo que en busca de la mejor cama individual entre las cuatro infernales que ha tenido la desgracia de dormir en ellas.

En su momento le ofrecí el sofá, que tenía entendido que podía convertirse en cama doble y tenía apariencia de ser la mar de cómodo.

Primera y última vez.

Dejo el pequeño cactus de peluche como soporte para que no se cierra y camino con lentitud, observando con precisión cada rincón. En el comedor hay un gran ventanal en el techo, dejando que la luz natural ilumine toda la estancia. Me dirijo en dirección contraria a Kieran y al entrever una cama de matrimonio, me adentro en la que será la habitación que nos quedaremos Ryu y yo durante el fin de semana.

Mentiría si dijera que, de todo lo que hay en este lugar, nada me ha llamado tanto la atención como el hecho de que haya una pequeña sauna al fondo, cerca de la piscina cubierta. Ni siquiera el solárium o la terraza con barbacoa. Tampoco el cobertizo que, según la dueña, podíamos entrar a mirar mientras no tocáramos nada.

Me dejo caer hacia atrás en el colchón, decidida a no moverme de allí hasta la hora de la cena. Cierro los ojos y me acomodo, estirando todo lo que puedo los brazos y las piernas hasta ocupar la cama completa por mí misma.

—Supongo que duermo en la alfombra —comenta Ryu al entrar en la habitación.

Suelto una pequeña risa mientras lo escucho arrastrar la maleta. Entonces siento el colchón hundiéndose bajo su peso antes de que me rodee con un brazo hasta acabar encima de él. Todavía con los ojos cerrados, escondo el rostro en el hueco que hace su cuello con el hombro, embriagándome de su colonia.

—Hola —murmuro contra su piel.

—Hola a ti también.

Noto que me retira el pelo del hombro antes de besarme besármelo.

—¿Cuál es el plan? —pregunta, moviendo una mano por toda mi espalda, una y otra y otra vez en una caricia lenta.

—Este —sentencio, reacomodándome encima de él.

A diferencia de lo que espero, en lugar de concordar conmigo, suelta una carcajada apenas audible. Si no fuera porque estoy literalmente tumbada sobre él, ni siquiera habría sabido que la había soltado. Frunzo el ceño, saliendo del escondite de su cuello.

—¿Qué?

Él hace un gesto con la cabeza, señalando algo detrás de mí.

—Dudo que tu mejor amigo nos permita muchos ratos a solas —susurra, divertido.

Sigo con la mirada la dirección que ha señalado, encontrándome a Kieran apoyado sobre el marco de la puerta, bebiendo de la botella de café de leche de cabra que se compró en la granja que visitamos antes, observándonos con cara de amargado.

—¿Habéis terminado? —cuestiona al ver que tiene nuestra atención sobre él.

—No —respondo, reprimiendo lo mejor que puedo la sonrisa—. ¿Puedes volver después?

Mi pregunta, sin embargo, termina de desatar lo que sea que estaba maquinando esa cabecita suya.

Observo en silencio como deja la botella en el suelo y acorta la distancia entre los tres antes de rodearme por la cintura y echarme encima de su hombro. Mi novio, claramente, no opone ningún tipo de resistencia y comienza a reírse ante el panorama.

—¡Kieran, bájame! —me quejo, pataleando—. ¡Ryu haz algo!

Se señala a sí mismo en respuesta, como si no estuviera seguro de que me refiero a él.

—¡Kimura haz algo! —grito, enfadada al escuchar que Kieran también rompe a reír.

—No pienso meterme en una relación, Esther.

—¿Qué? —suelto, abriendo mucho los ojos—. ¡Serás idiota!

Kieran gira hacia la derecha y la imagen de Ryu tumbado sobre nuestra cama desaparece de mi visón.

—¡Es engreído! —me corrige, sin disimular una pizca lo entretenido que se encuentra frente a la situación.

—¡Se llama vete a la mierda!

Mi mejor amigo suelta una nueva risa que no tarda en cortar cuando le meto un rodillazo en el estómago.

—¿Problemas en el paraíso, cielo? —cuestiona, alzando una ceja.

—¡Tú cállate!

Al llegar al salón, me fijo en las maletas amontonadas sobre el sofá, algunas ya medio abiertas y otras hechas un completo desastre, llevando menos de veinte minutos en este lugar.

El sol, como había predicho Bri, se está poniendo en estos momentos y la luz naranja del atardecer baña cada rincón de la estancia. Kieran, no obstante, me impide admirar mucho más la imagen porque sigue avanzando hasta llegar al inicio de las escaleras.

—Ni se te ocurra —siseo al darme cuenta de sus intenciones.

—Si no te mueves, no nos caeremos.

—Kieran —lo llamo a modo de advertencia.

Él gira la cabeza, de modo que podamos mirarnos cara a cara y me ofrece una pequeña sonrisa que promete de todo menos seguridad.

—¿Confías en mí? —pregunta, ampliándola hasta conseguir esa sonrisa angelical que ofrece a su interés de la noche cuando salimos de fiesta.

—Ni un poquito.

Se encoge de hombros en respuesta y aparta la mirada.

—Una pena —alega antes de bajar el primer escalón.

Me aferro a él como si mi vida dependiera de ello y voy contando uno a uno cada escalón que baja. Por primera vez, siendo demasiado consciente de mi peso y de los pasos de una persona ajena a mi persona. En total bajamos treinta y seis escalones hasta que la oscuridad nos engulle. Aunque la luz no tarda en abrirse paso cuando le da a un interruptor a su derecha.

—¿Vas a bajarme ya? —pregunto, mirando por encima del hombro.

Lo único que recibo en respuesta es que niegue con la cabeza. Al resoplar, el muy idiota sonríe complacido.

No sé por qué no sospeché antes a dónde nos estamos dirigiendo.

Sin embargo, cuando me doy cuenta, es muy tarde.

Tanto que solo tengo un efímero segundo para ver a Kai tumbado en una de las tumbonas repartidas a lo largo de la piscina con Brittanny tumbada a su lado, los dos en una conversación lo suficientemente interesante para mantener al gemelo lejos de su teléfono móvil. Mientras, dentro de la piscina, están Saoirse y Javi haciéndose ahogadillas con Pheebs observándolos en silencio desde el bordillo.

Entonces, el aire deja de entrar en mis pulmones.

Pataleo dentro del agua hasta salir a la superficie. Me retiro el pelo de delante de malas formas, encontrándome a Kieran frente a mí, sin dejar de reír. O, al menos, eso es lo que estaba haciendo hasta que en dos brazadas rápidas, apoyo todo mi peso sobre sus hombros y lo hundo. Sonrío satisfecha ante mi trabajo y estoy a punto de alejarme de él, complacida con mi pequeña venganza cuando tiran de mí hacia abajo.

Al sumergirme de nuevo, debo ahogar el grito de sorpresa y me giro en redondo, preparada para golpear a mi mejor amigo cuando cruzo miradas con el idiota engreído que dejó que me secuestraran hace un par de minutos.

A diferencia de mí o Kieran, solo va vestido con un bañador naranja.

Le doy un golpe en el pecho antes de impulsarme hacia arriba de nuevo.

Sin embargo, no tengo mucho margen de reacción cuando me acerca a él al rodearme con los brazos. Tampoco pongo demasiada resistencia. Le rodeo los hombros con los brazos a la vez que abrazo su cintura con las piernas.

Todavía sin decir nada, me retira un mechón lejos de la cara con una delicadeza que yo ni de lejos he tenido conmigo misma hace unos minutos.

—Hola —dice, sonriendo.

Lo miro de la peor forma posible.

—Sabes que te odio mucho ahora mismo, ¿no?

—¿Sabes que no te creo? —pregunta en respuesta.

—¿Sabes que me da igual?

—¿Sabes que seguiré sin creerte?

Entrecierro los ojos, molesta y le ofrezco una sonrisa irónica de boca cerrada.

Antes de que ninguno de los dos pueda decir nada más, silban a nuestras espaldas. Ambos miramos en dicha dirección y Javi nos hace un gesto con la mano, alentándonos a que nos acerquemos hasta donde están ellos, en la otra punta de la piscina.

—¿Te llevo? —pregunta, centrando su atención en mí de nuevo.

—Es lo mínimo.

—¿Lo mínimo? —cuestiona, a punto de soltar una carcajada.

Le vuelvo a golpear el pecho y lo señalo con el dedo muy cerca de su cara.

—Ni se te ocurra reírte, Kimura.

Se relame la boca, mordiéndose el labio inferior, ocultando la sonrisa que parece querer dibujar.

—¿Te he dicho ya que me encanta cuando te pones así de mandona?

Pongo los ojos en blanco y hago el amago de separarme de él, pero no llego demasiado lejos.

—No tienes remedio —murmuro, entrecerrando los ojos.

—Te encanto así —alega con suficiencia.

Me quedo en silencio, mirándolo, sin ninguna ocurrencia con la que contraatacar.

—¿Piensas nadar o no?

Mi falta de respuesta es suficiente para que sonría y obedezca. Aunque eso no evita que, durante el recorrido, me tire puyas que ni siquiera respondo. Cada vez que mira por encima del hombro, le giro la cabeza hacia delante y él gruñe, frustrado.

Al llegar a la zona que menos cubre, me separo de él y nado hasta llegar al bordillo para sentarme junto a Pheebs, consciente de cierta mirada sobre cada uno de mis movimientos. Por lo que, al clavar los ojos en Ryu no me sorprende que él ya me esté observando de vuelta. Trago saliva, notando ese calor escalando por mi cuerpo.

A diferencia de mí, da dos brazadas largas hasta acabar arrinconándome las rodillas con su cuerpo. Me da un pequeño beso en el muslo antes de apoyar la cabeza sobre mi regazo, rodeándome con los brazos. Aunque intento no hacerlo, es inevitable la sonrisa cuando lo miro en silencio.

Oímos sonidos de arcadas por parte de Javi y Kieran, que, al clavar la vista en ellos, se carcajean abiertamente, a sabiendas de mi irritación.

—Vamos a jugar a algo mientras esperamos a las pizzas.

Estoy a punto de preguntar cuáles han pedido cuando Bri me interrumpe.

—Espero que valores mi esfuerzo —comenta, alzando una ceja, sin dejar de sonreír—. He ido en contra de mis valores y he pedido una con piña.

Suelto una risa corta a la vez que le enseño el dedo corazón.

—Desagradecida —me acusa, lanzándome agua.

—Dramática.

Al tener a Ryu abrazado a mí soy incapaz de salpicarle de vuelta.

O, al menos, eso creo cuando mi novio se despega un par de centímetros y lo hace por mí.

Entonces, toda la furia de su mejor amiga recae sobre él.

—A diferencia de vosotros dos, yo soy alguien maduro que no va salpicando a la gente porqué sí.

Mi novio le saca la lengua y la imita por lo bajo, de la misma manera que suelo hacerlo yo con él cada vez que me saca de quicio. Debo de quedarme más tiempo de lo normal observando ese tonto detalle, porque levanta la cabeza y me mira de vuelta, confundido.

—¿Qué? Todo lo malo se pega.

Finjo escandalizarme por su comentario y le doy un pequeño toque en la frente.

—Serás...

Sin embargo, antes de que pueda terminar la oración un par de palmadas me distrae. Tanto Javi como Kieran nos miran con aire aburrido, en espera a que terminemos nuestra pequeña disputa para poder continuar con la explicación del juego de preguntas.

—Sois insoportables —dice mi mejor amigo.

Estoy a punto rebatírselo, al igual que Ryu, pero entonces su mejor amigo es quien interviene.

—Los dos a partes iguales. No hay discusión.

A la vez, Ryu y yo cerramos la boca, frustrados.

Complacidos por nuestro silencio, comienzan a explicar a la par en qué consiste ese misterioso juego que simplemente por el nombre podríamos hacernos una clara idea. Se les ve ilusionados, así que ninguno de los restantes intervenimos para hacérselo saber.

Al menos al inicio, son preguntas bastante inocentes, muy similares al tipo de interrogatorio que compartimos Ryu y yo hace varios meses atrás. No obstante, con el paso de los minutos, estas han ido escalonando a un público no apto. Más de una vez he sentido que me sonrojaba ante el descaro de mis amigos. También del mío propio cuando Ryu y yo hablamos de la vez en que casi nos pilla Javi, al igual que su madre o Nara.

Todos han llegado a dos conclusiones, y no sabría decir cuál de las dos es más certera. O bien tenemos un problema con los pestillos, o bien nos gusta escandalizar al resto de la población.

—Vale... —empieza Kiran, paseando la mirada por cada uno de los miembros del grupo, analizándonos—. Saoirse, ¿eres pelirroja natural?

Mi mejor amiga asiente con la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño.

—¿De pies a cabeza? —añade Javi igual de intrigado.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunta en respuesta.

Suelto un bufido para enmascarar la carcajada que amenaza con escaparse de mis labios al entrever las intenciones de los dos chicos frente a nosotros.

—Quieren saber de qué color es tu pistacho —intervengo al ver que nadie lo entiende.

—¿Pistacho?

Hago un ruidito de asentimiento y le señalo con la cabeza su parte íntima. Saoirse abre mucho los ojos al seguir la dirección de mi gesto y suelta la risotada que yo he estado conteniendo todo este tiempo.

En silencio, intercambia miradas con Pheebs de forma cómplice.

—¿Cuál es la pregunta exactamente? —cuestiona, enarcando una ceja.

Esta vez son Javi y Kieran quienes intercambian una mirada.

—No somos unos cerdos, ¿vale? —aclara Javi, alzando ambas manos al aire—. Es solo que tenemos curiosidad.

—Y cinco euros que ganar —añade mi mejor amigo, codeándolo.

—Si no los gano yo antes.

Bri niega con la cabeza, incrédula ante la conversación y Kai se limita a poner los ojos en blanco, manteniendo intacto su familiar pacto del silencio, incluso en una situación así.

Con cada uno de nosotros pendiente de su respuesta, Saoirse mira de nuevo a su novia antes de que esta asienta con la cabeza. El chillido de Kieran hace eco en toda la piscina mientras que Javi lo observa con fastidio, cruzándose de brazos.

—¡Te lo dije! —exclama, orgulloso.

Javi lo juzga en silencio con una mirada y centra su atención en mí.

—¿Quién fue la persona que peor impresión te causó?

Ni siquiera ha terminado la pregunta cuando bajo la mirada a cierta persona abrazada a mis piernas, encontrándomelo mirando de vuelta. Lejos de parecer molesto, sonríe con suficiencia y se encoge de hombros, estrechándome más cerca de él.

—Lo daba por hecho —alaba, divertido.

—¿Por qué no me sorprende?

—Tú tampoco hiciste una demasiado positiva —me irrita—. Apuntarme con una lámpara a las tres de la mañana no fue muy educado por tu parte.

—Colarte en mi habitación como si fueras un ladrón tampoco lo fue de la tuya.

—Pensaba que estaba vacía.

—Pues no lo estaba, ¿no? —cuestiono, ladeando la cabeza, sabiendo que tengo razón.

—Un error lo tiene cualquiera —murmura, malhumorado, tumbándose de nuevo sobre mí.

Suelto una pequeña carcajada, recibiendo en respuesta que me pellizque el costado.

—Si sirve de algo... —digo en un susurro bajo para que solo él sea capaz de escucharme—, me alegro de que cometieras ese error.

En silencio, Ryu gira la cabeza para poder mantenerme la mirada y sin necesidad de que diga nada, sé que él también lo hace.


***


Los acantilados de Moher.

Hasta que no vine a Irlanda ni siquiera era consciente de su existencia. No obstante, para Ryu, ha sido su sueño desde que era bastante pequeño.

Por la noche le pregunté el por qué y no supo decir algo exacto, simplemente que le hacía ilusión. A lo mejor era por su impresionante altura, la posibilidad de poder ver el horizonte y la curvatura de la Tierra, escuchar el rugido del aire feroz o estar por encima de las nubes.

Para cualquier otra persona, que hoy hiciera nublado, al menos a esta hora de la mañana, habría sido la mayor decepción de todas.

No es nuestro caso.

En cuanto he visto como la niebla empezaba a rodear al coche cuanto más nos adentramos en el sendero que nos conduciría a los gigantes montañosos, por un instante, he tenido la sensación de que me encontraba en otra realidad. Que, en cualquier momento, podría aparecer un vampiro, un hombre lobo o una bruja de entre los árboles.

A diferencia de ayer, hoy viajamos Ryu y yo con Kieran y Javi mientras que las otras dos parejas están en el coche de Saoirse. Sí, puede que no sean pareja, pero internamente para mí lo son. Ryu ha intentado disuadirme de ello porque se me podría escapar.

He hecho oídos sordos, claramente.

Lo único que echo de menos es a Harry Styles. Llevaba casi media hora escuchando únicamente música tecno.

Aunque esa no es la peor parte, no.

La peor es Kieran y su obsesión con que es cultura general o, cito textualmente, es una vergüenza que no sepamos esta obra de arte.

Sin embargo, la pesadilla se la está llevando toda Javi cada vez que la canción va a «romper», como está ocurriendo ahora mismo.

Kieran deja de tamborilear sobre el volante de golpe y gira la ruedecilla hasta que lo único coherente que puedo sacar es la batería. Entonces, le da un codazo a Javi, alentándolo a moverse y comienza a murmurar una letra inventada.

—¡Ahora viene la mejor parte! —exclama, extasiado.

Miro a Ryu de reojo, divertida ante la imagen que me encuentro. Está recostado en el asiento con una mano estirada para tenerla entrelazada con la mía mientras observa a Kieran con ganas de arrancarle la cabeza. Aunque Javi tampoco lo mira de forma muy distinta.

En menos de diez minutos ha logrado agotar la paciencia de ambos.

—¡Está a punto de romper! —grita, golpeando con renovadas fuerzas el volante.

Menos mal que no le da por mover la cabeza o alguna tontería de esas, porque estoy segura de que acabaríamos estampados contra algún árbol.

Me estiro hacia la caja de comandos hasta alcanzar el móvil de Kieran. Al tener la aplicación abierta ni siquiera tengo que pedirle la contraseña. Tecleo el nombre de la canción y le doy al play.

Al instante, Kieran deja de tamborilear y frunce el ceño, buscándome con la mirada a través del espejo retrovisor. Le ofrezco la sonrisa más angelical que soy capaz de dibujar y dejo el móvil lejos de su alcance para que no pueda cambiar la canción.

Las primeras palmadas inundan el coche junto al solo de guitarra cuando el primer integrante de la banda aparece en escena.

—¡Otra directioner de mierda no, por favor! —se lamenta mi mejor amigo.

—¿Cómo que otra directioner de mierda? —cuestiono, indignada, cruzándome de brazos—. Un respeto a la mejor banda de chicos de la historia.

Javi suelta un bufido incrédulo, negando con la cabeza.

—Los pobres Backstreet Boys se están revolviendo en sus sofás.

—Pensaba que ibas a decir tumbas y me había asustado —dice mi novio, apoyando una mano sobre su pecho como si le faltara el aire.

—No me dejáis escuchar la canción.

—Mejor —rebate Javi.

—Al menos a mí no me decía eso —me irrita Kieran, sonriendo con suficiencia.

Miro a Ryu en busca de ayuda, pero este se limita a encogerse de hombros y poner los ojos en blanco.

—Pues si no os calláis, la voy a volver a poner —los amenazo, cogiendo el móvil antes que Javi.

Javi parece estar a punto de lanzarse fuera del coche, a pesar de estar en marcha. Ryu, aunque tenga la vista clavada en el exterior y el rostro serio, tiene una ceja enarcada, así que sé que una parte muy pequeñita de él está sonriendo orgulloso ante mi advertencia mientras que Kieran frunce el ceño, frustrado.

Orgullosa de mí misma, rebobino la canción hasta que las primeras palmadas vuelven a sonar.

—Venga chicos, no dejéis que vuestra masculinidad frágil os impida disfrutar de una buena canción —digo, consciente de que se van a irritar.

O, por lo menos, uno de ellos lo va a hacer.

Miscilinidi frigil —me imita Ryu por lo bajo.

Me arrastro por los asientos traseros todo lo que me permite el cinturón de seguridad y le doy un par de toquecitos en el hombro para que me mire. Muy a regañadientes, lo hace, entrecerrando los ojos, indignado por mi comentario. Sonrío con la boca cerrada, aunque por dentro me esté muriendo de la risa.

—No iba por ti precisamente, ¿sabes? —murmuro para que solo me escuche él—. Así que ya puedes quitar esa cara.

Se gira por completo para encararme y frunce el ceño.

—No tengo ninguna cara.

—Parece que acabas de chupar un limón —digo, alzando ambas cejas.

Claramente, me mira fatal.

Así que uso mi arma secreta.

Planto ambas manos sobre su cara y le doy un beso rápido, para sentarme de nuevo en mi sitio y aguantar lo mejor posible los quince minutos restantes con la música tecno de Kieran.

No obstante, todo mi plan se ve burlado cuando cierta persona pervertida decide hacer de las suyas y también me ahueca el rostro con las manos, impidiendo que pueda separarme tan pronto de él.

Al separarnos, sonríe de esa manera genuina que me gusta más de lo que alguna puede llegar a imaginarse y me aparta un mechón de la frente.

—A esto le llamo yo un beso —susurra, relamiéndose el labio inferior—. Tenlo en mente para la próxima vez.

Esta vez soy yo quien le pone mala cara.

Imitando mi estrategia, estampa su boca contra la mía. Al alejarse de mí, tengo la sonrisa boba surcándome el rostro sin yo ser capaz de remediarlo.

—Voy a poner esta cara de mierda más a menudo a partir de ahora —reflexiona sin despegar los ojos de mí.

Niego con la cabeza, divertida y le aparto las manos de mi cara.

—Voy a volverme a mi sitio antes de que empiecen las arcadas.

Él parece estar a punto de rebatírmelo, pero solo necesita una mirada de reojo a su mejor amigo para ver el aburrimiento personificado. El pobre ha elegido mal coche para sentarse de copiloto. Al menos Saoirse no lo golpearía con cada canción.

Por la mirada asesina que le lanza a Kieran cuando la batería adquiere intensidad, él también debe de pensarlo.

N/A: *procede a llorar en una esquina* 💔😭

Me hubiera gustado haber hecho la nota de autora de otra forma, como diciendo que ya había terminado "Un inesperado amor", pero por motivos universitarios y de mudanza no ha sido posible, aunque estoy muy cerca.

Otro motivo es el emocional, pero vamos a hacer como que no existe. 🫠

O sí.

Creo que lo último que esperaba que ocurriera cuando comencé esto fue encariñarme tanto de los personajes.

Y lo he hecho. Mucho. No me atrevería a decir más que con "Tres amores y medio", pero le roza muy de cerca.

Actualmente, estoy escribiendo el treinta y nueve y el cuarenta a la par.

Con el inicio de las clases, he decidido espaciar las actualizaciones un poco para que me dé tiempo a corregirlas y a daros a vosotras la atención que os merecéis.

Rysther en versión lovers es la mejor versión de lovers existente.

La humildad abandona mi cuerpo cuando se trata de ellos, para qué mentiros.

➡️ ¿Cuál es vuestra canción favorita de One Direction?

➡️ ¿Qué tal vuestro verano?

➡️ ¿Y el comienzo de las clases?

El mío está siendo un poco locura (para bien) y estoy exprimiendo al máximo la vida universitaria esta semana ahora que tengo "pocas" cosas que hacer. Ya veremos más adelante.

Nos vemos en un par de días, inmaduras. 🧡

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