Capítulo Siete
Capítulo dedicado azuul_goluc siempre será un placer hacerte caer por mis personajes 😏💙
(Canción: Achilles Heel de J. Maya)
<< 7 >>
Una vocecita aguda se cuela en la bruma de mi sueño.
Gruño en respuesta y me subo el edredón hasta cubrirme la cabeza.
Sin embargo, la vocecita aguda vuelve a sonar, más cerca que antes.
Estoy a punto de gruñir de nuevo cuando siento una mano muy pequeñita sobre mi hombro.
—Esther —susurra con voz infantil.
Parpadeo un par de veces, encontrándome con Nara muy cerca de mi cara. Tiene el pelo recogido en dos coletas pequeñas que ya están hechas un verdadero desastre, una estando más caída que la otra. Esta vez lleva una camiseta con varios superhéroes en ella y un pantalón gris de chándal. Sus ojos se abren mucho cuando se da cuenta de que ya estoy despierta.
—Mamá ha hecho tortitas —dice y sonríe mostrando su boquita desdentada.
—Sabemos que no podemos estar en esta parte de la casa porque es tuya —dice una voz menos infantil a mis espaldas.
Hago el amago de levantarme, pero al darme cuenta de que solo llevo unas bragas y una camiseta, me siento sobre la cama y subo las sábanas lo suficiente para que me cubran. Desvío mi atención de Nara, para centrarla en Kairi, que está apoyado en la puerta entreabierta, observándome tímidamente. Cuando mis ojos se posan en él soy capaz de entrever un ligero sonrojo.
—Pero si no te levantas ya, lo más probable es que Ryu se las acabe.
—Ahora voy. Gracias, Kairi.
Kairi asiente con la cabeza, pero se queda en la puerta, esperando a su hermana, supongo.
—¿De qué los quieres? —me pregunta Nara, captando mi atención de nuevo.
Me quedo un par de segundos en silencio, haciendo como que pienso en las mil posibilidades que hay cuando, en realidad, solo hay una para mí.
—¿Hay chocolate? —cuestiono en un susurro.
—Creo que sí —susurra ella de vuelta—. Voy a mirar.
Asiento en respuesta, viendo como arrastra a su hermano hacia el pasillo, dejándome de nuevo en la soledad de mi habitación.
O eso creía.
—Buenos días —saluda una voz grave y sé perfectamente que es él—. ¿Me has echado de menos esta noche?
Vuelvo a gruñir y le lanzo el pequeño cojín que hay en el suelo junto a mi cama.
Y así es como de los tres hermanos, solo uno de ellos sufre un lanzamiento de cojín en toda la cara. O esa era, al menos, mi intención, porque el muy idiota tiene unos estúpidos muy buenos reflejos y veo cómo consigue atraparlo al vuelo antes de que se estrelle contra él.
—¿He mencionado ya tu pésima puntería?
Hundo la cara en la almohada, siendo capaz de oír como se carcajea a mis espaldas.
Me levanto de la cama, enrollando el edredón alrededor de mi cadera y ando por la habitación hasta llegar a la maleta, bajo la atenta mirada de Ryu.
—¿Qué?
—¿Qué haces?
—¿Qué hago de qué?
Él, en respuesta, me señala de pies a cabeza.
Bajo mi mirada, encontrándome solo con el edredón en el mismo lugar de hace unos minutos.
—¿Por qué tienes el edredón así, Esther? —pregunta, en medio de la curiosidad y la diversión.
—Porque estoy en bragas.
Entonces, su sonrisa amenaza con surcarle el rostro por completo. Aunque, en su lugar, hace una mueca extraña por intentar disimularla.
—Ya te las vi, no sé si lo recuerdas.
—No son las mismas —mascullo entre dientes.
—No hace falta que me generes más ganas de verlas.
Pongo los ojos en blanco y agarrando con fuerza el edredón, cojo un pantalón de chándal. Hago el amago de ponérmelo, como si fuese la toalla de la playa y mi pantalón de chándal el bikini seco, pero no es ni por asomo tan fácil.
Así que desisto al uso del edredón no sin antes decir:
—Date la vuelta.
—No sabía que eras tan mandona —responde, ignorando mi petición—. Me gusta.
—Ryu, en serio —le pido en medio de un suspiro—. ¿Puedes darte la vuelta, por favor?
Y, sorprendentemente, obedece. Todavía con el cojín entre sus manos, se gira sobre sí mismo acabando de cara a la puerta. Dejo caer el edredón al suelo y me pongo el pantalón de chándal en un rápido movimiento. Doblo el edredón colocándolo sobre la cama y ando hasta acabar al lado de Ryu, que sigue con su mirada clavada en la madera blanca de la puerta.
—No sabía que había tan buenas vistas en mi habitación —comento, observando la madera, igual que él.
—Oh, sí que las hay.
Al apartar mis ojos de la puerta me encuentro con los suyos sobre mí. Me guiña un ojo antes de romper a reír y entonces entiendo a lo que se refería con su respuesta anterior. Bufo algo incomprensible y aplasto la almohada contra su pecho, irritada al ver que no deja de reírse, el muy idiota.
Abro la puerta de la habitación con fuerza, pero Ryu me detiene.
—Da gracias a que tengo buenos reflejos —dice, arqueando una ceja—. Porque abriendo puertas así vas a romperle la nariz a alguien.
—Odio que tengas tan buenos reflejos, entonces.
—¿No te gusta mi nariz? —pregunta, falsamente indignado.
—No te vendría mal una rinoplastia.
Y esta vez soy yo quien rompe a reír ante su cara de sorpresa por mi respuesta.
—La próxima vez que tenga un partido, le diré al contrincante que me plaque con fuerza —suelta, cuando él también deja de reírse—. Así me hacen la rinoplastia gratis.
—¿Placar?
—Eso es lo que hacemos en el rugby —responde con suma tranquilidad.
—¡¿Juegas al rugby?!
—Eh, sí.
Golpeo su hombro, al ver como se le escapa una sonrisa ladeada ante mi reacción. Los dos salimos de la habitación, sin ninguna nariz rota y recorremos el pasillo antes de entrar al salón donde están Nara y Kairi, frente a la televisión.
—Eso explica por qué tienes tan buenos reflejos —comento, dirigiéndome a la cocina, escuchando sus pasos muy cerca de los míos.
—Ser el capitán del equipo de rugby de la UCD ayuda. —Se encoge de hombros y me adelanta un par de pasos, girándose para poder seguir hablando cara a cara—. O, a lo mejor, es que lanzas horriblemente. Depende de cómo lo mires.
—Es lo primero, seguro.
Ryu vuelve a carcajearse a mi costa y estoy muy tentada a abrir la puerta de la nevera, a ver si es cierto que con la fuerza de antes puedo hacerle algún tipo de daño. Sin embargo, mi atención se desvía de él cuando siento como tiran de mi camiseta. Clavo mis ojos en Nara, que me mira con sus grandes ojos y su pequeña e infantil sonrisa antes de señalarme con el dedo la mesa del comedor.
Sobre ella localizo un plato de tortitas con sirope de chocolate y nata por encima. Me agacho a su altura y beso su mejilla en agradecimiento.
Irlanda, al final, no va a estar tan mal.
* * *
Me miro de nuevo en el espejo, sin estar muy segura del atuendo.
Pheebs y Saoirse, por otro lado, alzan los pulgares, aprobándolo. Vuelvo a girar sobre mí misma, observándome de pies a cabeza. Llevo un jersey negro entallado que me ha prestado Saoirse, quedándome más suelto de lo que debería, pero sin llegar a ser holgado. Bajo mi mirada hacia la falda de cuadros que se amolda a la perfección a mi cuerpo, resaltando lo único voluptuoso de este: el culo; terminando con mis piernas embutidas en unas medias negras y mis botines roídos.
—¿Y bien? —pregunta Saoirse, divertida.
—No me quiero volver a congelar.
—Vamos a ir al karaoke —añade Pheebs—. La señora Smith suele tener siempre la calefacción a máxima potencia.
—Lo más probable es que te sobre el jersey.
—Probablemente, sí.
—Eso mismo dijiste la noche de la fiesta y si no llega a ser por Ryu me hubiera congelado —refunfuño, apartándome del espejo, caminando hacia el armario en busca de alguna chaqueta.
Muevo un par de perchas en busca de algún abrigo que me sirva, pero me distraigo al no escuchar nada proveniente de ninguna de ellas, después de haber estado hablando sin cesar en todo momento. Con temor, miro por encima del hombro encontrándome a ambas con sus ojos clavados sobre mí.
—¿Qué? —pregunto, enarcando una ceja.
—¿En qué momento te encontraste con Ryu en la fiesta?
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—¿Estaba con Brittany?
—¡Qué asco! —suelta la pelirroja—. Pobre, Esther. Habrá tenido que ver sus besos chupa-almas.
—Yo apuesto a que un día se monta un trío con Jason y Ryu a la vez —bromea Pheebs, sin poder evitar reírse ante su ocurrencia.
—Sería el enemies to lovers más épico de todos —dice Saoirse cuando deja de reírse.
Frunzo el ceño ante el comentario. Pheebs me hace un gesto para que me acerque a la cama de matrimonio en la que están las dos sentadas. Obedezco y las imito, cruzándome de piernas.
—¿No se llevan bien? —pregunto, más curiosa de lo que me gustaría admitir.
—Jason y Brittany salían juntos hasta el año pasado...—comienza a relatar Pheebs, bajando el volumen de su voz, como si alguien más fuese capaz de escucharnos.
—Entonces Bri le pidió un tiempo...
—Y en la fiesta de Año Nuevo Ryu y ella se acostaron juntos...
—Jason se enteró y casi le parte la cara a Ryu —continúa Saoirse, cada vez más exaltada por la historia—. Pero solo hizo falta recordarle por qué era el capitán del equipo de rugby para que se arrepintiese de su decisión.
—¿Por qué Ryu es... capitán del equipo? —me obligo a preguntar, aunque no esté muy segura de si quiero saber la respuesta.
—¿No fuiste al partido de la semana pasada? Estuvo todo el mundo.
Niego con la cabeza, sintiendo un nudo incómodo formándose en la base de mi estómago.
Sé perfectamente cuáando fue porque recuerdo que Nara y Kairi se habían marchado con Kenji y solo había estado Helen en casa. Menos mal que, gracias a la poca suerte que me quedaba, su película favorita era la misma que la mía: Mamma Mia. Así que no había vuelto a pensar en la ausencia de ninguno de los cuatro hasta que volvieron con varias cajas de pizza, sin Ryu.
No sé por qué me sienta mal que no me dijese nada si hasta hace una semana nuestros acercamientos tampoco habían sido los mejores. Pero ni siquiera eso es capaz de quitarme la incomodidad asentada en mi cuerpo.
—¿Estás bien? —pregunta Pheebs, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos.
—¿Qué? Sí. —Trago saliva, me levanto de la cama y vuelvo a acercarme al armario para terminar la tarea que me había impuesto antes—. ¿A qué hora tenemos que coger el autobús?
—A ninguna.
Cojo una chaqueta de cuero de color rojo que conjunta a la perfección con la falda de cuadros. Al girarme, tanto Pheebs como Saoirse ya están de pie, la segunda con su mirada fija en el móvil.
—Ryu ha dicho que nos recogía él después de volver de un sitio.
—De la cama de Bri, seguro.
Las dos rompen a reír ante el pensamiento, aunque se acallan al ver que yo no lo hago. Trago saliva de nuevo y me obligo a sonreír, colocando de manera compulsiva la chaqueta sobre mi brazo.
—Seguramente, ¿no?
* * *
Al llegar al sitio, sigo sin ser capaz de mirar hacia mi derecha.
Si no llega a ser porque Pheebs y Saoirse no han dejado de palotear en la parte de atrás, este viaje hubiese sido muy incómodo. Bueno, en realidad, lo ha sido. En cuanto Ryu ha aparecido frente la casa de Saoirse se han montado las dos en los asientos traseros, dejándome a mí el asiento del copiloto.
Todo lo que he pronunciado ha sido un «hola» cuando he entrado en el coche y el resto del trayecto me he limitado a mirar a través de la ventana, sintiendo cada movimiento, cada mirada y cada respiración de Ryu, a veces, opacados por los latidos acelerados de mi corazón.
Ni siquiera me ha reclamado la chaqueta.
Ryu gira hacia la derecha. Apoya una mano sobre mi asiento, provocando que me tense de pies a cabeza como si, en lugar de estar sobre el asiento, estuviese sobre mí. Trago saliva y enfoco toda mi atención en las farolas alineadas que iluminan las calles. Por el rabillo del ojo me fijo en como aprieta ligeramente la mandíbula, con su mirada alternándose en el frente y en la parte de atrás. Cuando se gira por completo hacia delante, aparto mis ojos de él.
En el momento en que saca las llaves del contacto me lo tomo como mi señal para salir de ahí.
Me desabrocho el cinturón lo más rápido que puedo. Hago el amago de abrir la puerta cuando él me rodea el brazo, sin ejercer demasiada fuerza para retenerme en mi lugar, pero con la suficiente presencia para que detenga mi movimiento. Cierro los ojos con fuerza y respiro hondo.
—¿Estás bien? —susurra para que solo yo pueda escucharlo.
Abro los ojos, clavándolos en los suyos, encontrándome con un brillo preocupado que no sé si me tranquiliza o me incomoda.
—Perfectamente —respondo más seca de lo que pretendía, pero no lo remedio—. ¿Y tú?
Al ver la mueca que parece querer apropiarse de sus facciones y que él intenta disimular, me doy cuenta que, en este instante, un puñetazo le hubiera dolido menos. Sin embargo, no dejo que aquello me haga cambiar de opinión. Retiro su mano de mi brazo, intentando hacer el menor contacto posible con él y salgo del coche, encontrándome con Saoirse y Pheebs esperándome, ambas mirándome con curiosidad.
—¿Qué quería? —me pregunta Saoirse en cuanto las alcanzo.
—Soltarme una de sus gilipolleces, no os preocupéis —digo, haciendo un gesto con la mano, restándole importancia—. ¿Este es el sitio?
Ambas asienten con la cabeza.
Paseo mi mirada arriba y abajo de la fachada. Es de ladrillos rojizos, aunque estos están decorados con grafitis que dibujan varios pentagramas, notas sueltas y letras de canciones que al no ser todas de la misma, no soy capaz de reconocer a cuál pertenecen, pero le dan un toque original al lugar frente al resto de locales. Es de ventanales grandes, dejando ver a la perfección su interior que es muy parecido al exterior en el estilo de la decoración.
En la zona más pegada de la derecha parece estar el escenario con un Dj y un proyector que refleja la letra de la canción, que esté cantando el grupo de amigos que está ahora mismo encima del escenario, sobre la pared blanca. El resto del establecimiento parece tener mesas altas y bajas repartidas por todo el local y una larga barra de metal donde camareros bastante jóvenes, casi de nuestra edad, van y vienen.
Sonrío divertida al ver como el cartel de neón con el nombre parpadea de manera rítmica, en una armonía que podría ser perfectamente utilizada para la base de una canción. Si papá estuviese aquí sería capaz de sacar una melodía basándose en ella.
Sin necesidad de girarme, soy capaz de sentir su cercanía a mis espaldas. Sé que Ryu me está mirando, incluso podría apostar que está enarcando una ceja ante mi mutismo, pero ni siquiera yo soy capaz de explicar qué me pasa.
Solo entiendo que, cuando él está cerca, el nudo de mi estómago se afianza con fuerza, retorciéndose.
—¿Vamos? —cuestiona él.
Me lo tomo como mi señal para entrar, sin pararme a esperar al resto.
Miro de un lado a otro hasta que uno de los gemelos, que al guiñarme un ojo no tardo en reconocer como Kieran, hace gestos con la mano para que me acerque. Sonrío, al ver como su hermano, que está a su lado, lo observa avergonzado mientras que él sigue haciendo el tonto, captando no solo mi atención y la de los otros tres, sino la de más gente del establecimiento. También reconozco a Javi, que me hace un gesto de cabeza a modo de saludo.
—¡Si es mi aliada del mal! —vocifera al tenerme lo suficiente cerca.
Suelto la carcajada que llevaba conteniendo desde que lo vi, relajándome un poco.
—¿Del mal? —pregunta Javi, paseando su mirada de Kieran a mí.
—Los dos siempre llegan tarde e irritan a los profesores—responde Saoirse por los dos.
Yo me encojo de hombros diciendo sin necesidad de palabras: «¿Qué vamos hacer?». Kieran me rodea los hombros, sonriendo de manera pícara, abrazándome de lado. Aprovecho el momento para darle un pequeño codazo en el costado por la broma pesada que me hizo el otro día, donde me hizo creer que un pájaro me había cagado por detrás en la camisa y pasé casi media hora dando vueltas sobre mí misma en busca de la mancha.
Él me abraza con más fuerza que antes, en un abrazo igual a los que me suele dar Enzo, del tipo que consigue que te crujala espalda.
—Oye, ¿y ese favoritismo? —pregunta Kai, apareciendo entre los dos.
—¡Oh, cállate! —me quejo, intentando contener la nueva carcajada que amenaza por escaparse de mis labios—. Que te regalé mi chocolatina el otro día.
Kai me saca la lengua en respuesta y le mete una pequeña colleja a su hermano antes de dejarse caer en el sillón, satisfecho con mi respuesta.
Al final yo acabo sentada en medio de los gemelos, Saoirse y Pheebs se quedan de pie, esperando a las Guiness que les ha pedido Javi, porque nosotros seguimos siendo menores de edad, y Ryu acaba junto a Javi, frente a mí.
Menos mal, que después de dos simples sorbos, Pheebs y Saoirse se animan a subirse al escenario y comienza a vociferar una de las tantas canciones de Harry Styles que Saoirse me ha obligado a escuchar en el autobús de vuelta a casa.
—Sweeeeet creatureeeee —comienza Saoirse, alargando más de la cuenta las últimas vocales.
—Has another talk about where it's going wrong —canta Pheebs en tono más bajo y tranquilo que la pelirroja.
—But we're still young —gritan las dos a la vez, arrancándome una carcajada ante su actuación.
Así transcurren los tres minutos que dura la canción. Pasean sobre el escenario como si fuese suyo, gritan, vociferan, desentonan y se hacen los coros entre ellas, incluso rompen a reír. En las últimas estrofas miran en nuestra dirección, señalándonos las dos, dedicándonos de esa forma la canción. Al terminar, tanto Kieran como yo nos levantamos a aplaudir, Kai silba varias veces y Javi las vitorea, carcajeándose cuando las dos hacen una reverencia.
Al volver a la mesa, por las sonrisitas que me dirigen, sé que me van a arrastrar a algo que no me va a gustar.
—Hemos pensado...
—Que ya que hemos cantado nosotras...
—Podrías cantar tú —termina Pheebs.
—Es nuestro ritual de iniciación para entrar en nuestra preciosa secta —añade Soairse, pestañeando varias veces, usando la misma estrategia que le he visto usar cuando liga con alguien.
Niego con la cabeza y me pego a Kieran, que sonríe ante el acercamiento. Le saco el dedo corazón, arrancándole una pequeña risa en respuesta.
—Venga ya —suplica Saoirse, sacudiéndome por los hombros—. Que tu padre es cantante.
—¿Y?
—Seguro que cantas bien —razona Pheebs.
—Claro, porque eso es hereditario, ¿no? —ironizo.
Al ver que las dos asienten, las miro mal.
—Peor que nosotras no lo vas hacer. Tenlo por seguro.
Ahí tengo que darles la razón.
Dejo el móvil sobre la mesa y me quito el jersey, quedándome en la camiseta blanca de tirantes que llevo debajo. Me aparto el pelo hacia un lado del hombro y entrecierro mis ojos hacia Saoirse, que amplía su sonrisa al darse cuenta de que se ha salido con la suya.
Comienzo a caminar hacia el escenario, percatándome de que no hay nadie más que quiera subir. Tomo una respiración profunda al subir los escalones, acabando frente a una pared a rebosar de instrumentos. Una guitarra de madera negra capta mi atención. El Dj me observa, curioso al ver como está mi atención posada sobre el instrumento.
—Puedes cogerla si quieres —comenta, silenciando el ordenador.
—¿S-Seguro?
Él asiente con la cabeza.
Me pongo de puntillas y con cuidado descuelgo la guitarra.
Intento no pensar demasiado en que ahora mismo todo el mundo está observando cada uno de mis movimientos. Cojo un taburete de una esquina y lo coloco en el centro del escenario, me subo sobre él y centro mi atención en saber si las cuerdas están afinadas. También recoloco la cejilla más abajo del mástil. Rasgueo las cuerdas, agudizando el oído, para recrear los acordes de la canción un par de veces antes de acercarme al micrófono.
Vuelvo a recorrer las cuerdas, resonando los primeros acordes de la canción en los altavoces que hay repartidos por el establecimiento. Comienzo a cantar las primeras estrofas, sintiendo cómo el nudo en mi estómago va aflojándose cuando dejo todo lo que siento en la letra de la canción.
—I never thought it'd be you I'd miss. Now I'm dangling by the ankle somewhere cold —canto con voz suave, como me enseñó Tía Ali.
«La clave no está en cantar alto, si no en ser capaz de transmitir con fuerza», solía decirme de pequeña.
Cierro los ojos, siendo capaz solamente de tocar las cuerdas gracias al tacto y al oído, y cantar gracias a mis cuerdas vocales.
Pienso en Thais.
En como últimamente sus mensajes han supuesto un bajón de ánimos en el tiempo que llevaba en Irlanda y, como, en Málaga, suponían todo lo contrario, eran un subidón cada vez que me decía cualquier tontería. En como siento que me hundo cada vez que no me responde o que me escriba ciertos mensajes, al igual que cada vez que no me ha cogido las llamadas y las cortas discusiones que hemos tenido las escasas veces que hemos hablado.
—'Cause you've become my crunch —canto con timidez, sabiendo que, a diferencia de la cantante, yo no soy capaz de alcanzar una nota tan aguda—. Loving you's my Achilles heel.
Cómo odio que me afecten tanto sus decisiones.
Cómo me molesta que se haya convertido en mi talón de Aquiles.
—Drop my guard when you're with me, I can't deal.
Sin embargo, a partir de esta estrofa la canción va para alguien totalmente distinto, por mucho que quiera negarlo.
Sabiendo que está escuchándome, abro los ojos y los subo, sin importarme la multitud, soy capaz de localizarlo, encontrándome con la mirada nocturna de Ryu. Y, como si se tratase de alguna especie de hipnotismo, no puedo apartar mis ojos de él. De su forma de mirar. De la manera que tiene de observarme.
Como si no hubiese nada más a mí alrededor, como si el resto diese exactamente igual.
No es hasta que escucho los aplausos cuando aparto mi mirada de él. Sonrío agradecida ante la ovación y devuelvo la guitarra a la pared de donde la descolgué. Le doy las gracias al Dj deletreando la palabra con mis labios y él me hace aspavientos con las manos y me guiña un ojo.
No me da tiempo a dar dos pasos más, sin ser tener a Pheebs y a Saoirse delante de mí.
—¡Tienes que presentarte a las audiciones del musical! —exclama, pegando saltitos emocionada.
Pheebs asiente varias veces con la cabeza, compartiendo el mismo entusiasmo de la pelirroja.
—Seguro que conseguirías el papel —añade Pheebs.
—Yo creo que estáis siendo muy optimistas —me obligo a hablar.
—Contigo se acabaría el «legado Brittany».
—¿«Legado Brittany»? —cuestiono, captando la atención de ambas, interrumpiendo los mil planes que están creando a una velocidad alarmante.
—Brittany lleva consiguiendo el papel principal de todas las obras de teatro cuatro años consecutivos —me explica Saoirse.
—Y... ¿vosotras queréis que se lo quite?
—¡Sí! —afirman las dos al unísono.
—Esto suena a película mala adolescente —bromeo.
Nos quedamos en silencio un par de segundos antes de romper a reír a la vez. Saoirse hace el amago de decir algo, pero cierra la boca cuando Kieran aparece a nuestro lado.
—Te han llamado varias veces, compi. —Me entrega mi móvil.
Frunzo el ceño ante la pantalla cuando veo la cantidad de notificaciones de llamadas perdidas que aparecen en ella. Al desbloquearlo, me encuentro que son varias de Enzo, mamá, papá e incluso de Thais. Cuando estoy a punto de llamar a mamá, el nombre de Thais aparece en la pantalla. Me disculpo con los tres, que me observan confundidos y camino hacia la salida, a la misma vez que descuelgo la llamada con el corazón desbocado.
—¿Estás bien? —suelto en cuanto descuelga—. ¿Ha pasado algo?
—Está todo bien, tranquila.
Suelto un suspiro al escuchar su voz.
—¿Y... nosotras?
El silencio invade el otro lado de la línea un par de segundos y yo siento como mi corazón se salta un latido, expectante.
—Creo que eso tenemos que hablarlo mejor en persona, Esther.
Noto el nudo afianzándose con fuerza en la base de mi garganta, me pican los ojos y el simple hecho de tragar, se me dificulta.
—¿Quieres que vaya a Málaga? —pregunto, cautelosa. Al no escuchar ninguna respuesta, continúo hablando—. Puedo ir. Cuando termine este mes cobraré y podré comprar un billete y...
—No hace falta.
Tres palabras consiguen silenciarme por completo.
No es hasta ese momento cuando me doy cuenta que está chispeando y que las lágrimas que creía que se habían escapado sin ser yo consciente, son en realidad gotas de lluvia. O a lo mejor, son ambas. No lo sé.
—Gírate —escucho por encima del latido de mi corazón.
Me giro lentamente, notando como cada uno de mis terminaciones nerviosas es consciente de cada uno de mis movimientos. El leve chispeo comienza a adquirir fuerza, chocando la lluvia con intensidad contra la calle y los techos. Entonces la veo, bajo un paraguas de color morado y una mochila gris sobre su hombro. El llanto termina por romper, escapándose un sollozo en respuesta al verla a ella. En Irlanda. A tan solo unos metros de mí.
Y justo en ese momento, la puerta del establecimiento se abre y solo con oír su voz sé que es él.
—¡¿Esther?!
Thais pasea su mirada de Ryu a mí varias veces.
Ryu, por otro lado, hace lo contrario, sus ojos vacilan entre mi figura calada hasta los huesos y Thais bajo el paraguas.
Mierda.
N/A: Holiiiiiii... *c esconde rápidamente*
Yo ya avisé que se venía drama del bueno y, si no lo hice, que a lo mejor no, pues os aviso ahora: SE VIENE EL DRAMA AAAAAAAA.
He estado a punto de posponer la actualización a mañana, pero me he acordado de la sorpresa de mañana y he dicho: na nai. Además, no quería que os perdieses el inicio del chisme.
Así que... Thais entró en escena, ¿no?
Voy a ser buena y os voy a dejar un pequeño adelanto de lo que se vendrá, seguramente, la próxima semana:
—Estás más ciega de lo que pensaba —susurra con la voz encogida—. Porque cualquiera que se fijase en la forma en que te mira sabría que «solo amigos» no serían las palabras que él usaría.
—Sería «persona que soporto por obligación». No hay nada entre nosotros y no lo habrá.
—¿Me lo prometes?
Abro los ojos de golpe ante la pregunta, encontrándome a Thais con su mirada clavada en mí.
Sé que debería prometérselo, sé que debería decir que sí. Sin embargo, no puedo, porque hay algo dentro de mí, una parte muy pequeñita que sabe que esa promesa no podría cumplirla.
(Digo seguramente porque si termino el capítulo de "Amor a medias" los intensitos tendrán preferencia esa semana).
Nos leemos la próxima semana, inmaduras. 🧡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro