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Capítulo Quince (I)

Capítulo dedicado a reynadeldrama_30 porque entiendes mejor el idioma de Esther que la propia Esther, pero... ¿el idioma de Ryu? 🤔🖤

Felicidades adelantadas a claraglameiro🧡

(Canción: Don't Want You de Ella Mai)

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Miro por decimocuarta vez la hora en mi teléfono.

No entiendo por qué estoy tan nerviosa, solo es un partido de rugby. Tampoco es para tanto, ¿no?

Saoirse me dijo ayer que vendría a por mí a las seis en punto y son las seis y un minuto. Aunque no soy la más indicada para hablar cuándo «tardona» es mi segundo nombre.

Suspiro a la misma vez que me levanto de la cama. Dejo el móvil encima del colchón y me ato los cordones de los botines, sin dejar de mirar de reojo el teléfono, esperando a que la pantalla se ilumine con la llegada de un nuevo mensaje.

Cuando lo hace, me lanzo a por él de la misma forma que Boots se lanza a por la pelota. Sin embargo, al leer que es Thais, lo dejo de nuevo sobre la cama. Repiqueteo el pie contra el suelo, intentando distraerme.

Es solo un partido de rugby, ¿por qué estoy tan nerviosa?

«Ryu quiere que vayas», me respondo a mí misma mentalmente.

Es lo que hacen los amigos. Invitan al otro a eventos que son importantes para que los animen y estén ahí para ellos.

Al oír un par de golpes en la puerta, me levanto de la cama y agarro la sudadera raída que le tomé prestada a Enzo hace muchísimo tiempo con el logo y el nombre de la universidad de Málaga en ella antes de dejar pasar a la persona al otro lado.

Al último que espero encontrarme ahora mismo es al culpable de que un partido de rugby me ponga tan jodidamente nerviosa.

—¿Interrumpo algo? —pregunta, apoyándose en el marco de la puerta.

Niego con la cabeza, dejando la sudadera sobre la cama.

—¿No tendrías que estar en el campo ya?

—Vengo de ahí —responde burlón, bajando los dos escalones de la entrada de mi habitación—. Solo quería dejarte algo.

Entonces me fijo en la sudadera azul marina que Ryu tiene en la mano. La estira en mi dirección, enarcando una ceja en espera a que la acepte. A regañadientes y con desconfianza la acepto antes de estirarla para observarla mejor. Tiene una franja azul claro en la zona del pecho con el número once sobre él mientras que en el centro está el logo de la UCD.

—Dale la vuelta —me aconseja, divertido.

Frunzo el ceño, sin entender exactamente qué le está divirtiendo tanto y le doy la vuelta a la sudadera. Suelto un jadeo al encontrarme con su apellido en letras azul claro junto al número once mucho más grande, ocupando casi toda la parte trasera.

—¿Es en serio? —pregunto, dándole varias vueltas a la sudadera, sorprendida.

—¿El qué?

—¿A Saoirse también le diste una? —cuestiono, curiosa, sin dejar de mirar cada uno de los logos de los sponsors que decoran la tela.

Estoy tan concentrada en ello, que ni siquiera me percato de que se ha acercado más a mí hasta que vuelve a hablar.

—¿Por qué iba a darle una a Saoirse?

—¿Por qué a mí sí? —suelto antes de poder pensarlo dos veces.

Al ver como frunce el ceño y se pasa una mano por el pelo temo que haya metido la pata. Sin embargo, termina por negar con la cabeza sonriendo y se encoge de hombros.

—¿Tienes algún problema con aceptar un regalo, inmadura? —cuestiona con tono burlón.

—Eres idiota.

Nah, seguiré prefiriendo engreído.

Pillándolo por sorpresa, sonrío agradecida y acorto por completo la distancia entre los dos, abrazándolo. Siento que se tensa cuando rodeo su cintura con los brazos y escondo la cara en su pecho, llegándome a oleadas su colonia ácida entremezclada con el olor del cigarro. En otra persona me llegaría a molestar, pero en él resulta incluso familiar.

No sé cómo explicarlo.

Cuando hago el amago de separarme es Ryu quien ahora me estrecha contra él. Cierro los ojos e inhalo de nuevo su fragancia.

Es casi adictivo.

—Gracias —susurro contra su pecho.

Es él quien nos separa un par de centímetros. Tengo que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos mientras que Ryu agacha ligeramente la suya, para que yo no tenga que desnucarme.

—¿Te gusta? —murmura, sonriendo ladinamente.

—Es un poco egocéntrico de tu parte.

—Ah, ¿sí?

Asiento con la cabeza, divertida ante su falsa inocencia.

—Pero no puedo esperar menos de un engreído como tú —añado, sonriendo.

—No sabía que podías ser tan romántica, Esther. —Hace una pausa, desviando un momento su mirada al oír algo a sus espaldas, antes de enfocar toda su atención en mí de nuevo—. Tendré que hacer más cosas de estas para sacar tu lado cursi.

Arrugo la nariz, asqueada y finjo vomitar, todavía rodeándole por la cintura. Ryu rompe a reír ante mi nefasta imitación y aprieta su abrazo alrededor de mis caderas.

—No tengo un lado cursi.

—Dijo la chica con novia —bromea, aunque su voz no suena tan ligera como antes.

—Thais tampoco lo tiene.

—Entonces... —empieza con aire pensativo—. ¿Qué hacéis cuando es vuestro aniversario? ¿O en San Valentín? ¿O cuando la otra está de bajón y tienes que subirle los ánimos?

—¿Quieres hablar de lo que hago con mi novia? —pregunto, frunciendo el ceño, sin entender exactamente por qué está sacando el tema ahora mismo.

—¿La verdad? No —confiesa, sonriendo forzadamente.

La pequeña burbuja que nos rodeaba hace unos minutos explota en el momento en que me doy cuenta de lo tenso que está, pero no por el mismo motivo de antes. Dejo de abrazarlo, dando un paso hacia atrás, obligándole a dejar de abrazarme también. Trago saliva y me relamo el labio inferior, insegura de qué decir o hacer a continuación.

Ryu parece estar debatiéndose el mismo problema porque empieza a acariciarse la nuca y a mirar a cualquier lugar menos a mí. Juraría, incluso, que lo escucho maldecir.

—Gracias por la sudadera —me obligo a decir, rompiendo el silencio que se ha asentado entre nosotros.

Él abre la boca, con intención de decir algo, pero cuando aporrean la puerta de mi habitación termina por callarse y negar con la cabeza, como si se estuviese quitando de esa forma alguna idea de la cabeza. Desvío mi mirada de él, centrándola en mi mejor amiga que está debajo del marco, observándonos con una ceja arqueada.

—¿Queréis que me vaya o...?

—Yo me iba ya —la interrumpe Ryu.

Sin dirigirme una nueva palabra camina hasta la puerta, rodeando a Saoirse en el proceso, que se aparta como puede de su camino. Saoirse lo sigue con la mirada hasta que las dos escuchamos que cierra la puerta de mi pasillo, con un poco más de fuerza de la cuenta.

Mi mejor amiga suelta un silbido divertido y entra a mi habitación, observándome de pies a cabeza. No necesito que diga nada para saber que la sudadera que tengo en la mano no le ha pasado desapercibida.

—¿Qué me he perdido exactamente? —pregunta adquiriendo ese tono de detective privado, muy parecido al de Evelyn y que, por cierto, me pone de los nervios.

Hago la sudadera una bola antes de lanzársela a modo de respuesta a la cara. Ella, a diferencia de mí, la coge al vuelo y la estira, antes de girarla para poder observarla de todos los ángulos. Antes de decir nada, me la lanza de vuelta y, al contrario que ella, a mí me cuesta coordinar para cogerla con tanta facilidad.

—¿Bonita sudadera?

Me encojo en respuesta sin saber muy bien cómo tomarme su reacción.

A lo mejor el hecho de que me haya regalado una sudadera no es para tanto. A lo mejor estoy intentando ver señales dónde no las hay, porque no quiero sentir que soy la única que siente como, a veces —muchas veces—, las cosas entre nosotros dos son más tensas de la cuenta y no porque no nos aguantemos o nos llevemos mal.

Es más bien todo lo contrario.

Últimamente nos entendemos demasiado bien.

Y es por eso mismo que, a lo mejor, lo que para mí es una cosa, para él es otra.

—¿Esther? ¿Hola? —dice, haciendo aspavientos con las manos muy cerca de mi cara.

Parpadeo un par de veces, volviendo a la realidad.

—¿En qué estabas pensando?

—En nada —respondo demasiado rápido.

Saoirse enarca una ceja e intenta disimular la sonrisita divertida que amenaza con surcar su rostro.

—Vale, cambio la pregunta. —Carraspea exageradamente antes de continuar—. ¿En quién estabas pensando?

—En nadie.

Ya.

—¿Qué? —pregunto, irritada.

—Sigues mintiendo fatal —comenta, sonriendo abiertamente.

Sigis mintindi fitil.

La escucho romper a reír cuando paso por su lado, al caminar en dirección a la puerta de mi habitación para marcharnos. Me visto con la sudadera que me ha regalado Ryu, que me queda por mitad de los muslos. Tengo que doblar un par de veces las mangas y cojo la cámara analógica, pasándome la correa por el cuello antes de recogerme el pelo en una coleta alta para que no me moleste en el partido.

Estoy a punto de salir por la puerta, cuando Saoirse decide hablar de nuevo.

—Deberías coger una chaqueta.

Doy la vuelta, todavía sin dirigirle la palabra y agarro la primera chaqueta que tengo a mano, que termina siendo la que me prestó Ryu hace muchísimo tiempo y que he usado más veces de las que me gustaría admitir. Él tampoco es que parezca echarla de menos. Aunque no estaría mal que se la devuelva en algún momento.

Recuerdo que tengo el chaquetón azul marino colgado en el perchero de la entrada, así que descuelgo su chaqueta de la silla con la única finalidad de devolvérsela. Siento la mirada de Saoirse sobre mí, siguiendo cada uno de mis movimientos cuando doblo la chaqueta bien por una vez en mi vida antes de salir de mi habitación.

Saoirse cierra la puerta detrás de nosotras y las dos salimos hacia el salón, pillando a Ryu a punto de marcharse de casa.

—¡Oye! —lo llamo, a la misma vez que me acerco hasta donde está.

Ryu aparta los ojos del papel que está sosteniendo, clavándolos sobre mí con la misma intensidad de siempre.

Y, al igual que cada una de las veces, siento que soy mil veces más torpe de lo normal cuando sé que me está observando fijamente.

Sonríe al mirarme de arriba abajo, al darse cuenta de que estoy llevando la sudadera. Arrugo la nariz molesta cuando vuelve a clavar los ojos sobre mí, sonriendo abiertamente. Sin embargo, al estar los dos en silencio un par de segundos, enarca una ceja inquisitivo y entonces desvía la mirada a la chaqueta marrón que estoy sosteniendo.

—Bonita chaqueta —comenta con ironía—. Tienes muy buen gusto.

—Es tuya.

—Por eso mismo lo digo.

—Engreído —mascullo en voz baja.

Pero solo necesito escuchar la risa corta que se le escapa para saber que él también me ha oído.

—No sé si sentirme ofendido o halagado.

Esta vez soy yo quien enarca una ceja.

—Halagado, ¿no? —responde con sorna ante mi pregunta silenciosa.

—Si tú eres más feliz así —susurro. Trago saliva y alargo la mano con la chaqueta en su dirección. Él vuelve a desviar los ojos a ella, antes de volver a mirarme—. Supongo que la echarás de menos.

—No mucho, ¿por qué?

«Pero...».

—Porque es tuya —digo, sin disimular la confusión en mi voz.

Me fijo en como curva un poco el labio superior, pero sin llegar a sonreír del todo. Ni siquiera de lado. Es más bien un atisbo de sonrisa.

—Te la regalo —suelta de sopetón.

Abro mucho los ojos al escucharlo, vacilando mi mirada entre él y la chaqueta.

«¿Qué le pasa hoy con los regalos?»

—Tienes alguna especie de complejo de Papá Noel o cómo...

Pero, claramente, no me deja terminar la frase y me interrumpe con el simple gesto de apoyar una mano sobre mi hombro, sobresaltándome.

—Recuérdame la próxima vez que te quiera hacer un regalo, que eres pésima aceptándolos —se burla.

—Eso no es verdad —refuto, ligeramente molesta.

—Ah, ¿no?

—No.

—Entonces, ¿aceptas mis regalos? —pregunta, arqueando ambas cejas esta vez, con el reto implícito brillando en su mirada felina.

—Claro —respondo más rápido de la cuenta.

Ryu se queda un momento en silencio, limitándose solamente a observarme. Yo siento como me vuelvo pequeñita ante la intensidad de su mirada, siendo demasiado consciente del recorrido que hace con los ojos.

Vuelve a bajarlos a la sudadera que me ha regalado antes de ascenderlos a la coleta, ahora un poco desecha que me he hecho hace un momento antes de clavarla en la chaqueta en mi mano.

Se separa de mí, satisfecho al no oír ninguna replica de mi parte y vuelve a centrar su atención en los papeles que tiene en su mano derecha mientras abre la puerta de la entrada. Espero a que salga de casa tan solo diciendo adiós a modo de despedida cuando vuelve a mirarme con el mismo detalle de antes.

—Gracias por la chaqueta —suelto sin venir a cuento.

Él suelta una risa floja, negando con la cabeza divertido.

—De nada, supongo. Aunque deberías ponértela, en Aviva refresca.

Sin poder evitarlo rompo a reír ante la forma que tiene de referirse al frío infernal que suele hacer a partir de las seis de la tarde.

—Define «refresca» —digo al dejar de reírme.

Ryu niega con la cabeza, divertido, pero no sonríe.

—Dile a Saoirse que te compre un chocolate caliente en la cafetería para que no se te congelen las manos —comenta, con tono serio, pero pierde cualquier seriedad al sonreír de esa forma tan característica suya.

Sin dejarme decir nada más, me guiña un ojo y sale por la puerta, cerrándola en mis narices cuando hago el amago de añadir algo, aunque no tenga ni puñetera idea de lo que quería decirle.

Al girarme sobre mi propio eje me encuentro a Saoirse apoyada sobre el marco del pasillo, mirándome de la misma forma que el día de los ciervos la semana pasada. Entrecierro los ojos cuando entreveo una sonrisa en su cara.

—¿Qué? —pregunto a la defensiva.

—Nada.

—Saoirse... —empiezo a decir, caminando en su dirección, recolocándome compulsivamente la chaqueta de Ryu sobre mi brazo.

Mi mejor amiga desvía un momento los ojos de mí para enfocarlos en la chaqueta antes de subirlos de nuevo, ampliando su sonrisa con descaro.

—¿Está prohibido mirar ahora o qué? —cuestiona con falsa inocencia.

Pongo los ojos en blanco en respuesta cuando escucho que empieza a reírse. Al final decido dejarlo pasar cuando intento sonsacarle algo y ella se escuda en respuestas del mismo estilo, agotando mi escasa paciencia.

Cuando Helen aparece detrás de nosotras, yo estoy enfurruñada con Saoirse y ella está descojonadísima conmigo. Aunque es gracias al suave tirón en mi sudadera de parte de Nara que soy consciente de su presencia.

Le sonrío con ternura al fijarme que va vestida con los colores del equipo: pantalones azul marino, una camiseta azul claro y el pelo recogido en dos pequeñas coletas con dos lazos amarillos decorándolas.

—¡Me encanta la sudadera! —exclama Helen, a la misma vez que coge a Nara en brazos—. Sabía que una talla más te quedaría estupenda.

Frunzo el ceño al escucharla. Ella parece entender mi confusión sin necesidad de expresarlo en voz alta.

—Ryu me pidió consejo —comenta caminando hacia la cocina.

«Y yo pensando que no era para tanto».

Solo necesito mirar de reojo a Saoirse para saber que no es algo que Ryu haga habitualmente cuando no deja de repetir «Ryu le ha pedido consejo» gesticulando con los labios dramáticamente a la misma vez que hace aspavientos con las manos.

—No es para tanto —refunfuño en un murmuro, no sé si más para mí misma que para que Saoirse me escuche.

—Ciego aquel que no quiere ver.

La miro mal y estoy a punto de rebatírselo cuando Helen pasa por nuestro lado con la mochila púrpura de Nara sobre los hombros, con la dueña de ella pisándole los talones.

—¿Listas? —pregunta, abriendo la puerta de la entrada.

Asentimos las dos a la vez. Dejo que Nara entrelace nuestras manos mientras que Saoirse capitanea el camino hacia el monovolumen de Helen. Según hablaron ayer por la noche en la cena, Kenji recogería a Kairi de las prácticas de karate y nos veríamos en la entrada del campo antes de que empezase el partido.

* * *

Sabía que el rugby en Irlanda era importante.

Sabía que, incluso siendo universitarios, a los partidos asistía mucha gente.

Sabía que la afición irlandesa era imponente.

Y, aun así, cuando Helen tiene que dar dos vueltas alrededor del gran Estadio de Aviva no puedo evitar sorprenderme ante las colas inmensas de mezclas de universitarios con un par de pintas encima, junto a familias vestidas con los colores de la UCD o Trinity.

Pego todo lo que puedo la cara al cristal para poder observar más detalladamente la estructura del estadio. Es una especie de cúpula compuesta por láminas de cristal y columnas metalizadas que la sostienen sin llegar hasta el final. Tiene una forma un tanto ovalada, y parece mucho más moderno de lo que había visualizado en mi cabeza. También mucho más grande.

Cuando Ryu me dijo que iba a jugar un amistoso contra otra universidad cerca de Dublín en un campo de rugby nunca imaginé que sería en un estadio de este estilo.

Los amistosos en mi instituto de Málaga son en un pequeño campo de fútbol con cuatro gradas oxidadas y un par de amigos y familiares en el partido. La mayoría de las veces la mitad de la gente suele irse al segundo tiempo y si no tienes a nadie jugando, sueles marcharte incluso antes de que empiece.

Aquí, sin embargo, es demasiada gente para treinta jugadores.

Estoy tan enfocada en ello que no es hasta que abren la puerta de mi lado, haciendo que tenga que dejar de apoyarme, que descubro que Helen ya ha encontrado aparcamiento. Trastabillo para recuperar el equilibrio, encontrándome con Nara observándome con la diversión brillando en su mirada.

Entrecierro los ojos en su dirección, haciendo que se sonroje y suelte una pequeña risa, nerviosa antes de corretear hasta alcanzar a su madre, que está caminando hacia Kenji, que está sentado en un banco junto a Kairi.

Con Saoirse entrelazando su brazo con el mío, alcanzamos al resto de la familia Kimura. Sin entender muy bien el por qué, en lugar de colocarnos al final de la fila de la entrada, Kenji la bordea hasta acabar frente a una de las taquillas. Aunque no dudo que tenga sus motivos para hacer eso, no nos libra de los abucheos y de las quejas de aficionados que están deseando entrar al igual que nosotros.

La chica de la taquilla clava los ojos en nosotros al darse cuenta de que vamos directos hacia ella y frunce ligeramente el ceño cuando Kenji se apoya sobre el mostrador con una seguridad que yo en su lugar estaría lejos de sentir.

—Buenas tardes, por favor haga la cola como el resto de la gente —suelta la chica antes de que ninguno sea capaz de decir nada más.

—Buenas tardes —le corresponde Kenji—. Tenemos asientos reservados.

—Como el resto.

—Ryu Kimura —añade Kenji.

—¿Perdone?

—Kenji Kimura. Ryu Kimura es mi hijo —responde con lentitud, marcando cada palabra. Entonces, sonríe de manera paternal—. El capitán de la UCD ha reservado seis asientos para nosotros.

La chica abre mucho los ojos al darse cuenta de su error garrafal.

—Señor Kimura, sí, perdone. —Dejando a medias a la pareja que estaba atendiendo, comienza a teclear en el ordenador para imprimir, supongo, nuestras entradas. Pero supongo mal. Entonces, antes de que nadie pueda quejarse, le entrega a Kenji un sobre con el nombre de Ryu sobre él—. Aquí tienen. Disfruten del partido.

Kenji le da las gracias y se disculpa con la pareja antes de coger a Nara en brazos y señalarle a Helen la puerta por la que tenemos que entrar, que es distinta por la que está entrando el resto, aunque hay un par de personas que están pululando por ahí.

Saoirse y yo intentamos mantenerles el ritmo lo mejor que podemos, pero parece que en lugar de ser un partido de rugby fuese un vuelo y estuviésemos a punto de perderlo.

Cruzamos la seguridad, que revisan cada entrada minuciosamente y nos hacen pasar por un control de metales antes de ser capaces de entrar a la zona de los asientos delanteros, en primera fila del campo.

Sorprendentemente, hay bastantes universitarios en los asientos «vips» al igual que nosotras. Sobre todo, muchas universitarias. Siento una punzada de algo ácido en la boca de mi estómago e instintivamente intento localizar a Brittany entre la multitud, porque sí, sé que está aquí y sí, sé que soy masoquista por querer encontrarla.

Aunque es Saoirse quien termina de ubicarla por mí, sentada junto a otra chica pelirroja, en tres palcos a la izquierda del nuestro. ¿Lo bueno? Que justamente a nuestra izquierda están los gemelos con Pheebs y los padres de los primeros. Kieran es el primero en percatarse de nuestra presencia.

—¿Tanto me echabas de menos? —pregunta a modo de saludo.

Le doy un golpe en el hombro y él suelta una carcajada en respuesta antes de abrazarme.

—Echaba de menos a Kai —murmuro, para irritarlo—. A ti no te quiero ver ni en pintura.

—Ya. Y yo soy blanco —refuta, rompiendo a reír sin pudor.

—Eres increíble.

—Eso dice mi yaya.

Niego con la cabeza, divertida, separándome de Kieran y me acerco hasta Kai para saludarlo también con un abrazo, mucho más escueto que el de su hermano y le doy un beso a Pheebs en la mejilla.. También me presentan a sus padres, Scarlett, su madre, que es igual de cariñosa que Kieran mientras que Steve, su padre, es más parecido a Kai en actitud.

Saoirse y yo nos sentamos en la pared contigua a los asientos de los gemelos y Pheebs para poder comentar el partido con ellos mientras que Steve y Kenji se marchan a la cafetería del estadio a por unas cervezas para los adultos y unos chocolates para nosotros.

Los nervios que se habían tranquilizado a lo largo de la tarde, recuperan su fuerza cuando el estadio comienza a llenarse cada vez más y en el marcador, en la parte superior donde marca la hora, anuncia que ya son las seis y veintinueve.

Un minuto más.

Solo uno más.

Repiqueteo el pie contra el suelo un par de veces antes de empezar a mover la rodilla arriba y abajo repetidamente. No dejo de mirar de un lado al otro como si fuese un suricato en plena sabana. Miro de reojo a Helen que está charlando con Scarlett, que tiene a Nara encima de su regazo, mientras que Kairi está su lado jugando con la consola, cómo no. Kai está en un plan parecido, trasteando con el móvil mientras que Kieran y Saoirse no dejan de parlotear de algo a lo que le he perdido el hilo.

—¿Tú qué piensas? —me pregunta mi mejor amiga.

Parpadeo un par de veces, volviendo a la realidad, dejando de mover la rodilla de golpe.

—¿De qué?

—¿Cuál de los dos van a ganar?

Frunzo el ceño y giro ligeramente la cabeza.

—¿Qué?

—No sé qué te pasa hoy, Esther. Estás, pero no estás —responde Saoirse en respuesta. Mira hacia el cielo como si estuviera reclamando paciencia antes de clavar los ojos en mí de nuevo—. ¿Quién crees que va a ganar: UCD o Trinity?

—¿En cuál jugaba Ryu?

Lo primero que recibo en respuesta es la carcajada camuflada en tos que suelta Kieran. Sin embargo, intenta acallarla cuando le miro mal.

—¿Lo estás preguntando en serio? —cuestiona él, sin disimular la sorpresa en su voz.

—No tengo buena memoria con los nombres, ¿vale? —me justifico.

—No tienes buena memoria con casi nada —apostilla Saoirse, intentando contener la sonrisa que amenaza con surcarle el rostro.

—También, pero ese no es el punto. El punto es...

—Que no sabes el equipo de rugby en el que juega Ryu... —empieza Kieran.

—Y del que llevas una sudadera puesta —añade Saoirse.

Automáticamente bajo los ojos a la sudadera que llevo puesta, donde descansa en grande UCD. «Ups». Al elevar la mirada me encuentro a Kieran y a Saoirse observándome divertidos y yo siento que el calor de la vergüenza comienza a reptar por mi cuerpo hasta encender mis mejillas. Estoy a punto de justificarme por segunda vez ante mi despiste cuando el pitido agudo del marcador nos distrae a los tres.

Las seis y media.

La tensión en el ambiente explota de repente y antes de saber qué está ocurriendo comienzo a escuchar vítores, aullidos y silbidos, casi pareciendo más una jungla que un estadio de rugby cuando un grupo detrás de nosotros empiezan a gritar salvajemente: «UCD» y «Kimura».

Tardo un par de segundos en relacionarlo con Ryu.

Tengo que contener la sonrisa divertida cuando sale correteando de una de las salidas del estadio hacia el campo, capitaneando al resto de su equipo junto a Javi, que viste el número ocho con orgullo. Él es el primero en localizarnos entre la multitud y Kieran empieza a vociferarles una infinidad de cumplidos, recibiendo como respuesta un fingido desmayo de parte de Javi que nos saca una carcajada a los cinco. Entonces Ryu también se fija en nosotros.

No importa cuántas veces lo haga, ni cuántas veces suceda, siempre me resulta hipnotizante la forma que tiene de observarme.

Silencio poco a poco la carcajada cuando frena su pequeña carrera y se queda mirando fijamente el punto donde nos encontramos... donde me encuentro. Incluso Javi ha comenzado a avanzar hacia el centro del campo y Saoirse y Kieran han retomado su pequeña charleta.

Sin embargo, al igual que Ryu no aparta su mirada de mí, yo tampoco soy capaz de apartarla de él.

N/A: Sí, sé que llego tarde, otra vez. He llegado a la conclusión de que a partir de ahora pondré la cuenta atrás, pero no servirá de nada, simplemente para que me dé un poco más de prisa al corregir. 😭😭😭

Estoy un poquiiiiiiito agobiada con el instituto, sobre todo por las tres semanas de exámenes de temario y globales que tengo por delante, así que perdón por estar tan off en las notas de autora, espero poder recuperar mi "chispa" cuando las semanas de estrés sean menos y me haya quitado varias cosas pendientes de encima.

Así que, haciendo acopio de la nueva sección, dejad por aquí preguntas, reacciones al capítulo o lo que queráis decirme y prometo responderos sin falta. 🌚✨

Espero que todas las que estéis teniendo una situación similar a la mía os vaya genial en los exámenes y que podamos celebrar que nos hemos sacado, al menos el primer trimestre, de fábula.

Con suerte, nos vemos el próximo viernes, sino dentro de dos. Depende de cuánto me quiera bachillerato de aquí a siete días.

Pd: Opuestos Positivos lo actualizo mañana, por si hay alguien atenta jeje.

Os chieeeeeroooooooooooo, inmaduras. 🥺🧡

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