Capítulo Ocho
Capítulo dedicado a xiomyyxd me encanta que te encanten 💜😈
(Canción: Wish I Never de JOEY DIJA)
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Mi mirada vacila entre los dos varias veces, sin saber muy bien qué hacer.
Por un lado, está Thais, bajo el paraguas, cambiando su peso de un pie al otro. No se mueve, supongo que esperando a que se yo sea quien dé el primer paso.
Y, en el otro, está Ryu, que a diferencia de mi novia y sin paraguas, se acerca hasta donde yo me encuentro con mi chaqueta en sus manos.
—¿Qué te pasa hoy? —pregunta, captando mi atención, logrando que centre mis ojos en él.
A pesar de llevar un abrigo azul marino eso no lo protege de la lluvia, haciendo que se moje de pies a cabeza, logrando que varios mechones se le peguen al rostro, enmarcando sus facciones. Varias gotas recorren sus mejillas, descendiendo por su mentón y desapareciendo a través de su cuello. Me fijo en cómo se relame el labio inferior, sin apartar su mirada de mí, siguiendo cada uno de mis movimientos cuando termino por abrigarme con la chaqueta.
—No me pasa nada —me obligo a responder, tartamudeando por el frío.
—Ah, ¿sí? —cuestiona de forma retórica—. Porque en solo unos días has pasado de desayunar conmigo sin lanzarme un cuchillo a la cara a casi insultarme en el coche.
—No te he insultado.
—He dicho casi.
—Tampoco te iba a insultar —refuto, frunciendo el ceño.
—Eso no es el punto, Esther. Es...
Sin embargo, cierra la boca de golpe cuando sus ojos se desvían de mí y se clavan en alguien frente a él.
—Hola —saluda con voz dulzona. Muestra un atisbo de sonrisa al dirigirse a Ryu, y sé, por el gesto forzado, que no le ha gustado en absoluto—. Soy Thais, la novia de Esther.
Ryu enarca una ceja en respuesta, pero no le corresponde el saludo. Esta vez soy yo quien lo observa extraña ante su mutismo.
Me aparto de su lado, sintiendo sus ojos clavados sobre mí, incluso cuando me acerco a Thais y la abrazo. Mi novia no tarda en ahuecar mi rostro y besarme, no obstante, es una casta caricia. Aunque Thais hace el amago de profundizarlo, esta vez me siento incómoda al besarla de esa manera delante de alguien.
O, a lo mejor, es solo porque es él quien está delante.
—Él es Ryu —lo presento. Por el rabillo del ojo me doy cuenta de que sonríe, pero no de la manera que me mostró el día de la fiesta, sino el tipo de sonrisa que me ofreció el primer día que nos conocimos—. El hijo mayor de los Kimura.
Ryu parpadea un par de veces, sin decir nada ante la manera de presentarlo. Ahora mismo me encantaría tener el poder de leer mentes como uno de los superhéroes que tanto le gustan a Nara para saber qué está pensando en estos momentos.
Daría lo que fuera para comprender que está maquinando su cabeza.
Me froto los brazos arriba y abajo, notando la tela húmeda de la chaqueta contra las palmas de mis manos, aunque ya no siento nuevas gotas chocando contra el dorso de esta, ni en mi cabeza, ni en la cara. Aparto la vista de Ryu y me fijo en que Thais ha colocado el paraguas en medio de las dos para resguardarme a mí también de la lluvia.
Había estado tan enfocada en entender que le ocurría que ni siquiera me he dado cuenta de ello.
Pero él, a diferencia de mí, sigue bajo la lluvia y parece no importarle.
«¿Qué te pasa?», me gustaría gritarle, porque... porque es raro en él.
Vuelvo a clavar mis ojos en Ryu, con la pregunta reflejada en mi mirada. En respuesta, se cruza de brazos y encoge los hombros.
«Genial. Simplemente genial».
Menos mal... más o menos, que, de los tres, Thais parece la más sensata cuando habla de nuevo.
—¿Y si entramos mejor? —sugiere mi novia, mirando a Ryu antes de mirarme a mí.
Asiento con la cabeza, percatándome de la pequeña sonrisa que se dibuja en su rostro al seguirla hacia el interior. Aunque no puedo evitar mirar por encima del hombro, esperándome encontrar a Ryu todavía parado en medio de la calle, bajo la lluvia, pero no, sin disimular la sorpresa en mi rostro, Ryu me ofrece el mismo atisbo de sonrisa que antes a escasos metros de mí.
Al entrar de nuevo al local agradezco mentalmente la mala manía de la señora Smith de tener la calefacción a máxima potencia.
Thais cierra el paraguas, dejándolo en un cubo que hay al lado de la puerta antes de recolocarse la mochila, en un gesto nervioso que le he visto hacer muy pocas veces. Me acerco a ella y apoyo una mano sobre su hombro, dándole un pequeño apretón.
—¿Estás bien? —susurro, captando su atención.
Cuando clava sus ojos canelas en mí veo reflejada demasiadas emociones para poder escoger una e interpretarla. También hay muchas preguntas ocultas en la mezcla de marrones que compone su iris. Traga saliva y vuelve a sonreír.
—Lo hablamos mejor después. —Se aparta de mi toque, cayendo la mano lánguida a mi costado. Me cruzo de brazos, como si de alguna forma eso pudiese servirme de escudo a lo que sea que quiera decirme—. ¿Solo estabais Ryu y tú?
—¿Eh?
Thais suspira y cierra los ojos un momento, aclamando paciencia al universo.
—Que si estabas a solas con él, Esther.
—Solo somos amigos —suelto de sopetón ante la acusación implícita que hay en su pregunta.
Aunque «amigos» tampoco sería una palabra que nos definiese bien. Es más, dos adolescentes que viven bajo un mismo techo, comparten el mismo grupo de amigos y se tienen que soportar mutuamente, a veces de mejor manera que otras. Siempre con motes ofensivos de por medio.
—¿Estabas a solas con él o no?
Esta vez soy yo quien traga saliva, no porque esté nerviosa o necesite desenredar un nudo incómodo en mi garganta, sino porque si no me tomo un par de segundos en silencio, meditando la respuesta, puede que termine soltando algo que no deba, aunque sea lo que más me gustaría.
Nunca había visto a Thais celosa.
Jamás.
En ese sentido siempre pensé que tenía suerte, pero ahora, observando la manera en la que me está mirando, en cómo frunce el ceño y tiene los labios fruncidos en una línea recta mientras que vacila en si mirarme a mí o mirarlo a él me doy cuenta de lo equivocada que estaba.
Porque sí, Ryu ha presenciado todo el interrogatorio sin decir absolutamente nada.
Hasta ahora.
—El resto de nuestro grupo está en esa mesa de allí —dice de manera cortante. Nunca lo había escuchado hablarle a nadie de esa forma. Ni siquiera a mí y eso que no hemos tenido las mejores conversaciones—. Creo que estás siendo injusta con tu novia.
La última palabra parece escupirla en medio de su monóologo. Como si...
Todo pensamiento se corta abruptamente de mi mente cuando siento su mano apoyada sobre mi hombro y la calidez que desprende a través de la ropa, a pesar de estar mojada, ante la escasa distancia que hay entre los dos.
A lo mejor está mal, a lo mejor no es la mejor manera de demostrarle a mi novia que entre él y yo no hay nada, a lo mejor no es la estrategia más adecuada para que Thais no se enfade conmigo, pero es reconfortante.
Elevo la mirada, encontrándome con la suya ya clavada sobre mí. Espero que, al igual que antes supo entender mi pregunta silenciosa, ahora sepa comprender el agradecimiento que hay en ellos. Hace un gesto con la cabeza y se aparta de mí.
—Le diré a Saoirse que pida dos Guinness más para vosotras.
Asiento con la cabeza, observándole zigzaguear a través de la mesa hasta desaparecer en el fondo del local.
—¿Solo sois amigos? —cuestiona con un hilo de voz.
—Solo somos amigos, Thais.
Es ella quien da el primer paso y hace desaparecer la lejanía entre las dos. Me retira un mechón mojado del rostro y me lo coloca detrás de la oreja, aunque en lugar de apartarla, su mano desciende hasta ahuecar mi mejilla. Cierro los ojos esperando sentir sus labios tibios contra los míos, pero nunca llega. En su lugar, noto su frente sobre la mía.
—Estás más ciega de lo que pensaba —susurra con la voz encogida—. Porque cualquiera que se fijase en la forma en que te mira sabría que «solo amigos» no serían las palabras que él usaría.
—Sería «persona que soporto por obligación». No hay nada entre nosotros y no lo habrá.
—¿Me lo prometes?
Abro los ojos de golpe ante la pregunta, encontrándome a Thais con su mirada clavada en mí.
Sé que debería prometérselo, sé que debería decir que sí. Sin embargo, no puedo, porque hay algo dentro de mí, una parte muy pequeñita que sabe que esa promesa no podría cumplirla.
Según mi madre, no hay nada más desolador que darse cuenta que la promesa que te hicieron no se cumplió. A veces, porque se les olvida que te hicieron dicha promesa, otras porque simplemente la rompieron y las últimas, porque incluso estando dispuesto a mantenerla, hay promesas que son muy difíciles de cumplir si la vida no te lo permite.
—Con lo alta que está la calefacción os vais a tomar las Guinness calientes.
Al girarme, me encuentro a Kieran sonriendo de manera pícara con dos jarras de Guinness en las manos. Thais se lo agradece y la coge, y Kieran le señala la mesa donde se encuentra al resto. Sin decir nada más, observo a mi novia caminar hacia allí. Kieran me rodea los hombros y me estrecha cerca de él, soltando en respuesta un suspiro aliviado ante su acercamiento.
—Gracias —musito, sin despegar los ojos de Saoirse que comienza a parlotear con Thais en cuanto la segunda se presenta—. Lo has hecho aposta, ¿no?
—Te he visto en un aprieto y he pensado que era el momento idóneo para sacar mi carisma.
—Míster carisma eres ahora.
—Claro. Por eso somos amigos, fue mi carisma lo que te conquistó.
—¿No fue tu impuntualidad? Porque juraría que formamos nuestra pequeña secta en la sala de castigos —bromeo, dándole un pequeño codazo en el costado.
Kieran niega con la cabeza y me revuelve el pelo mientras nos seguimos acercando a la mesa.
—Mi impuntualidad ayudó un poco.
Me es imposible no soltar una pequeña risa ante la lógica de Kieran. Esta vez soy yo quien lo estrecha con fuerza y él se tensa de pies a cabeza ante el gesto.
—Gracias.
—¿Por qué? —pregunta, ligeramente confundido.
—Por hacerme reír. Lo necesitaba.
Él hace el amago de decir algo, pero termina por callarse y asentir con la cabeza. Me revuelve el pelo una última vez antes de marcharse hacia su sitio y sentarse de nuevo al lado de su hermano, que nos observa curioso. Camino cautelosa hasta donde se encuentra Thais, sintiendo la mirada de alguien sobre mí.
Bueno no. No alguien, ...él.
Pero no me atrevo a mirar en su dirección después de lo que ha pasado.
—¿Ya has conocido a Saoirse? —cuestiono cuando llego a su altura.
—Eh, sí... y a Phoebe —responde en medio de un susurro—. Son muy simpáticas las dos. Me recuerdan a María y a Marta.
Suelto un bufido en medio de la risa ante la mención de mis amigas en España. En cierta manera sí que lo son... aunque a la misma vez no. Es extraño compararlas.
—Son geniales, no sé qué habría hecho sin ellas —confieso, manteniendo la voz baja para no interrumpir la conversación que están manteniendo el resto.
—No esperaba que hicieses tantos amigos tan rápido.
Si me lo hubiese dicho otra persona posiblemente me habría molestado, pero siendo Thais, la que fue mi mejor amiga durante tres años y mi novia casi un año más, no me lo tomo como una ofensa ni una manera de hacerme sentir mal sino como una observación sobre mi comportamiento en comparación a la forma que tengo de ser en casa.
—Saoirse ayudó bastante —respondo, sin poder sonreír cuando los ojos mieles de quien se ha convertido en mi cómplice se cruzan con los míos—. Sin ella no creo que hubiese salido de mi habitación el primer fin de semana y, sin embargo, con Saoirse casi que no entré en casa.
—Es hetero, ¿no? —cuestiona, curiosa.
—Eh... no lo sé, ¿por qué?
Ante mi pregunta, Thais guarda silencio. Entrecierro mis ojos en su dirección al comprender a que quiere llegar con eso.
—¿Ahora también estoy liada con mi mejor amiga? —siseo sin disimular el enfado en mi voz.
—¿Tu mejor amiga?
—Sí, mi mejor amiga —escupo en respuesta. Me clavo las uñas en las palmas de las manos con tanta fuerza que me estremezco—. ¿Desde cuándo eres así?
—¿Así cómo?
Al no escuchar ningún murmullo a nuestro alrededor, me percato de que no estamos disimulando todo lo bien que me gustaría para no molestar a mis amigos. Suelto un suspiro y aparto mi mirada de ella, chocando inevitablemente con la de Ryu, que ni siquiera parpadea al pillarlo in fraganti observándonos.
Esta vez soy yo quien enarca una ceja, en espera a que haga algo, lo que sea; que diga alguna de sus tonterías, que me irrite, que me llame con uno de sus estúpidos motes... no me importa.
Sin embargo, no hace nada y se limita a mantenerme la mirada en medio del silencio ensordecedor que ha invadido nuestra mesa.
—Todavía tengo que hacer el check-in —suelta Thais al cabo de unos segundos—. ¿Vienes?
No necesito que haga un nuevo comentario para captar la indirecta.
Me acerco a los dos gemelos, abrazándolos a la vez. Kai besa mi coronilla y Kieran me revuelve el pelo por decimocuarta vez. Luego me acerco a Pheebs, que no pierde la oportunidad de achucharme antes de dejar que sea Saoirse quien me estreche entre sus brazos. Mi madre y mi mejor amiga en ese sentido se parecen demasiado. Por último, me acerco a Javi, con un beso en la mejilla y Ryu...
Él se queda quieto en su sitio, dejándome a mí la responsabilidad de ser quien se acerque al otro. Cuando solo quedan escasos centímetros entre los dos tengo que elevar un poco la cabeza para no mirarle el pecho. El muy idiota sonríe ante mi gesto y yo entrecierro mis ojos en su dirección, pero nadie hace nada. Es como si la noche de la fiesta se reprodujese de nuevo con la incomodidad extra de que no estamos solos. Trago saliva, sin apartar mis ojos de él.
Incluso creo que alguien carraspea a nuestro lado.
Ryu parpadea un par de veces ante la tos forzada de Javi y termina por acercarse a mí... para rodear mis hombros... y darme una palmadita en la espalda.
Oigo una nueva tos proveniente de mi derecha cuando él nos separa. Ni siquiera me molesto en disimular la confusión ante el... ¿abrazo?
«¿Se podía considerar eso un abrazo?».
Sin embargo, al entrever un leve rubor en sus mejillas no oculto la sonrisita divertida.
Aunque Thais no me deja meditar demasiado el significado de todo lo que ha pasado. Saoirse vocifera un sonoro adiós a la misma vez que nosotras salimos hacia el exterior, abriendo el paraguas ante la intensa lluvia que nos recibe.
Tras llamar al taxi y recorrer las lluviosas calles del centro, acabamos frente al pequeño hotel en el que se está hospedando Thais. Saludamos a los recepcionistas, que nos desean una feliz noche y entramos al ascensor con el silencio como acompañante entre ambas.
Después del tema de Saoirse no sé si quiero hablar más. Tampoco estoy muy segura de por qué he venido aquí. Ni siquiera sé si ella quería que viniese, pero si no dice nada supongo que no lo sabré.
Cuando el ascensor hace su característico sonido al llegar a nuestra planta, salimos. Recorremos los pasillos alfombrados todavía en silencio. Thais va un par de pasos por delante de mí, con la tarjetita en la mano y observando cada una de las puertas que cruzamos en busca de la suya. Al encontrarla, frena su paso abruptamente, pillándome desprevenida, y choco contra su mochila.
Lo primero que digo en los treinta minutos que hemos estado calladas es un «lo siento», pero ni se inmuta ante mi disculpa. Me mira por encima del hombro, sin decir nada y abre la puerta, haciendo hueco para que sea la primera en pasar.
Con la costumbre de la familia Kimura que he terminado por convertir en propia, me quito los botines mojados, dejándolos a un lado de la puerta antes de entrar del todo en la habitación tan solo con los calcetines. Thais, a diferencia de mí, sí que entra con los zapatos puestos.
Incluso eso ya no es lo mismo.
Por el rabillo del ojo me fijo en que deja la mochila sobre la cama y se queda justamente a mis espaldas.
—¿Estás enfadada? —pregunta en voz baja.
—¿Tu qué crees?
Thais rodea mi cintura, apretujándome contra ella. Sé que no debería... que deberíamos hablar sobre lo que ha pasado hoy, pero es que la había echado tanto de menos.
Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza hacia atrás, apoyándola en su hombro y girándola ligeramente al lado contrario de su rostro. Thais no tarda en recorrer esa sección de piel expuesta con su nariz, logrando que un escalofrío placentero que llevaba un mes sin sentir me recorra de pies cabeza.
Me muerdo el labio inferior cuando noto una de sus manos acariciando mi costado hasta el borde del jersey y colándose por debajo de él. Cuando su mano fría entra en contacto directo con la piel cálida de mi abdomen se me ponen los pelos de punta ante la diferencia de temperatura, aunque eso solo consiga aumentar la mía. Ni siquiera disimulo el jadeo que se me escapa en respuesta cuando vuelve a besar mi cuello, ascendiendo hasta el mentón.
Thais afianza el agarre de mi cadera con la mano libre mientras que la otra va subiendo con tortuosa lentitud hasta llegar debajo de mi pecho. No puedo evitar arquear la espalda cuando lo ahueca y comienza a dibujar círculos sobre mi pezón. Me giro sobre mí misma al sentir esa presión extraña, pero placentera entre mis piernas. Sus ojos castaños están oscurecidos y podría apostar que en los míos el verde casi ha desaparecido.
No sé cuál de las dos da el paso, pero antes de que sea capaz de procesar que está pasando estoy tumbada en el colchón, su cuerpo está sobre el mío y su boca devorando la mía.
Esta vez soy yo quien cuela las manos bajo su sudadera, ascendiendo por su piel cálida hasta posarlas sobre sus pechos. Cuando arquea la espalda en respuesta, no oculto la sonrisa de suficiencia ante la reacción. Elevo un poco la cadera, aunque es suficiente para chocar contra la suya. En respuesta, Thais empuja la suya contra la mía con más fuerza.
Aparto mis manos de sus pechos y le quito la sudadera y la camiseta, dejándola solo en sujetador. Recorro cada sección de su piel tostada con la mirada sin pudor. Me relamo el labio inferior al ver cómo la tela del sujetador deja entrever el efecto que han tenido unas simples caricias sobre ella.
—No sonrías tanto —ronronea con la voz ligeramente enronquecida, acortando de nuevo la distancia entre nosotras—. Tú hace un momento estabas igual.
—Engreída.
Thais sonríe en respuesta ante el mote.
Y yo quiero golpearme mentalmente cuando la sonrisa ladeada que se dibuja en el rostro de mi novia me recuerda a...
No.
Ahueco su rostro, pillándola desprevenida y vuelvo a besarla, incluso con más intensidad que antes. Ella no tarda en corresponder la caricia, sus manos recorriendo mi cuerpo de arriba y abajo una y otra vez hasta que, como ella predijo hace unos instantes, aclamo más atención de su parte.
—¿Quién era una engreída decías? —cuestiona divertida, entre beso y beso.
Sin embargo, yo siento que me tenso de pies a cabeza cuando la voz de Ryu resuena en mi cabeza diciendo el mismo mote con la sonrisa a la que me había acostumbrado a ver apareciendo en mi mente.
Me separo de Thais, rompiendo el beso entre las dos y cierro los ojos con fuerza, ocultando el rostro entre mis manos cuando me doy cuenta de que lo estoy haciendo y en quien estoy pensando mientras lo hago. Unas inexplicables ganas de llorar me invaden cuando Thais me abraza sin ni siquiera preguntar.
—Oye... no tenemos que hacer nada si no quieres, Esther —susurra, estrechándome incluso con más fuerza cuando se me escapa un sollozo.
«¿Por qué?».
—Yo... eh... no sé qué me ha pasado.
Y al decirlo, no soy capaz de mirarla a la cara.
—No pasa nada. —y el tono suave y arrepentido de su voz, es la última gota que hace romper el vaso—. No llores, por favor.
—P-Perdón.
El silencio vuelve a asentarse sobre nosotras, pero es distinto al de hace unos minutos. Porque, a pesar de que no hemos hablado las cosas, ya no está esa tensión entre las dos, por lo menos no de parte de Thais, aunque de la mía...
—Te quiero.
Esta vez no dejo que sea ella quien me estreche entre sus brazos, sino que soy yo quien toma la iniciativa. Antes me parecía muy sencillo decirle que la quería, pero ahora lo siento como si una parte de mí le estuviera mintiendo y, al mismo tiempo, el no hacerlo me hace sentir una traidora. Intento retener las lágrimas en vano.
—Yo también —me obligo a decir, en un susurro contra su pelo—. Te he echado de menos.
Ella besa mi mejilla en respuesta y noto sus dedos acariciándome la espalda arriba y abajo en una caricia que quema en su recorrido, no de una manera placentera como hace unos instantes sino en forma de recordatorio de que, por lo menos ahora mismo, no me lo merecía. Suspiro, todavía estrechándola con fuerza, como si abrazada a ella pudiese subsanar la mala jugada de mi mente. Al final es Thais quien nos separa después de varios minutos así.
—No tengo mucha ropa, pero te puedo dejar una camiseta si quieres —dice en voz baja.
Asiento con la cabeza, siendo consciente del nudo incómodo que se afianza en la base de mi garganta.
De reojo observo a Thais volviéndose a poner la camiseta y se agacha frente a su mochila para coger otra para mí. Aparto mis ojos de ella, centrándolos en mis manos. De manera inconsciente, he empezado a retorcerme los dedos. Al darme cuenta de ello las apoyo sobre mi regazo, intentando contener la necesidad de seguir haciéndolo, como si la culpa pudiese menguar ante el movimiento de eso.
Thais me muestra una pequeña sonrisa antes de ofrecerme la camiseta y señalarme el baño. Le doy las gracias antes de cogerla y camino hasta la puerta que hay a la izquierda del estrecho pasillo y me adentro a él.
Me quito las medias y la falda mojadas, que estaban pegadas a mí igual que una segunda piel y que, a pesar de estar empapadas, al quitármelas dejan que el frío invada mi cuerpo. Con la parte de arriba solo tengo que desabrochar el sujetador. En un rápido movimiento me visto con la camiseta ancha de mi novia y me apoyo en el lavabo, respirando hondo.
Aprieto con fuerza mis manos sobre el mármol cuando siento que las lágrimas vuelven a luchar por salir. Inhalo y exhalo aire lentamente, contando el tiempo que tardo en soltar y coger aire, de la manera en que me enseñó la psicóloga hace un año cuando sentía que perdía el control de mi cuerpo.
Repito el proceso varias veces hasta que tengo la certeza de que el llanto, a pesar de seguir atorado en mi garganta no se va a escapar y no me cuesta respirar. Suelto un suspiro y dejo de apoyarme en el lavabo.
Al salir del baño me encuentro con todas las luces apagadas y Thais sentada en la cama, con las sábanas protegiéndola del frío.
—Te he dejado el móvil en la mesilla —comenta al fijar sus ojos sobre mí—. Tienes varios mensajes.
Sin ser capaz de decir nada camino hasta mi lado de la cama, adentrándome en ella y ovillándome con las sábanas envueltas a mi alrededor como la crisálida de una oruga antes de convertirse en mariposa. Me giro sobre mí misma, encontrándome con Thais girada en mi dirección. Estiro un poco la cabeza para poder darle un pequeño beso en los labios y al ver que la arruga en su frente que se forma cuando está preocupada desaparece, el peso sobre mis hombros parece empequeñecerse.
—Buenas noches —susurro en medio de la oscuridad.
—Descansa, cariño.
Cierro los ojos al sentir su beso sobre mi mejilla. Intento mantener la mente blanco y no pensar en nada, en busca desesperadamente de sucumbir a Morfeo.
Sin embargo, no debe de pasar más de media hora cuando me giro sobre mí misma en busca de mi teléfono ante el insomnio que posiblemente ganará la batalla esta noche. Al encenderlo le bajo el brillo directamente y entro a la aplicación de mensajería, encontrándome con un mensaje de él.
LA PERSONA MÁS INSOPORTABLE DE IRLANDA:
Saoirse quiere hacerle un tour a Thais mañana, ¿qué te parece?
ESTHER:
¿Por qué no me lo dice Saoirse?
LA PERSONA MÁS INSOPORTABLE DE IRLANDA:
Porque si dices que sí, me convertiré en vuestro chófer.
ESTHER:
Podemos coger el autobús.
No tienes porqué molestarte.
LA PERSONA MÁS INSOPORTABLE DE IRLANDA:
No es ninguna molestia.
Estoy a punto de escribirle un nuevo mensaje con otra excusa para que no tenga que hacerlo, pero me detengo al darme cuenta de ello. ¿No somos amigos? Los amigos se hacen favores, ¿no? Al ver que él tampoco va añadir nada más, salgo de la aplicación para bloquear el teléfono, pero una notificación hace que retroceda, acabando otra vez en nuestro chat.
LA PERSONA MÁS INSOPORTABLE DE IRLANDA:
¿Estás bien?
«¿Estoy bien?», me repito mentalmente.
En lugar de hablar sobre los celos que ha tenido Thais sobre mis amigos he estado a punto de acostarme con ella y, para colmo, en el último momento he pensado en ti... por el estúpido mote que te dije el primer día. Y desde entonces no he podido sacarte de mi cabeza, para después sentirme como una verdadera basura por pensar en otro cuando estaba con Thais. Porque, de alguna forma, la estaba traicionando contigo. Aunque ninguno, salvo yo, lo sepa.
Porque... no debería pensar en ti.
Porque supuestamente eres la persona más insoportable que he conocido en Irlanda.
Porque eres el idiota engreído que se apropió de la cama libre de mi habitación sin siquiera pedir permiso.
Porque nos llevamos mal... y ahora me estás preguntando cómo estoy.
Y no es la primera vez qué haces esa pregunta, a pesar de que te he dicho que estoy bien, porque, inexplicablemente, sabes leerme mejor de lo que pienso.
ESTHER:
Estoy hecha un jodido lío.
Pero cuando estoy a punto de darle a enviar, borro el mensaje.
ESTHER:
Sí. No te preocupes.
Buenas noches, Ryu.
Debajo de su nombre aparece «escribiendo...», así que decido esperar a su mensaje antes de apagar el teléfono. No obstante, se sustituye por «en línea» y nada aparece en el chat. Pero, cuando hago el amago de salir, me fijo en que «escribiendo...» aparece otra vez, y así ocurre varias veces hasta que parece que, finalmente, se decide.
LA PERSONA MÁS INSOPORTABLE DE IRLANDA:
Buenas noches, Esther.
Sueña con tu engreído favorito.
Y, a pesar de todo, sonrío ante el último mensaje.
Entonces, me doy cuenta de que estoy llorando.
Que llevo toda la conversación haciéndolo.
N/A: *vuelve a huir*.
En mi defensa diré que yo advertí que se venía el drama jeje.
Ya está esa es toda mi defensa.✌
Ahora bien, ¿cuál es, hasta ahora, vuestro personaje favorito?
NO VALE RYU NI ESTHER.
A mí los gemelos se me hacen muy divertido de escribir, sobre todo Kieran, que se parece mucho a un amigo.
Así de anécodtas o datos curiosos es que en Irlanda es más probable que te resfríes por culpa de la calefacción que de la lluvia. Porque la mala manía de tenerla a tope está bastante generalizada, asi que los cambios de temperatura son bestiales.
La verdad que el personaje de Thais no pensaba llevarlo por este camino en un principio, pero al final terminó por tener riendas propias. Para empezar, en mi poca planeación como brújula, Thais nunca venía a Irlanda y, sin embargo, aquí está. Pasan que cosas.
Peeeeeero... igual que me dan venazos "malos" o "dramáticos", también me dan buenos, así que, para ganarme al menos un poco vuestro perdón os diré la canción del próximo capítulo y dos líneas de diálogo.
SOLO DOS.
(Aunque creo que van a desatar el caos igual jeje).
Canción: Feel My Love de Glenn Travis.
...
"—La forma en que ella te mira no dice lo mismo —susurra.
—¿Y cómo me mira según tú?
—De la misma manera que la miras tú —responde con sorna."
...
Al final han sido tres, soy débil.
Nos vemos la próxima semana, inmaduras 🧡
Pd: No sé cuando volveré a actualizar AAM, espero que pronto. Estoy dándole más preferencia a esta y a dos proyectos que tengo, por ahora, inéditos.
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