Capítulo Diez
Capítulo dedicado a _urvn0 porque Ryu sonrojado supremacy 🛐✨
(Canción: Mercy de Shawn Mendes)
<< 10 >>
El sonido de las maletas yendo y viniendo junto a los murmullos de las personas a nuestro alrededor es lo único que interrumpe el silencio entre las dos.
Después de ir al puerto y enseñarle a Thais las focas al otro lado de la muralla, aunque hoy había menos en comparación al primer día que las vi, le hemos hecho probar un 99 ice-cream y nos hemos sacado un selfie en el filo del faro como hizo Saoirse conmigo la primera vez que fui.
Desde entonces, siempre que hemos ido, mi mejor amiga y yo hemos acabado sacándonos una foto allí.
Aunque hoy ha sido la primera vez que no ha sido un selfie, sino que Thais ha hecho de fotógrafa para nosotras usando mi cámara analógica que, al parecer, Saoirse recordó coger. También he aprovechado para intentar captar alguna foca, pero por razones obvias, a la distancia a la que estábamos y con esa cámara no han salido tan bien como la vez pasada.
—Lo siento —dice Thais a mis espaldas.
Giro sobre mí misma y miro a Thais, que se ha detenido a un par de metros de mí. Retrocedo hasta acabar más cerca de ella, que se tensa en respuesta.
—¿Lo sientes? —repito, sorprendida.
Thais parpadea un par de veces y se pasa la manga del jersey por debajo de los ojos antes de suspirar. Asiente con la cabeza.
—Por desconfiar de ti —susurra con voz dulce—. Por insinuar... eso. —Trago saliva al darme cuenta de lo derrotada que suena y me abrazo a mí misma, sin saber muy bien qué hacer o si debería hacer algo, en general—. Perdón. Es... no sé qué me pasó, ¿vale?
Esta vez es ella quien se acerca a mí, me rodea los brazos, obligándome a que deje de abrazarme a mí misma y entrelaza sus manos con las mías, dándome un pequeño apretón.
Sigo sin ser capaz de decir nada. Creo que esta vez, es ella quien tiene más cosas que expresar en voz alta que yo.
—Es raro. Estás a un montón de kilómetros, lejos de todo y todos. Podrías hacer lo que quisieras y nadie se enteraría. —Hago el amago de rebatirle lo que ha dicho, pero al ver cómo me hace un gesto con la cabeza para que espere, cierro la boca—. No estoy diciendo que lo vayas a hacer. Es solo que... aquí son tan... no sé.
—Thais...
—Podrías encontrar a alguien mucho mejor que yo. Te olvidarías de mí en nada. No soy la única que lo piensa... —Vuelve a darme un apretón en la mano, aunque ahora mismo yo solo quiero abrazarla. No sabía que se sentía tan insegura con todo esto—. Yo solo sería la paleta de un pueblucho español que ni siquiera sabe que es un 99 ice-cream, ni una Guinness, ni nada parecido, ¿sabes?
La expresión reír por no llorar, ahora mismo, encajaría a la perfección cuando ella suelta una risita nerviosa y yo sonrío un poco al escucharla. Aunque, esta vez, la carcajada exprese de todo menos felicidad.
—Tengo miedo de perderte —confiesa en medio de un suspiro.
—Thais, yo...—empiezo a decir.
Sin embargo, termino por callarme al ver que Thais no ha dicho todo lo que parece querer decirme.
—Es injusto, porque no has hecho nada para que piense eso de ti. Lo siento, de verdad. —Esta vez cuando sonríe, el gesto no es tan triste—. No quiero estar mal contigo. Ni ahora, ni mañana... ni nunca.
—Yo tampoco.
Suelto sus manos y pillándola desprevenida, la abrazo con fuerza, notando como se relaja y me envuelve la cintura con sus brazos, estrechándome más cerca de ella. Cierro los ojos un par de segundos y me permito no pensar en nada ni nadie más... solo en Thais.
—Además... solo son cuatro meses y medio más —susurra contra mi pelo.
«Cuatro meses y medio», resuena en mi cabeza.
Al separarnos, caminamos hasta el control de policías, mirándonos de reojo varias veces. Sé que, si de ella dependiese, se quedaría más días aquí. A mí, ahora que todo parece estar de nuevo bien, tampoco me importaría, pero mañana las dos tenemos clase y no sería lo más apropiado.
—¿Nos vemos dentro de poco? —pregunta, sin disimular el pequeño temblor en su voz.
Asiento con la cabeza y le doy un nuevo apretón a través de nuestras manos, notando como me pican los ojos por las imperiosas ganas que tengo de ponerme a llorar. Sin embargo, intento mantenerlo a raya cuando me percato en la forma que se cristaliza su mirada. Ahueco con cuidado su rostro y retiro una lágrima rebelde que se ha escapado de sus ojos sin ella darse cuenta.
Al igual que antes, vuelve a sonreír, sin el brillo alegre que suele acompañarlo normalmente.
—Nos vemos dentro de poco —le prometo.
Es ella quien termina de hacer desaparecer la distancia entre las dos y me besa.
A diferencia del beso de la noche de ayer, este es suave y delicado. No hay prisas. Solo intención de alargar todo lo posible la pequeña caricia.
De alguna forma, tengo la sensación de que, si no alargo este momento, me arrepentiré más adelante. Porque, a lo mejor, mi promesa no se cumplirá.... A lo mejor sí. No lo sabemos. Esa incertidumbre, aunque sea un poco, nos carcome a las dos, porque ahora mismo, por mucho que queramos negarlo, nuestra relación pende de un hilo muy delicado que en otras circunstancias sería mucho más fácil de mantener que en la que nos encontramos.
No sé quién de las dos termina por separarnos, pero me aferro un poco más a su cercanía. Apoyo mi frente sobre la suya, todavía sin abrir los ojos.
Si llegué a pensar que la primera vez que nos despedimos fue duro, no tenía ni idea porque esta segunda es incluso más dolorosa. Creo que ninguna de las dos pensaba que lo nuestro era tan delicado, tan inseguro. A pesar de haber hablado las cosas, hay algo dentro de mí que grita que ya no es lo mismo. Que a partir de ahora ya no lo será. Esa confianza ciega que tuvimos desde que empezamos se rompió ante su ataque de celos la noche del karaoke. Ni siquiera la disculpa puede devolvérnosla.
Y, aunque ninguna lo diga en voz alta, ambas lo sabemos.
Por eso, de alguna forma, esto no es solo una despedida.
Es el comienzo de nuestro final.
—¿Hablamos mañana? —cuestiona, al separarnos por completo.
Trago saliva, en un intento de deshacer el nudo incómodo que se ha afianzado en mi garganta.
—Mañana te llamo después de salir del instituto —susurro con voz ronca, ante el cúmulo de sentimientos que se arremolinan en mi interior.
Thais da un paso hacia atrás, soltando mi mano en el proceso, que la dejo caer lánguida a mi costado mientras observo como camina a través de las cintas que dibujan el recorrido que tiene que hacer hasta acabar delante uno de los guardias de seguridad que le piden el billete de avión. Ni siquiera cuando pasa por el arco de seguridad me muevo.
No es hasta que se gira, recolocándose la mochila, que me obligo a sonreír cuando se despide con la mano antes de desaparecer por la tienda de souvenirs.
«Solo cuatro meses y medio más», me repito mentalmente, cuando la misma punzada en el pecho que sentí al cruzar por el arco de detector de metales hace mes y medio me invade de nuevo.
Sin mirar atrás, salgo del aeropuerto en busca de la parada de autobús que me dijo Saoirse que estaba a un minuto de las puertas del embarque andando.
ESTHER:
De camino a la parada del bus.
¿Ya has llegado a casa?
SAOIRSE:
Sep.
¿Sabes qué línea tienes que coger?
ESTHER:
Iba a mirarlo ahora, lista.
Todavía con el móvil en la mano, me planto frente al panel, leyendo los distintos horarios que hay repartidos. Localizo varias líneas que van al Dundrum Shopping Centre. Sin embargo, la vibración de mi teléfono me distrae un momento.
SAOIRSE:
¿Lo has encontrado?
Estoy a punto de escribirle que sí, que he encontrado una línea que tiene un autobús que llega dentro de veinte minutos cuando un nuevo mensaje aparece en mi pantalla.
SAOIRSE:
Nada, déjalo.
No te muevas de ahí.
No puedo evitar fruncir el ceño ante el último mensaje... ¿y qué pretende que haga?
ESTHER:
¿Vale?
Aunque la respuesta a mi pregunta llega diez minutos más tarde cuando, congelándome el culo por estar sentada en el frío banco de metal y mientras observo cómo empieza a chispear —¡qué sorpresa!— aparece un coche negro que me resulta demasiado familiar delante de mí.
Es el propio conductor quien, al bajar su ventanilla, me confirma mi suposición.
—¡Sube, que te vas a congelar! —dice casi gritando, para terminar mostrando una sonrisa ladeada.
—¿Saoirse? —pregunto, rodeando el coche por el morro hasta acabar en el lado del copiloto.
Ryu abre la puerta por mí, encontrándomelo ligeramente encorvado en mi dirección con el brazo estirado, enarcando una ceja.
—¿Tú qué crees?
—Creo que tienes un trauma con el frío —suelto en medio de una risa floja a la misma vez que cierro la puerta y me dejo caer en el asiento.
El calor de la calefacción me recibe de inmediato, sintiendo cómo todos mis músculos se relajan ante el cambio de temperatura, y eso que me había quitado la mala manía que achacaba Saoirse a los españoles de no llevar abrigo para nada, e iba abrigada con uno azul marino oscuro que uso normalmente para ir al instituto, porque es por la mañana cuando más parece bajar la temperatura, igual que a altas horas de la noche.
—Tengo un trauma contigo, que es distinto.
—Gilipollas —siseo, fingiendo estar molesta, aunque quiera romper a reír.
Ryu me mira de reojo un momento antes de centrar de nuevo su atención en la rotonda y salir hacia la derecha, conduciendo a través de los prados donde vi a los caballos en mi primer viaje en coche por el país irlandés.
—Por lo menos hemos cambiado de insulto —dice al cabo de un par de segundos.
Esta vez enarca ambas cejas y rompe a reír sin ningún tipo de disimulo.
Le doy un pequeño golpe en el hombro, intentando contener la carcajada que amenaza con escaparse.
—No me distraigas que estoy conduciendo, insensata.
—¿Ya no soy inmadura? —cuestiono cuando dejo de reírme. Centro mi mirada en la carretera siendo demasiado consciente de que él me está observando, aunque sea de reojo—. Al parecer no soy la única que ha decidido renovar insultos.
—Sigues siendo una inmadura —replica, sin borrar la sonrisa de su cara.
—Y tú un engreído.
Al parar en un semáforo, vuelca por completo su atención sobre mí y esta vez, es él quien me golpea en el hombro. Entrecierro los ojos en su dirección al entrever el brillo divertido en su mirada.
—¿Ahora cada vez que te diga algo me vas a decir «tú también» como hace Nara con Kairi? —cuestiona con burla.
Sin embargo, no espera a una respuesta de mi parte y cuando el semáforo vuelve a estar en verde comienza a conducir de nuevo. Ante mi silencio añade:
—Muy maduro, sí señor.
—Mi midiri, si siñir —lo imito irritada—. Paso de ti.
—Yo sí que paso de ti.
—Pues vale.
—Pues muy bien.
—Genial.
—Estupendo.
Ambos nos quedamos en silencio. Por el rabillo del ojo me doy cuenta de la mueca extraña que se apodera de las facciones de Ryu al intentar disimular la sonrisa y yo siento como me duele la mandíbula al apretarla para no dejar escapar la risa que quiere exteriorizarse.
—¿Ahora quién es el inmaduro aquí? —cuestiono, mirando en su dirección.
Él desvía una milésima de segundo la vista de la carretera para clavarla en mí, entrecerrando los ojos.
—Tú eres la inmadura y yo soy el engreído.
—Porque tú lo digas.
Él se encoge de hombros en respuesta. A mí no se me ocurre nada más ingenioso que decir, así que dejo que el silencio nos rodee a ambos, sin resultar tenso o incómodo, sino con la tranquila sensación de saber que no necesitas estar hablando todo el tiempo con la otra persona para llenarlo.
Porque entre nosotros parece que el silencio es capaz de expresar muchas más cosas que una conversación.
* * *
Parpadeo un par de veces, todavía sin creerme lo que acabo de leer.
Sin embargo, desvío la atención del folio repleto de nombres ante los gritos emocionados de mi mejor amiga, que no deja de sacudirme.
—¿Qué?
—¡Te han cogido para el papel principal! —vocifera, abrazándome con fuerza antes de empezar a pegar saltos.
—Soy la suplente —respondo, divertida, en un tono de voz mucho más bajo.
—¡Pero del papel principal!
—Ahora solo hace falta que Bri se rompa una pierna —bromea Pheebs, que está a nuestro lado, observando mi tortura sin hacer nada para librarme de ella.
Estoy a punto de pedirle a Saoirse que deje de abrazarme o pegar saltos o ambas cosas cuando se detiene de golpe, mirando algo fijamente a mis espaldas. Frunzo el ceño y hago el amago de mirar qué es eso que ha llamado su atención, cuando es la propia Saoirse quien me obliga a mantenerme en mi sitio.
—¿Qué?
—Viene la abeja reina —susurra.
Si pensaba que así la iba a entender, está muy equivocada.
Miro confundida a Pheebs en busca de alguna respuesta, pero ella me ignora por completo. Se limita a rodearme el brazo, a la misma vez que lo hace Saoirse y ambas comienzan a andar hacia la salida, obligándome a avanzar.
No somos los únicos que caminan rápido, casi corriendo hacia las puertas de la libertad. Siendo viernes a última hora es el comportamiento que todo adolescente promedio tendría. Sin embargo, mis amigas no dejan de mirar de reojo hacia atrás cuando piensan que no las estoy viendo.
—¿Qué pasa? —pregunto, mi mirada vacilando entre Saoirse y Pheebs, cuál más tensa que la otra.
—Bri está leyendo el anuncio de los roles para el musical —habla Pheebs al cabo de unos segundos en silencio.
—Debajo de su nombre está el tuyo —añade Saoirse a la misma vez que abre la puerta de la entrada.
—¿Y?
—¡¿Y?! —responden las dos al unísono.
Bufo una maldición y me suelto del agarre de ambas, girándome para acabar cara a cara con ellas y con quien sea que salga hacia la salida.
—Vosotras erais las que queríais que participara.
—Lo sé. Si queremos que participes...
—Pero ser la suplente con ella solo puede tener dos finales.
—Y lo mejor es intentar no descubrir cuál de los dos.
—Sois un poco paranoicas, ¿lo sabéis? —pregunto, sin disimular la incredulidad en mi tono de voz.
De Pheebs si que me espero ese pensamiento de temor ante alguien, porque no es la primera vez que la he visto intimidada por alguien o algo, pero Saoirse... hasta ahora nunca. Es extraño ver como una persona es capaz de convertir a una que nunca se calla las cosas y siempre se ve de frente, en alguien que huye de ella.
No sé si me sorprende, asusta o desagrada.
No obstante, el escuchar mi nombre en una voz desconocida impide que pueda seguir dándole vueltas al asunto.
—Esther, ¿verdad? —cuestiona, con un acento muy marcado.
Me giro en dirección a la voz encontrándome con quien, en una película de adolescentes, supongo que sería mi archienemiga suprema. Es más, es la representación gráfica exacta de las chicas en Clueless o Mean Girls, tanto, que resulta incluso cómico.
Tiene el pelo negro azabache y liso, que le llega hasta por encima de la cintura. Una felpa de color granate, muy parecido al color del jersey del uniforme decora su cabeza, aunque teniendo el flequillo estilo cortina resulta un poco inservible si no se lo aparta. En lugar de llevar una mochila, como cualquier otro ser humano, tiene un bolso de una marca cara colgado sobre el hombro. No creo que puedan caberle muchos libros dentro de él. Solo necesito ver que tiene las manos ocupadas con el archivador y un par de libros para confirmar mi teoría.
Ante mi escrutinio, sonríe con suficiencia, mostrando la perfección hecha dentadura, todo lo contraria a la mía. Sus ojos son de un azul tan claro que podrían pasar por grises sin problema y su tez blanca no tiene ni una marca de acné o peca.
Algo extraño se asienta en mi estómago al acordarme de que Ryu estuvo con ella no hace mucho y que, a lo mejor, siguen viéndose.
«¿Ese es su prototipo de chica?», me cuestiono a mí misma.
—¿Eres muda? —habla de nuevo, observándome de arriba abajo con curiosidad.
—Eh, no —suelto sin pensar—. Soy Esther, sí.
—Brittany —responde ella, estirando una mano en mi dirección.
La observo confundida.
«¿Qué quiere que haga?».
Brittany, en respuesta, la sacude y señala con la cabeza mi mano.
En un torpe movimiento se la estrecho, notando el calor subiendo hasta mi rostro. Ahora mismo tengo que tener las mejillas rojísimas por culpa de la vergüenza.
—Solo quería darte la enhorabuena por el papel —dice con una elegancia que ya me gustaría tener a mí al hablar. Suelta mi mano y veo como la restriega contra su falda antes de recolocarse la correa del bolso—. Ser la suplente del rol principal no es cualquier cosa.
—G-Gracias.
¿He tartamudeado?
Me encantaría darme una palmada mental en este momento.
A ella parece no importarle mi tartamudeo y continúa hablando a la vez que baja las escaleras. No sé por qué, pero la imito. Y sé, por los pasos a mis espaldas, que Saoirse y Pheebs también.
—Por ende, he pensado que podríamos quedar alguna vez para practicar nuestras líneas y así pulir la esencia del personaje. —Frena en el último escalón y rompe el contacto visual un momento, para enfocarlo al segundo siguiente en mí de nuevo, con una determinación increíble—. No queremos que, si me pasa algo, sea un fiasco de musical, ¿verdad?
No está insinuando lo que yo creo que está insinuando, ¿verdad?
—¿Fiasco por qué?
—Ah, no, por nada. Es una forma de hablar. —Suelta una risa suave y elegante. Incluso en eso es capaz de hacerlo refinado—. Ha sido un placer hablar contigo.
Antes de que pueda decir nada, me da la espalda y empieza a caminar hacia un coche negro que, si no fuese por la gran cantidad de veces que lo he visto aparcado en frente de mi ventana o en el otro lado de la calle, no reconocería. Pero es el propio Ryu el que, al sacar ligeramente la cabeza, confirma mi suposición.
Trago saliva, intentando disipar de alguna forma la sensación incómoda que me invade al ver como Bri se apoya sobre la puerta con una familiaridad envidiosa, mostrándole una sonrisa que él no tarda en corresponder.
—No sabe que ya no tiene posibilidades —comenta Saoirse a mí lado.
—¿Por qué no las va a tener? —pregunta Pheebs, ahorrándome el bochorno de hacerlo yo.
Saoirse en un primer momento no dice nada, pero soy capaz de ver de reojo como clava los ojos en mí, aunque sea un solo segundo antes de desviarlos a Ryu de nuevo.
—Porque al gruñón le gusta alguien.
Tengo que morderme el labio inferior para evitar preguntar quién es esa persona y recordarme a mí misma que, hace menos de cuatro días, estaba con mi novia.
—¿La conozco? —pregunta Pheebs, sin disimular la curiosidad en su voz.
—No puedo decir nada.
—Te odio —masculla la rubia, dedicándole una mala mirada a mi mejor amiga.
—Me adoras —responde con sorna ella.
—Te soportamos, que es distinto —añado yo, divertida ante la situación.
—¿Sí? Pues nada, me voy, así ya no me tenéis que soportar.
Se recoloca la mochila, mirándonos a las dos con fingida molestia y comienza a caminar en dirección al coche de Ryu, donde Bri sigue apoyada, hablando con él.
—¿Y esta ahora a dónde va? —me pregunta Pheebs.
—A una misión suicida, al parecer.
Ni Pheebs ni yo nos movemos de donde estamos. Saoirse, por otro lado, acaba junto a Brittany con la actitud de siempre, sonriéndole con el reto implícito en su gesto y se apoya también en el coche, captando la atención de Ryu. Entonces, se gira en nuestra dirección y nos señala, haciendo que la pareja también nos mire.
La mato.
Y me mato.
Entonces es Pheebs quien, rodeándome el brazo con el suyo, me obliga a avanzar hacia el coche.
Corrección: las mato.
Si pensaba que lo que pasó el sábado por la noche no podía ser más incómodo, esto no sabría cómo clasificarlo. Saoirse me sonríe divertida, Ryu enarca una ceja y Bri alterna la mirada entre nosotras y él. Antes de que pueda decir o hacer algo, Ryu se encarga de hacer todo esto incluso más incómodo.
—Hoy estaba generoso y he pensado que podría ahorrarte el viaje en autobús —bromea, dirigiendo toda su atención hacia mí.
Entrecierro los ojos en respuesta, sabiendo perfectamente que oculta algo.
—¿Qué vas a querer que haga? —cuestiono, sin importar que no estemos los dos solos.
—Muchas cosas —suelta con burla mientras esboza una sonrisa ladina. No puede significar nada bueno—. Pero hoy es más bien un favor pequeñito.
—¿Qué pasa si te digo que no?
—Ni siquiera me has dejado pedírtelo.
—No has respondido a mi pregunta.
—Esther Guerrero, cada día eres capaz de romperme un poco más el corazón —suelta, apoyando una mano sobre su pecho.
—Dramático.
—Mala persona.
—Hipócrita.
—Inmadura.
Y, tras decirlo, amplía su sonrisa, en espera a que le responda con el mote que, después de un mes y medio, ha terminado por convertirse en suyo, pero no lo hago.
—Cretino —escupo, con molestia.
Aunque no estoy muy segura si estoy molesta con él, con la situación o conmigo misma.
—Parecéis hermanos —comenta Brittany, ligeramente divertida.
No ha dicho eso.
—No lo son —aclara Saoirse, enarcando ambas cejas.
Brittany la ignora y se limita a despedirse de Ryu, sin importarle la presencia de nosotras tres. No soy capaz de apartar la mirada de él, cuando Bri se acerca, metiendo la cabeza a través de la ventanilla. Ni siquiera cuando, sabiendo el historial de los dos, sea para besarlo. Sin embargo, por el gesto de Ryu al girar un poco la cabeza hacia un lado, solo le da un beso en la mejilla.
No sé por qué, pero me tranquiliza.
Nos sonríe a las tres antes de caminar en dirección a un todoterreno, muy parecido al de los gemelos, pero a la misma vez distinto. Sé, gracias a Saoirse, que la familia de Kai y Kieran es muy acomodada. Bastante, además. Y ellos, incluso con todo el dinero que deben de tener, son de las personas más humildes que he conocido en el instituto.
—¿Subís? —pregunta Ryu, haciendo que aparte la mirada del coche que desaparece entre el tráfico.
Como cada día, Pheebs nos abraza a las dos a la vez y camina hacia el puente que cruza la carretera por encima, para ir a su casa. Saoirse no tarda en subirse a los asientos de atrás, dejándome a mí el privilegio, ojo a la ironía, de sentarme en el del copiloto. Fulminándola con la mirada, ando hasta llegar al otro lado del coche y entro, dejándome caer sobre el asiento.
Ante la alta temperatura por culpa de la calefacción, me quito el abrigo bajo la atenta mirada de Ryu, que parece no tener ningún comentario sarcástico ante mi vestimenta. A la misma vez que me abrocho el cinturón, él arranca, saliendo de nuestra cárcel particular llamada instituto.
Ninguno de los tres dice nada por un largo tiempo. Gracias al espejo retrovisor, sé que Saoirse está enredando con el teléfono, entreteniéndose por su cuenta mientras que yo me obligo a mantener la vista clavada en la carretera, aunque sea consciente de la extraña necesidad de querer mirar a mi derecha.
—Tenemos que hacer de niñeros. —Rompe el silencio al parar frente a un semáforo. Sigo sin mirar en su dirección y me limito a asentir con la cabeza, alentándolo a continuar—. Ese era el favor.
—Ah —respondo.
¿En serio, Esther? ¿«Ah»?
Cada día estoy peor.
—¿Ah?
—Ajá —respondo con una seguridad que estoy lejos de sentir.
—¿Vas a hablar todo el tiempo con monosílabos?
—No.
Ryu suelta una carcajada ante mi respuesta y yo tengo ganas de meterme cabezazos contra el salpicadero, pero por razones obvias, no lo hago. No necesito perder más neuronas. Me cruzo de brazos y lo miro de reojo, encontrándome con que me está mirando también.
—Entonces, ¿qué dices? —cuestiona, y desvía la mirada de mí un segundo cuando el semáforo vuelve a estar verde—. ¿Harías de niñera conmigo, Esther?
Estoy a punto de responder que sí, pero termino por callarme al darme cuenta de lo que implica el hecho de que no esté ni Helen ni Kenji en casa. Vamos a estar solos, con Kairi y Nara, pero casi solos por completo.
—¿Puede venir Saoirse? —pregunto en respuesta, disimulando el momento de pánico mental.
—Sí, no creo que a mi madre le importe.
Mejor.
Nos quedamos en silencio un par de segundos. Él centra toda su atención en el cruce y no volvemos a hablar hasta que llega a la rotonda que hay a cinco minutos de distancia de casa.
—La cena está preparada de antes y solo hace falta calentarla en el horno. Son unas empanadas rellenas de atún o carne, no sé —comenta, con la vista fija en la carretera—. Tiene que tomar una fruta antes de poder comerse el yogur y, por mucho que te ruegue, no te dejes engañar, porque sabe perfectamente cual es su hora de irse a dormir.
—¿En singular?
—Kairi se ha quedado en casa de un amigo o algo así.
—¿Algo así? —pregunto, confundida.
—De todo lo que te he dicho, ¿solo te has quedado con eso?
—Eres insoportable —murmuro para mí misma, pero lo suficiente alto para que me escuche.
Al oír un bufido en medio de una carcajada sé que lo ha hecho, pero hace oídos sordos y sigue hablando.
—El favor se trata de que necesito que te quedes al menos tres horas tú sola con Nara...
—Y con Saoirse.
—No sé qué es peor —añade divertido y, aunque me gustaría ser capaz de fingir mejor que estoy molesta, la risa floja que se me escapa es inevitable—. El entrenamiento es a las cuatro, pero yo tengo que estar antes. Además, lo más probable es que no salga hasta muy entrada la noche.
Asiento con la cabeza y él me ofrece una pequeña sonrisa en agradecimiento.
Entonces me fijo en su atuendo. Lleva una camiseta de color azul cielo que se amolda a sus brazos y su torso como una segunda piel, dejando muy poco a la imaginación, junto a un pantalón de chándal de color negro y unas medias del mismo color que le llegan hasta el límite entre la pantorrilla y la rodilla, combinado con unas zapatillas blancas. Al elevar la mirada me fijo en que tiene ambas cejas alzadas y no necesito que diga nada más para saber que mi escrutinio no le ha resultado indiferente.
—Seguramente llegue agotado. Así que, si estoy más irritable de lo normal, no te lo tomes como algo personal.
—¿Puedes ser más irritable aún?
—Más que tú no, pero casi —comenta en medio de una carcajada.
Al igual que el otro día, le golpeo el hombro y él me mira mal, aunque sé por el brillo divertido de su mirada que no le ha molestado en absoluto.
—Idiota.
—Iditi —me imita, poniendo la voz más aguda.
Esta vez lo golpeo incluso con más fuerza, pero no parece inmutarse. Aunque lo preferiría antes de escuchar la escandalosa risa que resuena en el coche ante mi frustración. Al ver como no se calla, le hago el corte de manga cuando sé que me está mirando y tiene, obviamente, el efecto contrario al que pretendía, porque se ríe con más ganas.
—¿Me acabas de imitar? —cuestiono, cuando su risa se vuelve más leve.
—Sí.
Entrecierro los ojos en su dirección al ver la sonrisa divertida que decora su rostro y como, ante mi gesto, solo la amplía.
—¿Qué? —pregunta, al ver que yo no digo nada. Cuando no obtiene respuesta, niega con la cabeza, sin borrar la sonrisa—. Tú lo haces todo el tiempo.
—¡Pero lo hago yo! —suelto irritada.
—¿No puedo imitarte?
Parpadeo un par de veces, sorprendida por la pregunta.
—Eh... pues no.
—¿Pero tú si me puedes imitar a mí? —cuestiona, aunque parece más una afirmación.
—Sí. Imitarme es un privilegio.
Ante mi respuesta no se carcajea ni amplía su sonrisa como esperaba que hiciese, en cambio, forma una línea recta con sus labios, aunque estos estén un poco elevados en el lado izquierdo y me mira de reojo, enarcando una ceja con el brillo del reto reflejado en su mirada felina.
—¿Algún día me lo concederás?
Y no sé por qué, pero parece preguntar mucho más que solo el hecho de poder imitarme. Algo que no sé si quiero descubrir, pero no por ello me dejo amedrentar.
—Tendrás que ganártelo —digo con sorna.
Vuelve a sonreír de la manera que solo le he visto hacer pocas veces.
Está a punto de decir algo, pero cierra la boca cuando Saoirse sale de la parte de detrás de los asientos y acaba entre en medio de nosotros.
—Bueno, Ryu, gracias por acercarnos. —Vacila su mirada entre los dos antes de clavarla en mí, dibujando una línea recta con los labios—. ¿Nos vamos, Esther?
Ni siquiera me deja responderle. Se deja caer hacia atrás, coge su mochila y sale del coche, pero no se aleja demasiado, esperando por mí.
No me acordaba de que estaba con nosotros.
Estaba tan centrada en no perder los nervios con Ryu, que ni me había molestado pensar en el hecho de que había alguien más escuchando nuestra conversación.
«Estoy jodida», pienso para mí misma al salir del coche.
Lo peor es que no es la primera vez que sucede.
Es como si la presencia de Ryu pudiera absorberme y hacer que me olvidase de todo y todos a mi alrededor cuando está presente.
N/A: Rysther supremacy es otro rollo. Porque sí... TENEMOS NOMBRE PARA EL SHIPPEO AAAAAAAAAAA. 🛐🛐🛐
También quería deciros un par de cositas:
1) Queda cada vez menos para EL momento. No sé cuántos capítulos (porque aka brújula), pero menos. Espero que sea antes del capítulo 20.
2) A partir de ahora las actualizaciones las haré cada dos semanas, porque empiezo dentro de nada las clases y no quiero estar estresada ni que vosotras estéis muchas semanas sin nada. Así que he pensado que de esta forma se quedará todo más "equilibrado".
Además, por el grupo de telegram siempre estaré informando y mandando adelantos. Ya sabéis que me gusta ver el mundo arder muy a menudo jeje. Y... la idea de hacer un maratón dentro de un tiempo no suena muy disparatada, ¿qué os parece cuando lleguemos a los 50 K?
Dejando esto al lado, ¿qué os ha parecido Thais después de todo esto? ¿Y el primer encuentro con Brittanny? 🌚🔥
(Si alguien la llama zorra, cerda y cosas parecidas, borraré el comentario).
Os estaré leyendo.
Ahora bien, pregunta para vosotras, ¿qué tal han sido vuestras vacaciones? O, ¿qué tal vuestra vuelta a clase? 👀
Yo estoy muuuuy nerviosa, si os digo la verdad. Siempre me pongo nerviosa jeje. Y eso que es el mismo instituto, con mi grupo de amigos de siempre y con mis profesores habituales, casi todos.
Y ya estaría.
Si esto sigue creciendo a este ritmo... pronto nos leeremos en "Un simple mensaje" (La segunda parte de "Un simple audio"), por si le queréis echar un vistazo.
Nos vemos dentro de dos viernes, inmaduras. 🧡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro