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Capítulo Diecinueve


Capítulo dedicado a danielaalizartee siempre será un placer subirte un poquito más las expectativas con cada capítulo 🧡

Felicidades a _veronixx_<3

(Canción: Male Fantasy de Billie Eilish)

<< 19 >>

El resto del fin de semana, después de la fiesta, he intentado no darle vueltas a nada de lo que pasó. Ni a lo de Jason, ni el hecho de que Brittany nos viese juntos, ni tampoco en Ryu y en el hecho de que había dicho en voz alta que le importaba.

Pero claro, ha sido solo un triste intento.

Así que hoy, al mirarme en el espejo no me sorprende cuando me encuentro con unas profundas ojeras bajo los ojos. A pesar de que es lo último que me apetece ahora mismo, me obligo a ponerme algo de base para disimularlas.

Al menos, físicamente, el cansancio no es notable, aunque esté ahí.

Respiro hondo y me mentalizo sobre todo con lo que voy a tener que lidiar hoy.

Suelto el aire con lentitud, ordenando cada una de los obstáculos que tendré que pasar, como me enseñó mi psicóloga hace un año.

«Un problema a la vez, Esther. Uno solo», me repetía siempre.

El primero es evitar a toda costa el interrogatorio de Saoirse.

Me lavo los dientes y me echo colonia antes de salir del baño y entrar a mi habitación para coger la cámara analógica y guardarla en la mochila. Tengo pendiente todavía ir a algún laboratorio para revelar las fotos que he ido haciendo a lo largo de estos meses, pero no he encontrado el momento ni tampoco el lugar, aunque espero hacerlo pronto.

Al salir del pasillo, me acerco a la isla para coger un plátano, saludando a Kenji en el proceso, que está preparando el desayuno para Kairi y Nara que les queda, por lo menos, media hora más de sueño antes de que él los vaya a despertar. Helen, supongo, que estará sacando a Boots, porque no hay ni rastro de la bola de pelo.

Antes de que sea capaz de abrocharme el abrigo, escucho un par de golpes en la puerta. Con media manga puesta y arrastrando la mochila por la moqueta, abro la puerta.

—¿Buenos días? —pregunto, al ver lo cansada que parece mi mejor amiga.

—Para quién los tenga.

Frunzo el ceño al escucharla tan desganada.

—¿Ha pasado algo?

—La verdadera pregunta, Esther, es qué no ha pasado —refunfuña—. Pero como no salgamos ya, vamos a llegar tarde.

Solo con ese cambio de tema, sé que no quiere hablar de lo que sea que ha pasado y decido respetarlo. Sé que cuando quiera hablar de algo, lo hará. Si le insistiese en hacerlo, tendría el efecto contrario y en lugar de abrirse, se cerraría cada vez más.

Caminamos en silencio hasta la parada, con el único sonido de los coches yendo y viniendo junto al murmullo del viento, azotando los árboles con fuerza. A pesar de estar más cerca de la primavera que del invierno, las temperaturas siguen igual de frías que en enero. Al menos, esa es la sensación que tengo cada vez que salimos para lo que sea.

Llegamos justo para coger el bus, con el silencio intacto entre nosotras.

Sé que dije que iba a hacer todo lo que pudiese para que Saoirse no me hiciera ninguna pregunta respecto a la fiesta, porque no quería hablar de ella, pero no hablar en absoluto no entraba en mis planes tampoco.

Así que esta vez, los papeles se han intercambiado y la interrogada hoy va a ser ella.

—Vale, ya está —anuncio cuando nos sentamos en la parte trasera del autobús—. ¿Qué te pasa?

—¿A mí? Nada —murmura, apartando la mirada y centrándola en la carretera.

—Tenemos menos de veinte minutos —le informo, señalándole con el dedo, en un intento de parecer amenazante—. Así que no tengo tiempo para eso de que yo te pregunte qué te pasa y tú me digas nada, así varias veces hasta que por fin decides decirme qué te pasa, porque —repito—, no tenemos tiempo. Saoirse O'Reilly, ¿qué te pasa?

Ella suelta un bufido antes de echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos.

—¿Por dónde empiezo? —cuestiona, al cabo de un par de segundos en silencio.

—Por el principio, ¿no?

—El principio es muy largo para quince minutos... —divaga, abriendo los ojos y mirándome. Enarco una ceja en respuesta, alentándola a que siga—. Pues llevo varios meses comiéndome la cabeza por alguien. Ya sabes que yo no he tenido... bueno, que nunca me ha gustado nadie lo suficiente para querer algo más que no fuese un par de besos y... Mmm, esas cosas, ¿sabes? —Asiento con la cabeza para que sepa que la estoy escuchando, pero no digo nada más—. Y es que nunca me ha podido gustar nadie de ese modo, porque llevo enamorada de alguien tanto tiempo que no sé cuándo no lo estuve.

Suelta un suspiro y coge aire lentamente, tomándose su tiempo.

Yo me mantengo en silencio.

—¿Sabes cuando miras a esa persona y todo queda en un segundo plano? Es como si al cruzar miradas con ella, tu alrededor se volviera borroso y los sonidos, a no ser que no sea su voz, no son audibles para ti. Todo desaparece y solo queda ella —murmura, no sé si para sí misma más que para que yo la escuche.

Soy incapaz de ocultar la sonrisa cuando un recuerdo tras otro se amontona en mi cabeza, con un engreído demasiado sarcástico para su propio bien observándome de esa forma felina tan característica suya que siempre consigue ponerme de los nervios.

—Seguro que te ha pasado un montón de veces con Thais —suelta, explotando mi burbuja de felicidad de golpe.

Precisamente con Thais no ha sido, me gustaría decirle. Pero termino por callarme al darme cuenta de que, todavía, nadie sabe que Thais y yo ya no somos nada.

Y, ahora mismo, tampoco me parece el momento idóneo, así que no digo nada respecto a ello.

—¿Qué pasa con eso? —pregunto, para que no se cierre en sí misma como antes.

—Que cuando la miro, me siento así. —Gruñe y se pasa una mano por la cara—. Se podría caer el mundo a mi alrededor, que mirando al mar que tiene como mirada me daría igual, Esther. No me podría importar menos. Y... me da miedo. Miedo de que esto sea solo algo que yo esté sintiendo. Me da miedo que, si decido arriesgarme, todo lo que hemos vivido estos años, se va a ir a la mierda por un cambio hormonal.

—No creo que sea algo hormonal, Saoirse.

—¿Y qué es?

—Amor —susurro, mirándola fijamente—. Se llama estar enamorada, Mérida.

—No.

—¿No? —repito, sin entender nada.

—No puedo estar enamorada de ella.

Niego con la cabeza, incrédula.

—Temo decirte que ya lo estás.

—¿Y ahora qué hago? —cuestiona, genuinamente aterrada.

Parpadeo un par de veces al escucharla.

Ha venido al peor sitio para consejos de ese tipo.

—Decírselo, ¿no?

—¿Decírselo? —repite.

—¡Puedes dejar de repetir todo lo que digo! —grito en susurros.

—¡Es que cómo se lo voy a decir! —imita mi tono.

—Diciéndole: Estoy enamorada de ti, Pheebs.

—¿Cómo...? ¿Tú...? —balbucea, intentando decir algo coherente, pero falla estrepitosamente en cada una de las veces—. ¿Lo sabías?

—Eráis bastante obvias —repito lo que dijo Ryu en la fiesta.

Ella se queda en silencio un momento, sopesando el comentario.

—Un poco puede que sí.

—Un poco bastante —la irrito.

—Tampoco te pases —refunfuña, golpeándome el hombro suavemente.

Enarco ambas cejas, retándola a que lo niegue. Saoirse intenta reprimir todo lo que puede la sonrisilla que amenaza con surcarle la cara.

—Vale, puede que fuésemos un poquitín obvias.

Asiento con la cabeza sin dejar de reírme.

Bajamos juntas del autobús, notando que los nervios que sentía ante la perspectiva de tener que encontrarme con Jason han desaparecido por completo. No creo que él quiera sacar el tema a la luz, teniendo en cuenta como quedaría y por mi parte todo puede olvidarse.

Pero claro, es creer demasiado.

Y cuando llegamos a la entrada me percato de que un grupo de chicos apoyados en la taquilla se giran en nuestra dirección sin una pizca de disimulo antes de retomar nuestra conversación. Lo mismo ocurre con dos chicas que están sentadas un par de asientos por delante de mí en clase, que no dejan de mirar por encima del hombro, mirarme y volver a cuchichear.

Estoy tan centrada en las personas a mi alrededor, que no es hasta que el profesor O'Sullivan, me llama la atención.

—Señorita Guerrero, ¿me podría explicar cuáles son las características de la literatura del siglo XX? —cuestiona con voz nasal.

Parpadeo un par de veces al ver que, al contrario de lo que llevaba pretendiendo a lo largo del día, todo el mundo clava la mirada en mí.

—Eh... —titubeo varias veces—. La literatura del siglo XX.

—Es lo que acabo de decir —rebate, impaciente y frunciendo los labios, logrando que su bigote canoso destaque sobre su arrugada cara—. ¿Estaba o no estaba atenta a la clase?

Asiento con la cabeza, con una seguridad que no siento sin dejar de mantener el contacto visual mientras voy pasando las páginas del libro de literatura con una precisión que ni yo me creo, observándolas de reojo hasta que ubico la que se refiere a la literatura del siglo XX.

—La literatura del siglo XX... —repito de nuevo, agotando la poca paciencia del profesor O'Sullivan—. Se caracterizaba por ser una época donde surgieron una serie de autores muy importantes e influyentes como Oscar Wilde, Bram Stoker o James Royce, entre otros. Que, a pesar de que el inglés fue el dominante en la literatura irlandesa, muchas de las grandes obras que conocemos hoy en día fueron escritas originalmente en irlandés.

O'Sullivan carraspea un par de veces y hace un gesto con la cabeza de aprobación antes de centrar su atención de nuevo en la pizarra y comenzar a relatar una retahíla de datos y características de la época.

A la misma vez que el profesor aparta la mirada de mí, lo hace el resto de mis compañeros, exceptuando las dos chicas de antes. Enarco una ceja, sin entender exactamente muy bien qué les pasa conmigo y cuando una de ellas me sonríe ante el gesto, espero lo peor.

—No les hagas mucho caso —me susurra Pheebs. Aparto la mirada de ellas, para centrarla en la rubia que suena sorprendentemente molesta—. Lo más probable es que te viesen con Ryu en la fiesta y estén pensando cómo hacerlo ver para crear una historia de las suyas que todo el instituto adora.

El instituto tiene una cuenta donde todos y cada uno de los dramas que ocurren entre esas cuatro paredes aparecen mucho más rápido de lo que puede decírtelo tu amiga.

No sé cómo lo hacen, pero incluso lo que a ti te puede parecer lo más insignificante. Ellas, porque ahora sé que son dos y son chicas, son capaces de elaborar una teoría de lo más compleja al nivel de las conspiraciones que hay sobre el Área 51.

—Sí, supongo que será eso —murmuro y comienzo a apuntar todo lo que escribe el profesor en la pizarra.

Después de ese pequeño encontronazo, intento no distraerme a pesar de seguir sintiendo varias miradas sobre mí.

Aunque entre el examen de matemáticas y el de química, al salir hacia la cafetería tengo tal caos en la cabeza, que no tengo espacio para nada más, salvo para saciar mi cansancio comprándome un café de la máquina expendedora junto a una chocolatina e intentar distraerme hasta cuarta hora.

Al abrir las puertas de la cafetería, la tranquilidad que reinaba en el pasillo pasa a un segundo plano ante el bullicio en el que me veo sumergida de golpe.

Me pongo de puntillas, mirando de punta a punta de la cafetería, buscando mi grupo de amigos que, si no fuese por los aspavientos con las manos que hace Saoirse con las manos, no hubiese sido capaz de localizar.

Acelero el paso hasta llegar casi al final de la cafetería, olvidándome por completo de comprarme el café o la chocolatina y me dejo caer en la silla libre que hay al lado de Kieran.

—Qué mala cara traes —comenta, sonriente antes de rodearme los hombros y estrecharme contra él.

—Peor voy a traer como tenga algún examen más esta semana —suelto en un suspiro.

—Entonces, ¿el examen de historia...?

Shhhhhh —le pido, haciendo un gesto con la mano—. Ese es la próxima semana, no quiero pensar en él.

—Pero son tres temas, Esther...

Sh.

—Y son bastante largos...

Sh.

—Y...

Ante la risilla divertida que se le escapa a Saoirse por nuestra conversación, me giro a mi mejor amiga.

—¿Tú escuchas algo? —le pregunto, ignorando el refunfuño de Kieran al ver que lo estoy ignorando.

—El viento, ¿no?

Sonrío divertida cuando me sigue la broma. Kieran me da un pellizco en el costado en respuesta.

— Creo que es un fantasma —finjo estar horrorizada.

—¿Segura? —se une Pheebs.

Asiento con la cabeza varias veces, conteniendo lo mejor que puedo la risa. Kieran apoya las manos sobre mis hombros y empieza a zarandearme, irritado consiguiendo únicamente que mi carcajada se vuelva más escandalosa.

—¡Ay, no! —exclamo, horrorizada—. Creo que me ha poseído —continúo la broma.

Creo que el colmo llega cuando Kai suelta una risa corta, aunque tose para disimularla lo mejor que puede.

—Amigos para esto —bufa, molesto Kieran.

—¿Está hablando de nosotros? —le pregunto a Pheebs y a Saoirse.

La primera se encoge de hombros y la segunda amplía su sonrisa.

—¿Ha dicho amigos? —cuestiona, retóricamente—. Entonces no. Esos no somos nosotros.

Esta vez, Kieran se une a nuestras carcajadas.

Y por un momento, en medio del caos de la cafetería, rodeado de mis amigos, con un brick de zumo de manzana, parece que todo vuelve a la normalidad y la ansiedad que intentaba apaciguar durante todo el día se disuelve.

Solo que, en realidad, es una ilusión que se rompe más pronto que tarde.

Ante el timbrazo agudo que nos alerta que debemos volver a las clases, la gente se toma con mucha más calma el momento de recoger sus bandejas que al llegar y nosotros, al tener Kai y Saoirse examen en menos de cinco minutos, nos damos más prisa.

Al igual que Jason y un par de su grupo de amigos.

El primero pasa por mi lado, sin decirme nada, pero observándome con detenimiento antes de ofrecerme una sonrisa lobuna que consigue helarme en mi sitio. Los otros dos chicos a su lado hacen algo muy similar.

O al menos, eso esperaba que hiciesen.

—¿Siempre vas de uno a otro, Esther? —pregunta el pelirrojo, en voz baja.

Parpadeo un par de veces, sorprendida por su pregunta.

—¿Perdona?

—Si siempre vas de uno a otro, española —escupe lo último.

«¿Qué cojones le pasa?», me pregunto a mí misma, frunciendo el ceño.

—Entiendo tu pregunta, lo que no comprendo es a qué viene —específico, molesta ante su tono condescendiente.

Sin decir absolutamente nada, desbloquea su teléfono y le da la vuelta, plantándomelo en mis narices.

Al principio, no entiendo por qué estoy viendo lo que parece un extracto de periódico. Sin embargo, cuando empieza a deslizar el dedo por la pantalla, me encuentro con una imagen de mí entrando al baño y luego otra de Jason.

Para terminar con una de Brittany en la puerta junto a Jason saliendo de malas formas como lo hizo. Siento como la bilis empieza a subirme por la garganta al ver las palabras, «cuernos», «infiel» y «conquista» en el mismo párrafo.

Aunque lo peor viene después, cuando al bajar, me encuentro con una foto de Ryu y yo afuera de la fiesta. Ni siquiera sé en qué momento pudieron sacarla ni cómo lo hicieron sin que nos diésemos cuenta. Al menos, en esta no se me ve la cara, porque es en el instante justo en el que Ryu y yo nos estamos abrazando.

—¿Ahora entiendes mi pregunta? —repite el pelirrojo, enarcando una ceja.

Ante el silencio que reina a mi alrededor, sé que yo no he sido la única que está pendiente de mi conversación, sino que mis amigos también.

Un peso se afianza sobre mi pecho, comprimiéndolo. Inhalo aire, pero la sensación de alivio que debería invadirme no ocurre, en su lugar siento como si fuese incluso más espeso. Más difícil.

Al sentir una mano sobre el hombro y mirar en dirección al dueño de ella, encontrándome a Kieran con el brillo de la preocupación en la mirada, solo empeora la situación.

—Necesito ir al baño —murmuro, rompiéndoseme la voz al hablar.

No les dejo decir nada.

Me aparto de su lado con brusquedad y rodeo al pelirrojo que sigue sonriendo, sintiendo que en cualquier momento podría vomitar, o llorar, o las dos cosas a la vez.

Ante la brusquedad con la que salgo de la cafetería sé que he llamado más la atención de la cuenta.

Aunque ahora mismo no puedo pensar en nada.

Solo soy capaz de visualizar las imágenes una y otra y otra vez en mi cabeza al igual que un disco rayado, que no importa cuantas vueltas dé siempre reproduce los tres mismos acordes.

Vuelvo a intentar inhalar aire, pero al hacerlo, se siente como si estuviera envenenado.

No se siente bien.

Es incluso peor.

Me retiro de malas formas la lágrima rebelde que se me escapa al estar rodeada de estudiantes por el pasillo. El peso en mi pecho parece incrementar cada vez más y comienza a dolerme la cabeza, notando un martillo incesante que me golpea las sienes sin cesar.

Apoyo una mano en la frente y me las masajeo en un intento de encontrar al menos un poco de alivio. Creo escuchar que alguien me llama a lo lejos, pero estoy más enfocada en pasar de largo a un grupo de amigas que están saliendo del baño y encerrarme en él.

Ellas, sin necesidad de que les diga nada, —supongo que por las pintas que debo tener— se apartan de mi camino, no sin susurrar algo no sé si sobre mí o sobre otro tema.

Ya me da igual.

Cuando la puerta se cierra a mis espaldas, se me escapa un suspiro tembloroso que resulta ser la antesala al llanto. Tiemblo de pies a cabeza con tanta intensidad que tengo que apoyarme contra la pared para no caerme de rodillas al suelo. Aunque a lo largo de los minutos, voy deslizándome hasta acabar sentada, con las rodillas pegadas al pecho, rodeándolas con los brazos.

—Respira —me repito por enésima vez—. Respira, Esther.

Inhalo aire con fuerza y voy soltándolo poco a poco, como me enseñó mi psicóloga. Elevo un poco la mirada y la clavo en las baldosas de color blanco. Centro toda mi atención en las líneas irregulares que se dibujan en el mármol y vuelvo a respirar con fuerza.

Sin embargo, cuando creo que he recuperado el control, me vuelvo a derrumbar con más fuerza que antes.

Es como si subiera poco a poco en la montaña rusa hasta llegar a la cima, donde reina la tranquilidad antes de caer en picado hacia abajo sin billete de retorno.

—Respira... ¡joder!

Es al abrirse la puerta, cuando consigo que se me corte el llanto.

Al estar en el lado en el que la puerta choca contra la pared, quien sea que entra ni se inmuta de mi presencia, ni yo de ella. Durante unos segundos, me siento como un fantasma.

No sé por qué, pero ese pensamiento me alivia.

Ahora mismo me encantaría serlo.

Pero no lo soy.

Entonces, al cerrarse la puerta, la persona recae en mi existencia.

Intento aparentar la máxima normalidad que puedo cuando estoy hecha un ovillo en el suelo del baño, sorbiendo por la nariz y con los ojos hinchados por llorar. Seguramente también con las mejillas sonrojadas y sin dejar de temblar.

Menos mal que, por fortuna o desgracia, la que ha entrado es Brittanny.

Encaja la puerta del baño y arrastra el cubo de basura hasta apoyarla contra la puerta, como si el peso pluma de la poca basura que habrá en su interior pudiese detener a la siguiente persona que quisiera entrar. Deja su bolso para hacer barrera y agarra también la mochila antes de sentarse a mí lado.

Sin decir nada me rodea los hombros, apoyándome la cabeza en ellos mientras me acaricia el brazo arriba y abajo.

No sé muy bien por qué, pero suelto una risa floja que hace eco en el silencioso baño.

—No dejes que te afecte —susurra cuando dejo de reírme y vuelvo a llorar como una niña pequeña.

—¿C-Cómo lo haces tú? —pregunto, tartamudeando por el llanto.

Siento que niega con la cabeza, pero no dice nada.

—¿Te llegó a hacer...? —empieza a preguntar con un hilillo de voz. Carraspea antes de volver a hablar—. ¿Te llegó a hacer algo? —Con la mirada fija en el suelo de mármol, rememoro los segundos antes de que Bri entrase al baño y siento un escalofrío recorriéndome la espalda, dejando a su paso un río de sudor frío ante el recuerdo de Jason acariciándome el muslo—. ¿Esther?

Aparto la vista al escuchar mi nombre y la centro en ella, pestañeando un par de veces.

—M-Me tocó... i-intentó... y-yo... —Me callo al ver que no soy capaz de decir una frase completa. Cierro los ojos y suelto el aire lentamente—. Intentó besarme, pero me aparté. Entonces me empujó contra la pared y empezó... empezó a tocarme la pierna...

Solo con decirlo en voz alta, la bilis asciende por mi garganta y tengo la sensación de que en cualquier momento podría vomitar, a pesar de no tener nada en el estómago.

Menos mal que al estar el cubo apoyado contra la puerta, lo tengo cerca.

—Lo siento mucho —repite lo que me dijo el sábado.

—No te disculpes. No fue culpa tuya.

—Tampoco tuya.

Trago saliva, incómoda al escucharla.

Sé que no lo fue.

Que yo no lo obligué a poner el pestillo en el baño, ni a acorralarme contra la pared, ni a poner una mano sobre mi cuerpo, ni a intentar besarme.

Sin embargo, una vocecita en el fondo de mi cabeza me recuerda que, a lo mejor, si no hubiese bebido tanto habría cerrado el pestillo cuando entré en el baño, o hubiera sabido reaccionar mejor ante la cercanía de Jason o habría sabido defenderme. También que, por orgullo o qué sé yo, si hubiera dejado a Ryu acompañarme no estaría en esta situación.

Sé que no es mi culpa, pero, a veces, pienso que sí.

Que algo sí tuve que ver.

—No, no lo tienes —dice Brittanny y entonces me doy cuenta que he dicho lo último en voz alta.

—Si no hubiese bebido, nada de esto habría pasado —murmuro, frustrada.

—Si Jason no fuese un cerdo, nada de esto habría pasado —rebate Bri, mirándome con determinación—. No dejes que tenga ese poder sobre ti. No le dejes.

—¿Cómo lo haces? —repito mi pregunta—. ¿Cómo puedes...? No lo entiendo.

—Es difícil.

—¿Cómo de difícil?

Me retira un mechón de la cara con parsimonia antes de sonreírme.

No he visto en mi vida una sonrisa que pudiese transmitir tanta tristeza.

—¿Crees en el karma, Esther? —cuestiona en repuesta.

Frunzo el ceño, sin entender muy bien por qué lo pregunta.

—A veces.

—Jason es mi karma —dice al cabo de unos segundos en silencio—. He sido una persona horrible durante toda mi adolescencia. Sé que sabes lo que le hacía a Phoebe. No fue la única, ¿sabes? Tenía tal cantidad de complejos sobre mí misma tanto físicos como mentales que en lugar de intentar enfocarme en mí y combatirlos, decidí superarlos a través de menospreciar a otras personas.

—Bri, eso no...

—Déjame terminar... —me pide en un susurro suave—. Por favor. —Asiento con la cabeza y dejo que continúe—. Me quedé sola. Al principio, todos me reían las gracias, todos querían ser mis amigos, todos querían pertenecer al selecto grupo de Brittany Callaghan. Pero lo de insultar a otros empezó a convertirse en un hábito. Ya no solo a gente del instituto... también a mis padres y a mis amigos y me quedé sola. Eso creí hasta que lo conocí.

Durante un momento, se queda en silencio con aire pensativo mirando a la nada como si de alguna forma pudiera viajar a ese tiempo ahora mismo.

—Jason no era así al principio, ¿sabes? Al menos no delante de mí. —No es hasta que vuelve a mirarme que me percato de que está llorando—. Él me ayudó. Él fue quien me convenció a ir al psicólogo. No mis padres. No mi hermana. No mis amigos. Él. También él que me acompañaba a las citas y esperaba la hora y media que duraba la consulta. —Se retira las lágrimas con la manga del jersey y suelta una risa corta, hueca de cualquier emoción feliz—. Era lo que se podía considerar perfecto. Al menos durante un tiempo lo fue.

Apoyo de nuevo la cabeza sobre su hombro y entrelazo nuestras manos antes de darle un apretón.

—¿Y luego?

—Me di cuenta que era muy dependiente. De nuestra relación. De lo que él pensaba sobre mí. De Jason, en general y decidí que lo mejor era que lo dejásemos.

—No se lo tomó muy bien, ¿no?

Bri niega con la cabeza.

—Vi como en una sola noche, el castillo de naipes que había construido durante meses se desplomó de un plumazo. Y fue vuelta a empezar. Con la diferencia de que ya no estaba sola. Conocí a Melissa. —Ante el nombre, se me viene a la cabeza la rubia a la que vi junto a ella en el partido de rugby—. Ella es la primera que quiere que salga de... —Hace aspavientos con la mano que tiene libre—. Esto. Todo esto.

—¿Por qué no lo haces? —suelto sin pensármelo dos veces.

—Porque el amor es un arma de doble filo y al igual que nos hace fuertes, nos hace muy débiles.

—No te mereces nada de eso, Bri —susurro con voz rota—. No le debes nada a nadie. No necesitas ningún karma. No tienes que pagar ninguna deuda. Lo sabes, ¿no?

—Y tú sabes que tienes que denunciarlo, ¿verdad?

Me tenso de pies a cabeza ante la perspectiva de tener que narrarle a alguien más lo que pasó esa noche. De tener que...

Tener que aceptar que Jason abusó de mí.

—No es tan fácil.

—No —murmura con aire ausente—. No lo es, pero hay que hacerlo igualmente.

El silencio nos rodea por completo y durante unos minutos, no me permito pensar en nada ni nadie.

Simplemente disfruto de la compañía de la última persona que me esperaba y que, sorprendentemente, ha sabido comprenderme a la perfección.

Cierro los ojos y suelto un suspiro, recostando por completo la espalda en la pared fría de azulejos. Soy capaz de escuchar el batiburrillo proveniente del pasillo, aunque es más como un murmullo lejano incomprensible. Me recuerda al murmullo de las olas al romper contra las rocas en la playa. Llega a ser incluso relajante.

—¿Esther? —me llama Bri, al cabo de no sé cuánto tiempo en silencio—. Tenemos que salir en algún momento.

—¿Tenemos? —repito—. Porque yo estoy muy cómoda aquí.

La carcajada que se le escapa esta vez, a diferencia de hace unos minutos, es genuina. Abro los ojos y la miro, encontrándome con un brillo distinto iluminando su mirada.

—No tienes que denunciarlo hoy —susurra, con una pequeña sonrisa—. Puedo ir contigo el día que decidas hacerlo. —Me da un apretón—. Y sostenerte la mano cuando sientas que no eres capaz, y alentarte a seguir narrándolo y también, aunque no me gusten —Arruga la nariz fingiendo asquearse—, te daré un abrazo al salir.

—Gracias.

—No hay que darlas.

Niego con la cabeza y me separo de la pared, observándola con determinación.

—No solo por hoy —Trago saliva y me coloco un mechón que se me ha escapado de la coleta—. Siento mucho haberte juzgado la primera vez que, bueno, eso...

Sin decir nada, tira de mi mano hasta acercarme más a ella y me abraza. No tardo en devolverle el gesto y escucho que se le escapa un suave sollozo.

—Mi tía Mar dice que llorar es bueno —murmuro contra su pelo, acariciándole la espalda con calma—. Según ella es un lifting natural y gratuito.

En medio del llanto, se le escapa una risa y es como si me quitaran un peso de encima con ese simple sonido.

Al separarnos, Bri se levanta del suelo y me ofrece una mano para ayudarme. Se la acepto y me acerco al lavabo para echarme agua fría a la cara y reducir, aunque sea un poco, la rojez por culpa del llanto. Sin embargo, eso no parece ser suficiente para reducir la hinchazón de los ojos.

—Toma —Bajo la mirada al neceser que me está cediendo—. No dejes que vean tus debilidades, no dejes ver que te afecta.

Sonrío a modo de agradecimiento.

Su tono de piel es un par de tonos más pálido del mío, pero aún así la base me queda bastante decente para poder disimular la rojez que el agua fría no ha sido capaz de apaciguar y la hinchazón de alrededor de los ojos. Al mirarme al espejo, me doy cuenta de que, salvo por los sorbidos de la nariz, nadie podría saber que me he dejado el alma llorando.

Cierro los ojos con fuerza y tomo una bocanada de aire profunda antes de soltarla con lentitud.

Al abrirlos, me encuentro a Bri con el bolso colgado de un hombro y con mi mochila en el otro, esperándome.

—¿Lista?

—¿La verdad? —pregunto en respuesta—. No.

—¿Sabes qué dice Rihanna?

Niego con la cabeza y Bri amplía su sonrisa.

—Fíngelo hasta que sea verdad —Me da la mochila, guiñándome un ojo—. Así que finge que estás lista.

Agarro la mochila y me coloco las dos correas, como raramente hago, pero de alguna forma mantener las manos ocupadas me ayuda a centrarme en ello y no en lo que me espera afuera. Acaricio la tela con la yema de los dedos y me recoloco las asas compulsivamente un par de veces hasta llegar la puerta.

Al salir, el pasillo está casi vacío salvo un par de alumnos que en lugar de estar en clase están deambulando por allí, saltándose la clase y... mi grupo de amigos. Al primero que veo es a Kieran, que está acuclillado junto a la fuente con la vista clavada en sus zapatillas. Kai está jugueteando con el móvil mientras que Pheebs intenta calmar a Saoirse, que no deja de caminar de un lado a otro.

—Si ninguna de las dos sale en cinco minutos, entro —anuncia, señalando a la rubia con el dedo.

—No puedes agobiarla de ese modo —le aconseja Pheebs, manteniendo su tono dulce—. Dale tiempo. Saldrá cuando esté preparada.

—Es que encima no nos ha dicho nada el gilipollas de Ryan —se queja en medio de un bufido.

—No sé si lo prefiero —masculla Kieran, levantando la mirada del suelo.

—¿No lo quieres saber? —pregunta de vuelta la pelirroja.

—Me gustaría que, lo que sea que haya pasado con Esther, ella pudiera decidir cuándo, cómo y por qué nos lo va a contar —dice con tono serio, pasándose una mano por sus rizos.

—Si lo dices así... Yo también lo prefiero.

Carraspeo a las espaldas de mi mejor amiga, que se gira en redondo y sin decir absolutamente nada, me estrecha entre sus brazos. Pheebs me ofrece una pequeña sonrisa a modo de disculpa antes de rodearme por encima de Saoirse. Kieran y Kai se unen al abrazo, estrujándonos a las tres con fuerza, hasta dejarme sin aliento.

—No puedo respirar —me quejo, con la sonrisa invadiendo mi voz.

—Nosotros también te queremos, Esther —refunfuña Kieran, divertido—. No hace falta que te pongas tan ñoña de repente.

—Os quiero —susurro, rompiéndoseme la voz al terminar.

En respuesta lo único que recibo es que me estrujan con más fuerza.

Un carraspeo nos distrae a todos, Bri nos mira con una sonrisa de boca cerrada y cambia su peso de un pie al otro. Kai, que es el que está más cerca de ella, le ofrece uno de sus atisbos de sonrisa y alarga una mano en su dirección. Dudosa, la acepta y antes de que pueda negarse, la arrastra hasta que forma parte de nuestro abrazo ñoño en medio del pasillo.

Bri ahoga un grito de sorpresa, antes de estrecharme también.

Aunque nuestra pequeña burbuja cuando el timbre que anuncia la salida retumba en los pasillos. Todas las puertas se abren de golpe en sincronía y los alumnos salen en estampida hacia afuera.

Bri se queda esperando a que Melissa salga de clase mientras que nosotros nos dejamos engullir por la marea de gente encaminada hacia el exterior. Casi me he olvidado del pelirrojo y Jason.

«Casi», me repito a mí misma.

Me paralizo en mi sitio al verlos al pie de las escaleras.

Aunque no sé si es peor eso o que justamente en la calle de enfrente de ellos esté Ryu aparcado, con la ventanilla bajada. Kieran me da un toquecito en la espalda y parpadeo un par de veces, con la cabeza alta al pasar al lado de ellos.

—¿Una nueva víctima? —susurra el pelirrojo para que solo yo sea capaz de escucharlo—. Uno te hace de guardaespaldas y otro de chófer, debes de hacerlo muy bien entonces.

La bilis vuelve a subirme por la garganta y si no fuese porque está siguiendo cada uno de mis movimientos, vomitaría allí mismo. Al apartar la mirada de él, me encuentro a Ryu observándonos fijamente y sé que, si me paro y lo miro, o simplemente hablo con él, sabrá que algo va mal —qué es lo que está pasando, pero no tiene por qué saberlo—.

Me despido de Kieran con prisas, alentándolo a que se vaya con su hermano. Saoirse ha marchado con Pheebs hacia la parada de autobús y espero que, aunque sea un poco, la charla de esta mañana le haya impulsado a dar un paso al frente en lo que sea que esté pasando entre ellas.

—¡Oye, española! —gritan a mis espaldas. Acelero el ritmo al ver que Ryu hace el amago de sacar la cabeza, frunciendo el ceño.

Rodeo el coche con prisas y cierro la puerta con más fuerza de la necesaria, pero me da igual. Prefiero quedarme con la puerta en la mano antes de que Ryu se entere de... bueno, de eso.

Mucho menos así.

—¿Piensas arrancar? —pregunto con voz más aguda de lo normal por el nerviosismo.

—¿Piensas decirme qué te ha dicho?

—Solo... —Estoy a punto de mentir, pero conociéndome y conociéndolo, no tardará en pillarme—. Ignóralo. Es una tontería.

—¿Qué te ha dicho?

—No quiero hablar de eso, ¿vale? —respondo, cortante y a la defensiva. Espero que al menos reaccione al igual que hizo hace un par de días y deje el tema estar—. ¿Nos podemos ir? —le pido con suavidad—. Por favor.

Esas últimas dos palabras parecen calar en él, porque me fijo en como se le suavizan las facciones y se masajea la frente, frustrado.

Cierra los ojos y se pasa una mano por el pelo.

—Dime lo que te ha dicho, Esther —pide en un susurro—. Por favor.

No digo nada.

En respuesta abro la puerta del coche y hago el amago de salir, pero veo como un brazo vestido con la sudadera del equipo de la UCD aparece en mi campo de visión, cerrando la puerta que yo he abierto y obligándome a sentarme de nuevo.

—Vale, nos vamos —refunfuña, molesto, arrancando el coche.

—Gracias —murmuro, sin atreverme a mirarlo de vuelta.

Centro la atención en mis dedos que no dejo de retorcerlos, o doblar y desdoblar el bajo de mi falda o estirar las mangas del jersey.

Ninguno de los dos dice nada.

Sin embargo, por primera vez, el silencio a su lado no me resulta reconfortante ni cómodo, sino todo lo contrario, siendo demasiado consciente de que él tiene muchas cosas por decir y yo muchas que callar.

Ni siquiera soy consciente de que hemos llegado a casa hasta que me percato de que ya no nos movemos y siento su mirada por completo sobre mí.

Al mirarlo de reojo veo que abre la boca para decir algo, pero no le dejo. Vuelvo a darle las gracias y salgo del coche sin decir nada. Escucho que se baja, siguiéndome muy de cerca y parece que de un momento para otro me he sumergido en una película de acción en plena persecución, porque cuando entro a casa, correteo por todo el pasillo hasta encerrarme en mi habitación, huyendo de él.

Y sé que Ryu, a pesar de querer saber qué me está pasando, va a respetar mis límites.

Aunque no los entienda o no los soporte.

Aunque lo único que quiera sea hacerme sentir mejor, va a respetar que yo lo que necesite sea estar a solas.

Mentiría si no dijese que no observo medio a hurtadillas como se monta en el coche y se marcha.

Deseando habérselo dicho y a la vez alegrándome de no haberlo hecho.


N/A: *reparte clínex y agüita*

Por favor, bebed agua después de leer esto que no quiero que os deshidratáis.

➡️ Bueeeeeeno... ¿cómo os encontráis después de leerlo?

➡️ ¿Qué pensáis de Brittany?

➡️ ¿Qué creéis que pasará? ¿O qué queréis que pase?

Pd: Mañana se viene algo muuuuy interesante jeje, si habéis estado atentas a instagram seguramente ya sabréis de que se trata y es que el proyecto "secreto" es mi nuevo libro de fantasía y se llama: YIN. EL BIEN DENTRO DEL MAL.

Nos vemos el próximo viernes o mañana, inmaduras 🧡

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