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5 | Amenazas a muerte y misiones a regañadientes.


MARGOT

Me bajo del auto y me subo las gafas de sol mientras camino por las calles. El Barrio Bajo está atestado de delincuentes y el olor a mala vida es más fuerte que cualquier perfume. El viento gélido bate mi pelo y tomo una bocanada de aire dirigiéndome calle abajo.

Ona es una mujer con la que siempre hice buenas migas en mi tiempo aquí. Siempre sabía todo de todos los que vivían en la zona y convenía tenerla de tu lado en situaciones como estas.

Llegué a su casa y toqué dos veces la puerta de madera desgastada.

Su rostro bronceado cargado de maquillaje me recibió.

-¡Margooot!-exclamó, sonriéndome-¡Qué sorpresa tan bonita, mija!

Como toda latina, su efusividad resultaba contagiosa. Era hija de inmigrantes cubanos, había vivido aquí toda su vida, pero aún así soltaba palabras en español dentro de su inglés. Me miraba con una sonrisa; era corpulenta, y su apariencia afable solía sacar sustos a quienes osaban subestimarla.

-Hola, Ona...-le di un beso en cada mejilla y me senté en su sofá-¿Qué tal estás, querida?

Ella chasqueó la lengua. Su casa era de bajo presupuesto, pero bastante acogedora para el barrio en que vivía.

-Ahí voy, mija...No se puede hacer mucho después de los cuarenta...-señaló la cafetera sobre la encimera-¿Quieres un poco?

-Ya sabes cómo me gusta...-sonreí y me sirvió una tasa antes de brindármela-Sabes que soy alguien bastante ocupada, Ona...y si he venido al Barrio era porque quería hacerte unas preguntas para un negocio. Es que eres tan lista...-le hice la pelota.

Ella hizo una seña con la mano.

-Ay, basta, cariño...Dime, ¿Qué necesitas saber? Soy toda oídos.

Dejé la tasa ahora vacía sobre la mesita entre ambos sofás.

-¿Sabes algo de una tal...Aisha Rivers?

Ella levantó las cejas.

-¿Tienes problemas con ella?-inquirió.

Negué.

-Su nombre está en uno de mis negocios, quiero saber más sobre ella.

Ona miró el techo, pensativa.

-Ese nombre me suena...Es alguien de este barrio...Pero si me suena tan poco seguro que lleva un perfil bajo.

Suspiré.

-¿Podrías investigar eso por mí, querida? No se me ocurre nadie mejor que tú...

Ella sacudió la mano.

-No te preocupes, mija, ya me encargo yo de ver quién es.

Me levanté.

-Bueno, muchísimas gracias por todo, Ona, pero debo irme-me puse el bolso-. El café estaba delicioso-sonreí.

-¡Ay, mija!-exclamó gesticulando con las manos-Vuelve cuando quieras, sabes que eres bienvenida en el Barrio.

Sonreí. Me dirigí hacia la puerta.

-Ya tienes mi número, Ona, cualquier cosa que sepas, me llamas, por favor. En serio es importante.

Ella me acopañó y se ajustó las trenzas con la diadema.

-¡Lo que necesites, querida!-aplaudió-¡Espera mi llamada!

-¡Lo haré!

Me subí al coche y mi sonrisa se borró al instante.

*

Al llegar al cuartel, el ambiente que me esperaba no era el mejor del mundo. Katherine estaba viendo algo en el móvil, Kol estaba jugando con Hazam a tirarse una estúpida pelota y Alessandro y Michael discutían de algo en una esquina apartados de los demás.

En cuanto el eco de mis tacones resonó en el lugar todos se giraron hacia mí.

-¡Nena!-exclamó Michael-¡Estábamos...!-lo callé levantando la mano y obedeció a regañadientes.

-He ido al Barrio Bajo, y mi...informante dice que hay probabilidades de que exista la tal Aisha Rivers, pero parece alguien que se mueve en un perfil bajo. Me irán informando en los próximos días. Mientras tanto-suspiré-, debemos tirar de los otros hilos que tenemos. Katherine -la señalé y todos los ojos se posaron en ella-ha quedado para cenar con el alemán, esperemos que puedas sacarle algo-añadí mirándola directamente.

Ella asintió.

-Algo le sacaré, seguro.

-Mientras sea información y no los pantalones...-murmuró Hazam por lo bajini.

Katherine se giró hacia él con los labios entreabiertos y rostro ofendido.

-Hazam-le señalé con el dedo meñique-, esta es la última vez que te lo advierto : Contrólate.

Kol le dijo algo por lo bajo y pareció que tomaba aire.

-Eh...bueno-cerré los ojos con fuerza al oír la voz de Michael-, yo quería decir que he descubierto que Dominick tiene un almacén de armas en la zona sur de la ciudad, ya que estamos.

Me giré hacia él.

-¡¿Y qué demonios esperabas para decirlo, tío?!-exclamé.

-Estaba esperando que terminaras de hablar, nena, no quería...-dio un paso atrás y perdió todo el color de la cara cuando le apunté a la cara con una pistola, todos contuvieron el aliento.

-Me llamo Margot...-susurré despacio, solo para que él me oyera-No soy tu nena, ni nada que se le parezca. Comienza a respetarme o esto va a acabar muy mal, Michael.

Él se limitó a mirarme con esos ojos azules, desafiantes y tan descarados que no soportaba, mientras contenía el aliento como los demás.

Bajé la pistola y me la metí entre la espalda y el pantalón mientras caminaba a la salida. Sentí los tacones de Katherine corriendo hacia mí y me detuve.

-Te has pasado.

Me giré hacia ella, el sol nos daba en la cara.

-Él se ha pasado de confianzudo, Katherine.

Ella hizo una mueca.

-Margot, tú no eres así...-me sostuvo del brazo cuando intenté marcharme-. Es la segunda vez en unos días que te veo apuntar con armas a personas por una estupidez, a nuestros amigos. ¿Qué demonios te pasa?

Apreté los labios para no llorar.

-No lo sé, Kath...-susurré-Últimamente siento que no tengo el control de nada y es una sensación tan pero tan horrible...Me supera, te lo juro...No sé...Ojalá supiera cómo lidiar con ello.

Ella me dio una mirada de lástima.

-¿Has pensado en tomarte un descanso, Margot?

Solté una risa desganada.

-¿A menos de dos meses de Noche Buena? Ni de coña.

Ella volteó los ojos.

-Margot, llevas meses preparando este golpe...Nada puede salir mal...

Bufé.

-Todo puede salir mal, Margot-dije, de manera mecánica, justo como sucedía en mi cabeza-. Si no llevo el jodido control todo puede salir mal.

Ella me miró de soslayo.

-¿Sabes que pasado mañana es el viaje al Sprinred, verdad?

Asentí.

-Coincide con mi cena con el mafioso.

-No me jodas.

Asintió.

-Kol y Hazam van al almacén del sur que descubrió Michael, Alessandro va a buscar información a los archivos del Mercado Negro...-la interrumpí.

-No-negué enseguida-, no, ni lo pienses, no. No voy a ir a esa misión con Michael, es de máximo riesgo y no me fío un pelo de su persona.

Ella frunció el ceño.

-¡No seas así!-le dio una mirada por encima de mi hombro-Hasta ahora ha mostrado ser bastante eficaz...

-Deja de hacerle la puta pelota, Kozlova...-susurré, pasándome las manos por el pelo.

Ella soltó una risa.

-Y tú dale una oportunidad de mostrarte lo que vale, no seas tan negativa, anda...-me dio un apretón en el brazo-Vete a casa, prepárate un té y duerme el resto de la noche. Te vendrá bien descansar, estás muy estresada.

Asentí de mala gana.

-Mantén esto bajo control por veinticuatro horas, ¿Puedes hacerlo?

Ella dio otra ojeada por encima de mi hombro.

-Es como ciudar un aula de preescolar, no te preocupes.

Ambas reímos.

-Ten cuidado, Kozolva...

-Nos vemos, francesa.

*

La camioneta de Michael está en mi acera a las ocho de la mañana.

Gilipollas.

Salgo acomodándome el traje de cuero que suelo ponerme en misiones como estas y aseguro mi bolso a mi espalda con todo lo que necesito. Me subo en el asiento del copiloto de mala gana y él suelta una sonrisa descarada.

-Buenos días, nena...-al oír el apodo levanto la cabeza lentamente hasta que nos miramos a los ojos.

-Te dije que no me llamaras así-gruño.

Él me ignora categóricamente.

-Bueno...-echa una ojeada a mi bolso donde tengo pistolgas, comunicadores y un millón de basura más-Llevas todo un arsenal aquí, eh.

Tomo aire mentalizándome de que esto debe salir bien.

-Evaluaremos el terreno y subiremos lo que sea conveniente para evitar imprevistos.

Él asiente.

-Eso me parece bien...-su rostro toma algo de seriedad de repente-He estado evaluando el terreno según los planos legales y parece un edificio común...solo que no me convence algo.

Frunzo el ceño y él mete la mano en los asientos traseros y saca un mapa del edificio con varios puntos señalados.

-¿Qué?-inquiero cuando me los pasa.

Él enciende el motor del auto, pisando el acelerador y, aún con la vista fija en la carretera, me dice :

-Mira los puntos rojos...-miro el mapa, con varios círculos rojos dibujados en varias áreas del edificio-Son áreas que, aunque en el mapa salen, cuando revisas las fotos del modelo en tercera dimensión que sale en internet, no salen. Lo que me hace pensar que...

-...que son pasadizos que llevan a algún sitio del edificio que no puede ser conocido por los visitantes...-termino por él y noto que sonríe de lado con mi respuesta-Tiene mucho sentido.-sigo mirando la imagen-¿Qué crees que haya debajo? Ese edificio lleva años en ''reparación'' pero no han reparado una mierda.

Michael gira en la curva y nos detenemos en un semáforo.

-Creo que Dominick tiene...algo debajo-dice, vigilando el semáforo para cuando cambie de color-Lo más probable es que sea un almacén de drogas.

Asiento.

-Vale...

Nos quedamos en silencio cuando el auto vuelve a arrancar.

La zona de Sprinred es la zona más vieja de la ciudad. Por aquí se inició la construcción de Cantid hace más de setenta años. Por lo cual, no es de extrañar que los edificios se estén cayendo a pedazos.

El hotel Sprinred fue en su momento, hace más de sesenta años, una maravilla. Todo el mundo visitaba Cantid para conocer el hotel Sprinred. De aquella maravilla arquitectónica solo quedaba un edificio en ruinas al que, después de tanto posponer la obra, nunca repararon. Ahora, personas como Dominick Schneider, se aprovechaban de su dimensión para hacer sus estupideces en sus paredes. A veces, algunos profesores de Historia solían traer grupos de alumnos a ese sitio, según averigué anoche. Pero, con el suceso de hace unos meses donde un trozo de techo había estado a menos de un metro de aplastar a un niño, las visitas de ese tipo se habían eliminado.

-Es aquí-sentenció Michael deteniendo el auto a varios metros del edificio.

Examiné la zona con rigor y le eché una ojeada al mapa en mis manos.

-Esto es lo que haremos, inglés-dije, seria. Sus ojos se clavaron en mí como dagas, esperando la explicación-Entraremos por detrás-señalé cada punto que decía en el mapa-, para evadir al custodio del lobby; vamos a subir por las escaleras laterales, porque son las más viejas, y por obvias razones no se puede usar el elevador-soltó una risa y firmó el codo en el timón mirándome con una atención que me puso incómoda al instante, porque conocía esa forma de mirarme-. Entonces, tomaremos el pasillo B, que está acá, al este de las escaleras, y nos dirigiremos al final de ese piso que es donde está una de esas habitaciones misteriosas que no aparece en el mapa. ¿Me hago entender o estás muy ocupado mirándome las tetas, Michael?-mis últimas palabras tuvieron un tono más duro.

Levantó la mirada al instante.

-Joder, lo siento, yo...

-Si no te vas a tomar esto en serio, te vas y yo me encargo sola-me recogí el pelo en una cola alta y me ajusté un cinturón con armas.

-No, no es eso...Es que...

-¿Qué?-pregunté hastiada-¿Me vas a decir que te cuesta concentrarte con el traje de cuero?

Su cara fue un poema, pero sus ojos no perdían la chispa divertida.

-Bueno, síp.

Volteé los ojos.

-Eres insoportable...-saqué mi bolso y lo abrí de par en par en mi regazo-Toma armas y un comunicador.

Frunció el ceño.

-¿Vamos a separarnos?

Lo miré a los ojos.

-No.

-Entonces, ¿Para qué demonios quieres los comunicadores?

Cerré los ojos con fuerza.

Paciencia, paciencia, paciencia.

-Porque no se sabe cuándo pueda perder de vista a los idiotas como tú.

Levantó las manos, poco ofendido.

-Vale, vale, lo que tú digas.

Se puso una sudadera negra por encima de su camiseta y se subió la capucha. Se colocó un cinturón con armas como el mío y comenzó a sacar cosas de mi bolso para añadirlas.

-No lo cargues tanto, gilipollas...-regañé sacándole armas del montón que había tomado-Te entorpecerán el paso si debemos correr.

Entonces vi que se había quedado callado.

Volví a mirarle y me di cuenta de que, para sacarle las armas, mis manos habían estado muy cerca de su cinturón.

-¿En serio?-pregunté volviendo a poner las manos encima de su pantalón para sacarle una bomba de humo y noté que ni respiraba-Eres un inmaduro de cojones, en serio.

Él no dijo nada, solo echó una ojeada para asegurarse que no había muros en la costa y entonces ambos salimos del coche y emprendimos camino al edificio.

No me pasó desapercibido que, cuando se detuvo a mi lado, miró el traje de cuero antes de soltar una maldición y seguirme.

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