Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7

Marnie

El teniente Masen, alias "Cerdo hipócrita infiel hijo de la desgraciada avestruz ponedora de huevos estrellados" se alza en su lugar amedrentando y correspondo a su ataque, arrojándome contra él. Para desgracia, tanto para él como para mí, unos fuertes brazos se encadenan a mi cintura y me alzan en el aire. Comienzo a retorcerme como desquiciada, manoteando todo a mi alcance y buscando una salida.

—¡Suéltame, maldita sea! —La garganta me arde, pero aún así no me detengo. Mi sangre bombea sin detenerse, como lava ardiente—. ¡Lo mataré! ¡Lo juro, lo mataré!

—¡Maldita loca! —Mi padre grasna. Y es gasolina para mi furia, suelto un alarido desde lo más hondo de mi garganta, casi desgarrándome en el proceso.

Al diablo los planes complicados, las estrategias muy pensadas, resolveré todos los problemas de mi mundo de una única manera. Abriendo con un cuchillo oxidado el vientre del maldito desgraciado. Y los rusos pasan de ser los mejores aliados, a los culpables perfectos. ¿Ven?, todo cae en su lugar.

—¡Basta! ¡Marnie! —Escucho la voz de mi captor, pero la ignoro—. ¡Detente, basta ya!

Mi cabeza con impulso se va para atrás y golpea duro a la persona que me aprisiona. Inmediatamente los brazos se aflojan y terminan por soltarme, y me voy para delante, aterrizo en posición boca-bajo sujetándome en el aire con los brazos. Las rodillas al golpear contra el suelo, hacen correr una ráfaga por todo mi cuerpo y de esa forma, termino en posición horizontal.

La corriente debilitó mis extremidades y éstas, tiemblan como gelatina.

Toma más de un intento volverme a parar y cuando lo logro, arremeto una vez más contra mi objetivo.

Y como si estuvieran coordinados contra mi, Kirill me intercede y me impulsa hacia arriba.

El impulso me lleva como él quiere, pero también contribuye a mi favor. Con un codo envoco contra su mandíbula y retrocede bruscamente, aflojando sus brazos a mi alrededor. Y un pequeño empujón con mis manos, y soy libre.

—¡Oh, por Dios! —Escucho a quien identifico como Marko a la distancia—. ¡Estás sangrando!

¿Otro intento? Vamos por el.

—¡Basta! —El grito me detiene repentinamente. La voz masculina suena áspera y dura, y frena todos mis impulsos, mi sangre deja de pedir a gritos venganza. La voz sigue ahí, pero amortiguada por todos los sonidos alrededor. El zumbido en mi oído es el mayor, taladrando mi cerebro. Le sigue muy de cerca mi respiración agitada.

Encaro al árbitro, que se sitúa entre nosotros como si todo lo que quisiera fuera cumplir su papel a la perfección.

—Dusculpe señor mafioso —Respiro forzosamente—, este es un asunto familiar. No sea entrometido.

Su mandíbula se oprime con más fuerza, incluso creo escuchar sus dientes crujir.

—Si no quieres que me meta, deja de intentar matar a tu padre —Sus ojos me taladran furiosos.

¿Él está furioso? Yo tengo razones para estar furiosa, él no.

—¿Lo estás defendiendo?

Acaba de escuchar como mi padre admitía haber tenido un amorío con su madre, una aventura sin importancia según él. Que les faltaron el respeto a su padre y a mi madre, ¿y no tiene nada que decir? ¿Nada que reclamar?

—No —Niega rotundamente—. De hecho, me importa poco y nada si fertilizas tu patio trasero con los restos de tu padre, ¿pero podrías hacerlo mientras no estemos aquí?

No había pensado ocultarlo, más bien en culparlos a ellos de todo. ¿Muy malicioso de mi parte? ¿Manipulador, tal vez? Acepto el cargo, aunque seguro no es la primera vez que se deshacen de alguien y se libran de los cargos de homicidio. Yo, en cambio, si me culpan, restablecerán métodos condenatorios pasados y me cortarán la cabeza con una guillotina.

—¿Prefieres que cambie mi agenda, que lo pase para después? —El sarcasmo es mi arma favorita de la noche, al parecer—. ¿Te convendría más eso?

El golpeteo de una suela de zapato comienza a sonar en secuencia, tarde me doy cuenta que soy yo quien los comienza. Me detengo de inmediato.

Da dos pasos que los acercan hasta mi, e inclinándose sobre mi altura, me habla muy de cerca.

—¿O si quieres puedo matarlos a todos? —Amenaza con un leve susurro, sólo para mis oídos—. ¿Es un mejor plan para ti?

Enfundada por la valentía proveniente del coraje y la traición, inclino mi rostro hacia atrás, exponiendo mi rostro a la luz y a sus ojos. Me aproximo unos centímetros, presionando mis manos en su pecho y con mis pies en puntillas, lo imito.

—Desde hace una hora estás soltando amenazas, ¿podrías pararle? —Mi voz sale muy bajita, apenas un susurro—. Pareces disco rayado.

Sus manos caen a los lados de mi cuerpo, a la altura de mis brazos y los aprisiona con sus manos, y estando retenida, me empuja hasta chocar con mi espalda la pared más cercana.

Un grito ahogado se escucha, no logro identificar de quién viene. Un segundo después Marko se acerca y nos evalúa, con clara inquietud.

—Okey, es mejor si nos calmamos todos —Habla pero Artem no parece escucharlo, sigue concentrado en mi, en nuestro desafío de voluntades. ¿Quién ganará? ¿Tengo siquiera oportunidad contra él? ¿Vale la pena al menos?

—Sígueme —Ordena de pronto y sin advertencia, me suelta. La sorpresa es instantánea.

Retrocede unos pasos y cambia de dirección, comenzando a caminar hacia el pasillo y posteriormente, hacia la cocina.

Recurro a mirar a los testigos del debate, que me observan con vacilación, confundidos tanto como yo, supongo.

Y sin saber que decir o excusar, tomo el camino anteriormente recorrido por el Pakhan. Llego a la cocina y está desierta, pero la puerta trasera está apoyada contra el marco, sin cerrar.

¿Salió? ¿Me enterrará a mí en el patio trasero como había propuesto hacer con mi padre?

La dubitación toma el cargo de todos mis miembros, y de cada idea o pensamiento, me siento entumecida, como si estuviera detenida en el tiempo, paralizada por completo.

¡Al diablo, terminemos con esto!

Doy los últimos pasos que faltan para llegar a la salida, y la atravieso por completo. El escenario que me recibe es la fría noche y un patio pobremente iluminado. Artem me espera justo en medio de todo, caminando de un extremo a otro.

Se detiene cuando me escucha llegar. Y después de echarme una mirada, se voltea y se aproxima hacia la hamaca sujeta al árbol que corona todo el espacio.

—Yo no haría eso —Advierto y antes de apoyarse del todo en el asiento, la cadena izquierda se suelta y cae sobre el pasto.

» La cadena se rompió cuando tenía unos doce o trece años —Recuerdo—. Papá prometió repararlo pero al no tener tiempo se pospuso—. La historia es simple y no muy difícil de relatar. No tenía tiempo o nunca le interesó de verdad y dijo lo que debía de decir para que dejara de insistir—. Nunca llegó a hacerlo.

Sin donde apoyarse, elige el gran árbol y se recarga en el, y rebuscando en su bolsillo, saca una caja de cigarrillos y un encendedor.

La pequeña rueda de metal es hecha girar varias veces, antes de producir fuego y con una gran inhalación, el cigarro es encendido. Y en toda la función, permanezco con los ojos fijos en sus labios.

Suelta el humo.

—¿Estás loca? —¿Qué?—. No, en serio, ¿estás medicada?

¿De qué está hablando?

—¿De qué estás hablando? —Inhala una vez más y por unos segundos, permanece observando en silencio.

Suelta el humo.

—¿Tomas algún calmante? ¿Anti-psicóticos, tal vez? —Pregunta y alejando el largo tubo de su boca, con el dedo gordo golpea un extremo. Colilla cae entre nosotros—. ¿Es la razón para ya no ser policía? ¿Te echaron porque atacaste a alguien?

¿Y sigue con eso?

No le molesta que haya sido policía, no ha preguntado si hay más armas en la casa o algún radio con que escuchar el canal usado por policías y así saber que ocurre allá afuera. No, lo que quiere saber es porque ya no ocupo mi puesto entre los de azul. No lo entiendo.

—No estoy demente —Respondo con tono seco—, ni estoy medicada.

Como parte de la unidad de Narcóticos estoy altamente conciente del consumo de opiáceos y lo fácil que es caer en la adicción. Si fuera por mi, me mantendría alejada hasta de las aspirinas.

El humo me golpea en la cara y manoteo el aire.

—No me sorprende que seas violenta —Habla calmadamente, pero noto cierto tono alarmado escondido en su voz—, las personas que eligen tu ex-profesión tienen cierto rasgo o lado intenso. Pero, ¿no crees que te excediste?

Habla con tanta prudencia y cuidado, poniendo tanta fuerza en cada una de sus palabras que hasta podría decirse que sabe de lo que habla. Que intenta impartir todo su conocimiento ganado por años de aprendizaje y experiencia. Pero no sabe nada.

—No hice ninguna elección —Siseo.

Jamás tuve la oportunidad de tomar otro camino, no había más elecciones disponibles para mi, era esto o cargar el yugo de la vergüenza sobre mis hombros el resto de mis días. Hoy ocupo un puesto en una carrera diferente, y reconozco las miradas de desaprobación, el trato es diferente a lo que fue alguna vez.

Puede que me esté ahogando en un vaso de agua, pero crecí y me formé con orgullo por ésta profesión. Es cierto que me siento bien en mi actual posición, haciendo lo que hago hoy en día, pero fue duro despedirme de algo a lo que le dediqué tanto y en lo que me entregué tanto. Vi a mi padre tantas veces colocarse esa placa dorada en el pecho y salir a defender al indefenso, que cuando ocupé su lugar, la dicha y satisfacción propia inundaban mi pecho. Formaba parte de nuestro legado, me había sumado a la larga fila de héroes.

Era tan ingenua.

—Entiendo, llevas mucho acumulado y acabas de soltarlo todo —Basta, tiene que detenerse, habla por hablar.

—Perfecto, ¿eres psicólogo? —Exclamo ardida—. Mafioso y loquero, el paquete completo.

En un poco más de una hora muchas cosas han cambiado, a quien veía como una amenaza latente, ahora es mi confesor. Puede que en una comparación de cifras, mi padre haya superado sus números.

—No te burles —Riñe mi insolencia—, intento ayudar.

¿Intenta ayudar? ¿Ahora intenta ayudar? Hace unos minutos amenazaba con matarme, matarnos a todos.

—No sabes nada —Suelto resignada.

Soy la única que conoce mi situación y la realidad de mi familia. Quien opinara sobre los Masen, testificaría que somos la familia modelo, el buen y justo padre, la perfecta ama de casa y la hija obediente. O eso fue, hasta los últimos hechos. A mi me desecharon, habiendo fallado como oficial de la ley y hundiéndome en un agujero profundo, me desconocieron. Seguramente, nadie de mis vecinos o familiares lejanos conoce mi cambio de carrera. Cumplo mi trabajo en la ciudad vecina, donde actualmente vivo y donde nadie me conoce.

—De hecho, sé lo que es crecer con un padre difícil —Sigue hablando, no se detiene—. Cuando él mío asumió a Pakhan, tuve la opción de seguirlo a Chicago, pero me rehusé. Y cuando estuvimos en diferentes continentes, al fin pude respirar en paz.

¿Qué quiere conseguir con eso? ¿Por qué el cambio de actitud?

—Mi padre no es difícil —Niego—. Mi padre es imposible.

La confesión se me escapa y la opresión en mi pecho se suelta. No me había dado cuenta que tanto necesitaba soltar eso.

—¿Mejor?

—Mi padre y tu madre se acostaban —Ignoro su pregunta y voy directo al lío que inició todo.

—Lo hacían —Confirma.

—¿No te importa?

Sólo de imaginar a mi madre dedicada en la cocina horneando comida para su amado esposo, que regresa del trabajo cansado y él con una amante enredado entre sábanas, me hace enfurecer.

—¿Debería?

El cuestionamiento es verdadero, no le importa en lo absoluto los engaños a su padre o las fallas en su matrimonio, puedo escucharlo en su voz.

—Puede que a ti no, pero le falló a mi madre, y ella le entregó tanto... —Se casaron cuando ella era muy joven, mi madre no terminó su carrera, estaba embarazada en su boda. Habría sido un escándalo que una joven de dieciocho años se embarazara de un hombre mayor y él desapareciera. Imagino su desesperación.

—Y deberían arreglarlo como marido y mujer, donde tú sobrás —Matrimonio, una promesa sagrada y peligrosa. No me imagino haciendo ese decreto sin tomarlo en serio y que no me correspondan de la misma manera.

Miro al suelo, hay escarcha en el pasto, ¿Hace tanto frío?

—Claro, el matrimonio es eso —Sobre pienso mucho esto y un ambiente reflexivo me rodea—, un compromiso en donde prometes soportar cada asquerosidad que haga tu marido y cerrar la boca.

Lo que me faltaba para culminar una noche desastrosa, hablar sobre matrimonio con un mafioso en mi jardín trasero.

Levanto mi rostro al escuchar una risa y frunzo el ceño.

—Pobre él que termine como tú esposo —Se carcajea negando con la cabeza.

¿Disculpa?

—¿Pobre? —Cuestiono contrariada—. Mejor dicho, desgraciado suertudo.

Se ríe.

» ¿Podemos entrar? —Pregunto estando ya calmada—. Me muero de frío.

Yo sigo en pijama, y la brisa corre. Lo veo inhalar su cigarrillo, una profunda aspiración y arroja el mortal veneno lejos.

Asiente soltando todo el humo. Y retoma el camino adentro, lo sigo.

Al ingresar, Kirill está en la cocina con un repasador manchado de sangre sujeto contra la nariz. Paro abruptamente y me encojo avergonzada.

» Perdón.

—¿Y mi disculpa? —Pregunta Artem, enfrente de mí, haciéndome apartar la mirada de su compañero—. Por el cabezazo.

¿Está jugando?

—No seas llorón —Finalizo y atravieso el umbral de la cocina, dejándolos atrás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro