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Capítulo 6

Marnie

Salto de sus brazos de forma automática, sin poder ocultar la vergüenza, el calor en mis mejillas es sofocante y procede desde mi cuello, ascendiendo sin detenerse.

Marko nos observa visiblemente interesado.

¿Y cómo no? El duro Pakhan llevándome en brazos al estilo nupcial, es una imagen difícil de ignorar.

La incomodidad se percibe en el aire, como una neblina asfixiante que oscurece la atmósfera. Los nervios me arrastran fuera de la escena y mis movimientos son tan violentos e imprecisos que choco mi hombro con el del vigía. Que se aparta de mi camino bruscamente debido a mi imprudencia.

Antes de cruzar hacia la siguiente habitación, una mano toma fuertemente mi brazo y detiene mi andar. Los dedos se enredan en mi miembro tan repentinamente que un tirón doloroso me hace regresar a mi lugar de origen.

La contracción resiente, dolorosamente.

—¿Quién te dio permiso de irte? —La demanda es recibida y gruño molesta.

¿Dónde quedó su preocupación?

—Necesito refrescarme —Devuelvo la demanda, siseando—, y limpiarme la sangre.

Sus ojos suben por mi rostro, hasta detenerse en el lado izquierdo de mi frente. No he visto la herida, pero pulsa como si mi corazón estuviera atrapado en mi cabeza, renegando por el poco espacio.

—Bien —Acepta pero sigue prensado a mi brazo—. Te acompaño.

Ni hablar.

—No.

—No fue una pregunta —Niega, y sus dedos se entierran en mi carne con más fuerza.

—No creí que lo fuera —Un tirón brusco y quito mi extremidad adolorida de su poder.

No me molesto en esperar su permiso y sigo mi camino. El pasillo entre la cocina y el living me llevan hacia una puerta entremedio, el baño de invitados en la planta baja.

Una habitación diminuta en la que; la ducha es un espacio sin límites, en el que si se abre la llave del agua, el piso se llena y se escapa por debajo de la puerta. Inservible.

Ingreso al baño y poniendo ambas manos sobre el depósito de agua, me enfrento al espejo. La herida es un corte abierto de unos cuatro o cinco centímetros, en posición vertical al comienzo de mi cabello. Hay sangre seca alrededor, pero la rotura brilla, viéndose dramáticamente abierta.

Giro la llave y el agua comienza a fluir, y con las manos la empujo hacia mi rostro, palpando con mis dedos los alrededores del corte, frotando la sangre seca.

Regreso la vista al espejo y con la tela esponjosa acomodada en el toallero a la mano, tanteo la piel lastimada.

Con el rostro limpio, dejando la toalla en su lugar, vuelvo a apoyarme sobre el lavamanos y me observo en el espejo.

¿Qué estaba pensando al intentar seducir al matón que invade hogares? Lo más importante para mí, debería ser sacarlo de la casa, a él y a sus coristas de apoyo. De hecho, todos deben irse. Los rusos son un medio para un fin, sólo tengo que llevarlo hasta el final.

Fue divertido provocarlo, buscar una reacción en un hombre peligroso, tentador también. Pero el peligro debe tomarse en cuenta siempre, sobretodo viniendo de un hombre como él, con sus conexiones y poder. He sido testigo del alcance de su organización, de los crímenes cometidos y de la indulgencia impartida por policías, fiscales y jueces, tienen a muchos en su bolsillo. Y yo, no soy más que un punto insignificante fácil de hacer desaparecer.

No sé qué me impulsó a proponer lo que propuse, a intentar aliarme con Artem Fedorov. Prometerle entregar a Herrera fue un error de juicio. Entre uno y otro no sé cuál es peor, y no hay forma de comparar. Mientras el latino causa miedo en las calles de ésta ciudad con su cruel y desprolijo modo de actuar, el otro está iniciando en una organización temida por su alcance e inmesos recursos.

—¿Estás bien? —El llamado de atención viene sin aviso y me sobresalto, apretando el mueble y poniendo blancos mis dedos de la presión.

Marko.

—¿No puedo tener privacidad? —Jamás escuché la puerta abrirse.

Se carcajea.

—¿Jamás te han tenido como rehén? —Cuestiona curveando una ceja, sin borrar la sonrisa.

—De hecho, si —Espero que no se vuelva rutina, temo por mi tranquilidad.

¿Es muy pronto para jubilarse?

—Pues, deberías compartir tu experiencia —Se encoge de hombros y se recarga en el marco de la puerta—. No tengo idea que se hace en estos casos.

—¿Qué sueles hacer para la Bratva? —Pregunto verdaderamente interesada—. Si puedo preguntar.

Ladea el rostro y se lleva una mano a la barbilla, rastrillando su mentón.

—Soy lo que llamamos "Bratok" —Su título me suena curioso, no lo entiendo y dudo, de poder pronunciarlo correctamente—. Básicamente soy uno de los lugartenientes del jefe. Superviso las operaciones principales, protección, contrabando, extorsión y demás.

—Que sincero —Suspiro sorprendida, no esperaba tal información dada tan abiertamente—. ¿Qué significa el término?

Unos minutos en silencio que paso casi queriendo arrancarme el pelo, pasan lentamente y vuelve a hablar.

—Hermano —Por fin se muestra serio, y muestra que tan importante es su cargo para él.

Lealtad. La lealtad es lo que los une.

—¿En la línea estás debajo de Fedorov? —A ciencia cierta, no sé cuales son los cargos y que tan alto están. Después de todo, están todos en el campo como soldados ordinarios, desechables. Confunde.

—Debajo de Kirill, más bien.

—¿Es una figura de autoridad? —No sé qué tanto puedo preguntar, y temo cuestionar algo que me meta en problemas.

No soy tonta, pese a su actitud suelta y divertida, es un soldado leal a su Pakhan y si me vuelvo un peligro, no veré el golpe antes de estar muerta.

—¿No te parece muy autoritario?

—Me parece un demente —Suelto con sinceridad—, un perro de caza del Pakhan dispuesto a atacar a quien su amo le ordene.

—Que no te oiga decir eso —Una risa se le escapa—. Trabajaba como la mano derecha de Fedorov padre. Ahora lo hace con la nueva administración.

—¿Cómo lo va a hacer bien si permite que su jefe se enfrente a un enemigo que no conoce?

Sus ojos adquieren cierto brillo, ¿curiosidad, tal vez?

—Sabes demasiado... —Suspira.

—Soy de Chicago —Respondo con soltura—, y están muy lejos de casa.

—Es cierto —Asiente—, Kirill es un soldado obediente... Pero algo introvertido, una característica no muy productiva en un consejero.

—¿Introvertido? —Reacciono con escepticismo.

—No es de hablar mucho —Arruga la nariz mientras sonríe—. Es un hombre de acción.

—Se notó.

Claro que lo hizo, dejó a mi padre fuera de combate, de una forma impresionante.

—También se notó que no hiciste nada para defender a tu papi.

Que no lo llame así. Artem lo hizo en mi habitación y me causa un escalofrío.

—¿Y? —Subo y bajo los hombros, restándole importancia.

—Curioso —Muestra un pequeño puchero—. Es curioso.

—¿No deberías estar vigilando la calle?

—¿Sabes que más es curioso? —Ignora mi pregunta.

—¿Qué?

Temo su respuesta.

—Después del baño, mi jefe actúa diferente contigo —Un dedo llega a su boca y lo golpea unas cuantas veces.

—¿Y? —Repito.

¿Me habrá escuchado prometerle a Mateo Herrera?

—¿Lo compartieron?

¿Qué?

—¿Qué cosa?

—El baño —Suelta ampliando su sonrisa.

—¿Qué? —Chillo con la voz ahogada—. ¡No! —Yo pensando en pandillas latinas, corrupción en organizaciones de la ley, en mi posible y futura muerte a manos de la mafia rusa. Y él, pensando que me acosté con su jefe—. No me acuesto con quienes me retienen a la fuerza, menos si me golpean.

Mi dedo índice se mueve hasta mi boca, y delinea mi labio inferior, al llegar a la pequeña herida me detengo. Saco la lengua y me lamo el contorno pronunciado, sabe a sangre.

» El muy hijo de p#$@ me partió el labio —Escupo con agresividad, oprimiendo la mandíbula al terminar de hablar.

—Y seguro lo lamenta mucho —Vuelve a exponer el labio inferior e inclina el rostro.

—Si, seguramente —El sarcasmo se me escapa sin poder detenerlo.

—¿Ya terminaste? —Pregunta cambiando de tema.

Asiento. Y él se aparta del camino, con la mano abierta señala hacia el pasillo.

Y con una larga exhalación, salgo del baño, directo al living.

Lo escucho detrás de mí, siguiéndome.

Antes de ingresar al cuarto de estar, vislumbro a mi madre apoyada en el umbral y me detengo abruptamente sin llamar su atención. Lo raro no es su particular estado ni posición, sino quien sujeta sus brazos y masajea sus hombros, o lo cómoda que se ve recibiendo el trato.

¿Kirill?

Él levanta la mirada y me enfoca, enseguida se aparta de ella. Y volteándose para enfocarme, mi madre dirige sus ojos hasta mí. Y antes de siquiera preguntarle al respecto, corre hacia el living y Kirill la sigue.

¿Qué fue eso?

• ────── ᯽ ────── •

Con todos reunidos—nuevamente—en la sala, permanecemos en un silencio extraño. Marko está devuelta en su lugar, Artem lo acompaña y Kirill está cómodamente recargado en la pared, detrás de mí padre y lo vigila como un halcón. Mi madre con hilo y aguja, hace su trabajo en su marido, quien no deja de quejarse cada que clava el instrumento en su piel. Y yo, sentada en el borde del sillón donde descansa Arkady.

Todos juntos, hasta parece cómico.

El estómago se me retuerce, sigo esperando.

¿Qué espero?

Artem y Marko hablan, susurrando entre sí, ¿quién sabe qué? Hace un rato una patrulla volvió a pasar y todos los hombres se tensaron mucho, pero en cuanto el movil desapareció, todo volvió a su lugar.

La incertidumbre pesa entre todos nosotros, una red gigante donde todos estamos atrapados, un movimiento y la inmensa araña, saltará de su escondite y se tragará a quien atrape.

—Señor Masen —Artem llama la atención de todos, al hacerse oír. Se acerca en silencio y se sienta junto a mí, a una distancia prudente. Y con una mano, apoyándola sobre la pierna de su hermano, da un masaje a lo largo.

» Conoce mi nombre, conoce el de mi hermano —Comienza—. Nos conoce.

No pregunta, es una afirmación. Y como una simpática zuricata, me elevo en mi lugar dispuesta a escuchar lo que se comparte en el grupo.

» Hay más de un interesado en conocer la historia.

No hace alusión de referirse a mí, pero intercepto su mirada.

—Trabajé por más de treinta años en las calles de ésta ciudad, territorio que le perteneció a tu padre —Él resuelve el misterio inflando el pecho, como un sheriff del lejano oeste, orgulloso de su hombría.

Casi resoplo malhumorada.

—Eso no responde mi pregunta.

Sigue hablando Artem, estamos llegando a algo.

—Digamos que nos conocimos —Otro dato a medias.

¿Y qué? ¿Fueron juntos a la escuela? ¿Estaban en un equipo de bolos juntos? ¿Chocaban sus autos cada que se veían? ¿Se encontraban todas las semanas en la misma barbería? No te detengas.

Artem sobrepasa a mi padre y se dirige a su mano derecha.

—¿Sabías esto? —Su voz es cortante, suena enojado. Parece que encontró a su teniente omitiéndole algo.

Encuentro la mirada de Marko y me guiña un ojo. Bufo y vuelvo a mi padre, justo cuando vuelve a hablar.

—Hasta podría decir que llegamos a ser amigos —Suelta una pequeña carcajada.

Que Kirill acompaña con un bufido.

—Más bien de su esposa —Se escucha cortante.

—¿Disculpa?

Artem lee mi mente.

—La misma mier#%, diferente nombre —Devuelve mi progenitor, encogiéndose de hombros.

Mi madre detiene su manos y se le queda mirando con expresión perpleja. Todos son atraídos por el entumecimiento auto-impuesto.

—¿Ella fue? —Susurra.

¿Ella fue qué?

—Venice —Su nombre se le escapa de los labios y suena a: No es momento de hablar de ello. Y el peso de todo lo imperdonable cae con fuerza sobre mis hombros, ¿no se atrevería, no? ¿Él lo hizo? No, por Dios. Si lo hizo, ¿cómo pudo?

Su esposa y amante por tantos años, se alza en su lugar alterada. Conozco las fallas de su matrimonio y entiendo que ninguno es perfecto, pero esto es impensable.

—¡Hijo de pu%#! —Escupo, viendo a mi madre correr hacia el piso de arriba. Afectada.
Me paro en mis pies y si no fuera por la mesita de café entre nosotros, me lanzaría sobre él y lo sofocaría con un almohadón.

—Fue hace tiempo —Resuelve sin simpatía, sólo una leve inclinación de su rostro.

Me aproximo hacia él, rodeando el mueble pero soy interceptada por Artem, que toma mi muñeca y detiene mi abrupta reacción.

¡Hijo de pe#%¥! ¡Hijo de pu$%!

—Haber si entendí, trabajé por tres años en tu unidad, encerrando a puro pandillero de cuarta y exponiéndome entre drogadictos y matones —Cada personaje que interpreté por su orden o recomendación, fue tan degradante como el anterior. Desde una prostituta, hasta una lamentable adicta. Cada trabajo duró meses, no días o semanas, me expuse a los peores peligros por meses. Hundiéndome en los peores agujeros y asociándome con todo tipo de ratas—. ¿Y tenías a un mafioso ruso en tu lista de contactos?

¿Qué, no estoy a la altura? ¿No tengo lo necesario?

Volteo en mi lugar hacia el mafioso, que observa a mi padre sin expresión, sólo analizándolo.

» ¿Y porqué no lo mató tu padre? —¿Qué clase de mafioso permite que toquen a su mujer? ¿O acaso, todos los libros que leo mienten?—. Se metió con su mujer.

No responde. El desgraciado no responde y estoy a punto de golpearlo.

—Sigo siendo tu padre Amalia —Mi padre me reprende. ¿Cómo se atreve? ¿Se supone que con decir mi segundo nombre, debo asustarme?

—¡Al car#$&%! —Grito sin contenerme. Enfurecida—. Mereces una bala en tu trasero.

Lo señalo con el índice.

—¿Te parecería justo? —Cuestiona forzando una sonrisa sin mostrar los dientes.

—¿Justo? —¿Quiere hablar de justicia, equidad?—. Justo sería que mi madre te devuelva el favor, pero la idiota está en su habitación seguramente llorando, preguntándose "¿Qué hizo mal?" —El escenario es visible y completamente esperado, y me lleno de ira, de enojo. Mi madre jamás le haría tal cosa, es demasiado dulce, demasiado complaciente y delicada. Y él siempre se aprovechó de eso.

» Yo, en su lugar, te castraria sin miramiento —Y sin anestesia, disfrutaría de cada gota de dolor y de sus súplicas.

—Jefe, yo en tu lugar, iría con cuidado —Escucho detrás de mí, de parte de Marko, burlándose.

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