Capítulo 5
Marnie
Con pulso firme y suave extiendo la espesa crema de aroma frutal por mis piernas, a base de roces la esparso por mi piel y en unos pocos segundos se absorbe con éxito. La suavidad es un placer ordinario y gozo del momento todo lo que puedo. Tomo otro poco de loción e interno mis manos entre mis piernas, un toque y vuelvo al frente.
Ninguna reacción.
Lo intento una vez más.
Y percibo un movimiento por el rabillo del ojo.
Otro poco de loción y lo esparso en mis brazos, con el último resto suavizo mis manos.
Sé lo que estoy haciendo, sé que no debería pero como una persona que disfruta de los placeres simples de la vida, me apropio de mi pequeña victoria.
Él me observa desde la cama. Puedo sentir su mirada sobre mí, en cada uno de mis movimientos. Desliza sus ojos por mis muslos descubiertos, también por mi torso, en el corpiño que eligió para mi. No soy la única jugando un juego peligroso, tampoco la única que disfruta del intercambio. Un vistazo de mi piel por un trozo de información. Es lo que obtengo de él, un trozo de su debilidad, de su naturaleza.
Me hace sentir poderosa, me hace sentir peligrosa. Si, después de todo, también soy de carne y hueso, mi debilidad está al acecho.
En el divertido juego de los puntos débiles quien encuentra el del otro, gana. Lo único que hace falta es tener instinto asesino.
¿Y si ambos perdemos?
Eso también es divertido, Artem.
Me paro en mi lugar y le doy la espalda, de frente al espejo sigo pudiendo verlo. Pero, siguiendo fiel a mi obstinación, hago caso omiso a la llamada de sus ojos.
Me acerco a la cómoda con espejo y me siento sobre el asiento, la superficie reflejante está estropeada y no puedo verme. Tomo entre mis manos un frasco del montón, encima y lo acercó a mí cuello, presiono la pieza pequeña metálica y un rocío golpea en mi piel.
Me levanto al sentirme perfumada y regreso sobre mis pasos.
Sobre una silla en un rincón me espera lo demás elegido por él.
Tomo entre mis dedos la prenda ante mi, un vestido azul claro de algodón que hace años no uso. Sigue prácticamente nuevo, no ha sufrido gran cambio desde el primer día, la única diferencia reside en mi anatomía. Lo deslizo por mi piel, y dando la vuelta sin quitar la vista del espejo, veo que apenas llega debajo de mis nalgas.
El dobladillo de las mangas cortas, aprieta pero no lastima, el problema es el de abajo, que se sube con el más mínimo movimiento.
Me dirijo hacia el armario para buscar un short para complementar y evitar tener mi trasero a la vista.
El espectáculo se acabó.
Separo la puerta del mueble y el metal que la sujeta en su lugar, chilla.
Abro el cajón y busco dentro, una calza tres cuarto me tienta pero la descarto enseguida. Es la que utilizaba durante mis maratones todos los días hábiles por la mañana, y en mis ejercicios de calistenia, todo antes de mi accidente. Ahora solo tienen un uso, durante recuperación y en vez de hacerme sentir bien y en forma, al sentirla holgada, me entristece de sobremanera. Mis dedos se dirigen hacia una mejor opción pero...
—No te atrevas —Su voz llega desde atrás y frena mi intención. Se escucha entrecortado, como si le faltara el aire, como si ansiara...
¿Sigues con ganas de ver, Artem?
Mala suerte.
Desobedezco su orden y antes de siquiera pensarlo, estoy cubierta. Para finalizar, me aproximo al espejo y tomando un peine, comienzo a desenredar mi cabello mojado. Las hebras requieren un esfuerzo extra y con paciencia, tironeo de los mechones con suavidad.
La tarea toma toda mi atención, por lo que olvido su presencia y la de todos en la casa.
El movimiento es mecánico y repetitivo, e hipnotizante también.
Hasta que...
—¡Mar! —El grito hiela mi sangre y detiene cada acción. El peine cae al suelo, lo suelto sin querer. Mi madre. Su voz teñida de pánico llega desde la planta baja y rebota en las paredes.
Otra vez, no. Por favor, no.
No me molesto en siquiera pensar o en hablarlo con Artem y corro atraves de la puerta, supero con rapidez el pasillo y llego a las escaleras, otro obstáculo que supero velozmente.
El living me recibe vacío, el "pequeño" Arkady es el único en la sala, sigue dormido y recuperándose. E ignorando todo el desastre que llevó su herida a cabo.
Muy conveniente jovencito.
Miro de un lado al otro, buscando la más mínima presencia de vida. El living se encuentra desierto.
—¡No! —Otro grito proveniente de mi madre, no es el único, demás sonidos amortiguados se escuchan. Parece una pelea. Corro hacia el alboroto, en la cocina.
Y cuando llego... lo inimaginable aparece ante mi.
¿Pero que está...
Mi madre trata de apartar al inmenso sabueso de la Bratva, de su marido, que decora la pared desde lo alto. Kirill lo sujeta por el cuello y lo presiona contra la pared.
¿Es algo que inculcan en la Bratva, empotrar a las personas contra toda superficie vertical?
—Por favor, por fa-a —Mi madre parece estar a punto de llorar, solloza desde la garganta. Arañando con sus manos la chaqueta de cuero del inmenso morocho.
—¿Mamá? —Titubeo sin voz.
Ella gira su cuello hacia mí, sus ojos brillan con lágrimas no derramadas y su labio inferior tiembla. Su mirada no permanece en mi lugar por mucho tiempo, los gruñidos de la víctima de Kirill atraen su atención.
» ¿Qué pasa?
Y por supuesto, me ignoran.
—¡Kirill! —Un grito me hace saltar en mi lugar. Artem está detrás de mí, nunca lo oí llegar. Su calor corporal llega desde atrás y entibia mi espalda.
Sin duda, no sabe lo que es el espacio personal.
—Trató de escapar —Expone sin soltarlo.
Por supuesto.
Intento con todas mis fuerzas aguantarme las ganas de gritar, de suplicarle al ruso que termine por noquearlo o algo peor, la adrenalina bombea en mis venas.
Me muerdo la lengua, antes de obedecer a mis deseos más oscuros.
Mi primer y único propósito de estar en ésta casa era y es proteger a mi madre. Mi única razón para soportar toda adversidad.
Si, a mi padre.
Desde hace tiempo mi madre cubre los moretones, y da excusas bobas por las heridas que no puede cubrir con maquillaje o las mangas largas. Antes, cuando él trabajaba, era mejor para ella. Los turnos de él eran tan largos que cuando llegaba a casa, solo quería dormir y cuando se levantaba, otro turno comenzaba.
Ahora él está jubilado y yo estoy de baja médica, coincidimos y coexistimos.
Más de una vez, la policía tiene que acudir a la casa. Pero, en las ocasiones pasadas, nunca se llevaron al Teniente Carter Masen, ¿quien lo haría?
Y ahora, la casa está llena de mafiosos rusos. ¿Qué podría salir mal?
Entre la ansiedad apabullante, la ira enfermiza y el juego de voluntades y seducción entre el Pakhan y yo, la casa arderá. Eso es seguro.
—Mamá, déjalo —Hablo cuando logro mermar mi ira—. Vamos arriba.
El mejor plan a realizar es convencer a mi madre de pegarse un baño y hacer que se duerma. Para cuando el sol salga a la mañana siguiente, los rusos se habrán ido y con mi padre en el hospital, será momento de irnos.
Es irónico, los mafiosos cayeron del cielo, una oportunidad no antes presenciada y que seguro es, irrepetible.
Kirill suelta el peso muerto, que se desploma sobre el suelo, deslizándose por la pared. Mi madre retrocede asustada por el repentino movimiento.
—Es-tú-pid-da —El hombre habla entre un torrente de tos, sujetándose el cuello e intentando mantenerse erguido. Su peso y su poca fuerza lo empujan hacia el suelo.
Kirill al escucharlo, arremete contra él otra vez, con una patada contra su vientre.
Va a matarlo, ¿no es eso lo que quiero? ¿No es eso lo mejor?
¿Qué estoy pensando?
—¿Tengo que también enseñarte como tratar a las mujeres, puerco? —Grita enfurecido.
Frunzo el ceño.
Dirijo mi mirada hacia la otra mujer en la habitación, arrinconada en un rincón, cubriéndose la boca.
Su mejilla izquierda está roja.
La golpeó. Se atrevió a golpearla. ¿No es suficiente los criminales en la casa, que debe comportarse como uno?
Camino hacia ella en un arranque de rabia, decidida, agarro su brazo y tiro de el. Y nos muevo por el espacio, arrastrándola conmigo.
Pero nunca llego a salir de la habitación, la inmesa masa que es Kirill es arrojada sobre mi, lo que hace que suelte el agarre de mi madre.
Es mi padre. Él se tira sobre su contrincante, llevándose con ellos todo por delante. A mí, específicamente.
El golpe es directo y me tumba en el suelo, el duro mosaico duele contra mi hombro y brazo. No termina ahí. Mi cabeza contra la dureza es brutal, el choque produce aturdimiento y la visión clara se desvanece, todo se torna un montón de manchas borrosas sin forma.
Me arrastro como puedo y me alejo de los hombres, que se acometen entre sí como salvajes. Trato de forzar la visión y enfocarlos. A duras penas, lo logro. Los veo, están uno sobre el otro, no sé quién es quién. La visión no es perfecta.
Unos brazos desde atrás me alzan en el aire, apartándome del combate, un torso tibio se pega a mi espalda y una mano en mi cuello, mueve mi rostro.
La forma de una cara aparece frente a mí, de tez clara casi pálida y unos ojos sin pupila me ofrecen una mirada mortal. Una aureola oscura se alza encima.
¿La parca?
Pestañeo unas cuantas veces y después de unos cuantos intentos, recupero del todo la visión.
—¿Roncudo? —Pregunto.
No.
¿Cómo acabo de llamarlo?
El calor sube por mi cuello y se detiene en mis mejillas, cierro los ojos con fuerza y bajo la cabeza al suelo.
Niego con lentitud, avergonzada.
—¿Disculpa? —Su voz choca con mis tímpanos y una punzada dolorosa repercute en mi cerebro. El dolor es agudo y repentino, y hace que me lleve la mano a la frente. La presión de mi mano no permanece por mucho tiempo, otra punzada y al apartar mi extremidad, gotas de sangre se deslizan por mis dedos.
Aclarándome la garganta con torpeza, hablo: —Auch.
—Ahora eres quién necesita atención médica —Dice con el entrecejo fruncido en concentración, mirando mi frente.
Lo último que me faltaba.
—Que bueno que hay una enfermera cerca...
Arrastro los ojos hasta las otras personas en el cuarto. Mi padre se encuentra en el suelo y Kirill, tiene una rodilla sobre su cuello, reteniéndolo contra el piso. Su pecho sube y baja, como un toro furioso, todo su cuerpo irradia violencia y salvajismo.
Trato de poner mi peso sobre los pies y salir del agarre de Artem, pero el mareo no me permite siquiera estar recta y vuelvo a perder el equilibrio. Vuelvo a sus brazos.
Sus manos fuertes y grandes, se deslizan por mi espalda y se anclan en mi cadera, y me mantienen en orden.
—¿Estás bien? —Su respiración golpea en mi ojo izquierdo, y causa molestias en mi globo ocular, pestañeo rápidamente.
Sigue cerca, muy cerca.
—Veo borroso, el cráneo me late y un zumbido insistente no deja de sonar —Nombro una a una mis dolencias, dejando de lado las menores—. No, no estoy bien.
—Te diste un duro golpe —¿Ahora decimos obviedades?
—El momento perfecto para dispararme en la cabeza —Recuerdo su amenaza—. Sácame de mi miseria.
Rueda los ojos y se agacha frente a mí.
Sus brazos se apropian de mi cintura y piernas, y me alzan en el aire. Chillo sin aliento, por la sorpresa.
Gira en su lugar conmigo a cuesta y se dirige hacia el umbral de la cocina, dispuesto.
Pero frena, abruptamente.
—Je... —Marko aparece de la nada, cruzando el umbral y deteniéndose frente a nosotros—, ...fe. ¿Qué pasó?
Ay, Markito, ¿qué te digo?
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¡Ahhhhhhh! ¡Llegamos a los 5 primeros capítulos! Una apropiada introducción a la historia...
Quiero saber sus opiniones...
¿Qué opinan de los personajes?
¿Les está gustando la trama?
Me muero por saberlo...
Y... Otra cosa, ¿desde donde me están leyendo? Yo soy de Argentina 🇦🇷
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