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Capítulo 3

Marnie

Mi mente es un caos, veo de un lado al otro sin saber cuando o como detenerme. Un escalofrío nervioso corre por mi columna y mis dedos se retuercen entre sí, ¿cómo debo continuar? Siquiera, ¿puedo interferir? Parece un tema aparte o mejor dicho, no formamos parte de la escena. Incluso, creo que debería pararme y abandonar la habitación. Darles su espacio.

Mi corazón comienza a acelerarse, ¿se conocen? ¿De qué? ¿De dónde?

—¿Artem? —Pregunto. Retiro la mirada de mi padre y la deslizo hacia el objetivo de sus ojos—. ¿Ese es tu nombre?

No me responde, Ni siquiera me mira.

» ¿Cómo conoces su nombre? —No me molesto en ver su expresión. Si algo sé con seguridad de mi padre, es que podría mentirme en la cara y yo nunca lo descubriría. Nunca lo cuestioné y era algo necesario para su trabajo, pero antes y ahora, fue y sigue siendo un gran problema, que siempre detesté. La confianza es algo importante, algo fácil de perder e imposible de recuperar.

Vuelvo hacia él, ya que no obtengo ninguna respuesta del otro.

» ¿Padre?

Ya no lo observa. Cambió de objetivo en algún momento.

—Y el pequeño Arkady —El paciente de mi madre es todo menos pequeño, tiene una gran e importante estructura. De hecho, todos son inmensos. Es el más joven del grupo, apostaría que incluso es más joven que yo. Pero nunca usaría ese término para describirlo.

Los nervios dominan mi cuerpo y hacen que un hormigueo recorra mi piel.

—¿Quién es usted? —Artem habla. Su voz es un susurro, suena peligroso.

—No vivo bajo una piedra hijo —Le responde negando lentamente—. Al menos, dame algo de crédito.

—¿Alguien puede explicarme que está sucediendo? —Interfiero.

—Marnie, linda —La forma en la que dice mi nombre suena a: ¿No te enteras de nada o eres la que vive bajo una piedra?—. Déjame que te actualize... Ellos son...

Lo interrupo antes de que termine.

—¡Los Power Ranger! —Grito con fingida emoción, que remplazo enseguida con cortante enojo—. No me interesa, lo único relevante es saber cuando se irán de mi casa.

Los señalo a todos, al cuarteto entero esparcido por la sala. Por un segundo imagino a los cuatro invasores con coloridos trajes posando mientras sostienen armas extrañas, pero descarto la imagen enseguida. No es momento.

Estoy furiosa, al diablo los miedos o los nervios sin sentido. No me ayudarán en nada. Los quiero fuera y los quiero afuera ahora.

» A ésta hora de la noche debería estar pasando por el quinto sueño, no atendiendo a visitas inesperadas y armadas hasta los dientes mientras mi padre presume de estar actualizado hasta de los últimos chismes —No sé en qué momento me paré, pero en el momento en que me desplazo hasta el centro y comienzo a soltar mi discurso, me gano todas las atenciones. Incluso de Marko que sigue en su puesto junto a la ventana, pero ya no vigila la vereda, me observa a mi.

—¿Hace cuanto tiempo no vives aquí? —Artem se sienta junto a mi madre, ella enmudece pero no se corre de su lugar. Apoya los codos sobre sus rodillas y con sus manos se masajea la nuca, una posición desgarbada y de apariencia casual. Observo su ancha espalda y las curvas que se hacen por la flexión de su cuello, logra verse algo de piel también, mis ojos permanecen en ese punto más tiempo de lo que debería.

¿Qué estoy haciendo?

—No entiendo a que te refieres —¿Qué fue lo que me delató? ¿Dije algo incorrecto?

—Tu habitación está decorada para una pre-adolescente, el botiquín de primeros auxilios que debería ser para todos está en la habitación principal y la niña de la casa no tiene acceso a él —Tal ves las mariposas en mi pared y los póster de estrellas pasados de moda, debieron irse hace mucho tiempo—. También, tienes una gran biblioteca arriba sin un solo libro pero sí mucho polvo, y una caja de libros descansa junto a tu cama. Una posesión valiosa que quieres tener a la mano. Supongo que tomaste algunos para tu estadía en casa de mamá y papá.

Lo último lo dice aniñando la voz, burlándose.

—¿Qué importa? —Gruño.

—Claro que importa, si eres visita ¿alguien más vendrá? ¿A buscarte para volver a casa? ¿Tienes novio, esperamos una llamada importante? —Pienso en la mejor respuesta. ¿Qué venga alguien hará que se vayan más rápido? ¿Cuánto esperan quedarse?

—¿Cuanto quieren quedarse? —Taladro su frente con mi mirada, imaginando perforar el centro—. ¿Organizaron una pijamada sin decirnos nada? —Copio su cinismo, afino la voz y frunzo los labios—. Que groseros...

Se levanta de su asiento abruptamente y comienza a caminar hacia mí, retrocedo con miedo. Luce furioso. ¿Le molestó mi burla? ¿Cumplirá su promesa y me matará?

Antes de que llegue a mi, la puerta principal suena. Un golpe tras otro con agresividad. ¿Quién es? ¿Las personas que vienen tras ellos?

Voy a morir.

Vamos a morir todos.

Será una masacre.

Probables y futuros artículos de los diarios resuenan en mi cabeza: "Familia es encontrada masacrada, tiroteo termina en homicidio múltiple, la policía no tiene testigos ni evidencia sólida". Seremos un expediente casi vacío olvidado en algún archivero de la policía.

Acorta el espacio faltante y la pistola vuelve a aparecer, la pega a mi mentón.

—Atenderás la puerta y quienes sean, harás que se vayan. Y ojo de alertarlos —Susurra pegado a mi rostro—. Sonríe, todo está bien. Haz que te lo crean.

Espero que se retiré pero permanece en su lugar, y sin más, retrocedo, lo rodeo lentamente y me aproximo a la entrada. ¿Quién puede ser a ésta hora? ¿Cómo espera que finja que nada sucede?

Tomo el picaporte con una mano y con la otra, giro la llave. Una inhalación y un exhalación después, tiro de la puerta.

Lo primero que veo es un uniforme azul oscuro, y una placa dorada. Patrulleros.

Levanto la mirada y enfoco los rostros, dos uniformados. Los reconozcos enseguida.

—Torren —El veterano me observa con sorpresa que oculta con prisa y la reemplaza con clara repulsión—. ¿Ahora patrullas?

—Masen —Gruñe.

Bloqueo la rendija con mi cuerpo, privando las miradas al interior, me apoyo contra el marco.

—¿Qué hiciste para que te pusieran a patrullar? —Comienzo a reír, es fingido pero intento parecer realmente divertida—. ¿Descubrieron que te acuestas con la esposa del jefe de distrito al fin o sigue siendo el mayor secreto de la estación?

Observo a su compañero para ver su expresión y hacerlo partícipe de la conversación. Con suerte, a Torren le molestará mi insolencia y para no delatarse ante el oficial a su cargo, dirá lo que tenga que decir y se irá cuanto antes. Lo reconozco también.

» ¡Ramírez! —Es un oficial joven, un novato en preparación. De origen latino, con el inocente sueño de "proteger y servir". Tarde aprendí la verdad, espero que sea diferente con él.

Asiente a modo de saludo.

—Sigues siendo una molestia como siempre al parecer —Torren se hace escuchar—. ¿DT está en casa?

—Duerme —Informo frunciendo el ceño—. ¿Sabes que hora es?

—Llámalo —Ordena.

—No haré eso. Es tarde, vengan mañana.

Intento cerrar pero lo impide presionando su mano contra la puerta.

—Hubo un tiroteo a unas calles y estamos golpeando puertas...

—La gente duerme a esta hora, quienes están despiertos trabajan en la avenida principal, lejos de aquí...

—Las luces estaban encendidas y creímos que habia personas despiertas —Ramírez intercede por su compañero, con un tono más cálido y predispuesto.

—Bien, oficiales —Fuerzo una sonrisa, como Artem aconsejó—. No vi nada y no escuché nada. No puedo ayudarlos, disculpen.

—¿Estabas bebiendo? —El patrullero más mayor interrumpe mi actuación con un comentario ruin más que esperado. ¡Hijo de re mil p#&%!—. Para el acta.

—¿Qué acta? —El tono de mi voz sube unas cuantas octavas, no puedo evitarlo—. No soy testigo de nada.

—No te avergüences, solo quiero saber si estabas intoxicada y por eso no escuchaste nada —Quiere sonar compasivo pero puedo ver su satisfacción.

—Ojalá que tu esposa se siga acostando con tu antiguo capitán Torren —Pienso mientras me sereno y me trago la lista de insultos que quiero decirle.

Suelto un suspiro.

—Estoy levantada por insomnio, estaba viendo una película hasta que aparecieron y repito, no puedo ayudarlos —¿A qué policía con medio cerebro se le ocurre golpear puertas a las tres de la mañana aproximadamente? Hay tantos vagabundos en las calles que pudieron presenciar algo o en negocios abiertos las veinticuatro horas, lo último que haría sería molestar a quienes duermen.

—No se escucha la televisión.

Se aleja del umbral y se acerca a la ventana más cercana, pero para su desgracia las cortinas tapan la visión. Al no ver hacia adentro regresa conmigo.

—La silencié —Mi respuesta es rápida—. ¿Eso es todo?

Hace una pausa en silencio.

—Bien —Finaliza volviendo a su expresión molesta y gruñe, casi escupiéndome en la cara—. Gracias por su cooperación amable ciudadana, que tenga buena noche.

Otra sonrisa. Y cierro la puerta con un golpe fuerte.

—¿Qué fue eso? —Está apoyado en la pared junto a la puerta, al lado mío. En algún momento se movió, desde el salón. Para vigilarme, supongo.

—Somos buenos ciudadanos, colaboramos en todas las colectas para la policía de la ciudad y otras organizaciones —La actuación sigue en pie y embozo una gigantesca sonrisa—. ¿Qué mejor forma de hacer amigos?

—¿Quienes son ustedes? —Su expresión es alarmada, ¿me ve como una amenaza?

—Son policías —Otra voz se hace escuchar desde atrás de mi, giro en mi lugar y veo a Kirill saliendo de la habitación siguiente al armario de la entrada, sosteniendo unos cuadros con marco.

¡M$%@#&!

Los portaretratos de mi papá, con sus reconocimientos y medallas, los que decoran las paredes de su oficina junto a muchas fotografías, de él junto a personas importantes. Toda la oficina es un altar, a si mismo.

» Ambos lo son —En una de sus manos sostiene una foto, mi foto de graduación, con el uniforme y mi placa, brillante. Recuerdo ese día, ese día fui feliz. Mi padre estaba orgulloso, porque su heredera seguía él legado familiar y yo, era tan inocente.

—¿De dónde sacaste eso? —La interrogante sale en un susurro entrecortado. La garganta se me seca.

Había creído que mi padre la había desechado o perdido en alguna caja en el ático. Después de que mis sueños se convirtieran en pesadillas, retiró mis reconocimiento de la pared junto a los suyos. Avergonzado de mi fracaso.

—Las de ella en una caja en el rincón —Responde a mi pregunta sin mirarme, observa a su jefe, le está informando—. Las del viejo por toda la pared.

—¿Eres una policía? —Artem me habla, suena crédulo. Si, bueno, no tengo el tipo, menos con una mascarilla verde aún en la cara.

Uy, ¿atendí la puerta con toda la cara verde?

—No —Respondo.

—Mientes —Su mano se mueve con velocidad y toma un puñado de tela, de mi escote. Y me aproxima hacia él, y pone su arma en mi cabeza, la presiona en mi frente.

—No, no miento —Me apresuro a contestar—. Estoy retirada.

Su mirada se suaviza y baja el arma, sigue apuntándome pero al menos no la presiona contra mí.

—¿Qué edad tienes? ¿veinte? —Una sonrisa suave aparece en su rostro, una pequeña curva—. ¿Y eres una policía retirada?

¿Se está burlando de mí? Hace un segundo me veía con miedo y, ¿ahora se burla?

—Tengo veintisiete años para tu información —Informo oprimiendo los dientes—. Mi padre fue policía, mi abuelo fue policía, mis tíos lo son actualmente e incluso tengo primos en la fuerza.

No sé porqué le relato mi árbol genealógico y la ocupación de la mayoría de sus miembros, pero puede ayudar a que no nos maten. No es bueno matar policías, menos a un importante apellido en el departamento. No hay quien no conozca a los Masen. Es un apellido asociado con la ley. Los Masen tienen sangre azul.

» Lo intenté por obvias razones, pero no era para mí —Mi tono decae al decir lo último. Y me regaño internamente por delatarme.

—¿Tú padre...? —Lo interrumpo.

—Tiene sesenta y un años, y artritis —Le hablo con desesperación, asustada por su notable firmeza, parece decidido. Decidido a eliminar la amenaza.

—¿No era presión alta?

—Es lo mismo —Suelto y manoteo al aire, restándole importancia—. Él está jubilado y sangrando en el suelo.

—Yo me encargo jefe —Kirill desenfunda un arma y del bolsillo saca un silenciador, y comienza a atornillarlo en el extremo.

Alzo los brazos en el aire con las manos extendidas.

—¡Ey, ey, ey...! —Retrocedo unos cuantos pasos—. No hay necesidad de eso.

—¿Estás diciendo que no dirán nada en cuanto nos vayamos? —Artem pregunta y lo enfoco, perdiendo de vista al sicario dispuesto a hacer su trabajo con nosotros, sin mosquear.

—¿Serviría de algo? —No logro contestar su pregunta, mi padre lo hace por mi, desde la abertura del living. Está apoyado en el arco, sigue viéndose fatal pero está parado y moviéndose.

» ¿No tienes comprada a miembros importantes en la policía o caros abogados que te saquen de cualquier problema que genere una denuncia? —Sigue hablando con confianza. ¿Quiénes son los Fedorov y cuanta influencia tienen? ¿Y cómo mi padre sabe todo esto y sigue tan confiado?

Silencio.

» Respondiendo a tu pregunta Marnie —Me habla sin mirarme—. Te presento a Artem Fedorov, el Pakhan de la Bratva rusa.

—¿Qué? —¿La maldita Bratva? ¿El Pakham nada menos? Son dueños de todo y todos.

Es cierto, la Bratva gobierna todo Chicago. Mientras trabajaba, colaboré en muchos casos importantes de tráfico y distribución de drogas, me enfrenté a muchos criminales, lo peor de lo peor y hasta a las peores calañas les temían a los rusos. Ningún caso que involucraba a la Bratva terminaba bien, nadie dispuesto a declarar contra ellos.

—Por cierto, felicidades por tu reciente ascenso —Termina mi padre con Artem.

¿Porqué no le teme?

¿Cómo es que mi padre conoce al Pakhan?

¿Quién es Carter Masen?

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