Capítulo 14
Marnie
La intriga es un arma poderosa, interesar a alguien en una cosa que no pueda apartar su atención hasta que ésta dejé de brillar o verse tan atractiva, es muy útil para un estratega con mente rápida y hábil. Un juego peligroso para los débiles y desde que la idea fue colocada estratégicamente en mi subconsciente, soy débil.
—Buenas noches, Fedorov —Me despido del intrigante mafioso, con mucho en mente y la noche en perspectiva para poder pensar a gusto.
Él me acompaña hasta la puerta de mi habitación. Y en cada paso, siento la interrumpida opresión sobre mi. Su presencia me altera de sobre manera, saber lo que espera de mi.
—Buenas noches, Masen —Corresponde mi simpático llamado.
Y como se me es imposible quedar sin la última palabra.
—Que sueñes con los angelitos —Me recargo en la plancha de madera y pronuncio mi dulce recomendación hinchando los labios. Como siempre, intento ser cómica, pero fallo terriblemente.
Él sonríe y para mi sorpresa, retrocede y abre la puerta enfrente de la mía. Duerme justo enfrente, tan cerca.
—Duerme bien Marnie...
Le sonrío sin mostrar los dientes.
» Marnie —Su llamado frena mis acciones a medias, abro la puerta y vuelvo a enfrentarlo—, piensa lo que te dije...
Sí, el matrimonio. Un matrimonio con él.
Asiento y sin más pausas, cierro la puerta. Dándome la vuelta, me recargo encima.
¿Casarme con él, con la Bratva? ¿Cuánto tiempo se extendrá nuestra sociedad? Si bien es cierto, acabar con Herrera no se resolverá mañana ni en una semana con suerte. No creí que mi compromiso con el ruso, llegara hasta éstas alturas.
La habitación es agradable a la vista y la gran cama aún más, pero escojo la inmesa alfombra en medio como reposador de mi alma torturada. Me tiro en el suelo como si estuviera a punto de hacer ángeles en la nieve.
—Artem Fedorov —Su nombre se me escapa de entre los labios como un susurro desgarrador—. ¿Qué es lo que esperas de mi y cuánto estoy dispuesta a darte?
Que interesante acertijo...
Un golpecito en la pantorrilla me despierta de pronto.
¿Cuándo me dormí?
Busco toda amenaza en la proximidad. Sigo en mi cuarto asignado, en el penthause del ruso y en el último lugar en que estuve consiente. Y un par de lustrosos zapatos están a un lado de mis piernas.
—¿Eres un perro?
¿Ah?
—¿Qué quieres? —Kirill me observa desde la altura.
—¿Eres un perro? —Su voz gruesa hace vibrar mis tímpanos—. ¿Alguna clase de mascota?
No me hagan preguntas en la mañana, tan temprano. Aún me faltan unos cuantos mililitros de cafeína, lo suficiente para poder funcionar.
» ¿Porqué duermes en el suelo?
—¿Y tú porque entras en las habitaciones de los demás sin llamar ni anunciarte? —Alzo el rostro con bravuconería.
—Llamé —Se excusa encogiéndose de hombros.
¿Y eso fue suficiente? ¿Qué no sabe lo que es la privacidad?
—El no responder indica que no estoy disponible.
Tan simple como eso, si estoy durmiendo déjenme en paz.
—¿Ocupada haciendo de alfombra? —Vislumbro el espacio donde estoy, el tejido debajo de mi está todo revuelto.
—Durmiendo, ruso maldito —Exclamo con deje cansino—. La gente duerme a las... —Alcanzo a ver el reloj despertador sobre la mesita de luz—, ¡seis de la mañana! —Volteo a enfocarlo alarmada—. ¿Qué quieres a las seis de la mañana, no duermes?
Lo más seguro es que duerma en posición vertical, boca abajo. Cómo los murciélagos.
—¿Y tu madre?
Desde ya, no son compatibles. A esa mujer le encanta dormir. Lo mejor es que te busques otra víctima, Drácula.
—Ella si duerme.
Y el intento de alzarme queda atrás, me desplomo y cierro mis ojos.
—¿Dónde está? —Al parecer, la paz no está disponible. Abro los ojos y me los froto, para sacarme las lagañas.
—Durmiendo —Le contesto pero al ver su expresión imperturbable, dudo—. ¿No lo está?
—No está.
¿Y donde está? ¿Se habrá perdido entre pisos?
—¿Buscaste bien? —El cráneo me pulsa y la columna vertebral me cruje, los beneficios de dormir sobre el suelo—. Es una mujer menudita, es fácil perderla de vista.
Al haber heredado su cintura, sé lo que puede lograr hacer. Me he sorprendido en el pasado, metiéndome en cada estrecho lugar.
—No está —Repite.
¿No habrá ido a...?
—¿No creerás que volvió, no? —La imagen pende en lo más interno de mi mente. Muchos casos vuelven a mi memoria, de mujeres maltratadas volviendo a por más.
Ella no lo haría, ¿no?
—Tú la conoces desde antes que yo —Responde.
Si, lo haría. Lo hizo.
• ────── ᯽ ────── •
Ir en un auto a solas con el rudo ruso es más cómodo de lo que anticipé. Pese a la actual situación.
Después de revisar hasta debajo de las piedras y constatar que mi madre no estaba en ningún piso del edificio, salimos juntos de regreso a la casa.
Si, al parecer, fugarse en medio de la noche es contagioso. ¡No lo intenten en casa, hay muchos locos sueltos! Y yo voy con él peor.
Él conduce como un demente, salteando todos los semáforos en rojo del camino y yo lo impulso, aporreando el frente y gritándole que se apure.
—¡Ya, ya, ya!
El coche frena abruptamente y me voy para adelante.
» ¡Auch! —Mis manos se dirigen hacia mi cara y me sujeto la nariz. No hay sangre pero el entumecimiento me hace arrugar todo el rostro.
No tengo tiempo para sentir dolor.
Me bajo con rudeza del auto y corro hacia adentro. La puerta es superada con facilidad y el interior que me recibe, me paraliza en el umbral.
La casa es un desastre, los muebles están esparcidos por todo el espacio disponible, rotos e inútiles. Parece que un tornado pasó por encima y no conforme, se hizo un paseo por cada habitación, más de una vez.
Y lo peor.
Hay sangre sobre la alfombra, junto a varias botellas azules de ¿Bud light? ¿Alguien se enbriagó con cerveza liviana?
¡Cero aguante, gente! Que decepción...
Más sangre decora las paredes, junto a hoyos de puños. ¡Alguien tuvo una pelea dura consigo mismo!
Pero, lo que importa, mi madre no aparece por ningún lugar. Tampoco mi padre, pero él no es relevante. De hecho, es un obstáculo en mi camino.
De sólo imaginar, lo que puede hacerle.
Mi compañero de aventuras me sobrepasa chocando su hombro con el mío y se dirige al piso de arriba. Lo sigo. Cada habitación a la que entra, entro a él salir y hago una segunda inspección.
Lo revisamos todo, cada minúsculo espacio y nada. Arriba y abajo, adentro y afuera. No está por ningún lugar.
Una melodía interrumpe la búsqueda. El teléfono fijo.
Bajo casi atrabancándome con mis propios pies. Llego y descuelgo.
—Buenos días, Funeraria Incipiente —Esclamo con fingida alegría—. Tú eres el siguiente.
¿Creyeron que había acabado? Tengo pila para rato.
—¿Mar? —Reconozco la voz de Harper al instante.
—Harper, hola.
Escuchar a mi amiga es agradable en épocas festivas pero en éste momento, molesta. No es el momento Harper, llamá en navidad.
—Creí que ya te habías ido —Y no te imaginas a donde y con quién.
—Volví por... —No sé me ocurre que decir—, unas cosas que me había olvidado. ¿Necesitas algo?
Espero que te estés muriendo, Harper. Sino, yo te mataré.
—Es que... —La línea queda en silencio por un segundo y gruño molesta—, no sabía a quién llamar.
¿Qué?
—¿Qué está pasando? —Escucho, desde atrás, como el ruso llega hasta a mi.
—Tú... tú madre...
¿Mi mamá? Una idea surge de pronto. Mi madre iba cada tanto a la casa de su amiga para ignorar a mi padre o para no pasar mucho tiempo a su lado. Sobre todo, cuando no estaba de humor. Imagino que al no estar la madre de Harper en la ciudad, vio su casa como un destino aceptable. Un refugio en donde ampararse en un mal momento. Yo suelo alejarme de las personas para buscar paz, en ocasiones cuando el mundo pesa demasiado es mejor ir a lugares con silencio y en soledad.
—¿Está contigo? —Por favor, di que sí. O pronto me dará un infarto.
—Si, bueno —Balbucea sin sentido—. Llegó hace unos minutos y está...
¿Está qué?
—¿Qué? —La impulso a seguir pero no hay respuesta.
—Tienes que venir, ahora —Su tono me preocupa.
—¿Qué le pasó?
El miedo comienza a hacer su aparición y comienzan a cosquillearme las manos. Volteo hacia un lado encarando al hombre, sin soltar el mango del teléfono.
—Solo ven.
Cuelgo enseguida.
—Está con Harper —Mi compañero no borra su expresión inalterable. Y sin esperarme siquiera, se dirige a la salida. Tiro el teléfono y lo sigo.
—¡Kirill! —Continúo con rapidez pero me deja atrás—. ¡Espera animal!
La residencia de mi amiga está a unos pasos y llegamos a los segundos. Su casa es la típica edificación pasada de moda, parecida a esas casitas de muñecas. De los años sesenta, creo. Todo de color rosa.
Seguro una fanática de Barbie, hizo el diseño. Una "Sharpay Evans" ancianita.
Llego a la puerta, dispuesta a golpear, pero el salvaje que me trajo hasta acá atraviesa todo por delante. Como un toro incontrolable.
—¡Hey! —Estoy por gritarle hasta el abecedario, cuando algo me detiene.
No. Por Dios, no.
Mi madre.
Ella se encuentra sobre un sofá, acostada. Parece dormida. O mejor dicho, noqueada. Su rostro es un gigantesco montón de hematomas, toda su piel está roja y ensangrentada. Hasta sus pestañas están obstruidas con sus cachetes inflamados.
» Mami...
Corro hasta ella y me derrumbo en el suelo, mis manos se le acercan pero no la tocan. No puedo tocarla. Parece a punto de romperse.
—Mar, ella...
—¿Qué le pasó? —Grito hacia Harper y ella, retrocede asustada—. ¿Qué sabes?
—Sólo llegó...
—Fue él —La voz masculina sobresale entre todos los gritos.
—Mami, ¿me escuchas? —Rozo con los dedos su mejilla.
—Cuídala —Escucho a Kirill y lo busco con la mirada.
—Espera —Lo llamo pero me ignora—. ¡Kirill!
Me levanto y lo sigo.
» ¡Kirill! —Sigo gritando—. Sé dónde está.
Mis palabras al final lo hacen frenar. Y voltea.
—¿Dónde? —Su voz me asusta y retrocedo, por lo que da un paso para acercarse—. ¡¿Dónde está?!
—¿Qué harás?
Su mirada está encendida y sus dientes suenan al rozar entre sí.
—¡¿Dónde está?! —Repite, está vez en susurro.
—No harás nada —Me envalentono y lo encaro, presionando mi índice en su pecho.
—¿Dejarás que se salga con la suya?
No, esto me motiva aún más a acabar con él. Pero, llevó mucho ya hecho. Y morir, es poco para lo que merece. Lo que le espera, jamás lo anticipará. Haré que se arrepienta hasta de nacer.
—Yo me encargaré —Hablo colocando cada minúscula gota de fuerza en cada palabra, en cada sílaba—. Lo haré.
Es una promesa.
—¿Y qué... —Lo interrumpo.
—Pero te necesito —Suplico—. Mi madre te necesita. Tenemos que llevarla con nosotros.
—Tenemos que llevarla a un hospital —Me corrige.
—Quisiera... —Pero ella no va a querer, ya hemos hecho esto—. No hay que esperar, ¡vamos!
Casi empujándolo, logro hacerlo regresar y en unos minutos ambos salimos y nos dirigimos al auto. Él alzándola al estilo nupcial.
—Lo que sea que estés ideando —Comienza una vez que ambos estamos en los asientos delanteros y mi madre recostada en el de atrás—, quiero ayudar.
¿Él está...?
—¿A qué te refieres?
—En lo que tú y Artem estén trabajando... —Comienza pero lo interrumpo.
—No es lo que imaginas...
Si, quiero acabar con mi padre, pero eso es solo mio. Artem no tiene nada que ver.
—No me interrumpas —Me regaña—. Lo que ustedes estén haciendo no me interesa, pero lo que tú...
—¿Lo que yo, qué?
¿Me habrá descubierto?
Una mirada mortal me es devuelta, y lo sé, no debo interrumpirlo.
—Sé que algo estás planeando —Habla devolviendo la mirada al camino—. Por tu cuenta.
Es cierto, los calladitos son los más peligrosos.
—¿Y?
¿Me delatará? ¿Hará que su jefe me mate?
—Estoy dentro.
¿Qué?
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Si vos o alguien que conocés está atravesando una situación de violencia, el equipo de profesionales de la Línea 144 te escucha, acompaña y asiste.
No estás sola.
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