Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Marnie

—¿Qué dije o hice para que creyeras que podías irte sin más? —El grito llena el espacio y repercute en las paredes del despacho de el señor Fedorov. Y dicho señor, está furioso, sus alaridos y gestos son pruebas suficientes con que sostener mi teoría. Pero, para sorpresa de todos, no estoy asustada. Ya no estoy desarmada, no completamente, he movido mis primeras piezas y el juego promete.

—¿Debía consultarlo contigo —Ladeo el rostro y ofrezco un gesto de confusión inocente, una burla a su enojo—, pedirte permiso acaso?

Rebajarme a pedirle permiso es una humillación imposible de procesar calidamente. Entiendo su posición y la mía, y el error grave que cometo al faltarle el respeto a un hombre como él. Pero, si quiero estar a su altura y no ser una mujer miedosa ante él y sus hombres, tengo que mostrar enteresa y confianza. También, me muero por restregarles en la cara que no les tengo miedo.

—¡Si! —Su afirmación es expresada con exasperación y a todo volumen. Y me divierte, poder estresarlo es un placer que disfruto enormemente. Saber que puedo afectarlo.

Está sociedad parece más la relación de un padre con su hija, con pedidos para salir a jugar y regaños a los gritos. Intolerable.

—¿Me habrías dejado? —Lo imagino junto a mi padre y no hay comparación, a mi progenitor podría imaginarlo fácilmente en un bloque de fusilamiento con él de blanco. Con Artem mis ideas pueden convertirse fácilmente en fantasías con advertencias de contenido para mayores.

Si, está guapo. Muy guapo. Puedo fingir todo lo que quiera, pero hipócrita no puedo ser.

—No —Niega sin pensárselo siquiera—, claro que no.

¿Y cómo espera que le pregunte?

—Entonces, ¿porqué habría de querer hacerlo? —Mis labios se contorsionan en un gesto de confusión. Mi intención es irritarlo, aún más.

Si la voy a pasar mal—exponiéndome a una realidad que creí haber dejado atrás—, sufrirá conmigo.

Y parece que lo estoy logrando, puedo ver como sus dientes se oprimen entre sí y su mandíbula se tensiona.

—Trabajas para mi —Vislumbro una ira asesina en sus iris—, tú trabajas para mí.

Jefe, ¿le han dicho que si no deja de decir que tiene el control, es porque no lo tiene en realidad?

—Y te dije que me haría cargo —Lo dije, fue lo último que le dije. Fue una advertencia, ¿qué no la escuchó?—, ¿a qué creíste que me refería?

Todos los hombre son iguales, escuchan solo lo que quieren escuchar y después se quejan cuando una actúa.

—Lo que tú hagas o no, yo debo aprobarlo —Presiona su índice en el escritorio—. Así funcionan todas las relaciones profesionales —Me explica como si fuera tarada, es de dar risa—, jefe y subordinada.

¿Subordinada? Uy, te confundiste conmigo Artem.

—¿Te parezco una subordinada? —¿Es tarde para decir que tengo en mi expediente un sinfín de notas por desobediencia a la autoridad? Tantas como para empapelar una habitación, tengo suerte de seguir teniendo empleo.

Lleva ambas manos a los soportes para los brazos que tiene su asiento y se sacude, parece estar conteniéndose. ¿Se va a lanzar sobre mi?

—Lo que me parezcas, no importa —Gruñe enfurecido—. Así funcionaremos de ahora en adelante.

¿Funcionaremos? El plural me suena a manada

—Así yo no trabajo —Sentencio.

Una pequeña arruga en su nariz y una mueca torcida, me dicen que mi rebeldía lo enfurece. Y me muerdo la boca, negándome a reír.

—Lo harás —Ordena embravecido—. Desde ahora, lo harás.

No, no se hará así. ¿Quiere desafío?, lo tiene.

—No lo creo —Niego rápidamente y le recuerdo nuestra relación profesional—, es una sociedad —No habrá niveles, no lo permitiré. Si no estamos equilibrados, no quiero nada—. Exijo autonomía o acaso, ¿compartirás tu día conmigo cada vez que nos veamos?

Acepto compartir, tener una línea abierta. Hasta cierto nivel. Yo sabré que compartir con él y seguramente, él se guardará algunas cosas para si mismo.

Veo como sus dedos pierden fuerza y por su expresión de curiosidad, sé que está maquinando algo.

—¿Qué estás planeando? —Su tono es cuidadoso.

Me inspecciona con ojos de cazador, característicos por su salvajismo pero cuidadoso metodismo.

—¿Yo? —Si, hacete la boba. Que no sospeche.

—Saliste por algo —Asiente pasivamente—, estás planeando algo.

Bueno, si esa es tu prueba. Estamos flojos, cielo.

—Quedamos en que no preguntarías nada —Fui clara, porque sabía que metería la mano en cuanto las cosas no se ajustarán a lo que él quería. Y es mi obra, mi juego, no el suyo. Yo moveré los hilos.

—Cambié de opinión.

Tarde. Muy tarde. Mi trasero está muy cómodo en el trono de la reina y no pienso moverme de mi lugar.

—Solo estoy haciendo algo de limpieza —Repito lo que le dije en la mañana, estoy limpiando su desastre. Debería agradecerme.

—¿Y te llevó todo el día? —No, fui hasta mi casa y junté en una mochila pequeña todo lo que podría necesitar. Mis armas, chaleco anti-balas y unos libros de mi biblioteca.

—Fue un muy bonito día, no pude evitar pasear por el parque... —Suspiro profundamente mirando a la ventana, el cielo se ve oscuro pero en la tarde un inmenso sol lo iluminaba todo.

Fue un día perfecto, como para hacer picnic y todo. Lástima que no pude cumplir mi deseo.

—Tenemos un parque muy bonito cruzando la calle —No, de esos no. No me gustan. Prefiero los que tienen cajón de arena, con muchos niños jugando.

—Prefiero los que tienen toboganes y hamacas, son divertidos.

¿Así es suficiente? ¿Muy aniñado? ¿Ya se enojó?

—¿Eso es lo que hiciste todo el día —Frunce el ceño contrariado y quiero reír—, hamacarte?

Casi se me escapa una carcajada, casi.

—No olvides el tobogán —Le recuerdo—. Incluso, compré un algodón de azúcar...
No sé con que dinero, por que no llevaba billetera encima.

—¿Y yo te pago para que vayas a jugar al parque? —¿Cuándo me ha pagado?

—¿Vas a pagarme? —Esto se está poniendo bueno—. Uy, ésto es serio, me encanta —Celebro con emoción.

Pensándolo bien...

» ¿Tienen seguro dental? —Hablo con tono interesado—. Porque la mutual no me cubre la ortodoncia invisible —Hace varios años una doctora me habló sobre emparejarme la dentadura, ya que al cerrar la boca, los dientes inferiores se sobreponen a los superiores. Pero si tengo la boca cerrada, ¿quién me mira la sonrisa?—, y a ésta edad y con mi rostro en forma de panqueque, no me sentaría... —Hablo con sinceridad, a muchas chicas les quedan increíbles, a mí no—. Quiero la invisible...

Bufa molesto y se para de su lugar, camina por la habitación y se detiene enfrente de la ventana.

—Tenía planes... —Habla sin mirarme y no entiendo su enojo. ¿Yo estaba incluida en sus planes? ¿Qué quería hacer conmigo, jugar una partida de Scrabble?

—¿Conmigo? —Frunzo el ceño y voltea furiosamente.

—Hice reservaciones... —¿Reservaciones de qué o para qué?

Uy no, espero que no sea lo que me imagino.

—¿En un hotel? —Pregunto contrariada y me enojo con el desarrollo de mis ideas—. ¡Pará amigo! —Levanto las manos y lo encaro—. Estás yendo muy rápido.

¿Qué pasó con el juego previo? Mínimo una cenita y un poco de persuasión... ¡Gánatelo colega!

—Para comer... —Explica finalmente.

Y me confundo aún más. Con un emparedado de fiambre con mucha mayonesa, me es suficiente.

—¿Tienes que hacer reservaciones para comer en tu propia casa? —Puedo imaginar a Olga con un cucharón de madera y arremetiendo contra quien se meta en su cocina—. ¡Que dura es esa Olga!

¿No lo dejarán comer algo en específico? ¿Tendrá una dieta especial?

—¡En un restaurante! —Grita abriendo los brazos y sacudiendolos en el aire.

—Pues, que disfrutes tu comida —Le dedico, pero al final expreso mi confusión—. Pero, ¿qué tengo yo que ver?

¿Querrá que le pida algo? No conozco muchos restaurantes en la zona, tampoco sé si hacen envíos.

—Contigo —Grazna apretando los dientes—. Para comer contigo.

¿En un restaurante? No lo imagino en los negocios de comida rápida que yo suelo frecuentar. Viendo su vestimenta, está muy elegante.

—Yo no ceno en restaurantes —¿Para qué querrá ir a un restaurante conmigo?—. ¿Y qué te propones conmigo, me salté alguna línea en el contrato?

Llevar mujeres a lugares caros es lo que yo supongo, hace con novias o amantes, a lo que yo sobro.

—Para discutir algunos puntos que omití anteriormente —Expone sus razones con lentitud—, sobre nuestra sociedad.

Según él, yo soy su subordinada.

—¿Y para eso tenemos que tener trufas y vino del costoso cerca? —Jamás he comido platos sofisticados y según las películas, el caviar no es muy rico como presumen.

Se acerca a la silla y se desploma encima, lleva su mano derecha a la cara, y se apreta el entrecejo.

¿Ya lo cansé?

Pfff, novato.

—No soy fan de las trufas —Comenta al fin.

No quiero ir a un establecimiento snob, donde deberé vestir elegante y usar un montón de cubiertos, tampoco comer esos platos donde apenas hay un bocado que envés de llenarte, te dan más hambre.

—¿Y si bajamos al parque y buscamos a un vendedor ambulante? —Me conformaría con un pancho con ketchup y papitas adobadas—. Seguro habrá alguno...

O mejor, llenarme la panza con pororó dulce y manzanas acarameladas. El postre es lo mejor.

—Es tarde.

Regreso la mirada al ventanal, la noche es gobernada por la oscuridad.

—Podemos comprar churros —El dulce de leche y la azúcar me hacen agua a la boca—, ahora que los menciono, se me antojaron...

Rueda las cuencas de los ojos hacia atrás.

—Mañana lo hacemos —Recomienda y señala la puerta detrás de mí silla, la salida—, ahora ve a tu cuarto y arreglate para salir.

¿Los planes siguen en pie? ¿No era muy tarde?

—Cuando dices "arreglarme" —Pienso en mi armario y en toda mi ropa, no tengo nada apropiado—, ¿a qué te refieres?

» Porqué lo más lindo que tengo es el uniforme anti-disturbios...

Un atuendo que me costó mucho dinero, por lo que lo valoro mucho. De hecho, es lo más caro que tengo.

Sus ojos se abren grandes y sus cejas se elevan hacia arriba.

—¿Y lo trajiste contigo? —Pregunta con voz ronca—. Pero, ¿cuando haz sido de anti-disturbios?

¿Cuándo he dicho que era de fuerza contra disturbios?

—Nunca —Niego—, pero aún así lo tengo —¿No sabe que a las chicas nos encantan los uniformes?, hasta el tipo más fiero del mundo cambia con un uniforme táctico—. Y me sienta muy bien...

Subo y bajo las cejas varias veces, en un gesto presuntuoso.

—Un vestido —Dictamina.

¿Alguna vez me habré puesto un vestido? Si fue así, no lo recuerdo.

—No tengo vestidos... —Ni uno solo, todo mi armario se compone de remeras tres cuarto, musculosas básicas y pantalones cargo, también tengo una o dos calzas deportivas. Pero, ningún vestido.

—Alina te prestará uno.

Ay, genial. Y así inicia nuestra amistad, ¿no?

• ────── ᯽ ────── •

El vestido oprime mi alma y cercena mis intestinos, y con cada paso que doy, el elástico se sube más y mis pechos se exponen. La estatura y complexión de Alina, es muy diferente a la mía. De hecho, éste es el vestido más grande que tenía.

—Listo —Refunfuño—. Lo lograste, ¿estás feliz?

—¿Porqué tan molesta? —Se carcajea—. Ni que te estuviera llevando a un odontologo para sacarte una muela.

No, algo peor.

—Preferiría un churro de un carrito —En cambio, estoy en un inmeso salón con muchas mesas con manteles blancos y cristalería brillante. Y muchos, muchos extraños cenando caviar.

—Bien, ya sé que hacer para la próxima —Apoya una mano en mi espalda baja y me empuja detrás de la chica que nos guía hacia nuestra mesa—. Con una bolsita de garrapiñada bastará.

—Ay si, quiero —La imagen se reproduce en mi cabeza, almendras tostadas con almíbar y salivo—. No hables, que me das hambre.

Llegamos a la mesa y nos sentamos, un menú con muchísimas páginas es dejado encima de mi plato. Se ve pesado e imponente.

» ¿Puedes decirme que hacemos aquí? —No sé qué tanto quiere, pero no lo está consiguiendo.

—¿No puedo solo querer sacarte a pasear?

¿A pasear? ¿Qué soy yo, un perro?

—Necesitas un perro —Recomiendo hinchando los labios y poniendo los ojos en blanco—. O un hobbie.

Para que deje de querer sacarme a pasear y haga algo productivo.

—Se sincera —Pide y presiona las manos entre sí, en un gesto suplicante—, ¿ninguna parte de ti, aunque sea mínima, le gusta esto?

Ay, chico. Te confundiste de chica.

—¿Quieres hacerme feliz? —Corro a un lado el intimidante menú, mientras él curiosea el suyo y apoyo ambos codos sobre la mesa—. Dame un rifle sniper semi-automatico, con mira telescópica, cargador rotativo y un montón de municiones. Y te amaré eternamente.

Se ríe e inclina la cabeza hacia abajo.

—¿No te gusta la langosta? —El libro en su regazo está abierto y pasa las páginas una detrás de la otra con lentitud.

No quiero elegir nada, el grosor del libro me marea.

—No quiero nada sacado del agua —No después de ver muchas películas de tiburones y monstruos marinos, y traumarme eternamente.

—Pasta será, entonces.

—Elige tú —No volveré a tocar ese menú—. Nada con pescado o verduras al vapor.

Asiente.

—¿Alguna alergia?

—¡Ya! —Alzo la voz exasperada—. ¿Qué hacemos aquí?

Escucho varias voces, personas que voltean a verme al haber alzado la voz, escucho murmullos pero no me interesan y sigo viendo al ruso.

» Quieres algo —Su truco no me confunde, todo éste espectáculo es porque quiere algo de mí—. ¿Qué quieres?

Cierra el libro y lo pone sobre la mesa, se recarga sobre la superficie. Me mira entrecerrando los ojos.

—Quiero que te cases conmigo —Su voz se borronea y dudo de haber escuchado bien.

—¿Disculpa?

Él sonríe. Estoy empezando a odiar que sonría.

—En unos días, nuestro Vory v Zakone llegará a Norteamérica —¿Y quien es...?

—¿Qué es Vori- —No logro pronunciar correctamente—, eso?

Su sonrisa se agranda.

—Es nuestro líder, el cargo más alto en nuestra organización —Una vez alguien me dijo que "Siempre hay alguien más arriba". Y al parecer, el Pakhan no es el cargo más alto.

—El líder supremo —Balbuceo con voz gruesa.

—Algo así.

Sube y baja los hombros.

—Imagino que un hombre tan importante merece vacaciones —Lo importante es siempre tomarse un descanso, supongo—. Pero, ¿porqué América y no Roma o Bora-Bora?

Lo último que elegiría como destino turístico, es Chicago. Yo, me voy a las Vegas.

—No serán vacaciones —Niega.

Y una idea graciosa llega a mi mente.

—¿Viene a vigilarte en tu nueva posición? —Me permito una pequeña risita y niega.

—Nuestro líder tiene que ser operado —Explica con una sonrisa sin mostrar los dientes—. Trasplante de hígado.

Uy, que mal.

—¿Es alcohólico? —Pregunto e imagino su mala situación—. Mal momento para ser ruso y que te guste el vodka.

Aún así, no entiendo para qué quiere que me case con él.

—¿Y lo que quieres es ponerlo feliz antes de la operación, decirle que te enamoraste de una bonita y muy elocuente americana? —Subo los hombros y me aparto el cabello—. Es adorable, muy considerado de tu parte.

Pero, ¿porqué yo? Mejor que se consiga otra.

—Es mi padrino —Me cuenta—. Y quien me ordenó hacerme cargo del territorio de Chicago.

¿No lo heredó?

—Sigo sin entender.

Sus codos se presionan en la mesa, se frota la barbilla con la mano. Parece pensar. Y finalmente habla:

—Lo que quiero es que te presentes, seas muy elocuente y divertida —Repite la misma palabra con la que me describí con una sonrisa—, le agrades y le hagas un pequeño juramento a la Bratva.

¿Disculpa, qué?

—Lo que quieres es... —Repito su pedido, balbuceando nerviosa—, que le pida tu mano y le juré lealtad a un Tzar del crimen organizado...

¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Ajam.

¿Así, no más?

—¿Porqué?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro