Capítulo 10
Marnie
Siento el tirón enseguida, acompañado del vértigo, debido al fuerte brazo que se encadena a mi cintura y suspende mi peso en el aire. No tengo tiempo de protestar al respecto. Soy movida como un mueble y el dueño de éste abrupto giro en la trama, me lleva cargando por la escalera directo a mi habitación.
Al llegar, atraviesa apresuradamente la puerta y me arroja sobre la cama. Termino rebotando sobre el colchón a causa de la fuerza implementada en el lanzamiento.
El arrebato no termina conmigo castigada en mi cuarto, como si fuera una mocosa de cinco años. Él se aproxima hasta mí enloquecido, después de rondar por el espacio disponible como animal enjaulado y se abalanza sobre mi. Coloca su mano en mi cuello y me aplasta contra el colchón, abre mis piernas a la fuerza y se coloca en medio.
—Vuelve a besar a mi her- —Lo interrumpo.
—No lo besé —Me defiendo. ¿Qué más puedo hacer? Me sorprendió tanto como a él, lo último que esperaba es que el moribundo me comiera la boca al despertar. ¿Habrá sido su último deseo? Pues, espero que lo haya disfrutado porque no se repetirá. ¿Qué tan fuertes fueron los calmantes que le dió mi madre? Otra explicación no le encuentro.
Sus dedos se presionan con más fuerza y me cortan el flujo de aire.
—¿Y eso que fue? —Sisea con voz aterradora—. ¿Respiración boca a boca?
No tengo una respuesta concreta, el beso llegó tan rápido como se fue.
—Capaz, le parecí bonita —Le respondo como puedo, quedándome casi sin aire.
Si, señores. Primero muerta, que humilde. ¿No era así el dicho?
—¿Una técnica policíaca? —Afloja un poco su agarre y se alza sobre mi, sentándose sobre mi pelvis. ¿Su cosa está tocando mi cosita de niña? Si, totalmente—. Jamás la había visto.
¿Técnica? Pero, si ni lo toqué. Bueno, no voluntariamente.
—Disponible solo en esta parte del mundo —Hablo en susurro, tratando de no delatar mi pulso elevado y la sequedad en mi boca—. Patentada por Mar Masen.
Si se empieza a mover, voy a estar en problemas.
En ningún momento traté de seducir al pequeño, todos somos conscientes de eso, ha estado más muerto que vivo desde que llegó. Y yo, milagros no hago. Quizás los medicamentos lo dejaron medio bobo y actuó sin pensar, o quizás se creyó en un sueño y teniendo "carta blanca", tomó lo que quiso. A mí no me echen al muerto.
—Las cosas aquí son diferentes que en casa —Su cadera hace una lenta rotación y tiemblo—. Si estuviéramos en Rusia, las cosas que te haría...
¿Es una amenaza? ¿Y porqué estoy deseando estar en otro continente?
—No estamos en tu casa —Doy una pequeña cabalgata para hacer que se siente sobre mi vientre y así también, quitar su mano de mi cuello. Cae de perrito, colocando sus manos a los lados de mi cabeza—. Estamos en la mía.
Rodeo su cuerpo con mis brazos, apoyando mi cabeza contra su pecho. Un abrazo fuerte, impidiendo que se suelte. Como anaconda, toda mujer sabe de qué estoy hablando.
Escalo en su espalda con las manos hasta llegar a sus trapecios, en un movimiento rápido bajo un solo brazo y lo engancho al suyo llevándolo contra mi, inmovilizando. El peso le falla y se va para adelante, cayendo de cara contra el colchón. Levanto la cadera con toda mi fuerza y doy un giro rápido.
Ya estando él contra la superficie, aturdido por el cambio de postura repentina, con la mano abierta y golpeando con el dorso, voy contra sus genitales.
El gruñido adolorido se escucha enseguida.
Señal para retroceder y tomar distancia.
Por mi labio roto, perra. O perro en este caso.
—Desgraciada —Murmura sujetándose la pelvis y rodando sobre la cama.
—¿Qué? —Pregunto con tono inocente—. ¿No querías ver técnicas policíacas?
Un movimiento de los primeros que aprendí en defensa. ¿Probamos ofensiva?
—¿Era necesario dejarme sin posibilidades de reproducirme? —Se levanta sin dejar de sujetarse y contorsionando el rostro al extremo.
Me muerdo el labio, impidiendo reír.
—Ni tan duro te golpeé —Es cierto, si hubiera sido con la rodilla le hubiera empujado su protuberancia hasta arriba. Y ahora, sería un lindo unicornio.
Debí hacerlo. Será para la próxima.
—Eso dícelo a mis hijos muriendo —Abre y cierra las piernas, también rota su cadera en el aire, supongo para acomodarse o que deje de doler.
Tengo al Pakhan bailando ula-ula en mi habitación, nadie va a creerme.
Al terminar su coreografía, se saca la campera y la tira sobre el respaldo de una de las sillas.
» Ya acuéstate —Me llama, abriendo las sábanas y sentándose sobre ellas—. Seguiremos en la mañana.
Y comienza a sacarse los zapatos.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Qué crees? —Acomoda su calzado junto al mío y estirando su mano, empieza a abrir y cerrar los compartimientos de la cajonera junto.
¿Qué busca? Ahí, solo tengo ropa de invierno.
Llega hasta el último, que abre a duras penas, produciendo un ruido espantoso y lo mantiene abierto. Saca las armas que guarda en la cintura y las coloca dentro. Primero la propia; una Colt calibre 45, luego mi Beretta y por último, el revólver. Se agacha y busca en su tobillo, saca una Glock calibre 17.
¡Por Dios!
—¿Tienes algún complejo? —Las palabras salen por mi boca sin poder detenerlas. Él levanta la mirada y frunce el ceño—. ¿No es mucho plomo?
—Se sincera —Pide colocando sus brazos contra sus muslos—, ¿hay más armas en la casa?
—Obviamente —No hay caso para guardarme el secreto, somos una familia de armas, incluso hay revistas de armamento en todos los baños—. Y no te voy a decir donde.
Excepto en mi habitación, que injusticia. ¿Dónde car#%$ metieron mi bate de béisbol?
—Estás en tu derecho.
—¿No temes que te mate? —Podría hacerlo, solo debo llegar hasta el arma más cercana. Mis ojos llegan hasta el último cajón del mueble abierto.
Así que por eso lo hizo, el cajón hace ruido y me delatará si quiero alcanzar su contenido.
¿Qué otra arma puedo usar? La única que no está bajo cerrojo es la escopeta en el piso de abajo y ¿quien creen que soy? Demasiado extravagante.
—No si quieres que está sociedad funcione —Se pará y lleva sus manos al botón de su pantalón.
¿Qué esta pasando?
—No respondiste mi pregunta —Informo bajando la mirada, junto a los pantalones que caen al suelo—. ¿Qué estás haciendo?
—Preparándome para dormir.
Bien. Hora de salir.
Doy una vuelta en mi lugar y comienzo a alejarme.
—Que sueñes con los angelitos.
Bien, no diré nada. Puede usar mi cama, también mis almohadas especiales para el dolor de espalda, pero no pienso dormir junto a él.
—Alto —Ordena y paro abruptamente—. Métete en la cama.
No, no es posible. No en esta vida.
—Ni pensarlo —Niego.
—Ahora.
Su voz es potente y dura, pero su postura contradice su aparente humor. Se saca la camiseta y la tira, junto al resto de su ropa.
¿Está en pelotas? Si, solo con un bóxer negro. ¿Corto?, si. ¿Apretado?, mucho.
No mires, no mires. Eres una niña buena y pura, que cree en Dios y él seguro se ofende si escucha pensamientos impuros. Aunque, creo que si él esperaba inocencia de mi parte, no me habría puesto en ésta situación en primer lugar.
—Es una cama pequeña —Asiento con la cabeza—. Mejor te la dejo.
—Ahora —Repite.
Bufo molesta.
Me aproximo a la cama y la rodeo por el lado contrario.
También me robó mi lado de la cama. Malnacido.
Me siento sobre la superficie, dándole la espalda y dejo las pantuflas de lado.
—Te atreves a ponerme un dedo encima sin mi permiso —Hablo sin mirarlo—, y terminas tu formación como el nuevo Pakhan de Chicago como eunuco.
Escucho una risita desde atrás.
—Jamás me atrevería.
Si, claro.
• ────── ᯽ ────── •
Un día nuevo se abre paso y me recibe con risas, puedo escuchar los murmullos desde la distancia, aún atrapada en la neblina del sueño.
¿Desde cuando hay risas en ésta casa? ¿El señor de la casa se despertó de buenas? No lo creo.
Intento rodar en mi lugar pero no puedo, algo lo impide. ¿Qué ca#$@&?
Abro los ojos abruptamente, pero tengo que volver a cerrarlos por el rayo del sol en mi cara. Parpadeo unas cuantas veces, para evitar la molestia y cuando logro ver correctamente me encuentro en mi habitación. ¿Y donde más voy a estar? Bajo la mirada a mi cintura y un brazo me sujeta, bien aferrado. Pero, ¿qué?
Me sacudo con fuerza y doy media vuelta, y todo vuelve a mi memoria.
¿Si pasó?
—Ey, vamos —Lo sacudo, pero ni la hora me da—. Arriba, que no estamos en tu casa y estás babeando mis sábanas de Stich.
Trato de quitar su brazo de encima mio, pero es inamovible, duro como una roca.
» Arriba —Y nada.
Alguien tiene el sueño pesado.
Sobrepienso la posición y una única manera se me ocurre, me empujo contra el colchón en posición horizontal y con los pies me arrastro hacia abajo. Cómo un cangrejo, como "la niñera aprueba de balas" me enseñó. Y después de un tiempo extendido, debido a pequeños descansos que me tomé en medio del ejercicio, logro salir.
No pierdo el tiempo y corro por el pasillo después de calzarme, en dirección de las risas, llego hasta la habitación de huéspedes. Y lo que encuentro, es difícil de explicar.
—Hey, hola dormilona —Mi madre es la primera en notar mi presencia, desde su lugar, sentada en la cama junto a su paciente. Ambos con grandes sonrisas.
¿Es cámara escondida?
—Ho-la —Levanto la mano con lentitud, confundida con la situación.
—¿Dormiste bien? —Otra voz se escucha, y debo correr la mirada para encontrar al causante, cómodamente recargado en la pared.
Marko.
Otro, muy risueño.
—Si, creo —Respondo dudosa—. Puede que aún lo siga haciendo.
Aún sin atravesar la entrada, miro hacia el pasillo en dirección a la escalera. No se escucha nada.
—Acércate, cielo —Mi madre me llama, palpando el lugar junto a ella. Y le correspondo.
—Hola —Arkady me saluda con una leve sonrisa, y entrecerrando los ojos, se le arruga el entrecejo.
—Hola —No soy tan risueña como él—. ¿Sigues con un agujero en el estómago?
—¡Mar! —Mi madre expresa su descontento.
—¿Qué? —Chillo, subiendo los hombros—. Es una buena pregunta, seguro están apurados de irse.
—Yo estoy cómodo donde estoy —Marko se ríe.
—Nadie te preguntó —La respuesta es automática.
—Si, ya hemos molestado mucho —Arkady habla en voz baja, mirándose los vendajes.
—Te olvidaremos fácilmente —Le hablo y recibo un manotazo en el brazo de mi madre—. Pues, no lo hemos escuchado mucho. El problema son los otros.
Y como si lo hubiera invocado, otra presencia entra en la escena.
—Tenemos un problema —Volteo hacia la puerta y entrecierro los ojos, ¿está hablándome a mi? Me está mirando, así que creo que sí—. Tienes visita.
—¿Yo?
Kirill asiente.
—¿El jefe? —Le pregunta a Marko.
—Babeando mis sábanas —Le respondo en su lugar.
—¿Qué hora es? —¿Puedo recibir visitas estando de rehén?
—Van a ser las nueve —Mi madre me responde.
¿Y quién... Ay, no, lo olvidé.
—¿Quién está en la puerta? —Y el último aparece, abrochándose los pantalones y en cuero.
—¿Podrías, por todo lo divino, no andar enseñando tus miserias? —Miento, está como quiere, pero no voy a ir alagándolo—. Estás en una casa decente, no de donde sea que hayas salido.
—Responde —Demanda.
—Me olvidé avisar, tengo fisioterapia —Instintivamente mi mano corre hasta mi rodilla y la oprime.
—¿Tienes un fisioterapeuta a domicilio? —Habla con deje confuso—. Cancélalo.
—Fue ordenado por el departamento —Miento otra vez, la rehabilitación ordenada por el departamento es una vez por semana. Mi madre al verme estresada por no poder avanzar en mi terapia, hace unos meses contrató a la hija de una vecina. Y viene tres veces por semana, hasta que el doctor me dé la aprobación para volver a trabajar—. Si la hago irse, me reportará y mi jefe de batallón vendrá hasta aquí, para darme una patada en el culo por desobedecer una orden médica.
Tampoco es cierto, un reporte de esa magnitud tarda semanas en procesarse, pero él no tiene porqué saberlo.
—¿Lo necesitas? —Me evalúa de arriba a abajo, buscando una lesión, creo.
—Hace unos meses tuve una fractura incompleta de peroné —Recuerdo ese último llamado, estaba en un piso superior y el fuego debilitó la estructura, terminé cayendo con el suelo bajo mis pies—. Y de radio.
La última sanó más rápida que la primera, y con la medicina apenas sentía la muñeca.
—¿Es diario? —No entiendo su pregunta.
—¿Qué te importa?
—Ya lo decidí —Frunzo el ceño, confundida—. Nos acompañarás.
—¿A donde?
—Al parque por un helado —Hasta yo, noto el sarcasmo, escucho reír a Marko—. Es mi condición, cuando nos vayamos, te irás con nosotros.
—¿Ah?
¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
• ────── ᯽ ────── •
La sala está impecable, no hay ningún rastro de sangre o huella de que alguna vez hubiera estado ahí y mi padre todo maniatado, ¿quién sabe dónde este?
¿Lo habrán matado y enterrado en el patio?
Preocupación para otro día.
Harper, mi fisioterapeuta y gran amiga me espera en el suelo con una colchoneta para mi, como en cada visita. A ella, la conozco desde que tengo memoria. Vivía a unas cuantas casas de distancia con sus padres cuando era joven y ahora, con su familia de viaje por el mundo, vive sola en la misma casa de su infancia. Durante nuestro crecimiento nunca nos acercamos, una historia diferente con nuestras madres, pero siempre me ha caído bien. Es algo seria, pero agradable después de un rato de conversación.
—Mar, buenos días —Ella me saluda muy cortésmente—. ¿Te agarré en mal momento?
¿Tan mal me veo?
—No, para nada —Fuerzo una sonrisa—. Anoche me acosté muy tarde y apenas he dormido.
La última oración me sale en un balbuceo, debido a la reproducción en mi cabeza de la noche de anoche.
—¿Empezamos? —Asiento insegura. Y me acuesto sobre la colchoneta. Los ejercicios son sencillos, todo se trata de estiramiento y para agarrar fuerza en las áreas afectadas, sin sobrepasarme.
—Hola —Ambas miramos hacia las escaleras, hacia el dueño del saludo.
Marko.
¿No pudo quedarse arriba como los otros? ¿Qué tiene, hormigas en el culo?
—¿Quién eres? —Harper se me adelanta y pregunta.
Él le sonríe, encantadoramente.
—Soy Marko, linda —Nunca borra la sonrisa, pero decae antes de seguir hablando—. El primo de Marnie.
¿Mi primo?
—¿Tú primo? —Ella está sobre mi, y me mira desde arriba con clara confusión.
¿Mi primo? ¿No pudo decir cualquier cosa? ¿Qué era un plomero muy metiche o un ladrón que no quería interrumpir nuestra sesión y que se llevará el televisor sin hacer ruido para no molestarnos?
Ella conoce a mi familia, somos vecinas desde décadas, no se va a creer que un tipo con notable tono ruso tiene alguna conexión biológica conmigo.
—Primos lejanos —Respondo pero no me parece suficiente—. Y políticos.
—Soy adoptado —Marko agrega.
—Y adoptado —Repito y mi amiga me mira aún más confundida.
—Okey —Alarga su respuesta unas cuantas sílabas, sin dejar de mirarme como si fuera una especie nueva y grotesca encontrada al intemperie. Como si no supieras si matar a esa fea cosa e impedir que se multiplique o rodearla e ignorar el descubrimiento y seguir tu camino.
—¿Cuanto crees que debamos seguir? —Cambio de tema—. Porque no siento ningún dolor o malestar desde hace rato.
—Ya lo sabes —Me conozco la frase y la repito junto a ella—. Estás en la recta final.
—Si —Asiento enojada—. ¿Pero cuando?
—¿Cómo te llamas? —Marko interrumpe mis quejas y le habla a Harper.
—Vienen a verme a mi —Le respondo—. Piérdete.
—Eres linda —Sigue hablando pero ella lo ignora.
La hora de sesión se centra en mí y corre velozmente, nuestro alcahuete permanece sentado cerca, pero en silencio. Sin dejar de observarnos, o mejor dicho, sin dejar de observar a mi especialista.
—¿Sigues con la medicación?
—Ya no la necesito —Arrugo la nariz recordando, hace semanas que hiberno debido a mis medicamentos, me noquean bárbaro—. Dejé de tomarlas hace semanas.
—¿Sientes un tirón? —Continúa preguntando.
Niego.
» ¿Ninguna molestia?
—Tampoco.
No falta decir, que estoy algo ansiosa. Me urge regresar al trabajo, estos meses de licencia se han pasado muy lentos.
—¿Eres irlandesa? —Marko pregunta mirando su llamativo cabello rojo.
Y cuándo creo que va a volver a ignorarlo, levanta la mirada y se sonroja.
—Si —Asiente, pero se corrige—. Por el lado de mi madre.
Miro a uno y luego al otro, cambiando de dirección como si estuviera viendo un partido de tenis.
¿Qué esta pasando?
Por Dios, esto es lo último que necesito.
✁- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Diez capítulos para concluir un solo día, ¿pueden creerlo?
Es una locura...
Hay una nueva integrante en la novela, ¿qué creen de ella? ¿Será importante?
Veremos...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro