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Capítulo 23

✨️Capítulo todo romantico y wonis✨️

Espero les guste 🙈❤️

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THERINE

Agustín lleva un pantalón completamente blanco al igual que sus camisa y yo me he puesto un vestido del mismo color que Anadelia me regaló junto con bastante ropa de maternidad. Este tiene flores, también blancas, tejidas finamente y a la medida correcta para hacer que no apriete mi abultado vientre de cuatro meses y medio.

El día del ultrasonido, casi caemos en la tentación de saber qué será, pero nos aguantamos hasta que le entregamos el sobre a Anadelia y esta prefirió verlo hasta que nosotros dejáramos su casa y así comenzar a planear la fiesta.

Hoy es el día y la ansiedad no puede conmigo.

—Estoy tan desesperado, ¿qué habrá planeado mamá? —Me abraza desde atrás mientras me pongo labial y coloca sus manos en mi barriga, moldeando cada centímetro. Su expresión muestra la decepción que ha tenido desde el ultrasonido porque el bebé no se ha movido y siempre espera ser él el primero en experimentar eso.

La otra noche, me desperté al sentir sensación en mi vientre pero resultó ser él esperando a que pasara, incluso alcancé a escuchar cómo preguntaba "¿Aun no estás listo para moverte, bebé?" Y por poco descubre que yo estaba fingiendo que dormía para dejarlo que siguiera, porque me dio tanta ternura su rostro y me emocioné tanto cuando dejó un pequeño beso y le deseó buenas noches antes de recostarse a mi lado y abrazarme.

—No quería decirme, pero insistí y me explicó que le pondría un lazo a Caballero del color, por eso lo secuestró esta mañana, que lo dejará correr hacia nosotros desde dentro de la casa hasta el patio trasero.

—Mírala, y en la oficina no me quiso contar y a ti sí.

—Es que ella me adora, cariño —Le saco la lengua, decir "mi suegra" ahora me resulta tan serio y formal que no soy capaz de decirlo en voz alta—. Pero bueno, hay que irnos, ya quiero saber qué será el bebé para pensar en nombres.

Chillo de la emoción y él se ríe, soltándome para irnos ya.

Trato de tranquilizarme todo el camino y ni siquiera pienso en apostar qué es lo que será, yo solo pienso en disfrutar todo el proceso y que llegue con bien a mis brazos.

Una vez en la casa, por instrucciones de Anadelia, nos metemos por el pasillo que da al patio para no ver a Caballero o que este se emocione al vernos y arruine la sorpresa.

Mis padres y Monterrat con Dylan ya están ahí al igual que Arturo con Marisol y sus hijos andan corriendo con mis sobrinos por el pasto. No hay nadie más que mi familia y la de Agustín. Hasta el señor Marcos está en un rincón cercano a los niños con quienes ríe e interactúa.

Aun estoy sorprendida de todo lo que ha estado pasando el último mes y medio.

El señor Marcos definitivamente dejó la presidencia de su empresa y, para gusto de todos, Arturo la asumió con la mayor de las responsabilidades del mundo y ahora están en proceso de un mejor desarrollo, incluso, para sorpresa de el señor Marcos y Agustín mismo, Arturo tenía esos contactos internacionales que deseaba obtener del padre de Vera, según dijo haberlos conocido de casualidad en cada obra que trabajó a lo largo de diez años y a donde muchos arquitectos iban de revisiones rutinarias, con los que terminó forjando una amistad, y, aunque dice que en su momento sintió pena de aprovecharse de su apellido, esos hombres lo reconocían por justamente Construcciones Margo y consiguió mejores materiales. Arturo rechazó muchas ofertas por orgullo, pero esos hombres siempre le ofrecieron una mano.

Por otro lado, el cambio del señor Marcos es una locura que, aunque fue por un mal rato para mí, me siento muy contenta de ver que ha mejorado su relación, no solo con sus hijos, sino también con Anadelia que parece la mujer más feliz del mundo y han estado como dos novios recién declarados y adolescentes.

Con Marisol fue una cosa interesante, un par de días después de que Arturo había hablado con su padre, me llamó, le di mi número cuando nos conocimos y me sorprendió mucho que me llamara después de tanto tiempo por primera vez. Estaba emocionada y se reía de felicidad, me contó que el señor Marcos había ido a disculparse por todo lo que le dijo la última vez que la tuvo enfrente y conoció a los niños, que de la sorpresa por sus palabras ella lo invitó a comer y él le pidió que convenciera a Arturo para aceptar el puesto y tener una mejor vida en la que él ya no se iba a meter más que para convivir en armonía familiar.

Marisol lloró también y me aseguró nos llevaríamos mejor con él ahora.

Y yo tuve el gusto de experimentar casi lo mismo cuando fue a disculparse conmigo.

Con la diferencia de que yo sentí felicidad y pánico.

—¡Ya llegaron, saquen al perro! —Grita el señor Marcos y nos reímos todos cuando Anadelia le dice que se calle porque aun no le pone los lazos—. ¿Ya hicieron sus apuestas?

—Preferimos no hacerla entre nosotros —comenta Agustín, riéndose aun—. Pero quiero escuchar las suyas, porque, imagino que las hicieron, ¿no?

—Montse y yo decimos que niña, apostamos un pastel para la siguiente fiesta. —Dylan levanta la mano.

—Yo soy creo que es un niño —habla Arturo—. Aunque si es niña también celebraré, así que no aposté nada de valor.

—Estoy en empate. —Marisol es la siguiente en hablar—. No quiero arriesgarme.

—Romualdo me va a invitar una cerveza si le gano a que es niña —Dice el señor Marcos, señalando a mi papá—. Y, por supuesto, no voy a perder.

—Yo no acepté la apuesta, es más, yo opiné que es niña también, pero la cerveza de consuegros sigue en pie aun si perdemos, Marcos.

Mamá se ríe.

—Lo que sea, le amaremos —asegura y para sorpresa mía, todos dan la razón al final—. Yo me doy por bien servida si viene sano y fuerte.

Agustín le dice que él y yo opinamos lo mismo. Yo me siento como en las nubes. De pronto el pánico que intenta aparecer por presenciar estas maravillosas escenas, se aplaca con mi felicidad. Amo a Agustín, amo esta nueva convivencia familiar. Amo a mi bebé y, aunque la idea de que sepan que Agustín no es el padre me aterra muchísimo, confirmar que incluso él lo ve como suyo me hace aferrarme a lo enamorada que me siento por todo lo que he vivido estos meses.

Claro está que para mí está en dudas lo que piensa Agustín, porque no hemos hablado del tema y no estoy segura de qué nos depara, aún tenemos pendiente muchas conversaciones como la de mí intentando ponerle una etiqueta formal a nuestra relación.

—¡Caballero, ven acá! —Escuchamos el grito de Anadelia dentro de casa—. ¡Ay, no! ¿Quién abrió la puerta? ¡Caballero, no salgas todavía!

Entonces ocurre. Caballero viene hacia nosotros y yo siento que voy a llorar cuando lo veo llevar encima de su cabeza un lazo hecho moño de color rosa y un intento de letrero colgado en el cuello que dice "Es niña", el cual se quita desesperado cuando llega a mis pies.

—¡Es niña, es niña, qué alegría! —Grita el señor Marcos y yo aun sigo en shock. Alcanzo a escuchar a Martina disculparse por abrir la puerta al tiempo en el que siento los brazos de Agustín que hasta me eleva para tomarme de las piernas para celebrar.

—Una princesa como tú —Me dice al oído y entonces caigo en cuenta.

Mi bebé será una niña.

—Una niña —digo, completamente sorprendida—. ¡Oh, Dios, es niña!

La felicidad es compartida por todos, cuando Agustín me baja, siento los brazos de mamá, seguidos de papá, me felicitan Montserrat y Dylan, Arturo y Marisol. Cuando el señor Marcos me abraza, hasta mareada me siento pero estoy muy contenta.

—Ahora esperar a esa niña con ansias —dice al separarse—. Gracias por dejarme ser parte de todo esto, Therine, aunque no merezca todavía te lo agradezco.

—Es su nieta, suegro, jamás le negaría eso por muy mal que haya empezado nuestra relación. —Mi corazón sufre una extraña ruptura al decirlo, me pesa mentir y no sé cómo lidiar con eso, pero aguanto las ganas de llorar y decirle la verdad.

—Eres tan buena, te juzgué mal, gracias por hacerme ver las cosas mejor. —Que diga eso pone peor la cosa, pero sigo aguantando, aún tenemos que disfrutar de una fiesta.

***

—Antonella —digo de repente en el auto cuando estamos de regreso a casa. Agustín me ve, confundido—. Quiero que se llame Antonella, me gusta ese nombre.

Me preguntó eso en casa de sus padres pero nos interrumpió su madre para mostrarnos los regalos que compró junto con mi mamá a quien le confió la noticia y afortunadamente guardó el secreto.

Sonríe.

—¿Algún segundo nombre?

—No lo sé, yo solo tengo uno, ¿tú qué dices?

—Bueno, yo también tengo un solo nombre, puede ser solo Antonella.

—Entonces será solo Antonella Díaz. —Suelto y algo se estruja en mi estomago cuando Agustín frena de golpe en la casa.

Como de costumbre, baja primero y después me abre la puerta para ayudarme a salir. Entramos en silencio tan incómodo del que ninguno se atreve a romper más que para que él me diga que irá a su oficina.

—Ya es hora de dormir. —Le recuerdo y él se me acerca y besa mi frente.

—Ve tú, tengo que hacer... algo —En realidad no tiene nada que hacer pero entiendo lo que pasa. Creo que he metido la pata pero no sé cómo retractarme, tengo mucho miedo. ¿Qué hago ahora?

Lo veo desaparecer por la puerta del pasillo y las ganas de llorar que siento las desato en silencio en la habitación y no paro de dejar caer lágrimas ni cuando me busco ropa para dormir en el armario que justo ya compartimos.

Y yo no me atrevo a aceptar la realidad, Dios mío.

Voy al baño y me lavo la cara para deshacerme del maquillaje y ni me atrevo a verme llorar en el espejo. Me quito el vestido y me preparo para dormir con una bata de las que me dio Anadelia y cómodamente lloro en mi lugar en la cama.

¿Cuándo será el día en el que deje de proyectar mi vida amorosa en la de mis padres y tenerle miedo a todo?

Una hora más tarde, escucho los pasos de Agustín y, como la cobarde que soy, finjo estar dormida. Me concentro en sus movimientos basándome en el ruido. Se quita la ropa y se da un baño antes de volver a la habitación. Lo siento acostarse a mi lado y, como la otra noche, siento cómo se inclina más al bulto en mi vientre.

—¿Estás despierta? —Pregunta pero yo me quedo callada, no estoy preparada para hablar de qué acaba de pasar—. Muy bien, qué bueno, porque esta conversación no te compete.

Confundida, aguanto la tentación de abrir los ojos así que solo paro oreja.

—Tu madre es una miedosa de lo peor —le susurra a mi vientre y lentamente lo toca—. Ella no se ha dado cuenta de que tengo tu ultrasonido de fondo de pantalla, ¿puedes creerlo?

Me quiero reír pero me aguanto. Ni siquiera he visto su teléfono porque no se ha dado la ocasión, además él no me muestra nada.

—Tampoco se ha dado cuenta de que he hablado con un carpintero para que nos traiga la cuna que te mande a hacer, él dijo que la traerán aproximadamente un mes antes de tu nacimiento —suspira. Yo solo intento con todas mis fuerzas no arruinar este momento porque lo que dice me ha causado una ilusión que hace que sienta que mi corazón comienza a latir e imagino cómo es esa mentada cuna—. Menos se ha dado cuenta de que he estado sacando cosas de la habitación al lado de la oficina para volverla tu habitación.

Dios, por favor, no hagas que llore ahora, quiero seguir escuchando.

—Tu madre no ha entendido que yo quiero que me llames papá cuando aprendas a hablar, ¿sabes? Aunque, de qué me quejo en esa parte, ¿no? Ni siquiera sé lo he dicho. —Besa mi barriga—. Antonella Margo Diaz suena mejor, ese debería ser tu nombre.

Y, como si ella estuviera al tanto de todo, le responde con su primer movimiento que hasta a mí me sorprende tanto como a él lo hace saltar del susto.

—¿Te has movido? —Abro lentamente mis ojos para asegurarme de que en verdad ha pasado y justo logro ver cómo mi panza de levanta en un leve y a la vez brusco movimiento—. ¡Dios santo!

Cierro los ojos de golpe cuando noto su intención de mirarme.

—¡Amor! —Me mueve para "despertarme" y yo finjo que estoy desorientada cuando "lo logra"—. ¡La niña se ha movido!

—¿Qué? —Me veo la panza y no sucede nada. Yo sigo fingiendo que de verdad dormía—. ¿En serio se movió?

Agustín tiene lágrimas en sus ojos y una sonrisa que deseo enmarcar y ponerla en la pared. Él asiente frenético y pone su mano en mi vientre para intentar hacer que suceda de nuevo y por supuesto que lo hace.

—¡¿Lo viste?!

—Dios, sí, qué cosa más bella. —Me inclino para sentarme y toco mi vientre, Agustín ha decidido mover de ahí su mano y dejarme en "mi momento"—. Oh, Antonella, ya quiero abrazarte, mi bebé.

Este momento lo quiero llevar para siempre conmigo. Por eso, para hacerlo aún más perfecto, tomo aire y decido que no es solo mío, es de los dos.

Le agarro la mano a Agustín y la devuelvo a donde estaba.

—Nuestra hija ya se mueve. —Lo siento tensarse y yo procuro aguantar el impulso de temblar del miedo que le tengo al después de lo que acabo de decir—. A mí también me gusta cómo suena Antonella Margo Díaz.

—¿Me escuchaste? —Se ve sorprendido y avergonzado. Yo asiento.

—Te dije que me tuvieras paciencia, yo quiero muchas cosas, Agustín, pero también les tengo miedo, ¿entiendes?

Asiente despacio.

—He considerado preguntarte si querías ser el padre oficialmente del bebé, pero me daba miedo quedar como tonta, y me costaba iniciar esta conversación contigo porque tenía miedo a que me dijeras que solo me amabas a mí y no a ella.

Está por reclamar pero lo interrumpo levantando mi mano hacia su boca para taparla.

—Pero te he escuchado, todo, incluso quiero ver tu fondo de pantalla —Me río—. Estamos juntos en esto entonces, ¿no? Vas a ser... el padre de Antonella.

Agustín me abraza y besa en la boca antes de repartirme besos por todo el resto de mi cara, confirmándome que sí, él quiere esto tanto como yo. Vamos a ser padres, caray, los dos, ¡los dos! Antonella es nuestra hija y la esperamos los dos con ansias.

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