Capítulo 17
Maratón 3/3.
Espero hayan disfrutado de estos capítulos. Recuerden que tenemos grupo temático de la historia en WhatsApp por si se quieren unir, pueden pedirme el link por priv ❣️❣️❣️
Gracias por leer ❤️
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THERINE
—Lo amas mucho, ¿eh?
Marisol capta mi atención y solo así noto que me le quedé viendo a Agustín como últimamente lo he estado haciendo.
Ella me hace gestos con las cejas.
—Sí —digo, y para ser mentira, mi voz sale en un suspiro soñador que me descoloca un poco—. Aunque tengo algo de miedo que nuestro matrimonio no funcione.
Más bien le temo en general al matrimonio, pero eso no viene al caso para hablarlo con ella.
—¿Por qué no habrían de funcionar? Se ve que ambos se complementan bien.
—¿En serio? —¿En serio?
—Oh, sí, cualquiera que los vea sabe que son el uno para el otro.
¿Lo somos? No sé, pero que lo diga me hace reír, sintiendo que las mejillas se me calientan.
—En realidad no es Agustín, soy yo. —Suelto, diciendo nada más que la verdad—. Siempre he pensado que los matrimonios son como los de mis padres. Discutir por todo, incluso poner de por medio a sus hijos.
—Oh, no, no es así. —Marisol parece preocupada por mi perspectiva—. Cada matrimonio por supuesto que es diferente, y sí, las discusiones existen, pero si las cosas se hablan bien, se encuentra la solución.
Bajo la mirada. Tadeo me dijo lo mismo pero con otras palabras. Aún así, el miedo no desaparece como por arte de magia.
—La experiencia de otras personas jamás definirá la tuya —dice de repente, poniendo su mano sobre la mía—. En todo este tiempo que llevas con Agustín, ¿cómo te has sentido?
Lo analizo un segundo antes de responder.
—Pues... bien, todo es maravilloso.
Y de verdad lo es. Hemos llevado esta relación falsa tan bien que podría creerla completa yo sola.
—Agustín es bueno, y no lo digo porque sea hermano de mi esposo, sino porque casi crecí con él, mi mamá trabajó muchos años con su familia y pues vivíamos ahí. El problema siempre fue don Marcos.
Cubre su boca, avergonzada.
—No te preocupes —Me río—. Ya tuve el desafortunado honor de conocerlo, es un gruñón.
Ella también se ríe.
—Por fortuna sus hijos salieron muy diferentes a él. —Vuelve a hablar y suspira, sonriendo hacia Arturo que hasta le para la trompa en un beso al aire—. Somos afortunadas.
Afortunada. Ojalá mi miedo no opacara que en realidad tengo ese sentimiento.
***
—¿Estás bien? —Agustín maneja hacia nuestro siguiente destino. Yo voy viendo por la ventana mientras acaricio la cabeza de Caballero que se quiso venir en mis piernas esta vez.
—Sí, estoy bien, solo estoy con los achaques del embarazo, lo normal. —Me río y eso más bien suena muy forzado. En realidad creo que me siento mareada y agotada—. ¿Ya me dices a dónde vamos?
—Si te sientes mal, podemos volver a casa.
"A casa". Suspiro. Esa no es mi casa, pero ha sonado muy bonito.
—No, vamos, quiero ir. —Bajo a Caballero y me acomodo la ropa y el cabello—. ¿Es al menos un lugar donde encaje lo que traigo puesto?
Es un pantalón negro y una blusa holgada verde pastel... ¿y si se le ocurre llevarme a uno de esos restaurantes caros?
No, Therine, no seas ilusa, admitirte a ti misma que te gusta Agustín Margo no significa que él también sienta lo mismo o que vaya a llevarte a citas románticas.
—Mejor vayamos a dormir, no te ves bien. —Pone su mano libre en mi frente—. Dios, tienes fiebre.
¿Fiebre?
—Estás mintiendo solo porque me veo cansada.
—No, campanita, estás ardiendo, voy a llevarte al médico.
—No seas exagerado. —Entonces siento como si estuviera tan agotada que ni siquiera pudiera mantener mis ojos abiertos.
—Campanita, no te duermas.
Despierto con un olor a alcohol que me hace hacer una mueca y, al abrir los ojos, los vuelvo a cerrar por la luz blanca de la habitación de hospital en la que estoy.
Abro de nuevo los ojos. Agustín está a un lado de la enfermera que me está pasando aún el algodón.
—Despertaste. —Suena aliviado. Toca mi frente—. Me asusté cuando te desmayaste... ya se le bajó la fiebre, ¿no?
La enfermera toca mi frente y asiente.
—Igual le colocaré el termómetro y llamaré a la doctora. —Hace lo que dice y se va, dejándonos solos.
—Tenías treinta y nueve de temperatura, campanita —dice él, sobando mi cara—. Caballero se alteró también, te ladraba para que despertaras, y ni siquiera me dejaba meterte sin él aquí.
Se ríe, pero no parece nada gracioso para él. Creo que ni siquiera con su padre había mostrado esa cara de preocupación.
Siento un extraño piquete en el pecho y sonrío.
—Estoy bien, bueno, ahora sí, quizá solo necesitaba un baño.
—Eso dijo la enfermera, pero les dije del bebé y querían revisarte bien.
La doctora entra con un aparato que pronto asocio con uno de los que usan para escuchar los latidos, lo que hace que le lance una mirada a Agustín quien también parece haber pensado lo mismo que yo.
En mis tres citas médicas solo he recibido vitaminas y me revisan con estetoscopio. Esto va a significar que por primera vez voy a escuchar a mi bebé.
Y Agustín está conmigo para recibir este momento.
Ella nos explica lo que hará y me pide que me levante la blusa. Tan pronto como lo hago, vierte un gel azul en la parte baja de mi estómago.
—Vamos a ver cómo está este pequeño —comienza a mover el aparato por toda esa área hasta que llega a un punto exacto donde se escucha claramente cómo late el corazón de mi hijo—. ¿Escuchan eso? Ese es el corazoncito... aunque es un sonido muy débil.
Mi corazón late más fuerte y de nuevo miro a Agustín en busca de una clase de apoyo. Él nota lo mal que me ha puesto lo que ha dicho y toma mi mano.
—¿Algo anda mal con el bebé? —Pregunta, tan preocupado como yo.
—Creo que tendré que realizar un ultrasonido para estar seguros de eso.
Llama a la enfermera y le pide que traiga "el otro aparato" y la chica pronto vuelve con un monitor en un carrito.
Yo comienzo a entrar en pánico y hasta siento cómo las lágrimas escurren por mi cara.
—No te alteres. —Me susurra Agustín, inclinándose. Besa mi frente y aprieta más mi mano cuando la doctora coloca ahora el aparato conectado al monitor.
—Su esposo me dijo que está por entrar a la onceava semana, ¿es así?
—Sí, sí.
Mientras observa ella sola la pantalla, me va preguntando otras cosas que le respondo con la voz temblando.
—¿Y bien? —Pregunta él, insistente.
—Está todo en orden —responde, apenada, y gira hacia nosotros el monitor—. Supongo que el aparatejo ese se descompuso, no hay nada de qué preocuparse, una disculpa por el inconveniente.
El círculo en medio del borrón de la pantalla me calma.
Ahí va, hay un bebé creciendo dentro de mí.
Ignoro por completo a la doctora que nos va explicando por qué pude haber tenido la temperatura tan alta hasta que finalmente quita el aparato cuando ha terminado de checar lo principal y me tiende una gasa para limpiarme pero esta es interceptada por Agustín que me limpia despacio.
Lo miro, parece también que se va relajando, incluso noto que estuvo a punto de llorar.
Ya en el auto, Agustín trata de que vaya lo más cómoda posible, por lo que incluso Caballero viene atrás, desanimado, como si lo hubieran regañado.
—Es impulsivo —Se excusa Agustín cuando le pregunto—. Además, la doctora dijo que guardaras reposo y no hicieras cosas pesadas ni te alteraras, y yo voy a cuidar que no lo hagas.
—Ow, no me digas, ¿lo haces porque ya me amas? —Bromeo.
¿Cómo puedo ser capaz de bromear justo con esto ahora? Esta vez no siento como en la playa, cuando le hice esta misma broma un par de veces desde que acordamos este tonto trato.
Agustín suelta una risotada.
—Claro, claro —Enciende el auto—. Te amo con cada fibra de mi ser, hasta duele a veces, es un sentimiento grandísimo, ¿crees que puedas con él?
—Puedo. —Sigo la "broma" que ni siquiera parece broma—. Porque evidentemente también te amo muchísimo.
Me inclino un poco hacia él y pronto analizo que es un error, porque el también lo hace y terminamos con un beso. Me toca la cara mientras lo hacemos y yo pongo una mano en su pecho.
Al separarnos por falta de aire, vuelvo a considerar que esto es un gran error, pero no sé cómo hacerlo notar y prefiero reírme.
—Ya basta de bromas, hay que ir a dormir. —Me acomodo en el asiento de vuelta.
Agustín se me queda viendo un segundo y suspira antes de arrancar.
¿De verdad es un error?
Sí, lo es, Therine, lo es. Me repito en mi cabeza pero entenderlo me resulta un poco difícil.
Él también estaba jugando, ¿qué dices? Ya olvídalo.
Espero al menos intentarlo.
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