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Prólogo - Un encuentro desafortunado

La desdicha no era extraña en la familia Higashiyama, de hecho, para la comunidad de su alrededor ellos eran la definición de esa palabra.

Numerosos, con pocas esperanzas de progresar y con los patriarcas de la familia enfermos, era de esperar que los 9 descendientes de este par no tuvieran un futuro asegurado.

En un bar de mala muerte, cercano a la residencia Higashiyama, el padecimiento del patriarca no ha sido desconocido por quienes frecuentaban el sitio.

—¿Oyeron el rumor? Se dice que Higashiyama Hiroshi está muy enfermo, algo sobre su corazón.

—¡¿Ese borracho?! Me debe cerca de 300,000 yenes, lo creía un amigo y el bueno para nada ahora se va a morir.

 —¿Y si te cobras con una de sus hijas? Son muy hermosas. — dijo entre risas uno de los 4 adultos que estaba en esa conversación.

— ¡Serán iguales de doble cara que el papá! Me meto con una y ellas se meten con mi dinero.

Una estruendosa carcajada salía de todos esos tipos, ebrios y la verdad no tan distintos a la familia del comienzo.

Los Higashiyama no vivían en un lugar de ensueño, realmente estaban ubicados en una zona reconocida por su pobreza y por múltiples ataques de demonios en los últimos meses.

Por su deplorable estado y la verdad su rara contribución al estado, hasta los propios cazadores de demonios olvidaban patrullar la zona, pese a ser una organización gubernamental, tenían preferencia a ver por las zonas más transitadas o ricas de japón.

El sueldo de un solo cazador era superior al de un médico con especialidad. Claro. Hay solo un mínimo detalle, la vida de quienes trabajen ahí no vale nada. Incluso en el entrenamiento, tienes altas probabilidades de morir, no solo eso, nadie sabría si tus restos aún serían localizables, los demonios disfrutan engullir a sus víctimas.

Cerca del bar de mala muerte, pasaba la protagonista de esta historia, Higashiyama Kobeni, sosteniendo múltiples paquetes de papel higiénico.

Aunque pareciera que se está enfrentando a una pandemia, no era cosa rara que ella fuese la encargada del mandado de las cosas pesadas e incómodas.

—¡Ay! cómo pesan. — pensó al borde del colapso físico la pequeña pelinegra de apenas 16 años, Higashiyama Kobeni.

Pese que una compañera que siempre intentó socializar con ella, le ofreció su ayuda una vez se toparon en el mismo sitio, su característica actitud penosa no la hizo más que sentirse ahuyentada por la ayuda.

Kobeni siempre ha sido reconocida en su escuela por ser una completa desconocida. Irónicamente, pese a su atractivo físico, no hablaba con nadie, no comía con nadie... incluso no comía en ocasiones. Era un misterio para todos, pero no uno interesante, parecía más un fantasma que una compañera de clase.

El Camino hacia su hogar estaba más cerca, aún le faltaban 600 metros hasta llegar a su residencia.

Aunque siendo sincera. Ella no quería volver a su casa, no hace mucho le avisaron que ella no podría ir a la universidad y que pensara en que trabajo ella podría conseguir.

Sus padres por alguna razón no la veían con un potencial académico a diferencia del tercer Higashiyama, Kenta. El primer hijo, Kenji y la segunda, Kaori habían ya formado vidas aparte y al igual que Kobeni, la cuarta, no recibieron la oportunidad de ir a una universidad.

Kobeni durante el camino andaba cabizbaja, ella tenía muchas ganas de estudiar algo relacionado a las artes. Durante sus ratos libres dibujaba preciosos retratos de sus pequeñas hermanas y su hermano menor, en la escuela buscaba recrear los cuadrados y aburridos paisajes que ella veía... Sin embargo, sus notas no eran muy altas, las escuelas de artes eran costosas y a diferencia de Kenta, que soñaba con ser médico, ser un artista no garantiza comer todos los días según sus papás.

A 300 metros de su casa, la desilusionada Kobeni pasaba por un pequeño callejón algo descuidado, dónde se veía un depósito de basura, este estaba a la vuelta de un pequeño restaurante local que ella en ocasiones muy especiales se daba el lujo de visitar.

Se podía escuchar como alguien hurgaba en la basura y ella se detuvo por mera curiosidad.

—¡A HUEVO! — gritó una voz juvenil, después de encontrar una hamburguesa parcialmente mordida.

—¡Woof woof! —replicó un pequeño perrito, con apariencia extraña, este era naranja pero no como un Akita Inu, sino más bien... totalmente naranja, de su frente yacía una motosierra y de su parte trasera la cadena por dónde se activaba.

—¡Hoy nos ganamos uno que no está tan podrido, Pochita! — dijo un joven rubio, quién empezó a dividir la ya mordida hamburguesa en 2 partes iguales para que él y su mascota pudieran degustar.

Aunque ambos habían detectado la presencia de un tercer individuo, rápidamente voltearon hacia esa persona, con el temor que les fuera arrebatada su comida.

—¡¿Qué miras?! — solo gritó el Rubio

A lo que la pequeña Higashiyama, asustada porque creía que el vagabundo la podría lastimar, solo terminó por balbucear.

—¡A-ah, E-eh, ¡A-ah! — Sólo podía decir la joven.

—Pochita, creo que es retrasada, vámonos de aquí — solo dijo el joven

—Woof woof — replicó Pochita, siguiendo a su compañero al otro extremo del callejón

Kobeni por su lado, estaba extrañada, la apariencia del vagabundo no estaba avanzada, es más, era muy joven, como cercano a su edad. Ella destacó el parche en el ojo y el color rubio de su cabello, parecía que la pasaba peor que ella.

—Supongo que hay quienes viven peor que yo— dijo entre murmullos, la joven. Al menos nunca tuvo que recurrir a la basura para comer. Pero si para obtener ganancias, a veces buscaba entre la basura alguna lata, botella de plástico o corcholata que aún no hayan sido recicladas y así generar un pequeño ingreso en las recicladoras.

Ella gustaba de probar comida sabrosa, el problema es que era raro que pudiera darse ese lujo, la comida de su casa era muy simplona debido a su carente situación.

La caminata de Kobeni seguía siendo lenta, faltaban 150 metros para llegar a su casa. El peso de los rollos de papel higiénico ya la estaba matando y lo peor no era lo que cargara, sino lo próximo que estaría por ver.

El cumpleaños Keomi, la octava, era este día, toda su familia se estaba reuniendo menos Kobeni, incluso en su familia ella pasaba un poco desapercibida, su presencia no era notoria... Hasta un perchero era más destacable que ella.

La desdicha Higashiyama solo se hizo más presente, a 90 metros de distancia entre la protagonista y lo que alguna vez fue su hogar, yace un montón de escombros.

El lugar se encontraba cercado y los cazadores de demonios estaban en acción, era extraño, ella nunca había visto uno patrullar en su zona y ahora había 4 de ellos corriendo hacia su casa.

—¡Solicito refuerzos! ¡Es el demonio Oso, repito, es el demonio Oso! — habló con radio en mano uno de estos cazadores, próximo a la acción y sin saber que sería una de las 12 víctimas de ese fatídico día.

Los gritos del demonio se hacían presentes, al igual que un oso gruñía, pero era más grave y 10 veces más aterrador. Su apariencia era enorme, tosco y con un pelaje abultado, su cabeza tenía 8 ojos repartidos en su rostro, su hocico tenía dientes tan poco alineados que al cerrar la boca atravesaba la carne del propio demonio, su nariz no tenía fosas nasales, pero podrías ver en su cuerpo algunos agujeros de considerable tamaño alrededor de su cuerpo.

Salía de la residencia Higashiyama reclamando más comida.

—¡Caaaaarneeeee! — dijo con voz grave el jodido demonio

Podía ver más detallado al demonio que representaba el temor de semejante bestia como lo era un oso. 6 extremidades, 4 brazos y 2 piernas, las piernas tenían una longitud más corta que la de sus brazos, pero soportaban el peso cuando éste se ponía en posición bípeda.

—E-eh, E-eh — solo podía balbucear Kobeni, quién tiró todos sus paquetes de papel, empezando a sollozar porque sabía lo que había sucedido, su casa estaba destrozada y el oso se veía bañado en litros de sangre. Toda su familia, se volvió parte de la estadística.

La estadística de los fatídicos asesinatos que año con año se cobran la vida estos miserables demonios en el país del sol naciente.

Pese a los intentos de pelea, todos los cazadores de demonios fueron destrozados por meros zarpazos. Riesgos del oficio claro, todos te hablan de la suma de dinero que ganas siendo cazador, pero se olvida el hecho que te enfrentas contra malditos demonios.

Kobeni por su lado solo pudo estar inmóvil, seguía a 90 metros de distancia de su ahora destruido hogar. La fiesta que habían preparado para su hermana fue un festín para el demonio y ahora, así como su familia, fue detectada y próxima a ser devorada.

—¡Sudor! ¡Miedo! ¡huelo el aroma del miedo! — solo replicaba el demonio, habiendo detectado con sus múltiples fosas nasales el aroma de una sudorosa Kobeni.

Pasó de caminar tranquilamente a correr por su presa, Kobeni por su parte salió de su shock y también empezó a correr.

Algo especial tenía está pequeña, siempre destacó en sus habilidades físicas, pero cuando la solicitaron para participar en competencias escolares, sus padres se lo impedían. Ella debía estar en casa y trabajar en lo que se pudiera.

La persecución fue sorpresiva para el demonio, a diferencia de sus otras presas ella iba a un ritmo más acelerado, escapando en medio de una despejada calle sin saber en qué momento sus piernas ya no le iban a responder.

—¡Adoro a las presas con miedo y que luchan por vivir! — Gritó el demonio, extasiado porque Kobeni le complicaba su cacería

—«¡Rayos, Rayos, Rayos, Rayos!» —solo decía en su mente nuestra desafortunada protagonista.

La persecución ya llevaba 3 kilómetros y ninguno de los dos involucrados cedía, incluso al ver más gente, el demonio pasó de largo, algo que le fascinaba más que la comida era el reto por conseguirla.

Kobeni por su lado no sabía a dónde dirigirse, estaba muy próxima a un cementerio de otra comunidad contiguo a un bosque. Creía que, si lograba pasar de ese cementerio, tal y solo tal vez, al entrar al bosque este demonio pierda su rastro, habiendo tanto animal, era imposible que ella siguiera siendo la única opción para él.

Por el otro lado el demonio Oso seguía entusiasmado por su cacería, un pequeño aperitivo le daba el reto del día, era superado en velocidad, pero a diferencia de su presa, este no mostraba signos de cansancio.

Adentrándose al cementerio, tumbas y tumbas de desconocidos fueron destruidas en el transcurso de la persecución.

Una de ellas destacando sobre el resto. Siendo destruida sin saber que ese sería el punto de quiebre en la vida de Kobeni.

Tras los grandes destrozos, aparecía una extraña mujer. Una apariencia juvenil, alta para los estándares nipones cercana al 1.78 metros de estatura, cabello largo y totalmente oscuro, piel clara pero no tan pálida y con un conjunto de ropa oscura. Estaba molesta, realmente molesta por ver una particular tumba destruida por culpa de un demonio.

En un pequeño pestañeo, se desprendió de esa tumba y apareció atrapando una de las piernas del Demonio Oso... lo que lo dejó sin palabras y del entusiasmo al miedo.

La delgada figura de la mujer no correspondía a la fuerza que ella ejercía para contener al pesado demonio. Mientras, la pequeña Kobeni había logrado su objetivo de llegar al bosque y detrás de un árbol, solo quedó como espectadora de otro increíble suceso de este horrible día.

—Creí dejar muy en claro que ningún demonio podía estar en mi cementerio — dijo con voz sería, la extraña figura femenina.

El demonio Oso, quién había demostrado superioridad en todo sentido a los cazadores de demonios y venía de masacrar a una familia entera, se mostraba aterrado, realmente aterrado.

No recordaba en donde se metía, hasta que fue demasiado tarde. A diferencia de otros lugares donde se entierran a los difuntos familiares, en este cementerio residía alguien de temer, tanto indiferente como poderoso.

Ella estableció una regla simple pero estricta. Ningún demonio o poseído podía pisar el cementerio en el que ella residía. Quién rompiera esa regla, regresaría al hogar de todos los demonios, el infierno.

Kobeni solo pudo mirar, como el miserable demonio Oso, que hace unos minutos estaba feliz por haber masacrado a su familia, imploraba por su vida sin éxito alguno.

La extraña mujer soltó su pierna y ahora, frente a frente podían observarse. El espantoso rostro del Oso se veía atemorizado, mientras que la mujer no tenía ninguna expresión evidente en sus labios, sus ojos se encontraban ocultas debido a unas gafas de sol, ocultando la naturaleza de estos.

—¡Piedad! — solo pudo expresar con temor el Oso.

La mujer por su parte solo levantó el antebrazo con la palma abierta hacia arriba, progresivamente la tierra se movía y desprendía. Así como ella se movía, una mano esquelética y gigante, la imitaba.

Atrapando al demonio, comprimiendo el espacio de la mano y dejándolo sin la posibilidad de escapar. Solo se podían escuchar gritos cada vez menos ruidosos de este y así como ella elevó su antebrazo, lo empezó a descender. Enterrando consigo al demonio.

—Destruiste una de mis 3 tumbas favoritas, animal idiota. Descuida, con tu sangre bastará para restaurar mi hogar — Dijo, sin ninguna clase de sentimiento, la extraña y misteriosa mujer.

El demonio solo pudo sentir miedo y clamar por piedad, pero ya era tarde, se encontraba camino a ser totalmente enterrado, solo para posteriormente escuchar un crujido tan fuerte, que una alejada Kobeni podía escucharlo.

—E-eh, ¿E-está muerto? — sólo pudo decir en voz baja la ahora huérfana Kobeni.

-Claro que lo está, ¿No te parece evidente? - se escuchó detrás de ella la misma voz de la mujer quien yacía metros enfrente asesinando al demonio Oso.

— ¡WAAAAAA! — gritó Kobeni.

—Eres una molestia, dime una razón para no matarte y dejarte en el mismo lugar que el oso, tú lo trajiste en primer lugar —Dijo la extraña mujer, quién pasó de inexpresiva a totalmente enojada.

—Mató a-a M-mi familia — solo pudo decir.

—Felicidades por eso, ahora dime la razón por la que viniste a mi cementerio.

—N-no había o-otros-sitios a dónde ir — Dijo Kobeni, cada vez menos entendible, puesto que las lágrimas empezaron a brotar y sus mocos a escurrir.

La extraña mujer pasó de molesta a indiferente nuevamente, de un chasquido, una pequeña silla compuesta de huesos brotó de la tierra y ella procedió a sentarse.

—¿Sabes quién soy? — dijo la mujer, abierta a una pequeña conversación antes de directamente matar a la joven.

—N-no, señorita— solo alcanzó a decir Kobeni educadamente, sabiendo que le deparaba el mismo destino que al asesino de su familia.

—Me presento, de todos modos, sabes lo que te espera... me llamo... — quedó pensante la mujer, nunca antes se había referido a ella por un nombre.

Mirando a las tumbas destruidas, sólo pudo pensar en algo simple pero que no estaba fuera de su naturaleza.

—Me llamo Haka ¿Y tú eres...?

—K-Kobeni, Higashiyama Kobeni.

Haka, solo podía ver el lúgubre estado de la jovencita, cansada, asustada y entre lágrimas, sabía que su día había sido duro, pero no podía darle menos importancia.

El demonio hizo lo mismo, el mismo movimiento que hizo para asesinar al demonio Oso. Atrapando a Kobeni con una gigante mano esquelética y a punto de enterrarla.

Frente a frente, Haka y Kobeni se observaban, una con indiferencia y la otra con una mezcla de sentimientos que la llevaron al terror absoluto.

—Mira el lado bueno, hace tiempo que nadie servía como tributo hacia el demonio de la muerte— expresó con una ligera sonrisa

—E-spe... ¡Ra! — dijo con dificultad Kobeni

—Eh, ¿qué quieres? — preguntó Haka con cierta molestia

—L-los demonios ha-hacen contratos.

—Claro que los hacen capitana obvia, ahora ya muere.

—H-hagamos u-uno— Dijo Kobeni con la cabeza ya casi enterrada.

De un solo chasquido Kobeni salió de la tierra, permitiéndole respirar sin tanta dificultad y de rodillas mirando hacia arriba a tan indiferente demonio.

—Mira niña, no me interesa hacer contratos... Pero estoy un tanto abierta a las experiencias únicas. Dependiendo del potencial que yo vea en ti, será el valor de lo que yo te dé. Si no veo nada que sea de mi interés, volverás al mismo sitio que yo te escogí.

Kobeni solo asintió.

—¿Q-qué debo hacer?

Haka por su parte, no le dijo nada, solo tocó su frente con su mano y decidió ver el potencial de la chica. No buscaba fuerza, éxito o fortuna. Digamos, que le gustaba algo similar a un demonio... futuro en esta historia.

Le interesaba el dolor, lo inerte y el mayor número de bajas posibles... y para su sorpresa, lo había hallado.

No solo vio una reciente masacre, vio a un perro anaranjado que se le hacía familiar, dejando pasar esto encontró lo que ella tanto buscaba... Miles, cientos de miles de cadáveres en el piso, uniformados e inertes en el suelo y demonios, varios de ellos regresando a su lugar de origen. Vio a la chica, sin ningún rasguño o herida... pero con incontables cicatrices, todas mentales, traumas y miedos, siendo la única que estaba de pie entre incontables seres sin vida.

Lo había encontrado, la experiencia que tanto deseaba.

Sonriendo de una manera macabra, Haka le dijo a Kobeni con la misma emoción que un fanático de fútbol viendo ganar a su equipo.

—¡Niña, tenemos un trato! ¿Qué es lo que deseas?

—Y-yo...

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Wow, primera entrega de esta historia, ojalá les guste. A quien le tenga que gustar y si no te gusta, pues ni modo. Realmente no espero como que mucha atención, pero si terminó interesando a alguno de ustedes, esperen hasta la próxima entrega, dónde veremos qué le depara a la ya desdichada Kobeni. Si hay sugerencias con respecto a los momentos no canónicos, soy todo oídos, los canónicos cómo que ya me estoy dando una idea de cómo hilarlos.

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