Capítulo 7
¿Soy mucho más que las cosas malas que me pasan? Me pregunto esa mañana mientras termino de vestirme y de guardar las ultimas cosas de mi habitación. ¿Es posible ser feliz con todo el caos que es nuestra vida en este instante? Pienso que no, pero las palabras de mi padre de la noche anterior, cuando el señor Gael y sus abogados se habían ido permanecen en mi cabeza.
"—No puedes esperar que la vida sea fácil para decidir ser feliz —me había dicho al verme negar una salida con Anouk y Anne —eres joven, hermosa y tienes una vida por delante que debes vivir... Esto que está sucediendo —me había dicho señalando las ventanas rotas y el auto negro que arrancaba en ese instante —es mi problema y no el tuyo. "
Adoraba ver a mi padre tan feliz y animado otra vez. Gael Doyle me había adelantado mi regalo de cumpleaños. En una semana cumplía años y sentía que no podía pedirle más a la vida. La sonrisa de mis padres era lo mejor que me había pasado en años.
Gael llegó en nombre del dueño de la destilería a quien nombró como el tío Gino. En adelante, sus abogados nos representarían y estaban a nuestra disposición. Se sentía en deuda con nosotros, pues si bien no habían sido ellos quienes nos causaron daño, sin dudas, era alguien cercano.
Se sorprendió al ver el sitio en que vivíamos y aseguró ese lugar no era apto para una familia. Así que nos ofreció un lugar más cómodo, cuyo valor de la renta sería descontado de mi salario. Hizo el ejercicio con mi padre, sobre los gastos de vivir en este lugar y lo peligroso que era estar encerrado en caso de incendio. Lo que arriesgaba no valía lo ahorrado, hablaba de su esposa e hija.
En resumen, teníamos sus abogados, un nuevo hogar a pocos pasos de aquí y un contrato con la empresa. En adelante, el servicio de buffet estaba a cargo de Louise, como era de esperarse mis padres estaban más emocionados por el contrato que por los abogados y el nuevo hogar. Los tres sabíamos que la posibilidad de recuperar nuestra fortuna era escasa y era mejor avanzar. Ese apoyo nos solventaba muchos gastos, quizás para él no era nada, pero para nosotros era todo.
—Nena, por favor no tardes —escucho a mamá en la puerta decirme y sonrió al escuchar su voz animada — el camión de trasteo ya llegó ¿Recogiste todo?
—Sí, tampoco es mayor cosa —aclaro abriendo las puertas y encontrándome con su rostro risueño —¿Están seguros es una buena idea? —insisto.
La idea de deberle tanto a mis jefes no me agrada, por más que haya logrado convencer a mi padre. Mamá vuelve a insistir que no me está regalando nada, pues el apartamento será descontado de mi sueldo, la demanda la hará la destilería y mi padre. En cuanto al contrato ellos prestarán un servicio que se asegurarán esté a la altura y nos pagarán por ello.
—Si temes estar en deuda con él, es un hombre decente y de buena familia...
— No es un simple hombre es una marca... Lo sé —interrumpo repitiendo la frase dicha por él, cuando mi padre se negaba a aceptar cualquier ayuda.
—Es lindo cariño ¿No te gusta ni un poquito? —junta sus dedos pulgar e índice mientras yo niego sacando mis últimas maletas —he visto cómo te miraba... ¡Ah! —esto último sale como un suspiro de enamorados que me hace reír y a ella igual.
Mamá había quedado maravillada por el trato, caballerosidad y como se comportó a con todos. Pese a que nuestro hogar no era lo que él estaba acostumbrado y aceptar que no era digno para vivir un ser humano. Se sentó en la silla, bebió el té con mis padres, halago su profesionalismo y aseguró la comida de mi madre es de las mejores que ha probado en la ciudad.
—Madre, probablemente estaba pensando en lo costoso que le ha salido contratarme —doy media vuelta intentando dar fin a la conversación voy por las demás cosas y la mano de mamá me detiene.
—¿Aún lo amas verdad? —me pregunta y no es solo eso.
Sus ojos me ven tristes y el suspiro que sale de mis labios es pesado. La presencia de mi padre imposibilita que responda, tampoco es necesario que lo haga. Mis padres me conocen mejor que yo y sé que ellos desearían verme feliz, pero me es imposible. Son demasiadas cosas para poder borrar en un día. Hice a Adrien prioridad en mi vida, no dormía sin una llamada suya o no empezaba el día sin sus buenos días. En este instante debía aprender a vivir sin eso y me era difícil, descubrí que no era tan fácil como creí.
Un hombre con braga blanca entra llevándose las últimas cosas, le entrega a mi padre una llave y le dice que la copia la deja en la recepción del edificio. Mi madre se ofrece a ir con ellos, papá y yo nos quedamos para empezar a abrir el restaurante.
—Mantenla lejos de la cocina, yo adelante lo necesario —advierte y papá hace un saludo militar, que a todos nos hace reír.
Una vez mamá llegue al local, cambiaremos de lugar, iré al apartamento y lo haré habitable, ella se quedará con papá.
Ambos entramos al lugar en silencio, papá se encarga de las puertas y ventanas, mientras yo de las mesas. Aún no llega la luz del día, pero esa parte de la ciudad empieza a despertar. Diez mesas nuevas cada una con tres sillas en metal, mantel blanco con acabados rojos y un florero en donde cambio las rosas y margaritas que mamá insiste en que deben estar allí.
Asegura que, a la hora de comer, las personas buscan un ambiente pacífico y el calor de hogar. Lleva tantos años haciendo esto, que imagino sabe de lo que habla, por lo que solo obedezco.
Las calles empiezan a llenarse de transeúntes y poco a poco París inicia un nuevo día. La ciudad en donde todos suelen llegar a declarar su amor y que se convirtió en el lugar próspero para mis padres, también los vio en la ruina. Los verá nuevamente levantarse, de eso estaba segura, aunque mi corazón no volvería a ser el mismo.
Intento responder a la pregunta de mi madre en mi mente, limpiando los vidrios de las mesas y dejándolas relucientes. Restriego el paño en el vidrio con tanta fuerza que termina doliéndome los dedos.
Lo sigo queriendo
Concluyo con un nudo en la garganta y en mi estómago. Sigo queriendo a Adrien como si no me hubiera hecho daño, como si yo no supiera que su llegada ese día era para limpiar su consciencia. Desearía creer que el sufría tanto como yo, pero sé que no es así. Él ha continuado con su compromiso, uno que he descubierto no es obligado como vino a decir ese día.
"—Algunos hombres no te aman, solo aman el control que tienen sobre ti —parece estar escuchando la voz de mamá —un hombre nunca deja Louise, en ellos es divertido saber que con sólo tres palabras regresamos. Dóciles y dispuestas a lo que sea por ellos"
Sacudo mis pensamientos, consciente estoy que mamá tiene razón. Después de la última vez que nos despedimos no he vuelto a verle, lo que sí sé, es que su matrimonio es un hecho. Mi padre y el suyo tienen amigos en común, por ellos sabemos que la historia que me contó esa mañana es absurda. Oliver Le Blanc nunca le ha obligado a casarse y los locales de mi padre, fueron comprados para ser sedes Le Blanc. El padre de Adrien se había alejado de los negocios desde hace cinco meses y era su hijo quien manejaba todo.
¿Podría ser más estúpida? Ese día me despedí de él, creí que sus disculpas, llanto y sufrimiento era sincero. Media hora después los chicos de mamá (como les dice a sus compañeros de trabajo) empiezan a llegar y con ellos el alivio que papá puede descansar su espalda.
—Ven conmigo —dice tomándome de las manos y yendo al pequeño espacio que hemos acondicionado como oficina. —siéntate por favor—pide.
Hace lo mismo frente a mí y guarda silencio ante la llegada de su café, el acto de endulzar y olerlo es casi una ceremonia para él que suelo observar en silencio. Una vez lo hace, endulza el mio, tal cual me gusta y sonríe al dejarlo en mi lugar. Tomo con ambas manos la bebida y me dispongo a escuchar aquello que me dirá.
—¿No vuelves con él por mi verdad? —me pregunta y observo la taza por largo rato —porque crees que me defraudaras si lo haces. Sé que mueres por ir a verlo...
—Papá...asi lo quiera ya no es posible — apoya su mano encima de las mías, esas que se aferran a la taza con fuerza.
Sus ojos oscuros se nublan al decirme que su felicidad es la mía, que nada le haría más feliz que verme sonreír otra vez. Lamenta decirlo, pero está seguro Adrien no es un buen hombre. Aún conserva un grupo de amigos, aquellos que nunca dejó que su buena suerte los alejara y por ellos sabemos todo lo que sucede con Adrien y su padre.
—Si crees es la persona adecuada para ti...búscale —dice y sigo en silencio. Toma una de mis manos y entrelaza con la suya sin dejar de sonreír de forma triste. —para ustedes los jóvenes, esto es estar unidos... Una parte de uno rellena un agujero del otro, pero esto no es estar juntos es estar enganchados. —comenta mostrándome nuestras manos juntas en un puño.
En efecto, mi dedo pulgar llena el vacío en el de su mano y el suyo en el mio. Contemplo las manos maravillada al ver lo bien que representa papá el acto de estar en pareja.
Sin embargo, lo que sigue diciendo trae consigo una gran verdad.
—Intenta soltarte —me dice y aprieta con fuerza la mano que sostiene la mía —¿Lo lograste?
—No, tus lo impides —le digo señalándole y asiente.
—Ese mismo dedo que llenó tus vacíos, están impidiendo soltarte. Esto es estar atado no es estar juntos, sirve para tironear, no para crecer —continúa señalando cada parte de nuestros dedos —yo tiro de ti y algunas veces tu querrás tirar de mi —me pide que intente liberarme, pero solo logro que duela un poco y sonríe al ver que he captado la idea —Cada uno debe hacerse cargo de rellenar sus agujeros —habla soltándome y abriendo la palma de su mano hacia mí.
Sonrió al apoyar la mía en la suya y vuelve a reír, esta vez soy capaz de devolverle la sonrisa. Me dice que cuando rellene mis vacíos y esté completa dispuesta a compartir mi vida con alguien, estaré lista para formar un hogar. Estaremos juntos, no atados, de tal manera que yo pueda apoyarme en él y el en mí.
—Estarás junto a esa persona, el tiempo que desees sin que uno obligue a otro a estar con el otro y esa mi bella Louise es la más maravillosa forma de amar. Nada me haría más feliz, que encontraras a alguien que te ayude a crecer, que no te apague o desee cambiarte. —continúa y bajo el rostro —todos hemos amado por primera vez y hemos sentido que el mundo se nos va, con ese amor. —niega aun sonriendo y pasando sus dedos por mi rostro —el amor no duele Louise, no encarcela o te limita... Amar es ser libre y permitir que la otra persona te escoja a ti día tras día. Eres demasiado joven y con mucho por vivir... Solo vive Louise.
—Gracias papá —le digo y besa mis manos. —Eres el hombre de mi vida. —le digo y apoya sus manos en las mías.
—Tú en cambio.... eres mi vida Louise.
Asiento sin decirle nada y beso sus mejillas para continuar con el día laborar. Siendo sábado puedo ayudarle todo lo que necesiten, mamá llega casi a las ocho de la mañana y me impiden irme alegando que mañana haremos los tres el arreglo de la casa. El mensajero no pudo trabajar, lo que me hizo a mi hacerlo, esta vez con miles de recomendaciones.
(...)
Detengo la bicicleta y apoyo ambos pies para volver a mirar la dirección ¿Dónde es? Me pregunto internamente observando la casa y luego el papel en donde mamá anotó la dirección.
—Debe ser aquí —me digo señalando la casa, pues al lado hay oficinas.
Yo estuve a este lugar con Adrien en un par de ocasiones recuerdo, he estado en esta casa, no recuerdo quien vive aquí. Suelto el aire y vuelvo la vista a mi entrega "Negocios son negocios", arrastro la bici hasta una pared y tomo las bolsas. Mamá me dijo que era cliente nuevo, quizás es solo coincidencia y se hayan mudado.
Acomodo mi gorra, apoyo mi dedo en el timbre y retrocedo. Me asomo por los vidrios oscuros sin poder ver nada en el interior, por lo que solo me cuesta esperar y no tener que devolverme enojada porque fue una broma. Suelto el aire aliviada al escuchar los ruidos de los cerrojos abrirse con la mejor de las sonrisas. Una que se desvanece al ver quien me abre las puertas.
—¡Adrien! —exclamo sorprendida y me mira con rostro. —¿Tu...?
—¿Qué haces aquí? —extiendo la comida de forma mecánica.
¿El pidió los servicios? ¿Quién se supone que vendría? ¿Tarzán? Me ve de arriba a abajo con rostro avergonzado. Una parte de mi corazón se arruga al verle tomar las bolsas sin cruzar palabra recibiendo también la factura.
—¿Es el almuerzo amor? —escucho a una voz melosa decir — Nunca he probado comida en otro sitio que no sea en Le Blanc. Alguien ingresó la publicidad y quise ver que tal.
Su ceja oscura se alza molesto y puedo ver su mirada acusadora. No tengo idea de lo que está pensando, solo sé que soy inocente. El mensajero no llegó, ellos pidieron un almuerzo y yo lo traje.
Desde mi perspectiva ellos son los culpables de todo.
—¿Por qué no me dijiste que pediste comida? —le pregunta a la voz —Hubiera traído algo... Adecuado —dice a la mujer que hasta el momento solo es una voz hermosa. —¿Qué esperabas al meter la publicidad en casa de ella? —exige saber molesto. —¿Quieres que pague por tu ruina? ¿Es eso?
Sus cuestionamientos causan tanto dolor que solo logro negar y retroceder al ver su rostro desfigurado por la ira. Me cuesta asociar al hombre que me observa con rostro molesto como si fuera la más vil de las mujeres, con Adrien.
—Yo no... —empiezo a balbucear, pero ninguna palabra sale de mi garganta.
Un par de personas pasan observando la escena y me distraigo con ellas. No logro entender porque esta confusión, ella pidió un servicio ¿Por qué me acusa a mí?
—¿Crees que quiero verte vestida con esa cosa horrible? —señala mi braga roja que miro un instante y luego a el —¿Quieres que sienta lastima por ti? O me hagas pasar vergüenza o que ella piense que hay algo entre tú y yo ¿Por qué me haces esto? —continúa y sus recriminaciones me dejan sin habla unos minutos
—¿De qué hablas? —Hablo al fin—ella pidió un servicio y yo lo estoy...
—Y llegas tu a hacer este pedido ¡Qué casualidad! —interrumpe —Fui a verte y me exigiste no te volviera a buscar y lo he cumplido. —habla entrando y volviendo segundos después con el dinero. —¿Qué quieres de mi Louise?
—Que me pagues para largarme de aquí —increpo ya molesta.
Y si creía que todo lo vivido hasta ahora era doloroso, sus palabras se clavaron como dagas en mi pecho. Sin una sonrisa o emoción en su rostro, me dice que lo mejor es hacer como si nos conociéramos. Yo había tomado la decisión y la cumplió, la verdad me golpea de una manera atroz.
Él creía que yo estaba allí para hacerle una escena.
—Pensé que estabas trabajando ...
—En efectivo o tarjeta —le interrumpo con la poca dignidad que me queda alzando el mentón. Por un instante solo me mira para luego estirar la mano entregándome el dinero.
—Guarda el cambio — niego buscando dentro de la braga. —No hagas esto más difícil Louise... Solo vete antes de que te vea. —ruega.
Pensé que me conocía, creí en realidad que en este tiempo él había conocido a Louise Le Brun. Yo jamás haría algo para hacerlo pasar vergüenza, no podría dañarlo a él o a nadie en realidad. Una vez encuentro el cambio se lo entrego con la sonrisa que le brindo a cualquier cliente.
—Que disfrute su almuerzo —respondo tomando la bicicleta y escuchando a la chica preguntarle porque la demora.
—¿Louise? ¿Qué haces por estos lados? —la voz de Daniels me hace alejar de Adrien y contemplo la figura asomada en el auto mirándome. —¿No deberías cuidarte esos raspones?
—¿No se supone que trabajas hoy? —respondo y sonríe avanzando hacia mí, me quita la bicicleta dejándome intrigada—¿Qué haces?
—Primero, usted tiene una rodilla herida y un evento que le impide estar sola en la calle. —me dice deteniéndose frente a mí—segundo, voy a casa de mis suegros te acerco a casa.
—Mi bici no cabe en tu baúl —protesto —estoy cerca es mi última entrega —insisto, pero sigue cruzado de brazos mirándome divertido.
— ¿Haz olvidado lo de ayer? —pregunta y niego.
Capta la figura en la puerta y hace una leve inclinación de cabeza hacia Adrien quien nos contempla a ambos. Abre las puertas de su vehículo y me obliga a entrar, mientras lo rodea guardando mi bicicleta en el baúl. Mi acompañante sonríe ajeno a la turbación que es mi mente y solo logro responderle en monosílabos.
Algunas veces es necesario eventos de esta naturaleza para hacerte despertar. Es hora que mi corazón entienda, que debo dejar atrás a Adrien, no es el hombre que creía y debo agradecer en medio de todo este caos, que pude ver su rostro antes de cometer una estupidez.
Gael
Sigo pensando que ese matrimonio es mala idea, me digo al ver a mi primo decir sus votos. Ella parece molesta, tiene toda la actitud de alguien que está siendo obligado a casarse. ¿Por qué nadie hace nada para impedirlo? Me pregunto mirando a todos lados.
—¿Nadie hará nada? —protesto mirando a mis padres y hermanos quienes me ven sorprendido —solo yo estoy viendo que se casan obligados.
—Muy seguramente Gino la hizo enojar —habla Gadien. —los conozco a ambos, ella no suele ser así, algo le sucede.
—Tu hermano tiene razón Gael, sabes cómo es Gino. —continúa papá y niego molesto.
—No intervengas Gael, no es nuestro problema ya lo hemos hablado—me reprende mi madre y asiento.
Sé que Gino es temperamental lo aceptaba, pero se veía que estaba enamorado de la mujer. Ella por su parte, la primera vez que la vi pensé que era buena para él, la actitud que tenía hoy me hacía creer lo contrario.
Con la bendición llegan los besos y abrazos, a mí me sigue pareciendo el comportamiento de ella como alguien que no desea estar en ese lugar. Sé que lo que está por hacer es un acto bueno para nosotros, pero no es justo si ella ama a otro hombre.
Hace muchos años un miembro de nuestra familia nos robabas pinturas de las pocas mujeres Doyle que había. Lo hizo ante la rabia que le provocó, no poder heredar lo que por ley le correspondía. Una mujer fue la persona que nos arrebató el orgullo de ser poseedores de un legado de muchos siglos. El castigo en aquella época fue quitarnos gran parte de nuestras tierras y sólo serían devueltas al encontrar esa pinturas. En un juego macabro del destino, la mujer que fue contratada para arreglar el cuarto de juegos, terminó siendo la heredera de ciertas piezas de pinturas antiguas. Una que sólo serían entregadas al casarse y como regalo de bodas.
Rose Mackay, en este instante Doyle, terminó siendo la mujer que nos devolvería ese orgullo arrebatado. En adelante nosotros no sólo controlaríamos todo, desde la empresa hasta los cultivos, también nuestras leyes. Todo eso gracias a este matrimonio, uno que me dejaba el mal sabor en la boca.
—Quita esa cara, pareces que quien se casa obligado eres tú —me reprende Gerald mi hermano mayor una vez estamos en el jardín. —no veas a Gino un tipo sacrificado, hará lo posible por hacerse querer... Es un Doyle.
Sonrió a mi hermano y golpea mi hombro sonriendo, está más delgado, pero insiste en que es el cambio de ambiente. Lo he visto mirar de vez en cuando a Belliz y niego divertido.
—Mamá nos enseñó a pelear por nuestros sueños y a crearlos en caso obligado —señaló a Belliz y sonrió. —insistió en que aplicaba para casi cualquier cosa.
Sigue mi mirada y niega confundido, sé que la quiere desde que son pequeños. Su impedimento es que eran primos, hoy día sabe no es así. Ahora el problema es mi madre, pues no desea que se sepa es su hijo, pero hay muchas maneras de hacer esta boda sin hacer un escándalo.
—Ve por ella, si necesitas una persona quien te haga la boda perfecta... Yo lo haré —prometo alzando la copa que junta con la mía —un hombro para apoyarte, tienes el mio—continuo y sonríe al escucharme decir aquello — dos puños para defenderla y o ayudarte con sus hermanos... Haré lo que quieras por ti.
—Me ha huido —confiesa.
—Le hiciste daño, es hora de dar la cara y decir lo que sucedió —aconsejo.
Me observa un instante y le empujó a la multitud sin dejar de reír. Probablemente mi vida sea un caos, pero he descubierto que la felicidad de los míos es todo lo que necesito para ser feliz. Se abre paso entre la multitud y me quedo un instante allí, hasta que ambos se van del lado del lago y el puente de piedra.
—¿Cuando estás dispuesto a hacer lo mismo por ti? —la voz de mi primo Gianni me hace buscarlo y lo veo al pie de la fuente de postres.
—Bien ubicado como siempre —digo sonriente —¿Hablas de Odette?
—Es infiel y alguien que es capaz de un acto así, no merece ser Doyle —responde con suficiencia y río divertido.
Espero que no lo escuche papá, porque odia todo el que presume de superior, sea Doyle o no. Toma una copa y cambia la vacía que traigo en mis manos haciendo lo mismo con la suya.
—¿La has visto? —niego y asiente —¿Casualidad o le estas huyendo? Temes que te convenza...
Temo perder el control y golpear a una mujer, porque no hay un día en que no recuerde todo lo que me hizo sin que sienta el calor subir por cada poro de mi piel.
—No he salido, mamá esta paranoica con ese hombre —le digo y Gianni asiente.
Hay un hombre que amenaza a Gino desde que fue al destierro a recoger las cosas de la abuela. Las investigaciones dicen que es familia de la abuela y por ende nuestra, que esta lo dejó a cargo de vengarse por haberla dejado morir en el destierro.
—¿Qué tal Estambul? —pregunto y sonríe antes de responder.
—Excitante, ardiente ...—niego divertido y me mira con una ceja alzada —¿No es igual parís?
—Calma y tormenta al mismo tiempo — es el calificativo que le daría.
—¿Seguimos hablando de una ciudad? —me pregunta y me encojo de hombros divertido —eso creí.
—¿Has visto a papá? —pregunta Gadien y ambos negamos.
—¿Por qué?
—Hay reunión mañana temprano aquí, me ha pedido decirles que no pueden viajar...
¿Y ahora que?
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