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Capítulo 4

Louise

Llegué a mi casa esa mañana y el ultimátum de mi padre fue enérgico, yo no volvería a hacer domicilios, contrató a un chico que los haría. Me dijo que pude morir debajo de algún auto y solo por ahorrarnos dinero.

De vez en cuando llegaba a mí el rostro del rubio elegante que se detuvo a ver si estaba bien. Su rostro de perplejidad al verme me hizo el día, estaba seguro que creía era un chico y eso no hizo más que sentir admiración por el desconocido.

¿Qué clase de hombre detiene su BMW solo para ver si un mensajero se encuentra bien? Una vez le conté a mis padres, papá respondió que un hombre con valores y de buena familia. A juzgar por su acento era extranjero, por lo que pudo ser alguien de visita en la ciudad, asi que las probabilidades de encontrarle y agradecerle el gesto, eran nulas.

También les conté lo sucedido con Adrien, amá estuvo enojada por algunos minutos llegando incluso a llorar en silencio. Claude Le Brun, por el contrario, se encerró en la oficina por horas y no salió hasta al medio día. Al final y como resolvíamos todos los Le Brun (Juntos), decidimos que todo cae por su propio peso. En mi caso, estaba convencida que las respuestas a todo la hallaría trabajando con los Doyle. En donde llevé mi currículo y estaba en espera que me llamaran para la entrevista.

Si pensaba que tras lo que me había hecho, Adrien se mantendría alejado de mí, estaba equivocada. Esa noche había encontrado una llamada perdida suya y varios mensajes que no leí. Cambié de línea de teléfono, porque hay situaciones que como ser humano no puedes permitir. Llevo el móvil a todos lados ansiosa de la llamada que estaba segura harían.

—Louise —alzo la mirada del móvil, papá está frente mío, cejas juntas y mandíbula contraída —Te buscan. —hace un movimiento brusco con su cabeza y detrás de él está Adrien.

—Ya me deshago de él—le digo bajándome de la banca dispuesta detrás del mostrador, me quito el delantal que dejo a un lado y me acerco a él.

Vestido en traje oscuro, elegante y para mi infortunio más hermoso que de costumbre avanza en mi dirección y retrocedo como si del mismo lucifer se tratara.

—¿Qué deseas? —pregunto a quemarropa —Este local no está en venta y sus dueños tampoco.

—¿Podemos hablar fuera? —me pregunta y niego cruzándome de brazos. —necesito explicarte...

—Creo que todo estaba muy claro Adrien—hablo y niega tomándome de las manos obligándome a salir del local. —vi y escuché suficiente para hacerme una idea.

Suelto sus manos fastidiaba mientras le escucho excusarse y asegurar que su padre o él no tienen que ver con nuestra ruina, no hay manera que el pudiera hacerme esto. Le creo y mi padre también, me aseguró que no era posible que Le Blanc estuviera detrás de ese ardid. Nunca fue una amenaza para una cadena de restaurante tan reconocida.

—Acepto tus disculpas.

Sonríe dando un paso en mi dirección obligándome a retroceder dos, ese gesto parece dolerle, pero que le crea inocente en nuestra desgracia es una cosa, que le perdone la humillación otra.

—Compraste los locales de papá Adrien ¿Cuándo pensabas decirlo? —recrimino. —me negaste delante de tu novia ¿Sigo?

Adrien era un hombre de 30 años, cabello negro y ojos cafés, suele vestir a la última moda, el olor a su fragancia llega a mí y con el todo el recuerdo de nosotros juntos. Sacudo mi cabeza intentando concentrarme porque por más que lo desee es imposible tirar a la basura un año de relación. Me cuesta concentrarme y solo lo logro cuando recuerdo a la mujer que lo acompañaba aquella mañana y sus palabras.

Eran las diez de la mañana a esa hora varios clientes entraban y salían del local, alguno de los cuales reconocían al hombre de piel blanca y cabello negro como el hijo de Oliver Le Blanc, pero a Adrien parecía no importarle. Su Lamborghini Rojo, desentona en la acera de nuestro local, tanto o más como su figura elegante y su pose de modelo. Recién afeitado su nariz respingada y su mirada altiva hacia todos, menos a mí, me recuerda una vez más al hombre que amé.

Él se encargó de tirar a la basura todo cuando sentía por él.

—Lo compré para hacer sociedad con tu padre —sonrío ante lo inverosímil que resulta todo y saca algo de su auto —¡Debes creerme! Papá se enojó y me impidió seguir, solo aceptó si me comprometía con ella.

—¿Y negarme hizo parte del plan? —pregunto con una ceja alzada. —¿Qué esperas que te diga? ¿Gracias? —le pregunto y pasa alza una mano para que baje la voz —Vienes hasta acá ¿A qué? —continuo molesta —¿Qué te perdone? Bien... Estas perdonado Adrien, puedes seguir llorando en tu lujoso auto o tu apartamento cerca a los Jardines de Luxemburgo.

—¡NO tengo opción! —habla levantando la voz llamando la atención de todos —mi padre solo aceptara ayudarte si me caso con ella ... ¿Es que no entiendes?

—No tienes que hacerlo Adrien, si conocieras mejor a papá lo sabrías. —hablo dando varios pasos hacia atrás y ubicándome en la puerta del local —ni él o yo aceptaríamos un trato de esa naturaleza. No le caí bien a tu padre, jamás me vio como tu esposa, para él siempre fui una aventura pasajera.

Una que duró demasiado para su gusto y que encontró en nuestra desgracia la mejor manera de alejarnos de su hijo. Veo el dolor en sus ojos, pero no me fio de ellos, ha demostrado que es capaz de todo para conseguir lo que desea. Probablemente pensaba que podía convertirme en su amante, ya que mi situación tan precaria ameritaba para cualquier trato ofensivo.

—Louise —ruega y me encojo de hombros mordiendo mis labios para no llorar delante de él y no verme más patética de lo que ya soy. —podemos vivir en otro lado, Marsella, por ejemplo, tus padres...

—Será mejor que te vayas—habla mi padre detrás de mí —no es nada personal, no quiero que mi hija tenga problemas con tu padre o con tu futura esposa. Evítale la vergüenza de ser señalada como tu amante, si en verdad la amaste un poco... la dejaras tranquila.

—Louise, tienes una llamada —giro sobre mis pies para encontrarme a mi madre sonriendo señalándome el objeto.

—¿Es lo que creo? —pregunta y asiente feliz —¿Si diga?

—¿La señorita Louise Le Brun?

—Con ella —respondo y me corazón se detiene.

—La llamamos de Doyle-Turner ¿Se encuentra usted en disposición aun para laborar? —respondo un si tímidamente mientras veo a la figura alta en pie cerca del auto que se niega a irse. —tiene usted una cita a las siete de la mañana del día jueves....

Una vez escucho las recomendaciones y el resto de documentos que debo llevar cuelgo. Mi madre está a punto de saltar de felicidad, porque a ella no pude ocultarle mi plan, mientras que mi padre no deja de ver a Adrien molesto. No tiene por qué terminar de esta manera, como enemigos, pienso regresando de nuevo a la calle.

—Lamento que todo acabara así, si hay alguien que merece ser feliz eres tú y por un momento quise creer que yo podría...

—Se vale soñar de vez en cuando Adrien —interrumpo —a mí también me hubiera gustado que esto acabara de otra manera, pero hay que ser honesto tu padre siempre me vio como una campesina, torpe con padres con suerte en los negocios.

—No eres una campesina —interrumpe molesto—odio que te trates asi —me encojo de hombros porque en algunas ocasiones le escuché llamarme así, pero ya no importa—¿Qué vas a hacer Louise? No tienes a nadie y tu padre solo necesita inversión...

—Ya no soy tu problema Adrien, tú tienes una vida que solucionar —vuelvo a interrumpir y extiendo mi mano que queda solitaria un instante —gracias por todo y sin rencores.

Tira de mi brazo para estrecharme contra él y en ese instante, todo lo fuerte que he querido ser se va a la basura. Permanecemos en silencio abrazados por largo rato, el pidiendo perdón por no ser lo suficiente hombre para afrontar a su padre, ya que el temor a perder el lujo a que está acostumbrado fue más fuerte que el amor que decia tenerme y yo cerrando otro ciclo de mi vida de la mejor manera posible.

Me alejo de él sin mirarle y entro al restaurante yendo directamente a la cueva. El pretexto era que tenía que escoger el mejor vestido para la entrevista de trabajo. Ya dentro de la ducha me permití llorar por lo que pudo haber sido y no fue, lloré todo lo que mi tristeza me lo permitió y prometí que al salir de ese baño no volvería a hacerlo y el nombre de Adrien Le Blanc no sería nombrado nunca más en casa.

Dos días después...

—La señora Roche la espera —sonrío a la chica de piel trigueña y me devuelve la sonrisa —espero que quedes.

—Tambien yo —confieso nerviosa.

Había llegado antes de la hora estipulada, me encontré a la chica sola y entablé una conversación con ella, si quedaba en esa empresa ya tenía una amiga dentro de ella. Me pongo en pie al escuchar mi nombre y a paso decidido entro a la oficina. Me las arreglé para ocultar mis ojos hinchados y creo que hice un buen trabajo, no obstante, las marcas en el alma eran difíciles de borrar.

Una mujer de unos 50 años está detrás del escritorio y al verme entrar señala la silla frente a ella. Lleva en sus manos mi currículo que lee detenidamente mientras sus cejas se arquean por cada hoja que pasa.

—¿Es usted algo los dueños de Louise? —su pregunta me causa sorpresa y la miro un instante sin decir nada, sus ojos negros sonríen con pesar al verme mirarla dolida.

—Son mis padres —confieso —Louise era el nombre de mi abuela.

—Entiendo—responde pasando otra hoja intrigada —nunca has laborado, no tienes referencias laborales, salvo la de tus padres...

—Pero soy buena y se obedecer —me apresuro a decir y mi comentario hace que cese su escrutinio en mi currículo y me mire detenidamente.

—¿Obedecer? —repite y afirmo. —imagino eso bueno, siempre y cuando seas apta para el puesto y tu nula experiencia...

—¿Podría ponerme a prueba? —me apresuro a decir y cierra del todo el currículo —usted solo necesitara una semana para darse cuenta que soy buena... necesito el empleo y estoy dispuesta a trabajar gratis el tiempo que usted disponga.

Guarda silencio un instante volviendo su mirada a mi currículo y luego en mi dirección. Pasa lo que parecen horas antes que hable, extiende su mano hacia mí y me comenta que tiene un trato que ofrecerme. Saca varios folios que deja encima de su escritorio y que me señala como los primeros balances de la empresa.

—Aquí están lo invertido en la construcción de este edificio y la fábrica. —dice apoyando su mano derecha encima de los documentos—están listos para ser enviados a Edimburgo, pero requiere la firma del señor Doyle antes de hacerlo.

—¿Cuándo lo necesita? —pregunto mirando la enciclopedia que parece las actas de constitución y la mujer sonríe.

—No he terminado preciosa —habla —existe una falla que hasta el momento, solo un contable ha encontrado y si lo encuentras... —guarda silencio y extiende los libros hacia mí —el puesto disponible es tuyo, realmente espero que lo encuentres linda...

—Solo necesito un sitio en donde no moleste a nadie —le digo y afirma levantándose de la silla.

Soy conducida a la oficina que me han dicho de ser contratada compartiré con otra chica. Paredes blancas y sin ningún cuadro o figura decorativa, que dan muestra de lo nuevo que es el edificio. El decorado de la oficina es el mismo que en las otras dependencias, muebles en caoba y pisos resplandecientes.

—En este PC encontraras lo que vez aquí —me dice señalando el abultado folio y afirmo, me acerca un papel que leo y descubro es un correo electrónico.

G. Doyle Macgregord ... alcanzo a leer continúa diciéndome que a ese correo debo enviar la falla encontrada.

—Mucha suerte —dice dando media vuelta y dejándome sola.

Las siguientes horas las dedico a encontrar una falla que es esquiva a mi vista. Las primeras hojas son del contrato con la firma de arquitectos y las que siguen el detalle de los costos. El sentido común me dice que no debe ser un faltante en dinero, pues de ser así simplemente no estaría lista para firmar.

—Eres otra, imagino que la de ayer no encontró nada —una voz fina y casi infantil me hace alzar la vista de los documentos y me encuentro con una chica de cabello rubio y ojos grises. —soy Anouk Rey... y no te moleste en darme tu nombre, mañana no estarás allí. —sonríe sentándose en su escritorio y encendiendo su pc.

Por un momento sus ademanes finos y destreza al caminar me distrae de mi objetivo, hasta que recuerdo lo que tengo que hacer y regreso la vista a mis documentos. En todo momento no dejo de escuchar su tonta melodía que habla sobre el fracaso que llega a exasperarme. El recuerdo del llanto nocturno de mis padres me llega y decido continuar.

—¿No vas a almorzar? —me pregunta luego de un largo tiempo y niego —si te desmayas no podrás seguir ¿Quieres que te traiga algo?

—Comeré cuando salga, mi madre me preparó Crepes para festejar —respondo con seguridad —es la mejor Chef que conozco.

Su risa es más una burla y me prometo algún día llevarla a comer en el restaurante para que sepa no miento.

—Podría ayudarte y decirte cual es el fallo...

—Eso sería desleal —le interrumpo —si hay una falla la voy a encontrar, tú la encontraste ¿Por qué no yo? —sus ojos grises adquieren un brillo extraño y vuelve a atacar.

—Solo deseo empezar a trabajar y ello no es posible si veo a chicas distintas todos los días. —se excusa —y además me caes bien, te voy a decir...

—¡Dije que no! —le interrumpo molesta cerrando el libro al ver que se dirige hacia mí y alzando el mentón—no es honrando adquirir un puesto en base a mentir, es traicionar mi ética profesional.

—Como quieras —dice alzándose de hombros y saliendo del lugar.

Al final de la tarde, lo único extraño que encontré fueron los costos de algunos platos y bufes. De contratar a mi padre, hasta en el del padre de Adrien sería mas económico. Decepcionada y sin poder creer que no vi algo que todos aseguraban estaba mal, decido enviar el correo con lo que había encontrado.

Estimado señor G. Doyle Macgregord.

Lamento mucho decirle que el costo del buffet de bienvenida se excedió. Sin dudas, mi padre hubiera hecho un mejor trabajo y en mitad de precio.

Para futuros eventos, debería saber que los platos con salsas en las que el marisco es el invitado de honor requieren especialmente vino de calidad. Yo hubiera escogido un Muscat, Gewrztraminer, Riesling o Torrontés, que aportan un gran potencial aromatico al maridaje.

No dudo que el whisky sea bueno y que hace parte de su vida diaria, pero no iba allí.

Pd. Me hubiera gustado trabajar con ustedes, pero me temo que no será posible. Sin más que aportar,

Louise Le Brun.

Le doy enviar y empiezo a recoger todo lo que he dejado disperso, recibo el mensaje de mi madre preguntándome si tengo buenas noticias y decido darlas personalmente. ¿Qué se supone debería encontrar malo en ese folio? No había nada allí fuera de lo común. El sonido de una notificación me hace mirar la pantalla y veo que es una respuesta.

R/ ¿Asumo que no encontró nada? Si hubiera recibido la ayuda de su compañera estaría con nosotros y tendré en cuenta su recomendación, pero lastimosamente no era eso lo que esperaba encontrara.

Me quedo un instante leyendo el mensaje y vuelvo a sentarme frente al computador. Apoyo mis dedos en el teclado y por un momento no sé qué responder, hasta que decido como buena Le Brun decir la verdad.

R/ Podría asegurar que lo único fuera de lugar es el exceso en el precio del buffet y la bebida escogida señor. En cuanto a recibir ayuda de Anouk, no tengo por costumbre rendirme antes de tiempo o ser deshonesta conmigo misma, porque serlo hacia los demás podría ser fácil, pero hacia mí es una vergüenza para mis padres.

Recojo los últimos documentos y los llevo a la oficina de la señora Roche, dejo todo en el escritorio. Regreso sobre mis pies, cansada y con el corazón arrugado, sintiéndome más fracasada que nunca. Son casi las nueve de la noche cuando tomo mi bolso y estoy por apagar el computador, cuando veo un último mensaje, que me obliga a sentarme en la silla.

R/ Bienvenida al Doyle-Turner señorita Le Brun.

La honestidad hace parte de nuestra insignia en esta marca. La señorita Anouk Rey (asistente de presidencia), le recibirá mañana y le dará su nuevo cargo. No hay dos contables, solo uno y era necesario estar seguro de la honestidad del mismo.

Solo usted pasó la prueba, los demás si quisieron ayuda...G.D.


Flotando en una nube, llegué a casa y recibí felicitaciones de mis padres doble. Una porque no les defraudé al querer hacer trampa y la otra por mi puesto. Mi padre estaba inicialmente recio en querer que trabajará allí, alegaba estar preocupado por mí en ese lugar, pero al investigar sobre la empresa y sus dueños cambio de parecer.

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