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Capítulo 19


Louise Le Brun, empezaba a detestar los fines de semana o el móvil de Gael, cada fin de semana se iba a Escocia. Así hemos pasado más de cinco meses de idas y venidas. Lo que me alivia en esta historia, es que él está tan frustrado como yo, en algunas ocasiones decidía quedarse y con alguna excusa lo hacían ir."—Mamá está afectada con lo de Gerald" —solía decirme con rostro apenado.

Si algo he aprendido de los Doyle-Turner, es que como familia son unidos y sólidos como una roca. Quizás por eso rodearon a Gino, la traición de su familiar le ha ocasionado dolor; aunque no lo diga le dolía decía Gael, Betf Doyle lo vio crecer, lo entrenó para recibir el cargo y le adiestró como un abuelo.

Sentaba en el restaurante de siempre con Anne Marie y Anouk quienes me veían revolver las pastas distraída, pensaba en cuando acabaría todo esto. Llevaba en su país un mes, cinco días y cuatro horas. Si, lo llevo contados y no me imagino pasar más tiempo con él tan lejos.

—¡Louise! —me llama Anne y alzó la cabeza — ¿Dónde estás?

—Edimburgo ¿Qué no es obvio? —pregunta Anouk y las dos sonríen.

—Lo siento ¿Qué decían? —pregunto apenada.

—Nos preguntábamos ¿Por qué el jefe no te ha llevado en uno de esos fines de semana? Y los rumores que hay...

Sacudo la cabeza, desechando sus inquietudes porque no me van a complicar más mi vida. Una revista cuya única noticia que se conoce es la de Doyle, se ha convertido en mi dolor de cabeza. Circula cada mes y no hay una edición, en donde no hablen de un Doyle. La primera vez le dedicaron casi la mitad de la edición al nuevo custodio del castillo y su esposa; una mujer hermosa, pero excéntrica a la hora de vestir y su apariencia. Las siguientes veces, los protagonistas han sido, Gianni Doyle Fletcher y su estadía en Estambul, de Gerald y la negativa en pisar tierra escocesa y del hermano gemelo de Gael, Gadien.

Cuando llegó el turno de hablar de Gael habló su ex prometida, una mujer que insistía en que aún eran novios y sólo estaban dándose un tiempo. Me niego a saber su nombre o conocer si quiera el color de sus ojos, Gael me aseguró era mentira y yo le creo.

—No me interesa saber de esa mujer... Ya lo dije —leas advertí viéndolas a las dos —si me quisieran un poco no hablarían de ella.

Ambas guardan silencio y se miran entre sí, probablemente actúen de buena fe y sus dudas sean producto de la estima que me tienen; no obstante, Gael tendrá sus motivos para querer que yo conozca a su familia una vez nos radiquemos del todo en su país.

—Ninguna mujer por muy liberal que sea, acepta que el rostro de la "querida" de su futuro esposo pose como la oficial —el raciocinio de Anouk me hace sonreír y Anne solo pone los ojos en blanco. —además que su jefe - suegro-socio, le defendió delante de la junta ¿Repite lo que dijo?

Anne rueda los ojos y mira molesta a Anouk, me preparo para la disputa de siempre entre esas dos. Sonrío llevándome un bocado de la pasta, escuchándolas insultarse mutuamente.

—Ya lo contó Anouk... muchas veces —Anne aprieta los dientes al hablar y sus ojos negros la ven con sospechas —sé que quieres a Gael Doyle como tu Sugar daddy, pero he de recordarte que es casado, su esposa mide el doble que tú y ... Eres un casi un duende mides 1,55cm.

Anouk se yergue con rostro sonriente mientras su compañera solo bufa. Ambas se llevan realmente bien y según me cuentan se conocen de hace muchos años.

—¡Tonta! Tengo novio ¿Lo olvidas?

—Sincera —corrige —y la que debería recordarlo eres tu — las veo a ambas sin poder aguantar la risa.

—Un día de esto van a acabar insultándose de verdad —advierto.

—Dile que ama a su esposa y le quitaras los afectos si anda de babosa detrás del jefe. —insiste Anne.

Las veo a ambas antes de decir algo y sonrió sin poder creer que estén discutiendo por algo que no va a pasar. Gael Doyle nunca fijaría sus ojos en otra mujer, no lo hizo de joven, menos ahora. Según su hijo, su padre adora a su madre y no hay un día en que no se lo diga o demuestre.

—Será mejor si dejan a los Doyle que están casados. —les advierto y señaló a Anne— Gino Doyle Duncan "Nuestro jefe real", está felizmente casado y....—giro mi mano para señalar a Anouk, quien me ve con una sonrisa traviesa —el señor Gael igual. Hasta donde sé, pueden tener oportunidad con cualquiera que no esté comprometido.

—¿Hablas de? —me preguntan ansiosas.

—Gadien, Gianni y el pequeño Guido... Aclaro que no están comprometidos, pero desconozco si en una relación. —se encojen de hombros y niego divertida —para ellos es lo mismo, igual les van a respetar.

Por lo menos era lo que Gael solían decir y yo he visto con mis propios ojos. Es tan caballeroso y atento que he llegado a preguntarme si representa un papel o en realidad es tan perfecto como se muestra.

El resto del almuerzo gira en torno a mi trabajo y a Adrien quien día a día está más decaído. Las chicas insisten entre risas que aún me interesa, pues no hay razón para que me preocupe por alguien que me hizo tanto daño.

—Mi padre también lo vio hace unos días y se hizo la misma pregunta —me defiendo —es solo empatía, yo no cambio a Gael con nadie. —Pelearé por él si es posible, porque que mi sentimiento es retribuido. —Debo irme, se portan mal.

—Siempre —hablan al tiempo, pero veo que toman un camino distinto y que Anouk no viene en auto.

—¿Ha dónde van? —cuestiono con mis manos en la cintura.

—El jefe nos mandó a buscar a un abogado ...

¿Para qué? Estoy por preguntarle, pero ambas se han subido a un taxi y se despiden sin problemas. Alzó la mano distraída y las veo sacar las manos por la ventana del taxi. El chófer me mira impasible al quedarme de pie por largo rato, le sonrió y me devuelve la sonrisa. No suele hablar mucho, salvo los saludos cordiales o las direcciones. Por más que he querido hablar con él, dado que la paso casi todo el tiempo suyo, ha resultado imposible.

—¿Te puedo hacer una pregunta Nails? —habló al no soportar el silencio entre ambos, asiente sin siquiera mirarme y suelto el aire decepcionada —¿Te caigo mal?

—No señorita ¿Por qué debería? —lo mismo me gustaría saber, pienso bajando el rostro y observando mis manos. —Mi trabajo es protegerla, resulta más fácil cuando no hago lazos con las personas.

—Te has enamorado alguna vez en tu trabajo—simplemente llego a esa conclusión y él no me contradice, lo que me hace pensar que tengo razón.

—Llegamos —me dice detiene el auto en la frente a un centro de eventos.

Miro por la ventana del auto hacia afuera y luego al hombre quien me observa sin decir nada. ¿Qué se supone que hago aquí? El debería haberme llevado a las oficinas de Le Blanc, acto seguido se baja apresurado para abrirme las puertas.

—¿Qué hago aquí?

—Tengo ordenes de traerla a este lugar —es su respuesta. —su prometido y padres le esperan dentro.

No es mi cumpleaños, tampoco el de Gael o mis papás pienso tomando la mano que me brinda. Sonrió como agradecimiento y asiente sin decir nada, sus ojos marrones tienen la mayoría del tiempo un brillo de diversión; sin embargo, yo no he visto en él, ese lado o ningún otro.

—Que tenga una buena velada —murmura y detengo mis pasos para verle un instante — no es ese mi motivo para marcar distancias. —alzo una ceja interrogante y sostiene mi mirada —mi contrato tiene solo una cláusula, no entablar amistad con usted.

Niego a tónica me es imposible ver a Gael en un plan posesivo o sobre protector, cuando ha demostrado ser todo lo contrario. Por un momento no formulo comentario alguno y él le divierte mi rostro perplejo.

— Me es difícil creerlo, Gael me ha demostrado ser todo lo contrario —hablo al fin y sonríe. —¿No eres francés verdad? Tu acento es extraño...

— Yo no dije que fue Gael —responde — soy de, Livingston, Escocia —sigue y esta vez sonríe. —él no es mi jefe directo; aunque si le rindo cuentas de usted.

¿Gino o el señor Gael? Pregunto internamente mientras me dejo conducir al interior del lugar en silencio. Me lleva hasta una puerta en la que da pequeños toques y retrocede. La curiosidad me hace ver todo el lugar y luego al hombre en búsqueda de respuestas que no me dirá.

Su rostro serio me lo dice.

—Te estamos esperando —alejo la mirada de Nails y me centro en mi madre quien me entrega un ramo de tulipanes blancos—entra, es costumbre que el novio espere a la novia, pero no tanto.

Un pequeño salón, con varias sillas varias personas que reconozco como amigas de mis padres, Anouk y Anne, una mesa con un hombre de traje oscuro me espera. Frente a la mesa dos sillas y en una de ellas está sentando Gael, quien al verme se levanta. No tienen que hacerme dibujitos para darme cuenta lo que está sucediendo o está por suceder en ese lugar. Nuestra boda ante un juez, aquella que habíamos decidido hacer

Un día de estos.

Ambos habíamos llegado a un acuerdo, él solo podía casarse por la iglesia delante de los suyos y la boda la oficiaba un obispo. En este punto ambos teníamos claro que no necesitábamos de un noviazgo largo, solo que no pensé fuera tan pronto. Llevamos saliendo casi un año, casi el tiempo que tuve con Adrien y nunca hablamos de boda.

Sacudo la cabeza, porque no es un buen momento para traer a mi ex y recibo la mano que me brinda con una media sonrisa.

—¿Preparada para ser la señora Doyle? —me pregunta y asiento sin dudarlo. —¿Segura? —me insiste —Por qué no importa si es ante un juez o un obispo, no hay marcha atrás Louise —comenta.

No pierdo de vista sus facciones en búsqueda de un rastro de duda en ellos, pero no los encuentro. No necesita un traje especial, porque se verá hermoso de cualquier manera pienso al acercarme a él.

—¿Empezamos? —pregunta el que ahora sé, es el juez y asiento feliz.

La nube negra en ese instante, era que del lado de su familia no había nadie. Aseguró que todos estaban preocupados por la salud de su prima y que los eventos en Edimburgo le impiden invitarlos, pero algo me dice que hay algo más.

Probablemente, su madre no me aceptaría o ese primo suyo, Gino.

(...)

¿Qué otra sorpresa había? Todas mis cosas habían sido enviadas al apartamento de Gael, la luna de miel había corrido por cuenta de Gastón. Cinco días con sus noches, la gran Playa Biárriz y que según me enteré fue obsequiado mucho antes de conocerme.

Observo desde la terraza de la suite el océano ante mí, dándome cuenta que la playa a esa hora de la tarde está repleta. Varias chicas nadan en grupos, familias enteras y parejas de enamorados. Gael me aseguró no le gusta los sitios turísticos rodeado de muchas personas no está acostumbrado a ellos, también no es dado a exponerse al sol, ha tenido malas experiencias en pasadas vacaciones; sin embargo, está dispuesto a hacer una excepción solo por nuestra luna de miel. Mi vista se aleja del grupo de turista que se divierte en las playas privadas del hotel y contemplan el anillo en mi dedo.

La señora Doyle.

No puedo creer que en hayan pasado once meses desde que empecé a salir con Gael y hoy por hoy sea su esposa. Hace menos de cinco horas firmé un documento que me hacía ser parte de su familia y en adelante iría con él a escocia.

—¿Cansada? —me pregunta al apoyar todo su cuerpo a mi espalda y mi cuerpo reacciona a la erección que siente mi espalda baja. —porque se dar un buen masaje.

—¿No me digas? —pregunto y me sorprende el sonido ronco que sale de su voz.

—Hay muchas virtudes que mi señora esposa desconoce —lo siento sonreír al besar mi cuello y apoyo ambas manos en las que suya que sostienen mi cintura —algunas de ellas, las descubrirá esta noche, las demás me llevará el resto de la vida que las vea.

—¿Es una promesa? —pregunto girando mi cuerpo y mi piel se eriza al verle frente a mí sin camisa.

—¿Quieres una promesa real? —cuestiona y asiento en silencio —prometo decir Te amo todas las noches y demostrártelo todos los días.

Acto seguido muerde el lóbulo de mi oreja y cierro los ojos ante la sensación que esa descarga eléctrica causa en todo mi cuerpo. No es un sueño y si lo es no quiero despertar pues no tengo palabras para describir lo que sus caricias causan en mí una vez soy tomada en brazos y me deja con delicadeza en la cama sin dejar en ningún momento de verme.

Me convertí en su mujer esa noche, en cuerpo porque en el alma ya lo era, había moldeado mi carácter, fortaleció e hizo la mujer que hoy era, su mujer. Mis temores se disiparon una vez estuve en sus brazos, recibí sus besos. Aquellas promesas que hizo de hacerme feliz hasta el último día de mi vida, que he escuchado en un par de ocasiones, pero que solo a él se las creo.

Cuatro días después y cuando nuestra pequeña aventura llega a su fin me pego a él esa tarde. Hemos vivido lo más parecido a un cuento de hadas juntos, me hace alzar el rostro para que lo vea a los ojos.

—No sé qué decirles a todos los te amo que han salido de mis labios antes que a ti —dice rozando su nariz con la mía —con vergüenza debo aceptar que no han sido sinceros y al conocerte lo descubrí.

—Yo también te amo y aunque no me sepa palabras hermosas... basta con que sepas que no estoy dispuesta a dejarte ir. —amenazo y lo enfrento al verlo reír —no te rías, pelearé por ti con quien sea.

En mi caso no fue amor a primera vista, mi amor por él se fue formando lentamente, a medida que lo conocia crecía este sentimiento que inicialmente no tenía un nombre. La manera de protegerme, de hacerme crecer como persona y de enfrentar mis miedos me hicieron ver una gran verdad.

Gael Doyle era todo lo que yo buscaba.

—¿Qué sucede? —le pregunto al verle mirar el móvil y se levanta de un salto —¿Gael? —pregunto asustada al ver sus ojos humedecerse mientras empieza a vestirse.

—Es Gerald, su novia y mi padre lo acaban de encontrar inconsciente en su apartamento—y a juzgar por cómo le tiemblan sus manos al vestirse está realmente mal.

—Todo va a estar bien —le digo tomando sus manos para detener su temblor y me ve con los ojos humedecidos —solo ve con él y yo me encargo de todo aquí.

Asiente antes de dejar un beso en mis labios y en lo que queda de la tarde mientras yo hago maletas él llama para pedir más detalles. Varias horas después y cuando el avión me deja en Paris, mientras el suyo sigue a New York el dictamen es letal.


No hay manera que Gerald Doyle salga bien de todo esto...

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