Capítulo 24
Nota: No sabia que Chiara tenia tanto que contar. Espero disfruten.
Chiara
Todo queda en un silencio incomodo y es cuando la verdadera careta de los tres demonios sale a la luz. Roberto me sonríe con suficiencia y con su petulancia toma la palabra haciéndose el muy importante.
—Chiara, te dije que me la ibas a pagar todas las que me has hecho. —pronuncio con suma alegría, a su vez que prestaba atención a el señor West—Usted puede ser dueño de esta estúpida galería, pero no tiene ningún derecho a hacer que permanezcamos aquí y mucho menos que responda preguntas idiotas.
Con una serenidad envidiable, Robert, observo a su tocayo y con autoridad se dirigió a él.
—Intenta salir por esa puerta a ver si puedes. —comentó, mientras con suave elegancia tomo asiento en una de las sillas del escritorio— Vamos, ¿qué esperas?
—Me voy porque ya me harté de esto. —expresó para tomar camino a la puerta, una vez que la abrió se encontró con dos fornidos hombres que no lo dejaron salir. Quienes sin mucho alarde movieron sus chalecos mostrando de esta forma la pistola que portaban. Sonreí al ver como Roberto se puso pálido al ver las armas.
—¿Que? ¿Ya se te fue la bravuconería? —cuestiono, Robert, sin recibir una respuesta a cambio. De modo que continuo con la palabra. —Ya basta de todas estas palabrerías sin motivo, en este momento ustedes tres responderán nuestras incógnitas.
—Usted esta loco si cree que le vamos a decir algo. —menciona mi madre con su orgullo a reventar.
—Ustedes no están entendiendo nada. Mis guardaespaldas están aquí para hacerlos hablar si no quieren hacerlo con nosotros, pero no salen de aquí sin antes decirnos lo que queremos saber. —argumenta, a la vez que señala a sus hombres quienes asienten a sus palabras. Veo como Roberto casi se ahoga con su propia saliva.
Por primera vez desde que el señor West tomo el control, decido cuestionar a estos tres seres malignos.
—A mí no me interesa saber que les motivo a ustedes dos a hacer todo este montaje, porque lo sé. —me dirijo a ellos sin miedo alguno, pero si con toda la rabia que siento en estos momentos—Tía, o más bien Margarita, porque a pesar que siempre te he llamado tía nunca te he considerado como tal. De la misma manera que sé que nunca me has querido ni visto como tu sobrina, lo que siempre me ha dado igual. Te la das de digna y de decir a boca llena que tienes una hija decente, que agradeces que no sea como yo, pero ¿sabes qué? Ella si es peor que yo; que de decente mi primita no tiene ni la consonante D. Entiendo porque me haces daño cada que puedes, porque soy todo lo contrario a lo que tu finges ser y porque sabes en el fondo que tu esposo siempre ha tratado de llevarme a su cama. Te duele que tu miserable marido desee a tu sobrina más de lo que alguna vez te ha deseado.
Las palabras que siempre me he guardado y nunca he tenido el descaro de decirle porque no quería hacerle daño, hoy no me importa.
—No perderé el tiempo rebajándome a tu nivel, Chiara. Desearías ser una dama respetable como yo, pero solo puedes soñar con ello.
—La única que se ha rebajado aquí eres tú, porque viniste de España para ser cómplice de este plan absurdo. Fíjate que prefiero mil veces seguir siendo, Chiara, esa libertina que le importa tres pitos y tres flautas lo que puedan decir de ella. Sabes, tengo mi pasado y bien turbio si quieres, claro en base al sexo que es a lo que nos referimos aquí—hablo sin pudor alguno, sin importarme que el señor West me escuche. Porque nunca me he avergonzado de quien soy y no lo haré ahora. — No me avergüenzo de haber tomado lo que quería y cuando lo quería, pero sobre todo de sentar cabeza y darme cuenta que podía tener otras prioridades. Después de eso, regreso a mi vida Zabdiel y junto con nuestra bebe me di cuenta que nada más importaba.
—Justo por eso decidí unirme en este plan, porque, así como has sido la piedra en mi matrimonio también quería ser parte de la tuya. —confeso margarita con exultante alegría.
—Ya terminé contigo Margarita, no desperdiciare más tiempo. —le digo con firmeza, dándome cuenta que no me interesa saber nada de ella. Roberto, tú has sido el hombre más rastrero, canalla, rustico, patán, abusador y un sin números de adjetivos que te sentarían muy bien. No te voy a decir mucho, puesto que siempre cuando he tenido la oportunidad la aprovecho. Otra vez, solo te digo que perdiste. Nunca me has podido mancillar y nunca tendrás la oportunidad, porque la próxima que lo intentes te juro que tendrás una celda compartida con otros canallas como tú.
—Me dan igual tú y tus amenazas. Tal vez, nunca he podido lograr mi cometido, pero que placer sentí con todo esto. —se burló creyéndose vencedor en esta oportunidad, pero juro que ellos no tendrán la satisfacción de haberme vencido.
—No seguiré perdiendo mi valioso tiempo contigo. le exprese con todo mi desprecio a Roberto. —Pero de la que si necesito una explicación es de ti, madre. ¿Por qué me odias tanto para llegar a estos extremos? Lo único que quiero saber ¿cuál es tu motivo para hacerme daño?
Con estas preguntas que durante años he querido saber su respuesta, quiero dar un cierre a esta relación madre e hija tan disfuncional. Porque el daño que me ha hecho a mí no permitiré que arrastre a mi hija a este circulo vicioso en el cual he estado rondando todo este tiempo y del cual saldré para no volver a regresar.
—¿Quieres saber el por qué? Bien, te lo diré—mi piel se engranuja cuando me mira tan fijamente y es como si me permitiera ver su alma, y todo lo que proyecta es maldad y pura obscuridad. — Porque te odio con todo mi ser, Chiara. Representas todo lo que no he podido ser o hacer por tu culpa. Has sido un maldito estorbo en mi vida desde el momento que supe que estaba embarazada de ti. Tu eres el motivo por el cual mis padres me obligaron a casarme con el inútil de tu padre.
—¿Mi culpa? No fui yo que te obligué a tener sexo con mi padre o ¿ese es el caso?
—Estúpida—exclamo intentando abofetearme, pero le sostuve la muñeca y la alejé de mí.
—Ni se te ocurra a ponerme una mano encima. Si antes lo permitía y no decía nada es porque aún sentía un mínimo respeto por ti. Lo que has perdido hoy. ¿Si ese fue el caso por qué no te divorciaste de mi padre una vez que nací?
—¿Eres idiota o te haces? —levanta la voz furiosa— Mis padres no lo permitirían, siempre fueron extremadamente conservadores y muy devotos. No tolerarían una falta como esa y ya después obtuve el cargo para dirigir a las mujeres de la iglesia, de modo que tuve que tolerarte. Aunque debo de confesar que tu padre es más obediente que tú, esa es otra razón por la que te odie más, porque nunca me hiciste caso y cuando por fin estabas por hacerme caso cambiaste de opinión. Por lo que no toleraría una cosa como esa, y es la razón por la que urdí este plan. —comienza a carcajearse como si se hubiese ganado la lotería. —Te vencimos, Chiara.
—¿En serio usted es su madre? —cuestiona Robert con incredulidad. —A veces se nos olvida el alcance de la maldad de algunas personas, pero que compartan tu mismo ADN es para no creer.
—No se sorprenda. Esto es poco para lo que esta señora me ha hecho —comento con tanta tranquila que hasta yo me sorprendo—¿Saben qué? No me han vencido. Porque permanezca o termine con mi esposo, hay algo que nunca podrán quitarme. Por lo que luchare con uñas y dientes, porque se que hagan lo que hagan no podrán borrar el amor que mi padre me tiene y que se que mi bebe tendrá por mí. Yo si voy a ser una buena madre, aunque cualquiera puede ser mejor madre que tú.
Les sonrío mientras les hablo por lo que espero sea por última vez.
—Hasta aquí llegaron ustedes para mí. No los quiero ver cerca de mi o de los míos, de lo contrario, aténganse a las consecuencias. —con énfasis lo amenazo, mejor dicho, les prometo. —Ya no quiero verlos más, ni saber nada más de ustedes. De modo que lárguense de aquí. —manifiesto mientras voy y abro la puerta para que salgan de la oficina.
—Ay, Chiara, que dramática eres. No te preocupes que no queremos volver a estar cerca de ti —sostiene mi madre antes de irse, mientras sus cómplices solo me sonríen y se van.
Una vez que los guardaespaldas siguieron a los tres seres aquellos, me acerqué a Robert y le di un abrazo.
—Muchas gracias por estar aquí. Ayshh, disculpe todo este teatro—logro articular estas palabras intentando mantenerme fuerte y sin derramar una lagrima. Pero es inútil, porque siento como si me han drenado toda mi felicidad y mi energía.
—Tranquila, Chiara. Todo se va a solucionar, se que Zabdiel te va a escuchar una vez que se serene. A veces nos cegamos y solo vemos lo que esta frente a nosotros. Es posible que el no sepa como es tu madre y lo resuelta que esta a hacerte daño, ¿Alguna vez le has comentado sobre ella?
—No, ahora se que fue un error no haberle comentado sobre ella. Esa es la razón por la que no puedo enojarme con él, aunque me duela que no me haya escuchado y confiado en mí, pero tengo parte de la culpa.
—Ya no te hagas más daño con eso. —asentí a sus palabras, mientras me dispuse a buscar mi celular y llamar a Zabdiel, sin embargo, escuché el tono de su móvil aquí. Cuando mire al suelo lo encontré en una esquina, lo tome en mis manos cuando el señor West continúo hablando— Uno de mis guardaespaldas me informo que un primo de el se lo llevo, por lo que si quieres puedo llevarte a donde quieras.
—Señor West, muchas gracias, pero...—mi intento de excusa fue detenido por la llegada apresurada de mi mejor amiga, quien sin perder tiempo fue a abrazarme.
—Chiara, vine desde que me enteré y pude zafarme de Shane. Adler fue contando una tontería, pero sé que ellos hicieron algo y te hicieron parecer culpable. Ay es que sabía que armarían un problema. —sonrío emocionada al saber que mi mejor amiga esta conmigo, como siempre.
—Señor West, gracias por su ofrecimiento, pero me iré con Azul. —le comunico antes de prestarle total atención a mi mejor amiga. El de una vez entiende y me deja a solas con ella.
—Ahora cuéntame como paso todo y si recibieron su merecido, porque cuando supe lo que había pasado tuve una discusión con Shane, porque no quería que me involucrara en este asunto. Pero esta loco si cree que te iba a dejar sola.
—Por eso te amo, pero en parte Shane tiene razón. Tienes hijos pequeños...
—Sí, hijos pequeños que están durmiendo y con su padre, de modo que no me necesitan ahora como tú. Además, él quería venir, pero eso me corresponde a mí.
La abrazo tratando de demostrarle todo mi cariño y hago que me siga hasta el mueble para contarle lo sucedido. Con suma atención escucha lo que tengo para decirle, a la vez que se indigna por mi situación. Una vez que me he desahogado con ella, decido que quiero ir a mi casa y Zab me va a escuchar quiera o no. Ya he permitido que se serene y piense las cosas, ahora es momento de que me deje hablar.
Salimos de la oficina y nos percatamos que ya están por cerrar el lugar, Azul se dirige a buscar su auto mientras yo la espero en la puerta. Escucho el móvil de Zab sonar otra vez y lo saco de mi cartera, veo que es su madre que lo esta llamando, pero siento tanta vergüenza que rechazo la llamada. Me quedo de piedra cuando en las notificaciones veo un nombre en especifico "Mi hechicera rubia" no se porque siento que esa soy yo, lo cual mueve una fibra especial en mi corazón. Pero para estar seguros le marcó y vio brillar con gran emoción este apodo. De modo, que la esperanza crece en mí y después de tanta incertidumbre puedo sentir que todo va a salir bien.
Feliz me subo al auto de Azul, y si digo que escuche algunas de las palabras que dijo miento. Solo tengo una sola cosa en mente y es en llegar a la casa para poder hablar con Zab. Como si el destino estuviera a mi favor, no hay tanto transito y no tardamos mucho en llegar.
Ni bien azul se estaciono Sali apresurada del vehículo y de tanta emoción se me cayeron varias veces las llaves de la casa, pero pude abrir la puerta. Cuando entre empecé a notar que había algo extraño, porque había una copa y una botella de vino en la sala. Lo cual es muy extraño, ya que Zab a pesar de que no es super ordenado no le gusta dejar cosas regadas por ahí.
Me dirijo a nuestra habitación, mientras siento Azul entrando a la casa. Una vez que llego a la puerta me extraña ver que las luces están encendidas, sin perder tiempo termino de abrir y me quedo pasmada con la situación.
—¡Que rayos! —exclama, Azul, viendo lo mismo que yo. —Que desgraciadosLe hago señas a Azul para que haga silencio. Busco el celular de Zab y tomo una foto, la cual me envío a mi celular con un comentario añadido. Sonrío, mientras regreso mi atención a la escena.
—¿Chiara, por qué no estas enfadada, enojada o que se yo? —pregunta, mientras vuelve a mirar a la cama donde yace un Zabdiel muy dormido y Rebecca, su representante. En una escena muy comprometedora, pero a diferencia de mi esposo se darme cuenta cuando es una artimaña.
—¿Yo enfadarme Azul? —me carcajeo, mientras me dirijo a la cama y zarandeo a Rebecca, quien como toda una actriz se incorpora y me observa como sorprendida.
—Chiara, disculpa no queríamos hacerte esto, pero nos tomamos unas copas y perdimos el control.
—No te preocupes, por mi no hay problema. Cuando quieras podemos hacer un trio. —veo con deleite como abre su boca y se queda pasmada.
—¿Chiara, estás loca? —me grita mi amiga, es que no se da cuenta que no estoy hablando en serio. Porque no voy a compartir a mi esposo con nadie y menos con esta resbalosa.
—No, Azul. Para hacer un trio no hay que estar locas. Ahora bien, mamita, —me dirijo a Rebecca—tú no me gustas. De modo, que no serás parte de mi trio con Zab. Ya estuviste con él, se te paso el antojo, pues lárgate.
—Eres una mujerzuela, no se como el pudo poner sus ojos en ti.
—Búscate una mejor ofensa, porque mi madre me ha dicho cosas peores que tú. —le sonrío, sabiéndome ganadora. —¿Sabes algo, Rebequita, que se siente tener que drogar a una persona para poder estar con ella? Yo nunca he hecho eso, por eso te lo pregunto.
—¿Qué? Eso es mentira. —dice muy digna Rebecca.
—Debes de ser más inteligente, ahí está tu frasco. Cuando viene a ver se te callo de la cartera, y no me trates de engañar después de ir a tantas discotecas se percibir cuando una persona esta drogada. Además de que por muy borracha que estuviera, si es el caso, se hubiese siquiera movido cuando Azul pego el grito. —argumento, mientras la veo perder el color—Azul, que me aspen si esto también no es obra de los tres desalmados. Claro, tu estabas confabulada con ellos.
—¿Sí, así fuera qué?
—Que son mas retorcidos de lo que pensé. Ay, la gran religiosa y recta es mil veces peor que yo. ¡Que risa me dan! Pena ajena—pronuncio, mientras muevo la cabeza. — De mi cuenta corre que Zabdiel termine todo tipo de relación contigo. Pero gracias, me acabas de ayudar con mi problema, el cual ustedes mismo me metieron. Ahora será el quien me va a buscar y querrá que hablemos.
—Puedes intentarlo, pero no lo lograras. —Se atreve a retarme la muy estúpida esta.
—Tengo una foto muy comprometedora de ustedes dos. Que me acabo de mandar de su celular, de modo, que el llegara a la única conclusión que fuiste tu quien me la envío y yo no lo sacare de ese error.
—Vamos a ver a quien le cree. —Aunque trata de verse confiada puedo percibir como le falla la voz.
—Acepto. Pero ahora mismo te me largas.
—¿Cómo pretendes sacarme?
—Muy sencillo, solo tengo que hacer un par de llamadas a los hermanos de Zab, los cuales sé que vendrán corriendo y cuando se enteren de todo te sacarán. O mejor, que tal si llamo ahora mismo a la policía, ya que estas en una propiedad ajena.
—Nadie me sacar...
—¿Quieres apostar? Bien, llamare la policía y además le mostrare la droga que le diste a Zab.
—Ya lárgate, Rebecca. Yo si no estoy embarazada y te puedo sacar por las greñas.
—Que vas a hacer tú, mosquita muerta.
Me carcajeo porque ella no sabe con quien se esta metiendo, Azul cuando se enoja nivel extremo no mide mucho las consecuencias.
—Tú te lo buscaste—declaro Azul, para ir hasta Rebecca y con un agarre fuerte la saco de la cama. Mientras ella gritaba, mi amiga la jaloneaba empujándola fuera de la habitación. —Vete de aquí, si no quieres que te tire por las escaleras y que tenga que venir una ambulancia.
—Estúpida, déjame tomar mi vestido.
—No, de aquí te vas con lo que tienes puesto—le informe mientras agarre el vestido y me dirigí hacia el baño para tomar una tijera y termine destrozándolo. Lo que quedo del vestido se lo tire encima—Ahí está tu vestido, cariño.
—Me la vas a pagar.
—Rebecca, no has entendido que tengo lo necesario para destruir tu carrera. Te atreves a hacer algo en mi contra que perjudique a mi bebe, y no la contaras. Ahora, lárgate.
Veo como furiosa Rebecca sale de la casa. A la vez que Azul me pregunta que voy a hacer.
—Espera y veras. Vámonos a tu casa, y te aseguro que mañana Zabdiel y yo arreglaremos cuenta.
—Pero el no tiene que ver nada en esto.
—Azul, amiga mía. Tienes que aprender muchas cosas todavía. Zabdiel, se llevo de lo que vio y me voy a aprovechar un poco de esto para que por fin nos sinceremos. Tú tranquila que esto no nos destruirá.
—Eso espero, Chiara.
—Ya lo veras. Ahora vámonos.
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