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Capítulo 16

Nota: Buenas, ya nos acercamos al gran día de la boda y vamos a ver si llegada la noche de bodas se rinden a la tentación o es en serio que Chiara se hará la difícil. No les prometo día para publicar, pero tal vez sea para la próxima semana porque quiero escribir algo bien bonito.

Chiara

Recibí un mensaje de Zabdiel comunicándome que en cinco minutos llegaría a la tienda, para emprender camino a casa de sus padres. Por cada minuto que pasaba sentía que los nervios iban en aumento, no por comer con sus padres si no porque no sabía cómo iban a reaccionar. Puesto que su madre va a la iglesia como la mía, pero no sé si es igual a mi madre, que le importa más lo que piensen los feligreses que su propia hija.

Observé otra vez el mensaje y la hora, percatándome que faltaba un minuto, por lo que me despedí de Azul y Sali a esperar a Zabdiel. Al parecer es muy puntual porque justamente cumplidos los cinco minutos se estaciono a un lado. Me apresuré a subir al auto antes de que saliera a abrirme la puerta del copiloto.

—Hola, Zabdiel —lo saludo, mientras me coloco el cinturón de seguridad.

—Hola, ¿Cómo estás? —me dedica una sonrisa, a la vez que pone en marcha el auto y toma el camino hacia la casa de sus padres. Ruta que conozco, puesto que cuando le hicimos el baby shower sorpresa fue en el jardín, ya que es muy amplio y hermoso.

—Bien... nerviosa. —termino confesando

—¿Por qué estas nerviosa?

—Porque no sé cómo tus padres tomaran esta noticia. Si le gustará nuestra decisión.

—Chiara, mis padres no se atreverán a tratarte mal. Mucho menos objetaran nuestra decisión. Tal vez, lo que no te puedo garantizar es que mi madre no meta un poco su cuchara por la proximidad de la boda. —se ríe cuando menciona a su madre, pero saber eso me pone más nerviosa, lo cual el percibe—Créeme que, si se portan groseros, sin importar quien sea, los pondré en su lugar. Sin embargo, conociéndolos estarán más interesados en el bebe que en nuestras vidas.

Asentí a sus palabras que calmaron un poco mis tormentosos nervios. Sin previo aviso se detuvo un momento en la carretera, gracias a Dios que por esta no transitan muchos vehículos, abrió la guantera del auto y sacó una cajita de terciopelo.

—A pesar de todo quiero hacer esto bien, Chiara —comento mientras destapaba la cajita, mostrando un anillo de compromiso en oro rosa, el cual posee un diamante de zafiro azul en el centro y tres diamantes pequeños en forma de hoja en cada esquina. — Por lo que quiero que aceptes este anillo de compromiso—toma mi mano izquierda para colocarme el anillo, el cual brilla en mi mano izquierda.

—No puedo aceptarlo—le confieso, a su vez que trato de quitármelo, pero él sostiene mis manos impidiéndolo.

—Por favor, no lo hagas. Acéptalo y una vez que termine nuestro matrimonio puedes devolvérmelo. Además, imagina que lleguemos a casa de mis padres y le hablemos que vamos a casarnos, pero ven que no llevas un anillo en tu dedo, capaz y me cuelgan del primer árbol más cercano. —bromea con la muerte de forma casual —Hablando en serio, lo que busco es que no se hagan preguntas y lleguen a la conclusión de que nos casamos por el bebe. Quiero que mi madre tenga la ilusión de ver que su hijo se casa por amor, y, por supuesto, al ver la joya en tu mano inmediatamente entenderá a que se debe la visita y, por consiguiente, se olvidará de casi todo; hasta que le hablemos del bebe.

—Está bien. —acepte a regañadientes, puesto que tenia sentido y claro está que el conoce a sus padres mejor que yo. Razón por la cual le haré caso sin chistar.

Cuando estuvo satisfecho con mi respuesta retomo el rumbo de nuestro destino. Una vez vi que las cercas blancas y de madera, que se abrían paso en nuestro campo de visión, suspiré reconociendo que estábamos cerca a menos de cien metros del hogar de mis futuros suegros. A quienes espero caerles bien.

Después de pasar el portón, Zabdiel aparco cerca de un árbol que aporta mucha sombra. Antes de bajar tuve la osadía de mirarme en el espejo, aunque no entiendo por qué. Una vez Sali del auto nos encaminamos hacia la puerta de entrada y de forma casual nuestras manos se unieron como si esto fuera lo más común entre los dos. Esas maripositas que hace tiempo no se movían, de alguna manera encontraron el camino a casa y emocionadas comenzaron a revolotear llamando mi atención. Poco a poco, me estoy dando cuenta lo difícil que será decirle adiós a Zabdiel cuando llegue el momento.

Antes de tocar la puerta esta se abrió, dejándonos sorprendidos al ver una sonriente Valentina. Bueno, en realidad ese efecto solo yo lo experimente porque Zab resoplo como pidiendo fuerzas a algún ser invisible.

—¿Qué te he dicho de hacer eso? —regaño Valentina mientras le halaba las orejas. Al principio me sorprendí, pero después no pude aguantar la risa—Estoy cansada de decirles que dejen de resoplar, Zabdiel, parecen caballos salvajes.

—Madre, me vas a dejar sin oreja.

—Sin voz es que debería dejarte. —comentó cuando terminó de reprenderlo. Inmediatamente fijó su mirada en mí— Ay, preciosa, perdona mi exabrupto con mi maleducado hijo. Ya sabes así son los artistas. —Sonrío, al descubrir una nueva faceta de mi futura suegra. Al parecer no habrá momentos de aburrimiento.

—No es un buen chiste, madre—argumenta con desdén su hijo.

—Tal vez para ti, pero a ella y a mí nos gustó. De modo que tu opinión sobra aquí. —le sacó la lengua, para después abrazarlo—No es cierto, mi amor. Sabes que te amo. —Ay, pero que mala anfitriona estoy siendo. Que bueno es verte y poder saludarte, querida Chiara ¿verdad?

—Sí señora. Para mí también es un gusto poder verla otra vez —. Sin previo aviso me abrazo y beso mi mejilla.

—¡Mujer, deja que los chicos pasen a la mesa! —Vocifero divertido Michael, el padre de Zabdiel.

—Ya, ya vamos—le grita haciendo pucheros como una niña caprichosa que no pudo salirse con la suya— Vayamos a la mesa. Zabdiel, escolta a la dama. —menciono para luego adelantarse.

—Es lo que estoy haciendo, madre—explicó, aunque al parecer al aire porque ya ella había desaparecido—Solo tenle paciencia, a veces es muy intensa y entrometida. —susurro mientras me guiaba hacia el comedor.

Cuando llegamos estaban en pie esperándonos. De lejos parecía como si hubiesen estado discutiendo, sin embargo, la complicidad que ambos tenían era demasiado bello de admirar. Tomamos asiento, Zabdiel me ayudo a sentar a su costado, mientras que él tomaba la silla más cercana a su padre, lo que me hizo sentir bien puesto que me imagine que fungía como un muro. Valentina tomó lugar al otro costado de su esposo.

—Buenas tardes, queridos—Saludo Michael, e inmediatamente respondimos educadamente—Margarita servirá la comida en unos minutos—espeto sonriente.

En estos momentos tengo un nudo en el estomago que no sé si pueda digerir la comida por muy buena que este. Además de que la mirada inquisitiva que tiene Valentina sobre mí, acrecienta mis nervios lo que provoca que me pasé la mano izquierda por mi cuello. La madre de Zabdiel abre sus ojos como platos, brillantes y relucientes, pega un grito y se acerca corriendo hacia mí, cabe destacar que bordea a su esposo e hijo para estar frente a mí.

—¿Es lo que creo? —indaga emocionada sin apartar su parpadeante y llorosa mirada del anillo. De modo que llego la hora de la verdad.

—Sí—exclamamos al mismo tiempo, Zabdiel y yo. Esta respuesta pone a una intensa Valentina con mucha más energía.

—¡Que emoción! —espeta —. Muchas felicidades, queridos míos. Desde que los vi juntos lo vi venir, solo era cuestión de tiempo—sus palabras me dejan pensativa, ¿será qué alguien más se esperaba esto menos nosotros? — Pero ¿Cuándo se casan? ¿Dónde? ¿Quién...?

—Madre, tranquila. Esta es parte de las noticias que queremos comentarles, responderemos a tus cuestionamientos. Pero primero deberíamos comer ¿no crees?

—Ay, esta bien. Que amargado estas últimamente, Zab. —refunfuña mientras regresa a su lugar. Por su parte, Michael también nos extiende sus felicitaciones, pero sin ser tan efusivo como su esposa.

Unos minutos después, una mujer mayor llamada Margarita sirvió la comida.

Después de lo del anillo, Valentina se comportó y terminamos de comer. Michael mando a pedir café, puesto que le gusta tomarlo luego de la comida.

—Ya terminamos de comer —declaró Valentina, a la vez que no nos contuvimos la risa—Cuenten.

—Está bien—profirió Zabdiel la palabra, luego que con la mirada le diera el visto bueno—Nos vamos a casar aproximadamente en doce días.

—¿Tan rápido?

Sí—responde escuetamente. — ¿Algún problema con eso mami?

—No. Solo que no me esperaba que fuese tan deprisa.

—¿Para que esperar tanto? —Cuestiona Zabdiel— Aunque la boda no es todo.

—¿No?

—Van a ser abuelos por segunda vez—suelta sin tapujos provocando que su madre entrara casi en shock.

—¿Es en serio? —cuestiono demasiada emocionada, sus lagrimas no se hicieron de rogar y humedecieron sus mejillas. —Es la segunda mejor noticia del día. —Se levantan y nos felicitan, mientras me causa cierta envidia porque como me hubiese gustado que mi madre se alegrara de esa forma por mí.

Una vez soltada la bomba, valentina siguió tomando el rumbo de la conversación sacando todos los detalles que pudo sobre el embarazo y la boda, ofreciéndose para colaborarme en lo que necesite. Además de que, desde que supo que sería otra vez abuela, me comenzó a llamar hija. ¡Que bonito se escucha! Mucho más que te miren con cariño.

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