Capítulo 12
Nota: Buenas noches, no me aguante la emoción y publique hoy. De modo que ténganme paciencia para el próximo, porque hoy estaba inspirada y hay días en que no me encuentro.
Zabdiel
Desde hace semanas que no dejó de pensar en Chiara. Es tanta la frecuencia que, a veces, siento como si mi mente la pudiera materializar. Justamente estaba rememorando nuestra noche de pasión, cuando escucho que tocan la puerta. Ni en mis remotos pensamientos cabria la posibilidad, de quien estaba al otro lado era mi hechicera de cabellos rubios.
Me quedo absorto mirándola, sin dar crédito a que mi sueño se ha hecho realidad. Su mirada siempre tiene el poder sobre mí, ella me conquistó sin mucho esfuerzo y traspaso mi coraza con su voz que encandila mi corazón.
Esa noche me había dedicado por completo a ella, y me entregue como nunca lo había hecho con alguna mujer. Porque mi corazón, alma y cuerpo solo le pertenecen a ella desde que la conocí en aquella exposición.
Sus palabras fueron las que me hicieron aterrizar. Ahora que me encuentro sirviéndole el zumo, me cuestiono el motivo de su visita. Ya que me parece extraño que después de pensar en Chiara, como por arte de magia, haya aparecido en mi puerta queriendo hablar conmigo. Por lo que, no sé necesita ser un genio para saber que algo está pasando. Aunque en el fondo no me interesa saber, pero a la vez no quiero ilusionarme. Sin embargo, siento que la razón de su visita tiene que ver directamente conmigo.
Debo de confesar que cuando me siento solo, recordar el momento que pasé con ella, hace que piense en cosas imposibles, como en casarme con Chiara. Lo peor de todo, es que sé que se quedará en deseos, porque no creo que le interese atar su vida a alguien. Pues se nota que es un alma libre.
—Maldita sea—mascullo en voz baja, para intentar componerme. Voy hacia la sala donde se encuentra sentada en el sofá, con la mirada perdida hacia el ventanal que da hacia el patio trasero.
—Aquí tienes. —le ofrezco el zumo de naranja.
Por su sobresalto me percate que estaba muy sumergida en sus pensamientos, de tal manera que no sintió cuando me acerque.
Gracias—sonrió ante de tomar el vaso.
Me senté en la otra esquina del sofá, desde donde no perdía rastro de su perfil y su perfume inundaba mis fosas nasales. El mismo que siempre usa, al parecer es su favorito. Como olvidar ese olor floral que desprende.
Estudiando su expresión corporal, me doy cuenta que esta algo nerviosa e inquieta. Por lo que me armo de valor para comenzar esta conversación, ya que necesito saciar mi curiosidad.
—¿Chiara, ocurre algo? —le pregunto sin tapujos.
Su silencio provoca que miles de pensamientos surquen mi mente. Porque ¿cuál sería la razón que llevaría a Chiara a venir a mi casa?, cuando la ultima vez que nos vimos fue en la fiesta del bautismo de mis sobrinos. Lo cual ya han pasado casi dos meses, tiempo en el cual, no he sabido mucho de ella. Y que ahora esté aquí presente, frente a mí me hace pensar que puede estar...
Puede ser posible. Pero puede ser una de dos; viene para repetir, aunque pueda sonar un poco arrogante, o a dar alguna noticia.
Chiara suspiró, me observo con firmeza en su mirada y alzó la barbilla para terminar anunciándome lo que rondaba en mi cabeza.
— Estoy embarazada.
Inspiré profundamente, al sentir con esta noticia como si me hubiesen asestado un golpe en el estómago, y me han dejado sin aire. A pesar que no ha especificado que sea mío el bebe, no es necesario, porque de lo contrario no me estaría contando. A pesar que no esperaba ser padre aún, no obstante, que ya está debo cumplir con mi responsabilidad. Que en cierto modo no es ningún sacrificio para mí.
—¿Zabdiel, me escuchaste? —Solo puedo asentir a su pregunta, porque estoy en shock con su anuncio.
El corazón me latía a mil por horas. Chiara, esta embarazada y ese bebe es mío. Esta idea aun no termina de sembrarse en mi mente.
—¿Estas bien con la idea de ser madre?
—¿Por qué me preguntas eso? Mira antes de que me cuestiones, no estaba en mis planes quedar embarazada. Pero no te preocupes que no espero nada de ti, tan solo quería que lo supieras de mi boca. —escupe todas esas palabras, para ponerse en pie.
—Espera—la tomo de un brazo, impidiendo que se marche. —Viniste hasta aquí para decirme lo del embarazo, ahora no puedes pretender irte, así como si nada.
—¿Por qué rayos no? Solo vine a decírtelo en persona, porque considero que tienes derecho a saberlo. De modo que ya lo sabes, he cumplido con mi deber y pienso marcharme. —enuncia con voz altiva— No creas que pienso pedir algo. Soy capaz de cuidar a mi hijo sin tu ayuda.
—¿Entonces vas a tenerlo?
—Claro que sí. Mira si vas a sugerir que no lo tengas, puedes ir haciendo fila con...
—No, no voy a sugerirte eso. Nunca sería capaz de decirle a la mujer que espera mi hijo que termine con su vida. Yo asumo mi responsabilidad.
—Yo no pretendo acusarte de nada. Perdóname por pensar que serias capaz de semejante atrocidad. —murmulla—Ahora que conoces sobre la existencia del bebe. Ya he terminado aquí, como dije anteriormente.
Sin decir nada más comenzó a caminar hacia la entrada. Sí creía que vendría y soltaría esa bomba para después irse estaba equivocada. Por lo que avancé hacia ella y antes de que tomara el pomo de la puerta le di la vuelta. Nuestras miradas conectaron y, como si nuestros cuerpos fueran imanes, se enlazaron cerrando cualquier espacio existente.
Por el calor de la situación, nuestros rostros se acercaron hasta que ninguna barrera pudo separar nuestros labios. Volver a probar su boca es el paraíso para mí.
—No podemos hacer esto—menciona cuando terminamos el beso. Maldigo internamente que tenga razón. No es momentos de besos.
—Tienes razón. Es preciso que hablemos y encontremos alguna solución a todo esto.
—Ya te dije...—La interrumpí cuando vi su mirada furiosa. Otra vez malinterpreto mis palabras.
—Chiara...
—No, Zabdiel. Ya dije lo que tenía que decir. —Esta vez la dejé marchar, por su actitud entendí que nada de lo que dijera lo tomaría de buena voluntad. Así que por el momento no insistiré, pero mañana me escuchará. No creo que regrese a España hoy mismo, por lo que tengo tiempo para pensar mejor las cosas.
Aun no me he recuperado de la noticia. A pesar de ser algo inesperado y que sienta un poco de temor, porque se que nuestras vidas cambiaran, en el fondo estoy feliz de que la mujer que amo este esperando mi hijo. Aunque debo confesar que me hubiese gustado que fuese de otra forma. Pero si la vida me esta ofreciendo esta oportunidad, voy a aprovecharla para no alejarme de ella y tener una excusa viable para estar cerca.
Caminé hasta la habitación en la planta baja que utilizaba para pintar y que nadie me molestara. Llegue hasta un sillón de cuero donde me deje caer. No podía dejar de pensar en que pronto seré padre. Me rio cuando imagino la cara de emoción que tendrá mi madre una vez lo sepa. Además de la inmensa alegría que todos experimentaran, sé con certeza que esperaran que cumpla con mi responsabilidad. Porque si algo nos han enseñado a los Morgan, es a ser responsables de nuestros actos.
Aunque para ser honesto, muy poco me importa lo que puedan pensar de mí. Más allá del honor y la responsabilidad, está la cuestión de que no es cualquier mujer, es mi rubia que está embarazada y por ella soy capaz de todo.
Con una idea concreta en mi cabeza, salí en busca de Chiara. No había que ser adivino para saber dónde y con quien la podría encontrar. Así que una vez hable con Azul y corrobore que se encontraba en su casa seguí mi camino.
Después de aparcarme en la casa de mi hermano, toqué el timbre y fui recibido por mi cuñada.
—Hola, Zab. ¿Vienes hablar con la terca de mi amiga? —por sus palabras intuyo que sabe que Chiara esta embarazada y que soy el padre.
—Sí. ¿Puedes llamarla?
—No. ¿Por qué mejor no vas y hablas con ella? —cuestiona con una sonrisa extraña —Esta en la habitación de la puerta gris.
Algo confuso subo la escalera para dirigirme hacia la habitación que dijo Azul. Toco un par de veces, sin recibir respuesta, por lo que con miedo de que algo le haya pasado abro la puerta. Llevándome una sorpresa, Chiara salía del baño con una toalla envuelta en su cuerpo curvilíneo.
—¿Zabdiel, que haces aquí? —cuestiona en un hilo de voz.
—Perdón, no sabia que estabas bañándote. Azul no me advirtió.
—Azul—exclamo enojada—Hasta que por fin se la cobro. ¿Podrías por lo menos darte la vuelta, para cambiarme? —asentí, mientras me reía y hacia lo que pedía.
La escuche refunfuñar, mientras se vestía y juraba vengarse de Azul. Por mi parte me mantuve de espaldas hasta que me dio el visto bueno para voltearme.
—Te repito, ¿Qué haces aquí?
—Vine a hablar sobre él bebe
—Zabdiel, no te preocupes. Estarás informado sobre todo el proceso y si quieres estar cuando nazcas te avisare con tiem...
—¡Maldita sea, Chiara! —exploto— Escucha lo que tengo para decirte. No puedes negarme el derecho de formar parte de la vida de nuestro hijo.
—No lo estoy haciendo. De lo contrario, ni siquiera te lo habría dicho.
—Claro que sí. ¿Crees que quiero ser un padre ausente o ocasional, que solo vea a su hijo en vacaciones o alguna fecha especial? —apelo a su consciencia— Esperes o no algo de mí, ese no es el problema en estos momentos. La verdad es que tengo ciertas responsabilidades contigo y el bebe, las cuales quiero que hablemos.
—No esto...
—Chiara—clamo su nombre con toda la paciencia que puedo reunir— Ya dijiste lo que tenias por decir, ahora necesito que hablemos. Pero quiero que esta conversación sea planteada como adultos que somos.
—Está bien, hablemos. —expresa sentándose en la cama, de modo que hablaremos aquí, aunque no me importa donde sea con tal que lleguemos a un acuerdo.
—Chiara, quiero y necesito que entiendas que necesito formar parte de la vida de nuestro hijo.
—Nuestra hija. —frunzo el ceño y antes de que pregunte contesta— Aun es muy temprano para saberlo, pero siento que será una niña. —sonrió embobado pensando en una niña de cabello rubio que se parezca a ella. Chiara carraspea llamando mi atención. —¿Cómo quieres formar parte de su vida?
—En todo lo concerniente a ser un padre atento, amoroso y responsable para... ella. Estar para nuestra bebe.
—Pero va hacer complicado porque tu vives en Atlanta y yo en España. ¿Sabes la diferencia horaria que existe?
—Sí, pero solo hay una cosa por hacer para acortar toda esa distancia.
—No te estoy entendiendo, Zabdiel. ¿Qué propones?
Sonreí confiado en la decisión que había tomado y que espero que ella acepte. Me acerque hasta donde se encontraba, me arrodille y tome sus manos entre las mías.
—Que nos casemos.
Sentí sus manos temblar y su mirada llena de asombro me escudriñaba con atención.
Ya estaba. Ya todo estaba dicho. ¿Qué podría salir mal?
—Que diga que no —escuché mi voz interna soplar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro