Capítulo 15
EMMA
Para la hora de dormir, me pongo a acomodar mi cama mientras Azariel está en la cocina, sirviéndome un vaso de leche porque se me antojó cuando veníamos subiendo las escaleras.
Cuando vuelve, me entrega el vaso y yo, como si anduviera muy hambrienta, bebo todo el contenido. Azariel se burla de mí pero no le digo nada porque luego lame la leche que me quedó en la comisura de mis labios antes de besarme.
—Te tengo que mostrar algo —digo, terminando yo el beso. Lo hago sentarse en la cama y me voy desnudando para mostrarle.
Me muestra primero su ceño fruncido y después se muerde los labios. Yo le doy un manotazo.
—No seas obsceno y mira esto.
Le muestro mi vientre ligeramente abultado.
—Ya no es plano —digo y me río, nerviosa—. Están creciendo.
—Oh, Dios —Me llena de besos ese pequeño bultito y me río fuerte, porque su acción me hace cosquillas—. Eres hermosa, ¿sabes?
Me hace sentarme a horcajadas en su recazo, abriendo mis piernas para que queden a sus costados y me da un beso que me acelera todo mi interior. Luego comienza a besarme el cuello.
—Amor. —Me separo un poco. Que lo llame así hace que se detenga y me vea, sorprendido. La sonrisa que me muestra después es una que me gustaría enmarar para tenerla a un lado de mi cama.
—Le pregunté unas cosas a Isaí, dijo que podemos hacer otras cosas, no tiene que ser brusco.
—¿Le preguntaste a Isaí si podíamos tener sexo? ¡Qué pena con él, oye!
Finjo una indignación que la verdad no tengo, qué bueno que le preguntó.
—¿Qué fue lo que te dijo?
Se comienza a reír por mi pregunta.
—Bueno, te puedo tocar. —Pasa una de sus manos por el dobladillo de mis medias y se pone a halarlas. Yo me levanto un poco para que me las quite—. Y calmar tu calor.
Sus palabras intensifican ese calor del que habla.
—¿Y qué más?
—Puedo usar mis dedos despacio.
Cuando cumple sus palabras, pasando su mano por debajo de mi ropa interior hasta llegar a ese punto, suelto un gemido.
—¿Y qué hay del tuyo? —Pregunto al tiempo en el que comienza a mover su mano, abriendo más mis piernas. Me aguanto otro gemido—. Tu calor, quiero decir.
—Darte placer es el mío hoy, mi amor.
Y lo hace. Me vuelvo tan loca que ni siquiera siento culpa cuando su ropa queda tan húmeda como la mía después de todo.
***
—Mija, ya mañana es tu cita médica de los cuatro meses, ¿verdad? —Antonia pregunta. Ambas estamos comiendo solas mientras que Ernesto está en el campo, según dijo, hablaría con los trabajadores porque ya se acerca la temporada de cosecha y quería que todo fuera en orden y que eso estuviera para el aniversario, del cual ya solo nos falta decidir qué haremos de comidas y todo sobre las decoraciones. Ya es en tres semanas.
Azariel no se encuentra porque lleva en la ciudad desde hace dos semanas, con lo mismo de la cosecha, está preparándose para hacer llegar todo a las tiendas y debe estar pendiente, pero prometió venir hoy para llevarme al médico.
—Sí, estoy emocionada, al fin veremos si se dejan ver los bebés para saber qué son.
Me muestra que está tan emocionada como yo.
—¿Qué crees que sean?
—Dios, no tengo idea, solo quiero que lleguen sanos y fuertes, Antonia, sean dos niños o dos niñas, o la parejita, igual seré la mamá culeca más afortunada del mundo si nacen sanos.
—Y yo seré la abuela culeca también —Me extiende una mano para que se la tome—. Claro que si me dejas.
—¿Qué dices? Eso no está en duda, Antonia, tú eres como mi mamá.
De la nada me llegan las ganas de llorar. Este último mes mamá ha vuelto a intentar comunicarse conmigo, pero me las he apañado de tomar el valor de no responderle nada. Aunque, hace dos días, me descolocó que me enviara un mensaje que decía que me necesitaba.
—No llores otra vez, mija. —Antonia se levanta a darme un abrazo—. Ya verás que todo lo malo pasará pronto, nosotros te queremos mucho, que no se te olvide nunca, ¿sí?
Asiento cuando escucho el timbre. Antonia me dice que va a abrir y yo me limpio cada lágrima con una servilleta. Está claro que el embarazo me ha vuelto más sensible, pero por mucho que me repita en la cabeza que no, en realidad necesito ver a mamá.
—¡Ya llegué, mi amor hermoso! —Karen entra eufórica a la cocina y me abraza por la espalda—. ¿Me extrañó, verdad?
Me reparte besos por toda la cara, incluso en la boca.
—¿Pero a ti qué clase de bicho te picó? —Me río y me levanto de la silla para saludarla bien.
—Uno que se llama Louis —dice Antonia, riendo.
—¿Qué dice, Antonia? A mí Louis no me ha picado desde hace dos semanas, ha estado muy ocupado.
—No seas puerca, Karen. —Le jalo un mechón de cabello y ella me saca la lengua.
La invito a sentarse para que nos acompañe a comer y acepta con la misma emoción.
—Es que Louis me invitó al aniversario, Emma, o sea, yo de todas maneras iba a venir, pero me dijo que quería que bailáramos juntos, que pasáramos un rato mágico y no sé qué más de esas cursilerías que amo.
—No entiendo por qué aún no son novios.
—Exclamó la que no es capaz de llamar a su relación con Azariel una relación de novios o futuros esposos.
—No somos futuros esposos. —No hallo nada con qué defenderme.
—Ah, pero apuesto media teta a que Azariel ha da tener por ahí escondido un anillo que no te quiere mostrar porque tú aún le dices que ser pareja es precipitado.
Como Antonia no tenía idea de esto, bajo la cabeza cuando me ve. Ella nos ha visto muy unidos y hasta está enterada de que dormimos juntos, y eso porque Azariel mencionó cosas sobre yo destapándolo o yo tomando su lado de la cama.
—Es difícil para mí aún, Karen.
Antonia sonríe, comprendida.
—Las personas no necesitan de un documento o una etiqueta para quererse mucho, hijas. —Se levanta para dejar su plato en el lavatrastes—. Solo hay que tener claro que el respeto que se deben tener mutuamente es algo que nunca debe perderse.
—Ay, Dios, Toñita, adópteme. —Karen suelta un chillido—. Mi mamá me dijo que si no me casaba este año me quedaría a vestir santos. ¡Y a mí me gusta desvestirlos!
—Karen. —La reprendo pero también me río.
—Ya, ya, peco de ser mal hablada, así me amas, Em.
—Por supuesto.
Terminamos de comer y pasamos a la sala. Yo me siento y me arropo con unas mantas que siempre dejo ahí justo cuando la puerta vuelve a ser tocada. Antonia se acerca rápido y abre, creyendo que es Azariel. Aunque yo misma le descarto la idea, recordándole que él no toca la puerta, solo la abre.
Y lo confirmo cuando, tras la puerta, hay un rubio con lentes de sol y su inconfundible ropa de marca, haciendo una leve mueca de asco.
—¿Y tú qué vienes a hacer aquí? —Karen es la que habla, porque yo no puedo. Incluso ella se levanta para enfrentarlo.
Es Fernando. De verdad, ¿qué hace aquí?
—Emma. —Entra sin ser invitado y se acerca hasta mí, hincándose. Yo aún no puedo creer que esté aquí—. Amor, perdóname, por favor.
Miro a Karen y a Antonia con el ceño fruncido, preguntándoles con la mirada si ellas también escucharon lo que dijo.
—Tu madre está loca, vuelve conmigo.
Antonia y Karen comienzan a reírse y yo me contagio porque de primer plano no puedo creer que haya venido hasta aquí a decirme severa estupidez.
—¿Por qué dices que está loca, Fer? —Pregunto. Karen ahora se cubre la boca para no reírse fuerte por mi tono burlesco que no puedo evitar.
—Está embarazada.
La risa se me va, incluso a Antonia y Karen.
—¿Y la dejaste?
—Sí, hace un mes, tiene dos meses, te he estado buscado, no sabía dónde estabas pero recordé que me habías hablado de este... ranchete.
Su respuesta me hace arrugar la nariz por muchas razones. Ranchete. Pendejo.
Ahora que lo pienso, eso podría explicar por qué mamá dice "necesitarme".
—¿Cómo pudiste dejarla embarazada?
—Ese escuincle no es mío.
Karen está a punto de saltar a golpearlo, pero Antonia la detiene.
—No puedo creer que hables así de tu hijo, ¿cómo puedes negarlo? Se casaron hace tres meses, Fernando, por supuesto que es tu hijo.
—Emma. —Se quita los lentes, noto unas ojeras medio marcadas y los ojos ligeramente rojos. Se lo ha estado cargando la fregada, se le ve—. Yo no puedo tener hijos, me hice la vasectomía a los dieciocho años, yo nunca he querido hijos. Así que es imposible que ese chamaco sea mío.
Mi boca se abre desmesuradamente y después, lo que descoloca a Fernando, es la risa escandalosa de Karen, yo trato de no reírme.
—En tu jeta, perro. —Antonia la sigue deteniendo cuando lo señala con el dedo—. Te engañó y te lo mereces, perro, por perro.
Fernando baja el cabeza, visiblemente dolido.
—Me engañó con papá, él me lo confesó cuando le fui a contar de su embarazo, incluso ella lleva este tiempo viviendo con él... fueron cínicos.
De nuevo silencio. Dios mío, mi mamá se fue por el pez gordo, ni siquiera amaba a Fernando, por supuesto que solo le interesaba el dinero.
—Lo siento mucho, Fernando —digo sincera y pongo una de mis manos en su hombro—. Pero que ella te haya hecho lo mismo que ustedes me hicieron a mí no te da la libre para que quieras venir a pedirme que volvamos a estar juntos.
—Sí, perro. —Karen se vuelve a poner agresiva—. Todo pendejo vienes a hablar de cinismo cuando a ti te valieron madre los sentimientos de Emma. Te mereces eso y más, piche bato, eres colágeno y plata andante, por eso Emilia estaba contigo.
—Además. —Aclaro mi garganta—. Pensándolo bien, qué bueno que nos hayamos separado, yo si quiero ser madre. Y, de hecho, lo voy a ser.
Quito las mantas y le muestro mi abultado vientre.
La cara que me muestra es de indignación y después enojo.
—No puedes hacerme esto, Emma —Se levanta y comienza a pasarse las manos por su cabello—. ¡Tú no, Emma, por favor!
—¿Qué derecho tienes de decir eso, pendejo? —Karen por fin logra zafarse de Antonia y se acerca.
—Tú cállate, perra. —La empuja, tirándola al suelo. Comienzo a entrar en pánico cuando justo la puerta se abre al momento en el que comienza a jalonearme a mí de los hombros para intentar tirarme al suelo a mí también.
—¡Emma, por favor!
—¡Suéltame!
—¡Suéltala, cabrón!
Siento cómo Fernando es jalado por cuatro brazos y luego veo cómo termina en el suelo, siendo recibido con un puñetazo de Louis y después Azariel le da otros más que ni cuento. Ernesto incluso está con nosotros, pero, más razonable, lo levanta, empujándolo afuera. Fernando ya tiene la boca llena de sangre cuando me grita.
—¡No puedo creerlo de ti! —Me señala y escupe un poco de sangre. Yo me levanto para gritarle pero no puedo, me siento mareada—. Eres como tu madre.
—¡Lárgate de mi casa, hijo de puta! —Azariel le grita fuerte, tanto que mis oídos retumban. El mareo aumenta—. ¡No vas a volver a acercarte a mi mujer en tu perra vida, cabrón!
Alcanzo a notar una cara de sorpresa de Fernando y más rabia. Karen se acerca a mí al tiempo en el que Fernando le dice un insulto a Azariel.
—¿Quieres que te rompa más el hocico? —Azariel le devuelve más insultos, diciéndole que no lo quiere volver a ver en la finca o llamará a la policía porque estuvo a punto de agredir una mujer embarazada. Su mujer embarazada.
—Azariel, para, Emma se siente mal. —Alcanzo a oír a Karen antes de desmallarme en sus brazos.
***
Despierto en mi cama, oliendo alcohol que pronto noto que Antonia pasa por mi nariz. Estornudo y trato de incorporarme, buscando con la mirada a Azariel, quien de inmediato se acerca a abrazarme. Antonia sale al asegurarse que estoy bien. Desde la puerta me giña el ojo y no entiendo nada.
—¿Te hizo algún daño? —Pregunta Azariel, alterado.
—No —digo rápido—. ¿Y Karen?
—Ella está bien, amor, está abajo con Louis, solo fue la caída, no se hizo daño.
Comienzo a llorar, pensando en tantas cosas. Entre ellas qué hubiera pasado si Azariel y Louis no hubieran llegado en ese instante. Fernando seguramente me hubiera hecho algo más que zarandearme.
—Está bien, Emma, ese imbécil no va a volver a venir, porque si lo hace no tendré compasión de nada. Nadie toca a mi familia.
Mi familia.
—¿Tu familia?
Mi corazón late como un loco.
Su familia. Yo soy su familia. Mis bebés y yo somos su familia.
—Por supuesto que mi familia, Emma. —Me separa y me besa la frente. Yo hasta dejé de llorar de la impresión.
—Te amo a ti —suelto como si con sus palabras me estuviera planteando sus dudas. Él me sonríe.
—Yo también te amo, Emma. —Me da un pico—. Mañana es un gran día, no te quiero ver mal, así que no pensemos más en ese pendejo. Es más vamos a la sala, Louis te trajo unos regalos.
***
Llegamos al médico justo a la hora. Como ya es una total costumbre, Azariel entra conmigo a la cita.
La doctora que está esta vez nos saluda con una gran sonrisa.
Tras un par de palabras, me pide recostarme en la camilla, preparando ella misma las cosas para el ultrasonido. Cuando todo está listo, comienza con el procedimiento, meneando el aparato en mi vientre.
Toda la noche no podía dejar de pensar en este momento. Azariel se mantuvo diciéndome que, si se dejaban ver, nos iremos directamente a la ciudad a comprarles de todo. Incluso me platicó que, después del aniversario, mandaremos a hacerle una cuna para los dos y por supuesto que he aceptado luego de negarme un par de veces.
—Bien, creo que se están dejando ver perfectamente —comenta la doctora con una gran sonrisa y yo me emociono tanto que comienzo a llorar—. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, una niña.
Miro a Azariel ampliarle su sonrisa a la pantalla donde se ven nuestros bebés y después mirarme a mí, articulando un "es una princesa" con los ojos igual de llenos de lágrimas como los míos.
—Y el otro es un niño, tendrán a la parejita. Felicitaciones.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro