Capítulo 13
EMMA
Hoy estoy completamente sola. Azariel tuvo que ir a la oficina porque hoy sí requería estar allá debido a que tenía que estar presente en una junta y yo no quería estar subiendo y bajando, por lo que rechacé su propuesta de quedarme en el ático hasta que él terminara.
Aprovecho mi soledad para llamar a Antonia. No puedo ni siquiera limpiar la casa porque Azariel se encargó de todo desde las cinco de la mañana, asegurándome de que lo hacía para estar completamente seguro de que no hiciera nada hoy.
—Hola, mija, buenos días, ¿cómo amaneciste?
Llevo tres semanas aquí, llamarla a diario ha sido mi sana costumbre. Antonia es acogedora y todos los días me responde como si llevara años sin hacerlo.
—Bien, ¿y ustedes?
—Muy bien, estamos con los preparativos para la fiesta de aniversario.
—¿Aniversario?
—Oh, aún no te lo dijo.
Suena como si la fuera a regañar y yo, que tenía tiempo sin escuchar de esa fiesta, siento que daré un salto de felicidad.
—¿Qué dices? ¿Prepararemos el aniversario del campo?
Cuando me incluyo, la oigo soltar un suspiro de alivio.
—Yo había sugerido no hacerlo por lo de sus padres, pero hablamos con Azariel y dijo que te lo diría, son los treinta años, le haremos un honorifico a ambos.
Siento que voy a llorar. La fiesta de aniversario del día que papá decidió que trabajar en sus tierras era un sueño que no dejaría de cumplir por nada del mundo y, con esfuerzos, logró lo que tanto quería y, al día de hoy, sigue creciendo.
—Este año será una gran celebración, Azariel me dijo que a lo mejor mañana volvemos a la finca, ¿el aniversario es en tres meses, no? ¡Te ayudaré con los preparativos!
Antonia me platica lo que llevan avanzado, incluso me dijo que, como estaba justo en la ciudad, mandara a hacer invitaciones para poder enviarlas a los trabajadores y a los asociados. Hablamos por una media hora más hasta que suena el ascensor y, pensando que es Azariel, voy rápido a la entrada. Se me hace raro que haya vuelto tan temprano, pero supongo que la junta no fue tan larga como lo pensaba él.
—¡Emma! —Llega hasta mí y me rodea con sus brazos. No es Azariel, ni siquiera Louis quien es la única persona que tiene la clave también.
Es Karen.
—¿Qué haces aquí? —Me cruzo de brazos y no permito que siga abrazándome.
—Louis me dijo que viniera a cuidarte y tu novio... ¿Azariel? Estuvo de acuerdo.
La tranquilidad con la que lo dice, me provoca nauseas.
—No necesito niñera, gracias —Le señalo el ascensor para que entienda que quiero que se vaya, pero eso la hace llorar a tal grado de terminar hincada, pidiéndome disculpas.
—¡Lo que dije estuvo mal, no tenía idea de nada! Tu mamá me dijo tantas cosas... ¡Pero pinche vieja maldita y descarada!
Sé que mamá le mintió, pero que esté aquí como si nada me confunde totalmente.
—Si quieres te explico todo, ni siquiera te dije por qué estaba tan enojada ese día, solo te dije que tu mamá me había dicho la verdad, ¡pero todo resultó ser una mentira! Me puedes echar después de eso si quieres.
—Primero dime por qué Louis pensó que podría mandarte aquí.
Solo le dije que íbamos a la misma universidad, y al que le dije la verdad fue a Azariel. De pensar que él le dijo todo me irrito, pero trato de guardar compostura cuando ella habla.
—Le conté mi lado de la historia, sin saber que él te conocía, claro, llevamos tres semanas saliendo. Y pues le dije tu nombre y él me dijo que eras la novia de su socio.
—No soy su novia. —La irritabilidad es remplazada por la vergüenza. Karen suelta una risita.
—Entonces solo vas a tener gemelos de él, vives con él y probablemente te lo coges duro todas las noches.
—Para tu información, el doctor nos prohibió tener sexo porque enfermé hace tres semanas.
La desgraciada se ríe abiertamente, y yo, que aún no tengo su verdad retumbando en mis oídos para entenderla, me molesto y le insisto que me diga qué fue lo que mamá le dijo.
—Vale... ella me dijo que le decías cuánto me odiabas y lo hipócrita que era al celebrarte el matrimonio si se me notaba que quería quitarte a Fer... Wey, no mames, en ese instante me sentí tan mal, traicionada, creí que eras mala conmigo, que estabas loca y que lo decías sin saber nada. A mí ni me gustaba Fer, es más, me cae mal el perro malparido, solo lo aprobaba porque creía que lo amabas y yo sentía que tu felicidad para mí era prioridad.
Siento que voy a llorar, pero me aguanto.
—Jamás dije eso, Karen —digo bajito, pero ella me alcanza a oír.
—Lo sé, Em, tarde me di cuenta, pero no te encontraba por ningún lado. La maldita de tu madre tuvo el descaro de mandarme una invitación de su boda a mi trabajo, de hecho se la envió a Silvia, a Malena y a Pablo y Julio, ellos reaccionaron como yo. Leí la puta invitación como diez veces porque creía que leía mal que dijera "Emilia" y no "Emma" al lado del nombre de Fernando, me enojé tanto ese día y la encaré en su casa. ¡Me la desgreñé, Em, no manches!
—¿Le pegaste a mi mamá?
—Sí, perdón... ¡Pero es que es una desgraciada! Fui a preguntar primero por ti, estaba muy tranquila, hasta me saludó como si fuera mi súper amiga la vieja ridícula, cuando me dijo "debe estar en casa de su estúpido padre, se murió el viejo" me emputé y le metí un putazo Dios y después la jaloneé del pelo así. —Hace la seña con ambas manos, incluso mostrando una cara de enjundia que me hace imaginarme el momento—. Creo que le arranqué cabello. ¿Cómo puede ser tan insensible? Si a mí, que no conocí a tu padre, me dolió tanto que lo perdieras.
Comienza a llorar más y me contagia, así que acepto los brazos que me extiende y me hinco con ella, abrazándola.
—Perdóname, Em, fui muy estúpida al caer en sus mentiras, tú no eres como ella dice, eres la persona más maravillosa que conozco.
Me siento terrible, sin embargo, mi pecho se siente un poco mejor. Cuando ella me dijo que era una mala amiga, no entendí nada, pero sufrí como si yo fuera arruinado nuestra amistad sin darme cuenta.
—Está bien, te pondré a prueba. —Intento aligerar el ambiente y me separo, limpiándome las lágrimas—. Bésame los pies y te perdono todo.
Ella suelta una gran carcajada que sigo al instante. Esa es nuestra broma grupal, con nuestros amigos siempre decíamos eso cuando nos disculpábamos hasta por chocar por accidente.
—Te extrañé —dice—. Siento que me va a faltar media vida para disculparme, no merezco que me perdones tan rápido.
La invito a comer para calmarnos un poco. Mientras hacemos la comida, me cuenta que nuestros demás amigos quieren disculparse y hablar, pero ninguno había podido dar conmigo.
—Estoy viviendo en la finca de papá... bueno, y aquí.
—Con tu guapo novio.
—No es mi novio. —Pongo los ojos en blanco—. Pero parece que eres nueva, ¿eh? Es "el susodicho".
Me mira, achicando los ojos. Yo intento que no me delate lo nerviosa que me pone la situación, ya sé lo que me va a decir.
—¿El vaquero de tus sueños húmedos, puerca? ¡Santísimo, no me acordaba de él! O sea, incluso hablaste de él en el compromiso, y yo ni recordaba que se llamaba Azariel, ¡y ahora se han vuelto a ver! Necesito que me cuentes, Dios, me va a dar algo. —Pone dramática una de sus manos en su pecho y después me ve con ternura—. Amor mío, el hombre de tu vida, ¿y me dices que no es tu novio? Caray, y aun así vas a tener gemelitos con él.
—Las cosas han sido una locura, Karen, pero no voy a negarte que lo amo tanto, siempre te lo dije, Azariel ha estado en mi corazón desde que nos conocimos, quizá al principio lo vi como un amigo, pero mis sentimientos han sido los mismos, haber estado con Fernando fue para mí una salida a todo... esto.
Le cuento con pelos y señales todo, ella comenta con cada escenario que le cuento y hasta yo le acepto las cosas que sentí en cada momento. Karen me abraza cuando llego a la parte de mis miedos.
—Los años no maduran a la gente —digo, entre lágrimas—. Lo hacen las cosas por las que pasan todos los días, a veces no sucede, pero las malas decisiones nos hacen daño y cambiamos la perspectiva de ver las cosas.
—Oh, Em. —Soba mi cabeza—. Ese hombre te ama, no lo dudes, por supuesto que no se está vengando de ti ni algo por el estilo, se ve en sus ojos que se preocupa genuinamente por ti.
Me cuenta que antes de venir acá él justo le dio instrucciones y su número personal para que avisara si me sentía mal o algo.
—Bueno. —Nos separamos y limpio mis lágrimas, necesito pensar en otra cosa porque esto me va a hacer daño nada más—. Mejor cuéntame de Louis.
En seguida noto cómo sus blancas mejillas se ponen lo suficientemente rojas como para entender muchas cosas.
—Emma, ese hombre es tan... Dios, mío, aún me duele la vagina.
—Eh, esa información no era necesaria, gracias.
—Claro, claro. —Se ríe—. Creo que me gusta mucho, pero nos conocemos hace apenas unas semanas, fue bien loco, me invitó a salir cuando le menté la madre en la oficina de mi trabajo, estaba ahí para resolver algunas dudas sobre unos contratos de futuros socios, se portó bien mandón respecto a hacer las cosas rápido, le dije que no era máquina y me preguntó el por qué me habían recomendado si no era eficiente. Me enojé y le dije de todo. Al día siguiente fue a disculparse, Azariel lo había regañado, según me dijo, y además estaba teniendo un mal día. Le dije que no justificaba su comportamiento y luego me invitó a salir para remendar el error.
—No es muy de ti aceptar citas tan precipitadas, pero te gustan los tipos raros, así que entiendo.
Las dos nos reímos.
—Acepté porque tenía meses sin sexo, en realidad, pero al momento me agrada mucho estar con él, creo que le diré que seamos novios, ¿crees que me diga que sí?
—Yo digo que si le pides matrimonio acepta también, se ve enamorado.
La ilusión en su cara trata de disimularla revisando sus uñas.
—Lo pensaré.
Una hora más tarde, estoy de nuevo sola. A Karen la llamó su madre porque necesitaba algo y se fue, prometiendo llamarme. Azariel aún no llega, por lo que decido irme al cuarto de juegos del que me habló la semana pasada. Hay de todo, desde juegos de mesa hasta videojuegos. Es la primera vez que entro, me siento tan aburrida.
Me pongo a jugar un videojuego de carreras y después llama a mi atención uno de peleas con el que juego contra la máquina y llego ganar solo dos veces. A la tercera perdida, escucho una risa atrás de mí. Azariel ha vuelto.
—Hola —me saluda desde la puerta—. ¿Te estás divirtiendo?
—La verdad no, es frustrante perder contra la máquina.
Él suelta una risita y yo dejo el control donde estaba para apagar todo.
—¿Cómo te fue?
Termino de apagar la televisión y me le acerco. Cuando estoy frente a él, me toma de la cintura y me da un pequeño beso en los labios.
—Bien, ya puedes ir empacando para volver a casa mañana.
A casa. Me encanta cómo suena. Le muestro mis dientes en una sonrisa. Al fin volveré a mi verdadero y único hogar... aunque sea por unos días, aún no he hablado con Azariel sobre si querrá volver a traerme para la ciudad. Sé perfectamente que esto lo hizo para que yo no moviera ni un dedo para trabajar allá, pero soy consciente de que debo reposar por el bien de mis bebés, por lo que intentaré convencerlo. Aunque claro, si me trae con él tampoco me voy a quejar.
—Empacaré más tarde. —Lo llevo conmigo a la sala—. Gracias por dejar que Karen viniera, hablamos.
Sentados en el sofá, le cuento todo lo que hablamos. Incluso lo de mamá en el suelo, siendo acribillada por Karen. Su risa es como música para mis oídos, pero yo trato de no contagiarme y le pido que no se burle.
—Karen se me hizo amigable, ahora quiero que sea la madrina de nuestros hijos, ¿no crees que es buena? Los cuidaría muy bien. —Vuelve a reír—. Lo siento, mi amor, pero me alegra que le haya dado un estatequieto, le hacía falta.
—Bueno, pensando de ese modo, supongo que siento una especie de satisfacción.
Por fin me río con él. A lo mejor es muy cruel de mi parte, pero de algún modo, siento que Karen hizo lo que probablemente debí o deseé hacer, mamá merecía eso, por fallarme y lastimar a la única persona que ha estado para ella en todo: yo.
—Cambiemos el tema por favor.
Él acepta mi petición.
—¿Tienes hambre? —Pregunta, invitándome a la cocina—. Cocinaré algo, solo me comí los tacos que la señora Lourdes nos hizo a Louis y a mí y eso fue temprano.
Comienza a sacar algunas cosas para empezar.
—Has salchipapa.
Me siento en un banco cerca de la barra y le muestro la cara con la que últimamente he intentado convencerlo de que me cumpla mis extraños antojos, cuando parece no querer hacerlo. Hace días, lo desperté en la madrugada porque quería un jugo de durazno y helado de limón. Cuando volvió, ya no se me antojaba nada. Parecía indignado, pero luego se rió de la situación y nos volvimos a dormir.
—Está bien. —Prepara los sartenes y antes de empezar, me da un jugo de naranja.
—¿No tuviste parejas en este tiempo? Si dices que no, no te voy a creer. —Intento iniciar alguna conversación. Tenía esas dudas desde que le acepté mis sentimientos, no se lo había preguntado porque no me incumbía en realidad, pero no pude evitarlo ahora.
Él se ríe.
—Tuve dos novias. —Pica las salchichas mientras me cuenta—. Con una duré un año y con la otra tres. Con la de un año, no funcionó porque ella quería cosas que yo no como viajar por el mundo y documentarlo todo, o sea, sí me gustaría viajar, pero prefiero disfrutar el momento, no presumirlo.
—Entiendo, ¿y la otra?
Bebo de mi jugo para que no note mi urgencia. De verdad no me incumbe, pero quiero saber.
—Se molestó conmigo porque jamás le pedí matrimonio y me dejó. —Echa las salchichas al sartén previamente puesto a calentar en la estufa—. Creí que estábamos bien sin eso, pero ella no. Y eso es todo.
—¿Entonces eres de los que no creen en el matrimonio? —Trato de no atragantarme con mis propias palabras.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Estás interesada en casarte conmigo?
No me mira, pero noto en su voz que debe estar teniendo una sonrisa en su rostro.
—No empieces. —Mis mejillas están calientes, pero trato de guardar compostura.
—Bueno, al menos no dijiste que no.
—Tampoco dije que sí.
Me mira un segundo y hace un gesto como burlándose de mis palabras.
—A tu ritmo, Emma, no hay que irnos tan lejos si no quieres eso todavía.
—Soy demasiado lenta, perdón. —Me río y me muerdo los labios para lo siguiente—. Aunque ser tu esposa suena tentador.
Detiene el movimiento del sartén, pero no se gira, solo suelta una risita que sigo. No hay palabras, ambos nos entendemos ahora.
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