Capítulo 11
EMMA
Siento un ligero meneo en mi hombro.
—Ya llegamos a mi departamento.
Levanto la cabeza, encontrándome con un entorno que conozco. Abro los ojos sin poder creerlo y los tallo para confirmar.
—¿Dónde vives?
—En este edificio —Me lo señala y por un momento no le creo, pero cuando me insta a bajar y acercarnos a la puerta, lo veo saludar a un par de personas que salen de ahí.
Entramos, siempre había querido entrar a esta torre de departamentos, de hecho, soñaba con vivir aquí... con Fernando.
Azariel me lleva hasta el ascensor. Estando dentro, lo veo tocar el botón que da justo al último piso y después pone una clave que incluso me la paso repitiéndola hasta que el ascensor se abre: 1705... ¿Diecisiete de mayo; el día de mi nacimiento? Debo estar alucinando.
—Tengo ropa de dormir que puedes usar —comenta mientras deja las llaves en una barra y camina hacia una habitación. Yo me mantengo observando todo, el lugar es enorme... demasiado para una sola persona.
Lo sigo hasta la habitación. Siento que me mareo nada más entrar, todo huele a él, maldición.
—¿Dónde está el baño? —Pregunto, acercándome a la puerta que deduzco es la del baño, pero resulta que no es, es un cuarto como de juegos, hay una mesa de billar en medio del lugar.
—Por acá —Me guía a una puerta del otro lado de la habitación, la abre y creo que el baño es casi del tamaño de la habitación, hay una bañera pero también hay un apartado donde hay regadera. El baño de mis sueños, caray.
—Qué fino. —Mi comentario lo hace reír.
—¿Me creerías si te digo que lo único que he hecho aquí es lavarme los dientes? En la oficina pusimos una regadera en el ático del edificio, incluso una habitación completa.
—¿Hace cuánto que vives en este edificio? —Creo que nota mi preocupación porque se me acerca más.
—Dos años, aunque me la llevo más en la oficina, por eso me baño allá, incluso he dormido allá.
—Vaya. —Me río, aunque más bien quiero gritar de una especie de impotencia—. Yo vivía en el edificio de enfrente, ¿cómo es que nunca nos encontramos?
—¿De verdad? —Abre exageradamente los ojos—. Espera... ¿vivías ahí con tu madre o con tu ex?
—Con mi ex, Fernando es hijo del dueño, así que incluso íbamos a vivir ahí pero en el ático luego de casarnos... ahora vive ahí con mi mamá, supongo. Se casaron la semana pasada.
—¿Cómo sabes eso?
—Me invitaron. —Me encojo de hombros.
Mi madre en realidad quería comunicarse conmigo la muy desgraciada para invitarme a su boda. El sábado pasado, me llamó en la mañana y yo, pensando en que sus insistencias eran para saber de mí, le contesté. Me dijo que "deseaba que yo estuviera en su día especial". Lo tenía en altavoz porque estábamos Antonia y yo preparando el desayuno de los trabajadores, Antonia escuchó y se enojó tanto que tomó el teléfono y colgó. Ni siquiera le reclamé, más bien me hizo darme cuenta que me estaba afectando que me llamara para eso. Lloré esa mañana, ni siquiera porque se fuera a casar con mi ex, lloraba porque ni siquiera le preocupaba dónde estuviera.
—Esa mujer no tiene vena de madre —dice Azariel, bufando.
—Me da igual, ¿sí? —Tomo la ropa que trae en sus manos, la que supongo que es la que encontró para mí y después lo intento tranquilizar con la mirada—. No me afecta más, Antonia ya me dijo que pensar demasiado en ello y torturarme con pensar que mamá no me quiere, le hace daño al bebé... a los bebés.
Apenas analizo por completo que son dos.
—Dios, son dos. —Siento que se me va un segundo el aire y después me río—. No te lo dije, pero Isaí dijo que todo está en orden con ellos, al momento.
—Eso me alegra mucho —Besa mi frente y después me da un pico en los labios—. ¿Te preparo algo de comer mientras te bañas?
Asiento, sintiéndome roja de la cara y me alejo un poco de él.
—Gracias —Le devuelvo el pico y eso parece descolocarlo, pero me sonríe.
Entro al baño y suspiro. No sé cómo me siento o cómo me debería sentir, pero sé que lo que sea que siendo ahora mismo, está a flor de piel, mi corazón no ha dejado de estar acelerado desde que nos despedimos en la finca, y cada vez que me llamó se intensificaba hasta que terminaban las llamadas. Me emociona el hecho de que se preocupe tanto por mí, que aunque me molesta ser sobreprotegida, me sienta segura y amada.
Amada.
Tengo mi ser lleno de miedos a todo. No quiero salir lastimada otra vez, ¿y si él lo está haciendo por alguna clase de venganza? No puede amarme de nuevo de la noche a la mañana. Nuestros hijos nos son pegamento, como dijo Antonia cuando le hablé de lo que me dijo esa noche, pero que Azariel es buen hombre, no un mentiroso ni alguien que diga cosas que no siente. Que seguramente era verdad. Que sus sentimientos por mí jamás cambiaron con los años.
Los míos estaban reprimidos. No pude decírselo a ella, no pude confesarle que pasaron muchos años antes de que me rindiera, que pasaron muchos años para cuando dejé de decirle a mamá que quería ver a mi padre y secretamente deseando ver a Azariel, que pasaron muchos años antes de que decidiera dejar de pensar en él, que nunca salí con nadie hasta que conocí a Fernando en la universidad y mamá insistía en que era buen partido porque era hijo del dueño de toda una cadena de hotelería y torres de departamentos en la ciudad.
Jamás dejé de amarlo, pero... ahora es distinto.
Salgo del baño con la camisa de Azariel, los pantalones de pijama por supuesto que no me quedaron, así que salgo solo con la camisa y bóxeres.
Él aun parece estar en la cocina, por lo que decido acostarme en la cama y taparme con las sábanas, solo ahí siento lo agotada que estoy.
Unos minutos después me trae un plato de verduras hervidas, una soda de lima y un plato de pepino picado con sal y limón.
—Tuve que llamar a Antonia, no sabía que podría cocinarte y el internet me daba platillos gourmet de unas tres horas de preparación.
Quita su camisa blanca y se acerca al armario cuando comienzo a comer. Se mete al baño y después escucho la regadera.
¿Será buena idea estar aquí? No solo por el hecho de estar expuesta a que mi madre y Fernando me vean, sino por estar más cerca de Azariel. Digo, he tomado las decisiones más alocadas en las últimas semanas, no quiero seguir arruinándolo, no quiero seguir metiendo la pata y fingir que esto no me traerá consecuencias. Y tener dos hijos del hombre que he amado casi la mitad de mi vida es la más grande hasta ahora.
Sonrío como estúpida y toco mi vientre. Dios, aún no puedo creerlo, hay dos vidas creciendo dentro de mí.
—Desearía tanto que sus abuelos, Elías e Inés, estuvieran aquí para conocerlos, mis bebés. —Las lágrimas salen sin aviso, pero sonrío. Quizá no estarán aquí para conocerlos, pero yo me encargaré de contarles lo maravillosas personas que fueron.
Aparto el plato para cuando Azariel vuelve y lo dejo en el buró al lado de la cama. Él lo toma y lo lleva para la cocina, después vuelve para desearme las buenas noches, avisándome que dormirá en el sofá de la sala.
—¿No ibas a dormir conmigo? —Cuando veo que frunce el ceño, escondiendo una sonrisa, me arrepiento de lo que digo—. Digo, está bien, que descanses, buenas noches.
Me acomodo, dándole la espalda. ¿Por qué demonios le dije eso? No estoy pensando con claridad, seguro es por la medicación. Ni tú misma te crees eso, Emma.
Siento cómo se inclina la cama sabiendo que se está acostando atrás de mí. Ni siquiera protesto cuando me toca una nalga, descubriendo que no llevo el pantalón de pijama.
—No quería dormir contigo porque me di cuenta que lo dejaste en el baño —dice, con un tono reprimido.
—No me quedó —Me acurruco mejor en su cuerpo. La necesidad de su calor me nubla la razón.
—Te compraré una a tu medida mañana. —Menea su mano en círculos. Lo que me provoca un suspiro.
—Isaí nos prohibió tener sexo por un mes —digo, haciendo un puchero y obligándolo a quitar su mano.
—No íbamos a tener sexo —susurra en mi oído y el maldito se ríe—. Solo te quería tocar.
—Pero me da calor, compórtate, Azariel.
Nos reímos los dos. Cuando nos detenemos, me giro despacio para quedar frente a frente.
—La otra noche quería decirte algo, pero no encontraba el momento.
—Dime. —Me acaricia a cara, esperando.
—En realidad me fui de la finca porque no quería que fueras mi hermanastro, no por la relación de nuestros padres.
Se detiene y me mira a los ojos, no tiene ninguna expresión, pero sé que, en el fondo, sabe que esa excusa es peor que la de "no quiero que mi padre se case". Sigo hablando.
—No quería que nos comportáramos como hermanos, tampoco quería ocultarme más. Cuando papá anunció su relación y compromiso con tu madre, vi más lejos la posibilidad de mantener nuestra relación en secreto y sacarla a la luz iba a ser un problema.
Lo veo tragar saliva.
—No quería ser tu hermanastra, quería ser tu esposa, la madre de tus hijos, y pensar que en eso se vería mal, me hizo entrar en pánico, después me enojé. Tenía dieciséis años, no me justifico con eso, pero no razonaba las cosas hasta ahora.
"Debimos hablarlo", espero que me reclame y cierro los ojos, recargándome en su pecho, "no debiste huir de la verdad".
Pero nada sucede más que un abrazo y un beso en la cabeza.
—Tendrás a nuestros primeros dos hijos, ¿es un avance, no?
No soy capaz de decir nada, aun así, él no me deja y, sintiéndome menos pesada de algún modo, me duermo con su olor impregnando mi nariz. Es relajante y maravilloso.
***
Me despierto con un ruido extraño: alguien grita, emocionado, y, cuando me inclino para ver, un desconocido, enfundado en un elegante traje negro, está en la puerta de la habitación, sonriéndome.
—¡Comadre mía! —Se me acerca y me abraza unos segundos antes de ser separado por Azariel.
—Louis, no la alteres. —Está atrás de él con una tabla con comida en una mano mientras con la otra trata de controlar a Louis.
—Ucha, cómo eres, solo quería conocerla y saludarla. —Me mira de vuelta, extendiéndome la mano—. Soy Louis Dessens, mano derecha de Azariel, su socio y también el futuro padrino de tu hijo o hija.
—Oh, sobre eso. —Azariel llama su atención—. Son dos, justo ayer lo supimos.
Louis parece que se va a caer de la impresión.
—¡Soy adivino, caray! —Alza sus manos al cielo—. A ver, ahora diré que me casaré con Karen, chance también lo atine.
Me río. A Karen sí le gustan los tipos así... esperen.
—¿Karen qué se llama tu novia? —Pregunto, aclarando mi garganta.
—No es mi novia, apenas salimos, pero fue maravilloso, me casaría con ella sin duda —Louis parece todo un soñador—. Se llama Karen Soler.
—Entonces a lo mejor se te cumple el augurio, a ella le gustan los tipos como tú... raros.
Louis primero se ríe antes de analizar lo que digo.
—Ya me agrada —Le dice a Azariel—. ¿De dónde conoces a mi Karen, comadre?
Suspiro. Creo que debo aprender a no soltar tanto la boca. Ya no puedo decir que es mi mejor amiga, ella me abandonó por las mentiras de mi mamá, ya no es nada mío.
—Fuimos a la misma universidad.
Azariel nota mi malestar, por lo que pide a Louis ir a la cocina para desayunar. Louis no se va sin antes decir que deberíamos reunirnos los cuatro alguna vez.
—Ernesto ya te trajo la ropa, ya la acomodé en el armario —informa, poniendo la tabla en mis piernas.
—Gracias, pero no era necesario ponerla en el armario, ni que fuera a vivir aquí para siempre. —intento hacerlo como una broma pero él no se ríe, más bien me sonríe, esperanzado. Suspira.
—Quién sabe, a lo mejor lo estoy augurando con ponerla ahí.
No me deja protestar porque el desgraciado huye de mis reclamos. De solo pensarlo, una sonrisa de tonta aparece en mis mejillas.
Mi yo de dieciséis añosestá celebrando y se siente afortunada ahora mismo. Mi yo de veintiséis, larazonable y madura ahorita no está disponible.
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