Capítulo 5: La suerte del principiante
Le había llevado dos horas.
Dos malditas horas poniéndome un amasijo de cables y varas de metal en la espalda.
Y durante todo ése tiempo, yo sólo pude esperar mordiéndome la lengua.
Al parecer, y por lo que había descubierto, esa chica era una psicópata entrometida en los asuntos de los demás con un exo-no-se-qué puesto todo el día.
Una psicópata muy fuerte e inteligente.
Añadamos éso a la lista.
Científica loca.
Así les había dado una paliza a Robert Stevenson y a sus amigos. Con ayuda de aquella cosa.
Se vé que era una especie de armadura, a lo Iron Man, que hacía que fuese endiabladamente fuerte.
Sólo me faltaba volar para que un abogado de Marvel viniera y me dijera algo cómo: "Estás infringiendo los derechos de autor de Iron Man, por favor, páganos una multa muy extensa y puede que también tengas que cumplir un tiempo en cárcel"
Razón de más para tener una identidad secreta.
Un momento.
¿En serio me estaba planteando la idea?
¿Hacerme un superhéroe?
Eso era absurdo.
Los malos siempre ganan en la vida real. ¿Para qué luchar en el bando del bien?
Un momento, esa no era la cuestión... bah, da igual.
Me revolví al notar cómo una ventosa se adhería al traje parecido al neopreno y me levanté de la silla, frotándome las posaderas con insistencia, dado que se me habían quedado dormidas.
—¿Vas a hacer ahora lo que te digo? —preguntó Carrie.
—A ver... estás loca. Pero no te ofendas.
Carrie suspiró y se colocó bien una gorra de béisbol.
Acto seguido se dirigió a la pared de la habitación y cogió un marco, con una foto translúcida dentro.
—Te lo voy a explicar sólo una vez. Y no quiero volver a repetírlo así que presta atención —dijo sacando la foto del marco—. Mi nombre es... Carrie. El resto de mi nombre puede que te lo diga algún día. Vengo de tu parte, de dentro de veinte años, para ayudarte a cumplir lo que sucedió en el pasado. O sea... tu futuro, disculpa, es muy confuso... y si no me crees, aquí tienes una prueba.
Recogí la foto que me tendía Carrie aún un poco impactado por la velocidad a la que había dicho todo y la observé con atención.
En un primer momento no reconocí a los participantes de la foto... pero tras pensar bastante, los ví.
Era yo.
Y Susane.
En una selfie, con unos bidones y un suelo de tierra de fondo.
—Es la partida de airsoft —dijo Carrie bostezando—. La de Halloween, en la que la besarás por primera vez.
Hice una mueca y le entregué la foto.
—¿También eres buena en Photoshop? —pregunté frunciendo el ceño.
—Ésta noche el padre de Susane será culpado injustamente por posesión y tráfico de drogas, y si no lo evitas, la línea temporal cambiará y nunca... yo nunca... —dijo musitando la última parte.
—¡La cena está lista! —gritó mi padre desde la cocina, a lo que oí unas palmadas entusiastas de mi hermana.
Era pequeña, pero en mi opinión era demasiado lista para su edad.
—Será mejor que bajemos a... cenar —dije trasteando con el reloj.
El amasijo de tubos se desprendió de mí con un "plop", el traje desapareció con un "slurp" y tragué saliva.
Ahora me sentía mal. Había estado dos horas poniéndome los cables... para luego quitármelos en un segundo.
Carrie estaba observando su pared fijamente, con una mirada seria.
Me quité el reloj, cogiendolo con el pulgar y el dedo índice debido a la pequeña repulsión que le tenía y lo dejé encima de un mueble.
Empecé a bajar las escaleras cuando recordé la última frase que musitó Carrie y que casi no oí.
"Yo nunca naceré".
Bajé saltando las escaleras y mi padre asomó la cabeza, mirándome con una ceja levantada.
—¿Y tu muleta? —preguntó encogiendo la cabeza detrás de la pared para controlar a mi hermana, que había empezado a chillar al ver la televisión.
Esa serie era demasiado influyente.
No quería ni imaginar cómo sería mi hermana cuando fuera mayor.
De repente un ligero golpe en la espalda me devolvió a la realidad.
Era la muleta.
Y, empuñandola cual espada, estaba Carrie.
—Invéntate algo —susurró al bajar a mi lado, a lo que me estremecí.
Mi padre volvió a asomar la cabeza por la pared y fingí que había tenido la muleta detrás mía todo el rato.
—La tengo aquí —dije sonriendo.
Mi padre se encogió de hombros y volvió a controlar a mi hermana.
Yo, suspirando aliviado, bajé a la planta baja.
Al llegar, ví a mi madre, a mi padre, a Carrie y a mi hermana sentados en la mesa.
***
—Ahora después si oís que andamos por la habitación no os asustéis —dijo Carrie dirigiéndose a mi padre.
Levanté la cabeza del plato de carne y miré extrañado a Carrie.
Ésa niña era una incógnita en sí.
—¿No deberíais iros a dormir? —preguntó mi padre.
Miré hacia otro lado.
—Vamos a acabar un trabajo de... biología.
—Biología —repitió mi padre mirándome mal—, claro.
—Yo creía que ya lo habíamos acabado —dije gesticulando la última palabra.
—Y yo. Pero aún nos queda arreglar una cosa relacionada con compuestos químicos.
—¿No era un trabajo de biología? —preguntó mi padre extrañado.
—Papá...
—Señor, en la biología también hay química —dijo Carrie interrumpiendome.
Mi padre puso cara de idiota y reprimí una risilla, que mi madre sí oyó.
—Bueno, no os vayáis a dormir muy pronto —dijo mi madre mirándome.
—Puede que... —empezó Carrie.
—Nos iremos a dormir pronto —corté.
Carrie me miró de mala manera (lo cual me costaba diferenciar de su expresión estándar, la cual era la de enfurruñada) y le dediqué una sonrisa vengativa.
Acabamos de cenar sin más percances, subí a mi habitación y Carrie me siguió de cerca.
Al llegar, cerró la puerta y me miró a los ojos.
—¿Listo? —preguntó.
Había confianza en sus ojos. Confianza. Y no de mentira.
Era una confianza sincera.
—¿Voy a estar dos horas sentado?
—No. Antes era solo para configurar el ex esqueleto de fibra de vidrio a tu cuerpo.
—Entonces...
—Con sólo pulsar el reloj —dijo entregandomelo— el traje se desplegará y podrás ser sobre natural.
Fruncí el ceño.
Eso sonaba demasiado a ciencia ficción.
Pero qué más daba.
—Te juro que como muera esta noche —dije poniéndome en reloj— te mato. Te lo juro.
—Tranquilo. No morirás.
Respiré una bocanada de aire.
Acto seguido, pulsé el botón del reloj.
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