Salvavidas.
Existen personas que son un rayo de esperanza entre tanta oscuridad. Cuando te ahogas en tus propios problemas y decides no luchar más, ese tipo de personas funcionan como un salvavidas.
Eres tú en medio del mar, buscando sobrevivir con su ayuda. Flotando a la deriva en espera de saber que hacer o hacia donde ir. Buscas tierra firme mientras estás firmemente sujeto a esa persona que te ayuda a sobrellevar lo que estás viviendo.
Pero no es justo. Todos lo sabemos.
Las personas tan rotas pueden ser un arma de doble filo que hieren sin querer a los que les cuidan. ¿Por qué?
Estamos tan acostumbrados a esas personas en nuestras vidas que nos aferramos a su presencia, nos deleitamos con la paz y el amor que nos brindan sin pensar si realmente somos alguien que les dé de forma recíproca algo a cambio.
¿Podemos dar algo más que lastima y tristeza? Posiblemente sí. A veces el amor es la llave de salida de este lugar tan recóndito y solitario.
Es egoísta elegir cambiar y salir adelante por otra persona que no seas tú mismo, pero si eso te ayuda a salir de este hoyo, adelante. Hazlo. Cambia, mejora y sé feliz aferrándote a lo que sea que te permita vivir.
Yo lo haría.
En nuestra vida conocerás a muchos salvavidas que sufren sus propias batallas. En lugar de ser peso muerto, podemos ayudar en equipo a seguir flotando hasta llegar a tierra firme. Al menos así, me sentiré menos una carga y más un apoyo.
Al menos así puedo asegurar que seré también el salvavidas de alguien más.
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