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Un golpe de suerte

Cuando hace unas semanas decidí hacer la mayor locura de mi vida jamás me imaginé que las cosas no saldrían de la manera que esperaba. Madison se quedó de piedra cuando le propuse la idea de irnos juntas a Hawái, pero lo primero y último que obtuve de su parte fue un rotundo «no». Ahora mismo deseaba que en aquel momento me hubiera parado los pies, quizá no estaría donde estoy.

Después de salir con prisas y de esperar más tiempo del debido a que un taxi se dignara a aparecer en la puerta de mi casa, tuvimos la mala fortuna de pinchar una rueda camino del aeropuerto. Pese a que era de las que llegaba con bastante antelación a los sitios, no pude evitar ponerme algo nerviosa. Mi mente se puso automáticamente en lo peor: perdería el vuelo. El resto del trayecto se me hizo demasiado lento y lo primero que hice nada más poner un pie en el aeropuerto fue soltar todo el aire que habían guardado mis pulmones, y sonreír. Sonreír porque después de los pequeños incidentes, al fin había llegado. ¿Qué más podría salir mal?

Pues sí amigos, si algo puede salir mal, saldrá mal.

Cuando la voz que anunciaba que habíamos llegado a nuestro destino y mencionó que estábamos a punto de aterrizar, sentí como si mi corazón se hubiese detenido durante un par de segundos. Mi cara debió de reflejar distintas emociones en varios intervalos de tiempo, porque pasé de la confusión, al asombro para acabar en el horror. ¿Tan idiota había sido cuando elegí el destino del vuelo? ¡Me había equivocado!

—El vuelo con destino Islandia acaba de llegar a su fin. Les deseamos a todos que tengan una feliz estancia.

¿Acaso podría tener más mala suerte? Intenté ver el lado positivo a todo el asunto, y me dije que tampoco importaba mucho el destino, al menos cuando pensé en Hawái no fue algo premeditado, así que ahora que me encontraba en otro lugar totalmente distinto, podría disfrutar de él de igual manera.

Me acomodé el pelo antes de levantarme del asiento y encaminarme hacia la puerta de salida. Aún me quedaba recoger la maleta en la cinta y resolver el tema del hospedaje. Además, se sumaba el hecho de que no contaba con ropa de abrigo y tendría que buscar alguna tienda para hacerme con varias prendas.

Me negaba a alejarme de la cinta transportadora porque aún conservaba una pequeña esperanza de que en una de esas mi maleta hiciera su aparición, pero eso no sucedió. Ni un minuto después, ni dos, ni incluso cinco. Al final me di por vencida y me dirigí al mostrador de «Atención al cliente». Esperaba que al menos allí me ayudaran a resolverlo.

—Siento mucho las molestias, señorita... —miró el billete que le acababa de entregar para dar con mi nombre— Murphy.

Ahora ya no miraba el papel, sino que sus ojos estaban fijos en mí y sé que lo que me iba a decir a continuación me parecería de todo menos agradable.

—Me temo que tendrá que hacer una reclamación a la compañía, pero al menos hasta que aparezca su equipaje, tendrá que esperar.

Suspiré derrotada. El viaje no estaba saliendo como esperaba y ese pequeño empujón de felicidad que me había dado cuando descubrí que mi destino no era Hawái, se acababa de esfumar en estos momentos.

Le di una leve sonrisa a la mujer que me había atendido y después de rellenar la hoja de reclamación, me alejé de allí.

¿Qué haría ahora?

Al menos tenía dinero, por lo que no estaba tan mal. Podría buscar un hostal y comprar algo de ropa. Eché mano del monedero y literalmente estuve a punto de desmayarme cuando me di cuenta de que en el pequeño hueco dónde debía de estar la tarjeta de crédito, no había nada. Vacío.

En serio que no podía tener más mala suerte. Ahora mismo me sentía la persona más desdichada. ¿Qué me faltaba? ¿Romperme una pierna?

—¡Este viaje está maldito! —exclamé al aire, y logré ganarme un par de miradas de algunas personas que pasaban por mi lado.

Quizá lo mejor de todo sería llamar a mamá y pedirle que me comprara un billete de vuelta. Se volvería loca, porque ni siquiera le había hablado de mi viaje, pero al menos no tendría que estar vagando sin rumbo y sin dinero por este sitio al que ni siquiera había decidido venir.

Después de sopesarlo durante un par de minutos, decidí que sí, sería lo mejor. Pero como mi día no podía ir a peor, cuando me di la vuelta para echar a andar no me percaté de que alguien iba en dirección contraria a mí, y al final acabamos chocando.

—¡Mierda! —escuché que decía alguien.

Pero no tuve tiempo de responder porque sentí como mi cuerpo se caía hacia atrás. La visión de la pierna rota volvió a mi cabeza y ya me temía lo peor, así que cerré los ojos. Pasara lo que pasara, no quería verlo. Sólo que el impacto nunca llegó.

Fui abriendo lentamente los ojos y me topé con un chico mirándome curioso.

—¿Estás bien? —preguntó aún con sus manos en mi espalda.

Cuando logré salir de la ensoñación y volví en sí, encontré las palabras que parecían haberse quedado estancadas en mi garganta.

—Sí, lo siento. Soy una torpe.

Rió con mi estúpido comentario y me di cuenta de que tenía una sonrisa bonita.

—Culpa mía también —me tendió una mano en señal de saludo—. Soy Luck Miller, por cierto.

—Hannah Murphy.

—Te oí antes —soltó de pronto.

Fui a preguntarle que a qué se refería con eso, pero él se me adelantó.

—«Este viaje está maldito» —repitió las palabras que minutos antes habían salido de mi boca.

No supe si morirme de la vergüenza allí mismo, o echarme a reír. Creo que al final fue una mezcla de las dos cosas.

—Sí, bueno. Me equivoqué de destino, perdí mi maleta y apenas tengo dinero. Creo que soy la mala suerte personificada.

El chico rió ante mi comentario y vi como unos hoyuelos aparecían en su cara. Era guapo. Muy guapo. Además, esos ojos verdes parecían hipnotizantes.

—¿No querías venir a Islandia?

Negué—. Hawái. Ese era mi destino.

—¿Y qué vas a hacer ahora?

¿Qué iba a hacer? Esa era la pregunta que llevaba rondando por mi cabeza desde el momento en que la mujer del mostrador me dijo que hasta pasados unos días no tendría noticias del paradero de mi maleta. Realmente no tenía ni idea de lo que iba a hacer.

No quise pensar en eso, así que ignoré su pregunta y traté de cambiar de tema.

—¿Y tú qué haces en Islandia?

Sé que esperaba una respuesta a su pregunta, pero ni yo sabía cuál era. Le vi pensar durante unos segundos hasta que volvió a hablar.

—Mi familia es de aquí, y vengo de visita.

Era un chico con suerte. Él no estaba perdido en otro lugar del planeta como yo. Me aparté un poco de su lado y la extrañeza se reflejó en sus ojos.

—¿Qué haces?

—Alejarme —contesté como si no fuese obvio.

—¿Y por qué lo haces?

Venga Han, di otro comentario estúpido.

—Para no contagiarte la mala suerte.

Nada más decir eso Luck se echó a reír. Su risa era demasiado contagiosa y terminé por acompañarle. Parecíamos dos idiotas en mitad del aeropuerto.

—¡Qué tonterías dices! —no aparentaba estar molesto, ni porque me hubiera alejado, ni por mi comentario. Todo lo contrario, se veía divertido por mi comportamiento—. Tú no das mala suerte.

—Lo llevo impreso en mi nombre.

Eso pareció captar su atención porque paro de reírse y me miró. Después dio un paso hacia atrás alejándose de mí.

—Oh... Entonces mejor me voy.

Vale, había sido una idiota diciendo eso. Ahora ese chico tan majo se estaba alejando de mí porque no era capaz de mantener la boca cerrada.

—¡Espera! —le tomé del brazo en cuanto llegué a él—. Sólo estaba de...

No me dio tiempo a acabar la frase, porque cuando le vi darse la vuelta y mirarme con una sonrisa en la cara, me congelé en el sitio. ¿De qué se reía?

—¿Qué es tan gracioso? —pregunté frunciendo el ceño.

—Tú.

¿Tenía pinta de payaso y no me había dado cuenta?

—No das mala suerte Hannah —volvió a hablar—. Y sólo estaba de broma —eso último logró tranquilizarme.

A parte de la mujer del mostrador, este chico era la única persona que conocía hasta ahora, y por alguna razón no quería despedirme de él. Al menos no de momento, pero sé que él tendría que irse porque su familia estaría esperándole, yo no era nadie para retenerle en un simple aeropuerto.

Cuando se percató de que no hablaba, lo hizo por mí.

—Tengo una idea —comenzó a decir—. Quizá es una locura, bueno, lo es, pero yo soy de hacer muchas cosas locas —me miró y luego añadió—: y veo que tú también —sonreí ante eso—. ¿Qué te parece venir conmigo?

Si hubiera tenido algún líquido o alimento en la boca, literalmente lo habría escupido. ¿En serio me estaba proponiendo irme con él? ¡Si apenas le conocía!

—¿Vamos? —me tendió una mano esperando a que aceptara su propuesta.

¿Estaría muy loca si dijera que sí? ¡A la mierda! Me había subido a un avión que no era el que esperaba, perdí mi equipaje y estaba sin dinero. No creo que pasara nada por hacer una locura más. ¿Qué podría salir mal?

Le tomé la mano de vuelta—. Acepto.

Pasó un brazo por mis hombros y antes de hablar me regaló una de sus bonitas sonrisas.

—Hoy es tu día de suerte, Hannah Murphy.

———✴———

Esta es la primera historia corta que escribo, y estaré participando con ella en los SummerAdventures2018.

¡Espero que disfrutéis de ella!


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