Un Globo Rojo
La cuerda de un globo rojo está atada en su muñeca. Eso es lo primero que el detective Devon Stone observa al entrar en la escena del crimen.
Es un escenario horrible: Las paredes y el suelo manchados con tanta sangre que parece un matadero, las heridas abiertas en el cuerpo de la victima revelan que estuvo viva y consiente cuando fueron infringidas. Por la expresión en su rostro puede suponer que sus últimos momentos estuvieron llenos de un dolor indescriptible. La víctima es solo una niña, tal vez trece o catorce, no mucho mayor que su hija Cassey... Hasta tiene el mismo color y corte de cabello.
Tal vez lo peor de este caso no es el grotesco escenario salido de una película gore, o la mirada en los ojos de la joven víctima.
Lo peor es, sin duda, el maldito globo rojo.
—Otra vez ese miserable —Escupe la detective Hayden Webber, su compañera cuando lo ve. —Es la quinta este año.
—El asesino del globo ataca otra vez —Anuncia sin emoción.
Hayden es perceptiva, es por eso que no permite que su voz vacile o que sus manos tiemblen. Eso le daría una pista, y ella ya sospecha lo suficiente. No puede flaquear, si lo hace entonces lo descubrirá.
Esa noche cuando vuelve a casa, va a la habitación de Cassey. Ella esta dormida cuando él toma su ropa manchada y la mete en una bolsa que más tarde quemará. Limpia los trozos del espejo que ella rompió y se deshace de bolsa con globos sin inflar.
Mañana llamara a un psicólogo, decide besando su frente.
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