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I n i c i o

[Gringotts: Bóvedas prohibidas, año1997, Cámara privada Velmont]

El ruido del impacto de los hechizos contra la entrada de la bóveda se escuchaba casi con claridad cada vez que eran lanzados. Algunos mortifagos desde afuera intentaban derribarla sin éxito mientras que del otro lado una joven bruja se mantenía firme recitando conjuros de protección para darles algo de tiempo a su hermano y a ella de pensar en cómo salir con vida de ese lugar.

La adrenalina de la situación la mantenía alerta, su corazón palpitaba a mil por segundo, intentaba regular su respiración mientras que trataba de disipar su miedo. En estos momentos no podía darse el lujo de flaquear y darse por vencida, pues habia sacrificado bastante como para ahora rendirse y ceder a la muerte.

Se quitó bruscamente la pequeña lágrima de su mejilla y extendió el brazo apuntando su varita en la entrada, de forma alerta. Ya sin casi nada que perder, la bruja estaba lista para lanzar maldiciones asesinas para defender lo único bueno que le quedaba en esta vida.

-¡Date prisa Marcus! ¡Necesitamos irnos ya!

Miró de reojo a su mellizo y lo vio moverse de un lado al otro con la misma desesperación y adrenalina que ella.

El castaño lanzaba improperios mientras quitaba de su camino todo aquel artefacto inútil a su alrededor, lo único que le interesaba era destruir aquel objeto maligno oculto ahí: el guardapelo de Salazar Slytherin.

-Mierda, no lo encuentro - maldijo angustiado. Aquella cámara parecía un laberinto tramposo con todas las mesas, escalerillas y muebles de plata por todas partes, más los infinitos galeones apilados que cubrían cada esquina de toda la habitación.

No había bóveda más enriquecida y peligrosa que la de los Velmont y eso nadie lo sabia.

-¡Busca bien! ¡tiene que estar aquí!

-Eso hago maldita sea, Adalia no me grites...- siguió lanzando objetos por todas partes hasta que llegó a la cima de un estante y se chocó con un pequeño cofre.- ¡Creo que lo encontré!

Se remojó los labios con nervios a la vez que tomó el cofre en sus manos y bajó de un salto. Dio un vistazo a la puerta aún siendo protegida por su hermana y sin mas tiempo que perder abrió la pequeña caja, con seguridad, esperando encontrarse con el objeto y tal vez una maldición, pero en un segundo sus movimientos se congelaron al ver lo que menos esperaba.

Un giratiempo de plata.

Específicamente el de su madre.

Intacto, sobre el terciopelo negro.

-¿Que hace esto aquí?- su rostro confundido no pasó desapercibido por Adalia que acudió a su lado olvidándose de la entrada, preocupada.

-¿Que sucede? Acaso no es...- se quedó impactada al reconocer aquel objeto que creyó destruido hace mucho tiempo.

-El giratiempo de mamá- terminó Marcus, observando con preocupación a su hermana.- ¿Pero qué hace aqui? ¿Y el guardapelo? ¿¡No se supone que lo ocultó en esta maldita bóveda!?

Mas que nostalgia, comenzó a sentir nervios, pues no era un buen momento para ponerse sentimentales al recordar los viejos tiempos.

-No... no no no... esto no puede ser, debe estar por algun lado, se supone que ella lo escondió aquí, las cartas decian eso, tiene que estar en algún lado...- la chica revolvió el pequeño cofre y rebuscó en el fondo, sin éxito.

Afuera se escuchó una gran explosión que hizo que ambos mellizos temblaran y se miraran con miedo.

Adalia respiró con dificultad tratando de contener el llanto. Hace no más de cinco horas habían escapado de la mansión Malfoy junto con Draco, su plan era destruir el penúltimo de los horrocrux de su padre antes de darse a la fuga, pero algo salio mal, los mortífagos se dieron cuenta y comenzaron a cazarlos.

-¿Todo por nada? ¿Hicimos esto por nada?

-Adalia, concentrate ellos entraran en cualquier segundo...- intervino Marcus, apuntando su varita hacia la puerta.

-¡NO! ¡Acabo de perder a Draco! Él se sacrificó por nosotros para llegar hasta aqui y destruirlo... ¡PERO AQUI NO HAY NADA! ¡HICIMOS TODO ESTO POR NADA!- soltó con furia y llanto.

La pelinegra caminó de un lado al otro con los ojos llenos de lágrimas al sentir frustración y dolor. Estaba cansada fisica y mentalmente, sentia que todas sus esperanzas de ser libre se evaporaron con rapidez al perder aquella oportunidad.

Los brazos de su mellizo la rodearon con protección y la pelinegra rompió en llanto.

-No dejaré que nada te pase Adalia, te prometo que voy a protegerte... No dejaré que nos lleven.- Le aseguró con firmeza.

-Creo que ya es tarde...- murmuró con pesar, sentandose en un rincón sin esperanza, sintiendo el miedo avecinarse pues ambos hermanos sabian que el señor tenebroso ya se encontraba del otro lado de la bóveda, lo sentían.

Era normal sentir miedo cuando sentían su presencia.

Marcus la contuvo sin persarlo dos veces. Ambos solo se tenían el uno al otro, desde niños siempre fue asi después de la muerte de su madre. Ahora que se acercaba su final, Marcus se lamentó no ser tan fuerte como para defender a su hermana. Observó la reliquia de su madre con frustración y un vago recuerdo lo inundó en un segundo. Cerró los ojos.

Era de noche, tenía cinco años y escuchaba la dulce voz melodiosa de una mujer.

Ambos hermanos eran observados por su madre que les sonreía con calidez. Ella llevaba un vestido negro hasta por debajo de las rodillas, un lazo violeta en la cintura y su cabello castaño caía con gracia en leves ondas. A simple vista todo en ella se veía tan perfecto, pero Marcus se dio cuenta que sus ojos cafés escondían melancolía.

-...Traté de evitarles el daño pero terminé empeorando todo...- se lamentaba aquella bruja acariciando la mejilla de Adalia que estaba a su lado, luego su madre lo miró directamente a el- Perdóname mi amor, creí que hacia lo correcto...

Marcus la miró serio sin entender a que se refería. Bajó la mirada a su cuello y observó colgar el giratiempo plateado, este brillaba como nunca.

Abrió los ojos lentamente, seguían en la bóveda, pero ahora Marcus ya no prestaba atención a su alrededor y solo observaba con anhelo casi necesitado el pequeño giratiempo dentro del cofre frente a él. Por unos segundos su mente comenzó a formular miles de posibilidades hasta que una nublo sus pensamientos dándole algo de esperanza.

Entonces, tomó la decisión.

-Adalia, tenemos que irnos...- arrastró las palabras tratando de ponerse de pie.

-Aún tenemos su marca.- murmuró ella aún sentada en el piso, no lo observaba y se abrazaba asi misma.- nos va a encontrar.

-Escuchame... - se quedó en silencio por un momento antes de continuar-... usaremos el giratiempo.

-¿Qué?- lo miró.

-Se que es peligroso pero es nuestro único medio de escape... Es la única oportunidad que tenemos para usarlo.- suspiró acercandose a ella y la tomó de los hombros.- Tienes razón, aqui ya no hay nada para nosotros... Si gana Potter o Voldemort nada cambiará, perdimos a nuestra madre, a nuestros amigos... no hay futuro para nosotros aqui ¿Entiendes eso?- explicó lentamente.

Al principio Adalia miró a su mellizo sin entender la situación pues aún se encontraba destrozada y roja por el llanto, pero al hacer contacto ambos se observaron en silencio, debatiendo si era o no correcto

Aunque en el fondo ya sabían que era lo mejor.

Se levantó lentamente y buscó su varita.

-¿Dónde iremos exactamente?

-Confia en mi- habló lentamente- ¿Acaso no quieres acabar con ese monstruo desde un inicio? ¿No quieres hacerlo pagar?

Mientras que la pelinegra observaba a su alrededor por ultima vez, una lágrima rodó por su mejilla al recordar como las cosas terminaron. Marcus la distrajo al pasar el collar sobre ella y lo acomodo en su cuello, ambos se prepararon para viajar.

A lo lejos, la entrada de la boveda comenzó a desmoronarse en pedazos pero eso ya no les importó.

-Tranquila, todo saldrá bien.

Fueron las ultimas palabras que escuchó antes de ver como su hermano giraba el pequeño artefacto y lo apretaba del centro. Todo a su alrededor comenzó a temblar y nublarse en un aire gris, casi blanco.

En un segundo la luz blanca cubrió sus párpados, haciendo que los cerraran con fuerza antes de sentir un impacto similar al hacer una aparición.

Pero no era una aparición, habían usado el giratiempo de su madre con el sentimiento de tenerla de vuelta junto a ellos, pero al mismo tiempo detener el desastre que causó esta época oscura.

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