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-Uno-

Disclamer: Como ya sabéis ^^ ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a la prolífica imaginación de la gran Rumiko Takahashi que este año ha querido bendecirnos permitiendo que se hiciera un remake maravilloso de este anime que tanto adoramos *__* ¡Feliz Navidad Rumiko sensei!

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Nota de la Autora: Aquí vengo para compartiros una nueva historia Rankane (por supuesto) con sabor navideño e invernal ^^ inspirándome en el tema escogido para esta noche tan especial. ¡Gracias a las maravillosas administradoras de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" por su #Dinamica_Invernal #Calendario_de_Adviento! Espero que os guste. ¡Gracias por estar ahí, una navidad más!

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24 de Diciembre: Abrazo.

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Un Gesto

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—Uno—

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15 de enero. Lunes

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Una de las habilidades más importantes que todo buen artista marcial debe poseer es un afilado instinto de supervivencia. Es eso que se activa en su cuerpo, de un modo especial y distinto para cada luchador, y que le avisa cuando tiene un peligro cerca. Para que se ponga alerta y se prepare para responder al ataque o para que huya, sino queda otro remedio.

Ranma Saotome, que era un aventajado luchador, tenía ese mecanismo muy sensibilizado después de la gran cantidad de situaciones de riesgo que había vivido a lo largo de los años. Nunca le fallaba y podía afirmar con total orgullo, que éste reaccionaba ante el más minúsculo conato de amenaza. Así mismo, era habitual que él plantara cara al enemigo, fuera quien fuera; debía tratarse de algo muy terrible para que el joven escogiera la penosa opción de huir.

Pero podía ocurrir, claro. Nadie es invencible del todo, y hay ciertas cosas por las que vale la pena pararse un momento a reflexionar antes hacerles frente a lo loco.

Era una fría y desapacible tarde del mes de enero más frío y húmedo que el chico podía recordar cuando su instinto se activó con un sonido bastante particular. Ranma estaba en el salón de los Tendo, paseando arriba y abajo, no solo para espantar el terrible frío que se colaba por el enorme agujero que tenían en la pared, sino también porque llevaba un rato inquieto, esperando que se le ocurriera una idea genial que no llegaba. Los pies, congelados, le ardían dentro de los calcetines y los dientes le castañeaban a pesar de llevar puesto el abrigo. Todos habían tomado la costumbre de ponerse el abrigo, la bufanda y los gorros de lana gorda cada vez que se reunían a comer o cenar allí. Era la única manera de soportar la temperatura de esa habitación desde que tenían el muro que daba al jardín hecho pedazos. Por la misma razón habían decidido no colocar el Kotatsu en su lugar habitual hasta que la pared no estuviera reparada, de otro modo el calor se iría por el agujero y la factura de la luz subiría una barbaridad.

La mayoría de habitantes del dojo habían salido, era preferible salir y buscar lugares más cálidos para pasar el rato que estar en la casa. Él se había quedado porque seguía esperando la idea, la que no había llegado.

Oh, no.

Lo oyó y supo que era tarde.

Fue un sonido pesado, de algo que chocaba contra otra cosa igual de dura y metálica. Fue un solo ruido en medio de aquel oasis pero él chico lo escuchó y lo reconoció, parándose de golpe en medio de un paso, con un calambre en su estómago y adoptando una mueca de horror.

¡Oh, no! Se mantuvo callado, aguzando el oído. Escuchó un sonido similar y pudo adivinar que venía de la cocina. Lo más sigiloso que pudo, arrastró los pies hasta la puerta de la habitación. Apretando los labios deslizó la puerta corredera. Oyó un silbido alegre que se cortó a causa de un estrepito también metálico y una exclamación molesta.

—¡Maldita sea!

Ranma metió la cabeza, que había sacado al pasillo, de vuelta en el cuarto y apretó un puño a la altura de su pecho contraído. Notó que el sudor empezaba a acumularse en lo alto de su espalda a pesar del frío.

No puedo pasar por eso otra vez, se dijo. Su naturaleza valiente y honorable se resistía ante la única posibilidad viable para librarse del infierno que se cernía sobre él. Apretó los parpados, con saña y vergüenza. ¡No, no puedo soportarlo más! Frunció el ceño y volvió a mirar al pasillo. Los ruidos en la cocina proseguían, no le quedaba mucho tiempo para tomar una decisión. Sus ojillos se movieron hacia las escaleras que subían en la oscuridad y entonces, al fin, la idea apareció en su mente.

¡Akane! No era la mejor idea que había tenido en su vida, pero era una idea. Y la necesitaba. Necesitaba a su prometida.

¿Acaso tenía otra opción?

No, no tengo otra.

—¡Por fin! —Aulló la voz de la cocina.

No podía darle más vueltas, de modo que Ranma tragó saliva y cruzó el pasillo en un par de limpias zancadas. Llegó a la escalera y empezó a subir escalones como si una masa de lava le siguiera de cerca.

Cuando casi estuvo arriba, oyó de nuevo la voz.

—¡Ranma-kun! —El alarido tenía una tonalidad agradable, pero no hizo caso—. ¡Hora de trabajar!

¡Ni hablar! Pensó el chico.

Recorrió el pasillo en penumbras hasta la puerta del patito amarillo y sin molestarse en llamar, la abrió y se coló en la habitación.

La chica que leía, apacible, echada sobre la cama, se sentó al instante, sorprendida, arrugando las sabanas.

—¡Pero, ¿qué...?! —Ranma se pegó a la puerta, nervioso y le lanzó una mirada alterada para que guardara silencio, pero Akane no obedeció—. ¡¿Cómo tengo que decirte que no puedes entrar aquí sin llamar?!

—¡Shhh!

Pegó la cabeza a la madera y contuvo el aliento. La voz seguía llamándole pero, por el momento, se quedó en el piso inferior.

—¿Qué pasa? —preguntó la chica, acercándose también a la puerta—. ¿Es mi padre quien te llama?

—Sí —respondió él sin atreverse a elevar más el tono de voz—; para que sigamos reparando los destrozos que hizo Shampoo la última vez que estuvo aquí.

—¿Aún no habéis terminado?

De hecho, podrían haber terminado con el trabajo varias veces desde que empezaron con las reparaciones.

Había pasado un mes desde que Shampoo usó la condenada seta marionetista para hechizarle de modo que Ranma abrazaba a cualquier persona que estornudaba frente a él. De todos los planes absurdos que la amazona había usado, relacionados con magia o hierbas endemoniadas, aquel seguía sin entenderlo.

¿Para qué habría querido la chica que fuera abrazando a todo aquel que estornudara?

¡Era un misterio para él!

Por desgracia, durante aquella aventura de setas y abrazos, él no fue el único perjudicado. Incluso Akane acabó hechizada y abrazando a cualquier chico, que no fuera él, al sonido del gong; hubo persecuciones, luchas y por supuesto, agujeros del tamaño de una silla en la pared del salón que comunicaba con el jardín y también en la entrada. Cuando Akane y él lograron deshacerse de todos los invitados indeseados, Ranma tuvo la maravillosa idea de tapiar todo el frontal de la casa, incluidas puertas y ventanas, con paneles de madera que, al quitarlos después, hicieron aún mayor el boquete.

—No entiendo por qué tengo que encargarme yo de todo esto —se quejó el chico, más tranquilo. Se apartó de la puerta y paseó hasta el centro del cuarto, aunque al darse la vuelta se topó con las cejas arqueadas de su prometida y sus brazos cruzados.

—¿Porque fue tu culpa? —probó ella.

—¡¿Mia?! ¡Si fue Shampoo la que echó abajo la pared!

—Pero tú la trajiste aquí.

—¡Yo no la traje, me persiguió!

—¿Y de quién fue la idea de clavar todos esos listones de madera?

—¡¿Y quién me ayudó a hacerlo?!

Akane desvió la mirada un instante y después resopló. Iba descalza, y la falda del vestido que llevaba tenía una enorme arruga en la parte derecha de su cuerpo. Ranma aprovechó esos instantes de silencio para observarla mejor y le pareció captar un pequeño rictus de dureza en su rostro, también más pálido de lo normal.

Parecía molesta.

O eso le habría parecido unos meses atrás, cuando llegó al dojo Tendo junto con su padre, y habría pensado que esa chica marimacho y borde no sabía hacer otra cosa más que estar enfadada. No obstante, ya hacía tiempo que vivían juntos y, aunque no lo había hecho a propósito, había comenzado a conocerla lo suficiente como para saber que cuando se le formaban esas arruguitas en el entrecejo y evitaba mirar a los ojos, como en ese momento, no era porque estuviera en verdad enfadada.

Está triste por algo, adivinó. Y es que Akane solía enmascarar la pena y la preocupación con ira.

Se sorprendió a sí mismo por saber aquellas cosas pero luego se dijo que era algo normal, pues un artista marcial tan experimentado como él debe fijarse en todos los detalles de su entorno para estar preparado. Ahora mismo no recordaba ninguna, pero lo más probable era que también se hubiese fijado en manías como esa del resto de la familia Tendo.

—¿No sería más fácil que en lugar de esconderte, ayudaras a mi padre a terminar las reparaciones de una vez? —preguntó ella. Se apartó el flequillo de los ojos y caminó, balanceándose con cierta dejadez, de vuelta a la cama. Suspiró al dejarse caer en ella y Ranma registró todo ello sin darse cuenta.

Oh sí, algo la preocupa...

Pero no preguntaría. Ranma se ponía muy nervioso en esas situaciones, y sabía que no era bueno consolando a nadie, de modo que se encogió de hombros y fingió no darse cuenta.

—Me ofrecí a ayudarle hace un mes y después de las fiestas de año nuevo, pero ya estoy harto —Le reveló. Ahora fue él quien se cruzó de brazos y alzó el rostro—. Tu padre no quiere terminar las reparaciones.

>>. ¡Y a mí me está volviendo loco!

—¿Cómo que no quiere?

—¡No quiere! —insistió él y bufó—. Se divierte demasiado.

Ranma sí se sentía responsable de los daños que otros habían causado en la casa y por ello fue el primero (y el único) en prestarse a trabajar con Soun en los arreglos de la casa. Los primeros días todo se desarrolló de un modo correcto; salvo cuando le daban sus famosos arranques de llanto histérico, el señor Tendo era un hombre tranquilo y razonable. De hecho, Ranma empezó a pensar que su padre era una mala influencia para él, pues el del bigote solo hacía tonterías cuando estaba con su amigo.

Incluso reconocía que aquellos fueron ratos agradables. Ejercitó sus músculos mientras trabajaba y Soun compartió con él anécdotas de la juventud mucho más creíbles e interesantes que las que su padre se inventaba cuando quería fanfarronear. El hombre también parecía disfrutar de esos momentos de intimidad masculina, puede que más, por el hecho de no haber tenido nunca un hijo varón con quien hacer ese tipo de cosas.

En pocos días, la reparación estuvo casi lista.

Pero entonces, una mañana Ranma bajó a desayunar y se encontró con el boquete abierto por completo de nuevo. Todo el trabajo que su tío y él habían realizado se había desvanecido. ¡Fue tan surrealista que creyó estar soñando! ¿Qué podría haber ocurrido? Interrogó al dueño de la casa en cuanto este apareció por la puerta y su respuesta le sonó un poco rara.

—¡Oh! Es que me he dado cuenta de que habíamos cometido ciertos errores al levantar de nuevo la pared.

—¿Qué errores? ¡Pero si estaba perfecta!

—No, no, no, había errores en la estructura —Le explicó tan sonriente como ninguno—. Y eso es muy peligroso. ¡Imagina que la pared se cae de repente sobre alguien!

>>. Es mejor empezar de nuevo.

Como él no tenía mucha idea de albañilería, se creyó aquella excusa y se entregó al trabajo con la misma diligencia que la vez anterior. Su tío parecía entusiasmado por los nuevos ratos que pasaban juntos, y su actitud empezó a volverse más agitada, nerviosa y estrafalaria. Ranma trató de no dar importancia al hecho de que las anécdotas que le contaba empezaban a sonar repetitivas y fantasiosas, o que a veces le daba la sensación de que su tío se limitaba a parlotear y no tanto a ayudarle. Comenzó, sin embargo, a sospechar que algo no iba bien cuando se fijó en que la obra no avanzaba al buen ritmo de antes.

Cada mañana se despertaba y echaba una ojeada a la pared solo para descubrir que esta tenía el mismo aspecto que el día anterior. Se dijo que eran imaginaciones suyas, hasta que una noche su propio padre no pudo resistirse y se rio de él, en su cara, tras oírle quejarse por lo lento que iba todo.

—Pues claro que va lento, zoquete —Le soltó sin un ápice de tacto—. ¿No te das cuenta?

>>. Todo lo que avanzáis durante el día, Soun lo deshace por la noche.

—¿Por qué haría algo así?

—Pues porque le encanta darte órdenes y tenerte para que escuches sus batallitas, hijo —Le reveló Genma con su sonrisa más cruel—. ¡Hay que ser tonto para no darse cuenta!

—¡Cállate, viejo! —Le espetó, molesto—. Eso es algo rastrero que tú harías, pero no el tío Soun.

—A Soun Tendo le encanta que le presten atención, niño descarado, y sus hijas ya están aburridas de oír sus historias.

—¡No me lo creo!

—Pues echa un vistazo esta noche —Le tentó Genma—. Así te darás cuenta, aunque no te servirá de nada.

>>. ¿O acaso le puedes decir que no a tu futuro suegro?

Aun sin estar convencido del todo, Ranma esperó esa noche a que todos se fueran a dormir y se escondió entre las sombras del salón, usando su truco del fantasma, para vigilar la pared. El alma se le cayó a los pies cuando, tal y como el bocazas de su padre había predicho, su tío apareció para deshacer todo el laborioso trabajo de esa tarde.

Genma tenía razón. A Soun le gustaba demasiado la compañía de Ranma y él era incapaz de dejarle tirado antes de acabar el trabajo. Creyó que si se esforzaba por ser amable, su tío dejaría ese comportamiento o que tal vez se aburriría, pero ya había pasado un mes y seguían igual.

No, igual no, peor. Las temperaturas habían bajado una barbaridad y era insostenible vivir en una casa a la que le faltaba una pared. Además, él empezaba a estar cansado y aburrido de perder el tiempo así.

¡Estaba harto de hacer el idiota levantando un muro que al día siguiente volvía a estar desecho! Y estaba aún más molesto por tener que fingir que no se daba cuenta, pero no quería causar más problemas, de modo que callaba y fingía que todo estaba bien.

Relató todo esto a Akane que, para sorpresa del chico, lo creyó de inmediato. A fin de cuentas, hablaban de su padre y le conocía de sobra.

—¿Y qué vas a hacer?

Ranma infló su pecho y la miró con fijeza.

—Necesito tu ayuda —admitió.

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Pasar una bonita noche con todos aquellos a quienes queréis, disfrutar la comida y los regalos. Sentíos afortunados de tener esa suerte y ser muy felices ^^ Nos vemos pronto con un nuevo capítulo o con otro Oneshot, aún no lo he decidido. ¿Qué más da? Lo importante es que el próximo año 2025 esté lleno de historias Rankane y las disfrutemos todos juntos J

¡Besotes para todos y todas!


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