Capitulo 30
Capitulo 30
El plan estaba listo. Las Instalaciones J.K ya habían sido localizadas, en específico aquel lugar donde tendrían a Izaya, pero todo indicaba que el haber conseguido la dirección tan repentinamente, significaba que era una posible trampa. Ninguno dudaba de ello, porque se estaban enfrentando a una empresa que poseía inteligencia de alta calidad y armamento tóxico, y unos muchachos no serían problema.
El grupo, sin embargo, no tenía idea de cómo prepararse. Eran 7 muchachos con mucha adrenalina y pocas armas, enfrentándose a una compañía llena de sicarios y científicos locos, entrenados para matar a todo aquel que no fuese invitado. Todos sabían lo mucho que estaban arriesgando, pero quizá valdría la pena el esfuerzo, aunque habían más posibilidades de fracasar que otra cosa.
Shizuo se acomodaba el chaleco antibalas, éste había sido reforzado para que el cuerpo del mercenario no sufriera tantos daños y lograra regenerarse con mayor rapidez. Pero en realidad, el chaleco sobre su cuerpo fue idea de Tom y de Shinra para protegerle, cosa que a Shizuo no le parecía tan importante como debería. La bestia sentía que no necesitaba protección.
En pleno atardecer, los jóvenes esperanzados y llenos de adrenalina montaron la bagoneta negra. Pensar que sería sencillo, era un error, pero existía tanto miedo que había que enfrentarlo lo antes posible. Saburo encendió el carro, el silencio reinó dentro del móvil y Tom miró como Shizuo masajeaba sus manos luego de guardar un par de armas en los pliegues de su chaleco.
—¿Preparado para acabar con todos, bestia?— Tom comentó con voz firme, pero mostrando una sonrisa segura en sus labios. Estiró su puño hacia el rubio y éste le miró por un momento con seriedad, para terminar por bufar.
—Claro— respondió con la misma seguridad el susodicho, y chocó su paño contra el de Tom, siendo aquel un saludo de buena suerte entre ambos.
Fue lo único que se escuchó en la furgoneta, aparte de la preparación de las municiones y el teclado de la laptop de Shinra, y claro, la música de la radio. Lo único que podía inundar las cabezas de los valerosos era el hecho de que era un plan de último minuto con demasiadas esperanzas. Pero Shizuo, a pesar de no tener nada estratégicamente planeado, tenía como único objetivo sacar a Izaya de aquella prisión.
Pronto, la camioneta llegó a su destino. A cuadras del edificio J.K, los jóvenes se separaron para hacer de aquel "rescate", algo discreto. Shizuo iba vestido como un agente de J.K, un traje negro ceñido al cuerpo y las iniciales de las instalaciones, llevaba sus características gafas violetas y un intercomunicador.
Iba calmado, caminando hacia la puerta trasera. Mostró su identificación falsa y hecha a la perfección a los guardias, pero no tardó en levantar sospechas. Sin embargo, fue fácil para el rubio verse dentro del edificio, ahora solo tendría que tomar el elevador y seguir las instrucciones que Shinra le había dado.
Pero, mientras el rubio se encaminaba hacia el elevador, notó casi de inmediato las miradas feroces de los demás, todos los fríos ojos puestos en su cabellera casi inconfundible; sería una desgracia que lo delatara tan solo su cabello, viendo que no sería el único rubio presente. El mercenario ya tenía una mano preparada para tomar su arma, tenía varios objetivos frente a él, esperaba un pequeño mal movimiento para empezar una masacre.
Sería demasiado pronto, pensó Shizuo, más obvio de lo merecido, pero no dudaría en defenderse. Por el rabillo del ojo, pudo vislumbrar a un par de hombres que se acercaba a su persona, el mercenario sonrió ligero a la nada, cuando se escuchó una detonación a las afueras del edificio, cosa que capturó la atención del personal de J.K.
La curiosidad de los agentes por saber qué había sido detonado fue más grande que averiguar quién era el misterioso agente de rubia cabellera que caminaba con tanta calma hacia los elevadores. Shizuo se vio con suerte, se detuvo un momento para asegurarse de que nadie le veía y se aproximó al ascensor con puertas abiertas. Presionó uno de los botones, y tomó las escaleras tras la puerta de emergencia.
De seguro ya los superiores fueron avisados de su estadía, sin saber realmente de quién se trataba. El elevador sería una ligera distracción, todos estarían a las afueras de cada elevador para evitar su escape, no estarían pendientes de las escaleras.
Según lo acordado, Shizuo pronto se vio en el piso 15 de computación. Los pasillos eran elegantes, pero con cámaras pequeñas y obvias para el ojo detallista del mercenario. Con un reloj que Celty había hecho especialmente para él, tocó dos veces el botón superior y las cámaras se apagaron.
La cuenta regresiva empezó en el reloj digital, tendría diez minutos para meterse en la computadora principal de la compañía e insertar el USB que Saburo le había dado. Según escuchaba en los intercomunicadores, ya la información de que Shizuo Heiwajima estaba dentro de las instalaciones, se había compartido. Todos los agentes fueron mandados al piso 30, centro de experimentos.
Shizuo sonrió por lo bajo, apenas dio un par de pasos cuando oyó voces en el pasillo. Un par de agentes iban en su dirección, directo a las escaleras puesto que el ascensor estaba siendo vigilado. El mercenario tomó su arma con el silenciador ya puesto, y se escondió tras una columna, los agentes pasaron de largo y el mercenario se evitó el matar a dos personas que no hubiesen dudado en dispararle.
Era cierto que el rubio no tenía miedo de halar el gatillo, de dejar miles de cadáveres y sangre por doquier, pero algo en su interior le pedía que pensara antes de actuar, que fuese como un fantasma, que dejara a un lado su parte bestial. Podía ser una buena decisión el seguir su instinto, o podría ser lo que pusiese en jaque el escape.
Al verse verdaderamente solo en el pasillo, Shizuo vio su reloj y se apresuró a las oficinas. En el piso 15 habían cientos y cientos de computadoras con información importante de la empresa, de su gente, de los experimentos, archivos encriptados cuidadosamente, esperando a que un hacker experto los descifre. Antes de salvar a Izaya, Shizuo tuvo la condición de que debía plantar el USB en el cerebro de la empresa.
Si las cosas salían mal, tendrían lo necesario para defenderse; las armas no lo eran todo en el mundo de las mafias. Era el plan B, tenía que estar asegurado, y Shizuo sabía que no podía negarse. Siguiendo las instrucciones del mapa digital que Shinra habían instalado en sus gafas, llegó por fin a la sala de operaciones madre.
Sin embargo, la puerta necesitaba un código especial y reconocimiento facial; Shizuo se consideró perdido.
—Oiga...— el rubio se mantuvo erguido frente a la puerta de código desconocido. Aquella voz era jovial e incluso temerosa, matarle sería sencillo—. ¿Qué hace aquí, agente? Oí que los habían mandado a llamar a ala norte del piso 30. Usted no debería estar aquí.
—Me han mandado a revisar la sala de operaciones madre— Shizuo apenas se dio la vuelta—. Llegó información de que Heiwajima entrará en las instalaciones, es muy astuto, y oí que Fonikov necesita esta sala resguardada. Por ello he venido a supervisar el piso 15.
El muchacho parecía nuevo en la compañía, Shizuo lo vio como un pequeño novato. Pero no podía confiarse de un rostro inocente, nadie en esa empresa era inocente, ¿Cierto? El muchacho, con su mirada, tembló en su lugar, y Shizuo ya consideraba que debía callarlo, solo para asegurarse.
Entonces, antes de que hablara o hiciera algo, Shinra mandó la documentación de aquel joven para que las viera en sus gafas. En realidad, el chico era nuevo en J.K, era un hacker proveniente de uno de los estados más ricos de Japón, pero tenía un gran coeficiente. Tenía a su madre hospitalizada y no tenía expediente criminal, ni siquiera había salido del país. Shizuo no podía creer que existiese una mente brillante tan nerviosa.
—¿Crees que podrías ayudarme?— Fue amable, queriendo persuadir al chico nuevo.
"Lo mandaron como carne de cañón, quieren que lo mates, Shizuo. En la empresa hay espías, ellos sospechan de él, es casi su única sospecha, pero no tienen pruebas para matarlo aún. Por ello está solo en el piso 15". Oyó a través del intercomunicador.
El chico notó la mirada fría del rubio y tragó saliva en seco al ver como Shizuo ponía una mano sobre el arma. El menor no dudó en prestar su ayuda, y Shizuo se fijó en que el chico marcó el código y mostró su ojo derecho en el laser de la tableta pegada a la puerta. En ese momento, Shizuo supo que el chico poseía lentes de contacto digitalizados.
—A-Asimilo que te mandaron a matarme— el chico abrió la puerta y entró a la sala de operaciones madre, Shizuo seguía su paso, centrado en la gran sala de operaciones que conectaba toda la empresa.
—No es de mi interés para quien trabajas— Shizuo se acercó al chico, notando que tenía miedo—. Pero si tienes miedo, no debiste haber aceptado un trabajo tan peligroso como éste— el rubio hablaba con suavidad, hasta que alzó la mirada del menor—. Llama a tu jefe, dile que atacaron las Instalaciones J.K y que deben venir por ti. Eres importante, no dejes que te maten.
Y pasó de largo, Shizuo miró el reloj, tenía siete minutos. El muchacho tomó un pequeño control que tenía en su bolsillo y oprimió un botón rojo, Shizuo conectó el USB en el cerebro computarizado de la empresa con rapidez y Shinra pronto le avisó que saliese de allí. Tanto Shizuo como el chico novato se encaminaron a las escaleras, ambos tenían que subir. Shizuo al piso 30 y el novato a la azotea.
Los siete minutos cada vez disminuían, era increíble y casi imposible subir quince pisos tan rápido como iba Shizuo. El novato pronto se quedó atrás, pero de todos modos prefería no saber quién era aquel muchacho o qué iba a hacer, solo esperaba que un helicóptero llegara por él a la azotea.
Shizuo, en cuanto se vio en el piso 30, notó la tensión en los pasillos. Un aura extraña envolvía las paredes y pisos del lugar, algo que incluso le crispaba la piel. La desesperación, la agonía, emociones que aceleraban el corazón preocupado del mercenario, sensaciones que lo motivaron a moverse rápido. En sus gafas veía con claridad el camino, y esta vez sacó dos armas de los pliegues de su ropa.
Pronto varios agentes le vieron, el rubio caminaba con firmeza hacia ellos, con la frente en alto y dejó de escuchar la vocecilla de antes, esa voz se había apagado por completo. Una ráfaga de disparos a su dirección se escuchó, Shizuo igual empezó a disparar a cada frente sin protección que veía. Y cuando se acercaban mucho a él, el mercenario usaba los cuerpos de los hombres como escudo.
Fue en ese momento que se dio cuenta de algo. Las balas habían dejado de ser normales, la tela de su escudo humano se estaba desintegrando, las municiones iban cargadas con ácido. Shizuo se vio impresionado por aquella creación, pero no podía detenerse allí, no era momento para parar.
Con mayor rapidez tomó los cuerpos inertes y los aventó contra los tiradores voraces. Varios cayeron y Shizuo, en cuanto pasaba a su lado, no dudó en atinar una bala en sus frentes. Los agentes no dejaban de llegar, pero el mercenario no podría acabar con todos en menos de cuatro minutos.
Corrió entonces, seguía el mapa que se mostraba en sus gafas, hasta que finalmente se vio frente a la puerta del experimento 243. Ese era el número que le habían dado a Izaya, cosa que llenaba de tensión el cuerpo del mercenario. Quizá lo vería al otro lado de la puerta, cómo estaría, qué le habrán hecho.
"Concéntrate, Shizuo. Vienen más agentes". Shinra llamó su atención, a lo que el rubio abrió la puerta del cuarto sin titubear, pero adentro no había nadie. El mercenario rechistó enfurecido, la habitación estaba impecable, pero olía al perfume natural de Izaya, cosa que escandalizaba a la impaciente bestia.
"Ve a la sala de experimentos...Tengo una corazonada". Sugirió Shinra a través del intercomunicador, y mandó el mapa a las gafas. Shizuo respiró profundo, tomó la chaqueta de Izaya que estaba sobre una silla, y cambio los cartuchos de sus armas, preparado para una nueva masacre.
Cuerpo tras cuerpo cayendo ante los pies del mercenario de ceño fruncido, él iba cambiando cartuchos y evitaba a toda costa que el traje fuese siquiera rozado por alguna de las balas ácidas con las que planeaban matarle. Los hombres que le disparaban quizá no tenían nada que perder, o quizá tenían familia y una vida fuera de las paredes de la empresa. Pero, qué mejor que castigar sus almas por lo que estaban haciendo.
Shizuo no era nadie para juzgar a nadie, eso lo tenía claro, pero de todos modos podía decidir si sentir culpa o no por la sangre que manchaba sus manos. Era un asesino y guardaespaldas perfecto, y hasta ahora no había matado a ningún verdadero inocente, porque en ese trabajo, pocos eran los que mantenían sus manos y mentes limpias.
Cuando se trabajaba con mafia, matar era limpiar las calles de plagas. Una empresa como Dollars se encargaba te mantener intacta la línea entre la civilización y la oscuridad de la mafia, la gente ignorante y los oportunistas. Shizuo no tenía las manos limpias, pero sabía que las balas que atinaba no eran en vano, sabía que los hombres caídos habían hecho sufrir a los secuestrados, y sabía que Izaya igual había caído en sus manos.
Quizá por ello empezó a caminar más rápido, mostró una tétrica sonrisa a sus oponentes y mató a los lacayos de Fonikov sin sentimiento alguno. Entonces su reloj sonó, faltaban dos minutos, pero por suerte ya había llegado a la sala de experimentos y no tardó en disparar a la máquina de códigos para abrir la puerta.
Adentro, un grupo de científicos con batas operaban máquinas y realizaban anotaciones en una cartilla. Shizuo cerró la puerta, evitando el escape de cualquiera, y fue cuando visualizó a Izaya en medio de una amplia sala tras un vidrio, con tubos conectados a sus brazos y cables pegados a su frente. Él gritaba y luchaba contra la silla que lo mantenía cautivo, y fue cuando gritó su nombre en auxilio.
La bestia sintió su cuerpo caliente y una filosa mirada fue dirigida a los científicos. Bala tras bala, súplica tras súplica, sangre ensuciando las paredes, "Debieron pensarlo mejor antes de aceptar este trabajo", murmuró el rubio y concluyó por bajar la palanca que apagaría todas las máquinas que ataban a Izaya. Y sí, Izaya se dejó caer al piso y las luces se apagaron.
Shizuo se apresuró, rompiendo el vidrio que los separaba con un par de balas, a llegar al cuerpo débil del felino azabache. Izaya apenas respiraba, y Shizuo hizo lo mejor por quitarle las agujas y cubrirlo con la chaqueta. El felino abrió pues sus ojos, esos hermosos ojos rojos le pedían que le sacaran de ese infernal lugar.
Shizuo evitó los retrasos, se quitó el chaleco antibalas y lo aseguró en el cuerpo de Izaya. Luego acomodó al felino en su espalda y, tomando una bocanada de aire en busca de concentración, salió de aquella lúgubre sala llena de desesperación y medicina. Afuera, los guardias ya no estaban, pero Shizuo se apresuró a seguir las órdenes de Shinra.
"Ve a la azotea. Las puertas principales están bloqueadas y Tom tiene un plan para sacarte de allí". Shizuo se sentía más ansioso, sus pasos fueron acelerados, las escaleras incluso parecían más largas y agotadoras, pero no era momento de pensar en las dificultades; estaba por terminar la misión más importante que había tenido en su vida.
Al llegar a la azotea, logró ver al chico novato siendo apuntado por un agente. El rubio no dudó en atinar una bala en la frente del hombre, y el novato cayó al suelo temblando del miedo. El helicóptero aún no llegaba y el novato había oído que los agentes pronto empezarían a ir a la azotea, había oído los disparos en pisos inferiores, el muchacho era un cachorro asustado.
Entonces, fuertes vientos huracanados provocó que los jóvenes miraran al cielo. Un par de helicópteros venían hacia ellos y Shizuo se vio impresionado por quienes venían dentro, pero dejó de lado su impresión cuando oyó los apresurados pasos de los agentes subiendo por las escaleras.
Izaya se retorció, asustado, y Shizuo tuvo que arrodillarse para sentarlo en el suelo. El rubio intentó calmar al felino, pero éste ni siquiera podía centrar la mirada en quien intentaba reconfortarlo. El novato sabía de quien se trataba, sabía qué le habían hecho, pero cuando estuvo por hablar, tumbaron la puerta que daba paso a la azotea.
Siendo el primero en mostrarse, Fonikov dio un par de pasos en dirección al rubio, mientras un sin fin de agentes les apuntaban. Shizuo se giró sobre sus talones y puso su cuerpo frente a Izaya para evitar que cualquiera le tocara o mirara. La sonrisa que Fonikov le dedicó, solo hizo hervir su sangre.
—Has llegado lejos, muchacho— habló el hombre con acento ruso—. Creo que mereces una muerte digna de un ¿Héroe? No ¿Cómo merece morir un asesino como tú? Tenemos que averiguarlo.
El novato apenas dio un paso dispuesto a hablar, cuando una bala rozó su mejilla como advertencia. Y fue cuando de los helicópteros bajaron varios hombre en defensa del novato y de Shizuo, Fonikov se vio casi sorprendido, pero aún no quería dar la orden de ataque a los contrarios.
—Señorita Higurashi, que sorpresa y que alegría verla por estos lados— saludó con falsa emoción el ruso, a lo que la dama soltó una risilla mientras apuntaba a su cabeza—. Qué cosas del destino el volver a ver su rostro. ¿Qué tal el negocio?
La mujer se mantuvo en silencio, fría y calculadora, viendo pronto como sus hombres resguardaban al novato y curaban su herida. No tardó en reconocer a Shizuo, pero no podía mantener la mirada tan lejos de Nikiforov, ese hombre siempre tenía un As bajo la manga.
Shizuo tampoco podía apartar la mirada de Nikiforov, pero Izaya estaba despertando y quería que le viese, quería que supiese que todo saldría bien de esa reñida lucha entre mafias. Entonces Nikiforov pasó su mirada al felino, Higurashi lo notó y miró con mayor detalle al raro felino que no parecía ser una amenaza.
—¡Es peligroso!— Se oyó al novato de entre las voces y Higurashi apuntó a Izaya sin dudarlo.
La escena era algo inigualable. Higurashi apuntaba a Izaya, Fonikov miraba a Izaya y Shizuo, tras la movida de la dama, abrazó al felino contra su pecho y centró su mirada en la mafiosa de traje turquesa. La dama confiaba plenamente en la palabra de su joven novato, sabía que algo aún peor pasaría en cualquier momento.
—Orihara, objetivo localizado— pronunció con frialdad Fonikov, cosa que dejó perpleja a los contrarios.
Shizuo estuvo entonces por pedirle a Higurashi que no disparara contra Izaya, su mirada le decía que el felino no era el malo, pero fue cuando Izaya clavó su navaja mejorada en el estómago del mercenario. El escenario quedó en silencio, Izaya le había apuñalado sin temblor en su mano, y Shizuo pronto sintió como la herida empeoraba, probablemente la daga había sido envenenada.
Fonikov sonrió ante su logro, Shizuo cayó al suelo casi sin aliento y Higurashi disparó directo al pecho del ruso, dando en el blanco, pero sabiendo que aquella bala no sería suficiente para acabarlo. Un nuevo intercambio de balas se desató, pero los hombres de Higurashi venían mejor preparados con sus escudos, ninguna bala de ningún tipo podría contra tal barrera.
Por otro lado, Shizuo no podía creer lo que acababa de ocurrir, y al mirar a Izaya, entendió que el felino volvería a apuñalarlo, que acabaría con su vida. Sin embargo, Izaya dejó caer la daga con su cuerpo ahora tembloroso y se centró en el rubio y la triste mirada que le dedicaba. Izaya había vuelto en sí, y había apuñalado de forma letal a su querido Shizuo.
—Shizuo...— murmuró, y fue cuando tocó el abdomen del mercenario, a lo que éste ahogó un quejido—. No, no puede ser... Shizuo, perdóname...— su voz era tan baja, tan quebrada, tan suave, Shizuo no podía concentrarse.
El mercenario pudo escucharle, pudo ver como los ojos del azabache se llenaban de lágrimas y desesperación, Shizuo entendió que en realidad el menor se lamentaba por haberle herido, eso le aliviaba de algún modo. El felino intentó parar la sangre, pero solo se ensució las manos. Al final, su mayor pesadilla se había vuelto realidad.
—Perdóname, perdóname, perdóname...— sollozaba con la voz adolorida. Luego de días sofocando su voz, su garganta dolía y el sonido de sus cuerdas vocales casi había desaparecido—. Yo... Yo no quería... Te juro que no quería hacerlo... Shizuo, no te vayas.
Pero el rubio sintió como la sangre recorría su esófago, como su boca empezaba a saber a hierro y pronto la sangre empapó sus labios pálidos. Odiaba sentirse así, más en esa situación, más frente a Izaya.
—Todo... estará bien— apenas murmuró el rubio casi inconsciente, a lo que Izaya le dio un par de toques en la mejilla para que no se durmiese—. No te... abandonaré, cree en mí, Izaya— y el felino negó.
—No vuelvas a hacer esto— suplicó con la voz susurrante—. No vuelvas a buscarme, no... quiero matarte, no podré perdonármelo— Izaya ya no quería volver a pasar por esa situación en donde, por su culpa, a Shizuo le pasaba algo—. Te amo, Shizuo, pero no voy a arriesgarte... no de nuevo...— y, pensando que sería el último, Izaya besó con suavidad y cuidado los labios sangrientos del mercenario.
Shizuo vio entonces como su querido azabache caía sin reparo al suelo debido a un dardo clavado en su nuca, la angustia y adrenalina mezcladas hicieron que se sentara a pesar del dolor. Intentó ponerse en pie, pero fue en vano, su fuerza había desaparecido y su sangre manchaba el suelo pedregoso de la azotea. Fue pues que un par de hombre de Higurashi se aproximaron a él y le cargaron hacia el helicóptero.
A paso rápido, los hombres de Higurashi y la misma se adentraron en los helicópteros, ningún hombre caído. La mujer ordenó el escape, y notó que Fonikov detuvo la lluvia de disparos hacia los helicópteros para ver al felino que yacía desmayado a un par de pasos. Pronto varias detonaciones provocaron que los hombres se preocuparan, varias zonas del edificio estaban haciendo corto-circuito, y las alarmas no tardaron en sonar. Higurashi supuso que Shizuo había tenido que ver.
La dama resopló y tomó una copa de vino, se aseguró de que sus hombres estuviesen en perfecto estado, incluso su querido novato. Ese muchacho dulce y terco había querido hacer esa misión de espiar a J.K, pero ya habían descubierto que era uno de sus aliados. Quizá, si Shizuo no hubiese llegado a guiarle, el menor no estaría allí con ella.
—Estás castigado— le reprendió, a lo que el menor solo se abrazó a ella, aún asustado—. No me mires así, niño, estoy a un botón de mandarte a ti y a tu madre muy lejos de Japón, donde estén protegidos— y el novato sintió el abrazo cálido de la dama—. En cuanto a él...— se refirió a un Shizuo moribundo—, cuéntame todo lo que averiguaste, pequeño.
---Continuará(?)---
Dejen sus comentarios aquí.
La desaparecida, volvió para sentir sus lágrimas, y sin saber cuándo será la próxia vez que nos veamos... ¿Será que la escritora-chan volverá pronto? o ¿Este es el final?
Levanten la manito quienes siguen conmigo, recibirán autmáticamente un abrazo virtual.
Besos.
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