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Capitulo 29

Capitulo 29

—Día 206—


   En cuanto Izaya despertó al día siguiente, se vio sentado en medio de una gran sala pintada de blanco. Se sentía mucho mejor, sentía que podía moverse, pero sus piernas seguían débiles. Sin embargo, al alzar la mirada, pudo ver varios rostros mirándole, atentos a sus movimientos y estudiando sus reacciones. Varios de ellos llevaban batas, otros tenían sus brazos cruzados, otros solo veían unas máquinas.

   Fue al querer ponerse de pie que notó que estaba atado a aquella silla; sus muñecas y tobillos estaban ajustados por unos gruesos broches de metal y el intentar quitárselos, solo hacía que el metal se apegara a su piel de forma dolorosa. Entonces Izaya decidió quedarse quieto, respiró profundo en busca de aclarar su mente y sintió al instante la presencia de raros sensores bajo su camisa.

   El felino sabía que nuevamente comenzarían pruebas con su sangre, con su cuerpo y con su mente. Intentó no temer a lo que estaba pasando por segunda vez, pero querer la calma solo le hacía sentir más nervioso y encerrado, solo le recordaba que esta vez no podría escapar del lugar en el que estaba.


—Experimento #243, activo— se escuchó en los altoparlantes, y el azabache buscó con la mirada al dueño de aquella jovial voz, pero varios parecían estar centrados en sus computadoras.

—Buenos días, Joven Orihara— esta vez la inigualable voz de Nathaniel sonó en los altavoces—. Espero que te sientas descansado, porque hoy será un día de mucho trabajo. Por suerte, no me verás el resto del día, pero te estaré vigilando todo el tiempo— Nathaniel dio aquella breve explicación con tranquilidad—. Hoy, mis hombres se harán cargo de ti.


   Izaya tragó en seco, su ritmo cardiaco aceleró y no tardaron en comentarlo en los altavoces. Entonces Nathaniel se fue, Izaya le siguió con la mirada y al rato, las miradas volvieron a su diminuta y débil persona, todos con frías miradas donde el azabache podía sentir como lo desgarraban de a poco.


—Prueba #1— se oyó en los altavoces y antes de que el felino pudiese prestar atención, pudo sentir como su piel era erizada gracias a la electricidad que habían mandado a través de los cables conectados a su pecho. El muchacho aguantó sus gritos, sus puños se formaron, pero mantuvo la cabeza en alto—. Subiendo volumen de descarga. Prueba #2.


   Una nueva descarga de electricidad azotó su cuerpo, su espalda quedó pegada a la silla y ladeó la cabeza en busca de distracción, pero se mantuvo firme de todos modos, sin emitir algún sonido, mordiendo su labio inferior hasta hacerlo sangrar. Entonces la electricidad abandonó su cuerpo por unos segundos.

   Una tercera prueba se oyó, Izaya apenas había recuperado el aliento cuando otra descarga le despegó por algunos segundos del asiento. De la comisura de su labio brotó un hilo de sangre mezclado con saliva, pero el chico aún se negaba a gritar, a suplicar que terminaran con la tortura, porque sabía que apenas era el inicio.

   Así varias descargas eléctricas se le hicieron a su cuerpo, dejando segundos entre cada descarga, segundos de calma donde Izaya podía respirar y dejar salir ese aire de impotencia que se encerraba en sus pulmones, segundos donde debía recordar que tenía que mantenerse despierto, inquebrantable. Al alzar la mirada, lo único que pudo ver era como hombres de batas blancas anotaban en libretas, y como hombres de trajes negros le miraban a través de oscuras gafas.


—¿Eso fue todo?— Murmuró, dejando salir una risa de su boca sangrienta. El azabache obtuvo la atención nuevamente de todos los presentes. Su cuerpo temblaba y sus nudillos ya estaban blancos, pudo sentir como sus garras se habían clavado en sus palmas y con el simple movimiento de sus dedos, las heridas dolían.


   Pero una descarga mucho más fuerte le azotó, los científicos no explicaban cómo Izaya, siendo un simple experimento, soportaba el dolor y encerraba su voz. Apostaban que la garganta del felino debía estar inflamada, que sus pulmones en cualquier momento dejarían de funcionar, que el chico en algún momento se quejaría. Pero no fue así.

   Tras dejar la electricidad, Izaya no tardó en sentir como algunas lágrimas salían de sus ojos a medida que recuperaba la respiración. Su corazón agitado no le dejaba concentrarse, no le dejaba respirar como debía, la sangre que brotaba de sus heridas goteaba lentamente, ensuciando el piso.


—Por favor, trasladen al Experimento #243 a la siguiente área— se escuchó a lo lejos e Izaya pronto sintió como sus muñecas y tobillos eran liberados.


   Los deseos que tenía de correr eran enormes, pero al ponerse en pie, sus piernas temblaron. Entonces un par de altos hombres le tomaron de los brazos para alzarlo y el muchacho, sintiendo un repentino ataque de adrenalina, no dudó en atacarles. Sus garras rozaron los trajes ajenos y su mordida quedó marcada en una de las manos que le tocaron, sus ojos brillaban en ardiente fuego.

   Pero pronto un par de dardos tranquilizantes se clavaron en su cuello, disparados desde las paredes en perfecta dirección. El azabache, sintiendo el cuerpo pesado, sintió como se desplomaba y luego como era sacado de aquel brillante sitio de tortura. Odiaba sentirse cansado, pues sabía que cuando despertara, cada vez sería peor.

   Fue luego de un par de horas que el azabache abrió sus ojos, estaba sobre una mesa dura y sus brazos estaban atados a sus espaldas. El lugar no tenía luz e Izaya supuso que estaba por fin muerto, que ya no le molestarían, pero pronto escuchó y vio como una puerta era abierta. La luz alumbró un poco el lugar y el felino, aterrado, intentó liberarse.

   A su alrededor, un arsenal de raros juguetes adornaban las paredes, cosas que parecían perversas, y al fijarse en los hombres que entraban a la habitación, pudo notar como cada uno se quitaba la corbata, luego los chalecos para finalizar deshaciéndose de las blancas camisas. Izaya vio entonces como cada hombre se posicionaba a un lado de la mesa, rodeándole.


—Prueba #1— escuchó por segunda vez, pero esa vez era una voz más gruesa la que hablaba, más cercana, quizá de alguno de los hombres que le rodeaban.


   Izaya quiso buscar alguna cámara, pero no tuvo tiempo de pensar en ello cuando su pantalón fue halado fuera de su cuerpo y un par de manos se adentraron en su camisa. El felino intentó moverse para evitar el toque ajeno, pero al parecer la cuerda que ataba sus brazos, estaba unida a la mesa.

   Aquellas grandes manos le manosearon con lujuria, sus pezones fueron vilmente pellizcados y pronto una mano apretó su miembro inactivo. El azabache evitó sollozar, gemir, jadear, porque era lo único que podía hacer en ese momento a parte de maldecir a aquellos que le tocaban.


—Mientras te tocamos, recuerda a tu querida bestia— comentó uno de los hombres, y un par más de manos llegaron a tocar su cuello y orejas, partes sensibles del felino—. Recuerda que él no podrá venir por ti y dejará que hagamos contigo lo que deseemos— oyendo tales palabras, Izaya sintió como acariciaban su cola para hacerle estremecer—. Vamos a dejar el estrés diario... en ti.

—Mientras están aquí...— apenas logró formular, pero una sonrisa se presentó en sus labios—, lo único que se me viene a la mente... es que son tan malos en el sexo que no han logrado satisfacer a nadie— intentó reír, pero las desconocidas manos no dudaban en recorrerle—. De seguro la tienen pequeña.


   Y esperando quizá algún golpe, el azabache intentó mantener la calma al escuchar la risilla de uno de los hombres, tal vez el que menos ofendido se sintió. Viéndole, el fornido hombre mostró su miembro ante los ojos del felino y éste no tardo en querer apartarse de él.


—¿Te parece suficiente?— Preguntó el tipo con burla en su voz e Izaya pronto sintió como sus piernas eran abiertas—. Te tendremos aquí tanto tiempo, que te vas a acostumbrar a esto, que desearás que te marquemos varias veces al día— comentó la misma voz—. Te obligaremos a gritar, porque no podrás soportarlo por mucho tiempo. Y tu amado Heiwajima tendrá que conformarse con lo que quede de ti.


   Izaya entonces sintió como el miedo se colaba por sus huesos. Sin ser capaz de decir algo más, el azabache hizo lo posible por cerrar sus piernas, pero la fuerza ajea era mayor a la suya. Entonces una de las manos pasó uno de los raros objetos que estaban en la pared, era algo alargado y de plástico, y al tenerlo cerca, Izaya no tardó en saber qué y para qué era.

   Izaya se movió aterrado, intentó patear a alguno de sus atacantes, pero pronto las manos sobre su cuerpo hicieron presión para que se quedara quieto. Uno de los hombre le tapó la nariz y tras ponerle una pastilla en la lengua, dejo caer agua en su boca hasta que el felino hubo tragado la píldora.

   El felino sintió un raro efecto en su cuerpo, algo que le hizo temblar y aumentó su miedo, porque ahora aquellas manos se habían vuelto más calientes, su cabeza daba vueltas y su lucha por mantener la razón era constante. Izaya intentó un sinfín de veces liberar sus manos, pero el que halaran su cola y pellizcaran sus orejas le hacían más débil. Saber que esas no eran las manos de Shizuo, le provocaba ansiedad y pánico.


—Haremos de ti un desastre— comentó con lujuria otra voz, posiblemente la del hombre que tomaba su barbilla—, y nadie quiere un desastre, ni siquiera la misma Bestia de Ikebukuro.

—No se atrevan a tocarme— vociferó el menor con su ceño fruncido y al terminar esa corta frase, sintió como respirar se le dificultaba—. Les juro... Les juro que se van a arrepentir, y cuando esté libre, serán los primeros que mataré con mis propias manos.


   Las carcajadas no tardaron en ser escuchadas, Nathaniel a través de las cámaras disfrutaba del sufrimiento de Orihara, de verle tan molesto y débil ante sus hombres. Quizás esa área sería la que más afectaría su lado humano, y eso que apenas era el inicio de las pruebas. Nathaniel tendría una dulce venganza.


—Entonces aprovechemos.


   (...)

   Estando el sol escondiéndose, Shizuo y Shinra se encargaban de buscar algún rastreador GPS que tuviese el nombre del sujeto hallado muerto. El científico intentaba descifrar los códigos de acceso a las computadoras de las Instalaciones J.K, tal vez así podrían llegar a la empresa principal y al cabecilla, por otro lado, Shizuo, mientras fumaba un cigarrillo, buscaba entre la información de los Dollars algo que le conectara a dichas instalaciones, algún próximo blanco.


—Shizuo, creo que conseguí algo— Shinra se oyó serio, esperando haber hecho lo correcto con el intercambio de códigos. El susodicho no tardó en acercarse y las miradas de los demás se posaron sobre el de lentes—. Seguí las transferencias de dinero hechas. Las cuentas saltan por antenas en Rusia, Estados Unidos y Japón, hay interferencias, pero aquí hay un punto de quiebre— explicó al señalar la pantalla de su computadora.

—En ese punto de quiebre, es donde el dinero se detienen— concluyó Shizuo—. Y luego el dinero simula que se sigue moviendo, por ello nos confunde— el rubio dejó su cigarrillo y peinó su cabello hacía atrás. Sus ojeras eran notorias pero las gafas violetas las escondían—. Eres un genio.


   Shizuo entonces buscó en el mapa digital la dirección, movió la pantalla con el mouse hasta dar con las calles que llevaban a la empresa. La búsqueda señaló pronto que el edificio de esa zona pertenecía a una cadena de perfumes que, según las críticas, eran muy buenos. Pero Shizuo averiguó más a fondo sobre aquellos comentarios sobre la compañía, hasta dar con un grupo de Estados Unidos que se referían al producto como "...perfecto para atraer a sus presas."


—Es hora de movernos— Shizuo sintió como su corazón se aceleraba con ilusión, pensando que podría salvar a Izaya, que podría llegar a tiempo. Todos en la habitación pensaron que llegarían a tiempo.


   ---Continuará---

   ¡Hola, Galletitas!

   Lamento la tardanza, no me había fijado que habían pasado tantos días desde la última actualización, pido un disculpa. Pero aparte de ello... ¿Qué tal sus corazones? ¿Pueden sentir impotencia? 

   Recuerden que pueden unirse al grupo de Facebook para que hablemos de teorías, respondan más preguntas y se mantengan al día con las historias y las incógnitas.

   ¿Alguna teoría? Supongo que ya se imaginan todo lo que sufrirá Izaya... 

   Besos. Les amo.

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