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Capitulo 23

Capitulo 23

—Día 198—


   Era cierto que Izaya rebosaba de alegría al pasar la tarde con sus hermanas, le traía bueno y cómicos recuerdos el comer y jugar con ellas, pero el felino no veía posibilidades de poder establecer una amistad con las personas que secuestraron de su persona. El azabache sabía que debía ser agradecido, esos desconocidos cuidaron de sus hermanas, pero Izaya seguía muy molesto y se negaba a hablarles, o por lo menos a hablarles de forma pacífica.

   Las pequeñas felinas, las hermanas de Izaya, hacían lo posible por convencer a su hermano mayor de que Saburo y Dotachin, éste último como apodo de cariño, eran personas buenas que velaban por la seguridad de los Orihara. Sin embargo, las niñas no podían discutir contra los argumentos alargados de Izaya, no podían contradecir las verdades que él decía.


—Ellos pudieron cuidar de ustedes, pero con condiciones y haciéndoles creer cosas que no son— Izaya hablaba con seriedad—. Las llenaron de cariño y las protegieron de aquellos que nos buscan, y realmente lo agradezco, pero eso no gana mi confianza.

—Pero hermano, Dotachin estaba convencido de que te trajeron aquí para protegerte. Con esa bestia no estabas seguro...— y la pequeña Mairu, acomodando sus gafas, frunció su ceño al verse interrumpida por el mayor.

—¿Bestia?— quiso reír el azabache, pero se veía aterrador—. ¿Saben el significado de ello, pequeñas mocosas?— Preguntó con sarcasmo, pero esperó a que las niñas respondieran. Con lo que ellas decían, Izaya podría defenderse.

—U-Una bestia es lo que es Shizuo Heiwajima— Karuri habló esta vez—. Él ha ma-matado personas y es una horrible persona. Siempre está molesto y golpeando cosas, solo piensa en su bienestar.— La pequeña se vio incapaz de alzar la mirada hacia su hermano.

—Yo también he matado muchas personas, eso me convierte en una bestia, ¿no es así?— Suspiró cansado, el azabache tenía mucho que decir—. Si ese hombre, ese del que tanta peste hablan, fuese lo que dicen, ¿yo estaría vivo?— Preguntó con sequedad—. Si ese hombre, ese malhumorado ogro, fuese tan malo, ¿me hubiese cuidado?— Izaya volvió a preguntar y sus hermanas se vieron arrepentidas. Negaron.

—Pero ellos nos dijeron...

—Viví con ese hombre durante 6 meses— comentó Izaya, y una ligera sonrisa surcó sus labios—. Y lo extraño, lo extraño demasiado— La menores se vieron sorprendidas—. Esa bestia fue capaz de soportarme durante 6 meses. Me quisieron secuestrar y él me salvo una vez. Y ahora, no sé qué le hayan hecho pero uno de esos tipos tenía la cara golpeada, eso quiere decir que le confrontaron.

—¿Y si hubiesen sido los malos?— Recriminó Mairu molesta—. No te hubiese podido proteger.

—Quizá, pero lo hubiese intentado, y ustedes simplemente están diciendo que es alguien malo— Izaya cruzó sus brazos, sin apartar su mirada de las confundidas miradas de sus hermanas—. Una bestia no busca defender a nadie, ustedes mismas lo han dicho.

—Pe-Pero tal vez quiere algo de ti— continuó Karuri—, te ha mantenido cautivo en ese departamento todo este tiempo. De seguro te ha hecho cosas terribles para que ahora tengas miedo de todo el resto de nosotros.

—Oh, en serio que ustedes no tienen muchas defensas— se burló el azabache—. Verán, ¿Les cuento todo el mal que me hizo estar con él? Bueno, me curó cuando me enfermé, me dejó estar en su cama cuando le tuve miedo a la oscuridad, espantó varias de mis pesadillas, esos horribles recuerdos del laboratorio, ¿Recuerdan?— Las menores asintieron cabizbajas—. Al escapar de ese sitio, no podía confiar en nadie, ¿y saben qué? Él decidió cuidar de esta criatura asesina a pesar de lo raro que era.


   Y las muchachas terminaron por cerrar sus bocas, sin más palabras para defender a sus amigos. Izaya, por otro lado, desvió su mirada para caer nuevamente en sus profundos pensamientos, pensó en la idea de escapar, pero le drogarían otra vez y ya su cuerpo no se sentía a gusto con la medicación.


—Niñas, hora de ir a sus habitación— entró Dotachin, el muchacho que cubría su cabello con la gorra negra. Mostraba un tranquilo semblante pero al ver la fría mirada que el azabache le dedicaba, se vio ligeramente nervioso.

—¡Dotachin!— Las niñas corrieron a abrazarle, entristecidas—. Hermano no nos cree.— Entonces Izaya se puso en pie, esta vez mostrando una de sus sarcásticas sonrisas.

—Oh, niñas— a cada muchacha le puso una mano en la cabeza, éstas le miraron con sus ojos cristalizados. Ellas esperaban que su hermano les dijera lo que ellas querían oír, pero sabía que eso no sería así—, no tienen que quejarse, yo mismo le diré a este joven secuestrador lo que pienso.— Y la sonrisa desapareció.

—Izaya, no necesito...

—No estoy pidiendo tu permiso para insultarte— el muchacho volvió a la cama para sentarse en ella y evitar usar sus garras—. Van dos días y mi cuerpo está lleno de somníferos porque ustedes son incapaces de explicarme algo. Mis hermanas no hacen más que decirme que me quede con ellas por el simple hecho de que ustedes les dijeron que Shizuo es un monstruo, es decir, ellas son sus mensajeras.

—Heiwajima es una monstruo, es una bestia, Izaya— el muchacho se vio molesto, pero Izaya solo le miró—. Él te lastimó, él fue tu mayor desgracia, ¿Por qué no puedes entender algo tan sencillo como eso? Nosotros somos tus amigos, él es el asesino.

—¿Mi mayor desgracia?— rio ligero el azabache—. No tienes otro argumento más que ese, porque sabes que estás equivocado. En este momento, ustedes son unos verdaderos monstruos que me trajeron aquí a la fuerza con propósitos egoístas, protegiéndose con la simple frase de que son mis amigos. Si tanto me conocen, saben que yo también he matado, así que esa tontería de que "él es un asesino" no sirve conmigo.

—¿Qué ocurre aquí?— Saburo, el muchacho de castaño cabello largo, entró a la habitación con curiosidad. La puerta seguía abierta, eso le pareció extraño, pero al entrar y ver al azabache discutiendo con su compañero, bufó ya estresado.

—El otro tipo— comentó Izaya al darle la bienvenida, sarcástico—. Cuéntame, Saburo, ¿Qué quieren de mi para tenerme aquí encerrado?— Izaya no dejaría la cama, pero ya preparaba sus garras para atacar a quien se acercara.

—Izaya, nosotros...

—Sí, sí, son mis amigos, ¡Hurra!— Izaya se carcajeó con sequedad y despeinó sus propios cabellos, ya impaciente—. ¿Tú también me vas a decir que Shizuo es un peligro y que me trajeron aquí para cuidarme? ¿Para protegerme? Esa no es una verdadera razón.

—Tienes que recordarnos para entender, Izaya— continuó tranquilo Saburo—. Ese hombre no ha hecho más que perjudicarte. Te tuvo cautivo, sin darte la opción de salir a buscar a tus hermanas. Él es...

—¿Un mercenario? ¿Que trabaja para los Dollars?— Finalmente Izaya se puso en pie, los demás dieron un paso atrás—. Veo que han investigado bien la vida de Shizuo, pero eso no quiere decir que ahora me conozcan. Entiendan una cosa: No los recuerdo— Puntualizó Izaya y notó que aquello había afectado a los dos muchachos—. Así que no confío en ustedes, y gracias por lavarles el cerebro a mis hermanas, porque ahora no puedo confiar en ellas.

—¿Eh?— Sonó Karuri dolida.

—¿Cuál era la primera regla en la casa?— El azabache las miró con frialdad.

—No... No confíes nadie, así te esté sonriendo.— Contestó Mairu, cruzando sus brazos regañada. La pequeña de trenzas largas cada vez recordaba mejor a su hermano, ese muchacho original y frío que les enseñó a cuidarse de la vida. Tanto ella como Karuri estaban arrepentidas.

—Nosotros cuidamos de ellas, Izaya. Deberías agradecer que...

—Claro que estoy agradecido con ustedes, agradecido de que las hayan mantenido con vida y cuidado de ellas, pero ¿A cambio de qué?— Izaya sonrió ya cansado—. Las preparaban para que cuando me consiguiesen, ellas lograran convencerme de sus ideas y opiniones. Pero adivinen— soltó una carcajada mientras les daba la espalda—, han fallado.


   En la habitación reinó el silencio por unos minutos, Izaya intentaba calmarse, esconder sus garras. Sabía que ya ni en sus hermanas podía confiar, sabía que esos chicos que presumían ser sus amigos le ocultaban algo. Izaya confiaba solo en sus instintos, esos que nunca fallaban, esos que le alertaban cuando algo no cuadraba. Estaba por bufar, por terminar de llegar a la serenidad, cuando sintió el movimiento de alguien a su lado.


—Y basta de somníferos— sus ojos se encendieron en un rojo carmesí al ver como Dotachin, con una jeringa en mano, intentó inútilmente inyectarle. El azabache mostró sus colmillos, su mirada aterraba y con su mano destrozó la jeringa con solo apretarla—. Largo de aquí.


   La sangre empezó a salir de la herida de su mano, pero Izaya solo estaba pendiente de que los intrusos saliesen de su habitación y le dejaran en paz. Por suerte, aquellas personas obedecieron sus palabras, Dotachin se veía cabizbajo al igual que Saburo mientras que sus hermanas adoptaron un semblante frío y neutral, volviendo casi a ser las niñas que habían sido hace tiempo.

   Al verse solo en la alcoba mal arreglada, empezó a quitar cada pedazo de vidrio de su mano luego se encaminó al baño para lavar la sangre. El azabache había caído en un estado de depresión e impotencia que la herida simplemente no le dolía, no le afectaba. Mientras se secaba las manos, evitó mirar el espejo y dio un salto más a la cama, buscando caer ante el sueño con naturalidad, pero no tenía ni un ápice de tranquilidad como para dormir.

   Fue entonces que a las afueras de la habitación escuchó ruido, una chica discutía molesta pero sus palabras eran inentendibles para el felino. Después, atento a la puerta, escuchó como un par de toques provinieron de ésta. Izaya se vio impresionado de que alguien tocara la puerta, al parecer no toda la educación se había perdido.


—Izaya, ¿puedo entrar, por favor?— Era una voz femenina y dulce la que pidió—. Estoy sola, lo juro.


   Por algún motivo, Izaya gritó desde la cama para darle permiso a la chica de que entrara. Le estaba dando la espalda a la puerta, mirando la herida, cuando escuchó la puerta ser abierta y luego cerrada.


—¿Vienes a decirme que eres mi amiga?— Murmuró el azabache— ¿A decirme que Shizuo es un peligro o algo por el estilo? ¿O a decirme que todo lo que hacen es por mi bien?


   Izaya no escuchó respuesta, sino sintió como la chica se sentaba en la cama a su lado, confiada. Él la miró de reojo, con su ceño ligeramente fruncido por la libertad que la chica se tomaba para acercarse tanto a él. Sin embargo, no veía peligro en ella, así que decidió volver a mirar su mano lastimada.


—Soy Erika Karizawa— presentó su mano con entusiasmo la muchacha de baja estatura y cabello castaño—. Un placer, Izaya.


   El susodicho, evitando mostrar impresión en su gesto, tomó dudoso la mano de la chica y ella, contenta, la agitó para terminar el saludo como la persona educada que era. Erika le sonreía con dulzura, él no tenía ánimos de mostrarse contento, ella se veía feliz con solo verle, él esperaba que no fuese un romance o algo similar.


—Vine para responder todas tus preguntas— rio ligero ella, como una niña—. Sí, fui tu amiga hace un tiempo. No, no vengo a recalcarte lo que los otros idiotas ya dijeron.

—¿Por qué?— Izaya se vio curioso y Erika rio.

—Porque no creo que Shizuo sea malo— comentó ella al recostar su cabeza sobre sus manos empuñadas—. Hace unas semanas tuve que viajar por temas de dinero y al volver me topé con que te tenían aquí encerrado; esa fue la razón de la pelea reciente.

—¿Por qué quieres que crea que eres diferente a ellos?— Volvió a murmurar desanimado el felino y fue cuando la mano de la chica acarició sus cabellos. Él la miró y ella alzó sus hombros sin tener respuesta—. Bueno, si dices que me conoces desde antes de todo esto— señaló sus orejas—, ¿Puedo seguir haciendo preguntas?

—Izaya, sabes que perdiste la memoria. No podré darte muchos detalles de tu pasado, son cosas que tendrás que ir recordando con el tiempo— comentó ella e Izaya se sentó a su lado—. Ellos te trajeron aquí pensando que con ello tú les recordarías...

—¿Por qué recordar a personas tan desagradables?— El chico cruzó sus brazos molesto.

—Dímelo a mi— rio ella e Izaya soltó una suave carcajada—. Pregunta y quizá yo pueda responder. Sé que no quieres estar aquí, pero quisiera que por lo menos tengas a alguien en quien confiar.

—¿Cómo sé que puedo confiar en ti, Erika?— Recriminó el felino.

—Porque soy una chica— ella presumió su cabello amarrado e Izaya rio por ese hecho—. Fui tu amiga y quiero que seas feliz de la forma que tu decidas.

—Entonces dime...— Izaya tomó una bocanada de aire y bajó su mirada, nervioso por las preguntas que nacieron en su mente—, ¿Shizuo y yo nos conocimos antes de esto?

—Sí.— Erika respondió segura.

—¿Fuimos felices juntos?— Esa pregunta nació de sus labios con temor, no soportaría escuchar que todo había sido un caos como los otros secuestradores habían dicho.

—Sí, muy felices.— Erika comentó con nostalgia y sonrió enternecida, como si recordara todo su pasado. Izaya la miró esperanzado, con sus ojos cristalizados, y se puso en pie.

—¿Si fuimos tan felices por qué ellos me quieren separar de él ahora?— Izaya no pudo evitar sollozar impotente, Erika se vio dolida—. ¿Qué ocurrió para que ellos le odien tanto?

—No sabría decirte por qué. Los chicos tienden a hacer las cosas sin pensar, ellos creen que hacen algo bueno por ti, pero no saben cómo te sientes— comentó Erika aún sentada—. Personalmente, no creo que Shizuo sea ese hombre al que todos le temen. Pero sé que ahora deseas estar con él y no aquí.


   Izaya la miró con lágrimas en los ojos, él no esperaba tal confesión. Evitando que dichas lágrimas empaparan sus mejillas, se limpió con la manga de su bata y se sentó junto a la chica, encogido. Erika puso una mano sobre el hombro del felino, intentado con ello calmar su llanto y tristeza.


—Erika...— la nombró con suavidad y ella le miró— ¿Tu no te la pasabas con un chico siempre que recorríamos la ciudad?— Comentó de la nada y Erika se vio mucho más feliz que antes.

—Así es— ella esperó a que Izaya siguiese hablando—. Me contenta que me estés recordando. Ese chico era Walker.

—Yo recuerdo que era un chico más alegre y tranquilo, creo que no está entre los chicos estúpidos de aquí— Izaya desvió su mirada y entonces el sueño invadió su sistema. No se fijó en que Erika había asentido a su comentario, porque Walker no estaba allí—. Gracias por venir a decirme todo esto...

—No fue nada, pulga— aquel apodo le recordó a Shizuo e Izaya tuvo mayores ganas de estallar en llanto. Erika sabía sobre ese apodo, sabía lo que provocaba en el azabache, sabía que era mejor que pensara en Shizuo que en la situación de encierro en la que estaba.

—Por cierto... Una última pregunta— el felino se acostó en la cama mientras Erika le arropaba—, ¿Dotachin está enamorado de mí?— y la castaña evitó carcajearse antes de asentir—. Se nota— rio ligero el azabache—. Ahora sé con qué molestarle la próxima vez.


   Izaya no tardó en quedarse dormido, Erika se vio enternecida y apagó las luces antes de salir de la habitación. Pero estando afuera, su rostro se mostró inexpresivo y ciertamente enfadado al clavar su mirada en Saburo y Dotachin, que esperaban a que ella saliese de la alcoba para hacerle preguntas.


—Sus recuerdos son como los de un niño— comentó ella con seriedad en lo que se sentaba en el sillón de la sala—. Bloquea algunas cosas, como ustedes, y mientras sigan volviéndose enemigos de él, menos posibilidades habrá de que les recuerde— y ellos se vieron entristecidos—. Lo llevaremos de regreso con Shizuo.


   Y todos los presentes se vieron en desacuerdo con la idea mientras Erika, detallando sus uñas, hablaba con serenidad. Se preparaba mentalmente para no alzar demasiado su voz, no quería que Izaya se despertara.


—No puedo creer que te convenciera— recriminó Dotachin, preocupado. Su caminar de lado a lado se hizo más rápido, como si pensara en alguna solución para sus problemas. No quería que Izaya se fuese de su lado otra vez.

—No puedo creer que hayan cometido la estupidez de sacarle de su hogar— la castaña se puso en pie—. Hubiese sido más emotivo ir al departamento con sus hermanas y hacer todos las paces. Pero no, ustedes creyeron que decirle que Shizuo era una bestia era lo ideal para la ocasión. Saben perfectamente que no estoy de acuerdo con ustedes.

—Erika, no liberaremos a Izaya— habló Dotachin—. Es nuestro amigo, Shizuo es malo para él, podría matarle en cualquier momento, ¿Qué es lo que no entiendes?

—No entiendo que ustedes se metan en esos asuntos— Erika apretó sus puño—. Lo están volviendo su enemigo, están haciendo que Izaya los odie, están arruinando su vida y lo están llenando de miedo. ¿Shizuo que ha hecho durante este mes de vigilancia? Le ha vuelto un niño caprichoso que solo necesita de su amor, porque Shizuo demostró ser cariñoso a pesar de ser una "bestia". Chicos, por Dios, esperaba que tuviesen más cerebro.


   La chica había ganado, los chicos se quedaron callados como prueba: Dotachin desvió la mirada dolido y Saburo le mantuvo la mirada a su mejor amiga, pero ésta le miraba con clara decepción. Saburo no confiaba en Shizuo, pero no le odiaba, y ahora sabía que podría perder a su mejor amiga y a uno de sus viejos amigos de viaje, Izaya.


—Así que le soltaremos y haremos un trato con él— sugirió la chica—. Pero él se quedara con quien él quiera. ¿Quedó claro?— Todo asintieron, hasta las niñas que estaban escuchando con atención.


   ---Continuará---

   Renaciendo, pude hacer la actualización xD

   Espero que les haya gustado. Me dio mucho sentimiento este Capitulo, casi lloré mientras loe escribía. Ahora díganme, ¿qué opinan de los nuevos personajes? Manden sus comentarios de amor y odio para ellos.

   Besos, les amo.

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