Capitulo 18
Capitulo 18
—Día 195—
Desde que Shizuo se vio descubierto por el travieso felino del que estaba enamorado, sus días empezaron a volverse algo que no podía soportar, días duros en los que tenía que controlarse por completo, porque Izaya ya sabía otra de sus debilidades y él no había podido evitarlo.
Desde esa noche, Izaya descubrió la forma de manipular al rubio de la forma más cruel que le era posible: siendo tierno y provocador. Y es que Shizuo no podía evitar reaccionar cada vez que Izaya vestía su ropa, cuando le toqueteaba travieso mientras tomaban una ducha, cuando le miraba de cerca con tanta ternura que llegaba a empalagarse, cuando meneaba la cintura cuando volvía a la habitación después de despedirse. Había tenido que luchar contra su instinto para no tocar al chico, para no derrumbarlo sobre la alfombra.
Izaya, por su parte, había hecho experimentos con Shizuo con su divertido juego diario. Sabía que algo en él tenía que provocarle a tal magnitud que el mercenario no podría aguantar las ganas de lanzársele encima, y es que el felino quería ser devorado por la bestia pero sin que él lo supiese, o por lo menos no directamente.
El felino había intentado los toqueteos en la ducha, los besos en el cuello para despertarle, había usado la ropa holgada del rubio, había mejorado su mirada seductora. Izaya sentía que había avanzado tanto, que se sentía un As en el arte de la seducción. Sin embargo, aún no hallaba nada que hiciese que Shizuo perdiera el control, admitía que el hombre tenía agallas y orgullo, y eso le invitaba a seguir intentado.
Shizuo, por otro lado, cada vez perdía más el sentido de la razón. Ir a trabajar cada mañana con la mente caliente, le hacía sentir culpable y miserable. Su concentración era mínima, su cerebro solo podía reproducir un sin fin de veces todo lo que Izaya hacía para dominarle, todos sus movimientos. Era como si entre los dos jugaran ajedrez, como si cada paso fuese crucial para caer en la trampa del otro. Lo peor era que Shizuo no tenía trampas, no tenía planes, no tenía estrategias, solo sabía que estaba encerrado en un juego donde era inepto. Era un novato jugando ajedrez.
Sin embargo, su trabajo no se veía afectado, Shizuo descargaba su frustración en los cuerpos que dejaba sin vida, en la fuerza que usaba para proteger mafiosos. Pero entonces volvía a la oficina y volvía a tener su agenda vacía y sin nadie con quien distraerse, y su jefe Tom había notado su raro comportamiento.
—Quiero saber qué es lo que tiene a la bestia de Ikebukuro tan distraído— se burló Tom y vio al instante como Shizuo, con su ceño fruncido y un yesquero en su mano, prendió un cigarrillo antes de recostarse en el espaldar del gran sofá de la oficina del jefe—. Te recuerdo que aquí no puedes comportarte como un niño mimado.
—Nunca me has mimado. No te hagas el ofendido— Shizuo habló sin pensarlo bien, pero no se arrepintió del todo. No iba a preocuparse por algo así.
—Me lo he ganado por preguntar— Tom intentó sonreír, pero si se había ofendido. Shizuo era como un hijo para él, pero realmente siempre habían estado metidos en el mundo de la fuerza y el control, no había espacio para mucha carisma, solo para entrenar—. Pero sigo con curiosidad, ¿Hay algo de lo que quieras hablar lo que resta del día?— Tom simplemente era amable, porque Shizuo nunca hablaba de lo que sentía.
Shizuo exhaló el humo de sus pulmones, evitó mirar a su jefe por un rato, cerró los ojos en busca de las palabras exactas para negarse a hablar. Tenía tiempo que no pensaba tan profundamente, que no tenía esa preocupación de qué hacer y no hacer, pero a la vez el sentimiento era muy conocido y eso de algún modo le molestaba más, porque no había nada peor para él que sentir un espacio vacío.
—Si tienes una pareja...— comenzó el mercenario, y Tom abrió sus ojos sorprendido. Al instante atrajo una silla a su lado y tomó asiento con clara curiosidad.
—Uh... Algo romántico— comentó curioso el castaño, y de inmediato supo que debía callar si no quería que su mano fuese quemada por el cigarrillo del rubio, la mirada del mercenario era un poso oscuro con ligeros rayos de sol.
—Esa persona supo algo muy vergonzoso de mi, y ahora hace lo posible para provocarme— Shizuo no entendía por qué hablaba, solo sabía que estaba liberando un poco de tensión de su cuerpo, a parte de que lo que decía no tenía mucho sentido—. Realmente amo a esa persona, es algo que no puedo explicar, y me siento inseguro al respecto. Es como si me faltara una parte, una pieza del rompecabezas, y esa persona vuelve para calzar a la perfección en mi vida.
Tom se mantuvo en silencio, pero esta vez tomo el tema con mayor seriedad. Había algo que le inquietaba de esa conversación. Era cierto que Shizuo no estaba pensando del todo, solo dejaba que las palabras fluyeran, pero no sabía que sus palabras tenían secretos entre líneas.
—Sin embargo, creo que ésta es la primera vez que tendría miedo de lastimar a alguien— Tom abrió sus ojos con sorpresa. Ya había encontrado el gran error en lo que estaba pasando.
—Shizuo— el jefe, capturando la fría mirada ámbar del mercenario, juntó sus manos—, si ese chico que está contigo te hace feliz, te ama y te soporta, creo que tanto tu bestia como tu saben quién es el que domina la situación— Tom se puso en pie con tranquilidad, analizando sus palabras, siendo cuidadoso—. Aprovecha la situación, Shizuo.
Shizuo se vio confundido e impresionado, porque desde hacía un tiempo no había visto a su jefe con tal seriedad y preocupación. Por un momento pensó que, sin haberlo querido, había dicho algo malo, le había recordado algo que no debía, y quiso preguntar qué ocurría, pero pronto Tom volvió a sonreírle para demostrarle que todo estaba bien.
—¿Me estás diciendo que haga lo que él quiere?— Shizuo se imaginaba la situación, en su apartamento, siendo tentado y dominado por Izaya, tal cual como ocurrió en su sueño pasado, ese desgraciado sueño que lo había delatado y que no podía abandonar su cabeza.
—¿No quieres?— Tom, por otro lado, rio cómico. Al instante cruzó sus brazos y pudo notar el gesto nervioso por parte del fumador rubio, que sin esperar desvió la mirada—. Eres muy predecible, Shizuo— el hombre se vio nostálgico—, pero estamos en una situación en la que no te puedes dar el lujo de alargar los momentos especiales de la vida.
—Tom, ¿por qué siento que sabes algo y no me lo quieres decir?— El mercenario le miró interrogativo, sigiloso, pero Tom no cambió su semblante ni un ápice, porque era más reservado de lo que los demás pensaban de él— ¿Cómo sabes que es un "él"?
Entonces el de cabellos castaños le devolvió la mirada, le analizó tan profundamente que Shizuo se sintió desnudo, quizá intimidado por la extrema rareza que estaba invadiendo el espacio en el que estaban. Tom sonrió nuevamente, sin mostrar su dentadura, y acomodó con tranquilidad sus gafas.
—Sé que también te gustan los chicos— comenta él—, hace un tiempo te lo confirme, pero no prestaste atención en mis palabras.— Tom intentó reír ligero, pero Shizuo podía notar que los cristales de sus gafas escondían algo— Llevas mucho tiempo con ese chico, así que asimilo que ha de estar igual de roto que tu— fueron crueles palabras—, o quizá es tan perfecto para ti que temes decepcionarle— el castaño finalmente se volvió al gran ventanal de la oficina—, pueden existir mil razones por las que están juntos, y por ello tienes que aprovechar cada minuto a su lado.
—Pero...
—No te estoy diciendo que llegues a casa y lo ataques— Tom rio bajo, soltando un bufido. Shizuo cada vez se sentía más pequeño, porque ese hombre que consideraba un buen amigo, casi un padre, le estaba leyendo la mente—, te estoy diciendo que aprovechen el amor que aún habita en sus corazones, que aprovechen la adrenalina que corre por sus venas, aprovechen el frío de cada noche para abrazarse.
—¿De dónde viene todo esto, Tom? ¿Acaso me vigilas?— el rubio quiso sonar tranquilo, quiso reír para que su jefe no notara la desconfianza en su mirada, pero disimular no le quedaba muy bien.
Shizuo, desde niño, siempre fue reservado y detestaba que los demás supiesen de su vida, sobretodo cuando él no comentaba nada al respecto. Se sentía vigilado y amenazado, y Tom era la persona que más sabía sobre el tema, era quien mejor le conocía, quien siempre estuvo a su lado, pero Shizuo se negaba a llegar a la conclusión de que ese hombre, que hoy en día era su jefe, le conocía tan bien.
—Sé que te aterra que te conozca tan bien— Tom terminó por sentarse detrás de su escritorio—, pero tengo mis propias teorías. Tu nunca dices nada, y cuando hablas sobre ti, es porque es muy importante y no quieres arruinarlo. Ya te he dado mi consejo; aprovecha que el amor existe.
El mercenario suspiró resignado, quizás era simple paranoia de su parte, quizá su jefe tenía razón y tenía que dejar que las cosas fluyeran con tranquilidad. Volvió a erguirse, acomodó sus gafas y asintió convencido, Tom sabía que tenía la confianza de Shizuo y éste sabía que podía confiar en el contrario.
Pasada la discusión y la tarde en aquella oficina, el sol empezó a esconderse y Tom dejó que Shizuo saliese temprano. El mercenario iba convencido y ciertamente animado, tanto que compró un par de obsequios en una de las tiendas cercanas. Sus pasos eran acelerados, y aún así tenía tiempo de pensar en qué ocurriría en cuanto llegara a casa y agarrara a Izaya en un abrazo.
Luego pensó en Tom, en lo rara que fue la conversación con él, en las intrigantes palabras que le había dicho. La pregunta de qué sentía por Izaya volvió a su mente, la incógnita de por qué era tan diferente estar a su lado volvió a su alma para electrizarla, darle vueltas hasta dejarla por completo mareada. Pensó en las palabras de su jefe, esas palabras que abofetearon su ego de algún modo, ese momento en que le dijo que estaba roto, ese momento en el que le dijo que no quería decepcionar a esa persona. Tal vez eso y más era verdad.
Como si fuese una novela, Shizuo pensó después de muchos años en que quizá estaba teniendo miedo. El miedo era ese sentimiento que se posaba en su corazón para recordarle que tenía que dar lo mejor de sí por alguien, que no tenía que pensar en sí mismo sino en la alegría del otro. El rubio recordó entonces al pequeño niño que había sido, ese niño que se hizo la promesa de no preocuparse por nadie más, pensó en lo mucho que había fallado con esa promesa. Shizuo Heiwajima quería hacer lo posible porque Izaya se quedara a su lado, amándolo, pero si el chico quería irse, no podría negarle tal libertad.
Así era el amor en la mente del mercenario, era la cadena que te ataba a alguien y a la vez te daba plena libertad. Si el amor era verdadero, podías ser feliz aunque la otra persona fuese feliz con alguien más. Si el amor era verdadero, el subconsciente era el que se enamoraba, pues él evitaba que hicieses tonterías o te hacía hacer estupideces solo para abrirte los ojos, decirte cómo se siente la culpa. Y Shizuo no creía en el amor, porque no lo había experimentado tan a fondo con nadie, pero sabía que lo estaba invadiendo, y era algo con lo que no podía lidiar.
Una sonrisa mínima se posó en sus labios por el simple hecho de pensar en el romance, estaba nervioso, quería evitarlo pero le era imposible. Pronto visualizó el edificio donde vivía, pronto estuvo en el ascensor, pronto estuvo metiendo la llave en la cerradura del apartamento, y solo podía pensar en que Izaya le saltaría en cualquier momento para llenarle el rostro de tiernos besos.
Sin embargo, al abrir la puerta su sonrisa se vio borrada. Un hombre estaba en medio de su sala de estar, cargaba a Izaya sobre su hombro y éste estaba inconsciente, Shizuo temió que el chico no respirara.
Sin pensarlo, Shizuo se abalanzó sobre el hombre que tenía a su felino, le dio un golpe en el rostro y logró quitarle la máscara ue llevaba, solo para verificar que era un chico de no más de 25 años. Su golpe, por primera vez, no causó estruendo alguno y el desconocido, sin cambiar su semblante, devolvió el golpe aún más fuerte de lo que el rubio se imaginaba.
Shizuo nunca había sentido dolor físico, sabía que nada podría lastimarle, pero la fuerza en aquel golpe pudo desequilibrarlo y estuvo por cae al suelo. Alguien lo tomó por la espalda y, sin tiempo de reaccionar, sintió un pañuelo húmedo tapando su boca. No pasó mucho cuando sintió el cuerpo pesado, las piernas débiles y la mente casi en blanco.
—Quisiera acabarlo...—comentó el chico que había sido golpeado. Tal vez tenía el mismo poder inhumano que Shizuo, pero su labio aun así sangraba por le golpe.
—Él es importante...— dijo el otro desconocido entonces, pero en vez de mirar a su compañero, miró al felino inconsciente que parecía dormido. Ambos se referían a Shizuo, él lo sabía, pero quería saber qué era lo que planeaban hacer—, y tú lo sabes muy bien.
El chico se oía serio, centrado en lo que hacía. Shizuo casi estaba inconsciente, dormido, pero la droga no podía por completo con su cuerpo, los desconocidos lo tenían claro. Así que, sin esperar, el mismo joven de semblante neutral y aún con la máscara puesta, le amarró con una gruesa soga, le inmovilizó las piernas y las manos junto al torso, todo para dejarle recostado contra el sofá.
—Cuando sea necesario, te hablaremos— le comentó el mismo muchacho que le había atado. Shizuo vio como el enmascarado dejaba una nota entre la soga, pero su mirada lentamente empezó a nublarse.
Shizuo intentó luchar, pero su cuerpo no respondía como él deseaba, y al final tuvo que ver como se llevaban a Izaya, como éste dormía, como los chicos salían por las escaleras de incendios, como todos sus planes se veían destruidos. Intentó romper las cuerdas, intentó liberar adrenalina, pero el somnífero adulterado pudo más con sus sentidos que él mismo.
No había podido proteger a Izaya.
---Contiuará---
He vuelto, galletitas gatunas.
He estado planeando el "final" de esta historia, pero calmaos, que aún faltan muchos capitulos. ¿Habrá hard? No she... Weno si sé pero no te wa decir xD
Espero que les haya gustado este Capitulo, quisiera saber sus teorías al respecto pero sé que son bien calladitas xD Les quiero mucho y gracias por la espera.
Bye~
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