Capitulo 17
Capitulo 17
—Día 191—
Tras una cálida noche y sin pesadillas, Izaya despertó de su profundo sueño en cuanto sintió su cuerpo lo suficientemente entumecido. En toda la noche no se había movido, no se había quejado, no había llorado, no había pasado nada malo.
Sus ojos carmesí, con largas pestañas azabaches, se abrieron en cuanto el sol azotó contra su rostro. Sin embargo, no se sintió molesto al despertar de una noche tan tranquila, pues lo primero que pudo apreciar fue el bello rostro durmiente de su dueño Shizuo, quien se veía bien abrigado y a gusto con sus brazos alrededor de sus caderas.
El felino, en medio de su distracción por las masculinas facciones del rostro masculino, fue cambiado de posición con rapidez y facilidad. Shizuo se había acomodado boca arriba y, por no soltar las caderas del azabache, lo alzó hasta dejarlo acostado sobre su pecho, prosiguió con su profundo sueño sin sentir en lo más mínimo como el corazón del felino se aceleraba por dicha posición.
Tras la charla del día anterior, la confesión de secretos y la reconciliación de Shizuo e Izaya, éste último podía decir que gran parte de su tristeza había desaparecido, que una gran culpa había abandonado su corazón y que lo que más deseaba en ese momento era pasar el resto de sus días con Shizuo, porque así de cursi y rosa era el amor.
Al instante, Izaya reaccionó ante su rosa pensamiento, ante la facilidad con la que pensaba que serían las cosas de ahora en adelante, y recostó su cabeza en el pecho del mercenario. Había sido un asesino, un chico calculador, sabía que al confesar un secreto como el que tenía solo traería más problemas, que ahora tendría que estar más pendiente de su alrededor, que ahora tenía una debilidad, un hombre que tenía tantos enemigos como imaginaba, que tenía tantos problemas como él, que daría la vida por él.
Eso no le alzaba los ánimos en ningún sentido. Bueno, quizás era tierno pensar que Shizuo le quería tanto, que había aceptado sus errores, que no le odiaría tanto como pensaba. Pero luego estaba ese espacio en blanco en su mente, ese espacio donde debían haber más recuerdos, donde algo se escondía. No podía pasar algo lindo cuando Izaya ya pensaba que algo iba a salir terriblemente mal. Así había sido su vida, ¿qué sería diferente ahora?
Sin embargo, esa preocupación no se comparaba con la tranquilidad que su cuerpo sentía, que su alma vivía, que su corazón bailaba al compás de un balls romántico.
Fue entonces que, imaginando una melodía la cual bailar, escuchó un ligero balbucear por parte de Shizuo. Imaginó que estaba despertando, así que se acomodó para verle de frente y esperarle con una sonrisa a que abriera los ojos, pero Shizuo aún parecía dormido y soñando. Izaya frunció ligeramente su ceño, pero no pudo evitar prestar atención en los gestos del rubio.
El mercenario tenía su ceño fruncido y mordía su labio inferior, tenía la cabeza ladeada como si quisiera evitar ver algo. Izaya por un instante se preocupó por aquello, estaba por despertarlo y decirle que todo estaría bien, pero el mayor le nombró en un suspiro gruñón y provocador, como si le estuviese regañando por algo que le encanta. Izaya no podía distinguir qué era lo que ocurría, así que decidió esperar a que el mercenario despertara por si solo.
Las manos grandes del rubio se afincaron en su cintura de repente, una de ellas empezó a adentrarse en la gran camisa que llevaba para ocasionarle un leve espasmo, las manos del mayor quemaban y erizaba sus orejas. La otra escurridiza mano se deslizó hacía su muslo derecho, Izaya se sintió inmovilizado al instante, algo que no le molestaba en ese momento.
Izaya a penas podía distinguir las palabras del mercenario, a penas oía sus susurros y refunfuños, pero sabía que en ese sueño él estaba presente. Claro, el azabache no se imaginaba de qué modo, su mente no llegaba muy lejos, pero Shizuo le hacía pensar que era algo que le gustaba, algo que por más que luchara, lo quería.
Fue de repente que sus posiciones cambiaron. Shizuo la arrojó a la cama y agarró sus manos sobre su cabeza, se acercó de forma peligrosa, tan peligrosa que Izaya sintió como su cola se erizaba por la emoción. Pero, ante su intriga, el rubio abrió sus ojos.
—Izaya...— jadeó en voz baja el mercenario, abrumado y con las mejillas coloradas. Pronto su ceño se volvió a fruncir y el felino no logró entender qué había pasado—. ¿¡Por qué demonios no me detuviste!?— Le regañó con dureza, sus ojos llenos de pasión comprimida. El rubio se sentía angustiado e irritado por la situación en la que había despertado.
—¿Eh?— Izaya, por otro lado, no podía tomar en serio el regaño de su dueño. Se sentía hipnotizado y débil ante la situación, rendido—. ¿Q-Qué ibas a hacer, Shizu-chan?— La pregunta salió de labios del felino con tal inocencia, que Shizuo se sintió peor de lo que estaba, no solo su mente, sino su cuerpo.
Si Izaya era tan seductor y pervertido, cómo era posible que no se imaginara lo que estaba por pasar. ¿Acaso Izaya era pícaro por naturaleza? Porque si era así, lo volvía un chico tremendamente inocente y puro para una bestia con oscuros deseos internos carcomiéndole cada día.
—Ne... Necesito ir al baño—sin afanes de discutir, Shizuo se apresuró a ponerse en pie. Con agilidad arropó al felino en medio de su huida, así no le seguiría, y entró al baño en pocos pasos.
El azabache intentó liberarse de las sábanas, pero al salir de la cama, la puerta del baño estaba cerrada. A penas dio un par de pasos a ella cuando escuchó como el pestillo era puesto, cosa que quería decir que Shizuo quería estar solo en ese momento. Sin embargo, Izaya se sintió fastidiado al no poder abrir la puerta, la rasguñó con sus garras, imaginaba que su dueño estaba mal.
—Shizu-chan— llamó el felino con curiosidad. Pero pronto frunció su ceño—. Abre la puerta. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?— Las garras del menor seguían rasgando la madera, pequeños copos de aserrín color chocolate caían de sus manos, y cada vez se sentía más frustrado por no recibir respuesta del rubio.
Por otro lado, Shizuo había puesto a llenar la tina con agua fría, muy fría. Su cabeza daba vueltas, veía la puerta de reojo rogando que Izaya dejara de molestarle, dejara de llamarle y dañar la pobre puerta, pero sabía que si le contestaba, avanzaría más allá que un simple beso o toque de caderas.
En cuanto la tina se vio al borde del derrame, el mercenario cerró la llave del agua y se adentró en el agua. Su piel se erizo por el frío, gruñó por el fuerte golpe helado del agua a su cuerpo caliente, pero todo valdría la pena para solucionar su gran problema.
—¿Shizu-chan?— Izaya se oyó curioso, como siempre, y dejó de rasguñar la puerta de repente— ¿Tienes fiebre? El agua fría no te ayudara en nada. Voy a hacer algo para que te sientas mejor— el felino se mantuvo en su sitio, un par de segundos, esperando alguna respuesta—. Estaré en la cocina.
Y Shizuo finalmente suspiró en paz al oír los pasos del felino que se alejaba. El agua le había calmado, pero su mente seguía siendo un remolino de ideas, locuras, fantasías eróticas que tenían que ver con un travieso chico felino de voz seductora. El rubio estaba loco por Izaya, lo sabía desde hacía meses, pero su mente nunca le había hecho una broma tan pesada como hacerle soñar con él. Todo se sentía tan real, tan apasionante, igual a una fantasía. Quizá por ello despertó, porque descubrió que era un vil sueño y que podría tener consecuencias en la vida real.
Pasados los minutos, el agua se volvió tibia y cálida, pero su mente seguía siendo una máquina de fantasías y continuaciones de ese raro sueño, y su problema volvió a nacer más grande y doliente. El mercenario gruñó irritado, porque su mente era algo que no tenía remedio.
(...)
En cuanto salió del baño con una toalla alrededor de la cintura y otra secando su cabello, Shizuo se fijó en el muchacho que estaba sentado al lado de la puerta con una taza a su lado. El azabache miraba con interés el piso y se mecía de un lado a otro en buscando algo más entretenido que hacer.
El mercenario suspiró ya más calmado y se agachó a la altura del felino para acariciarle la cabeza. El chico, por otro lado, le miró con ternura y curiosidad, sin decir nada y moviendo las orejas de forma divertida, cosa que hizo reír al mayor.
Terminó por acomodar sus piernas, cruzándolas entre sí, y le entregó la taza al rubio. Izaya no tenía palabras para el mayor, no quería que volviese a estresarse, así que le preparó un bebedizo azucarado que le relajaría por completo. El felino sonrió satisfecho en cuanto Shizuo se tomó aquella bebida ya tibia, luego ambos se pusieron en pie.
Sin palabras, Shizuo se vio sorprendido por la comida que ya estaba servida en el mesón de la cocina. Al parecer había estado mucho tiempo en el baño, y a Izaya le dio el tiempo suficiente para preparar aquel gran banquete. El mercenario, con impresión, miró al azabache que se notaba emocionado a su lado, le sonrió y finalmente le dio un tierno beso en la frente, cosa que coloró las mejillas del menor mientras sonreía.
Se evitaron las preguntas, Shizuo tenía pena de mirar a los ojos a Izaya y éste, sin poder entender del todo la situación, intentó ignorar ese pequeño gesto gracias a los mimos que el mayor aún le daba. Shizuo no se podía alejar tan fácilmente de Izaya, no podía evitar besarle o sonreírle, no podía evitar ver sus gestos infantiles o sus orejas cada que veía algo que le gustaba.
Ambos se encontraban viendo televisión, Shizuo se centraba más en acariciar las orejas azabaches del chico que en ver el programa que a Izaya tanto le gustaba. El felino, por otro lado, acariciaba al pequeño e inofensivo Mizu mientras sentía como Shizuo, experto en sus puntos débiles, acariciaba con suavidad su cabeza, deslizando sus dedos por los bordes de sus orejas y provocando que su cola se erizara. El programa en la televisión era divertido, pero Izaya no lograba centrarse en ello.
Izaya por fin quería preguntar qué había ocurrido esa mañana, tener más ideas de lo que hubiese pasado, estaba por abrir su boca para formular tales preguntas, pero el celular de Shizuo sonó repetidas veces antes de que el felino hablara. El mercenario tomó el teléfono, era del trabajo, y tenía que ir lo antes posible.
Shizuo bufó al instante, confirmando que iría, y se acercó a la mejilla del azabache para besarla. Izaya bufó de igual forma en cuanto se sentó en el sofá y vio como su dueño se encaminaba a la habitación para cambiar su ropa, cosa que fue rápida. Fue entonces que, viendo al gran hombre encaminándose a la salida, se puso en pie para detenerle.
—Shizu-chan...— le detuvo al agarrar su mano. El mercenario, acomodando sus gafas, se volvió al azabache con una ceja alzada— Yo... Eh... ¿Volverás temprano?— y toda su valentía cayó, se vio incapaz de preguntar lo que en realidad quería saber.
—Haré lo posible por volver temprano. Hoy haré la cena, ¿te parece?— Shizuo sonrió leve, seductor ante los ojos del azabache, y éste asintió.
Shizuo asintió igual, ese día se suponía que era de descanso, sin llamadas de trabajo, pero Matt lo necesitaba y le prometió que le daría un par de días más de descanso si iba. Era una buena recompensa, pero no imaginaba qué era tan importante como para que fuese. Pensando en ello y fijando su mirada en los ojos carmesí del felino, acercó su mano a su mejilla para acariciarle y dejarle tranquilo.
Izaya, ante tal gesto, no pudo aguantar su impulso por el mercenario. Se acercó más a su rostro, se puso en puntillas y finalmente probó los labios ajenos con cierta necesidad que había aguantado desde la mañana. Shizuo, incapaz de negarse, intensificó el beso para volverlo más apasionado y llameante, tan llameante que sintió como las piernas del felino temblaban por su simple roce. Eso le hizo sonreír.
Al finalizar el beso y recuperar el aliento, el mercenario terminó su despedida tras cerrar la puerta, dejando a un tímido y colorado Izaya con deseos de otro de esos besos, dejándole con las piernas templadas y la mente en blanco.
(...)
—Muchas empresas tienen que ver con esta extraña organización— comentó el jefe—. Al parecer, esta organización "secreta" se encarga de la elaboración de químicos y medicinas para los hospitales de la ciudad, pero también crea tóxicos para otros asuntos que aún desconocemos. Mensualmente ganan una gran suma de euros y dólares.
—¿Qué tiene que ver conmigo?— Preguntó Shizuo sin entender por completo el tema. Desde que había ido a ese almacén, el olor le indicó que era una fábrica de perfumes o medicinas, algo realmente extraño.
—El USB que me entregaron, tiene un sin fin de archivos encriptados y uno de ellos tiene tu apellido.— Tom fue directo, se veía ciertamente irritado— Nuestro hacker intentó abrir el archivo, pero tenía un virus junto a la clave de acceso que podía robar datos de nuestra empresa, por lo que puede ser peligroso. Podrían rastrearnos, descubrir que no somos solo una empresa de seguros.
—¿Eso se supone que somos?— Shizuo quiso carcajearse, pero no era buen momento para ello.
—Claro. Era más fácil decir que queremos el bienestar de todos, que decir que somos y vivimos de los grandes mafiosos del mundo. Aunque no lo creas, Shizuo, somos igual una mafia, pero mi generación tiene tanta experiencia en técnicas, que protegemos a los más grandes Gánsters de Japón y el mundo entero.
—¿Por qué nadie nos ha atacado?— Shizuo se sintió ligeramente orgulloso de su trabajo, esa información era algo que desconocía.
—Nos han atacado, Shizuo. ¿Por qué crees que los jóvenes que han desaparecido son solo de nuestros muchachos? Tenemos enemigos, ellos sabe que podríamos derrotarlos si estamos unidos, por ello van por cada uno de los Dolars uno por uno. Nadie lo sospecharía.
—Tom, ¿por qué hasta ahora me estás diciendo esto? ¿qué buscas?
—Irán por ti, Shizuo. Tienes que estar al tanto de tu entorno.
—Ja...— Shizuo se vio incrédulo y ladeó la cabeza. Sin vergüenza alguna sacó un cigarrillo de su bolsillo e hizo el ademán de prenderlo—. Desde que estoy en este mundo, Tom, sé que más que nadie debo cuidarme. Sé que tengo una gran cola de matones a mis espaldas, esperando a que baje la guardia para deshacerse de mi, pero hasta ahora nadie lo ha logrado.
—Oh Shizuo, no dejes que tu ego te domine— el jefe se puso en pie con cansancio, se veía preocupado, y se volvió sobre sus talones para mirar a través del gran ventanal que tenía la oficina—. Cuídate, porque algo peligroso se acerca y no sabes cómo podría afectarte.
Aquel comentario dejó sin palabras al mercenario, con el ceño neutral y pensando en Izaya, quien era la persona que ahora era la más importante de todas a su alrededor. Su mente empezó a maquinar, tenía curiosidad por saber qué había en ese extraño archivo con su nombre, y por alguna razón creía que Izaya tendría algo que ver. Todo era muy extraño, pero nada que le ocasionara un dolor de cabeza.
(...)
En cuanto la luna hizo su gran entrada al cielo, Shizuo se vio entrando a la estancia del gran edificio con un par de bolsas en la mano. Al verse frente a la puerta de su apartamento, sonrió ligero por la dulce sorpresa que le tenía al felino.
Al abrir la puerta, vio que Izaya se preparaba para cocinar, eso quería decir que había llegado a tiempo para hacer la deliciosa cena. Tras un gran abrazo y otro jugoso beso que Izaya anhelaba, ambos empezaron a cocinar, Shizuo más que Izaya, pues éste sólo le miraba con un sombrero de chef en la cabeza.
Tras la cena perfecta, Shizuo sacó de la bolsa un pequeño pastel blanco. Era una torta fría, con caramelo y chocolate como adornos, y en cuanto picaron el pequeño pastel a la mitad, de su interior salió una crema de varios colores que despertaron al niño que Izaya tenía en su interior. Era el mejor regalo que hubiese visto, una obra de arte en algo comestible, algo delicioso.
—Shizu-chan, muchas gracias— el felino saltaba alegre y se detuvo para abrazar al mercenario, éste de inmediato le devolvió el abrazo con cariño—. Se ve rico, quiero comerlo, ya quiero probarlo. Tiene chocolate, amo el chocolate.
Izaya estaba emocionado, Shizuo podía notarlo, tanto que el chico hablaba de cualquier detalle del pequeño postre. La única forma de callarle, para el mercenario, fue tomarle por la cintura y besarle. Besarlo con profundidad hasta que se quedara sin aliento y terminaran de probar el fantástico pastel. Y funcionó, porque Izaya se quedó callado debido a la timidez.
El rato fue agradable, divertido, dulce para la pareja. Y como toda buena cena, todo terminó en el sofá donde Izaya reposaba en el pecho del mercenario mientras jugaba con su corbata, y Shizuo, satisfecho con todo lo que había hecho, se dedicaba a acariciar los sedosos cabellos del felino.
—Ey, Shizu-chan— Izaya, tras un momento en silencio y acurrucándose en los brazos ajenos, movió sus orejas—. Estuve buscando por internet un par de cosas, vi otras cosas, y entre esas cosas me apareció algo interesante.
—¿Sí?— Shizuo quiso reír— ¿Qué viste ahora, pequeño travieso?— Su pregunta era cómica y un poco sarcástica, pues no se imaginaba qué era lo que había buscado el felino.
—Un par de videos raros...— El chico se sonrojo, y Shizuo lo notó—. Shizu-chan, lo de esta mañana... ¿Fue un sueño húmedo?
Y en ese momento, en que Izaya alzó la mirada, pudo notar como el mercenario mantenía su mirada en otro lado, como sus orejas se habían colorado y escuchó como su palpitar se había acelerado intensamente. El felino sonrió pícaro entonces, volvió a mover las orejas y se volvió a enroscar entre los brazos del rubio, sabiendo ya la respuesta a su pregunta.
---Continuará---
He vuelto mis amores.
¡Feliz Año 2018!
Espero que su año esté lleno de aventuras y alegrías. Cada momento es especial, sépanlo disfrutar. Gracias por permanecer aquí, a mi lado. Que sus vidas tengan brillo y sus metas se cumplan. Los amodoro.
Bye~
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