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Capitulo 16

Capitulo 16

—Día 190—


   La preocupación desconocida que nació en el felino y la curiosidad que se instaló en la mente del mercenario, volvieron el ambiente del apartamento algo tenso, pero no incómodo. Izaya se veía preocupado, sus orejas temblaban, y Shizuo se sentía confundido por tal acción pues el de cabellos azabaches no apartaba la mirada del trozo insignificante de tela.

   Un par de preguntas se formularon en la mente del rubio, preguntas un tanto profundas que era incapaz de decir por miedo a empeorar la situación. Pero algo en todo aquello le hacía sentir algo extraño, un sentimiento conocido por su corazón pero desconocido para su mente, y eso era lo que más le estresaba.


—¿Lo conoces, Izaya?— Se atrevió a preguntar el mayor, su mirada era neutral al igual que su voz, pero nada de eso había afectado al felino que parecía estar distante mientras miraba el pedazo de tela.

—Yo...— Izaya a penas entendió la pregunta, porque no solo la voz de Shizuo había entrado por sus oídos, sino otras voces burlonas y fastidiosas que le confundían—. Yo no sé, no sé de qué sea este logo, pero sé que es de algo malo, algo muy malo Shizu-chan.— Por fin el chico alzó la mirada, sus pupilas se veían pequeñas y el color carmesí de sus ojos se había intensificado— ¿Tienes algo que ver con este lugar, Shizu-chan? ¿Tra-Trabajas con la gente mala?


   El mercenario aún no tenía la información necesaria para admitir que ese lugar era de gente mala o para saber qué clase de cosas hacían, pero una parte muy profunda de él le decía que Izaya tenía razón en sus palabras, en decir que eran personas de las cuales cuidarse. Por un momento desvió la mirada, pensando en qué preguntarle al chico que ahora estaba indefenso y sincero, pero terminó por volver la mirada al par de orbes rojos que le vigilaban. Negó con seriedad.

   Entonces Izaya volvió su mirada a la tela, pensando que así recordaría de qué trataba ese lugar aparte de ser inhumano, así podría advertirle a su querido dueño de que se alejara de todo lo que tuviese que ver con ese lugar. Inhumano; esa palabra resonaba en su mente, le recordaba que ya no era un humano como los demás, pero eso no era lo único que se escondía tras esa palabra. Izaya sabía que un sin fin de cosas estaban bloqueadas en su mente, y lo peor es que no tenía la llave para liberarlas.

   Por otro lado, Shizuo estaba centrado en cada gesto que el menor hacía, quizá podría averiguar algo de su pasado, pero a la vez veía que ese simple pedazo de tela había afectado en demasía al pequeño felino que tenía la mirada pérdida. Las orejas del menor temblaban como si tuviese frío, su hermosa sonrisa había desaparecido, sus energías se veían por los suelos mientras sus ojos resplandecían por un raro brillo que había nacido de ellos. Para Shizuo, eso era mala señal.


—¿Izaya?— El mercenario se vio ignorado, achinó su mirada en busca de algún gesto que hiciese que su querido felino volviese en sí, pero no tenía ni una pista de ello. Ni la cola del felino se había movido, ni su piel se había erizado ante la llegada de Mizu a la habitación.


   Con rapidez, confiando en su instinto, Shizuo llevó sus manos a las mejillas del felino para alzarle la mirada. El chico parecía vacío y no veía sentido en la mirada contraria, Izaya estaba cegado por meras imágenes y voces confusas, simplemente se dejaba llevar por la confusión y desesperación que en su mente le decían que tenía que recordar algo, pero no podía. El mercenario, ante la falta de atención, sintió que debía actuar de otra forma.


—Izaya, concéntrate— exigió con firmeza el rubio, ejerciendo la menor fuerza posible en sus manos para evitar lastimar al felino—. Todo estará bien. Concéntrate en mi, solamente en mi, y todo estará bien— E Izaya finalmente parpadeó, pero ante un recuerdo borroso que le había apretado el corazón, algo que olvidó al instante.

—Nada estará bien— murmuró el de cabellos azabaches. Sus músculos cedieron y sus brazos terminaron estirados, el trozo de tela cayó al suelo y de sus ojos desapareció el brillo rojo que tanto había alertado al mercenario, por fin Shizuo se presentó en su mente.

—Te prometo que todo estará bien, estoy contigo. Necesito que te quedes conmigo— Y tras cada palabra, cada molesta voz en la mente del felino fue aplacándose hasta volverse simples susurros poco entendibles.


   Izaya podía sentir como la voz del rubio entraba a su mente, esta vez para dominar en ella y a alejar todas su confusiones y dudas. Parpadeó un par de veces más, el color volvió a sus mejillas para hacerlas rosadas y su corazón mandó una chispa de electricidad a su cabeza para que volviese en sí. El felino elevó una de sus manos para ponerla sobre la mano del mercenario, la apretó y se mantuvo en silencio, sintiendo toda la tranquilidad que le transmitía aquel tacto.


—¿Te quedarás conmigo, Izaya?— Shizuo no entendía el significado de sus palabras, no sabía por qué las decía, pero sentía que debía hacerlo. El felino, con impresión en la mirada, asintió antes de mostrar una pequeña, casi invisible, sonrisa.


   Shizuo por fin había despertado a su felino, lo había regresado a lo que era la realidad, su realidad. Suspiró aliviado al sentir la calidez de la pequeña maño de Izaya, pero eso no quitaba el hecho de que quería saber más sobre el pasado de su pequeño. Shizuo le juraba que esa verdad no afectaría en nada el cariño que le tenía en el presente, y sabía que todo aquel secreto era lo que estaba realmente afectando al felino.


—Quiero recordar, Shizu-chan.— Comentó el menor con nostalgia, porque así como habían cosas que necesitaba recordar, también habían otras que quería olvidar— Quiero recordar, pero no puedo.

—¿Qué es lo que tanto te atormenta? ¿Por qué te niegas a decírmelo?— Izaya estaba por contestar, repetir las mismas palabras que siempre le decía al mercenario para alejarlo de la verdad—. El miedo no es una excusa, porque por ese miedo puedes arriesgar mucho, Izaya. Ya van siete meses desde que estás conmigo, te has convertido en lo más importante para mi, y tu no puedes decirme eso que te lastima cada noche, eso que te aleja de mi.


   ¿A qué había venido ese raro impulso de decir tales estupideces? Shizuo, tras hablar, quiso ir a darse una ducha de agua fría para pensar adecuadamente. Dejó las mejillas del felino con suavidad, mordió su labio al sentirse estúpido por haber dicho todo eso y desvió la mirada de la curiosa mirada del menor. Izaya sintió su corazón temblar, no se imaginaba cuanto daño le hacía al gruñón de su dueño por el simple hecho de tener miedo.


—Shizu-chan...— Izaya se encogió al sentir como las manos ajenas se alejaban de su rostro. Estaba por decir algo para desviar la atención, cambiar el tema como siempre hacía, pero Shizuo le esquivo para caminar en dirección a la habitación, dejándole con la palabra en la boca.

—Tus ojos brillaban de una forma extraña, tu cuerpo temblaba, y aun así puedes decir que estas bien. ¿Qué pasa si la próxima vez no me escuchas y te pierdo?— murmuró con fastidio el mayor antes de quitarse las gafas, su cabeza había empezado a doler de seguro por la molestia que estaba ocupando su mente—. Voy a darme una ducha, solo.


   Esta vez Izaya se sintió apartado por el mercenario. Se volvió a él con impresión, se fijó en su espalda mientras se quitaba la camisa y cerraba la puerta. Tal vez podía mentirle a la vida, decir que todo estaba bien, pero por primera vez Shizuo le había hecho saber que era un mal mentiroso frente a él, que podría perderlo si no confiaba en él.

   El felino no supo qué hacer, nunca había discutido con su dueño, nunca le había excluido, su corazón se estrujó y se hizo pequeño al pensar en que Shizuo estaba molesto con él, más que cuando destrozó su nuevo sofá de terciopelo. Arrastrando los pies, Izaya se sentó en el sofá por un momento pensando en que quizá era hora de abandonar ese lugar, dejar a Shizuo con su vida normal, pero frunció el ceño ante la idea y volvió a ponerse en pie.

   Era poco lo que podía recordar, pero Izaya sabía que nunca se había rendido ante un problema, menos ante una discusión, pero nunca había discutido con alguien que de verdad amaba. Pensó en interrumpir la ducha del mercenario para iniciar una verdadera discusión, pero se sintió egoísta al querer evitar que tuviese un momento de paz en su propia casa.

   Volvió a sentarse mientras refunfuñaba, esta vez no había nada que le molestase más que el mal gesto que le hizo el rubio. Ni las voces, ni los recuerdos ni nada podía suplantar algo que era tan importante como el afecto de Shizuo, ese sentimiento que, ante la mirada del felino, se iba debilitando por su culpa.

   Sin embargo, esperó paciente a que el mayor volviese más tranquilo a la sala. Mientras pensaba, la ducha había dejado de sonar y los ganchos de ropa se habían movido como señal de que el mercenario se estaba vistiendo. Esperaba sentado en el sillón con las piernas encogidas y mirando atentamente la puerta cerrada, y Shizuo, recostado en ella al otro lado, sabía que tendría que salir para hablar con su pequeño y mimado compañero.


—Quiero hablar contigo, Shizu-chan—Gritó el chico de cabellos azabaches, su ceño permanecía arrugado y sus mejillas infladas, convirtiéndose en un puchero que haría derretir al mercenario. Había visto la sombra del mayor debajo de la puerta.


   Shizuo aun así no cedió, sabía que el felino le haría trampa con alguna de sus caras tiernas, que haría que olvidara que estaba molesto. Ignoró por completo el llamado ajeno, se mantuvo estático con la espalda pegada a la puerta, con los puños hechos y el corazón raramente acelerado.

   Izaya entendió que su dueño no saldría. El felino conocía a la perfección sus dotes para convencer al mayor, su manipulación, y esta vez tendría que dejar todos sus trucos de lado. Así que, refunfuñando, se levantó del sofá y se acercó a la puerta, apoyó su cabeza en la madera y la rasguñó un poco con sus garras, luego suspiró, haciendo saber al rubio que él estaba allí.


—Tengo mucho que esconderte, Shizu-chan— comentó el menor, mostrándole a la nada una sonrisa ligera. Shizuo no respondió pero frunció su ceño—. Tengo un largo pasado que podría afectar todo lo que ahora sientes por mi, y eso es lo que temo— el mercenario se negó a responder por segunda vez, aunque tuviese ganas de hacerlo—. Yo fui humano, fui malo, maté muchas personas para mantener a mis hermanas y a mi, pero eran personas malas, así que no sabía si sentirme culpable por ello. Hoy en día tengo 22, igual que cuando me volvieron esto que soy ahora. Creo que ya podré envejecer normalmente.


    Shizuo miró la puerta con cierto asombro, no esperaba esa información. Izaya, por otro lado, terminó sentándose pegado a la puerta mientras continuaba con su confesión.


—Creía que era la persona más inteligente del mundo, que mis pasos estaban calculados a la perfección, que nunca nadie podría atraparme o saber quién era, que era invencible, nunca tuve miedo a nada.— El felino rio con tristeza tras finalizar ese comentario— Era un tonto, me lo hicieron saber en el momento menos esperado. Y ahora soy un pequeño gato que se asusta por cualquier cosa.


   El mercenario terminó sentándose a la par de la puerta, escuchando con atención cada palabra que su compañero le decía. Esas características sonaban extrañamente conocidas, como si todo aquello ya lo supiese, pero nada venía a su mente. Aun así estaba satisfecho por haber logrado que el menor le hablase sobre su pasado.


—Todo ocurrió muy rápido, casi no recuerdo nada de mi pasado— ante tales palabras, Shizuo alzó una ceja confundido—. Hay cosas que no puedo olvidar por más que quiera, pero hay otras que realmente no logro recordar y se presentan en mi mente cuando duermo como pesadillas, pesadillas que han aumentado en estos meses y me asustan. Al despertar no recuerdo nada más que sufrimiento, dolor, cosas malas, luego te veo abrazándome e intento olvidar esas sensaciones.


   Shizuo vaciló antes de mostrar una ligera sonrisa al otro lado de la puerta mientras rascaba su cabeza. Pero aun no caería ante la debilidad del felino, volvió a su firme posición para seguir escuchando la historia de Izaya.


—Sé que me convirtieron en lo que soy ahora, jugaron conmigo. Soy un experimento raro que escapó de sus creadores, lo típico— el chico volvió a reír—, pero eso no es lo que me atormenta. Mis hermanas fueron igualmente capturadas, antes que yo a decir verdad, y les hicieron lo mismo que a mi. No sé dónde puedan estar, pero escaparon.

—¿Por qué te era tan difícil decírmelo— El mercenario finalmente habló, e Izaya se apegó a la puerta en busca de que le abriera. Quería un abrazo, un beso, algo más que toques.

—¡Nunca estuve acostumbrado a que alguien se molestara tanto en verme feliz!— Hizo énfasis en su comentario— Mis hermanas me querían, me fastidiaban y bromeaban conmigo, tal y como hacen los hermanos, pero siempre fuimos de poco afecto y palabras.— Shizuo sintió como su corazón se aceleraba, como se enternecía y se sentía débil ante la idea de mantener la puerta cerrada— Así que cuando Shizu-chan me trajo aquí y me cuidó, se preocupó de mi bienestar y me dejó estar a su lado, tuve miedo de perderlo, de volver a estar solo, de volver a caer en la oscuridad.


   Shizuo no podía salir de su asombro, no podía evitar el color que había encendido sus mejillas, no podía pensar con claridad. Su corazón se emocionaba con tal confesión pues la tomaba con amor, mientras su mente trataba de ignorar el resonante palpitar. Pronto sus ganas de abrazar al felino aumentaban, no podía con la sensación que su cuerpo estaba experimentando.


—Perdóname, Shizu-chan.— Izaya aliviado de que su mente estuviese en blanco, se recostó por completo en la puerta, pensando que quizá Shizuo estaba molesto y no querría verlo esa noche—. Solo... Solo quiero quedarme contigo, no quiero sufrir más, quería comenzar de cero contigo. En-Entiendo si dejas de confiar en mí o si te alejas. No quiero hacerte sufrir.


   Pero la puerta se abrió de forma rápida, Izaya cayó de espaldas al suelo y al alzar la mirada se encontró con la mirada severa que Shizuo le daba. El felino se encogió en su lugar, quiso esconderse dentro de su abrigo, pero el mercenario le cargó en sus brazos para completar con un abrazo.


—Ya te había dicho que nunca podría odiarte, pulga.— Izaya, sintiendo el acelerado palpitar ajeno, se acurrucó en el hombro del rubio tras corresponder el abrazo. Su mente estaba en blanco, agradecía no escuchar más que la voz de Shizuo en su mente, sentirse cálido en los brazos del mercenario.

—Sé que debí decírtelo...— murmuró el felino sin querer apartarse de su querido dueño, de su cuerpo, de su lado. Por primera vez se sentía por completo aliviado por decir la verdad.

—Pero ahora me lo has dicho, y estoy muy feliz de que lo hayas hecho— el mercenario posó su mano en la cabeza del felino como gesto de orgullo. Izaya sintió que por fin había hecho algo bien, que no tendría que temer tanto como antes—. No estás solo, Izaya.

—Ahora lo sé, Shizu-chan— el menor rio ligero, esta vez sin tristeza.

—Yo... Yo también tengo algo que decirte, Izaya— después de minutos abrazados, Shizuo pronunció tales palabras para bajar al felino, que sus pies tocaran el piso, dejando de lado la inmensa tranquilidad del momento—. No soy lo que tu crees que soy.

—Shizu-chan es mi héroe.

—No soy un héroe...

—Shizu-chan es un mercenario, ¿no es así?— Izaya sonrió pícaro aún rodeando el cuello del mayor con sus brazos.


   El rubio, tras parpadear varias veces, mantuvo su semblante neutral ante la sonrisilla del felino. Con la mirada afilada le pellizcó una de sus mejillas y se acercó lo suficiente como para rozar su nariz. Izaya, por otro lado, no podía desviar su mirada de los ojos contrarios y quería un beso de los carnosos labios del mayor, mordisquearlos un poco.


—Me pareció curioso el hecho de que muchos te tengan miedo, sé que eres gruñón pero esa no es excusa para juzgar a alguien— el felino cruzó sus brazos—, así que investigué un poco sobre ti. Fue difícil encontrar información, eres como un fantasma, pero terminé revisando la biblioteca hasta que encontré algunos datos.


   El rubio dejó la mejilla de su compañero y éste, mientras se sobaba, notó los ligeros nervios que Shizuo tenía. Quiso reír pues el gran Heiwajima también tenía miedo de decirle algo tan insignificante como eso, o eso pensaba Izaya al comparar su secreto con el de Shizuo. Sin embargo, evitó el reproche pues estaba muy feliz como para hacer sentir culpable al rubio.


—¿Desde hace cuánto?— Murmuró el mercenario. Era cierto que los gatos eran curiosos.

—Pues hace como un mes creo...— Izaya hizo un gesto pensativo, y Shizuo desvió la mirada— ¿Pensabas que te iba a tener miedo?— el mayor volvió su mirada a él, siendo esto un gesto de afirmación— Ya estamos a mano, porque te sigo amando.

—Podría lastimarte— Shizuo bajó ligeramente la mirada ante la alegría del menor—. Podría lastimar a cualquiera si me molesto— iba a seguir hablando, pero el chico de cabellos azabaches adelantó a acallarle con un beso, algo rápido para dejarle con ganas.

—Creo que te he dado un sin fin de causas por las cuales deberías hacerme añicos, te he hecho molestar y has podido controlarte.

—¡Porque eres tu!— Shizuo tomó las mejillas de Izaya entre sus manos, acunándolas con ternura para verlas sonrojadas—. Trabajo como matón de mafiosos peligrosos, Izaya. Descargo mi ira de formas que no te imaginas, y que no quiero que imagines jamás.

—Shizuo, estoy o estuve relacionado con cosas como esas.— El chico tomó igual el rostro del mercenario para acunarlo en sus pequeñas manos— No tienes que explicarme nada, sólo te pido que estés tranquilo porque ya sé la verdad de la gran bestia de la ciudad, y no me atemoriza ni nada por el estilo.— A pesar de lindas palabras, Shizuo bajó la cabeza. Izaya se puso en puntillas hasta estar a la altura de su oído— Me gustan los chicos fuertes y gruñones.


   Y el felino terminó por estallar en risas al ver el sonrojo en el rostro del rubio y volvió a robar sus labios en un profundo beso. Shizuo no se pudo negar al afecto y terminó por rodear la cintura del felino, acarició su cola para sentir como el cuerpo del menor se estremecía y sonrió entre el beso al sentir los afilados colmillos del menor rozar sus labios para morderlos.


   ---Continuará---

Perdonen que sea corto pero hice lo más dramático que me pareció u.u

Estuve viendo sus teorías, y pues quiero intentar hacer de esta historia algo impredecible, que no puedan adivinar, pero será divertido ver sus teorías hermosas. Así que sigan escribiendo sus teorías, galletitas.

El grupo de Facebook está activo... No sé si quieran buscarlo... "La Pastelería de Mitsuki-chan"... Estaría feliz de verles allí owo

Bye~

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