Capitulo 15
Capitulo 15
—Día 190—
Quizá eran sus miradas, o la forma en que movía sus caderas al caminar, tal vez el hecho de que siempre buscara su atención, la sensación de que quería provocarle, la sonrisa que le dedicaba, su aroma, su simple presencia... Pero Shizuo no podía dejar de pensar en lo perfecto que era Izaya.
El mercenario, el hombre más fuerte de Ikebukuro, había caído ante la inocente y traviesa ternura de una criatura tan misteriosa como Izaya. Su corazón bestial e indomable había conseguido la droga que lograba apagar su ira, la pastilla perfecta para dormir en paz, el beso envenenado que lo volvía un esclavo.
E Izaya, con travesuras y besos, no se imaginaba el sin fin de emociones que causaba en la mente del gruñón rubio, no se imaginaba las ganas que el mayor traía por tocarle, no se imaginaba que sus sentimientos estaban siendo correspondidos, porque Izaya desde hacía tiempo había aceptado que Shizuo era el dueño de su malo corazón.
Sin embargo, ninguno estaba dispuesto a confesar sus sentimientos hacia el otro, pues no se veían en la situación apropiada para hacerlo, y a pesar de las muestras de afecto, no había nada claro entre ellos.
Era de madrugada cuando Izaya, tras una de sus recurrentes pesadillas, despertó con lágrimas adornando sus rosadas mejillas y sus uñas clavadas en el pecho de su dueño. El felino sorbió su nariz al bajar la mirada, miró con disgusto la sangre que yacía en sus garras y sintió como su labio inferior temblaba al recordar la imagen pasada de sus manos manchadas de sangre, una imagen lejana que poco recordaba con exactitud. Izaya no entendía por qué todo aquello tenía que atacarle cuando más felíz se sentía.
Grandes eran sus ganas de estallar en llanto, pero por una vez después de ser secuestrado quería sentirse fuerte y en protección, quiso evitar las lágrimas que pedían a gritos salir de sus ojos, pero ellas solo le recordaban que era un chico débil y pequeño, que era un fracaso y un monstruo, que no merecía estar donde estaba, sino estar muerto.
Entonces Izaya, sin querer, terminó por sonreír de forma risueña ante tales pensamientos malévolos que buscaban dañarle. Al mismo tiempo, recordó lo fuerte que se sentía cuando era humano, lo inmortal que era al tener una simple navaja en sus manos, lo ágil e inteligente que era, tal cual gato negro callejero. Las ganas de llorar desaparecieron de repente, siendo reemplazadas por un profundo sentimiento de nostalgia.
Pero la tristeza se mantuvo a flor de piel, esa tristeza de que muchas cosas habían cambiado su vida por un simple error de cálculo, que sus hermanas habían sido capturadas por su culpa, que parte de sus recuerdos habían sido confiscados, que su vida casi había sido arrebatada.
Luego, estaba Shizuo, quien era la mejor y peor parte de toda su vida. Porque no había nada peor para un mercenario que enamorarse, no había nada peor para un mercenario que tener algo que perder, no había nada peor para un mercenario que tener una debilidad. E Izaya pensaba que tener de debilidad a Shizuo, sería una total desesperación por verle a salvo.
Izaya estaba por completo rendido ante su dueño, enamorado era poco para lo que sentía cada mañana al verle despertar, al verle mientras le besaba, al sentirse devastado cuando se marchaba, al sentirse como un niño con caramelos cuando volvía a casa para mimarle nuevamente.
Y esta vez, como cada madrugada en la que se repetían tales pesadillas, Shizuo le abrigó entre sus brazos y besó con delicadeza su frente, tomó una de sus manos para apegarla a su pecho y que sintiera el retumbar de sus latidos, y volvió a cerrar los ojos al asegurarse que Izaya no tendría frío y que volvería a dormir contra su pecho como hacía usualmente.
Era predecible aquella situación, pues Shizuo era vulnerable cuando Izaya se sentía triste, e Izaya podía calmarse cuando Shizuo le mimaba o besaba. Ambos sabían que estaban en una situación amorosa complicada, pero podían vivir con ello por ahora.
Rápido Izaya se acurrucó entre los fuertes brazos del rubio, aspiró su aroma hasta sentirse embriagado y sonrió al alzar la mirada. Encontró el angelical rostro de Shizuo mientras dormía, pudo apreciar sus pestañas largas, su cabello despeinado, y se acercó lo suficiente a sus labios para rozarlos y finalmente decidirse a dormir.
Pasadas las horas, el sol hizo su entrada en la habitación principal e Izaya, con nuevos líos en mente, sintió su corazón acelerado antes de despertar de golpe. Su palpitar era inquieto, y fue cuando su mirada se posó en el rostro durmiente de su dueño en busca de calma, y así dejó de pensar en que su romance sería un error y se confió en la idea de que todo saldría bien por el resto de su vida.
Con delicadeza posó su mano en la mejilla del mayor, acarició el pómulo y sonrió al sentirse a su lado, porque ahora lo único que le importaba era no estar solo, y entonces las voces volvieron, le recordaron que esa felicidad no sería eterna y que Shizuo le odiaría en cualquier momento.
La tristeza quiso reflejarse en las lágrimas que deseaban salir, pero ese plan fue arruinado en cuanto Shizuo, en un movimiento rápido, atrajo al felino a sus pecho en un nuevo abrazo para brindarle calor y tranquilidad.
Con impresión, Izaya miró hacia arriba en busca de la mirada de Shizuo, pero esa mirada estaba sutilmente escondida de su visión y sólo podía ver las pestañas largas del mercenario. Sonrió al sentir que sus latidos habían sido escuchados y auxiliados por Shizuo, que su cuerpo podía dejar de temblar y que podía estar a salvo.
(...)
Tras una agitada noche donde Izaya no se podía apartar de sus brazos o tendría pesadillas, Shizuo llegó al establecimiento "Dollars" donde su jefe le recibió con una sonrisa matutina. El mercenario mantenía un cigarrillo entre sus manos, para prenderlo en cualquier momento, y su semblante se veía más cansado de lo normal.
—¿No pasaste una linda noche con tu novio?— Rio Tom al ver como Shizuo entraba a su sofisticada oficina y cerraba la puerta a sus espaldas. Tom era quizá el hombre más relajado del mundo, pero eso no quitaba el hecho de que sabía hacer teorías demasiado exactas, sobretodo con la vida del chico con fuerza inhumana que había cuidado desde niño.
—¿Qué te hace pensar que soy gay?— Esta vez Shizuo, vacilando, se sentó en uno de los cómodos sofás individuales en espera de que su jefe le diera algún informe de a quién debía proteger o matar durante el día.
—No lo pienso, realmente lo doy por hecho— El castaño miró con una inmensa sonrisa al mercenario, y se ganó una intensa y fría mirada por parte del menor—. Últimamente, meses a decir verdad, te he visto con menos ganas de venir a trabajar y eso es un poco preocupante. ¿Acaso el super hombre está preocupado por algo en especial?— Tom era un buen amigo, pero Shizuo no terminaba de confiar en la burlona sonrisa que el empresario le dedicaba.
—Deja de sacar conclusiones, Tom. No tengo nada fuera de lo usual, pero el trabajo ya empieza a ser tedioso y repetitivo. Quisiera algo más de acción.— El rubio no se vio afectado por el mayor, de algún modo estaba acostumbrado a tal confianza del contrario.
Tom no borró la sonrisilla de su rostro, pero bajó su mirada a los documentos que estaban sobre su escritorio. Con una mano los distribuyó por toda la mesa y bufó desinteresado al ver que el mercenario tenía razón. Los días se volvían más tranquilos, las mafias no salían en público por lo que no necesitaban protección y las bandas callejeras que normalmente provocaban revueltas por información o dinero, se habían calmado
—Tienes razón— Tom se miró pensativo—, todo ha estado raramente calmado, es un poco preocupante, no solo por la pérdida de dinero, sino por lo que viene después de tanta calma en este tipo de trabajos. Algo debe estar pasando en el corazón de la mafia y de las bandas, algo grande. Necesito de un informante.
—Sabes que no puedo ser tan sigiloso.— Un bufido salió de labios jóvenes, y es que Shizuo explotaba con facilidad y era lo que un informante o hacker no podía hacer.
—Lo sé, pero puedes ser guardaespaldas de uno de mis informantes. Ahora que lo pienso, desde hace años ha habido un raro número de desaparecidos en Ikebukuro y sus alrededores, principalmente de sicarios e informantes. Tu serás perfecto para proteger a nuestro informante.
Shizuo alzó una ceja con curiosidad. Nunca había prestado atención a las noticias, menos a las que eran confidenciales, por lo que no sabía de las desapariciones.
—Estás diciendo que sirva como señuelo— esa pregunta había sonado como una afirmativa, y Tom volvió a mirarle.
—Tu mismo has dicho que no sirves para ser sigiloso.— Tom quiso reír a carcajadas— Tan solo imaginar que te pongan una mano encima y vean de quien se trata, sería cómico ver como cada cuerpo cae ante la bestia de la ciudad, pero así no obtendrás ninguna información que valga la pena.
Tom rio mientras ordenaba sus papeles, pero Shizuo no veía nada de gracia en su comentario. Admitía que a veces perdía el control, que era difícil de manejar, y sabía que su jefe no buscaba ofenderle, pero de aun así eso lo había hecho pensar en lo peligroso que podría ser, no para el mundo que lo despreció, sino para la persona que ahora le quería: Izaya. ¿Y si lo llegaba a lastimar?
Por fin, el castaño encontró el informe que tanto había ojeado y se lo estiró a Shizuo. El mercenario tomo el documento y lo miró, examinó la foto del informante con una ceja alzada y terminó por asentir sin estar por completo convencido del extraño trabajo que tendría que hacer.
Con un agite de mano se despidió de su jefe y salió de la oficina.
Según, el chico informante era un adolescente de tan solo 17 años con el nombre de Mikado Ryugamine. Iba a la secundaria y, por su foto, era un chico tímido. Shizuo vaciló, pues el menor de seguro estaría asustado por el robo de información, pero a la vez pensaba que el chico debía estar acostumbrado a ese tipo de trabajos, sino Tom no lo hubiera llamado.
Tendría que ir a buscarle en un café de la zona, un hogareño lugar donde los cansados trabajadores iban por un postre o unas cervezas, un lugar común y corriente donde nadie imaginaría que se reunían los sicarios y grandes hackers de Ikebukuro para fomentar sus planes.
Al sonar la campanilla de la puerta, el gerente del café salió con una inmensa sonrisa a recibir a su cliente. El gran hombre moreno, impresionado, saludó de forma amistosa a Shizuo quien sonrió ligero al volver a ver a su viejo contrincante ruso.
—¡Shizuo! Tiempo sin verte.— El hombre le invitó a sentarse a la barra, le serviría una cerveza.
—Simón, es un placer verte después de tantos años— el rubio miró con ánimo la cerveza en la taza, la agarró y tomó un trago. Igualmente tenía años sin tomar una gota de alcohol—. Veo que sigues en el negocio de la buena cerveza.
Y mientras esperaba, Shizuo volvió a los viejos tiempos de juventud, de secundaria, época en donde su fuerza era un problema incontrolable y donde las personas empezaron a oír el nombre de Shizuo Heiwajima como la bestia de la ciudad. Simón era otro de los pocos que le conocía desde hacía tiempo, pero a diferencia de los demás, el ruso podría llevar a cabo una buena pelea cuerpo a cuerpo con el mercenario.
—¿Has sabido de los chicos desaparecidos?— Por más que no tuviese que ver con él, Shizuo tenía curiosidad con el tema y sabía que el moreno sabría algo de aquello.
—Oh, claro. Es imposible no saber de ellos. Principalmente han sido sicarios e informantes jóvenes, y como son cuestiones peligrosas, no se dan a la luz sus desapariciones. Sus cuerpos no han sido encontrados, es como si los hubiesen borrado del mapa.
Shizuo se vio impresionado por aquella información tan espeluznante y rápida, no podía imaginar qué clase de cosas pudieron pasarle a los jóvenes, y no quería imaginar nada puesto que la adrenalina lo haría explotar con cualquiera.
—Recuerdo a varios de esos jóvenes, eran simples niños traviesos— una risilla nostálgica salió de los labios del ruso—. Hakara, Midoki, Orihara...
—¿Orihara?— Fue el apellido que llamó la atención del mercenario, era un tanto inusual y atrayente.
—Era el chico más travieso y alegre que hubiese conocido. Parecía un gato negro, le gustaban los problemas.— Simón rio al recordar aquel tiempo en el que el café mantenía su alegría— Su nombre no lo recuerdo muy bien, pero si lo viera, lo reconocería de inmediato.
—Ya veo...— Shizuo se sintió aún más curioso mientras le daba un sorbo a su cerveza. Estaba por preguntar un par de cosas más sobre ese llamativo chico problemático, pero toda su atención se vio centrada en el joven chico que acababa de entrar al negocio.
Todos y cada uno de los presentes fijaron su atención en el chico que vestía de forma casual, y éste, por las miradas encima suyo, decidió bajar la mirada con las manos en los bolsillos. Caminó a paso acelerado hacia el mercenario que, sabía, le esperaba y al verse enfrente del rubio, alzó la vista para analizar al chico que sería su guardián esa tarde.
Shizuo terminó su cerveza y se puso en pie, el informante pareció encogerse al ver que el mercenario era alto en comparación con él, pero finalmente le dedicó una ligera sonrisa antes de comenzar a hablar sobre el trabajo. Shizuo se despidió de Simón con una mirada, y el ruso agitó su mano al verle salir.
(...)
—¿Estás seguro que quieres entrar sólo?— Shizuo no quería sonar preocupado, pero ver al chico azabache tan pequeño y delgado, sólo provocaba que pensara en las posibilidades de que muriera.
—Sí, muy seguro. Si vas conmigo, llamarás demasiado la atención y es lo que no quiero. Tranquilo, espera aquí. Cuando vaya a salir, te darás cuenta.— Y tras ponerse unas gafas, Mikado entró a la gran bodega aparentemente abandonada.
El mercenario no tuvo oportunidad de responder, pero decidió aceptar y confiar en las locas ideas de un chico de secundaria. Ahora que lo pensaba, eso sonaba mala idea, sonaba a más problemas y sangre, pero no era momento de arrepentirse. Quizá era mejor buscar un arma con la cual defenderse, un tubo, algo sólido, pero no había nada a su vista.
Sin embargo, fue después de unos minutos que escuchó una explosión en el interior de la bodega, algunos sonidos metálicos y un sin fin de disparos. El mercenario, con una sonrisa, entró a las raras instalaciones para encontrarse con una planta de químicos y varios hombres que ya le apuntaban con sus armas.
En ágiles y rápidos pasos logró obtener un par de armas de fuego, unos revólveres con silenciadores y raras marcas en sus mangos eran suficiente para que pudiese llegar a salvo a donde sea que estuviese Mikado.
No pasó mucho cuando escuchó nuevamente como tubos metálicos caían al suelo, por ello alzó su mirada hacia el piso superior y pudo visualizar al debilucho informante corriendo hacia las escaleras y, luego, correr por ellas en un vago intento de huir de los uniformados que disparaban a sus espaldas.
Shizuo se aproximó a las escaleras para proteger a Mikado, pero las balas llovieron y sólo pensó en ponerle un chaleco antibalas al chico que acababa de llegar a su lado. Así, tras tomar una bocanada de aire, corrió hacia la salida del lugar mientras disparaba hacia atrás, sabía que atinaría sus balas, pero no podía perder de vista la salida.
Al verse afuera, Shizuo no dejó de correr mientras halaba al chico azabache del brazo. Sabía que le seguían, podía escuchar las pisadas, pero él no dejaría que nadie los atrapara, menos con una información tan importante en sus manos.
Por un momento se sintió frustrado al ver que Mikado estaba obstaculizando su andar y terminó por cargarle sobre su hombro, demostrando así que el chico realmente era ligero. Siguió corriendo, saltó muros, evitó hacer ruido, hasta que por fin se vio a salvo en un callejón por el que los uniformados pasaron sin revisar.
—Imaginé que esto pasaría— el mercenario intentó recuperar el aliento en lo que se sentaba en el suelo. Con cuidado sentó al menor a su lado, ambos se veían cansados, pero se podía decir que estaban a salvo.
—Pero cumplimos— y con ello, Shizuo miró curioso al chico, sin evitar su ceño fruncido—. Tengo la USB— sacó un pequeño aparato de su bolsillo—, y tengo un poco más de datos en estos.
Mikado se quitó los lentes y mostró una diminuta lente que estaba en el centro de los mismos. Shizuo se vio impresionado por la tecnología, suponía que el chico había desarrollado dicho artefacto con sus propias manos y por ello se sentía tan orgulloso. Aun así, el mercenario no cambió su ceño, pronto notó que algo inusual se asomaba en la oscura ropa del adolescente y supo de inmediato que debía llevarlo a un hospital.
—Estas herido.
—Oh, no es nada. Fue un roce de bala, estaré bien.
—Te llevaré a la empresa.
—No quiero ir allí— el chico bufó y con tranquilidad se quitó su chaqueta para amarrarla alrededor de su cintura—. Llamaré a un amigo que vive por aquí, él me ayudará y tu no tendrás que verte más sospechoso de lo que pareces— el muchacho terminó por reír y Shizuo no entendió el último comentario.
Mikado miró la ropa del mayor, y el mercenario de igual forma se centró en su vestimenta. El chaleco negro y la franela blanca estaban rasgadas por las balas y habías rastros de sangre en todo el uniforme. El sol alumbraba con fuerza, y no ayudaría en nada a que pasara desapercibido.
—Bueno— el rubio asintió—, está bien. Llama a tu amigo, luego irás a entregarle la información a Tom.
—No, de eso te encargarás tú.— Mikado nuevamente mandaba— Le entregarás esto— le estiró la USB e hizo que la guardara en su bolsillo—, y esto es para ti, para que estés al tanto de todos lo que te rodean— esta vez le entregó un logo de la compañía que habían hackeado; era una forma circular con varios circulos rojos en su interior y las iniciales "Ins.K.J" en el centro.
Tras la entrega de dichos objetos, Mikado se despidió del mercenario como si su estómago estuviese en el mejor estado. Shizuo, por otro lado, mantuvo el trozo de tela en su mano y, viendo donde se encontraba, empezó su andar entre los callejones oscuros y desolados para llegar a la empresa y terminar su trabajo. El logo siempre estuvo a su vista, lo analizó e intentó entenderlo, pero no sabía qué significaban tales iniciales.
(...)
De regreso en casa, saliendo del ascensor, el mercenario sólo deseaba tomar una ducha caliente con burbujas, tener a Izaya entre sus brazos y dormir hasta la mañana siguiente, porque esta vez si había sido un día de mera acción y curiosidades que Shizuo nunca esperó saber.
Al abrir la puerta, un feliz chico azabache saltó a sus brazos directo a besar sus labios. Izaya aprovechaba cada oportunidad para tener una muestra de afecto, sobretodo los besos y el apego al cuerpo ajeno.
Shizuo le rodeó instantáneamente mientras cerraba la puerta a sus espaldas. Esta era una de tantas veces en las que necesitaba los labios del felino contra los suyos, un profundo beso que durara un buen rato, algo que bajara su adrenalina y calmara su curiosidad, algo que le recordara que estaba en un lugar donde sólo existían ellos dos.
Izaya se dio cuenta de ello, de lo apasionado que estaba siendo su dueño y sonrió entre el beso en lo que rodeaba el cuello del rubio con sus brazos y enrollaba su cola en el brazo de éste. Pronto Shizuo terminó el beso por falta de aire, y acarició el rostro tierno del felino hasta verle sonrojado por el tacto.
—¿Hoy Shizu-chan necesita que lo mime?— Izaya se sintió feliz al hacer tal pregunta y su alegría aumentó cuando el rubio asintió sin cambiar su ceño, cosa que de alguna forma enternecía al travieso muchacho azabache.
Curioso, se fijó en las fachas de su dueño. Frunció el ceño en lo que volvía a estar de pie y con cuidado empezó a desvestirle; pensaba en una ducha y en comer algo después de ello, y aprovecharía a que Shizuo se dejara guiar de sus manos para hacer lo que quería.
En lo que le desvestía, Izaya vio un trozo de tela caer de uno de los bolsillos del mercenario. Al tenerle en mano, no entendió por qué una tela negra estaba en el bolsillo de Shizuo, pero al voltear el pequeño trozo de tela, pudo detallar el logo que allí estaba. Shizuo de inmediato notó como el rostro del felino perdía color y como sus pupilas se achicaron por el simple hecho de ver aquel logo.
El mercenario alejó el pedazo de tela de la mano pequeña de Izaya, y éste le miró con ligera seriedad, como si su mirada estuviese pérdida pero centrada en sí.
—¿Qué es esto?— Izaya podía sentir su voz templada— ¿Dónde conseguiste esto, Shizu-chan? ¿Qué sabes de esto?— Se oía curioso, como si supiese algo de ese logo pero a la vez sin saber nada.
Y así era.
---Continuará---
¡Hi! ¿Qué tal, mis galletitas bellas? Después de 84 años, vuelvo con un capitulo largo y -digo yo- bien editado. Es un perfecto día para publicar puesto que aún tengo mucho que actualizar, faltan un sin fin de secretos y eso me eriza la piel.
Están obligadas a ver la foto de multimedia òwó
¿Ya pertenecen al grupo de Facebook? ¿No? Que sad. Las espero allí con imágenes yaoi y varias creaciones propias.
Mil besos, las quiero.
Bye~
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