Capitulo 12
Capitulo 12
—Día 140—
Cada mañana, desde hacía más de una semana, Izaya empezó a levantarse en la mañana junto a Shizuo para bañarse con él.
Para Shizuo, ya se había vuelto una deleitante costumbre ver a Izaya sin ropa, ver silueta asustada antes de entrar a la tina, ver sus orejas cubiertas por las burbujas, verle somnoliento mientras se enjabonaba, hacerle ronronear cada que le acariciaba: todo aquello era lo mejor de cada mañana. Era divertido ver al felino jugar entre las burbujas, chapotear al querer echarle agua a su dueño, aferrarse a él cada que temía hundirse.
Sin embargo, a pesar de que Shizuo disfrutara de la compañía del menor cada mañana, el día de hoy tuvo que levantarse más temprano. Tenía un importante trabajo, algo que lo devolvería a casa en la noche, y con rapidez se levantó de la cama.
Estaba en la cocina, terminando el desayuno, cuando Izaya apareció por el umbral de la puerta con una almohada entre los brazos y una sábana sobre sus hombros. Jurungó con delicadeza uno de sus ojos antes de alzar la mirada y allí, ladeando un poco su cabeza, se fijó en el rubio que ya estaba bañado y vestido, preparado para irse.
—¿Por qué no me despertaste?— Esa pregunta salió de labios del menor de forma imprevista, mostrando el auténtico rostro de Izaya plasmado de tristeza y confusión mañanera. Sus sedosas orejas temblaron antes de doblarse hacia abajo y, por un instante breve, el felino desvió su mirada—. Ya... ¿Ya no te gusta que me bañe contigo?
Entonces una ligera risa salió de labios del rubio, una risa inocente por la que Izaya frunció el ceño mientras le miraba. Shizuo se acercó tranquilamente a su pequeño azabache, éste volvió su ceño a la normalidad, y el mercenario no podía hacer más que apreciar los gestos tiernos del menor. Tenía la total atención del felino de ojos carmesí.
—Te veías muy cómodo mientras abrazabas esa almohada en vez de a mi.— Shizuo decidió mostrarse celoso, vengativo por la almohada y que por ello se había bañado sin él. Últimamente, Shizuo había notado el cambio en sus pensamiento hacia el felino que tenía en frente: antes sólo quería protegerle, ahora no sólo eso, sino que también quería demostrarle que estaría a su lado para lo que fuese.
Shizuo, sabiendo la próxima reacción del azabache, vio como Izaya terminó por mirar molesto la almohada entre sus brazos, luego la tiró al sofá y cruzó sus brazos con la mirada desviada, esperando algun gesto cariñoso. Shizuo sonrió al conocer tan bien a Izaya, ese chico alegre y cómico, sarcástico y tierno, ese felino que tenía la habilidad de seducirle y enternecerlo con un solo gesto.
—Eres muy tierno, ¿sabes?— Shizuo dio un paso más hacia el menor, sonriendo ligero y con las manos en los bolsillos—. ¿Por qué te levantaste de mal genio?— Preguntó susurrante el mercenario, y acercó la cintura del contrario en un sólo movimiento para terminar por acariciarle la cabeza.
Un ligero ronroneo se hizo escuchar por parte de Izaya, junto a sus tiernas mejillas coloradas. Faltaban quizás unos quince minutos para que Shizuo se fuese a su trabajo, y aun así se dedicaba a mimar inconsientemente al felino que se aferraba a sus ropas.
—No lo sé...— Contestó con cansancio el menor, aquellos mimos entre las orejas le causaban sueño, no lo podía evitar. Mimado, correspondió el abrazo que el rubio le daba y por segunda vez jurungó uno de sus ojos.
Shizuo sonrió leve y bajó un par de milímetros la mirada. Detalló a Izaya como cada mañana, admirando su belleza: mejillas coloradas, delgados y rosados labios, largas pestañas azabaches que adornaban sus achinados ojos carmesí y un par de pequeños colmillos que sobresalían de sus labios, similares a los de un gato.
Meow
Un repentino maullar se escuchó en casa entonces, un maullar que hizo ver a Shizuo lo cerca que estaba del rostro del Izaya, cerca de sus labios. Pronto recordó que tenía que ir al trabajo y miró al pequeño gato que ahora vivía con ellos, el gato que acompañaba a Izaya cada tarde y que ahora había interrumpido un momento especial para el chico azabache. El pequeño felino caminaba alegre alrededor de ellos, buscando comida y acicalándose en la pierna de sus nuevos dueños.
—Me cae mal...— pronunció repentinamene Izaya, mirando al gato con recelo y aferrándose al torso del rubio. Aun así, Shizuo sabía que Izaya quería a Mizu como si fuese su hermano, pero detestaba cada vez que el gato se acercaba al mercenario en busca de mimos o comida.
—Es sólo un gato, ¿tienes celos de él?— Otra ligera risa salió de labios del guardaespaldas, algo burlón mientras acariciaba la cabeza del azabache que miraba con el ceño fruncido al pequeño gato.
—Sí. Tú eres sólo mío.— Recordó Izaya, ya era la segunda vez que decía algo como eso.
Y tras dicha revelación, Izaya alejó suavemente a Mizu de Shizuo. Un par de golpes con su pie desnudo fue suficiente para que el gato entendiera y se alejara, tal cual bebé regañado. El rubio, por otro lado, vaciló en burla ligera por aquel comentario que había acelerado su corazón, ese comentario que quizá fue un mero capricho del menor o un simple juego: eso no quitaba el hecho de que le hubiese erizado la piel.
Entonces, en medio de su impresión, el rubio cayó en cuenta de que los minutos avanzaban en su contra y que la hora de ir al trabajo, había llegado mientras se fijaba en las tonterías que Izaya hacía. Una suave caricia hizo que el azabache le mirara atento y Shizuo, jugando con una de las orejas de su mascota, sonrió al ver como éste ronroneaba ameno al tacto.
Pronto la caricia se volvió placentera para Izaya, ser mimado era su punto débil, y con su cercanía, sólo provocaba que el mercenario quedara hipnotizado. La mano del mayor se deslizó entonces hacia la mejilla de Izaya, el muchacho sonrio agradecido, y la caricia siguió hasta la quijada del felino, allí donde la cola de éste se erizaba por las raras cosquillas. Y allí, mientras se concentraba en cada gesto del azabache, Shizuo tocó cuidadosamente el labio inferior del chico-gato con su pulgar, queriendo en lo profundo de su ser acercarse un poco más.
—Pulga, me tengo que ir.— Recordó el mercenario. Su voz había sonado ronca, susurrante, algo extasiante, y terminó por alejarse del rostro de su contrario.
Allí se fijó en la mirada suplicante que Izaya le dedicaba, una mirada que le pedía que continuara con su tacto, que le tentaba a seguir, una mirada de apetito gatuno y travieso, una mirada que llegaba a ser dulce, esa mirada que sólo le decía que lo quería a su lado más que cualquier otra cosa.
Quizá se había vuelto un juego amistoso entre los dos: rozarse los labios con el pulgar, jugar con la distancia, tentarse entre sí. Pero Shizuo pensaba que era un juego por parte del azabache, un juego de niño travieso, cuando Izaya deseaba unir sus labios con los del mercenario, tener una pequeña prueba del sabor de los labios de un dueño amargado.
Era verdad que Shizuo estaba enamorado de Izaya, por completo idiotizado por la traviesa y tierna criatura. E Izaya, desde hacía tiempo, sentía algo más por su dueño de lo que podía describir, sentía esa rareza en el estómago cada vez que el mayor le acariciaba la cabeza, sentía la necesidad de escuchar su corazón junto al suyo, quería que el rubio sólo tuviese ojos para él.
—¿Hoy volverás temprano?— Preguntó tras ponerse de puntillas. El azabache no terminaba su juego con los labios ajenos, intentaba domar a la bestia para que no le dejara sólo, aunque sabía que iba a perder en aquel inocente juego.
Shizuo, por otra parte, detalló en tales segundos al Izaya que tenía enfrente. El azabache no era el mismo niño de hacía unos meses, no, ahora Izaya era un muchacho cariñoso, que se veía fágil y tierno, que necesitaba de toda su atención.
—Haré lo posible por volver temprano, pequeño.— Shizuo tardó en contestar, pero hizo su mejor rostro neutral para mantener el control. Evitó morder su labio en cuanto haló suavemente la mejilla del felino, guardó en su mente cada gesto de fastidio del menor y dejó el pomulo rosado, cosa que le causó gracia— ¿Te sientes bien? Puedo faltar por hoy si necesitas de mi.
Izaya se vio por completo maravillado con la idea de que el rubio se quedara a mimarle, que dejara todo por él, pero su capricho de que el mercenario se quedara se esfumó en cuanto sonrió dulcemente. Negó con tranquilidad, ladeando un poco su cabeza, sonriendo aún.
—Has faltado al trabajo por mi culpa un sin fin de veces. No quiero ser un problema para ti, Shizu-chan— y tras las suaves palabras, el felino se estiró lo suficiente como para depositar un beso en la mejilla del mayor. Su mirada carmesí era más suave y risueña.
El mercenario asintió un poco impresionado, su mente había dejado de trabajar por un instante, momento en el que la imagen de Izaya se guardó en ella. Agitó entonces la cabeza al ver que el felino se apartaba de su lado, y recordó que tenía que marcharse.
—Entonces, cualquier cosa me llamas— comentó el rubio al estar a un paso de la puerta. Agarró su chaqueta sobre el hombro y miró por sobre sus lentes al azabache—. Y los besos se dan aquí— señaló con un semblante neutral, el guardaespaldas volvió dos pasos hacia el menor y sin que éste pudiese responder, besó con ternura sus labios, un tacto suave, total, rápido— ¿Quedó claro?
El felino se vio impresionado, con las mejillas rosadas y la mirada brillosa. Tragó saliva antes de tocar sus labios, finalmente el beso se había completado y había podido probar, por un segundo, los labios del mayor. Con una sonrisa asintió, y terminó por ver como el mercenario salía de casa.
---Continuará---
Breve, conciso, oculto. Ya verán lo que sigue.
Espero que hayan esperado con paciencia u.u Mis galletitas, perdonen la tardanza, pero ahora me iré de viaje y pos... será mucho tiempo. Espero que me entiendan.
Mil besitos para sus cabecitas. Bye QwQ
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