XXIV
" – Jordán tengo que contarte algo muy impor ... ".
Mierda ...
" – Sam, déjame presentarte. Este de aquí es mi mejor amigo, mi compañero de juergas y mi beta, Dereck ".
Tiene que ser una broma ...
" – Un gusto ".
Por favor no digas nada ...
" – Tú ... ".
Sam sacude su cabeza mientras sigue corriendo por el territorio de la manada. Desde que empezó sus rondas a intentando no pensar en nada, pero le es imposible, su cerebro no para de recordarle los acontecimientos que vivió en la casa de Jordán hace tan solo unos días.
– No pienses en eso – se dice a sí misma.
" – Sam, déjame presentarte. Este de aquí es mi mejor amigo, mi compañero de juergas y mi beta, Dereck ".
– Deja de pensar en eso – se repite.
" – Jordán tengo que contarte algo muy impor ... ".
– ¡Concéntrate en lo que está haciendo! – se reprende.
" – Tú ... ".
Frustrada, Sam para de correr. Cierra sus ojos e inspira profundo, poco a poco su respiración y el ritmo constante de su corazón de van relajando.
Cansada abre sus ojos y mira las copas de los árboles, en la cabeza de Sam esta echa un lio.
Desde que Dereck volvió a la manada, Sam es incapaz de concentrarse. Su cabeza no para de recordarle el día en el que se conocieron, no para de revivir la conversación que tuvieron, y son los ojos de Dereck los que aparecen en su menté cada vez que cierra los ojos.
Cabreada por esto Sam intenta nuevamente liberar su mente, pero nuevamente le es imposible. En el momento en el que cierra sus ojos sus pensamientos vuelan.
Dereck, Dereck, Dereck ...
Frustrada, aprieta sus puños y gruñe.
Al cabo de unos segundos afloja el agarre de sus puños y mira a la nada con ojos triste.
– ¿Por qué ahora? – se pregunta dolida.
Sam sabe que tal y como está es incapaz de concentrarse en su tarea, así que decide volver a la manada e ir a hablar con alguno de sus compañeros.
Su vuelta a la manada es tranquila, avanza con paso lento Sam llega a la puerta de la manada. Saluda a algunos de sus compañeros y se pone a buscar a William y Stefan.
No tarda mucho en encontrarlos, ya que en el momento en el que pisa las instalaciones escucha la risa desmesurada de William y las quejas de Stefan.
– ¿Así es como hacéis vuestro trabajo? – les pregunta divertida.
Stefan ni se sobresalta, simplemente se encoge de hombros mientras sigue mirando sus cartas.
– Sabes de sobra que no es normal que aparezcan visitantes por la manada – le responde sin voltearse – además, los únicos visitantes que solemos tener son tus padres Sam – le recuerda mientras roba una de las cartas de William. Después la compara con las suyas y acaba soltando una pareja.
– También es verdad – reconoce.
– Bueno, os recuerdo que hace unos días volvió Dereck – interviene William mientras repite la acción de Stefan – vamos hermano, solo me quedan dos cartas – le dice con una sonrisa – ¿crees que ganaras esta vez? – le dice mientras le sonríe burlón.
– Esta vez sí que gano William – le asegura Stefan mientras mira con mucha atención las ambas cartas.
William y Stefan se encuentran tan concentrados en su juego de cartas que ni se han dado cuenta de que la mención de Dereck, ha hecho que la postura relajada y despreocupada de Sam cambie.
– Bueno, yo venía para deciros que no me encuentro bien y que necesito que alguien me sustituya con las rondas ... – las palabras de Sam son todo lo que ambos necesitan para parar en seco.
Rápidamente se giran hacia ella y la observan.
El repentino cambio en la forma de actuar de William y Stefan incomoda un poco a Sam, sin darse cuenta abraza con su mano derecha su brazo izquierdo, dando así una imagen que ninguno de los dos había visto antes en la joven loba.
Para ninguno de los centinelas es un secreto que Sam últimamente ha estado actuando diferente de lo habitual, y aunque ella intenta hacer como si nada, es demasiado obvio.
Hace sus tareas y función sin errores, pero en más de una ocasión, si te fijas bien puedes notar como la mirada de la joven loba se vuelve triste y como su expresión decae, al igual que sus ánimos.
Esa actitud no era normal en Sam, y eso mismo, era lo que tenía preocupado a todos.
Sam nunca había actuado así, todos los centinelas la habían visto enfadada, triste, feliz, divertida, pero así ... ella nunca había actuado así. Tan distante, tan frustrada, tan ... triste.
El silencio se prolongó por varios segundos entre ellos, hasta que Stefan decidió hablar.
– Vete tranquila Sam, William y yo cubriremos tus turnos – le dice este con una sonrisa – además, hacer rondas por el bosque es infinitamente más divertido que tener que jugar a las cartas con William.
– Dices eso porque sabes que estabas a punto de perder – se jacta William, devolviéndole la pulla.
– Gracias ... – les agradece avergonzada.
Dicho esto, sale de la sala y deja a William y a Stefan atrás, los cuales se quedan mirando serios el lugar por el que salió Sam.
– ¿Crees que nos dirá que es lo que le pasa? – le pregunta William preocupado.
– Ya sabes cómo es ella William – le recuerda Stefan – seguramente estará pensando en cómo solucionarlo ella sola.
– Es eso lo que me preocupa – reconoce – se supone que somos amigos, y los amigos están para ayudarse. ¿Por qué no nos pide ayuda? – pregunta dolido.
– William, me da a mí que esta vez nosotros no podemos hacer nada. Además, recuerda que ya hablamos con Jordán y él mismo nos dijo que no nos metiéramos en esto – le recuerda Stefan sin ánimo.
– Ya lo sé Stefan, pero ... joder tío, me molesta. Sam está rara desde hace unos días y ninguno de nosotros sabe que es lo que le pasa – le lamenta frustrado – incluso Dilan se ha dado cuenta de que algo le pasa a su madre. Ya lo has visto, no soporto ver como ese niño se preocupa por su madre, si tan solo supiera ...
– Te entiendo William – le asegura Stefan – a mí también me afecta esto, pero ... ya oíste a Jordán. Esta vez tenemos que dejarla resolverlo sola.
William asiente no muy conforme con las palabras de su amigo.
Stefan comprende a la perfección a William, ya que él también se siente frustrado por la situación, pero las palabras de Jordán había sido directas. "Dejar que ella lo soluciones sola". Y aunque a todos les molestaba eso, se abstuvieron de preguntar y lo dejaron pasar.
– Bueno, creo que voy a coger esta carta – le dice Stefan, en un intento de devolverle su buen humor a William. Confiado le da la vuelta a la carta y se encuentra con el as de picas – ¿estás de broma? – se queja indignado – ¿cómo es posible que vueltas a ganar? Estas haciendo trampas ¿verdad? – lo acuso.
– Asume que eres malo para este juego Stefan, – le recomienda divertido William – no todos poseen mi talento con las carta – le responde burlón. – Ahora si me disculpas, tengo que ir a dar unas vueltas por el perímetro de la manada.
– Oye espera, – lo detiene Stefan – en ningún momento decidimos quien iba a ir.
– No, pero ya que he ganada por enésima vez he decidido que mi recompensa sea esta – le dice sonriente – si quieres jugamos una ronda más y vemos quien gana – le ofrece.
– Déjalo ... anda, vete a dar las vueltas.
William se ríe de Stefan y se marcha para hacer las rondas de Sam.
Mientras que todo esto pasaba, Sam se dirigía con paso desganado a su casa. La chica iba tan ensimismada en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta que el causante de todos sus despistes durante todos días se encontraba cerca de ella, observándola embelesado.
Cabe destacar que al final Dereck decidió seguir el consejo de su amigo, no se acercó a Sam, la dejó tranquila, le dio su espacio y se conformó con mirar a su compañera desde la distancia.
Se conformó con ver a su mate desde dejos. Dereck vio a Sam junto a Dilan, la observó mientras ella hacía su trabajo y la vio hablando con sus compañeros y con el resto de miembros de la manada.
Era oficial, estaba jodido.
Dereck no sabía cómo era verdaderamente a Sam, él no sabía cómo pensaba ni cual eran los gustos de su compañera. Es decir, él solo había visto pequeños atisbos de la personalidad y la forma de ser de ser de la joven loba, sabe que eso no era nada, con eso no podía saber mucho sobre Sam, pero aun así ... lo traía loco.
Dereck se moría por acercarse a su compañera, deseaba correr hacia ella y estrecharla entre sus brazos, pero, cada vez que intentaba dar un paso hacia ella recordaba las palabras de Jordán.
" – Solo hazme caso amigo, ella necesita tiempo para pensar ".
Tiempo para pensar, tiempo para pensar, tiempo para pensar ... esas era las palabras que siempre se repetían en la cabeza de Dereck.
¿Por qué Sam necesitaba "tiempo para pensar"? ¿Qué había que pensar? Joder, ¡se habían encontrado! ¿¡QUÉ HAY QUE PENSAR!? Si incluso ella sabe lo raro que es que dos mates se encuentren ... ¡¿Qué necesita pensar?! Se preguntaba molesto.
Encontrar a tú mate es algo extremada mente raro, muy pocos lobos son capaces de encontrar a sus mates. Es algo tan raro ... tan especial ... ser capaz de encontrar a tu compañera es ... es simplemente inexplicable.
Es esa sanción de paz que te inunda cuando por fin la vez y sabes que está bien, es esas ganas de querer protegerla a toda costa incluso antes de saber cómo se llama. Es saber que darías todo de ti y harías lo que fuera solo por verla feliz ... es simplemente eso.
Todos tus pensamientos giran en torno a ella, la extrañas como loco a cada momento que no estas a su lado, tienes una sonrisa idiota en el rostro solo por recordar el sonido de su voz, mueres por dejar lo que estás haciendo para ir a buscarla. Es simplemente eso, todo tu mundo empieza y termina con ella.
Ningún lobo sabe lo incompleto que está hasta que aparece su mate.
Ha habido lobos con familia que lo han dejado todo de lado al encontrar a su pareja de vida. Es triste, pero es real. Aquellas parejas que se juntas sabiendo que no son mates aprenden a vivir con el miedo constante de que su compañero encuentre a su pareja de vida.
Aunque bueno, son extremadamente raros los casos en los que los lobos encuentran a sus compañeros de vida, y por eso que esta situación mata a Dereck.
Lo único que él quiere es poder conocer mejor a Sam, saber qué cosas le gustan, que cosas le disgustan, que cosas la hacen reír, que cosas la hacen llorar, que cosas la enfadan ... simplemente quiere conocerla y estar cerca de ella.
Dereck sabe que Sam es un hueso duro de roer, sabe que va a tener que trabajar como loco si quiere tener aunque sea una oportunidad con ella, pero no le importa. Quiere desvelarse por las noches pensando en cómo cortejar a su mate, aunque bueno, eso ya lo hace. Quiere imaginarse un futuro con ella y con Dilan, quiere verse a él y a Sam rodeado de sus hijos, quiere asustar a los futuros pretendientes de sus cachorros y amenazarlos hasta la muerte, quiero ... lo quiere todo junto a ella.
Y es por eso que Dereck le reza a la diosa luna pidiéndole que Sam le dé una oportunidad.
Mientras que Dereck pensaba en todo esto, Sam acabó llegando a su casa.
Agotada apoya la cabeza en la puerta de su casa y suspira.
– Dereck ... – susurra.
A regañadientes despega su cabeza de la puerta de su casa y mete la llave en la cerradura, abre la puerta y cuando se vuelve para cerrarla es cuando capta la presencia de su compañero.
Dereck está parado a varios metros de su casa, mirándola. La mira expectante, esperando a que ella decida y le diga si lo intentará. La forma en la que la mira es tan intensa que hace que Sam agache su cabeza apenada.
Cierra la puerta de la casa y se tumba derrotada sobre el sofá de su sala, coloca su brazo por encima de su cabeza y deja salir un gran suspiro.
– Dereck ... – vuelve a suspirar.
Siendo sinceros, Sam no odia a Dereck, simplemente está confundida.
Por un lado se encuentra emocionada, ¡había encontrado a su mate! Y ella aún no se lo cree, el destino por una vez ha jugado a su favor y le ha puesto a su mate en su camino. Pero ... por otro lado, por otro lado él ha aparecido. A tenido que aparecer justo ahora, justo cuando ella ya tiene asumidas tantas cosas y ya tiene trazado sus planes de futuro.
Con el paso de los años Sam asumió que siempre serían ella y Dilan, ella ya sabía que en algún momento Dilan la dejaría para formar su propia familia. Lo sabía, y estaba bien con ellos, aun sabía que cuando llegara el momento le costaría desprenderse de Dilan, sabía que lo conseguiría. O bueno, esperaba conseguirlo.
Pero ahora aparecía Dereck, aparecía él y se metía dentro de sus planes, alteraba la ecuación y desbarataba todo lo que ella ya había armado.
Cualquiera en la situación de Sam saltaría hacia su mate, se dejaría guiar por su animal interno y formaría un vínculo con su pareja de vida. Pero Sam no podía hacer eso, cuando el doctor le informó sobre su incapacidad para tener hijos, también le habló sobre los problemas que presentaba su loba.
La loba de Sam no reaccionaba a los estímulos externos, no reaccionaba ni a las feromonas, ni a la presencia de otros machos. Es por eso que Sam experimentaba celos tan desparejos y ocasionales, aunque bueno, actualmente ella ya ni los experimentaba.
Esto no quiere decir que Sam no pudiera transformarse en lobo, no, ella podía cambiar a su forma lobuna siempre que quiera. No existía ningún problemas con ese punto, el problema radica en el que la loba interna de Sam no está con ella.
Y eso es lo que más la confunde, ¿Cómo hacerle frente a toda esta situación si ni siquiera puede guiarse por su loba?
Sam no duda de sus instintos, ella sabe que Dereck es su compañero, pero ... ¿y si por culpa de ese problema es incapaz de formar un verdadero vínculo con su mate? ¿Y si cuando el descubra que es incapaz de darle hijo decide dejarla? ¿Y si ...?
Antes de que se dé cuenta las lágrimas ya están cayendo sin control por las mejillas de Sam, siente sobrepasada.
Todos estos años su principal preocupación siempre ha sido Dilan, se aseguró de que su hijo fuera feliz y se olvidó de buscar su propia felicidad. Ahora aparecía Dereck y le ofrece el mundo, pero ... ¿y si todo sale mal?
Eso es lo que la frena, ella simplemente no sabe qué hacer, le acechan demasiadas inseguridades y eso es lo que le impide dar el paso que necesita dar y arriesgarse. Porque a pesar de que ella misma sabe que se está poniendo en la peor situación posible, es incapaz de parar.
¿Para qué intentar algo si sabes que puedes terminar herido en el proceso? Se dice a sí misma.
Y de esta forma, es como la encuentra Dilan.
– ¡Mamá! – grita alarmado Dilan al ver el estado en el que se encuentra su madre – ¡¿mamá estás bien?!
Sam no le responde a su hijo, aprieta con fuerza sus ojos mientras muerde su labio. Lo último que ella quería era preocupar a Dilan con sus problemas, pero ha acabado haciendo precisamente eso.
Suspirando se incorpora y seca sus lágrimas.
– Estoy bien Dilan – le asegura ella con voz rasposa y monótona.
Dilan mira a su madre preocupado, sin creerse ninguna de las palabras que ella dice.
– Mamá no me mientras – le pide dolido – ya no soy un niño, sé que no estás bien mamá ¿Qué pasa? ¿qué tienes? – le pregunta angustiado.
– ... – Sam cierra sus ojos, suspira y luego mira a Dilan, su hijo, el pequeño bebé que crio durante todos estos años ya no es un niño.
Dilan ha crecido, ya no es el pequeño niño que puede distraer con la promesa de que si se porta bien le dará sus galletas favoritas. Ya no puede mentirle diciendo que le entró algo en el ojo, ya no puede hacer que su hijo olvide sus problemas si se ponen a jugar a las escondidas. Dilan ya no es un niño, es todo un adolescente.
– No quiero hablar de ello cariño – reconoce.
– Sé que no quieres hablar de ello mamá, pero ... pero tienes que decirme que es lo que te pasa. Llevas actuando raro desde hace días, no sé qué es lo que te tiene así y eso me preocupa. – Admite el pequeño – le he preguntado a todos tus compañeros si saben que es lo que tienes y todos me dicen que te deje tranquila, pero ... ¡pero no puedo mamá! Mamá por favor, dime que te pasa – le suplica Dilan con lágrimas en los ojos.
Ver a Dilan de esa forma es un golpe duro para Sam, a ella nunca le ha gustado ver a su hijo así, esa imagen de Dilan solo le trae recuerdos muy amargos y ella ya tuvo que ver sufrir a su hijo en demasiadas ocasiones.
Sin hacer mucho esfuerzo Sam atrae a su hijo hacia ella, lo sienta en su regazo y empieza a tararear la nana que le cantaba de bebe mientras le da palmaditas suaves sobre su espalada. Poco a poco Dilan empieza a calmarse, acurrucado sobre el pequeño de Sam, escuchando el latir de su corazón. Ambos permanecen de esta forma hasta que Dilan consigue relajarse lo suficiente como para seguir hablando.
– ... lo encontré – hablo por fin Sam.
– ¿Qué encontraste mamá? – le pregunta Dilan con voz soñolienta, el latir del corazón de su madre lo relaja.
– Encontré a mi compañero Dilan – le confiesa ella.
– ¡PERO ESO ES FANTÁSTICO! – le dice él mientras se aparta de ella – me alegro mucho por ti mami – le dice con una gran sonrisa.
Sam intenta devolverle la sonrisa a su hijo, pero esta acaba convirtiéndose en una mueca extraña.
La angustia que siente junto con sus inseguridades hace que expresión de Sam se vueleva triste lo que hace que la sonrisa de Dilan decaiga y empiece fruncir el ceño.
– ¿No está contenta? – le pregunta preocupado.
– No es eso Dilan – le asegura ella.
– ¿Entonces? – vuelve a preguntar.
– Es ... es complicado.
– ... – Dilan observa a su madre muy serio antes de hablar – ... mamá ... no sé cuál es el problema, pero estoy seguro de que si no lo intentas luego te va a arrepentir – le dice muy serio. – No sé qué es lo que te frena, pero voy a decirte lo mismo que le dije a Luis en su momento. Piénsatelo bien, tomes la decisión que tomes, simplemente piénsalo bien.
Dicho esto Dilan se levantó de las piernas de Sam y sale de la casa, dejando tranquila a su madre.
– "Piénsalo bien" – se repite.
Suspirando vuelve a dejarse caer sobre el sofá.
– ¿Quién iba a decirme a mí que sería tú el que me aconsejaría precisamente a mí? – se pregunta en voz alta. Una vez más, Sam se ha dado cuenta de que su hija creció.
Agotada por el día que ha tenido, cierra sus ojos y por primera vez no lucha contra su cerebro, deja que este la bombardee con las imágenes de Dereck. Recuerda su voz, sus ojos, la forma en la que él la miró ... los recuerdos se superponen unos con otros hasta que su cerebro le muestra a Dereck mirándola desde la distancia justo antes de que ella cerrara la puerta.
Sam sonríe tumbada sobre su sofá todavía con los ojos cerrados.
La respuesta siempre fue obvia.
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