XIV
- Dilan, ¡levántate! – le dice Sam a su hijo por enésima vez en la mañana.
Nada, el pequeño sigue acurrucado entre las sabanas de la cama, no se ha movido ni un milímetro, ni siquiera se ha inmutado por el grito de su madre.
Cansada por la actitud de Dilan, Sam se acerca a la cama y sacude el hombro de su hijo mientras le pide nuevamente que se levante.
- Levántate Dilan.
- Hmm – Dilan sonríe adormilado y se remueve, intentando escapar del toque de su madre. El pequeño lleva un tiempo despierto, pero se niega a salir – cinco minutos más – le pide Dilan sin abrir los ojos.
A pesar de que Sam está frustrada no puede evitar sonreír mientras rueda los ojos, antes Dilan no era tan perezoso, pero desde que ambos llegaron a los dormitorios de los centinelas su pequeño hijo ha empezado a adquirir algunas costumbres de sus compañeros. Una de ellas, las pocas ganas de salir de la cama en la mañana.
Sam suspira frustrada, los primeros días no le molestaba que Dilan remoloneara un poco en la cama, después de todo él no estaba tan acostumbrado a levantarse temprano. Pero ahora eso se está convertido en costumbre, y ya está un poco cansada de tener que repetir la misma escena todas las mañanas.
- Voy a decirlo solo una vez más Dilan – le advierte – ¡levántate!
El tono serio en la voz de Sam hace que Dilan abra los ojos apresurado y mire con temor a su madre. Sam está con los brazos cruzados y mira con intensidad a su hijo, acción que hace que Dilan trague saliva asustado, la forma en la que está su madre y el tono que ha usado los conoce, sabe que ese tono de voz no propicia nada bueno.
Con paso rápido el pequeño intenta salir de la cama, pero como pasa siempre, acaba enredándose un poco con las mantas, acción que hace que Sam tenga que juntar sus labios con fuerzas para no acabar riendo.
- Has visto, no era tan difícil – se burla ella mientras intenta contener la risa.
- M-Me has engañado – le acusa el pequeño indignado.
Sam no se aguanta más y acaba riendo, la cara de indignación que ha puesto Dilan ha sido demasiado graciosa para ella.
- Culpable – le dice ella sin una pizca de arrepentimiento.
- Me vengare – le asegura Dilan mientras achica sus ojos en un intento de verse amenazante.
- Si, si – Sam no se toma en serio la amenaza de su hijo y recoge las sabanas, con la carrera de Dilan estas habían quedado desperdigadas por el suelo de la habitación. – Anda, coge tus cosas para el baño, se nos va a hacer tarde – una vez termina de colocar las sabanas encima de la cama se gira hacia su hijo.
Dilan abulta los labios indignado, su madre ha pasado por alto su amenaza y eso le ha molestado. Haciendo moros coge las cosas para el baño y sale de la habitación.
Sam lo sigue de lejos mientras intenta aguantarse la risa.
Ver a Dilan molesto le resulta algo muy gracioso y adorable, su hijo no era de los que hace berrinches, pero desde que llegaron a su nuevo hogar Dilan ha cambiado mucho. Ahora se comportaba más como un niño de su edad y no como un adulto, y eso le encanta.
En el trayecto hacia el baño se encontraron con algunos de los compañeros de Sam, los cuales no dudaron en preguntarle a la joven que le pasaba al pequeño, ya que cuando pasó por su lado ni siquiera se paró para saludarlos.
- Solo está molesto por la forma con la que lo desperté – les tranquiliza ella.
- No sé si preguntar – le dijo Stefan.
Sam le sonríe avergonzada, aunque al principio ella y Stefan habían tenido un pequeño choque ahora era muy cercanos.
Su relación con Stefan le recordaba un poco a su amistad con John, no era porque ambos se parecieran físicamente o porque Stefan al igual que su amigo se preocupará por ella y por su hijo, no, era más porque ella misma veía similitudes entre John y Stefan.
John había sido un pilar importante cuando ella entró en los centinelas, siendo la primera mujer de su manada que quería formar parte de los centinelas había tenido que enfrentar muchas dificultades. Muchos le decían que desistiera y que buscara otra cosa que hacer, pero fue su terquedad y el apoyo de su amigo la hicieron perseverar.
John no era una persona habladora, y mucho menos cordial, pero a pesar de eso, Sam siempre se había sentido a gusto con él. No necesitaban hablar para entenderse, solo hacía falta una palmada en el hombro para que supieran que estaban para el otro. Y Estefan le recordaba ese sentimiento.
Aunque el joven frente a ella era todo lo contrario a John, Stefan era demasiado risueño y enérgico, y eso era decir mucho, ya que desde que ella y Dilan habían llegado a la manada de Jordán, Dilan había evolucionado.
El pequeño siempre había tenido vitalidad cuando estaba con ella, pero ahora era otro caso, parecía que las pilas del pequeño Dilan nunca se acababan. Y aunque a Sam le encantaba que su hijo estuviera así, había veces que echaba de menos al antiguo Dilan, ese que a pesar de tener energía permanecía tranquilo.
De hecho, una de las razones por las que se llevaban tan bien es porque en más de una ocasión Stefan se había ofrecido a llevar a Dilan con Rouse cuando veía que Sam ya no daba para más.
Cuando ella llegó a los dormitorios y se presentó a los chicos tuvo miedo, aunque se mostró decidida y tranquila, sentía terror. Pero gracias a las continuas provocaciones de Stefan y a su gran boca había encajado muy rápido entre ellos.
Es por eso que Sam le tenía mucho aprecio al joven centinela, no solo porque era el hijo de Amely y el hermano mayor de Rouse, Sam le tenía aprecio porque gracias a él lo había conseguido, al igual que John, Stefan había sido un pilar importante dentro de su vida.
- A veces me das miedo Sam – le aseguro William, consiguiendo así sacarla de sus pensamientos.
Sam se ríe por la cara de William y ve como Stefan niega con la cabeza por el comentario de su amigo.
- William, ya deberías saber cómo es Sam – le recuerda Stefan divertido.
- Lo sé, es por eso que me da miedo – le asegura William.
- ¡Oye!, solo lo he manipulado un poco – se defiende ella.
- ¿Usaste esa voz verdad? – le acusa Stefan.
Sam se encoge de hombros mientras sonríe.
- Culpable – le reconoce.
William y Stefan se ríen y niegan con la cabeza.
- Pobre Dilan – se compadece William.
Después de eso Sam, William y Stefan intercambiar algunas palabras más hasta que ella se despidió de ellos y corrió al baño para ducharse.
En la entrada de estos se encontró con Dilan, el cual la espera apoyado en la puerta todavía mosqueado, suspirando Sam se le acerca y le sonríe a su hijo.
- ¿Vas a seguir molesto todo el día? – le pregunta con precaución. Sam conoce a Dilan y sabe que va a tardar en perdonarla.
Dilan la mira y entra al baño sin decirle una sola palabra. Sam suspira, coge la manilla y entra tras su hijo.
En el momento en el que Sam entró en el baño le impacto agua en toda la cara.
Sam no supo cómo reaccionar y lo único que hizo fue mirar asombrada y aturdida a su hijo. Dilan tenía en sus manos el vaso que anteriormente contenía agua y en su cara había una sonrisa de oreja a oreja, sus ojos reflejaban un brillo malicioso.
- ¿Esta buena el agua mamá? – le pregunta este de forma inocente mientras inclina levemente su cabeza hacia un lado.
Después de esto Sam parpadeo un poco para intentar procesar lo que acababa de pasar. Antes de que ella terminara de entender lo que pasaba Dilan salió corriendo por del baño mientras se reía.
Fue gracias a la risa de su hijo que Sam por fin entendió lo que acababa de pasar y salió corriendo tras él.
El ruido fue tanto que algunos de los compañeros de Sam vieron como el pequeño Dilan huía de Sam, la cual por alguna razón estaba empapada.
Las risas no tardaron en escucharse mientras veían como madre e hijo corrían por todos lados dentro de la mansión, era gracioso ver como el pequeño Dilan intentaba huir de su madre, la cual ni siquiera estaba usando sus habilidades al cien por cien.
Como era de esperarse al final Dilan fue atrapado por los brazos de su madre, y cuando esto paso el pequeño lucho con todo lo que tenía para librarse, pero cuando se dio cuenta de que no podía escapar empezó a rogar, pero Sam hizo oídos sordos y se lo llevó al baño.
Ninguno de los compañeros de Sam se atrevió a entrar allí, solo escuchaban como el pequeño le pedía por piedad a su madre y como está hacía oídos sordos.
Al rato madre e hijo salieron del baño mucho más tranquilos, Sam iba cargando a su Dilan en brazos mientras le sonreía y en sus brazos estaba un muy ruborizado Dilan, el cual iba cargando los objetos del baño.
Más de uno quiso saber que pasó en el baño, pero prefirieron no preguntar nada. Todos ellos habían pasado suficiente tiempo con Sam como para saber que era mejor no meterse en esos temas si no querías que al final, de alguna forma, todo eso te acabara salpicando.
Después de esto Sam y Dilan tuvieron una mañana más tranquila, desayunaron en la cocina de la mansión acompañados por algunos de los centinelas, ellos no hablaban mucho con Sam, no porque no les gustara la loba, el problema es que ellos no sabían que decirle. A ninguno se le ocurria un tema en el cual profundizar mucho, ya que además de los buenos días y las buenas noches ellos no sabían que más decirle a Sam.
No era que Sam fuera cortante, el problema surgía porque por culpa de la ingenuidad de Dilan, Sam ya había tenido problemas con alguno de sus compañeros.
El problema surgió un día que Dilan estaba en la casa junto a los compañeros de Sam, esa tarde Mark llevó a una loba a la casa. Ninguno de los dos se molestó en saludar a nadie, fueron directos a la habitación de Mark, es por eso que no se dieron cuenta de que Dilan estaba en la casa.
En el momento en el que Mark y la muchacha entraron en la casa Dilan estaba en la cocina comiendo galletas junto a William y unos amigos de este.
No debería de haber habido ninguno problema ya que Dilan estaba en la planta baja y la habitación de Mark quedaba en la segunda planta de la mansión, pero el problema surgió cuando uno de los amigos de William le propuso a Dilan jugar a las escondidas.
Como está claro el pequeño se emocionó y salió corriendo en cuanto se lo propusieron, y como os estaréis imaginando el pequeño subió a la segunda planta de la casa y fue en ese momento en el que su pequeño oído capto los ruidos que salían de la habitación de Mark.
Como está claro Dilan se quedó plantado en el pasillo sin saber qué hacer, cuando por fin fue capaz de reaccionar bajo corriendo a la planta baja y fue a hablar con William para decirle que algo le pasaba a Mark.
Al principio William se preocupó, pero en el momento que agudizó su oído fue capaz de escuchar débilmente los gemidos de la chica. Y fue ahí, en la cocina mientras comían galletas el lugar donde William tuvo la conversación más incómoda de su vida, no le explicó a Dilan lo que estaba pasando en la habitación de su amigo, pero aun así fue una conversación extraña e incómoda.
Cabe decir que, gracias a esa charla, en la cual William se fue por las ramas, Mark fue capaz de terminar la faena con la chica y ser feliz durante unas horas.
Si, durante unas horas porque en el momento en el que Sam llegó a casa y le preguntó a su hijo que había hecho durante el día él le contó todo lo que hizo con sus tíos. Fue en el momento en el que mencionó las escondidas que más de uno emprendió su huida silenciosa.
El pobre Mark que no había sido consciente de todo lo que había pasado no tuvo tiempo de huir cuando Sam lo cogió con la parte de atrás de su camiseta y lo sacó de la casa arrastras.
Ninguno quiso preguntarle a Mark lo que le había hecho Sam, pero después de esas horas en las que los dos estuvieron fuera Mark había dejado de traer a las chicas a la casa.
Como es lógico después de ese incidente todos tenían mucho cuidado con lo que hacían, antes de traer a cualquier mujer a la casa avisaban a alguno de los que estaba en la casa para preguntar si Dilan estaba por los alrededores.
Gracias a ese incidente ninguno de ellos volvió a subestimar a Sam.
- Sam – llamó Carlos al ingresar en la cocina – ¿Cuántos días vas a estar fuera? – le preguntó su jefe mientras se servía un café.
- Aun no lo sé Carlos – se sinceró ella – Dilan y yo queremos pasar el mayor tiempo posible con mis padres, pero no sé cómo irán las cosas allí – Sam apretó sus dientes al recordar todo lo que habían vivido mientras estaban en su antigua manada.
Carlos y algunos de los presentes miraron con pena a la joven loba, todos estaban al corriente de las cosas que le hacían al pequeño Dilan en su antiguo hogar, y no podían evitar frustrarse por ellos. El pequeño gato era demasiado bueno para una manada tan podrida, y eso lo sabían todos.
- No pienses en eso – le aconsejó Carlos sabiendo cual era la línea de pensamiento de la joven – vas a la casa de tus padres, no tiene por qué pasar nada – le aseguró Carlos mientras le sonreía en un intento de reconfortarla.
San no dijo nada, solo se limitó a devolverle el gesto a su jefe y miró sin ánimos su plato de comida.
- Solo quiero que todo salga bien – dijo ella con la mirada gacha.
Nadie dijo nada, todos estaban callados y miraban a la joven loba, la cual a pesar de estar preocupada se dedicaba a conversar con su hijo, el cual no era consciente de nada.
Después del desayuno Sam llevo a Dilan a la escuela y le dijo que le entregara a su profesora el sobre que le metió en la mochila, el pequeño asintió enérgico y se despidió con un beso de su madre.
Mientras su hijo se alejaba Sam solo rezaba porque todo saliera bien mientras estuvieran en el territorio del alfa Samuel.
Le había enviado a Samuel una carta en la cual le avisaba que iba a ir a la manada a visitar a sus padres por navidades, y aunque ella sabía que no tenía que pasarle nada a Dilan en esa visita, algo le decía que las cosas se complicarían.
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