II
Después de darse cuenta de que el pequeño era un gato, Sam estuvo un poco impactada.
– ¿Ahora nos entiendes? – Sam no contesta, se vuelve y mira a la misma mujer que intentó detenerla.
– ¿Entender qué? ¿Entender por qué estáis dejando llorar a un pobre niño? – la acusa.
– ...
La actitud de Sam da a entender que no acepta el comportamiento de la mujer y mucho menos sus escusas.
– Él es un gato – se escusa la mujer cuando por fin encuentra su voz.
– ¿Y qué? – vuelve a retarla.
– ¡Él es un condenado gato! ¡No pienso tocar a uno de su especie! – le grita.
Rápidamente Sam se vuelve para comprobar que el niño sigue dormido, cuando se da cuenta de que lo esta se vuelve de nuevo y le lanza la mirada más amenazadora que tiene a la mujer que ha osado gritarle. Se le acerca a ella con paso lento, mientras que sus ojos destilan veneno puro.
– Vuelve a decir eso del bebé, y te aseguro que será la última cosa que digas en tú vida – le asegura, la voz de Sam suena distorsionada por culpa del enojo.
Sam no entiende lo que le pasa, ella nunca antes ha reaccionado así, pero ver como la mujer menospreciaba a la frágil criatura que minutos antes lloraba por un poco de atención ha hecho que despierte en ella un instinto que no sabía que tenía.
Sin esperar una respuesta, vuelve sobre sus pasos, coge al bebé en brazos y salta por la única ventana que hay en la habitación agradeciendo que la habitación se encuentra en la planta baja. No se molesta en mirar hacia atrás y sale con el niño en brazos, sabe lo que tiene que hacer, aunque ahora duda de que lo que ha hecho sea lo mejor para su causa.
– Bueno, tampoco iba a dejarte con esa bruja – le dice al bebé que todavía duerme entre sus brazos.
Acerca sus labios a su cabecita y deja un tierno beso.
– Voy a protegerte pequeño – le asegura mientras se encamina con paso decidido a la mansión del alfa.
Mientras camina intenta organizar sus ideas, sabe que lo que ha hecho no es la solución correcta, pero tanto ella como su loba se negaban a dejar al pequeño atrás. Algo dentro de Sam la incitaba a llevarse al niño con ella, así que simplemente siguió sus instintos.
Reflexiona en todo esto mientras va llegando a la mansión del alfa. Algunos guardias la miran interrogantes al verla cargando a un bebé, pero gracia a dios ninguno de ellos está lo suficiente cerca como para oler el olor a gato del pequeño, así que simplemente les asiente en la distancia y se asegura de llegar rápido a las puertas de la mansión, antes de que cualquiera de sus compañeros decida acercarse a ella.
Cuando está delante de la puerta tiene que hacer malabares para abrirla y una vez dentro suelta un suspiro de puro alivio.
– ¿Qué te tiene tan agitada Sam? – la pregunta repentina del alfa la sobresaltó, no esperaba encontrarlo allí, en plena sala.
– Bu-Bu-Buenos días alfa – se apresura a saludarlo.
Sam aún no está preparada para enfrentarlo.
– Buenos días a ti también Sam – le responde él con una sonrisa – ¿qué te trae por aquí? – le pregunta sin despegar la vista de ella.
Nunca antes la intensa mirada del alfa había conseguido hacerla sentir tan incómoda, está por encogerse sobre si misma cuando nota que el bebé se mueve. Rápidamente se asegura de no estar ejerciendo mucha fuerza sobre el recién nacido, gracias a dios el bebé solo se ha movido para colocar su cabeza sobre el pecho izquierdo de Sam, gesto que le hace sonreír con dulzura.
Esto no pasa desapercibido por el alfa, el cual no duda en acercarse un poco para saber cuál es el motivo por la que su mejor centinela sonríe tan dulcemente.
– ¿Qué es lo que traes hay Sam? – inquiere.
– E-Es un bebé – le contesta sin mirarlo a los ojos, sus ojos se niegan a apartarse del recién nacido.
– Ya lo veo – el tono que ha usado el alfa es suficiente para que le haga levantar la vista. Se encuentra con la mirada inquisidora del alfa, no la juzga, pero sabe que tiene mucho que explicar – acompáñame.
Su voz no da opciones, el alfa se encamina a su estudio y Sam no tiene más remedio que seguirlo.
Al llegar a la puerta del estudio el alfa abre la puerta y la hace pasar primero, cuando Sam pasa por su lado nota como el ceño del alfa se frunce levemente, pero a pesar de eso él no dice nada.
Cierra la puerta tras de sí, sin decir nada el alfa se dirige hacia su silla situada tras el escritorio de caoba y le hace una señal a Sam para que se siente en una de las sillas situadas enfrente del escritorio.
Al sentarse ambos comienzan con un duelo de miradas que ninguno de los dos está dispuesto a perder, al final el alfa se cansa de la situación y rompe el silencio.
– Sam – vuelve a usar el mismo tono de antes, no es amenazante, pero sigue siendo igual de autoritario.
– ¿Si?
– ¿No tienes nada que decir?
– No – responde rápido.
– ¿Ni siquiera me vas a decir por qué estas cargando a ese bebé? – le pregunta con un deje de molestia.
Sam no responde, deja que pase un tiempo, coge aire y lo expulsa poco a poco, ella sabe que ahora mismo da igual lo que diga, la situación no pinta a su favor.
– Sam, me gustaría saber porque tienes en tus brazos a la única cría de gato que hay en toda la manada – su tono autoritario da a entender que no va a aguantar ninguna tontería.
– ¿Vas a escucharme? – le pregunta sin apartar los ojos de él. Sabe que la actitud que está teniendo ahora mismo no es la adecuada si quiere quedarse con el bebé, pero no soporta que cuestionen sus decisiones.
– ¿No lo estoy haciendo? – pregunta con burla, Sam suspira una vez más antes de hablar.
– Después de mi cita con el médico acabé yendo al orfanato de la manada – le dice sin cambiar su postura defensiva – al principio pensaba irme, pero antes de irme escuché el llanto de un niño. – Se toma un momento para tomar aire, no le ha dicho el motivo por el que fue al médico, pero tampoco lo considera necesario.
– ¿Y eso es todo? los bebés siempre lloran – la interrumpe el alfa, claramente decepcionado.
– Eso no es todo – Sam tiene que hacer un gran esfuerzo para no gruñirle al alfa, ya ha cometido demasiadas faltas, si sigue así el alfa podría echarla sin terminar de escuchar su historia. – Estaba por irme, pero algo me hizo acercarme al sitio del que provenía el llanto – le informa ella – este pequeño era el que lloraba – baja la mirada hacia el pequeño que todavía duerme plácidamente en su pecho.
Sam aún se pregunta qué es lo que la hace ser tan protectora con el pequeño gato, no entiende muy bien porque no puede evitar querer protegerlo y cuidarlo, pero no negará que se siente bien tener al pequeño con ella.
– Sam, vuelvo a mi punto, los niños lloran, es normal – le dice el alfa con tono cansado.
Sam muerde su lengua para no soltarle un comentario mordaz al alfa.
– Con todo respeto alfa, sé de sobra que los bebes lloran, pero considero que no es normal que las trabajadoras del orfanato decidan no brindarle consuelo a un bebé después de haber comprobado que él es el único bebé que se encontraba dentro de la habitación – la voz de Sam se ha endurecido, mostrando parte del enfado que está sintiendo, el cual también está empezando a dirigir hacia su alfa.
Ella sabe que no debe hablarle así a su alfa, pero sus continuos comentarios la han molestado más que cualquier otra cosa.
El alfa ni siquiera intenta regañarla por su tono, las palabras de Sam le han sorprendido, sabe de sobra que el bebé no es muy querido por las cuidadoras, pero nunca pensó que su desagrado llegaría a tal extremo.
– Cuando vi eso acabé yendo a la entrada y pregunté por el pequeño, pero los cuidadores intentaron convencerme de que no había ningún bebé que estuviese llorando – el enojo y el desprecio que sintió Sam hace tan solo unos segundos vuelve a ella. Aprieta los dientes y siente como su loba se remueve dentro de ella.
– Tranquilízate Sam, si sigue así despertaras al bebé – la reprende el alfa, temiendo que por culpa de su enojo Sam olvidase que seguía cargando al niño.
– Estoy tranquila – le asegura, aunque la tensión que se refleja en su mandíbula dice todo lo contrario – intentaron detenerme, pero no lo consiguieron, pude entrar en la habitación y consolar al pequeño y fue cuando el pequeño se quedó dormido que me di cuenta de que era un gato.
– ¿Qué pasó luego? – el tono del alfa es monótono, no la reprende, pero tampoco la felicitad.
– La misma mujer que lo miró con asco intentó explicarse, pero lo único que acabó diciendo es que no piensa tocar a un gato.
El alfa gruñe furioso, despertando así al bebé que hasta hace tan solo unos segundos dormía plácidamente entre los brazos de Sam.
El bebé iba a empezar a llorar, pero Sam reacciona rápido y empieza a mecerlo mientras tararea, poco a poco el bebé se calma. Aunque esta vez no se queda dormido, en su lugar se queda mirando a Sam, cosa que le saca una sonrisa.
Mientras Sam calmaba al niño el alfa se dedicó a mirarla, en ningún momento apartó los ojos, ve como el bebé se calmaba de apoco y ve perfectamente como Sam le sonreía dulcemente cuando el niño la mira lleno de curiosidad.
– Parece que le gustas – le dice sin apartar la vista de ella.
– Eso creo – le responde ella sin apartar sus ojos del pequeño, el cual ha empezado a jugar con algunos de los mechos de su pelo.
Se forma un silencio cómodo en el que el alfa se dedica a pensar en las medidas que tomará contra los cuidadores del orfanato. Mientras él piensa en lo que hará Sam se dedica mirar al pequeño, la imagen que proyectan los dos juntos es tan bonita que incluso el alfa no puede evitar sonreír ante la escena.
– ¿Qué vas a hacer con la gente del orfanato? – le pregunta Sam levanta la cabeza para mirarlo.
– No lo sé – se sinceró con ella – podría castigarlos, pero sabes tan bien como yo que eso no solucionaría nada, además, al final acabarían pagándolo con el pequeño y eso es lo último que quiero.
Ninguno de los dos habla, Sam sabe que el alfa tiene razón, da igual cuanto los castigue, una vez vuelvan al orfanato volverán a las misma y trataran peor o igual al pequeño. La sola idea de que alguien pueda hacer daño al pequeño hace que Sam lo vea todo rojo, no quiere que nadie le toque un solo pelo de la cabeza del bebé, pero la única solución que se le ocurre es ...
– Podría adoptarlo – sugiere con un susurro, ni siquiera se da cuenta de que lo ha dicho en voz alta hasta que mira la cara sorprendida del alfa.
– ¡¿Qué?!
– Podría adoptarlo – dice más segura esta vez.
– Sam, no creo que ...
– Piénsalo, conmigo estará mucho más seguro que con cualquier otra persona, además tú mismo has dicho ... le caigo bien.
– Sam, estamos hablando de un bebé. ¡Un bebé! Es una criatura que llora, grita, come y hace sus necesidades, sinceramente ¿crees que estas preparada para hacerle frente a todo lo que un bebé conlleva? – intenta razonar con ella.
– Sé que soy joven para ser madre, y sé que va a ser difícil, pero ... pero no quiero dejarlo – la voz de Sam se quiebra al imaginarse dejando al bebé en el orfanato – no sé qué es lo que me pasa – se sincera, – pero no quiero dejarlo. Tengo miedo de que si lo llevo de vuelta algo malo le pase – lágrimas caen por las mejillas de Sam al imaginarse como podrían llegar a tratar al niño después de la escena que montó.
El alfa se queda pasmado en su sitio, ve como Sam se derrumba ante la posibilidad de devolver al niño al orfanato ... él nunca antes la había visto así.
Incapaz de decir algo, se queda en su sitio, mirando como Sam derrama lágrimas por el bebé que juega con su pelo sin entender lo que pasando a su alrededor. Cuando por fin se tranquiliza, el alfa y ella empiezan a discutir para decidir sobre las mejores opciones para el bienestar del niño.
La opción más lógica sería que se quedará en la casa del alfa, pero el mismo alfa declina esa opción, alegando que aunque le repugne admitirlo, tiene que reconocer que no soportaría vivir con el pequeño. Teme que su lobo acabe atacándolo por accidente, así que la única opción que les queda es la que el niño se quede en la casa de Sam, por lo menos hasta que decidan que harán con él.
– Soy seria cuando digo que quiero adoptarlo – Sam mira al alfa a los ojos mientras habla, los ojos de ella demuestran lo ciertas que son sus palabras.
– Lo sé Sam, pero deberías pensar en todo lo que eso implica – le dice él sin apartar los ojos de ella – no todos en la manada aceptaran tú decisión.
– No me importa – asegura.
– Sam, piensa en lo que estás diciendo. No puede vivir al margen de la manada, eres un miembro importante de ella, te relacionas con muchas personas Sam, no puedes solo apartarte y ya, además piensa en lo que dirán tus padres ... – vuelve a intentar razonar con ella.
– Mis padres no se opondrán a mi decisión – le asegura, pero el leve temblor en la voz de Sam demuestra que ella no está tan segura de esa afirmación.
– Sam, antes de nada, habla con tus padres – le aconseja – hablaremos sobre la adopción después de que hables con ellos.
Sam está por protestar, pero la mirada que le da el alfa hace que se calle, sabe que él tiene razón.
Aunque no quiere admitirlo en voz alta, ella sabe que si sus padres rechazan al pequeño no sabrían que hacer. Sam está muy unida a su familia. Su familia son sus padres, si ellos acababan rechazaran al pequeño ...
Al final acaba despidiéndose del alfa con la cabeza echa un lio. Cuando está por salir del despacho el alfa la retiene y le informa que mandará a alguien con una cuna para su casa.
Sam se lo agradece y salé de la mansión con paso vacilante.
Hasta el momento no había dudado de ninguna de sus acciones o decisiones, pero, cuando le hicieron plantearse la posibilidad del rechazo de sus padres ...
Mientras se estaba planteando todos los posibles escenarios llego a su casa y en la puerta se encuentra a uno de sus compañeros de guardia, el cual la espera con la cuna para él bebe.
– Hola John – lo saluda desde la distancia.
– ¿Qué hay Sam? – le saluda de vuelta desde la puerta – ¿para qué quieres la cuna?
– Es para él – Sam levanta un poco los brazos para que John pueda ver al bebé que carga en brazos.
– Ya veo ... ¿dónde quieres que la ponga?
– En mi habitación.
– Está bien.
La conversación entre ellos no duró mucho más, después de que John dejara la cuna en su habitación se fue de la casa sin decir nada.
John no hizo ningún comentario sobre el bebé, dejó la cuna en la habitación de Sam y salió de la casa tan rápido que Sam apenas tuvo tiempo para darle las gracias.
Mientras esperaba a que sus padres volvieran Sam se dedicó a jugar con el pequeño, el cual miraba todas las cosas que había en la habitación con sumo interés.
Acaba dejando al pequeño en la cuna y fue en busca de los juguetes y mantas que utilizó ella cuando era pequeña, sabe que sus padres no los han tirado, son demasiado sentimentales como para deshacerse de ellas.
Después de buscar por unos minutos las acaba encontrando en lo alto del armario, en una caja en la que pone "Los recuerdos de mi pequeña", avergonzada abre la caja y saca alguna de sus mantas de bebé y el pequeño peluche de gato que fue su mejor amigo durante su infancia.
Lo cual ahora le resulta algo irónico.
Vuelve a la habitación y se encuentra al niño tal y como lo dejó, lo saca de la cuna, lo coloca en la cama y empieza a jugar con él. Después de haber jugado el pequeño acaba cayendo dormido sobre la cama. Con cuidado Sam lo carga y vuelve a dejarlo dentro de la cuna.
Ella se dedica a mirarlo hasta que escucha como la puerta de la casa se abre.
Definitivamente son sus padres, armándose de valor tapa al niño con la manta y sale de la habitación dejando la puerta semiabierta por si necesita ir a calmar al pequeño.
Baja las escaleras y se encuentra a su padre abrazando por detrás a su madre, los dos se hablan entre susurros, que Sam escuchar perfectamente, pero a pesar de eso decide actuar como si no se hubiera enterado de nada.
– Hola papá, hola mamá – los saluda cuando ve como sus padres empiezan a acercarse demasiado. Tiene veinte años, pero todavía le incomoda ver como sus padres comparten un beso delante de ella.
– Oh, hola cariño, ¿cómo te ha ido el día? – le saluda su madre avergonzada.
– Ha ido bien – les responde con una sonrisa.
– ¿Qué te dijo el médico? – se apresura a preguntarle su padre, lo que hace que el buen ánimo de Sam caiga considerablemente.
– ... so-soy estéril papá – las palabras se le atragantan, pero consigue decirlas.
Sus padres no dicen nada, se dedican a mirar a su hija con horror, lo que hace que Sam empiece a llorar al igual que en la mañana. Su madre es la primera en reaccionar, se acerca rápido y empieza a consolarla.
– Lo siento mucho cariño – se apresura a decirle mientras la abraza.
– No pasa nada mamá, sabía que algo pasaba – intenta tranquilizarla, a ella todavía le cuesta asimilar la información, pero a pesar de eso no quiere que su madre igual o peor que ella.
– Cariño ... – su padre se acerca también y se une al abrazo de su esposa. El padre de Sam no sabe cómo consolar a su hija en un momento como este, así que hace lo mismo que hacía cuando de pequeña Sam lloraba, la abraza mientras da suaves palmadas sobre su espalda. – Tú madre y yo estamos contigo – le asegura.
– Lo sé papá – le sonríe triste – pero de todas formas no quiero pensar ahora en esto, vamos a cenar ¿sí?
– Está bien – la madre de Sam nota enseguida el intento de Sam por cambiar de tema – hoy hay hamburguesa – le informa con una sonrisa triste. Ahora mismo ningún miembro de la familia es capaz de sonreír con auténtica felicidad, ambos padres temen hacer sufrir más a su hija, así que deciden cambiar de tema, tal y como su hija quiere.
– Que no sé te olvide añadirle el queso – le recuerda su esposo mientras la acompaña y va sacando los platos.
– Ya sé, ya sé – le asegura su mujer.
– ¿Quieres que te ayudé mamá?
– No hace falta cielo, tú puedes sentarte y descansar – le dice con su característica sonrisa dulce.
Sam se muerde el labio inquieta.
– Quiero ayudar – asegura. Su madre la observa por unos segundos y acaba suspirando.
– Saca las hamburguesas, el queso y todo lo que quieras echarle, yo sacaré los panes, las salsas y las sartenes.
– ¿Y qué hago yo? – pregunta el padre de Sam.
– Tú solo quédate sentado cariño – le pide su mujer – la última vez que intentaste ayudar acabaste tirando al suelo la comida.
– Sabes que fue un accidente – se queja.
– Lo sé cariño, no te preocupes, pero con nosotras dos hay suficiente mano de obra – le responde su mujer dulce.
– Mujeres, luego os quejareis de que no os ayudo – el padre de Sam sale de la habitación aparentando estar enfadado, cosa que hace que ambas mujeres suelten una suave risa.
Los preparativos para la cena no tardan en estar listo, una vez esta todo sacado y echo llevan los platos con las deliciosas hamburguesas a la mesa y empiezan a comer mientras los padres de Sam le cuentan a su hija cómo ha sido su día.
Acaban de comer, limpian todo y se van a la sala a hablar un rato en familia.
Mientras comían Sam no ha sacado el tema del bebé, pero sabe que no puede posponerlo más, en cuanto sus padres suban van a detectar el olor del niño, así que prefiere hablar con ellos ahora.
– ... papá ... mamá – los llama nerviosa.
– ¿Si?
– ¿Qué pasa cielo?
– Verán yo ... – se calla mientras intenta pensar en cuál es la mejor manera de decirles.
– ¿Si? – insiste su padre.
– Tranquila cielo, no tienes que hablar de eso si no quieres – le asegura su madre.
– No mamá, no es eso – Sam no puede evitar frustrarse, quiere hablar con sus padres del pequeño bebé que duerme en su habitación, pero teme la reacción que puedan tener – verán yo ...
– ¿Si?
– Yo ...
– Vamos Sam no tenemos todo el día – la apremia su padre.
– Vale – Sam toma aire y suspira – mamá, papá, voy a adoptar a un niño.
Nadie dice nada, ninguno de los dos adultos esperaba que su hija hablara de la adopción tan rápido, por lo menos no después de que le hubieran comunicado que es estéril.
La sala permanece en silencio durante unos minutos hasta que la madre de Sam acaba rompiéndolo.
– Cariño, ¿no crees que te estas precipitando?
– Sé que es lo que están pensando, sí, es pronto, pero les aseguro que no quiero adoptar a ese niño por lo que ustedes creen que lo hago – les asegura.
– Sam, acaban de comunicarte que no puedes tener hijos, creo que ahora mismo no estás en condiciones de hacer esto. Quizás dentro de algunos años cuando ...
– Lo siento papá, pero no voy a esperar para adoptar al pequeño, ya he hablado con el alfa al respecto.
– Cariño, no creo que ...
– Mamá, escucha, da igual cuando diga que quiero adoptar a este niño, ustedes siempre pensaran que lo hago por el mismo motivo, pero les aseguro que esas no son mis intenciones. – Sam se toma unos segundos para tomar aire y tranquilizarse, – cuando vi al pequeño algo dentro de mí me gritó que lo protegiera, no sé qué es lo que era, pero cuando lo cargue en mis brazos sentí que todo estaría bien.
Ambos adultos se quedan callados mientras miran a su hija, sabe que da igual lo que digan, ella ya ha tomado su decisión.
– Está bien cariño, haz lo que quieras, tu madre y yo te apoyaremos tomes la decisión que tomes – le asegura su padre mientras le sonríe amable – aunque tengo que admitir que no esperé ser abuelo tan pronto.
– Abuela ... aun no sé si me gusta – confiesa su madre con una sonrisa.
– Gracias – Sam derrama algunas lágrimas mientras les agradece.
La escena es muy bonita, pero el llanto del bebé hace que Sam se levante para ir a ver qué es lo que le pasa, ambos padres la miran sin comprender nada, ella no dice nada, solo sale de la sala seguida por sus progenitores.
Ninguno de los dos sabe que es lo que pasa a su hija, pero cuando suben a la planta de arriba y ven a Sam cargando a un bebé que llora lo comprenden todo.
– Les presento a su nieto – les dice ella mientras sonríe con lágrimas en los ojos – se llama Dilan y es un gato.
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