I
Snif Sinf, a lo lejos se escucha el llanto de un niño que está siendo intimidado por sus compañeros de clase.
– Bas-Basta – pide el pequeño mientras intenta protegerse la cara de los golpes que está recibiendo por parte de sus compañeros de clase. – Por favor parad, me hacéis daño – suplica con la voz entrecortada.
– ¡Cállate estúpido gato! – le grita uno de los agresores, el cual no duda en propinarle una patada en el estómago la cual consigue dejar sin aire al pequeño.
– Po-Por fa-favor – lo intenta una última vez, pero vuelve a conseguir el mismo resultado, una burla hacia su persona y otro golpe.
Dilan no entiende lo que ha pasado, él solo estaba en el patio, escalando uno de los tantos árboles que delinean el perímetro de su escuela, cuando fue llamado por uno de sus compañeros.
Al principio se mostró reticente, no estaba acostumbrado a acercarse a sus compañeros, ya que siempre que los buscaban era para pegarle sin un motivo aparente. Pero esta vez había ido a buscarlo Marcos, un chico que siempre le regalaba sonrisas cuando nadie miraba.
Con mucha duda acabó bajando del árbol en el que estaba recostado y se acercó a Marcos con paso vacilante.
– Ho-Hola – lo saludó tímidamente, teme decir algo que haga que Marcos lo trate igual que el resto de sus compañeros.
– Hola Dilan – le saluda él con una sonrisa alegre, la cual le devuelve Dilan con cautela. Él no entiende que es lo que está pasando, pero le gusta la forma en la que Marcos lo trata, no hay palabras hirientes ni golpes.
– ¿Qu-Qué quieres? – pregunta vacilante, no quiere desconfiar de Marcos, pero los constantes abusos que recibe lo hacen dudar de las intenciones del chico.
– Venía para saber si ¿quieres jugar conmigo? – la pregunta de Marcos hace que Dilan se sorprenda, es la primera vez que alguien lo invita a jugar con él.
– Si – le responde con demasiado entusiasmo.
Dilan está entusiasmado, era la primera vez que alguien le preguntaba si quería jugar con él.
Desde que había entrado en la escuela siempre había querido jugar con el resto de sus compañeros, pero siempre que se acercaba a ellos, ellos dejaban lo que estuvieran haciendo alegando que ya estaban aburrido o simplemente pasaban de él y seguían jugando como si él no estuviera presente.
Aunque ambas acciones le dolían, seguían siendo mucho mejores que cuando le gritaban que no o le tiraban cosas, así que Dilan se pasaba los descansos escalando árboles y mirando con envidia al resto de sus compañeros los cuales jugaban juntos.
Los había visto jugando al futbol, al lobo y a la presa ... a toda esa clase de juegos que hacían que gastaras todas las energías que tenías para el resto de horas que duraba la escuela.
También había visto a las niñas jugando juntas, y aunque los juegos no eran tan ostentosos todavía era incapaz de saber cómo hacían para entrar a saltar dentro de la cuerda sin que esta les diera en la cara.
Tal era el entusiasmo de Dilan por jugar con otro niño que ni se dio cuenta de que Marcos estaba mirándolo con una sonrisa lobuna, una sonrisa que habría hecho que se subiera rápidamente a un árbol y que no bajara hasta que las clases hubieran terminado.
– Muy bien, entonces vamos – lo tomo de la mano y tiró de él.
Dilan iba tan ensimismado, imaginándose todos los posibles juegos con los que jugaría con Marcos que ni se dio cuenta de que se lo estaba llevando a la zona más alejada de la escuela, esa en la que solo podían pasar cosas malas.
– ¿A qué vamos a jugar? – le pregunta con ojos expectante.
– Es un juego muy divertido – le asegura Marcos mientras comprueba con disimulo que nadie se ha dado cuenta de lo que está haciendo.
Aunque para ser honestos a nadie le importaba lo que le pasará a Dilan, nadie en la manada le tenía cariño al gato, las únicas personas que se preocupaban por el bienestar del pequeño eran su madre y sus abuelos. El resto de la manada consideraba al gato un intruso, todos trataban con desprecio al pobre chico que lo único que quería era encajar en la manada de su familia.
Tal era el desagrado de algunas personas, que lo único que deseaban era que el gato desapareciera del lugar, pero nadie tenía el valor suficiente como para ir a hablar con el alfa para solicitar la expulsión del pequeño.
Porque daba igual lo mucho que detestaran a Dilan, Dilan era el hijo del mejor centinela de la manada, y nadie quería ver como dicho centinela se pondría si le pasaba algo a su adorado cachorro.
– ¿Qué tengo que hacer? – le pregunta todavía sin perder el brillo en sus ojos.
– Nada importante – Marcos suelta la mano de Dilan mientras se voltea para mirarlo con una sonrisa de oreja a oreja – solo tienes que quedarte ahí – le dice mientras se aleja unos pasos de él.
– ¿Eh? – por fin Dilan es capaz de darse cuenta de que algo no va bien, intenta dar un paso atrás, pero acaba chocando con alguien.
El pequeño acaba de darse cuenta de lo que está pasando, y sabe de sobra quien es la persona con la que ha chocado. Con miedo, levanta la cabeza y se encuentra con la malvada sonrisa de Samuel, un compañero de clase que adora meterse con él, pero lo que más adora es pegarle hasta dejarlo inconsciente.
– Hola Dilan – le sonríe Samuel radiante, Dilan tragó saliva, nervioso.
– Ho-Hola Sa-Samuel – le devuelve el saludo temblando, sabe lo que le espera y sabe que no le va a gustar nada.
– He oído que vas a jugar con Marcos y he pensado en incluirme – la voz que usa parece de lo más normal, pero Dilan sabe cuáles son sus verdaderas intenciones y sabe que no va a acabar bien. Traga saliva, nervioso y mira a Marcos con una súplica silenciosa.
– Claro, ¿porque no?, también puedes jugar con nosotros – la sonrisa que le dedica Marcos a Dilan es todo lo que el pequeño necesita para entenderlo todo.
Marcos no buscaba ser su amigo y jugar con él, él solo quería que Dilan se ilusionara para que no se diera cuenta de cuáles eran sus verdaderas intenciones. Todas las sonrisas compasivas que recibió de su parte a lo largo del año solo habían sido una fachada para que no desconfiara de él.
A pesar de que sabe que no puede hacer nada mira a todos lados en buscando angustiado una salida, la distancia que lo separa de Marcos es lo suficientemente grande como para que le permita llegar a uno de los árboles del perímetro. Eso, si consigue evitar que Samuel lo atrape antes de que de un solo paso.
Pero antes de que pueda dar un solo paso, más chicos aparecen entre los árboles, Dilan está rodeado por cinco niños, entre ellos está Sofía, una chica a la que nunca le ha caído bien y los dos seguidores de esta.
Atemorizado intenta huir, pero es retenido por Samuel, quien de un empujo consigue tirarlo al suelo.
No se hacen esperar y empiezan a darle golpe tras golpe, al principio intenta defenderse y consigue arañar el brazo de Sofía, pero eso parece enfurecerla, porque no duda en darle una fuerte patada en la pierna. La cual no llega a romperse, pero aun así le da lo suficientemente fuerte como para que cojee cuando intente ponerse en pie.
Les pide una y mil veces que paren de pegarle, pero eso parece avivar sus ganas de infligirle dolor, así acaba rindiéndose y solo espera a que los golpes y los insultos termines, sabe que no servirá de nada defenderse, ellos son cinco y él es solo uno.
Mientras espera suplica porque la campana que da por terminada el descanso suene cuanto antes, y como si por una vez el mundo estuviera de su parte esta suena.
– Vaya, ¿ya ha terminado el descanso? – se queja uno de los secuaces de Sofía mientras pisa la zona que segundos antes había golpeado.
– Jo tío, y yo que quería divertirme unos minutos más – se queja el otro mientras suelta una risa desquiciada.
– Todavía podemos seguir divirtiéndonos – les dice Samuel mientras coge por el cuello a Dilan, el cual tiene el labio roto y les mira con autentico pavor mientras intenta respirar.
– Déjalo Samuel, si seguimos golpeándolo llegaremos tarde – le recomienda Marcos.
– Está bien – Samuel suelta el cuello de Dilan y este cae al suelo.
Dilan da grandes bocanadas de aire, intenta controlar su respiración, pero la privación de oxígeno y la ansiedad que siente no le ayudan en nada.
– ¿Qué hacemos con él? – pregunta el primer chico, el pequeño siente un escalofrío de solo imaginar las posibles respuestas. Contiene la respiración con los ojos cerrados mientras espera el veredicto.
No hace falta decir nada, porque antes de que cualquiera de los chicos pueda reaccionar Sofía le pega un puñetazo en la mejilla que lo tira al suelo.
Todos contienen la risa al ver como Dila cae al suelo, Dilan por su parte decide hacerse el inconsciente y ruega por qué no lo descubran.
– Ahora si podemos irnos – le dice Sofía mientras pisa una de sus piernas al acercarse al resto de los chicos, Dilan reprime un grito de dolor y aparenta seguir inconsciente.
– ¿Creéis que lo hemos matado? – pregunta Marcos preocupado.
– No lo creo, el condenado es fuerte – le segura una de los seguidores de Sofía – solo estará inconsciente.
– Aunque estaría mucho mejor muerto – asegura el otro mientras se ríe.
Dilan escucha con sumo cuidado como los pasos sus compañeros se alejan, cuando por fin no los oye decide abrir los ojos y reincorporarse. Tarea que resulta difícil, ya que la zona que ha pisado segundos antes Sofía le envía un gran dolor a su pierna.
Conteniendo un grito de dolor consigue ponerse a duras penas en pie y con mucho cuidado empieza a acercarse al límite de la escuela.
Como la escuela está muy pegada al bosque decide adentrarse un poco en este para que así sus profesores o sus compañeros sean incapaces de verlo. Con mucho cuidado y esfuerzo consigue llegar a la zona cercana a la puerta.
Está por suspirar de alivio, pero entonces ve como su maestra de clases empieza a registrar la zona.
Está claro que ha ido en su busca al no encontrarlo en clase, sabe que esta profesora en concreto lo odia, así que hace uso de las pocas fuerzas que le quedan y empieza escalar el árbol con el que se oculta de su vista.
Muy lentamente escala el árbol hasta estar varias ramas por encima de la cabeza de su profesora, ha tardado más de lo que esperaba, su pierna le ha impedido ir más rápido, pero ha sido lo suficientemente rápido como para que su profesora no sé de cuenta de que está encima de su cabeza.
A pesar de que sabe que no va a verlo, se esconde lo mejor que puede entre las ramas. El pequeño sabe que si lo encuentra enfrentará un castigo igual o peor que los golpes que le han dado sus compañeros.
Los minutos pasan y la profesora registra todos y cada uno de los posibles escondites en los que podría estar él, a pesar de que no lo encuentra sabe que el niño está en alguna parte, es por eso que sigue. Pero cuando a sus oídos llega el ruido de su clase se da cuenta de que no puede seguir perdiendo el tiempo por el estúpido gato.
Enfadada lanza una última mirada por todo el patio y vuelve al edificio.
Cuando por fin la profesora entra al edificio Dilan deja salir un suspiro de puro alivio. No quería tener que entrar en clase, sabe que si alguno de sus agresores lo ve despierto no dudara en rematar la faena.
Con cuidado baja del árbol y una vez en el suelo corre hacia la salida del colegio, su pierna no deja de dolerle durante todo el proceso, pero prefiere no poder caminar mañana a tener que enfrentarse de nuevo a Marcos, Samuel o a cualquiera de los seguidores de Sofía. Mientras corre siente como su mejilla empieza a palpitar, definitivamente, mañana tendrá un moratón.
Huye hacia su casa, esperando no encontrarse con ningún miembro de su familia, pero cuando abre la puerta de su casa ve a su madre a punto de entrar en la cocina.
Su madre se vuelve hacia él dispuesta a echarle una reprimenda por haberse saltado las clases, pero sus palabras mueren al ver el estado en el que ha llegado su hijo.
– Dilan, cariño, ¿qué te ha pasado? – le pregunta espantada mientras se acerca a él.
– Ma-Mamá – Dilan no puede aguantarlo más y se lanza a los brazos de su madre, los cuales lo sostienen con sumo cuidado.
Sam contempla con dolor los golpes y arañazos de su hijo, sabe lo que la gente de la manada piensa de su pequeño, pero ella esperaba que con el tiempo las cosas cambiaran ...
Parece que se equivocó.
Con cuidado aleja a su hijo de ella y le examina las heridas, sabe que Dilan debe tener más heridas de las que se ven a simple vista, pero no dice nada. Carga a su hijo en brazos, como hace desde que era un bebé y va hacia su habitación, en la que tiene el botiquín de primeros auxilios que ha llegado a utilizar más veces de las que les gustaría admitir.
Con cuidado deja a Dilan sentado en su cama y saca todo lo que va a necesitar para curar las heridas de su hijo.
Dilan no hace ningún ruido mientras su madre le desinfecta las heridas, se siente demasiado mal como para quejarse siquiera por el escozor.
En cuento Sam termina de curar todas las heridas que están a simple vista deja las cosas en la mesita de noche, coge a su hijo en brazos y se lo lleva al salón. Se sienta en el viejo sillón de su padre y empieza a mecerlo mientras tararea una canción.
Ninguno de los dos dice nada, pero ambos intuyen lo que el otro piensa.
Dilan sabe que su madre se muere de ganas por preguntarle quien es la persona que le ha hecho eso, pero agradece que no lo haga. El pequeño acaba recostado sobre el pecho izquierdo de Sam y lentamente cae en la inconciencia. Dilan en ningún momento deja de sentir el suave vaivén de los brazos de su madre mientras la escucha tararear la misma nana que le cantaba de pequeño cuando quería calmarlo.
A pesar de que Sam siente que su hijo se ha quedado dormido no deja de mecerlo suave mente mientras tararea, siente que si para saldrá a buscar a los que le hicieron eso a su hijo y los hará sufrir el doble.
Suelta un suspiro abatida mientras intenta encontrar una solución para la situación que vive su hijo. Ella odia ver como su hijo viene a casa cubierto de heridas, pero lo que más odia es saber que no puede hacer nada para evitar esta situación.
Si, podría devolvérsela a los que la tomaron con su pequeño, pero ¿de qué serviría? Prácticamente toda la manada lo odia.
Si por lo menos el resto de personas pudieran ver a Dilan como ella lo ve ...
– Lo siento bebé – se disculpa con su hijo, el cual está dormido. Le planta un beso en su cabecita, al igual que la primera vez que lo vio y deja que una lágrima caiga por su mejilla.
No se arrepiente de la decisión que tomo, pero si pudiera volver atrás en el tiempo ...
Sam mira a su hijo y se da cuenta de que da igual, ella no cambiaría nada, Dilan sigue siendo el mismo bebé que vio esa primera vez. Tan dulce ... tan inocente ...
Con cuidado se recuesta en el sofá y empieza a recordar todo lo que tuvo que pasar para poder tener a su pequeño.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro